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FINANZAS PARA EMPRENDEDORES – ©2011 FLORENCIA ROCA

CAPÍTULO 1 – EMPRENDER
“Anyone who has never made a mistake has never tried anything new.”
-Albert Einstein (1879-1955)

TEORÍA FINANCIERA PARA UN EMPRENDEDOR


Lo invito a que piense por un momento qué tipo de persona es un emprendedor. ¿Se trata de alguien
que hace apuestas? ¿Es el emprendedor un hombre que elige un producto o un servicio, invierte en
él, y luego echa su destino a la suerte, como en un casino?

Entendido de esta forma, el emprendedor es una persona que necesita contar básicamente con su
intuición (para elegir un número en que apostar), y esperar a partir de ahí que la suerte juegue a su
favor. Para tener éxito, tiene que escoger “justo” el producto que los consumidores demandarán.
¿Piensa usted sus negocios de esta manera? Mucha gente lo hace: de hecho mucha gente también
apuesta en el casino, aún con las probabilidades en contra. Como es sabido, el apostador puede salir
favorecido en alguna vuelta, pero al final del día, la casa siempre gana.

Este libro no está dirigido a personas que esperan que la suerte sea el factor más importante del
éxito. No está pensado para apostadores, sino por el contrario, para aquellos individuos que buscan
la manera de ser los dueños del casino. Para quienes procuran entender cómo funcionan las cosas,
y activamente generan probabilidades en su favor.

Un buen entrenador de fútbol suele tener claro el balance entre la suerte y la acción. Reconocer, por
un lado, que la fortuna juega un rol importante en cualquier partido; pero saber, por otro, que no da
lo mismo llegar bien preparados físicamente, conociendo a los adversarios y con una buena
estrategia de juego. En la conferencia de prensa del maestro Oscar Washington Tabárez, con ocasión
de haber dirigido el equipo campeón de la Copa América 2011, un periodista le preguntaba por el
significado de haberle ganado a Argentina en un 16 de julio, fecha histórica para Uruguay. El
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maestro respondía, simplemente “yo creo que hay causalidades más que casualidades” (Tabárez,
2011).

El futuro de un emprendedor va a ser siempre imprevisible, al igual que lo es el futuro de cualquier


persona. Pero aquí no entendemos su búsqueda como un viaje en montaña rusa, en el cual sólo
queda cerrar los ojos y gritar; sino que creemos en la acción del hombre y en su capacidad de
intervenir en la creación de lo que vendrá.

Dentro de los pensadores de la Escuela Austríaca, Ludwig von Mises considera a la Economía como
una rama de una ciencia más amplia, la Praxeología, o “ciencia de la acción humana”. Así, centra la
teoría económica en la acción del hombre; convirtiéndose en un reconocido crítico de las corrientes
que reemplazan la praxeología y la comprensión de la historia por ciertos modelos matemáticos
poco realistas (Rothbard, s.f.).

La acción del hombre, a su vez, dificulta aún más nuestras proyecciones económicas. ¡Cuántos
emprendedores quisieran contar con un buen meteorólogo que les anticipe lo que ocurrirá en sus
negocios! Pero esto no funciona. Las predicciones que tiene que hacer un emprendedor son mucho
más complejas que las referidas al estado del tiempo. A diferencia de las ciencias naturales, en las
cuales existe regularidad (un mismo estímulo provoca un mismo efecto), las ciencias sociales (como
lo son la economía y las finanzas) dependen de elecciones humanas. El libre albedrío hace que las
valoraciones humanas sean impredecibles con necesidad lógica, aunque sí “estimables” por algún
método de comprensión (Zanotti, 1991).

De tal modo que nuestro emprendedor se encontrará en un entorno de incertidumbre, que no podrá
predecir con exactitud ni siquiera con las herramientas matemáticas más sofisticadas; pero sí influir
con su propia acción y su estimación (falible) de las acciones de otros. Esperamos, en las páginas
que siguen, introducir buenas teorías, que lo ayuden a interpretar la realidad en la que se
desarrollará su acción, encontrando las relaciones de “causa y efecto” a las que se refería Tabárez.

Empresarios puros, capitalistas y managers


Un individuo emprendedor y una buena idea pueden convertirse en una empresa multimillonaria
si se combinan con el financiamiento apropiado. Es frecuente, sin embargo, escuchar quejas de los
emprendedores acerca de la imposibilidad de atraer capital para sus proyectos. ¿Cuál es la fórmula

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para conseguir financiamiento? ¿Hacia dónde van los capitales en el mercado financiero? ¿Qué es lo
que hace que una idea se convierta en una empresa exitosa?

El capital es una bola de nieve. Librado a su suerte, se va incrementando (es el efecto del paso del
tiempo y el interés compuesto). Su dueño tiene el poder para ubicarlo en sitios que le permitan
agrandarse a mayor velocidad, o también derretirse. La dirección en la que se mueve está
determinada por las necesidades humanas: el capital que consigue agrandarse es aquel empleado
para satisfacer las necesidades más prioritarias y de la mejor manera. Por eso, los negocios con
potencial para agregar valor sobre el capital son los que la sociedad más necesita. Son aquellos en
los cuales el capital rinde más de lo que cuesta, y por eso crece. Ahora, ¿qué tipo de individuos
encuentran estos negocios?

Sería una tontería pensar que las únicas personas que saben cómo invertir dinero son aquellas que
tienen dinero. La historia está llena de ejemplos inspiradores como los de Henry Ford o Mary Kay
Ash: un individuo emprendedor puede descubrir una oportunidad de negocios, por otro lado puede
financiarla, y finalmente puede también administrarla. Se trata de funciones distintas, dentro de la
labor empresarial.

Landoni (2006, p. 50) distingue tres tipos de empresarios: 1) empresarios puros, 2) capitalistas y
3) managers; resaltando que es en los mercados de capitales en los que está la clave para explicar
el aumento de la riqueza per cápita, el crecimiento y el progreso de una sociedad. En las sociedades
en las cuales los capitalistas hacen bien su trabajo, los recursos no son desperdiciados, son
asignados eficientemente. A su vez, en las que hay buenos managers, los recursos son bien
administrados, siguiendo momento a momento los drivers de valor. Pero éstas no son las dos únicas
formas de empresarialidad. Hay un rol esencial que cumplen personas que no necesariamente
cuentan con recursos, que es identificar deseos de los consumidores y la mejor manera de
satisfacerlos. Esta función es, en otras palabras, la búsqueda de oportunidades de negocios, la
función pura empresarial.

Éste es un libro pensado para un emprendedor, entendido en cualquiera de los tres ámbitos de la
empresarialidad. Creemos que para él puede ser especialmente valioso contar con un set de
herramientas técnicas, que le permitan no solamente evaluar sino también comunicar su idea desde
el punto de vista financiero. Si usted se considera una persona creativa y visionaria, probablemente
se identifique con la categoría de empresario puro. Si usted en cambio cree ser una persona
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organizada, previsora, capaz de liderar y motivar a un equipo; tal vez se identifique con el
empresario-manager. O bien, si usted ha conseguido acumular algún capital y desea emplearlo para
apoyar buenos emprendimientos, posiblemente se interese en la figura del empresario-capitalista.

Las finanzas presentadas en este libro se orientan a la búsqueda de valor: a la obtención de un


retorno sobre el capital (Return on Invested Capital, o ROIC) que supere el costo del capital
(Weighted Average Cost of Capital, o WACC). Esta idea ha sido especialmente resaltada por los
economistas austríacos. Cachanosky (1999, p. 7) la contrasta con el pensamiento de la
microeconomía tradicional:

“Para los economistas de la Escuela Austriaca el empresario es una fuerza equilibradora del
mercado; para la microeconomía convencional el empresario es una fuerza desequilibradora.

La diferencia entre las dos posiciones radica en el conocimiento. Mientras la Escuela Austríaca
supone que la información está dispersa en el mercado, la microeconomía convencional supone
conocimiento perfecto. La diferencia del supuesto es fundamental. Si la teoría económica supone
conocimiento perfecto entonces no hay posibilidad de error en la toma de decisiones
empresariales. Los mercados estarían siempre en equilibrio. En todos los mercados el rendimiento
sobre el capital invertido (ROIC) debería ser igual al costo del capital invertido (WACC). Si el
conocimiento es perfecto no puede haber diferencia entre ROIC y WACC.

Por el contrario si se supone que la información en el mercado está dispersa y es asimétrica


entonces las decisiones implican incertidumbre y, por lo tanto, riesgo. Las diferencias entre ROIC
y WACC son “consecuencia” del conocimiento disperso y asimétrico. La incertidumbre implica
posibilidad de error en la toma de decisiones empresariales”.

Si el empresario se puede equivocar, y además el futuro es incierto ¿cuál es entonces la razón para
hacer proyecciones? ¿para qué molestarse con tantos cálculos y hojas de Excel, que igualmente
nunca darán en el blanco?

Corría el año 2009 y el rally Dakar Argentina-Chile lucía prometedor para Carlos Sainz. El piloto
español lideraba la competencia con más de 27 minutos de ventaja sobre su seguidor más
inmediato, y nos deleitaba con el vértigo de sus reflejos y el dominio impecable del Volkswagen
Touareg. Sin dudas, un deportista habilidoso, que conoce bien su oficio. De pronto las imágenes de
TV lo mostraron –en vivo- volando con su auto a través de un barranco de más de 4 metros, y
desplomándose después en la arena del desierto. A salvo, pero con su auto destrozado y ya fuera de
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la competencia, el piloto explicó que se trató de un error en el mapa de ruta (Costas, 2009, p. 1). Al
igual que quien emprende un negocio, un piloto sabe que las herramientas de navegación –aún las
más sofisticadas- pueden fallar. Por un error humano o porque el mundo cambia, sin avisarnos. El
más preciso de los mapas es una foto en un único momento del tiempo: los vientos pueden mover
las dunas y convertirlo en obsoleto rápidamente. Tanto un piloto como un emprendedor saben que
el ser humano comete errores, y que el futuro trae cambios que no siempre es posible anticipar. Sin
embargo ¡la forma de enfrentar estos problemas no puede ser la ausencia de toda planeación! Por
el contrario, es vital una proyección dinámica, actual, basada en buenas teorías económicas e
iluminada con la perspicacia empresarial. En el caso de Sainz, ¿le aconsejaría usted que, dado que
un mapa puede tener errores, entonces no use ningún mapa?

El emprendedor es necesariamente una persona creativa, que rompe moldes y confía en sus
instintos. Por eso muchas veces piensa que no necesita mapas, que con su intuición le alcanza. Es
también alguien determinado y hasta un poco testarudo. Así lo era, por ejemplo, Henry Ford. En
algún sentido, quien descubre una oportunidad de negocios no piensa igual que el resto del mundo,
y por eso necesita creer en su idea y perseverar en ella. El emprendedor encuentra algo que otras
personas no ven: no se sienta usted extraño si en este camino es un poco incomprendido. Cuando
Henry Ford trabajaba incesantemente en su garage, los vecinos no lo llamaban “el genio que
revolucionará la industria automotriz y la producción en serie”, sino “el loco de la máquina”.

Esa determinación, positiva para iniciar proyectos, para resolver dificultades, para armar una
empresa de la nada, es peligrosa cuando se transforma en dogmatismo. ¿Le resultan conocidos esos
emprendedores que creen estar siempre en lo cierto, aunque no saben por qué? ¿Ha visto qué
capacidad tienen para “filtrar”, de la información que reciben, solamente aquella que les conviene
para confirmar sus ideas?

David Harper (1996) presenta una visión moderna y original sobre los emprendedores. Considera
que ellos, si bien están lejos de la certeza sobre el futuro, hacen algo más que simplemente adivinar.
Según Harper, los emprendedores actúan en base a hipótesis, del mismo modo que lo hace un
científico. Estas hipótesis son testeadas en el mercado; y algunas de ellas, falsadas. No son
suficientes la creatividad y la intuición: el emprendedor debe aplicar métodos de eliminación de
error. Así, el feedback del mercado se transforma en aprendizaje y en avance del conocimiento. En
esta concepción, el tipo de aprendizaje del emprendedor es crítico más que dogmático, dinámico

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más que estático, y deductivo más que inductivo. El conocimiento que posee es esencialmente
conjetural, y de allí la importancia del razonamiento crítico –como el del científico- para identificar
los puntos débiles en una teoría.

Harper sigue la idea popperiana de que el conocimiento –tanto el ordinario como el científico- crece
por la eliminación de la prueba y error, por aprender de nuestros errores. La principal diferencia
entre ellos es que, en el caso del conocimiento científico, la búsqueda de errores y contradicciones
es consciente y sistemática (Popper, 1976). Es decir que el emprendedor no debería conformarse
con creer que está en lo cierto “sin saber por qué”, sino buscar conscientemente saber por qué. Su
actitud no puede ser la de quien filtra la información que le conviene y descarta el resto, sino más
bien la actitud científica: humildad, escepticismo, apertura mental a nuevas respuestas (y a nuevas
preguntas).

El mercado tiene muchas de esas respuestas. Esta nueva idea de los emprendedores los hace
personas atentas al feedback del mercado. Ese dogmatismo que para Popper es incluso algo útil
(tenemos propensión a encontrar regularidades en todas partes, lo cual es en cierta forma necesario
para llegar a elaborar teorías) no debe cegarnos, de tal forma que nuestro conocimiento pueda
avanzar –aún cuando, en ocasiones, haya que falsar alguna de nuestras teorías.

Si usted llegó hasta aquí, y está considerando empezar un negocio, podemos decirle, en conclusión:
piense críticamente. Testee sus hipótesis. Actúe. Conviértase en el dueño del casino.

Secuencia para buscar la creación de valor


Las herramientas de este libro están ordenadas en una secuencia, centradas en la creación de valor
y pensadas para analizar un negocio -desde el punto de vista financiero- paso a paso. Las etapas que
sugerimos son las siguientes:

- Entender la historia: interpretar información financiera (capítulo 2)

- Anticipar el futuro: proyectar el flujo de caja que generará la empresa (capítulo 3)

- Considerar el valor del dinero en el tiempo (capítulo 4)

- Estudiar si el negocio podrá agregar valor sobre el capital (capítulo 5)

- Evaluar el riesgo (capítulo 6)


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- Eliminar los riesgos diversificables (capítulo 7)

- Monitorear qué otras alternativas tendrían en el mercado los accionistas (capítulo 8)

- Conocer la estructura de capital y sus costos (capítulo 9)

- Estudiar alternativas para financiar la empresa y aprovechar escudos fiscales (capítulo 10)

- Incorporar el cambio (capítulo 11)

- Identificar las opciones (capítulo 12)

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