Venezuela esta abriendo un nuevo periodo de su historia que podría
conducirla hacia su definitivo desarrollo sustentable. Por supuesto,
dependerá de aquellos hombres y mujeres que estén completamente convencidos de que al país hay que llevarlo por el sendero de la economía liberal de mercado. Es hora de que se echen a un lado los grupos políticos y económicos que solo hacen de Venezuela su gran negocio. Su voracidad es incompatible con el nuevo país del primer mundo que deseamos construir. A lo largo de nuestra historia democrática -y ahora en la Venezuela chavista-, se han adherido como sanguijuelas, grupos económicos que han vivido de la teta del gobierno de turno y han manipulado la economía a su antojo en combinación con políticos mercaderes que en gran medida, son los principales responsables de la hecatombe y caos económico actual. Por supuesto, esta orgía no hubiese sido posible sin la participación de algunos países que pretenden hacer de Venezuela su sustento económico. El gobierno de Cuba pretende introducirnos en un modelo económico y social que busca reivindicar a este a como dé lugar para así justificar su existencia hasta ahora. La “revolución cubana” ha sido durante casi sesenta años el gran negocio para la casta gobernante que llego al poder en 1959. “La revolución bolivariana” también lo es para la claque que asalto el poder en Venezuela desde 1998. Los venezolanos merecen ser respetados. Han sido sometidos a la más grande humillación en su historia como nación por filibusteros que vieron en los partidos políticos -de antes y de ahora- la vía para hacer negocios y son los mismos que estimulan a diario la inflación que nos agobia. Son corsarios sin escrúpulos ni recato alguno. Es el momento de echarlos a patadas por la puerta trasera de la historia. Hay que iniciar la edificación de una economía liberal de mercado que permita su sustentabilidad y la generación de riqueza para elevar la calidad de vida de los venezolanos. El estado, debe garantizar a través del gobierno de turno, el buen desarrollo de servicios fundamentales como la educación, salud, transporte, bibliotecas y, al igual que en aquellos países con economías fuertes, vigilar el cumplimiento de las leyes en todos los ámbitos, desde lo judicial hasta lo económico. Esta debe ser su función principal. Los ingresos para sostener estos servicios deben venir de los impuestos e ingresos por venta de petróleo y otros rubros que deberán ser administrados de manera mixta por gerencia publica y privada.