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Preguntas:

1. ¿Qué es la filosofía? ¿Cuál es el objeto material y objeto formal de la filosofía? ¿Qué diferencia hay
entre el objeto material y el objeto de la filosofía con el de la ciencia?
2. ¿Cuál es el problema filosófico de los presocráticos? ¿Qué respuestas dieron Pitágoras, Heráclito y
Parménides?
3. ¿Cuál es la esencia del hombre para Sócrates? ¿Cómo se define la virtud? ¿En que consiste el método
socrático?
4. ¿Qué es el conocer para Platón? ¿Cómo se relacionan los grados del ser con los grados del conocer?
¿Qué es la dialéctica para Platón? Desarrollar la respuesta.
5. ¿Cuál es el fin supremo para el hombre? ¿En qué consiste? ¿Qué es la virtud? ¿Qué tipo de virtudes
hay según Aristóteles?
1) Según el autor, la Filosofía parece ser algo en lo que no existe acuerdo sobre nada, ni principios ni sobre
las conclusiones a las que llega. Existen muchas “definiciones” de la filosofía Esto sucede porque el
término no es unívoco sino análogo, es decir, se puede atribuir a distintas cosas conservando de alguna
manera el mismo sentido.
La filosofía es un saber universal, que abarca la totalidad de lo real, con orden y rigor lógico y sistemático.
Señala los principios del hacer y del obrar.
El filósofo no concentra su interés en la apariencia de las cosas, sino que busca ir más allá de la
manifestación externa para indagar su esencia; busca el por qué y el para qué de todo cuanto sea posible
pensar. Cuando filosofa, el hombre considera la realidad como un todo y con lo real, y sus interrogantes
no pueden ser planteados sin que al mismo tiempo considere su relación con Dios, el hombre y el mundo.
Esto implica una apertura al objeto bajo todos los aspectos posibles.
La palabra “filosofía” etimológicamente viene de dos voces griegas: philía (amor, amistad, inclinación) y
sophía. Según esto, philosophía quiere decir “amor a la sabiduría”. Este término surge en el siglo V a. C.
con Heródoto.
La filosofía es una forma de vida tal como la entendió Sócrates, para quien la filosofía se relaciona con la
verdad que permite el cuidado del alma y el conocimiento de sí mismo.
En la filosofía que asume un modo interrogativo se cuestionan conceptos o creencias, pero estos conceptos
o creencias no son privativos de un reservado núcleo de especialistas, sino que son los que comparten
generalmente los participantes de la vida diaria que tienen una educación superior y que los utilizan para
dar alguna respuesta a los problemas vitales que la ciencia no puede resolver.
Estos cuestionamientos son posibles toda vez que tomamos distancia de las suposiciones en las que hemos
confiado hasta ahora, sometiéndolas a un escrutinio crítico sistemático mediante las más fuertes objeciones
disponibles. Y esto no lo hacemos solamente con los pensamientos rivales, sino fundamentalmente con
los propios, volviéndolos vulnerables y susceptibles de cambios o mejoramientos.
La filosofía se apartó de su larga y fecunda tradición cuando dio más primacía al conocimiento del pensar
que al conocimiento de la realidad, haciendo del filósofo un ser que razona con autonomía y neutralidad
sobre un campo de conocimiento cada vez más limitado. La filosofía no es solamente conocimiento, sino
también una forma de vida.
La filosofía y la vida son un desafío cotidiano a ser cada vez mejores personas y a comprender mejor la
verdad que descubre nuestra inteligencia. La “visión del todo”, que constituye una nota esencial de la
filosofía, no impide filosofar sobre un ámbito determinado y particular de la realidad.
Podría decirse entonces que, el objeto material de la filosofía es la realidad del hombre y del mundo que
lo rodea, y respectivamente los interrogantes sobre estas categorías. Por otro lado, el objeto formal de la
filosofía es el conocimiento, cuidado y plenitud del alma.
2) El problema filosófico de los presocráticos era conocer el origen del cosmos, del mundo y del hombre. En
este sentido, se toman los aportes de tres filósofos de la naturaleza, los cuales explican dichos
interrogantes:
Pitágoras: fue el fundador de una comunidad filosófica, religiosa y política en Crotona hacia el 530.
El aporte filosófico de los pitagóricos consiste en considerar que el número es el principio de todas las
cosas. Con esto se pretende señalar un principio de orden que se refleja en el mundo, en la regularidad
observable del movimiento de los cuerpos celestes, por ejemplo. Sostenía que todo fenómeno natural
puede ser predecible matemáticamente.
Heráclito de Éfeso (540-460 a. C): se introduce con él la idea fundamental de un único mundo que
sigue por toda la eternidad el ritmo constante del nacer y del perecer, en un permanente devenir que
tiene su base en lo que ocurre en el plano sensible (día y noche, verano e invierno). Surge así el
problema de explicar el movimiento en los seres, para Heráclito es el devenir constante lo que
constituye el elemento originario del cosmos, poniendo en el “fuego que enciende y se apaga según
firmes medidas”. Según esto, la preocupación fundamental por el cambio del cosmos no se da
aisladamente de otros temas, como el de una justicia cósmica universal, por la que cada cosa ocupa un
lugar dentro de un orden en el que la tensión entre contrario (vivo/muerto; despierto/dormido) pone en
marcha el movimiento, sin que por ello no se dé simultáneamente una cierta permanencia armónica de
los opuestos que permite explicar el sentido de cada uno de ellos.
Parménides (560/470 a. C.): La intuición parmenídea se sintetiza en la fórmula que recibe de la Diosa
como una revelación divina: “el Ser es, el no-Ser no es; es imposible otro pensamiento”. Este principio
fue objeto de interpretaciones contradictorias en gran extremo. Sin embargo, lo que hay que rescatar
es el pensamiento originario y perenne hasta la actualidad, en el que solamente cabe pensar que el Ser,
sin mezcla de Nada, es lo unívocamente predicado en relación con los entes, es decir, lo único
inalterable e inmóvil, lo único eterno y subsistente. . Frente a él está el mundo de las apariencias
sensibles, en el cual Ser y no-Ser están mezclados y en perpetuo movimiento. De esta manera, la
verdadera realidad no es la que se orece a la percepción sensible como un conjunto de cosas que nacen,
se mueven y perecen, sino que la verdadera realidad es la del Ser, que está en una dimensión metafísica,
trascendiendo al mundo físico. Es a partir de Parménides que se realiza el hallazgo tan importante de
aquello que va a constituir el objeto mismo del pensar metafísico, esto es, “el ser en tanto ser”
(Aristóteles, Metaf., lib. IV, cap. 1).
¿Qué significa preguntarse por el Ser? Significa preguntar por aquello que hace evidente a cada uno
de los entes o cosas reales, sin que, por ello, el Ser se identifique en particular con algunos de ellos. Y
es por eso que no se lo puede definir, puesto que la definición sólo puede recaer sobre lo limitado,
mientras que el Ser hace referencia a un principio metafísico por el cual se explica que haya cosas, es
decir, diferentes clases de seres.
3) Jenofonte asegura que Sócrates afirmó que “he trabajado constantemente para hacer
mejores a los que me han tratado”. Esta “sabiduría” constituye un cierto modo de vida
superior, un cierto estilo ético que diferencia al filósofo y lo eleva por encima de las
banalidades del hombre común.
Esta misión de la filosofía como camino de purificación del alma no es otro que el de
conocerse a sí mismo, no en un mero sentido intelectual sino como una suerte de imperativo
moral que transforma a la filosofía en una forma de vida que excluye la hipocresía.
La filosofía, para Sócrates, es una tarea personal, pero al mismo tiempo es una búsqueda
común que supone la honestidad intelectual y la humildad. Es la búsqueda de la verdad que
perfecciona al hombre, y esta verdad tiene que ser alcanzada por la fuerza del diálogo. El
filósofo busca la verdad porque no la tiene, al menos de una forma que lo satisfaga
plenamente. Tal vez la mejor manifestación en Sócrates en que se aúnan la filosofía como
búsqueda de la verdad y como forma de vida.
Los naturalistas buscaban responder qué es la naturaleza y cuál es la realidad última de las
cosas; en cambio Sócrates trata de responder al siguiente problema: “¿Cuál es la
naturaleza y la realidad última del hombre?” “¿Cuál es la esencia del hombre?”. Llega a
una respuesta precisa e inequívoca: el hombre es su alma, puesto que su alma es
precisamente aquello que lo distingue de cualquier otra cosa. Sócrates entiende por alma
nuestra razón y la sede de nuestra actividad pensante y ética. En pocas palabras: el alma
es el yo consciente, es decir, la conciencia y la personalidad intelectual y moral.
Si el alma es la esencia del hombre, cuidar de sí mismo significa cuidar no el propio
cuerpo, sino la propia alma, y enseñar a los hombres el cuidado de la propia alma es la
tarea suprema del educador, que fue la tarea que Sócrates consideró haberse sido
encomendada por Dios.
La virtud: 1) Hay que señalar la poderosa carga sintética de la primera proposición. La
opinión común de los griegos antes de Sócrates consideraba las diversas virtudes como una
pluralidad (justicia, santidad, prudencia, sabiduría, son diferentes entre sí). Sócrates trata
de someter la vida humana y sus valores al dominio de la razón, puesto que para él la
naturaleza misma del hombre es su alma y las virtudes son aquello que perfecciona y
actualiza planamente la naturaleza del hombre se vuelve evidente que las virtudes resultan
ser una forma de ciencia y del conocimiento, dado que la ciencia y el conocimiento son
lo que perfecciona el alma y la razón.
El método de Sócrates se halla vinculado con su descubrimiento de la esencia del hombre
como psyche, porque aspiran de un modo completamente consciente a despojar el alma de
la ilusión del saber, logrando curarla, con objeto de convertirla en idónea para recibir la
verdad. Los fines del método socrático son de naturaleza ética y educativa.
El diálogo con Sócrates llevaba a un examen del alma y a un dar cuenta de la propia vida,
es decir, a un examen moral
Los sofistas asumían la soberbia del que todo lo sabe; Sócrates, al contrario, se colocaba
ante su interlocutor en situación del que no sabe y del que tiene que aprenderlo todo
La ironía es la característica peculiar de la dialéctica socrática y no sólo desde un punto de
vista formal, sino también desde una perspectiva substancial. Eb general “ironía” significa
“simulación”. En este caso indica juego bromista, múltiple y diverso, de las dicciones
estratagemas utilizadas por Sócrates para obligar a su interlocutor a dar razón de sí
mismo.
A veces en sus simulaciones irónicas Sócrates fingía adoptar como propios los métodos de
su interlocutor, sobre todo si éste era hombre culto y filósofo. A continuación se dedicaba
al juego de exagerarlos hasta sus límites, para después invertirlos con la lógica peculiar de
dichos métodos, de forma que se hiciese patente la contradicción.
La refutación constituía en cierto sentido la parte negativa del método, es decir, la fase
durante la cual Sócrates llevaba al interlocutor a reconocer su propia ignorancia. Obligaba
a definir el tema sobre el cual versaba la indagación, después profundizaba de distintas
maneras en la definición ofrecida, explicando y subrayando las carencias y las
contradicciones que implicaba, exhortaba a intentar una nueva definición y mediante el
mismo procedimiento la criticaba y refutaba, continuaba actuando de este modo hasta
llegar al momento en que el interlocutor se declaraba ignorante.
4) La gran novedad de la filosofía platónica respecto de las anteriores sobre la physis, consiste
en la búsqueda de un principio suprasensible, una dimensión suprafísica del ser, de la cual
depende todo lo que es físico y sensible.
El sol durante un eclipse indica la realidad sensible, la que resulta inferior comparada con
otra realidad a que se refieren de manera incompleta. Los ojos representan los sentidos,
mientras que la imagen reflejada en el agua, por la cual se capta el sol durante el eclipse,
significa los razonamientos que resultan mucho más certeros que las sensaciones.
Platón expone que gracias a los sentidos constatamos la existencia de cosas iguales,
mayores o menores, cuadradas o circulares. Mediante una atenta reflexión, sin embargo,
descubrimos que los datos que nos ofrece la experiencia jamás se ajustan de un modo exacto
a las nociones correspondientes que, no obstante, poseemos de manera indiscutible.
Ninguna cosa sensible es perfecta y absolutamente y sin embargo nosotros poseemos estas
nociones de igualdad, de cuadrado, y de círculos absolutamente perfectos.
Platón insiste en el mismo razonamiento a propósito de las nociones estéticas y éticas
(hermoso, justo, bueno, etc.) que no pueden explicarse más que como una posesión
originaria sensorial, pura y de nuestra alma, es decir, como reminiscencia. Esta supone,
de modo estructural, una impronta que la idea deja en el alma, una originaria visión
metafísica del mundo ideal que permanezca siempre, aunque velada, en el alma de cada
uno de nosotros. En síntesis: APRENDER ES RECORDAR.
Las ideas son realidades objetivas absolutas que se imponen como objeto de la mente.
Puesto que la mente a través de la reminiscencia capta las idea pero no las produce, ya que
las capta con independencia de la experiencia.
La anamnesis explica la raíz del conocimiento, porque explica que el conocer se hace
posible en la medida en que tenemos en nuestra alma una intuición originaria de lo
verdadero. Se deben determinar posteriormente las fases y los modos específicos del
conocer. En la República, Platón parte desde el principio según el cual el conocimiento es
proporcional al ser, de modo que sólo lo que es máximamente ser resulta perfectamente
cognoscible, mientras que el no-ser es absolutamente incognoscible. Existe una realidad
intermedia entre el ser y el no-ser, porque está sujeto al devenir. Platón concluye que existe
un conocimiento intermedio entre ciencia e ignorancia, un conocimiento que no es
conocimiento propiamente dicho y que se llama “opinión” (doxa), la cual casi siempre es
falaz, puede ser correcta, pero jamás poseer en su interior la garantía de la propia
corrección. Según afirma Platón, en el Menón, para otorgar un fundamento a la opinión
sería preciso vincularla con el conocimiento causal, es decir, consolidarla mediante el
conocimiento de la causa (de la idea). Entonces, sin embargo, dejaría de ser una opinión
y se transformaría en ciencia o episteme.
Especifica más aún Platón que tanto la doxa como la episteme poseen dos grados
distintos. La opinión se divide en la mera imaginación y creencia, mientras que la ciencia
se divide en conocimiento medio y en pura intelección. De acuerdo con este principio, cada
grado y forma de conocimiento posee una forma y un grado correspondientes de realidad
y de ser. La imaginación y la creencia se corresponden con dos grados de lo sensible; el
conocimiento medio y la pura intelección hacen referencia a dos grados de lo inteligible o
dos modos de captar lo inteligible.
La dialéctica
Los hombres comunes se detienen en los dos grados primeros de la primera forma de
conocer, en el opinar. Los matemáticos se elevan hasta el conocimiento medio y sólo el
filósofo accede a la pura intelección. El intelecto, dejando de lado las sensaciones captan
las ideas puras y sus nexos positivos y negativos, es decir, todos sus vínculos de
implicación, elevándose de idea en idea hasta llegar a captar la Idea suprema, lo
Incondicionado. Este procedimiento mediante el cual el intelecto avanza de idea en idea,
constituye la dialéctica y por ello el filósofo es dialéctico.
Existe una dialéctica ascendente, que es aquella que libera de los sentidos y lo sensible,
lleva hasta las ideas y más tarde de idea en idea, hasta la suprema. Y habrá también una
dialéctica descendente que recorre el camino opuesto: parte de la Idea suprema y avanzando
por la división de ideas particulares contenidas en las generales llega a determinar cuál es
el lugar que una idea en particular ocupa dentro de la estructura jerárquica del mundo ideal.
La dialéctica constituye la captación, basada en la intuición intelectual, del mundo ideal,
de su estructura y del lugar que cada idea ocupa en dicha estructura, en relación con las
demás.
5) Todas las acciones humanas tienden hacia fines, que constituyen bienes. El conjunto de
las acciones humanas y de los fines particulares a los que tienden éstas se hallan
subordinados a un fin último, que es el bien supremo, que todos los hombres coinciden en
llamar “felicidad”.
¿Qué es la felicidad? A) Para la mayoría consisten en el placer y el gozo, sin embargo una
vida que se agota en el placer es una vida de esclavos, o digna de los animales; B) Para
algunos es el honor. No obstante, el honor es algo extrínseco que en gran medida depende
de quien lo confiere; C) Para otros, la felicidad reside en acumular riquezas. Pero ésta,
según Aristóteles, es la más absurda porque la riqueza sólo es un medio para conseguir
otras cosas.
El bien supremo que puede realizar el hombre, y por tanto la felicidad, consiste en
perfeccionarse en cuanto hombre, es decir, en aquella actividad que distingue al hombre de
todas las demás cosas. No puede consistir en un simple vivir. El hombre que vive bien,
debe vivir de acuerdo a la razón, siempre.
Aristóteles proclama que los valores del alma son los valores supremos, si bien, con su
acusado sentido realista, reconoce una utilidad incluso a los bienes materiales en cantidad
necesaria. Éstos, aunque con su presencia no están en disposición de dar la felicidad, puede
comprometerla en parte con su ausencia.
Aristóteles denomina “virtud dianoética” a la perfección del alma racional en cuanto tal. El
alma racional posee dos aspectos, según se dirija a las cosas cambiantes de la vida del
hombre o las realidades inmutables y necesarias, las verdades y los principios supremos.
En consecuencia, las virtudes dianoéticas serán fundamentalmente dos: la prudencia, que
consiste en dirigir bien la vida del hombre, esto es, deliberar con corrección acerca de lo
que es el bien o el mal para el hombre; y la sabiduría, que es el conocimiento de aquellas
realidades que están por encima del hombre: la ciencia teórica y de un modo especial, la
metafísica. Precisamente en el ejercicio de esta última virtud, que constituye la perfección
de la actividad contemplativa, el hombre alcanza la máxima felicidad y llega a rozar lo
divino.

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