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BERCEO 140 293-326 Logro–o 2001

HISTORIA Y ÒPRESENTEÓ*

Gonzalo Capell‡n de Miguel**

RESUMEN

Las relaciones entre historia y presente han ocupado un lugar central en los deba-
tes historiogr‡ficos de los œltimos a–os. Este art’culo trata de hacer un balance de c—mo
la denominada Historia del Presente se ha ido implantando en los diferentes pa’ses, con
especial referencia al caso espa–ol. Una vez que los historiadores han aceptado la posi-
bilidad de hacer una historia del tiempo presente, queda ver la forma renovada en que
han incorporado el uso de las fuentes orales, el tratamiento de la memoria, las relacio-
nes con otras ciencias sociales..., es decir, la forma en que ha definido su lugar dentro
de la moderna y globalizada sociedad de la informaci—n.

Palabras clave: Historia, presente, Historia del Tiempo Presente, Europa, Espa–a,
fuentes orales, memoria, nuevas tecnolog’as, ciencias sociales, periodismo.

The relationships between History and present have lastly been in the core of his-
torical discussion. This paper aims to show how the so-call ÒPresent HistoryÓ
(Contemporary History) has flourished in every country, especially in relation to Spain.
Once historians have recognized that it is possible to make the history of the present

* Aprobado el 15 de junio de 2001. El tŽrmino presente ser‡ utilizado en el texto en minœscu-


la como sin—nimo de Òpasado recienteÓ, un tiempo que es pasado, pero est‡ presente en una deter-
minada sociedad. Aparecer‡ en mayœsculas para referirse al uso espec’fico que ha hecho del tŽr-
mino la corriente historiogr‡fica denominada Historia del Presente (con implicaciones
metodol—gicas propias m‡s all‡ de lo cronol—gico).
** Instituto de Estudios Riojanos/Universidad del Pa’s Vasco.

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time, it rest to see the new way in which they deal with oral sources, with memory, with
other social sciences..., that is to say, the way in which history has placed within the
modern society, that of information and globalization.

Key words: History, Present, Contemporary History, Europe, Spain, Oral History,
Memory, New Technologies, Social Sciences, Journalism.

Tanto si nos situamos en los or’genes m‡s remotos de la ciencia historiogr‡fica,


como si preferimos partir de la Žpoca en que la disciplina se configura de una forma
moderna, tomemos como ejemplo a Tuc’dides o a Tocqueville, historia y presente siem-
pre han estado estrechamente unidos. Nunca, sin embargo, se ha producido un intento
expl’cito e institucionalizado de configurar una disciplina historiogr‡fica sobre la idea
del presente. En cualquiera de los antecedentes aludidos se pueden encontrar casos pr‡c-
ticos, de facto, de una historia realizada desde el tiempo presente, de relatos historio-
gr‡ficos en los cuales el historiador era parte del tiempo hist—rico objeto de su estudio.
Pero œnicamente en los œltimos a–os la preocupaci—n por el pasado m‡s reciente (Òpre-
senteÓ), la necesidad de ocuparse de los hechos acaecidos en el propio tiempo, ha sido
sentida de un modo colectivo y abordada por un grupo de profesionales de forma m‡s o
menos simult‡nea en diferentes pa’ses.

El intento de establecer una Historia del Presente se ha visto, no obstante, plagado


de dificultades de todo tipo. Unas dificultades que han provocado la bœsqueda constan-
te de soluciones por parte de los historiadores del presente, que por ese mismo motivo
se han visto obligados a explorar nuevos campos, a debatir sobre los instrumentos m‡s
apropiados para realizar el estudio del presente, a definir, en œltima instancia, tanto con-
ceptual como metodol—gica e incluso cronol—gicamente su nueva propuesta historiogr‡-
fica. De todo este proceso queremos dar cuenta en las siguientes p‡ginas. Para ello -y sin
olvidar nunca que se trata de un debate abierto, en pleno desarrollo en la actualidad-,
vamos a detener nuestra atenci—n en una serie de cuestiones centrales a la Historia del
Presente.

Ante todo trataremos de delimitar el propio concepto de Historia del Presente en


relaci—n con otros tŽrminos fronterizos con los que tiende a confundirse habitualmente
(tales como Historia del Mundo Actual o Historia Inmediata). A continuaci—n rastreare-
mos los or’genes y conformaci—n de una Historia del Presente en Espa–a, haciendo refe-
rencia siempre al desarrollo de la historiograf’a sobre el presente en otros pa’ses de su
entorno a cuyo est’mulo y/o semejanza, en parte, se ha moldeado el caso espa–ol.
Posteriormente iremos abordando uno a uno los diferentes aspectos en torno a los cua-
les se ha centrado el debate de la Historia del Presente. Comenzando por las fuentes, y
siguiendo por las consideraciones de car‡cter epistemol—gico y metodol—gico, hasta lle-
gar a las propuestas de car‡cter cronol—gico. La Historia Oral, la Memoria hist—rica, la
relaci—n sujeto-objeto (es decir, el problema de la objetividad), la convivencia con otras
ciencias sociales, las fechas de inicio y fin, etc., forman parte de la naturaleza misma de
la Historia del Presente y como tales ser‡n aqu’ analizadas.

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HISTORIA Y PRESENTE

1. EL PASADO RECIENTE: HISTORIA ACTUAL, HISTORIA INMEDIATA E


HISTORIA DEL PRESENTE
Desde que la historiograf’a se constituy— como ciencia aut—noma en el siglo XIX y
experiment— la influencia del positivismo en boga, la idea de la Historia ha estado indi-
solublemente ligada a la noci—n de pasado. De hecho, la historiograf’a en general se ha
configurado alrededor de la idea de que una cierta distancia cronol—gica, el paso del
tiempo en definitiva, era justamente la circunstancia que hac’a posible la propia exis-
tencia de la historiograf’a como ciencia. En consecuencia, el tiempo denominado Òpre-
senteÓ quedaba ipso facto vedado al campo de estudio de los historiadores (m‡s adelan-
te veremos las implicaciones epistemol—gicas de semejante concepci—n). Este simple
hecho es suficiente para que cualquier propuesta de Historia del Presente resulte no s—lo
novedosa, sino, adem‡s, sorprendente. Hasta hace poco tiempo ese pasado reciente obje-
to de estudio para los historiadores, la Historia, se encontraba circunscrita a los l’mites
cronol—gicos de la denominada Historia Contempor‡nea. La sensaci—n de novedad que
los protagonistas de las revoluciones europeas hab’an tenido a finales del siglo XVIII y
comienzos del XIX, les hab’a impulsado a utilizar diferentes tŽrminos mediante los cua-
les resaltar su modernidad frente a los tiempos pasados, de car‡cter antiguo. Atendiendo
a esa conciencia, as’ como a la ruptura real que en casi todos los ‡mbitos (pol’tico, eco-
n—mico, cultural...) se produjo con respecto a la Žpoca anterior, los historiadores adop-
taron el tŽrmino contempor‡neo para designar a la Historia sucedida durante ese per’o-
do. La fecha inicial, con distintas modificaciones en funci—n de los pa’ses o los
acontecimientos m‡s relevantes en cada lugar, ven’a a situarse en torno al simb—lico a–o
de 1789, el a–o de la Revoluci—n francesa. En Espa–a 1808, 1812 — 1833 podr’an ser
fechas de referencia. Pero ese per’odo, la contemporaneidad, segu’a bien entrado el siglo
XX sin concluirse. Algo que no pod’a dejar de sorprender a quienes estaban comenzan-
do a vivir en una sociedad radicalmente distinta de la pasada. La aceleraci—n de los cam-
bios de todo tipo durante la segunda mitad del siglo XX fue fortaleciendo la conciencia
de que se estaba viviendo una Žpoca nueva a cuyos protagonistas dif’cilmente pod’a con-
siderarse contempor‡neos con los liberales del siglo XIX, por ejemplo.
La respuesta m‡s natural fue la introducci—n de un nuevo per’odo hist—rico al que
se denomin— de variadas formas: era at—mica, post-guerra... o con m‡s frecuencia Žpoca
actual. Tomando siempre como gran hecho de ruptura o de referencia la II Guerra
Mundial, desde 1945 habr’a comenzado una nueva fase de la Historia que en Espa–a
aparecer‡ en libros de texto y programas de ense–anza como Historia del Mundo
Actual1. Este tŽrmino hace referencia, pues, exclusivamente a una divisi—n cronol—gica
de la Historia, sin m‡s. La Historia del Mundo Actual llegaba en su dimensi—n cronol—-

1. Que no siempre se reduce en los niveles docentes a una historia cronol—gica y de espaldas a
las nuevas metodolog’as, tal y como a veces se afirma desde la Historia del Presente. Por ejem-
plo, la asignatura de Historia del Mundo Actual impartida en la Universidad de Cantabria va pre-
cedida de una amplia introducci—n de varias semanas en las que se explica a los alumnos las impli-
caciones que el presente tiene para la historiograf’a (fuentes, metodolog’a, nuevas perspectivas
Ðincluida la de la Historia del Presente-, etc.). Adem‡s la propia ense–anza se apoya en mŽtodos
y tŽcnicas propias del Mundo Actual (im‡genes, sonido, memoria...). Lo mismo sucede dentro del
departamento de Historia Contempor‡nea de la UNED, cuyos materiales did‡cticos recogen desde

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gica hasta los hechos m‡s recientes, hasta hoy, lo cual hizo de su ‡mbito de estudio una
concurrencia de especialistas de todas las disciplinas y no s—lo de historiadores. Es m‡s,
los historiadores anclados en esa concepci—n de limitar su tarea al pasado m‡s o menos
distante eran en buena medida los grandes ausentes en el debate pœblico sobre la actua-
lidad. Justamente lo contrario que suced’a con otros profesionales de la ciencias socia-
les y humanas como soci—logos, polit—logos o fil—sofos. Pero quienes monopolizaron
desde un principio la voz pœblica de la actualidad fueron los periodistas. Desde el deno-
minado Òperiodismo de investigaci—nÓ se abord— un estudio de la actualidad de consu-
mo en prensa, tertulias radiof—nicas o libros de divulgaci—n. En torno a este tipo de acti-
vidad ha surgido la denominada Historia Inmediata, (a veces llamada Historia Reciente)
como la parcela m‡s cercana de la Historia Actual y realizada bajo los presupuestos
mencionados.

Frente a todo ello algunos historiadores comenzaron a denunciar esa situaci—n.


Rompiendo con la barrera cronol—gica y mental del pasado, reivindicaron para la histo-
ria el presente (historificaci—n del presente la ha denominado algœn autor)2. Pero no
redujeron su propuesta de una Historia del Presente a una noci—n temporal, como la
Historia Actual, ni se conformaron con el an‡lisis inmediato sin perspectiva cronol—gi-
ca y sin recurso a ciertas fuentes que caracteriza a la Historia Inmediata. Al contrario,
comenzaron una reflexi—n te—rica sobre la forma en que deber’a conformarse una histo-
ria cient’fica del tiempo presente. Parece evidente que si lo que hab’a llevado al naci-
miento de un nuevo per’odo de la Historia era la naturaleza radicalmente diferente del
presente, de la Žpoca actual con respecto a la pasada, esa nueva Žpoca demandaba un
acercamiento distinto, un tratamiento propio que tuviera en cuenta la peculiar naturale-
za del presente. El tiempo presente hab’a tra’do una revoluci—n en los medios de comu-
nicaci—n que inevitablemente hab’a de afectar a las fuentes, tanto por su multiplicaci—n
casi infinita como por los diferentes soportes en que ahora pod’a aparecer. A la escasez
de fuentes que hab’a hecho de la labor de bœsqueda y hallazgo un momento decisivo en
la Historia del pasado remoto, la abundancia del presente traslada la atenci—n a la selec-
ci—n y tratamiento de las fuentes por parte del autor. Los documentos audiovisuales
implicaban similares innovaciones a la hora de utilizar las fuentes. Adem‡s, el presente
y la voluntad de hacer su historia pone al servicio del historiador el propio testimonio de
los protagonistas. Algo que tambiŽn pueden hacer los historiadores del pasado merced a
testimonios y memorias de la Žpoca, pero siempre en cantidad menor y sin la posibili-
dad de elegir ni al testigo, ni las preguntas a formular. Todo eso ha planteado igualmen-
te problemas metodol—gicos que con el tiempo se van depurando mediante planificaci—n,
estructuraci—n y estandarizaci—n de las entrevistas orales. El fen—meno de la Memoria

hace a–os todos los aspectos m‡s destacados de la Historia del Presente. Vid. Alicia ALTED
(coord.), C—mo hacer la Historia Contempor‡nea hoy. Conceptos, mŽtodos y fuentes. Carpeta del
alumno, vol Ò, curso 1994/95 (Madrid, 1994). Esto, por citar un par de ejemplos œnicamente.
2. J. ARîSTEGUI, ÒSociolog’a e Historiograf’a en el An‡lisis del Cambio Social RecienteÓ, en
Historia Contempor‡nea, nœm. 4, 1990, pp. 167. Ar—stegui ha protagonizado uno de los intentos
m‡s rigurosos y decididos de renovaci—n te—rica y metodol—gica de la historiograf’a espa–ola
reciente (vid. su obra La investigaci—n hist—rica: teor’a y mŽtodo. Barcelona, Cr’tica, 1995 [1» ed.]
y 2001).

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Hist—rica ha irrumpido tambiŽn en la escena y va ocupando la atenci—n de los historia-


dores para llegar a su tratamiento adecuado. Lo que se produce es todo un proyecto his-
toriogr‡fico que pretende dar cumplida respuesta a la revoluci—n tecnol—gica, a la glo-
balizaci—n del mundo, a la irrupci—n de los mass media y a la conciencia hist—rica nueva
que surge en las sociedades del siglo XX. Una respuesta que tendr‡ necesariamente que
irse remodelando para satisfacer las demandas de cada tiempo presente, de cada genera-
ci—n, ya que la memoria hist—rica de hoy no ser‡ la misma que la de ma–ana, ni Žsta la
de la generaci—n siguiente. Por eso la Historia del Presente se resiste a una fijaci—n cro-
nol—gica, porque el presente es una idea m—vil que a cada generaci—n corresponde deter-
minar y definir para s’ misma. M‡s adelante veremos c—mo se define ese ÒpresenteÓ
como una realidad diferente de la simple actualidad o del pasado reciente sin m‡s para
conformar una categor’a epistemol—gica singular y compleja.

2. HISTORIOGRAFêA Y MUNDO ACTUAL

Previamente a la II Guerra Mundial la historia contempor‡nea no hab’a contado con


un cultivo tan profuso como el de los per’odos hist—ricos m‡s remotos (antiguo, medie-
val o moderno). El gran impacto psicol—gico que la guerra provoc— en algunas socieda-
des del occidente europeo desat— una inmediata reacci—n por parte de historiadores y
cient’ficos sociales de todo tipo que comenzaron a preocuparse de forma prioritaria del
an‡lisis de los hechos relacionados con la guerra, tanto en sus causas como en sus con-
secuencias inmediatas. En determinados pa’ses semejante situaci—n afect— de forma
decisiva a la historiograf’a, que tuvo que afrontar una realidad completamente nueva de
la cual surgi— una inevitable transformaci—n profunda de la propia disciplina, de los
modos de concebir, de realizar en œltima instancia, la propia Historia. El pasado inme-
diato, de repente, se hab’a convertido en algo inseparable del presente e incluso del futu-
ro de esas sociedades.

2.1. Alemania y la Zeitgeschichte


Paradigm‡tico de lo que venimos afirmando es el caso alem‡n. La memoria colec-
tiva alemana experiment— una tremenda conmoci—n como resultado del per’odo nacio-
nalsocialista y de los acontecimientos acaecidos en aquellos a–os (el ascenso del nazis-
mo, la persecuci—n jud’a, la guerra...). La ocupaci—n de Alemania tras la guerra fue
acompa–ada de una versi—n de los hechos que pon’a el Žnfasis en la idea de culpabili-
dad del pueblo alem‡n. De esa forma parec’a m‡s comprensible (hasta justificada) la
ocupaci—n misma, el sentimiento de culpa que deb’a ser expiado. La pol’tica de reedu-
caci—n popular fue una realidad en la Alemania de finales de los 40. Pero la modifica-
ci—n de las circunstancias hist—ricas llev— aparejado un cambio paralelo en la concepci—n
del pasado. Con el surgimiento del bloque comunista, sentido por los Estados Unidos
como una amenaza sobre el occidente europeo, Alemania se convirti— en un emplaza-
miento clave de contenci—n a ese posible avance soviŽtico, a su previsible dominio sobre
Europa. Para contener ese peligro hab’a que contar con una Alemania fuerte. Como parte
de ese programa surge una visi—n distinta del pasado inmediato. Alemania ya no era glo-
balmente culpable del nacionalsocialismo. Exist’a una Aleman’a Òno-naziÓ sobre cuya
base deb’a edificarse la futura Alemania democr‡tica (entonces surgen los estudios sobre

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la resistencia en Alemania, el car‡cter universal del fascismo en la Europa del per’odo,


etc.).

La sociedad alemana encontr— as’ muy pronto definidos los par‡metros de su evo-
luci—n. Por un lado, deb’a olvidar y abortar para siempre cualquier elemento de identifi-
caci—n con el nazismo. La mirada de los historiadores se volvi— hacia la repœblica de
Weimar, hacia otros per’odos sin ese fuerte estigma que adem‡s alimentar’a la idea de
que el per’odo nazi fue un autŽntico parŽntesis en la historia alemana, no consustancial
al pueblo alem‡n. Por otro, se abr’a un nuevo horizonte de futuro en el que Alemania
podr’a alcanzar una democracia plena3. La fecha de 1945 se convirti— en un nuevo arran-
que, en el momento inaugural para esa nueva historia de Alemania, olvidada as’ de su
pasado m‡s reciente. Die Stunde Null (ÒLa hora ceroÓ) consegu’a de esa manera lo que
los alemanes han denominado persilschein, un efecto de lavado sobre el pasado (se
habla tambiŽn de 1945 como un Null Punkt). De acuerdo con esa ruptura cronol—gica se
abre un per’odo nuevo cuyo dominio no ca’a ya dentro de la historia moderna alemana
(Neu Geschichte). Ni la revoluci—n de 1848 ni la unificaci—n de 1870 hab’an provocado
una ruptura tal del tiempo hist—rico que se hiciese necesario considerar iniciada una
nueva Žpoca. Ahora s’. Para dar cuenta de los hechos posteriores a 1945 en Alemania
nace la Zeitgeschichte (ÒHistoria del tiempoÓ, literalmente). El nombre ha calado en la
historiograf’a a pesar de la pobreza terminol—gica de la expresi—n (toda historia lo es del
tiempo) que renunci— a incluir precisiones del tiempo a que se refer’a como Ònuestro
tiempoÓ o Òtiempo presenteÓ, a los que sin duda alude impl’citamente la Zeitgeschichte.
Se tratar’a en este caso de una divisi—n puramente cronol—gica dentro de la cual no han
estado ausentes los debates historiogr‡ficos en torno a las novedades que el per’odo pre-
senta (globalizaci—n, fuentes...), pero sin cuestionar seriamente nunca la posibilidad real
de hacer una historia de ese tiempo hist—rico tan pr—ximo4. Al contrario, la materia de
Zeitgeschichte o Neuste Geschichte (Historia Òm‡s nuevaÓ, en referencia a la simple-
mente Neu, ÒnuevaÓ) est‡ hoy consolidada en los niveles de educaci—n media y superior
de toda Alemania. Ahora bien, la tendencia actual es la de, por un lado, una consolida-
ci—n del ÒderechoÓ del historiador a ocuparse del tiempo presente y, por otro, la concre-
ci—n cronol—gica de ese tiempo como el correspondiente al siglo XX5.

3. Una interpretaci—n en este sentido ha sido desarrollada por J. GIMBEL, ÒThe origins of the
Institut fŸr Zeitgeschichte: scholarship, politics and the American occupation, 1945-1949Ó, en The
American Historial Review, LXX, nœm 3, april 1965, pp. 714-731.
4. La permanencia de estas precisiones historiogr‡ficas sobre la Zeitgescichte puede seguirse
desde su arranque mismo en el art’culo cl‡sico de Hans ROTHFELS, ÒZeitgeschichte als AufgabeÓ,
en Vierteljarhefte fur Zeitgeschichte, nœm.1, enero 1953, hasta el m‡s reciente de Matthias PETER,
ÒWas ist Zeitgeschichte? Begriff, Periodisierung, AufgabenÓ, en M. PETER y H-J. SCHR…DER,
EinfŸhrung in das Studium der Zeitgeschichte. Paderborn/MŸnchen/Wien/ZŸrich, F. Schšningh,
1994. Como puntos intermedios remito a E. JçCKEL y E. WEYMAR, Die Funktion der Geschichte
in unserer Zeit. Stuttgart, E. Klett Verlag, 1975 y H. M…LLER, ÒZeitgeschichte. Fragestellungen,
Interrpretationen, KontroversenÓ, en Aus Politik und Zeitgeschichte, a–o 38, nœm. 2, enero 1988,
pp. 3-18.
5. En ese sentido parece que se va resolviendo el debate de propuestas iniciales para la histo-
ria del presente alem‡n entre 1914 — 1945. Para la definici—n del siglo XX como un per’odo his-

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Desde una perspectiva historiogr‡fica lo importante es que se inici— una l’nea de


trabajo centrada en el per’odo nacionalsocialista desarrollado institucionalmente (pri-
mero el Instituto para la Zeitgeschichte de Munich y luego otros como el de NŸremberg
o el de Postdam). Se comenzaron a relacionar trabajos sociol—gicos, politol—gicos e his-
toriogr‡ficos conjuntamente. Se comenz— a tratar el problema de la fuentes, de los nue-
vos soportes, a recurrir sistem‡ticamente a la Òhistoria oralÓ y a sondear los problemas
de la memoria hist—rica. Una memoria que tuvo su eje central en el periodo nazi y refor-
zada (avivada) por acontecimientos posteriores como los juicios de Nuremberg6. Una
memoria que parec’a liberarse definitivamente con la unificaci—n alemana, con la que se
abr’a un nuevo horizonte a una Alemania ya democr‡tica. Pero tambiŽn una memoria
aœn muy sensible como el libro reciente de Eric Goldhagen, Los verdugos voluntarios
de Hitler, ha puesto de manifiesto. No se puede explicar el rotundo Žxito de su obra
desde un punto de vista exclusivamente interno, de la calidad (que la tiene) de la tesis
doctoral del joven Goldhagen, o del car‡cter polŽmico de sus planteamientos (la volun-
taria y masiva colaboraci—n de los alemanes ÒcorrientesÓ en el Holocusto). La clave
definitiva de la cuesti—n es externa: la imperfecta conciliaci—n de Alemania con su his-
toria reciente, el peso de su memoria hist—rica. Un ejemplo contundente de c—mo el
pasado puede determinar ciertos aspectos del presente, actuar sobre Žl a travŽs de la
memoria hist—rica colectiva, pero al mismo tiempo de la dificultad para establecer una
cronolog’a fija del ÒpresenteÓ de cada pa’s, de su memoria hist—rica presente (ÒvivaÓ) en
cada momento7.

2.2. Francia: l«Histoire du Temps Present y l«Histoire inmŽdiate


Un poco m‡s tarde tenemos que esperar en el caso francŽs para encontrarnos con
una propuesta de abordar la historia del presente. Dominado el panorama historiogr‡fi-
co por la escuela de los Annales, fueron los tiempos antiguos, medievales y modernos
los que concentraron el interŽs de los historiadores. A pesar de las pautas marcadas por
los annalistas a finales de los 50 y en la dŽcada de los 60, la historiograf’a francesa actual
ha buscado luego los or’genes remotos de una historia del presente en los fundadores de
la escuela, en las figuras de Lucien Febvre y, sobre todo, Marc Bloch. Ambos hab’an

t—rico singular y sobre la doble tendencia arriba mencionada vid. el reciente y sugestivo art’culo
de Hans-Peter SCHWARZ, ÒFragen an das 20 JahrhundertÓ, en Vierteljahrhefte fŸr Zeitgeschichte,
48 (Heft 1), 2000, pp. 1-36.
6. La atenci—n a todos estos elementos y a otros que definen el car‡cter de la historia reciente
alemana quedan reflejados en su publicaci—n peri—dica m‡s representativa, Vierteljahrshefte fŸr
Zeitgeschichte (1953). Sobre las publicaciones del per’odo de postguerra, la institucionalizaci—n
de la Zeitgeschichte y los debates en torno al concepto y las fuentes puede verse G. CAPELLçN DE
MIGUEL, ÒOr’genes y significado de la Zeitgeschichte: concepto, institucionalizaci—n y fuentesÓ,
en C. NAVAJAS ZUBELDIA (edit.), Actas del Segundo Simposio de Historia Actual de La Rioja.
Logro–o, IER, 2000, pp. 317-330.
7. He desarrollado m‡s esta cuesti—n en ÒLa Historia del Tiempo Presente en Alemania. La
polŽmica GoldhagenÓ, texto presentado al III Simposio de Historia Actual de La Rioja (incluido
en las Actas del Simposio, de pr—xima publicaci—n por el IER). Sobre las diversas polŽmicas his-
toriogr‡ficas acaecidas en Alemania desde el caso Fisher de los 60 hasta el m‡s reciente de
Goldhagen, pasando por la Historikerstreit de los a–os 80.

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escrito obras te—ricas en las que reclamaban para la historiograf’a el tiempo en general,
con independencia de su lejan’a o su proximidad8. Fue en los a–os 70 cuando cristaliz—
el deseo de abordar el per’odo m‡s reciente desde una perspectiva hist—rica. Las figuras
de Fran•ois BŽdarida y Pierre Nora fueron determinantes. El primero desarroll— un
seminario permanente sobre el mŽtodo de la Historia del Tiempo Presente. En el terre-
no de la producci—n historiogr‡fica la obra de referencia sin duda fue la de P. Nora Les
lieux de mŽmoire (1984), convertida muy pronto en una referencia inevitable, como un
caso pr‡ctico ejemplar de Historia del Presente. Como en el caso alem‡n, la Francia de
la Guerra, la de Vichy, el colaboracionismo fueron los lugares de la memoria a olvidar,
mientras que la Francia de la resistencia y la figura de De Gaulle o la tradici—n republi-
cana fueron los componentes de la nueva historia.

Desde esos a–os 70 Francia ha sido el pa’s donde el presente ha gozado de un


mayor impulso. Institucionalmente a travŽs del Institut D«Histoire du Temps Present
(1978) de Par’s. En 1980 sali— a la luz su principal —rgano de expresi—n el Bulletin de la
HTP, que en su primer nœmero define el Instituto como Òun centro de investigaci—n espe-
cialmente destinado al estudio del mundo muy contempor‡neo (trŽs contemporain).
Entre sus objetivos centrales menciona el BHTP el de prolongar el campo de acci—n de
los estudios hist—ricos Òhasta el pasado m‡s pr—ximoÓ (le plus proche). De ayer a hoy,
desde los a–os de la dŽcada de 1930 hasta el mismo a–o 19809. Algo que en la pr‡ctica
ha ido perdiendo fuerza frente a la tendencia a quedarse en el estudio de los a–os 30 y
40 (a lo sumo los 50), como se puede ver en el ’ndice de publicaciones realizadas por la
otra empresa editorial del IHTP, Les Cahiers de l«HTP10.

Esa restricci—n cronol—gica en la pr‡ctica fue aducida precisamente por una serie de
historiadores para justificar el desarrollo de la denominada Histoire ImmŽdiate. Si bien
Žsta ten’a su precedente en una serie de publicaciones dirigidas desde 1961 por el perio-
dista Jean Lacouture, Žl mismo hizo los primeros esfuerzos te—ricos por defender una

8. Frente a la Òlarga duraci—nÓ que los annalistas pusieron de moda en varios de sus escritos,
desde los a–os 30 Febvre y Bloch demostraron una alta estima por la Historia m‡s contempor‡-
nea, que de hecho fue la m‡s presente en los estudios publicados en Annales en su primer per’o-
do. En esa reivindicaci—n del tiempo corto frente al largo (o a su lado, mejor), se busca sus hue-
llas francesas, en los fundadores de Annales, al margen de la direcci—n emprendida por sus
disc’pulos (vid. Jean-Fran•ois DENEBOUDE, ÒMarc Bloch, Lucien Febvre et L«histoire inmmedia-
teÓ, en Cahiers d«Histoire InmmŽdiate (CHI), nœm. 7 (primavera 1995), pp. 111-118. En el caso
espa–ol se ha adoptado un discurso similar en este sentido, como parte de los argumentos legiti-
madores de una Historia del Presente (adem‡s de Bloch hay una larga lista de autores que histo-
riaron su presente, desde Tuc’dides, T‡cito o CŽsar hasta Tocqueville, Trostky o el propio Marx).
No debe confundirse, sin embargo, este hacer historia desde el presente, con hacer Historia del
Presente, algo solamente posible desde que tal corriente historiogr‡fica queda definida y configu-
rada desde hace unos pocos a–os.
9. Cfr. ÒEn guise de presentationÓ, BHTP, nœm 1, jun. 1980, p. 5.
10. Puede verse la lista adjuntada al dorso de cada nœmero de la revista. Aqu’ hemos seguido
el correspondiente al nœmero 35, de diciembre de 1996. Hasta tal punto es as’ que alguien como
Jean Pierre Rioux (una persona clave en el IHTP) ha afirmado recientemente que todos los retos

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HISTORIA Y PRESENTE

historia inmediata entendida como Òuna investigaci—n centrada en lo viviente (vivant),


en lo que est‡ vivoÓ11. Pero fue en 1989 cuando esta idea cristaliz— en el Groupe de
Recherche en Histoire InmŽdiate por iniciativa de Jean-Fran•ois Soulet. Este grupo, ins-
talado en la Universidad de Ciencias Sociales de Toulouse-Le Mirail ha desarrollado una
l’nea de estudio del presente definida por cuatro aspectos b‡sicos. Cronol—gicamente
arranca de 1960 y llega hasta la actualidad por ser el campo que, aunque anunciado, casi
nunca es de facto abordado por los historiadores del tiempo presente. Metodol—gica-
mente se caracteriza por un Žnfasis en las modernas fuentes audiovisuales y orales12.
Adem‡s, promueve la relaci—n interdisciplinar con las otras ciencias sociales (y espe-
cialmente con el periodismo), entre las cuales se reclutan muchos de sus miembros.
Finalmente se preocupan mucho de la faceta pedag—gica procurando impulsar la ense-
–anza en ese nuevo campo de la historia que identifican con el m‡s reciente o Òultra-
contempor‡neoÓ13.

Con todo, parece que la tendencia cada vez m‡s va siendo la de una progresiva con-
fusi—n entre todos estos ‡mbitos para constituirse una historia del siglo XX en su
conjunto (dentro de la cual tendr’an cabida tanto la del tiempo presente, como la inme-
diata). As’ parece intuirse de la iniciativa del Centre Nactional de la Recherche Scien-
tifique (de cuya empresa editorial dependen tanto el Bulletin como los Cahiers de la
HTP) de publicar una revista bajo el t’tulo Vingti•me Si•cle. Revue d«Histoire. Es decir,
algo muy similar a la pauta marcada en el mundo anglasaj—n (donde tambiŽn existe una
publicaci—n titulada Twentieth Century British History, y editada por separado de su
gemela sobre el siglo XIX).

del tiempo presente en Francia se han referido ÒincansablementeÓ a los del per’odo 1940-45
(ÒHistoria del Tiempo Presente y demanda socialÓ, en Cuadernos de Historia Contempor‡nea,
nœm. 20, 1998, p.81). El IHTP, como el Instituto para la Zeitgeschichte en Alemania, proceden de
Centros de estudios consagrados a la II Guerra Mundial (precedentes y consecuencias incluidas),
una orientaci—n que ha pesado mucho en su desarrollo posterior.
11. Vid. su art’culo ÒL«histoire immŽdiateÓ en Jaques LE GOFF et al., La Nouvelle Histoire
(Paris, Editions Complexe,1988, 1» ed. de 1978), p. 293. Para Lacouture la historia inmediata no
tiene por objeto Òlos cambiosÓ (changements) y menos aœn Òlo cambiadoÓ (changŽ), sino Òel cam-
biarÓ (changer), p. 293. Tras una larga carrera como corresponsal de prensa en diferentes pa’ses
(Indochina, Marruecos, Egipto...) durante los a–os 40 y 50, Lacouture public— numerosos trabajos
sobre la m‡s reciente historia mundial. Vid. L«histoire universelle depuis 1939. Paris, Robert
Laffont, 1975.
12. Vid. el art’culo editorial con el que J-F. SOULET abre el primer nœmero de Cahiers
d«Histoire InmmŽdite (oto–o de 1991), pp. 5-9. Entre los motivos por lo que el autor justifica la
ubicaci—n del grupo de investigaci—n en Toulouse se encuentra la existencia en esa ciudad de una
Unidad de Formaci—n e Investigaci—n de Estudios Audiovisuales, un Centro de Historia de la
Prensa y la Informaci—n, una reputada filmoteca y una importante Viodeteca regional.
13. Soulet escribi— junto a S. Guinle-Lorinet en 1989 un modŽlico manual de historia inme-
diata, PrŽcis d«histoire immŽdiate. Le monde depuis la fin des annŽs soixante (Coll. U., A. Colin,
480 p.). M‡s recientemente y para la conocida colecci—n Que sais je? ha escrito L«histoire inm-
mŽdiate (PUF, 1994). Sobre la implantaci—n en los niveles docentes de esta propuesta vid.
StŽphane SOULET, ÒLes professeurs d«histoire et l«histoire inmediateÓ, en CHI, 7, 1995, pp. 119-
128.

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GONZALO CAPELLçN DE MIGUEL

2.3. Estados Unidos y Gran Breta–a: Historia del siglo XX


Lo cierto es que ni en los Estados Unidos ni en Gran Breta–a la Historia del
Presente ha cuajado como movimiento historiogr‡fico espec’fico, ni le ha correspondi-
do una institucionalizaci—n semejante a la de Alemania o Francia. Por un lado, en los
Estados Unidos la historia m‡s reciente o inmediata permanece pr‡cticamente sin culti-
var. Existe alguna publicaci—n peri—dica como Current History, que toma un nombre que
se refiere a esa historia m‡s viva, m‡s en desarrollo y que suele centrase en los estudios
de otros pa’ses, especialmente del continente africano o asi‡tico (siempre en un tono m‡s
period’stico y de actualidad que propiamente historiogr‡fico)14. Por lo dem‡s, siguen
siendo los espacios cronol—gicos de la primera mitad de siglo y los a–os de postguerra
(los 50) a lo sumo, los preferidos por los historiadores15. TambiŽn all’ ha habido un deba-
te sobre los plazos de consulta de los archivos (de la disponibilidad de las fuentes sobre
los sucesos cercanos en el tiempo, en definitiva), cuyo tiempo de acceso, de hecho, se
ha recortado notablemente (Speed up Declassification). Tampoco ha estado ausente el
recurso a las nuevas fuentes, siendo especialmente atractivo el campo del cine para la
confecci—n de estudios historiogr‡ficos16.
En Gran Breta–a sigue siendo el tŽrmino de Historia Contempor‡nea (Contempora-
ry History) el que aglutina a los historiadores del tiempo m‡s reciente. La reputada
Contemporary European History considera su ‡mbito natural de estudio, sin necesidad
de iniciar un debate sobre su legitimidad, el pasado reciente desde los comienzos del
siglo (1918 aproximadamente) hasta el ÒpresenteÓ (the present)17. La t—nica aqu’, inclu-
so en los planes de estudio, es la de considerar el siglo XX como el campo de la histo-
ria contempor‡nea, sin excluir de Žl las fechas m‡s recientes18. Quiz‡ dentro de este

14. La publicaci—n, editada en Filadelfia desde 1967 lleva por subt’tulo, Òrevista mensual de
sucesos del MundoÓ y tiene un marcado tono de ÒmagazineÓ de actualidad, antes que de ÒReview
o JournalÓ de investigaci—n cient’fica.
15. Tanto las obras monogr‡ficas como la publicaci—n peri—dica m‡s prestigiosa en el terreno
historiogr‡fico, Journal of American History, corroboran esa afirmaci—n. Vid. J. PORTES, ÒL«his-
toire inmmŽdiate aux Etats-Unis. Probl•mes et dŽbatsÓ, en CHI, nœm. 10, oto–o de 1996, pp. 9-24.
16. Vid. ib’dem, pp. 14-18. TambiŽn se ha cultivado con asiduidad desde los a–os 70 la deno-
minada historia oral, para fomentar la cual se ha creado una asociaci—n nacional y una revista, The
Oral History Review, que se publica desde 1972.
17. ƒsa es, literalmente, la definici—n que se da en la œltima p‡gina de todos sus nœmeros. La
revista fue fundada por el Institute of Contemporary British History y se imprime en la
Universidad de Cambridge.
18. Tomamos aqu’ como ejemplo un caso que hemos podido contrastar directamente. En un
plan comœn a otras Universidades del pa’s la Universidad de Leicester contempla la asignatura
anual Today«s Britain (por lo general subdividida en dos per’odos, 1914-1945 y desde 1945 hasta
la actualidad). El tŽrmino today significa at the present time o m‡s estrictamente se refiere a las
cosas que suceden al mismo tiempo en que se habla o escribe sobre ellas. Un manual al uso es el
de Paul JOHNSON, 20th Century Britain. Economic, Social and Cultural Change (Londres,
Longman, 1994). En Žl tienen cabida desde el movimiento Punk o los Beatles, hasta la historia del
cine, del ocio y otra serie de cuestiones de actualidad muy reciente que aparecen tratadas desde
una perspectiva historiogr‡fica, dentro de un determinado trend secular de la Historia Brit‡nica.

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HISTORIA Y PRESENTE

‡mbito quien ha hecho las consideraciones m‡s interesantes con respecto a la relaci—n
entre historiador y presente ha sido Eric Hobsbawm. ƒl, que declara haber preferido
siempre dedicarse al estudio del siglo XIX, en un momento dado -y especialmente des-
puŽs de la ca’da del bloque soviŽtico- consider— que se hab’a cerrado un particular ciclo
hist—rico al que ha denominado Òsiglo XX cortoÓ y que va desde 1914 a 199119.
Haciendo hincapiŽ siempre en el concepto de generaci—n y de c—mo para cada genera-
ci—n el tiempo vivido va variando, Hobsbawm (nacido en 1917) considera su propio
tiempo el transcurrido en ese periodo. ƒl que asisti— a la vez al surgimiento del nacio-
nalsocialismo alem‡n durante su infancia en Viena, a la entrada de Hitler en Berl’n en
los a–os 30, sirviendo luego en la II Guerra Mundial tras su exilio en Inglaterra y habien-
do vivido en los EE.UU los a–os de la Guerra Fr’a. Por eso se siente capacitado y hasta
obligado a escribir sobre su tiempo. Incluso resalta c—mo el protagonista es el œnico
capaz de captar un cierto clima de la Žpoca, de recrear una atm—sfera que nunca ya des-
puŽs se podr‡ aprehender por los historiadores que no presenciaron (que no vivieron)
esos eventos20.

Es esa noci—n de historia del siglo XX, por tanto, la que domina en el mundo anglo-
saj—n, la que va poco a poco imponiŽndose en la historia contempor‡nea aqu’ y all‡, la
que va haciendo del presente el punto final, el cierre de un ciclo hist—rico de casi cien
a–os dentro del cual es preciso entender ese presente. Pero, Àno es esta tendencia a iden-
tificar el presente y su historia con un per’odo cronol—gico fijo un autŽntico contrasen-
tido para la propia esencia de la Historia del Presente?

19. La idea de que el cierre de un per’odo que se produce en 1991 supone una conquista del
corto siglo XX para la historiograf’a es la que da pie a su obra Historia del siglo XX. 1914-1991.
Barcelona, Cr’tica, 1995. A ello se refiere expl’citamente Hobsbawm en varios pasajes del libro
(vid. p.15). Hay que se–alar, no obstante, que ese final de ciclo hist—rico que parece animar a
Hobsbawm a superar las reticencias a escribir la historia de su tiempo, no es una condici—n de
posibilidad para la Historia del Presente. Al contrario, Žsta se caracteriza por el an‡lisis de proce-
sos abiertos, realidades de las que en muchas ocasiones no sabemos c—mo van a concluirse por-
que est‡n vivas aœn, en pleno desarrollo.
20. A esas ventajas para analizar el per’odo por parte de los Òhistoriadores viejosÓ a–ade la faci-
lidad para, sin esfuerzo, captar los cambios experimentados durante este per’odo. Con respecto al
estudio de per’odos precedentes, el actual tambiŽn facilita su estudio al historiador merced a la
gran cantidad de fuentes que pone a su disposici—n. ƒstas y otras reflexiones, todas ellas favora-
bles a la posibilidad de analizar hist—ricamente Ònuestro tiempoÓ, pueden verse en el cap’tulo que
dedica a ÒEl presente como historiaÓ en su obra Sobre la Historia (Barcelona, Cr’tica, 1998, pp.
232-241). El texto procede de una Conferencia pronunciada en la Universidad de Londres en 1993
y publicada como The Present as History: writing the History of Ones«s Own Times. Universidad
de Londres, 1993. El t’tulo original recoge esa importante referencia a Òescribir la historia del
tiempo de uno mismoÓ, el propio tiempo del historiador (es decir, sin que la convergencia objeto-
sujeto, impidan tal labor). Las observaciones de un historiador tan prestigioso como Hobsbawm
en ese sentido no han pasado inadvertidas para los historiadores del tiempo presente, quienes han
procurado contar con su colaboraci—n (por ejemplo en el homenaje a F. BŽdarida celebrado en
mayo de 1992 y publicado ese mismo a–o por el CNRS bajo el t’tulo de Ecrire l«histoire du temps
prŽsent. El texto de Hobsbawm, ÒUn historien et son temps prŽsentÓ (pp. 95-102) coincide en lo
esencial con el anteriormente citado y se ha convertido en una referencia habitual de los historia-
dores del presente en todos los pa’ses).

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3. LA HISTORIA DEL TIEMPO PRESENTE EN ESPA„A*

El calado de esta corriente historiogr‡fica en Espa–a ha sido lento. Si bien el impul-


so inicial, el conocimiento y su difusi—n tuvo lugar ya en los a–os 80, el gran debate ha
tenido lugar (est‡ teniendo lugar, en realidad) en los a–os 90. El texto pionero se debe a
Josefina Cuesta, quien ya en 1983 informaba en la revista Studia Hist—rica de la exis-
tencia de una Historia del Tiempo Presente y de su desarrollo en otros pa’ses europeos21.
A esa pionera contribuci—n no siguieron, sin embargo, una serie de trabajos similares.
Hubo que esperar a finales de ese mismo decenio para que Julio Ar—stegui formulara ya
una propuesta m‡s elaborada sobre las relaciones entre Historia y presente y sobre sus
posibilidades de desarrollo en el futuro. Fue el propio profesor Ar—stegui quien continu—
esa l’nea difundiendo en diferentes medios la nueva propuesta historiogr‡fica22. Una pro-
puesta que se convirti— en un proyecto m‡s ambicioso de renovaci—n de la disciplina a
partir de una reflexi—n de car‡cter te—rico y metodol—gico. La respuesta fue el estableci-
miento de un debate te—rico en torno a la Historia del Tiempo Presente en los primeros
a–os 90. Junto a J. Ar—stegui tomaron parte en Žl otros contemporaneistas destacados
como Javier Tusell, Josefina Cuesta o Antonio Rodr’guez de las Heras. En torno a cada
uno de estos autores se han ido desarrollando una serie de grupos de trabajo, as’ como
l’neas de investigaci—n relacionadas con la Historia del Presente.

Centradas en desarrollar una renovaci—n disciplinar como paso previo indispensa-


ble para una Historia del Presente (o del Tiempo Presente), debemos dar cuenta de las

* Inicialmente se utiliz— en Espa–a la expresi—n francesa Historia del Tiempo Presente, pero
cada vez m‡s se va simplificando en favor de Historia del Presente (de ambas formas -y con idŽn-
tico significado- puede encontrase en la bibliograf’a existente). TambiŽn es posible encontrar el
tŽrmino Historia Actual o el de Historia coet‡nea propuesto en varios lugares por Julio Ar—stegui
como expresi—n m‡s apropiada para un historia que hecha por autores coet‡neos a los hechos
investigados, que refleja la perspectiva hist—rica de quienes la han vivido.
21. CUESTA BUSTILLO, Josefina, ÒLa Historia del Tiempo Presente: estado de la cuesti—nÓ, en
Studia Hist—rica (Historia Contempor‡nea), vol. I, nœm. 4, 1983 (227-241). Un decenio m‡s tarde
la misma autora public— un trabajo que sigue siendo una excelente s’ntesis sobre esta cuesti—n,
Historia del Presente (Madrid, Edema, 1993).
22. Siguiendo un orden cronol—gico, su amplia producci—n bibliogr‡fica sobre este tema inclu-
ye trabajos como ÒLa historia reciente o del acceso hist—rico a realidades sociales actualesÓ, en J.
RODRêGUEZ FRUTOS (ed.), Ense–ar Historia. Barcelona, Laia, 1989, pp. 3-52; ÒSociolog’a e
Historiograf’a en el An‡lisis del Cambio Social RecienteÓ, en Historia Contempor‡nea, nœm. 4,
1990, pp. 145-172; ÒEl presente como historia. (La idea de un an‡lisis hist—rico de nuestro tiem-
po)Ó, en C. NAVAJAS ZUBELDêA (edit.), Actas del Primer Simposio de Historia Actual de La Rioja.
Logro–o, IER, 1996, pp. 17-43; ÒTiempo contempor‡neo y tiempo presente. Una reconsideraci—n
necesariaÓ, en M. P. DêAZ BARRADO (coord.), Historia del Tiempo Presente. Teor’a y Metodolog’a.
C‡ceres, Universidad de Extremadura, 1998, pp. 31-45; ÒLa idea de una Historia del Tiempo
PresenteÓ, Edades. Revista de Historia, vol. 3, primer semestre de 1998, pp. 101-104, ÒA–os de
una Historia nueva: la Historia del presenteÓ en J.A. MARTêNEZ, Historia de Espa–a. Siglo XX,
1936-1996. Madrid, C‡tedra, 1999, (cap. XXII); ÒLa HTP y las ciencias socialesÓ, en C. NAVAJAS
ZUBELDêA (edit.), Actas del Segundo Simposio de Historia Actual de La Rioja. Logro–o, IER,
2000, pp. 101-135.

304 Berceo, n¼ 140 (2001), p. 293-326 - ISSN 0210-8550


HISTORIA Y PRESENTE

actividades desarrolladas por un grupo de historiadores cuya orientaci—n te—rica se ajus-


ta a las pautas definidas por Julio Ar—stegui. Son ellos quienes m‡s han insistido en una
sustituci—n de los mŽtodos tradicionales de la historia contempor‡nea incorporando a la
historiograf’a las innovaciones derivadas de la revoluci—n tecnol—gica y de los medios
de comunicaci—n caracter’sticos de la sociedad presente. Este proyecto ha sido tambiŽn
el œnico que ha intentado institucionalizar de forma estable la Historia del Presente. Dos
momentos centrales en ese proceso han sido las reuniones cient’ficas celebradas en
Madrid y C‡ceres en 1997. En octubre se celebr— en la Facultad de Geograf’a e Historia
de la Universidad Complutense el seminario Historia del Presente. Un nuevo horizonte
de la Historiograf’a contemporaneista con participaci—n de destacados especialistas
como BŽdarida, Rioux, Bernecker o Ar—stegui. Los resultados fueron publicados meses
m‡s tarde en Cuadernos de Historia Contempor‡nea23. Poco despuŽs, en noviembre,
tuvo lugar en C‡ceres el Primer Congreso de Historia del Tiempo Presente organizado
por el Seminario de Historia del Tiempo Presente de la Universidad de Extramadura. A
travŽs de este Congreso se pretendi— el doble objetivo de fundamentar te—rica y meto-
dol—gicamente la Historia del Presente y a la vez extender sus principios a los profesio-
nales dedicados a la ense–anza de la historia del per’odo m‡s reciente24. Desde el punto
de vista editorial es en la revista electr—nica Hispania Nova dirigida por J. Ar—stegui y
A. Mart’nez de Velasco en la que los estudios del presente est‡n encontrando mayor
eco25.

No puede olvidarse en este terreno la actividad desarollada desde 1996 en Logro–o


con una serie de Simposios que aunque han servido de foro permanente para la exposi-
ci—n y debate sobre todas las cuestiones relacionadas con la Historia del Presente, se han
constituido en torno a un marco m‡s amplio que se extiende desde el pasado reciente
(desde el franquismo) hasta la actualidad y las reflexiones sobre el futuro pr—ximo. Todo
ello desde la doble perspectiva te—rica/pr‡ctica de un lado y la general/local de otro26.

23. En su nœm. 20, 1998, pp. 15-102. Vid. la ÒPresentaci—nÓ de Julio Ar—stegui como coordi-
nador del Seminario, pp. 15-18.
24. Las Actas se publicaron al a–o siguiente bajo el t’tulo Historia del Tiempo Presente. Teor’a
y Metodolog’a. (Universidad de Extremadura, 1998). Vid. el ÒPrefacioÓ y la ÒPresentaci—nÓ,
ambos a cargo del coordinador del encuentro, Mar’o. P. D’az Barrado (pp. 9-11 y 13-19). Una
menci—n merecen tambiŽn (a pesar de que finalmente no acabara de consolidarse) los intentos rea-
lizados desde la Universidad Carlos III durante 1998, bajo el impulso de los profesores Rodr’guez
de las Heras y Ar—stegui, para conformar un grupo de trabajo multidisciplinar sobre Historia del
Presente (y en el que se reuni— a investigadores de diversos puntos del pa’s).
25. Puede ser visitada en el lugar http://www.hispanianova.rediris.es. Como el subt’tulo advier-
te se trata de una ÒRevista de Historia Contempor‡neaÓ, no exclusivamente del Presente (no la hay
por el momento en Espa–a) y abierta a otras disciplinas como la Sociolog’a o la Politolog’a (vid.
ÒBasesÓ).
26. La estructura de estos simposios responde a ese planteamiento de la cuesti—n que ya su
director C. Navajas hizo desde la primera edici—n en 1996 (vid. su ÒIntroducci—nÓ a las Actas del
Primer Simposio de Historia Actual de La Rioja. Logro–o, IER, 1996, pp. 9-13). Sobre las rela-
ciones entre Tiempo Presente e Historia Local puede verse el trabajo de JosŽ Miguel DELGADO
IDARRETA, ÒLa Memoria en la Historia del Tiempo Presente y en la Historia LocalÓ, en Edades.
Revista de Historia, vol. 3, 1998, pp. 105-109.

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Desde entonces el Instituto de Estudios Riojanos (IER) ha impulsado una serie de pro-
yectos de investigaci—n relacionados con la Historia del Presente que le han convertido
en uno de los centros de referencia en este campo. Desde un punto de vista editorial los
resultados de esos trabajos se recogen tanto en las publicaciones del Instituto, como en
una colecci—n espec’fica recientemente creada bajo el nombre de Historia del Tiempo
Presente.27

4. PAUTAS PARA UNA HISTORIA DEL PRESENTE

Al margen de propuestas personales, de desarrollos divergentes en algunos puntos


concretos o de debate permanente en otros, podemos distinguir una serie de elementos
consustanciales a la Historia del Presente, unos rasgos que pueden ayudar a forjarnos
una idea m‡s o menos precisa de esta propuesta historiogr‡fica.

4.1. Las fuentes: novedad y abundancia


a) Revoluci—n tecnol—gica, mass media e imagen
Las fuentes no s—lo se han multiplicado en los œltimos 50 a–os sino que frente al
documento escrito y al archivo tradicionales, el tiempo presente ha contemplado el naci-
miento de nuevas fuentes de todo tipo, desde las im‡genes audiovisuales a la propia red
inform‡tica. Indudablemente este proceso derivado de la revoluci—n tecnol—gica y del
frenŽtico desarrollo de los medios de comunicaci—n est‡ teniendo inevitables conse-
cuencias para los historiadores. En primer lugar apunta con ir erosionando cada vez m‡s
el muro de piedra que desde comienzos de siglo se erigi— entre humanidades y ciencias
o entre ciencias humanas y/o sociales y ciencias experimentales si se prefiere. La divi-
si—n de las dos culturas de que habl— P. Snow no puede seguir vigente en el mundo pre-
sente (menos aœn podr‡ hacerlo en el futuro). En un mundo dominado por la ciencia no
se puede hacer la historia de ese mundo sin una cada vez mayor proximidad a la propia
ciencia28.

Otra consecuencia de ese proceso ha sido la infinita emisi—n de datos, adem‡s de la


rapidez instant‡nea y la dimensi—n universal con que se puede acceder a mucha de esa
informaci—n. Un estudio del presente no puede ya aspirar a agotar las fuentes como en
el pasado. La bœsqueda y selecci—n de las fuentes deber‡ hacerse por medios m‡s sofis-
ticados, m‡s precisos si no queremos eternizarnos en nuestra labor. El propio avance de
los soportes digitales est‡ haciendo ya innecesario el empleo de largas fracciones de
tiempo en la bœsqueda de datos concretos (incluso algunos archivos comienzan a digi-

27. El nœmero 1, coordinado por JosŽ Miguel DELGADO IDARRETA, lleva por t’tulo Franquismo
y democracia. Introducci—n a la Historia Actual de La Rioja (Logro–o, IER, 2000). Para los pro-
yectos concretos que se est‡n desarrollando en esa l’nea dentro del IER, vid. la ÒIntroducci—nÓ del
profesor Delgado Idarreta.
28. Una propuesta de este tipo, realizada desde el campo de ciencia, es la de Antonio Fern‡ndez
Ra–ada, ÒLa tensi—n ciencia-humanismo y la modernidadÓ, en M. P. DêAZ BARRADO (coord.),
Historia del Tiempo Presente..., op. cit., pp. 47-61.

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HISTORIA Y PRESENTE

talizarse)29. Y esto es algo que adem‡s tiene unas consecuencias retrospectivas, puesto
que la aplicaci—n de las nuevas tecnolog’as a per’odos m‡s remotos tiene resultados
similares. Tomando como ejemplo la reciente y pionera edici—n digital de las obras com-
pletas de MenŽndez Pelayo (que pronto se extender‡ mediante el proyecto ÒPol’grafosÓ
a muchos otros autores de la filosof’a espa–ola), es posible rastrear en cuesti—n de segun-
dos la vasta producci—n bibliogr‡fica de MenŽndez Pelayo para localizar la informaci—n
demandada sobre cualquier aspecto concreto de su obra, de otras obras citadas, relacio-
nes con otros autores o cultivo de ciertos temas30.

Algo similar puede aplicarse al caso de la imagen. A diferencia de otros tipos de


fuente, la imagen no es un documento exclusivo del mundo actual. Lo que s’ resulta
absolutamente novedoso son las posibilidades que el tratamiento de la imagen ofrece
hoy. La fotograf’a nos proporciona un magn’fico ejemplo de esa interacci—n entre pre-
sente, pasado e historia. La posibilidad de utilizar como instrumento historiogr‡fico la
fotograf’a existe al menos desde comienzos del siglo XIX, desde el momento mismo en
que la propia fotograf’a hace su aparici—n en escena. Sin embargo, es s—lo en este siglo
XX cuando entre los historiadores ha surgido la idea de reconstruir el pasado a partir de
las im‡genes. Y, lo mismo que con los soportes digitales, esa herramienta de an‡lisis de
la realidad una vez conquistada para la histioriograf’a no se ha restringido en su utiliza-
ci—n al tiempo presente, sino que se ha hecho extensible a otros per’odos. La eficacia de
ese procedimiento ha quedado sobradamente constatada en trabajos como los realizados
por Bernardo Riego, quien a partir de la imagen ha descubierto nuevas parcelas de la
sociedad espa–ola del œltimo cuarto del siglo XIX, hasta ahora ocultas a la mirada del
historiador31. Por tanto, parece que algunas de las innovaciones tecnol—gicas y las nove-
dades metodol—gicas que han supuesto para la historiograf’a actual no son propiedad
exclusiva del tiempo presente, sino m‡s bien nacidas en el tiempo presente, pero igual-
mente aplicables al pasado. Se trata, ante todo, de una nueva forma de mirar la realidad
en s’, sin m‡s restricciones cronol—gicas que las que los propios medios impongan en
cada caso.

Todo esto no son sino ejemplos de algo que todos conocemos cada d’a mejor por-
que estamos inmersos en esta realidad, pero que al mismo tiempo nos exige un entrena-
miento especial (espec’fico) y adicional. ÀQuiŽn no acude hoy al empleo de bases de

29. El proyecto prototipo en Espa–a fue el relativo al Archivo General de Indias en Sevillla. En
una dimensi—n menor y sin una inversi—n tan espectacular (econ—mica y tecnol—gica), pero de gran
utilidad para quienes investigamos sobre la historia del pensamiento en un sentido amplio, comen-
zamos a disponer hoy de archivos digitales muy interesantes como el de la Residencia de
Estudiantes (puede entrarse en la p‡gina http//residencia.csic.es o directamente en http//www.
archivovirtual.org). ƒsta œltima red de archivos digitales cuenta ya con m‡s de 55.000 documen-
tos y 5.000 im‡genes en la red.
30. Vid. Xavier AGENJO BULLîN y Francisca HERNçNDEZ CARRASCAL, ÒLa digitalizaci—n de la
Biblioteca MenŽndez Pelayo: 1» fase. MenŽndez Pelayo y el ÔProyecto Pol’grafosÕÓ, en Bolet’n de
la Biblioteca de MenŽndez Pelayo, LXXV, enero-diciembre 1999, pp. 507-531.
31. De entre los diversos estudios de B. Riego puede verse ÒLas im‡genes como fen—meno cul-
tural y de opini—n pœblica en la primera etapa de la Restauraci—nÓ, en M. SUçREZ CORTINA (ed.),

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datos realmente gigantescas merced a las cuales podemos saber en un breve espacio de
tiempo todo lo que se ha escrito sobre una determinada materia? Cada vez se Òvac’anÓ
m‡s revistas incluyendo los textos de los propios art’culos e incluso peri—dicos o hasta
obras, tanto recientes como antiguas32. Uno puede hoy incluso conocer las publicaciones
en las que ha sido citado. Todo ello va transformando, tanto si nos gusta como si no,
nuestra propia forma de hacer (e incluso concebir) la historiograf’a. Aqu’, como en otras
materias, predomina sin embargo la incorporaci—n t‡cita de estas nuevas herramientas
de trabajo antes que la teorizaci—n sobre un uso adecuado de las mismas o el entrena-
miento en tŽcnicas (que las hay, por supuesto) para obtener de la moderna tecnolog’a
todos los resultados que son posibles y que habitualmente s—lo en una peque–a propor-
ci—n somos capaces de explotar.

b) La ÒHistoria oralÓ
Quiz‡ el lugar central dentro de la problem‡tica en torno a las fuentes que el pre-
sente plantea a la historiograf’a estŽ ocupado por las fuentes orales. El cultivo de las
fuentes orales nunca ha estado totalmente ausente en la historiograf’a. Con todo, un hito
en el camino hacia su moderna configuraci—n lo marc— el periodista norteamericano
Allan Nevins en 1948 al crear un centro espec’fico para la conservaci—n y uso de las
fuentes orales en la Universidad de Columbia33. Su importancia desde entonces en el
mundo anglosaj—n ha sido tal que se ha llegado a hablar de una ÒHistoria OralÓ, aquella
Òescrita a partir de la evidencia recogida de una persona viva, en vez de partir de docu-
mentos escritosÓ. As’ la defini— G. Prins al incluirla entre las ÒNuevas perspectivas en la

La cultura espa–ola en la Restauraci—n, Santander, Sociedad MenŽndez Pelayo, 1999, pp. 193-
219. El propio papel resulta un medio insuficiente para plasmar en su plenitud trabajos de este
tipo. La imagen requiere la colaboraci—n de la retina humana para recibir adecuadamente su infor-
maci—n y el modelo est‡tico que el soporte papel le impone limita en buena medida esa funci—n.
Tanto en el Congreso del que form— parte el citado trabajo (diciembre de 1998) como en la expo-
sici—n de su Tesis Doctoral (junio 1998), B. Riego utiliz— una serie de recursos inform‡ticos que
permitieron captar su mensaje adecuadamente. Similares limitaciones acompa–an a otros trabajos
de esta naturaleza como el que P.M. D’az Barrado present— al Congreso de C‡ceres en 1997 (y que
el propio autor advierte en su versi—n escrita), ÒImagen y tiempo presente. Informaci—n versus
memoriaÓ, en Historia del Tiempo Presente..., op. cit., p. 82 y 89. Por contra, todas su riqueza y
su utilidad quedaron de manifiesto en la aportaci—n del propio D’az Barrado al III simposio cele-
brado en octubre del 2000: ÒLa etapa socialista: una memoria visualÓ.
32. Pionero en este sentido y dentro del campo de la historia de la filosof’a (donde curiosa-
mente se est‡n dando muchos ejemplos de esa buena instrumentalizaci—n de la tecnolog’a en favor
de una disciplina t’picamente human’stica), es el proyecto que desde hace unos pocos a–os est‡
desarrollando Gustavo Bueno S‡nchez en Oviedo, bajo el nombre de ÒFilosof’a en Espa–olÓ. A
travŽs de la WEB, se est‡ llevando a cabo toda una recuperaci—n de la filosof’a espa–ola contem-
por‡nea, por el momento en especial de la que es probablemente su parte m‡s desconocida, el siglo
XIX. Sobre este proyecto puede visitarse el lugar http//www.filosofia.net. TambiŽn resulta intere-
sante el proyecto virtual de la Universidad de Alicante: la Biblioteca Cervantes.
33. Vid. Pilar FOLGUERA, C—mo se hace historia oral. Madrid, Eudema, 1994, p. 6.

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HISTORIA Y PRESENTE

historiograf’aÓ34. Como el mismo historiador comenta, en una sociedad dominada por la


cultura escrita las fuentes orales han revestido un car‡cter secundario, hasta despectivo
(incluso en el mundo acadŽmico, poco dado a las innovaciones de este tipo). Algo que
contrasta al mismo tiempo con un mundo que como el presente est‡ cada vez m‡s inmer-
so en una cultura de la palabra: radio, televisi—n, telŽfono... Es precisamente frente a esa
situaci—n que surge Òun movimiento que reivindica el valor de las fuentes orales en la
moderna historia social como forma de proporcionar presencia hist—rica a aquellos
cuyos puntos de vista y valores han sido oscurecidos por Òla historia desde arribaÓ35.

Una orientaci—n de protesta que ha acompa–ado a la historia oral en su recepci—n


en Espa–a. En palabras de una de sus figuras m‡s se–aladas, Mercedes Vilanova, ÒAl
dejar aflorar voces por tanto tiempo aplastadas, no s—lo escribimos una historia mejor,
tambiŽn contribuimos a que las fuentes orales, surgidas en situaciones l’mite, sean una
denuncia social pol’ticamente œtilÓ36. A su vez, Žsa es una de las virtudes que prestan
especial relevancia a las fuentes orales, su capacidad para dejar o’r el testimonio de
muchas personas y grupos sociales hasta ahora considerados sin voz, pero que en reali-
dad hab’an sido los historiadores quienes no se hab’an detenido a escucharles. Las fuen-
tes orales recuperar’an as’ para la historia a los Ògrupos sociales no visiblesÓ. Sin duda,
uno de los m‡s significativos entre ellos ser’a el integrado por las mujeres, que han sido
un objeto de atenci—n preferente en las investigaciones basadas en fuentes orales. En
concreto -y en Espa–a- ambas metas han sido expl’citamente anunciadas por la revista
Historia y Fuente Oral, convertida desde 1989 en el principal —rgano de expresi—n de la
Òhistoria oralÓ37.

Historia y Fuente Oral, desde la Universidad de Barcelona ha sido uno de los ejes
clave en la difusi—n y arraigo definitivo de la historia oral en Espa–a. A su lado habr’a
que mencionar el Seminario de Fuentes Orales de la Universidad Complutense de
Madrid y, sobre todo (y con participaci—n del anterior) las Jornadas Historia y Fuentes
Orales que desde 1989 se han ido desarrollando en çvila. Este proceso de instituciona-
lizaci—n se ha ido completando con diversos organismos de car‡cter regional y la recien-

34. ƒse es el tema del libro coordinado por P. BURKE New Perspectives on Historical Writing
(Se tradujo al castellano como Formas de hacer historia. Madrid, Alianza, 1993; ed. inglesa de
1991) en el que se incluy— el estudio ÒHistoria oralÓ de G. Prins (pp. 144-76). Ese mismo a–o lo
public— la revista Historia y Fuente Oral, nœm. 9, pp. 21-43 (citamos por esta edici—n).
35. Ib’dem, p. 22.
36. Vid. ÒLa historia presente y la historia oral. Relaciones, balance y perspectivasÓ, en
Cuadernos de Historia Contempor‡nea, nœm. 20, 1998, p. 70.
37. Vid. la presentaci—n que M. Vilanova (directora) y M». J. Buxo escriben al nœm. 14 (1995),
donde expresan ese Òcompromiso feministaÓ y el prop—sito de sacar a la luz el testimonio de esos
grupos Òno visiblesÓ. El tercer gran objetivo de la revista era fomentar la ÒtransdisciplinariedadÓ,
algo casi inevitable en el uso de las fuentes orales y que se ha hecho m‡s realidad si cabe desde
su nœmero 15, a partir del cual se titula Historia, Antropolog’a y Fuente Oral. La iniciativa de esta
publicaci—n parti— del Seminario que sobre fuentes orales se estableci— previamente en la Univer-
sidad de Barcelona.

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GONZALO CAPELLçN DE MIGUEL

te propuesta para una Asociaci—n a nivel Nacional impulsada por Mercedes Vilanova
(presidenta de la Asociaci—n Internacional de Historia Oral)38.
Los avances fruto de estos esfuerzos de divulgaci—n a travŽs de publicaciones,
Congresos e Instituciones han sido considerables. Si en un primer momento la llamada
a la utilizaci—n de las fuentes orales tuvo que lidiar con prejuicios en torno a la subjeti-
vidad de los testimonios orales frente a las fuentes escritas, pronto se impuso la idea de
que el recurso a estas nuevas fuentes por el historiador no pod’a ser ignorado39. No se
trataba ya de la posibilidad de usar fuentes orales como una especie de Òarte menorÓ cul-
tivado por algunos cient’ficos sociales, sino de la necesidad de completar las lagunas
informativas de las fuentes escritas en ese segundo archivoÓ que los protagonistas ofre-
c’an al investigador40. Tanto es as’ que el propio nombre (de origen anglosaj—n) de
Historia oral se hac’a innecesario. Se trata m‡s bien de una historia Òsin adjetivosÓ41. El
uso de fuentes orales no pod’a dar nombre a una historia espec’fica, ya que toda histo-
ria del presente deb’a emplear esas fuentes. Hay que hablar pues de fuentes orales no
como un tipo de historia sino como Òuna tŽcnica espec’fica de investigaci—n contempo-
r‡neaÓ42. Una tŽcnica que se ha ido depurando con el tiempo y que ya se ha aplicado con
Žxito en numerosos casos. A la fase de perfeccionamiento metodol—gico centrada en la
confecci—n de entrevistas, modos de transcripci—n, etc.43, ha seguido en la actualidad otra
m‡s volcada en los resultados, en la aplicaci—n a trabajos hist—ricos concretos mejoran-
do su calidad al aportar una serie de detalles que las fuentes escritas no pueden ofrecer.

4.2. Historia y Memoria


El estudio de la Memoria es algo que la filosof’a o la sociolog’a hab’an emprendi-
do de una forma particular desde finales del siglo XIX. Dentro de esa tradici—n Maurice
Halbwachs escribi— en 1935 Les Cadres sociaux de la memoire, una obra clave para el
reconocimiento definitivo de una de las varias formas que la memoria pod’a revestir: la
memoria colectiva. El progresivo desarrollo de la sociolog’a de la memoria en los a–os
posteriores acabar’a llamando la atenci—n de los historiadores hasta que en 1960 A.
Dupront llegara a afirmar que Òla memoria colectiva es la materia misma de la historiaÓ.

38. En octubre (como siempre) del pasado a–o 2000 se celebraron en çvila las VII Jornadas
que tuvieron como tema ÒMemoria e IdentidadÓ. Sobre este proyecto vŽase el pr—logo a Jornadas
ÒHistoria y Fuentes OralesÓ. Historia y Memoria del Franquismo. 1936-1978. çvila, 1994, pp.
11 y 12. Sobre los œltimos proyectos de institucionalizaci—n, vid. M. Vilanova ÒLa Historia pre-
sente...Ó, art. cit., pp. 69-70.
39. Vid. M. VILANOVA ÒLa Historia presente...Ó, art. cit., p. 63. Para la autora este tipo de polŽ-
micas centradas en cuestiones metodol—gicas fue ÒestŽrilÓ y tuvo por resultado el aislamiento de
los promotores de las fuentes orales en un Ògueto inœtilÓ.
40. Vid. G. PRINS, ÒHistoria oralÓ, art. cit., pp. 41 y 42.
41. Tal nombre ha propuesto M. Vilanova. Vid. ÒEl combate en Espa–a, por una Historia sin
adjetivos con fuentes oralesÓ, en Historia y Fuente Oral, nœm. 14, 1995, pp. 95-116.
42. P. FOLGUERA, op.cit., p.7.
43. Sobre los modos de llevarse a efecto estas pr‡cticas vid. el citado libro de Pilar FOLGUERA,
pp. 39-72.

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HISTORIA Y PRESENTE

Una idea que ir‡ calando en la historiograf’a y que ser‡ definitivamente consolidada
merced a los trabajos de Pierre Nora a finales de los 7044. Es el mismo autor quien ini-
cia en los a–os 80 la publicaci—n de una serie de volœmenes en torno a ÒLos lugares de
la memoriaÓ que recorre la historia de Francia en busca de los referentes hist—ricos
(desde acontecimientos o personajes hasta s’mbolos e iconograf’a) que conforman la
esencia de la Francia de hoy. Su trabajo se ha convertido en una referencia inexcusable
en los debates posteriores sobre las relaciones entre historia y memoria45. Al margen de
las discusiones sobre esa compleja relaci—n, la memoria se ha convertido en un nuevo
campo, en un objeto de la historiograf’a que poco a poco va sondeando todas sus posi-
bilidades, ya que la propia noci—n de memoria va acompa–ada de otras ideas como el
olvido, la nostalgia, el silencio, la mitificaci—n..., es decir, toda una serie de procesos a
los que cualquier reconstrucci—n hist—rica del recuerdo va dando lugar con el tiempo y
que al historiador toca rastrear46.

Y debe hacerlo en el presente porque el Òlugar epistemol—gicoÓ de la memoria es


justamente el presente, la evaluaci—n que desde el tiempo presente se hace del pasado47.
En el balance que Josefina Cuesta ha realizado sobre la forma en que la memoria hist—-
rica est‡ siendo tratada por los historiadores se puede comprobar c—mo los sujetos de
an‡lisis se han concentrado preferentemente en la clase, el pueblo y la naci—n. La memo-
ria incluso se ha institucionalizado en asociaciones para el recuerdo, se ha probado un
elemento esencial para la identidad. ÀC—mo explicarse si no la proliferaci—n actual de
conmemoraciones, museos y otras formas colectivas de actualizar el pasado, de recupe-
raci—n instant‡nea o permanente del recuerdo, de memoria, en definitiva?48

44. Vid. Josefina CUESTA (ed.), Memoria e Historia, en AYER, nœm. 32, 1998. En especial el
art’culo de P. NORA, ÒLa aventura de Les lieux de mŽmoire, pp. 17-34 y el de GŽrard NAMER,
ÒAntifascismo y Òla memoria de los mœsicosÓ de Halbawachs (1938)Ó, del que tomamos la infor-
maci—n sobre Holbawschs (p. 35) y de la propia J. CUESTA ÒMemoria e historia. Un estado de la
cuesti—nÓ (de la p. 203 procede la alusi—n a Dupront).
45. Es adem‡s, como sucede con la fuente oral, uno de los elementos del an‡lisis del presente
m‡s t’picamente transdisciplinares. Un ejemplo pr‡ctico de an‡lisis desde la Antropolog’a en A.
MONTESINO GONZçLEZ, ÒLos lugares antropol—gicos de la MemoriaÓ, en A. MOURE ROMANILLO y
M. SUçREZ CORTINA (eds.), De la Monta–a a Cantabria. La construcci—n de una Comunidad
Aut—noma. Santander, Universidad de Cantabria, 1995, pp. 403-431.
46. Un buen ejemplo puede encontrarlo el lector en el trabajo de Omer BARTOV, ÒIntellectual
on Auschwitz: Memory, History and TruthÓ, en History and Memory. Studies in Representation of
the Past, 87-117. El autor se centra en el lugar central que el Holocausto ocupa en la memoria
colectiva europea, de la cual no puede segregarse ni olvidarse por mucho que se intente. La revis-
ta es editada por el Instituto Eva and Marc Besen para el Estudio de la conciencia hist—rica ubi-
cado en la Universidad de Tel Aviv y es buena muestra del auge de este tipo de preocupaciones
dentro de la historiograf’a.
47. Para Nora la memoria es un Òlugar vivido como presente eternoÓ (Les lieux de mŽmoire.
Par’s, Gallimard, 1984, tomo I, p. XVII).
48. Vid. J. CUESTA ÒMemoria e historia...Ó, art. cit., pp. 208-215.

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El concepto de memoria se presenta tan determinante en la idea misma de presen-


te que los historiadores m‡s destacados de esta corriente hacen de ella un autŽntico ele-
mento distintivo esencial. As’, para D’az Barrado la memoria es una exigencia del pre-
sente entendido como el pasado que influye, que determina el presente y del que la
memoria parece un veh’culo privilegiado. Hasta tal punto es as’ que le parece al autor
que Òlos historiadores seremos los expertos del siglo XXI en la memoria social o colec-
tivaÓ49. Para Rodr’guez de las Heras la memoria no s—lo constituye uno de los principios
clave de la Historia del Tiempo Presente, sino que la funci—n de este tipo de historia radi-
ca precisamente en superar los problemas de memoria de que adolece una sociedad
sobreinformada como la actual. Ante las avalanchas de informaci—n que pasan sobre
nuestros ojos cada d’a (ÒverÓ) lo determinante es la capacidad de Òvolver a verÓ que pro-
porciona la memoria. Eso es lo que cuenta para el Historiador del Presente, no lo que ve
sino lo que vuelve a ver, aquello sobre lo que se hace memoria50. Finalmente, la memo-
ria llega a ser tan determinante para la noci—n de Historia del Presente propuesta por
estos autores que para Arostegui es Òla memoria social vivaÓ la que determina Òel punto
nodalÓ de la Historia del Tiempo Presente. La idea de presente est‡ unida a la de la
memoria. En buena medida es la memoria la que crea presente. Por eso es sondeando la
memoria colectiva, la memoria de la sociedad en que vive como el historiador puede
determinar cu‡l es el tiempo presente para esa sociedad51. La memoria tiene la capaci-
dad de hacer presente, socialmente vivo, el pasado con independencia de que haya trans-
currido m‡s o menos tiempo. De ah’ que el historiador del presente necesite desarrollar
una especial capacidad para sondear esa memoria, para desvelarla.

4.3. Un ÒTiempo presenteÓ


Desde un principio los historiadores del presente han hecho de la cuesti—n del tiem-
po un elemento central de la nueva perspectiva historiogr‡fica que deseaban representar.
La incorporaci—n de un tiempo considerado presente resultaba novedosa frente a la idea
dominante de que la historiograf’a se ocupa de un tiempo pasado. Los autores franceses
que iniciaron la incorporaci—n de un tiempo presente a su trabajo encontraron fuertes
resistencias dentro de la profesi—n, adem‡s de dificultades a–adidas procedentes de la
propia idea de tiempo presente. A nadie se le escapaba que cualquier reflexi—n filos—fi-
ca en torno al presente como tiempo acabar’a negando su existencia. El tiempo en gene-
ral (no s—lo el hist—rico) puede ser pasado o futuro, pero nunca presente. El presente se
desvanece ante su propia presencia, desaparece tan pronto como llega, pues al hacerse
presente es ya pasado. En el mejor de los casos el presente representar’a una impercep-
tible y fugaz l’nea del tiempo imposible de aprehender.

Por esas razones una historiograf’a que pretenda hacer del presente su elemento
central deber‡ definir su idea de presente desde otra perspectiva. Ya no se tratar‡ de que
el tiempo sea realmente presente, sino que lo importante para la historiograf’a es que

49. Vid. su citada ÒPresentaci—nÓ, pp. 13 y 15, para las citas literales.
50. Vid. ÒPrincipios de Historia del Tiempo PresenteÓ, en M. P. DêAZ BARRADO, Historia del
Tiempo Presente..., op. cit., pp. 23, 24 y 28.
51. Vid. ÒTiempo contempor‡neo y tiempo presente...Ó, art. cit., pp. 42 y 44.

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HISTORIA Y PRESENTE

estŽ presente. Adoptar este punto de vista con una m’nima coherencia conlleva otra serie
de cuestiones. La m‡s importante de ellas es la de que el rango del nuevo tiempo hist—-
rico (no en el sentido de pasado, sino como objeto de la historiograf’a) se ampl’a nota-
blemente. Si lo que importa a la Historia del Presente es aquel tiempo que est‡ presente
en cada sociedad en un momento dado, no podr‡ contentarse con el tiempo pasado por-
que el futuro posee una virtud semejante. El futuro como tiempo aœn no es, pero su pr—-
xima llegada crea una serie de expectativas en los individuos que lo hacen presente. En
consecuencia una definici—n rigurosa del tiempo presente as’ entendido debe abarcar
todo tiempo, pasado y futuro.

Los problemas que esta concepci—n del tiempo suscita son variados, adem‡s de
muy complejos. El m‡s obvio de ellos quiz‡ sea el referente a la extendida convicci—n
de que la separaci—n entre presente y pasado es uno de los requisitos indispensables para
la constituci—n de Òun objeto hist—rico no contaminado de intereses pr‡cticosÓ. Es decir,
que debe existir una brecha entre Òproposiciones de hecho y proposiciones de valorÓ.
Este tipo de planteamientos epistemol—gicos son dif’les de sostener, si tenemos en cuen-
ta que todo historiador (como el resto de los mortales, incluidos los pretendidos Òobser-
vadores objetivosÓ que curiosamente renuncian a su condici—n vital de ÒsujetosÓ para
ÒcosificarseÓ de algœn modo) participa de unas determinadas instancia Žticas y pol’ticas
(por no entrar en muchas otras, como nuestro Òlocus socialÓ). En estos tŽrminos ha plan-
teado recientemente la cuesti—n Mar’a InŽs Mudrovcic, quien concluye afirmando que
Òsomos seres hist—ricamente situados y que Žsta constituye nuestra ineludible situaci—n
finita desde la que interpretamos y reinterpretamos el pasadoÓ52. De hecho, nos parece
m‡s peligrosa la pretensi—n de quienes creen poder observar objetivamente el pasado
(desde la segura distancia epistemol—gica que proporciona el tiempo), que la de aquellos
que parten de esta postura consciente de las limitaciones de origen y buscan en otros
mecanismos la v’a para una reconstrucci—n plausible de la Historia.

Si resultaba dif’cil extender entre algunos historiadores la idea de que el tiempo


pasado m‡s reciente deb’a ser objeto de la historiograf’a, pensar en la posibilidad de que
tambiŽn el tiempo futuro (en su dimensi—n como presente) tuviera cabida en la discipli-
na es algo ya que desborda cualquier pr‡ctica precedente. Los propios Historiadores del
Presente encuentran problemas en acomodar esta concepci—n del tiempo con sus resul-
tados l—gicos, con la dedicaci—n de los historiadores a ocuparse de esa parte del futuro
que se manifiesta como presente de las sociedades. En torno a esa puerta que la idea de
tiempo presente deja abierta se ha configurado la denominada Prospectiva53.

El otro aspecto del tiempo presente que m‡s controversia ha despertado entre los
historiadores es el cronol—gico. Aunque la definici—n del tiempo presente es indepen-

52. Vid. su art’culo ÒAlgunas consideraciones epistemol—gicas para una ÔHistoria del Presen-
teÕÓ, en Hispania Nova (hispanianova.rediris.es/0306.htm, consultado el 05 de mayo de 2000), 13
pp. Las citas en pp.4 y 11. La cursiva es nuestra.
53. Un balance de esta cuesti—n ha sido presentado por C. NAVAJAS ZUBELDIA en ÒJano vs. Cl’o.
La Historia del Tiempo... FuturoÓ, Actas del II Simposio de Historia Actual..., op. cit., pp. 37-81.

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diente a cualquier cronolog’a, carece de fechas fijas de comienzo o final, existe una
necesidad pr‡ctica de concretar cu‡l es el presente. Todos sabemos cu‡l es nuestro tiem-
po, el tiempo vivido, pero tampoco Žste es sin—nimo, sin m‡s, de presente. Como la
clave reside en desentra–ar esa memoria colectiva, ese pasado (o futuro) que se hace pre-
sente en cada sociedad, los historiadores han tratado de desentra–ar nuestro tiempo pre-
sente actual, el presente de la sociedad espa–ola de finales del milenio (un debate sus-
ceptible de repetirse cada cierto tiempo, cada vez que un nuevo tiempo se convierta en
presente de nuestra sociedad). Y la diversidad de opiniones, incluso entre los especialis-
tas del presente, no hace sino confirmar la complejidad de la noci—n de presente. Al
tiempo se confirma la tendencia a converger con la pr‡ctica seguida en otros pa’ses de
equiparar tiempo presente con el posterior a la II Guerra Mundial. En Espa–a el presen-
te podr’a comenzar a–os antes, coincidiendo con el final de la Guerra Civil (que tanto en
la realidad como en la memoria colectiva pudo tener un efecto similar en cierto sentido
al de la Guerra Mundial en otros pa’ses)54. Otros autores han precisado que es el perio-
do de transici—n a la democracia en el que se dan cita las caracter’sticas propias del tiem-
po presente55. Siguiendo esas mismas pautas que exige el presente y prestando especial
atenci—n a las distintas generaciones, su presencia en la sociedad actual, etc., hay quien
sitœa el presente en los a–os finales del franquismo. Los a–os 60 iniciaron una serie de
cambios en Espa–a que forman parte de la experiencia vivida, al tiempo que la memo-
ria hist—rica dominante de la sociedad actual, la de su generaci—n activa56.

HISTORIOGRAFêA, OTRAS CIENCIAS SOCIALES Y PERIODISMO:


CONVERGENCIA Y DIFERENCIAS

Una de las grandes preocupaciones de los historiadores del presente es la de deli-


mitar su tarea en el nuevo campo historiogr‡fico. Del presente se ocupan desde sus pro-
pias perspectivas otros cient’ficos sociales (no vemos ninguna raz—n para excluir de este
grupo a la historiograf’a). En el pasado ya los historiadores hab’an llegado a la convic-
ci—n de que era precisa una colaboraci—n entre la historiograf’a y otras disciplinas como
la Filosof’a, el Derecho o la Econom’a. Desde que el siglo XIX rompe con el antiguo
modelo de humanista y una a una las diferentes ramas del saber (la propia historiograf’a
incluida) se van separando de la Filosof’a, entendida en sentido general, se hizo franca-
mente imposible para ninguna de ellas explicar las sociedades modernas cada vez m‡s
complejas desde un œnico punto de vista. Se diseccion— a la propia sociedad en una serie
de parcelas (demasiado estancas, a veces) como la econom’a, el derecho, la cultura, la

54. As’, por ejemplo, Mercedes VILANOVA la hace arrancar de 1936 en su trabajo ÒL«histoire
du temps prŽsent en EspagneÓ, en Ecrire l«histoire du temps prŽsent..., op. cit., p. 89.
55. Para Ar—stegui esa parte final del siglo XX es Òhistoria del presenteÓ. Vid. ÒA–os de una
historia nueva: la historia del presenteÓ, en op. cit., pp. 245-250.
56. La propuesta procede de un buen conocedor (y cultivador) de nuestra historia reciente
como es Abd—n MATEOS. Vid. su art’culo ÒHistoria, Memoria, Tiempo PresenteÓ, en Hispania
Nova (http//hispanianova.rediris.es/991104.htm), 9 pp. La acotaci—n cronol—gica 1959-1989 se
corresponde con los 30 a–os que por tŽrmino medio abarca cada generaci—n (la generaci—n activa
hoy en Espa–a en este caso).

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HISTORIA Y PRESENTE

pol’tica, y dentro de cada una de ella una serie casi infinita de subdivisones. Los propios
historiadores se fueron especializando en historia de las religiones, historia del pensa-
miento, de las ideas, de la econom’a, etc. En torno a esos campos convergieron inevita-
blemente especialistas de ambas disciplinas; as’ en historia del derecho hubo historia-
dores y juristas, en la historia de la filosof’a lo mismo o en la econom’a o incluso en la
historia de la ciencia, en la que mŽdicos, qu’micos o f’sicos a veces se han interesado.
La respuesta a esa realidad fue la denominada ÒinterdisciplinariedadÓ que por un tiem-
po ha estado de moda (y no deja hoy de cultivarse). Lo que parece claro es que un his-
toriador, en esa especie de saber de s’ntesis que se pretende, de conocer todos los aspec-
tos de la realidad no podr’a entender el ordenamiento jur’dico y administrativo sin
conocer bien la ciencia del derecho, ni estudiar el funcionamiento econ—mico sin cono-
cer los principios de la ciencia econ—mica. La t—nica cada vez m‡s es que sean especia-
listas de cada disciplina quienes aborden la historia de ese campo (a cuyos trabajos
acude el historiador de un determinado per’odo si quiere ofrecer una visi—n general del
mismo).

En ese caso eran m‡s bien los fil—sofos, literatos, juristas o economistas quienes
lanzaban una mirada retrospectiva para hacer la historia de su propia disciplina (a veces
incluso como una ocupaci—n ÒmarginalÓ dentro de la profesi—n; un historiador del dere-
cho o de la filosof’a o de la econom’a eran parte menor de la profesi—n frente a econo-
mistas, fil—sofos o juristas ÒpurosÓ). El campo predilecto de las otras disciplinas era el
presente, la sociedad actual era su terreno de investigaci—n. Con la arribada de la histo-
riograf’a a este terreno se invierte el proceso, es el historiador el outsider de alguna
forma. Pero algunos historiadores del presente no se han conformado con aportar al an‡-
lisis del presente el mŽtodo m‡s propiamente hist—rico, es decir, la perspectiva hist—ri-
ca, una densidad temporal que aborda el presente como parte de un proceso anterior, de
un continuo en el tiempo, ya que ciertas facetas del presente solo bajo esa perspectiva
hist—rica pueden entenderse bien. Pero adem‡s proponen no ya una interdisciplinariedad
sino una ÒtransdisciplinariedadÓ, algo cercano a la entrada del historiador en esos cam-
pos. As’ como el economista o el fil—sofo que quer’a hacer la historia de su especialidad
deb’a formarse en la historia, conocerla, los historiadores deber‡n tener una adecuada
formaci—n en los campos de otras ciencias sociales. La Historiograf’a ya no puede ir a
cola de las propuestas te—ricas y metodol—gicas de otras disciplinas, sino crear las suyas
propias, ser capaz de aportar por s’ misma elementos de valor al an‡lisis del presente,
adem‡s de compartirlas con aquŽllas, de hacer uso de herramientas comunes.

Esa convergencia se da especialmente, por la inevitable proximidad, con la socio-


log’a y la antropolog’a. Lo que se produce es una Òconvergencia de interesesÓ que obli-
gan a una Ònueva y estrecha relaci—nÓ57. En relaci—n con la Sociolog’a el caso es proble-
m‡tico, ya que ambas disciplinas se ocupan del cambio social en el pasado y en el
presente. De acuerdo con uno de los puntos de vista m‡s radicales en este sentido, la

57. La breve exposici—n que sigue toma como referencia permanente el texto de J. ARîSTEGUI,
ÒEl an‡lisis hist—rico de los social y la naturaleza de la historia del presenteÓ, que es a nuestro jui-
cio donde con m‡s detalle y claridad quedan presentadas las relaciones historiograf’a/sociolo-
g’a/antropolog’a (art. cit.).

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GONZALO CAPELLçN DE MIGUEL

Historia del Presente no puede someterse a las tradicionales parcelaciones sectoriales.


Ya no se puede limitar a ser historia pol’tica o social. La Historia del Presente debe
orientarse hacia un an‡lisis social bajo el signo de la temporalidad. Si la sociolog’a pone
el Žnfasis en el estudio de procesos sociales concretos y determinados, la Historia del
Presente analiza el Òproceso centralÓ de la sociedad en cada momento. Es decir, que si
una identifica procesos la otra descubre Òorientaciones globalesÓ en el tiempo. Otro
matiz vendr’a dado por el grado est‡tico del an‡lisis sociol—gico y la insistencia de la
historia en presentar Òrelaciones din‡micasÓ.

La antropolog’a desde Malinowsky o Levi-Strauss, desde el funcionalismo o el


estructuralismo han influido notablemente a la historiograf’a moderna. Como en el caso
de la sociolog’a hist—rica, en algunos casos como la etnohistoria o la antropol—g’a his-
t—rica se ha producido una convergencia al filo de la identidad o la confusi—n con orien-
taciones historiogr‡ficas como la microhistoria o la historia de la vida cotidiana. La rea-
lidad es que mientras la antropolog’a se ha hecho hist—rica en cierto sentido, merced a
su utilizaci—n de materiales hist—ricos, la historia de la cultura ha empleado a su vez
importantes aportaciones antropol—gicas. Lo que se establece es un autŽntico marco de
compatibilidad y relaci—n estrecha entre las tres disciplinas conforme a la mencionada
transdisciplinariedad. Las diferencias quedar’an reducidas a los puntos de partida de
cada disciplina: la experiencia temporal y la percepci—n del cambio en la historiograf’a,
frente a los contenidos estrictamente culturales o la concentraci—n en lo simb—lico y en
el mundo de la representaci—n en el caso de la antropolog’a.

Con todo, la mayor preocupaci—n en el ‡mbito de los solapamientos profesionales


es la relativa al periodismo. Al margen de las constantes indicaciones en este sentido por
parte de los historiadores58, nada mejor que un caso de estudio sobre el que comprobar
la forma en que el presente se puede analizar y se est‡ analizando hoy. Se trata œnica-
mente de un ejemplo parcial que con m‡s tiempo y espacio podr’amos ampliar y exten-
der a otros muchos. Para ello hemos elegido la Òtransici—n a la democraciaÓ por ser un
periodo en el que concurren especialistas de varios campos de investigaci—n, por ubi-
carse cronol—gicamente en el presente, por ser su memoria una parte viva de la genera-
ci—n actual, por ser posible utilizar todas las modernas fuentes y tŽcnicas de estudio, etc.;
es decir, por converger sobre ella de forma paradigm‡tica casi todos los puntos sobre los
que hemos tratado en las p‡ginas precedentes.

Siendo imposible de abordar aqu’ la ingente cantidad de estudios con los que con-
tamos ya sobre el per’odo, podemos centrar nuestra atenci—n brevemenete en tres de
ellos, todos con car‡cter global, dejando al margen los de car‡cter m‡s concreto y local
que permiten quiz‡ mayores posibilidades de utilizar nuevos mŽtodos. Proponemos

58. Quiz‡ quien m‡s haya insistido en marcar estas diferencias haya sido Javier Tussell (por
ejemplo en ÒLa transici—n pol’tica: un planteamiento metodol—gico y algunas cuestiones decisi-
vasÓ, en J. TUSELL y A. SOTO, Historia de la Transici—n y consolidaci—n democr‡tica en Espa–a
(1975-1986). Madrid, Alianza, 1996, pp. 109-121). El estudio m‡s detallado y espec’fico pertene-
ce a Josefina Cuesta, ÒHistoria del Presente y PeriodismoÓ, en M. P. DêAZ BARRADO, Historia del
Tiempo Presente, op. cit., pp. 131-157.

316 Berceo, n¼ 140 (2001), p. 293-326 - ISSN 0210-8550


HISTORIA Y PRESENTE

comparar en algunos aspectos un relato t’picamente period’stico, otro de orientaci—n


politol—gica y sociol—gica y un tercero realizado desde la historiograf’a. Uno de los
mejores ejemplos de periodismo de investigaci—n, como la obra de Victoria Prego, As’
se hizo la Transici—n originalmente dirigida a una emisi—n televisiva y luego editada
como libro59. Desde la perspectiva de la sociolog’a y la politolog’a destaca el trabajo
coordinado por Ram—n Cotarelo, Transici—n pol’tica y consolidaci—n democr‡tica60.
Como trabajo historiogr‡fico sirve para nuestro an‡lisis la monograf’a de Javier Tusell,
La transici—n espa–ola a la democracia61.

Comenzando con V. Prego, su trabajo es ejemplar en la utilizaci—n de fuentes ora-


les, hemerogr‡ficas, audiovisuales y memorias escritas por los protagonistas o testigos
de la transici—n pol’tica. Un tipo de materiales al que los profesionales de la informaci—n
est‡n acostumbrados. Sin embargo, hay ausencia de una bibliograf’a secundaria, de con-
frontar la propia visi—n general del per’odo con las tesis defendidas por otros especialis-
tas que previamente han escrito sobre la misma cuesti—n (y para cuando la obra de V.
Prego fue escrita exist’a ya una larga lista de trabajos de ese tipo). Se echa en falta igual-
mente una reflexi—n preliminar en torno a esas fuentes (su naturaleza, las dificultades
que ofrecen, las posibilidades de consulta) y, lo m‡s importante, una evaluaci—n cr’tica
de las mismas. Tampoco se ha recurrido a ciertos archivos ya disponibles, que parecen
seguir estando reservados o asociados œnicamente al trabajo del historiador). Pero ade-
m‡s las fuentes se utilizan sobre todo para precisar datos porque lo que prima a lo largo
de la obra es la informaci—n. La clave no est‡ tanto en analizar, en explicar, como en
narrar, en informar. El relato es puramente cronol—gico, antes que tem‡tico y el aconte-
cimiento es lo dominante, hasta el punto de que el lector tiene la sensaci—n de encon-
trarse ante una cr—nica period’stica, como una columna diaria prolongada en el tiempo.
A su vez la propia cronolog’a carece de perspectiva hist—rica. La irrupci—n en la escena
del partido socialista o de la violencia terrorista no lleva a contextualizar hist—ricamen-
te ambas realidades de manera que se facilite su comprensi—n. El lector irrumpe en la
historia de Espa–a de forma violenta, cuando hoy es sabido que un conocimiento previo
de la fase de pre-transici—n (los œltimos a–os 60 o al menos los primeros 70) es impres-
cindible para ello. Con la misma brusquedad se finaliza el relato en 1977, como si con
la apertura de las primeras Cortes democr‡ticas se hubiera puesto fin a la transici—n.
Precisamente sobre este punto historiadores, polit—logos, etc., han establecido todo un
debate crucial para determinar cu‡ndo realmente se puede considerar establecido un
rŽgimen puramente democr‡tico o cu‡ndo y a partir de quŽ hechos se puede considerar
consolidado ese mismo sistema.

59. Madrid, Plaza & Janes, 1996. En este caso la edici—n en papel no permite acompa–ar al
texto de los materiales audiovisuales que se incluyen en el trabajo tal y como se emitieron en
TVE2 en su momento (y que est‡ disponible en viodecasettes).
60. Madrid, Centro de Investigaciones Sociol—gicas, 1992. En la figura de Cotarelo se funden
adem‡s la imagen del cient’fico social y el analista del presente desde los medios de comunica-
ci—n (particip— durante algœn tiempo en las tertulias radiof—nicas de Honda Cero, programa
ÒProtagonistasÓ).
61. Madrid, Historia 16, 1997 (II vols.). Existe una edici—n en un solo volumen.

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GONZALO CAPELLçN DE MIGUEL

Frente a ello hay un an‡lisis que obv’a m‡s lo cronol—gico en cuanto a su desarro-
llo concreto. Se pasa del acontecimiento a las categor’as, a las estructuras y a los gran-
des procesos, a veces incluso tomados un poco atemporalmente porque importa m‡s
crear modelos, analizar comparativamente, etc. El propio Cotarelo afirma en su presen-
taci—n que Òaunque no se ignore que la transici—n es susceptible de un an‡lisis historio-
gr‡fico, en este libro hemos presentado una visi—n politol—gica del fen—menoÓ. Por eso
lo que importa m‡s que la reconstrucci—n de todos los aspectos de la transici—n, o de su
desarrollo pormenorizado en el tiempo es el Òan‡lisis funcionalÓ de Òaspectos espec’fi-
cos del sistema pol’ticoÓ. Como ejemplo de an‡lisis politol—gico podemos tomar el cap’-
tulo escrito por uno de los autores m‡s destacados en este campo, Juan JosŽ Linz. Su tra-
bajo sobre ÒLa transici—n a la democracia en Espa–a en perspectiva comparadaÓ
proporciona una muestra perfecta de este tipo de enfoques62. Para Linz lo importante es
determinar antes que nada el tipo de rŽgimen de partida. Dado que existen diversidad de
reg’menes no democr‡ticos hay que saber desde quŽ tipo de sistema pol’tico se transita
a la democracia. As’ se toma parte en el largo debate sobre el franquismo espa–ol y con
el fin de determinar si se trata de un rŽgimen autoritario, dictatorial personal, militar o
de otro tipo, etc. Por eso lo que m‡s le interesa son determinados rasgos concretos (pol’-
ticos fundamentalmente) que sirven para caracterizar cada rŽgimen. Y todo eso es as’
porque el objetivo es establecer un modelo que a su vez sirva para compararse con las
transiciones sucedidas en otros pa’ses. Se trata, pues, de comprobar si una serie de ele-
mentos clave se producen por igual en cada pa’s, de establecer semejanzas y diferencias,
por ejemplo, entre el caso portuguŽs y el espa–ol o el entre Žste y el chileno.

Finalmente, el trabajo de Tussell no renuncia a tener en cuenta estos resultados de


los an‡lisis politol—gicos y enmarca a Espa–a en la tercera oleada de transiciones. Habla
tambiŽn de la existencia de otras transiciones, como la portuguesa, aunque la relaci—n
con ellas no es el objetivo de su estudio. Y hace eso porque Tusell s’ tiene en cuenta la
densa bibliograf’a secundaria sobre la transici—n producida en diversos campos. Es
decir, su relato se realiza en referencia a y en di‡logo permanente con ese tipo de estu-
dios politol—gicos, sociol—gicos..., pero al tiempo con otros relatos historiogr‡ficos
(matiza tesis existentes sobra cada aspecto, las discute o presenta explicaciones alterna-
tivas documentalmente fundamentadas). Adem‡s, las fuentes utilizadas son objeto de
ese permanente contraste, somete a cr’tica cada una de las fuentes empleadas, como en
el caso de las memorias que no por ser testimonios de Žpoca y de protagonistas rele-
vantes se pueden ver libres del an‡lisis cr’tico propio del mŽtodo hist—rico. Hay incluso
un balance de fuentes disponibles, de archivos interesantes para estudiar el tema...
Entrando en la Transi—n en s’, se ocupa de analizar todos los procesos centrales de la
misma que adem‡s son susceptibles de consideraciones retrospectivas en algunos
momentos de la narraci—n (el tiempo se hace denso, hist—rico y puede retrotraernos
moment‡neamente hasta la II Repœblica, por ejemplo). Al tratar de una de esas cuestio-
nes, la electoral, no se limita a informar sobre resultados (como en el caso de Prego) sino
que hay una serie de consideraciones pol’ticas y sociol—gicas sobre el perfil social e ide-

62. En las pp. 431-457 de la citada obra compilada por Cotarelo.

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HISTORIA Y PRESENTE

ol—gico de los electores de cada partido, sobre su procedencia geogr‡fica, su medio de


vida (urbano o rural)... La conclusi—n del texto no prescinde ni de una argumentaci—n
sobre la fecha escogida (en este caso 1982 por suponer la llegada al poder de una fuer-
za democr‡tica de izquierda, la alternativa pol’tica en el poder como parte de un funcio-
namiento normal del sistema democr‡tico), ni de unas conclusiones derivadas de los
hechos analizados a lo largo de ese texto.

5. HISTORIA CONTEMPORçNEA Y PRESENTE

Al margen de este Žnfasis en la dimensi—n te—rica, en la construcci—n de un marco


metodol—gico al que ajustar la Historia del Presente, se ha realizado tambiŽn una histo-
ria del presente de facto. La historiograf’a contemporaneista representada en buena
medida por la Asociaci—n del mismo nombre y con su organismo de expresi—n en la
revista AYER dedic— recientemente un monogr‡fico a La Transici—n a la democracia.
Sin consideraciones metodol—gicas ni te—ricas especiales se abordan los puntos claves
de la transici—n en Espa–a haciendo un ejercicio pr‡ctico de historia del presente (sin
ningœn prejuicio, por tanto, hacia el an‡lisis hist—rico del pasado m‡s reciente). La
misma revista ha dado cobijo a estudios relacionados con algunas de esas preocupacio-
nes m‡s en boga, como la Memoria, en un nœmero coordinado por Josefina Cuesta, o la
Imagen, en otro del que se hizo cargo M. P. D’az Barrado. Es decir, que en AYER han
hecho eco las propuestas y realizaciones de los principales historiadores del presente.
Algo que no puede sorprendernos cuando la propia revista define as’ sus objetivos y
campo de acci—n: ÒAyer es el d’a precedente inmediato a hoy en palabras de
Covarrubias. Nombra al pasado reciente y es el t’tulo que la Asociaci—n de Historia
Contempor‡nea ha dado a la serie de publicaciones que dedica al estudio de los aconte-
cimientos y fen—menos m‡s importantes del pasado pr—ximo...Ó63.

Lo que se deduce del pasaje que acabamos de transcribir es que la propia historio-
graf’a contempor‡neista no ha renunciado nunca en Espa–a al estudio del presente, en el
sentido de pasado m‡s pr—ximo al historiador y de hecho ha canalizado a travŽs de sus
organismos la investigaci—n y difusi—n tales estudios. El ÒayerÓ, entendido en ese senti-
do cercano en el tiempo, es parte del presente, parte de nuestro tiempo, del tiempo que
vivimos o como queramos expresarlo. Es m‡s, no parece que haya motivos suficientes
para considerar anclada en el pasado remoto al conjunto de una profesi—n que en una
representativa parte de la misma, como la que pertenece a la AHC, no excluye el pre-
sente como ‡mbito cronol—gico de la historiograf’a; que tampoco hace caso omiso de
algunas de las herramientas te—ricas y metod—logicas m‡s importantes para abordar ese
presente, como son la Memoria, las fuentes Orales o la Imagen y probablemente en el
futuro otras muchas, a medida que se vayan configurando con m‡s o menos solidez. No
nos parece, en consecuencia, que exista una contradicci—n, ni antagonismo alguno entre
la historia contempor‡nea y la del presente tal y como las propuestas realizadas desde
este œltimo ‡mbito parecen dar a entender al adjetivar como Òcl‡sicoÓ o ÒtradicionalÓ el

63. La cita puede encontrase en la p‡gina interna de cualquier nœmero de la revista. Los mono-
gr‡ficos citados corresponden respectivamente a los nœmeros 15 (1994), 24 (1996) y 32 (1998).

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GONZALO CAPELLçN DE MIGUEL

enfoque adoptado por los historiadores de contempor‡nea. La oposici—n a un tratamien-


to hist—rico del tiempo corto, del presente, procede m‡s de otros ‡mbitos cronol—gicos
de la historiograf’a, como el medieval o el modernista, por ejemplo, que de los propios
contemporaneistas. Lo que sucede es que el siglo XIX (al que gran parte de ellos se dedi-
can) ni demanda ni posibilita algunas de las herramientas que el siglo XX exige. Pero en
todos los ‡mbitos sigue existiendo un tipo de metodolog’a y forma de trabajar caracte-
r’stico de la historiograf’a en general (mŽtodo hist—rico) del que no est‡ eximido siquie-
ra el siglo XX. De hecho, los historiadores adem‡s de insistir en incorporar nuevas fuen-
tes y mŽtodos de an‡lisis no deben olvidar usar el mŽtodo hist—rico, llevar la perspectiva
hist—rica al presente. ƒse seguir‡ siendo por mucho que nos esforcemos el principal
rasgo de distinci—n del trabajo del historiador (incluido el del presente) frente a otros
profesionales como polit—logos o periodistas. Incluso al utilizar fuentes orales, im‡ge-
nes o la propia memoria -parcelas todas en las cuales los historiadores no hemos hecho
sino seguir el camino indicado por soci—logos, fil—sofos o periodistas antes que nosotros
(reconozc‡moslo)- no debemos hacer de eso algo caracter’stico ni definitorio del histo-
riador del presente porque como sucede en el caso de las fuentes orales ya no se trata de
una cuesti—n de elecci—n, de alternativa posible, sino imperativo de un an‡lisis de la
actualidad. Lo que seguimos aportando los historiadores es el car‡cter hist—rico de la
memoria, el uso hist—rico de las fuentes orales o de la imagen.

Y como siempre es necesario ilustrar este tipo de consideraciones te—ricas con


casos concretos, debemos mencionar al menos algunos ejemplos, sin af‡n de ser exhaus-
tivos en la n—mina, que muestran que desde luego no es aplicable al conjunto de los his-
toriadores y menos aœn a los contemporaneistas esa adjetivaci—n de cl‡sicos o tradicio-
nales por una supuesta aversi—n al ÒpresenteÓ. De hecho, vamos a referirnos justamente
a algunos de los historiares precisamente Òcl‡sicosÓ en la historiograf’a contempor‡nea
espa–ola, en el sentido de que sus trabajos han sido referencias universales dentro de la
profesi—n. Y la alusi—n a ellos es aœn m‡s necesaria cuando hay algunas contribuciones
esenciales que nunca aparecen mencionadas al tratarse la cuesti—n del presente. Ni
siquiera esta propia idea del presente les ha sido ajena, aunque no le hayan dado la carga
te—rica que la Historia del Presente luego ha ido construyendo en torno a ella.

Uno de esos casos de imposible olvido es el de Manuel Tu–—n de Lara. Cuando en


los a–os 60 escribi— una Historia de La Espa–a del siglo XX, estableci— una barrera cro-
nol—gica en el a–o 193964. Para entonces, en pleno franquismo (aunque escrib’a desde su
exilio FrancŽs en la Universidad de Pau), Tu–—n de Lara era consciente de las implica-
ciones pol’ticas e ideol—gicas que pod’a conllevar el an‡lisis de per’odos como la II
Repœblica, no demasiado lejana en el tiempo (era aœn el ÒpresenteÓ de, entre otros, una
generaci—n de exiliados espa–oles) y desde luego proscrita ideol—gicamente por el rŽgi-
men. Para ello el ant’doto que da Tu–—n es el mismo que los historiadores del tiempo
presente franceses siguen hoy recalcando: la honestidad profesional (que puede enten-
derse en el sentido de la neutralidad Žtica de Weber), pero sobre todo una caracter’stica
del historiador, de su profesi—n, la bœsqueda de la verdad (noticiable o no). En eso con-
siste el trabajo del cient’fico.

64. La Espa–a del siglo XIX. Barcelona, Editorial Laia, 1974 (3» ed.), tomo 1, pp. 11-12.

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HISTORIA Y PRESENTE

DespuŽs de la mencionada fecha (1939) se hab’a producido un tremendo cambio.


Para Tu–—n la segunda mitad del siglo XX (escribe para la tercera edici—n de su obra en
1974) hab’a tra’do modificaciones radicales en todos los —rdenes con respecto a la pri-
mera. DespuŽs de la II Guerra Mundial se estaba conformando un mundo nuevo. Un
mundo que no dud— en tratar historiogr‡ficamente cuando asumi— la direcci—n de una
Historia de Espa–a de la editorial Labor en los a–os 80. La serie hab’a concluido con su
dŽcimo volumen que abarcaba hasta el franquismo. Sin embargo, Tu–—n era sensible a
la demanda que por esos a–os exist’a sobre el per’odo m‡s reciente, la transici—n. As’
que decidi— a–adir un volumen X** que se ocupara de ella. En la ÒIntroducci—nÓ a ese
volumen Tu–—n demuestra ser totalmente consciente de las implicaciones, del reto que
supon’a en ese momento escribir la historia de los a–os reciŽn pasados (1973-1985).
Unas dificultades que estribaban -en su opini—n- en la carencia de archivos oficiales,
pero sobre todo en unos hechos Òdemasiado cerca de nosotrosÓ. Hasta el punto de que
se pregunta ÀSer’a verdaderamente historia?65

La soluci—n que Tu–—n da es francamente moderna. En primer lugar, acepta el reto,


es decir lo considera posible. Y, en segundo lugar, plantea su desarrollo de manera
magistral, tanto en la forma de llevarlo a cabo para suplir las dificultades como en las
aportaciones que la historiograf’a puede hacer al estudio de la transici—n. La clave de
todo estriba en la concepci—n del tiempo hist—rico de Tu–—n, que establece un continuum
desde el breve tiempo objeto del trabajo hasta el trabajo del historiador. La cercan’a tem-
poral, y las posibles implicaciones o pasiones se solventan con su citada f—rmula de la
profesionalidad del historiador que pone sus intereses cient’ficos, la busqueda de la ver-
dad por encima de todo. La de las fuentes mediante el uso Òde todas las fuentes orales y
escritas que hoy es posible consultarÓ, desde memorias y testimonios hasta debates par-
lamentarios, estad’sticas, textos legales o prensa peri—dica pasando por la monograf’as
que ya se hab’an escrito sobre el tema. Es decir, empleo riguroso de pluralidad de fuen-
tes y contraste de las mismas, c—ctel con el que Tu–—n esperaba que la obra presentara
ÒsolidezÓ.

Adem‡s, sab’a que era un Òterreno disputado por historiadores, economistas, poli-
t—logos, soci—logos, dem—grafos y periodistasÓ. Frente a todos ellos, sin embargo, Tu–—n
destaca la posible aportaci—n de los historiadores, que deben sobre todo situar la transi-
ci—n Òen el trend secularÓ, preguntarse por el significado de la transici—n democr‡tica
para la historia de Espa–a. De esa forma se relacionar’a tiempo corto, coyuntura (la tran-
sici—n) con la larga duraci—n (historia de la Espa–a del siglo XX) como complementa-
rios antes que incompatibles. Por esa relaci—n es posible identificar en la propia transi-
ci—n la participaci—n de temas y cuestiones propios del siglo XX espa–ol, como la
din‡mica modernizaci—n/tradici—n, el origen y ejercicio del poder y su legitimidad, etc.
No debe, por tanto, menospreciarse un testimonio como Žste en el que se pone de mani-
fiesto que en teor’a y en la practica los historiadores contemporaneistas conoc’an los
retos del presente para la historiograf’a y los abordaron sin ningœn prejuicio. La calidad
del trabajo muestra adem‡s c—mo historiadores de diferentes campos son capaces de

65. Vid. pp. 11. El resto de su ÒIntroducci—nÓ en pp. 12 a 24.

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analizar el tiempo presente con eficacia (en este caso concreto adem‡s de Tu–—n, J.L.
Garc’a Delgado, Santos Juli‡, JosŽ Carlos Mainer y J.M» Serrano Sanz)66.

Otro caso que deseamos se–alar es diferente en muchos sentidos, pero tambiŽn es
representativo de lo que pretendemos mostrar aqu’. Se trata de la Historia Ilustrada de
Espa–a, cuyo volumen 10 est‡ realizado por historiadores tan Òcl‡sicosÓ (en el sentido
positivo descrito) como Ubieto, Regl‡, Jover o Seco Serrano. El t’tulo del mismo es
ÒNuestro tiempo, 1931-1995Ó. Y desde luego, por la edad de todos los autores no hay
duda de que es su tiempo, tanto como para Hobsbawm el corto siglo XX pod’a ser el
suyo. Por tanto, Àd—nde est‡ la gran oposici—n de los historiadores contempor‡neos cl‡-
sicos a abordar la historia del presente en su sentido de tiempo propio, tiempo cercano
o tiempo vivido? No la hay de hecho. Otra cosa es que no se adscriban a una corriente
determinada de afrontar ese presente, o que no compartan algunas de las implicaciones
de esa perspectiva.

El coordinador del volumen, Carlos Seco, escribe en la ÒIntroducci—nÓ que en las


tres primeras etapas, hasta 1975, se tiene una amplia perspectiva temporal. Note el lec-
tor que est‡ hablando a menos de 20 a–os vista (cuando, por ejemplo, aœn no se han ago-
tado los plazos para consulta de los archivos oficiales). De la œltima, que lleva hasta el
momento mismo en que escribe, no piensa que sea imposible tratarla porque de hecho
forma parte del libro; solamente se hace una aclaraci—n de todo punto razonable. Que es
tan sumamente presente que los autores s—lo han podido dar una panor‡mica evenemen-
tiel, m‡s de acontecimientos y provisional en s’ que de conclusiones por ser aœn una
etapa abierta, todo lo cual es cierto. La historia de los 80 y 90 escrita en ese mismo
momento requiere aœn m‡s an‡lisis, mas trabajo y tiempo de investigaci—n para ganar
mayor solidez historiogr‡fica67. Pero debemos diferenciar entre posibilidad de historiar-
lo, que se reconoce (se hace), y solidez de esa historia, que l—gicamente debe ser mayor
con el tiempo. El tiempo permite ir cuajando m‡s los estudios, el debate, etc. Y Žsta es
la t—nica dominante en la actualidad cuando los historiadores que cultivan la etapa con-
tempor‡nea han tratado del tiempo presente en diversos lugares68.

66. Lo mismo ha sucedido en Catalu–a donde reputados historiadores de Contampor‡nea, se


han ocupado del tiempo presente con naturalidad y con notable Žxito. Un ejemplo es el trabajo de
Borja DE RIQUER i Joan B. CULLA, El Franquisme i la transici— democr‡tica (1939-1988).
Barcelona, 1989. N—tese la coincidencia entre per’odo estudiado y momento en el que se escribe
o, lo que es lo mismo, el tratamiento hist—rico de un tiempo extremadamente cercano como algo
no excepcional en nuestra historiograf’a.
67. Historia Ilustrada de Espa–a. Debate/C’rculo de Lectores, 1996, ÒIntroducci—nÓ. No olvi-
demos tampoco que el propio Jover hab’a afirmado ya en 1976 que Òla Historia no es simplemente
Ôlo pasadoÕ, algo ajeno a Òla acci—n y a las opciones del presenteÓ, sino m‡s bien Òun proceso uni-
tario que engloba pasado, presente y futuroÓ (ÒCorrientes historiogr‡ficas de la Espa–a contem-
por‡nea, en la obra por Žl coordinada Once ensayos sobre la Historia. Madrid, Rioduero, pp. 234
y 235).
68. Manuales muy implantados de Historia Contempor‡nea de Espa–a, como el editado por
Ariel dedican un tomo al Siglo XX que cronol—gicamente llega hasta nuestro d’as. Esa es la mejor
prueba de que la historia contemporaneista ha asumido hoy el an‡lisis del tiempo presente. Las

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HISTORIA Y PRESENTE

As’, lo que parece es que la historiograf’a de los œltimos a–os ha conocido la con-
figuraci—n de nuevas perspectivas: desde la historia de lo cotidiano, la historia local, la
historia comparada, la historia oral, la historia de gŽnero... o la historia del tiempo pre-
sente. ƒsta œltima ha encontrado problemas al pretender conformarse como disciplina
historiogr‡fica propia, al margen de la contempor‡nea69. Algo cada vez m‡s dif’cil ya
que la historia contempor‡nea no ha renunciado a incorporar como herramientas ade-
cuadas para mirar al tiempo pasado m‡s reciente muchos de los elementos que la histo-
ria del presente hace constitutivos y definitorios de su naturaleza, las fuentes orales, la

cr’ticas desde la Historia del Presente en la actualidad van m‡s dirigidas a la forma de estudiar el
presente que al rechazo de los historiadores a ocuparse de un tiempo presente. Asumido que ya la
Historia Contempor‡nea se ocupa aqu’ y all‡ del tiempo m‡s reciente, se le demanda que lo haga
de acuerdo a unas pautas metodol—gicas nuevas, diferentes a las utilizadas para el an‡lisis de otras
etapas cronol—gicas precedentes. De la misma forma que los historiadores superaron en seguida
cualquier reticencia cronol—gica con respecto al presente, con semejante prontitud se van acos-
tumbrando al empleo de una renovada metodolog’a.
Como muestra de que entre los trabajos as’ realizados y los que sobre el mismo per’odo (y obje-
tivos similares, en este caso un manual de orientaci—n universitaria) han sido confeccionados
desde una orientaci—n acorde a la Historia del Presente, propongo el ejercicio pr‡ctico de cotejar
el relato que de la transici—n pol’tica se hace en una de las historias generales aqu’ ya citadas (la
de Labor, por ejemplo) y la editada por C‡tedra bajo el t’tulo Historia de Espa–a. Siglo XX, 1939-
1996. El amplio cap’tulo redactado por J. Ar—stegui (pp. 245-362) para este œltimo no se diferen-
cia sustancialmente del equivalente que podemos encontrar en otro lugar, o de los trabajos que
Tusell ha escrito sobre la misma cuesti—n, salvo por la introducci—n, en la que Ar—stegui se ocupa
de la Historia del presente (pp. 245-250). AteniŽndonos al texto en su conjunto ser’a casi imposi-
ble distinguir dos perspectivas diferentes, la propia de la Historia Contempor‡nea y la de la
Historia del Presente. Curiosamente la obra que m‡s se puede acercar a una Historia del Presente
de la Transci—n democr‡tica es la editada por PLAZA & JANES, Espa–a. Nuestro siglo. Texto,
im‡genes y sonido. 1975-1985, que apareci— en fecha tan temprana como 1986. Tanto en los
medios empleados (el sistema Sonobox permite al lector disponer de una autŽntica fonoteca junto
a texto e im‡genes), como en el planteamiento se recogen algunos principios clave para una
Historia del Presente. El director del volumen, el recientemente fallecido Pedro La’n Entralgo,
escribe en la ÒIntroducci—nÓ que se trata de abordar Òel presente en que se existeÓ como una etapa
Òentre el pasado de que se proviene y el porvenir a que parece apuntar. En definitiva, trata de plas-
mar en la obra: Òmi idea de la Espa–a en que vivo, viŽndola como resultado de nuestro pasado
reciente Ðpor tanto, de nuestro total pasado- y como camino hacia la Espa–a en que mis hijos y
mis nietos puedan vivirÓ. Lo cierto es que falta aœn una monograf’a ÒmodeloÓ de Historia del
Presente para el caso espa–ol (al estilo de algunas obras francesas ya mencionadas).
69. El propio Ar—stegui escribi— recientemente que Òno existe como disciplina claraÓ y que Òno
hemos sido capaces de construirlaÓ y lo riesgos que ello supone para el futuro de la Historia del
Presente (ÒTiempo contempor‡neo y tiempo presenteÓ, art. cit., p. 32). Y Rodr’guez de las Heras
ha atribuido los ÒtraspiŽs y desorientaci—nÓ de la Historia del Presente a su fase aœn embrionaria
y a la falta de una teor’a m’nima que pueda sostenerla como disciplina (ÒPrincipios de Historia del
Tiempo PresenteÓ, art. cit., p. 23). Una situaci—n muy similar a la que ha experimentado la Historia
del Presente en otros lugares donde tambiŽn se reconoce que Òtodo queda por hacerÓ (vid. lo que
A. CHAVEAU Y PH. TƒTARD escrib’an a la altura de 1992 Ðcon m‡s a–os de vagaje y mayores resul-
tados que en el caso espa–ol- en la introducci—n a Questions ˆ l«Historie du temps prŽsent.
Bruselas, Complexe, pp. 11 y 12).

Berceo, n¼ 140 (2001), p. 293-326 - ISSN 0210-8550 323


GONZALO CAPELLçN DE MIGUEL

memoria, la imagen... Los contemporaneistas, sin dejar de serlo, pueden ser los histo-
riadores de su propio tiempo, los historiadores del presente. Y de hecho lo est‡n siendo.
Los historiadores posteriores podr‡n cultivar otra historia (quiz‡ entonces llamada toda-
v’a contempor‡nea como per’odo cronol—gico) de ese per’odo ya no como presente, sino
como pasado. Para hacer historia del presente tendr‡n que mirar a su propio tiempo y
siempre que lo hagan de acuerdo a determinadas pautas, utilizando una metodolog’a
espec’fica tal y como la define la Historia del Presente, har‡n historia del presente. Una
vez inaugurada no parece que vayan a faltar nunca historiadores contemporaneistas dis-
puestos a cultivar este nuevo enfoque historiogr‡fico, a adoptar la perspectiva presen-
tista para escribir la historia del tiempo en que vivan. La Historia del Presente es posi-
ble, es adem‡s una pr‡ctica cada vez m‡s habitual y es seguro que los historiadores
seguir‡n haciŽndolo en su futuro. Cada vez mejor, con mayor base te—rica, con metodo-
log’a m‡s depurada gracias a los esfuerzos hechos desde la Historia del Presente y al
conocimiento que de su naturaleza, sus propuestas y sus objetivos va calando entre los
historiadores.

CONCLUSIONES

Al margen del grado de consenso que haya suscitado o de las imperfecciones con
que se haya constituido, el debate en torno al presente se ha insertado en el coraz—n
mismo de la historiograf’a actual en diversos pa’ses, entre ellos Espa–a. Hoy asistimos
todav’a a su desarrollo y su resoluci—n definitiva parece aœn lejana. Prescindiendo de
cu‡l sea su final, hasta ahora los esfuerzos de la historiograf’a para ampliar su espectro
cronol—gico de trabajo desde el pasado remoto hasta el pasado m‡s reciente y para plan-
tear una forma espec’fica de analizar ese pasado como presente, ha dejado en su cami-
no algunos frutos de incuestionable valor.

Ha reactivado el debate historiogr‡fico en torno a cuestiones epistemol—gicas,


metodol—gicas y te—ricas de cuya presencia tan necesitada se encontraba la disciplina. El
presente ha sido motivo para condenar una vez m‡s viejas consideraciones de un positi-
vismo naivete ya periclitado que pretende fundamentar la cientificidad del conocimien-
to hist—rico en una distancia cronol—gica y una sujeci—n a las fuentes documentales que
durante largo tiempo han convertido la profesi—n de historiador en la de Òrat—n de archi-
voÓ. Ha despertado el interŽs por acercarse a las nuevas fuentes en sus diversas mani-
festaciones como complemento inevitable a las tradicionales. Ha intentado insertar a la
historiograf’a en la sociedad de la tecnolog’a y la informaci—n acerc‡ndola a otras cien-
cias sociales. Ha forzado a los historiadores a especificar sus formas de acci—n frente a
la sociolog’a, la antropolog’a, la politolog’a o el periodismo. En definitiva a teorizar
sobre todas esas cuestiones y de ese modo a fundamentar su pr‡xis sobre unos princi-
pios m‡s s—lidos, renovados y actualizados.

La tradicional resistencia de los historiadores a prodigarse en la teor’a ha sido en


parte la responsable de que tampoco los esfuerzos realizados para configurar una
Historia del Presente como nueva disciplina con una metodolog’a y unos objetivos pro-
pios bien definidos hayan obtenido demasiados frutos directos. Carente de un apoyo ins-
titucional y de impulso administrativo en los niveles de ense–anza y docente, el futuro

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HISTORIA Y PRESENTE

de la Historia del Presente en Espa–a parece poco esperanzador. Es probable que asista-
mos a la misma presencia raqu’tica que otras propuestas como el llamado Ògiro lingŸis-
ticoÓ han tenido en la historiograf’a espa–ola. Los historiadores casi con toda seguridad
seguir‡n la m‡s c—moda senda del cultivo directo de la historia presente sin necesidad
de afinar antes sus instrumentos. El tŽrmino llamado a arraigar es el de Historia Actual.
Con el tiempo Žste ser‡ el per’odo cronol—gico iniciado tras la II Guerra Mundial (tras
la guerra civil en el caso espa–ol) y los contemporaneistas dedicados al estudios del siglo
XX se convertir‡n en los actualistas en el futuro. La Historia del Presente siempre ser‡
posible, pero acabar‡ confundiŽndose con la Historia del mundo actual, con un simple
per’odo cronol—gico, justamente lo contrario que se pretend’a. Pero as’ lo aprender‡n los
estudiantes y as’ lo cultivar‡n la mayor parte de los historiadores. Se har‡ historia del
presente, pero no siempre de acuerdo con las pautas (no con todas) marcadas por la
Historia del Presente.

El presente est‡ ganado para la historiograf’a, pero no como Òcoto privado de cazaÓ.
Polit—logos o periodistas seguir‡n poniendo su punto de mira sobre las mismas presas,
pero cada uno utilizar‡ sus propias armas. Pero mientras Žstas no se pongan al descu-
bierto, mientras no se muestren con claridad la mayor’a del pœblico encontrar‡ dificul-
tades para diferencia a unos y otros. Los periodistas seguir‡n ejerciendo de historiado-
res y a los historiadores les (nos) llamar‡n periodistas (sus propios compa–eros,
incluso). La m‡quina del presente funciona a toda velocidad y demanda an‡lisis y expli-
caci—n desde todos sus ‡ngulos. La Historia del Presente representa uno de ellos. Algo
se ha logrado.

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