con el respeto que día a día incansablemente te has ganado. Hoy te escribo, no para felicitarte, no para alabarte, mucho menos para festejarte un día con que los comerciantes y rastreros rebajan tu dignidad que tal vez sea una de las pocas cosas que te ha dejado tu larga caminata por este mundo injusto; hoy acudo a ti y me los vas a perdonar _ no para santificarte, ni siquiera para llorar junto a ti de emoción; es más, no vengo a agradecer tu fecunda labor, ni a decirte palabras bonitas, absolutamente vacías _
Hoy vengo decidido a poner el hombro
junto al tuyo para levantar a nuestra patria oprimida; hoy vengo junto a ti para exigir justicia, para levantar nuestros puños, para elevar nuestras voces en una sola, para unir nuestra acción de educar hombres libres, para decir ¡basta!
Hoy vengo para que caminemos juntos
los senderos que la vida ha surcado en tu rostro, para que sembremos ideas generosas de libertad, y hagamos florecer frutos de dignidad y rosas, cuyas espinas desgarren las injusticias y crezcan libres y bellas aquí y ahora...