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b) Cambios relevantes en el Código Civil y Comercial de la Nación respecto del Código civil
En cuanto a los cambios más relevantes respecto del Código Civil, podemos señalar los requisitos que deben
acreditarse para que el error sea causa de la nulidad del acto. En los supuestos de error esencial, se incorpora el
error en la causa final en sentido subjetivo. Se agrega el error de cálculo, la subsistencia del acto y el error en la
declaración.
Se elimina la clasificación de error de hecho esencial y error de hecho accidental. El primer caso de error
accidental contemplado en el art. 928 del Código Civil en cuanto a la calidad accidental de la cosa, o sobre
algún accesorio de ella, que no invalidaban el acto, salvo que hubiese sido expresamente garantizada por la otra
parte; ahora, de acuerdo a la redacción del inc. c) del art. 267, la cualidad debe ser sustancial según la
apreciación común o las circunstancias del caso. Por lo que, no acreditada la exigencia requerida, no se
configura error y no se afecta la validez del acto, por lo que no parece necesario incluir un artículo que
contemple el primer caso de error accidental previsto en el art. 928 del Código Civil. Respecto de los otros
supuestos de error accidental que regulaba el Código Civil en el art. 928, ya la doctrina había entendido que
cuando el error proviene de dolo de la parte o de un tercero, el vicio invalidante era el dolo y no el error. En
cuanto a la calidad de la cosa o lo accesorio a ella, que tuviese el carácter expreso de una condición, también se
entendió que no había error sino incumplimiento de la condición y, consecuentemente, el acto puede resolverse
por cuanto en el acto celebrado no se da lo que por lo menos una de las partes tuvo en miras al contratar (6). Por
estas razones entendemos que no se consideró absolutamente necesario incluir una norma referida al llamado
error accidental. En el caso de que se invoque error y no se encuentre comprendido en ninguno de los supuestos
previstos en el art. 267, por interpretación a contrario sensu, se trataría de error accidental y no provocaría la
nulidad del acto.
En este aporte, la propuesta no es realizar un análisis exhaustivo de las normas sobre el error de hecho como
vicio de la voluntad jurídica, sino sólo dar cuenta de los cambios más relevantes respecto de Código Civil.
1. — Requisitos para que el error de hecho sea causa de nulidad del acto
El art. 265 prescribe: "El error de hecho esencial vicia la voluntad y causa la nulidad del acto. Si el acto es
bilateral o unilateral recepticio, el error debe, además, ser reconocible por el destinatario para causar la nulidad".
Conforme a esta disposición, se exige que el error: a) sea esencial y b) que en los actos bilaterales o unilateral
recepticio sea reconocible por el destinatario de la declaración.
En cuanto al primer requisito, se sigue el sistema del Código Civil, que en los arts. 924 a 927 establecía
sobre qué elementos o datos de hecho puede recaer el error para ser esencial y acarrear la nulidad. El cambio
importante se produce en el segundo requisito. El Código Civil exigía, para invocar la nulidad del acto, que el
error revistiera el carácter de esencial y que fuese excusable para el que había incurrido en su propio error, o
sea, debía aportar pruebas —que luego el juez valoraba, por eso el acto era anulable— de que el error no
provenía de su propia negligencia, que había tenido razón o motivos para errar (art. 929).
En cambio, ahora el art. 265 traslada el esquema de la excusabilidad —para tutela de la confianza— del que
yerra hacia el destinatario de la declaración; se requiere, por ello, la reconocibilidad (art. 1428 del Código Civil
italiano) (7). Nos informa Prieto Molinero que "El derecho comparado nos revela al menos tres clases de
sistemas, al respecto: aquellos que exigen el carácter excusable del error (Francia), los que no lo requieren
(aunque admiten la indemnización del acto anulado inexcusablemente) (Alemania), y los que demandan que el
error sea 'reconocible' (Italia). En este sentido, los arts. 265 y 266 importan un cambio radical del sistema
vigente hasta ahora, dado que ha pasado a adoptarse el del Código Civil italiano de 1942"(8).
La excusabilidad y la reconocibilidad son dos requisitos distintos. Mientras que el primero apunta a una
valoración de la conducta del sujeto que incurre en error, a las diligencias que debe poner y tener un cuenta en el
acto que pretende realizar, la reconocibilidad se refiere a la posibilidad de que el error pueda ser conocido por el
destinatario de la declaración, y se valora esta posibilidad de reconocer el error del otro examinando con criterio
objetivo la situación en que se encuentra el destinatario de la declaración. El art. 266 del Código Civil y
Comercial brinda pautas para apreciar cuándo el error es reconocible por el destinatario.
Si bien la fuente del art. 265 es el Código Civil italiano, admitir la reconocibilidad del error de hecho fue
motivo de análisis en la doctrina nacional, jurisprudencia y jornadas de derecho civil (9). El art. 265 traslada el
esquema de la excusabilidad —para tutela de la confianza— del que yerra, requiriendo la reconocibilidad del
destinatario de la declaración, si bien en algunas disposiciones se retorna al sistema del Código Civil, exigiendo
que el error sea esencial y excusable. Se trata de determinados actos donde la protección del tráfico jurídico no
está en juego, como sucede en los actos de naturaleza patrimonial. En este sentido, el art. 427 establece que la
buena fe en la celebración del matrimonio consiste en la ignorancia o error de hecho excusable y contemporáneo
a la celebración del matrimonio... y el art. 1918, referido a la posesión y tenencia, establece que la buena fe del
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sujeto de la relación de poder es si no conoce ni puede conocer que carece de derecho, cuando por error de
hecho esencial y excusable está persuadido de su legitimidad. También en materia de testamento, el art. 2467
establece los supuestos de nulidad del testamento y de disposiciones testamentarias; en el inc. f) se expresa que
es nulo por haber sido otorgado con error, dolo o violencia. En este último caso, lo que interesa es establecer la
auténtica voluntad del testador, que es prioritario al requisito de la reconocibilidad por parte del beneficiario; no
hay en el caso del testamento una paridad de intereses, sino que el interés principal es desentrañar la voluntad
del testador.
Prueba: Respecto de a quién corresponde probar los dos requisitos exigidos, entiendo que quien invoca su
propio error debe probar que él es esencial, o sea que se encuentra comprendido en algo de los supuestos del art.
267 y que el otro (el que recibe la declaración) tuvo razones (conforme a las pautas del art. 266) para conocer, o
darse cuenta, que el que la emite se estaba equivocando. Lo más razonable es que quien pretenda la nulidad de
un acto invocando su propio error demuestre no sólo que él es esencial, sino que, por la situación en que se
encontraba, el destinatario de la declaración errada pudo conocer o darse cuenta de ella; en tanto que el
destinatario, si pretende mantener la validez del acto, deberá acreditar que tuvo razones para no conocer o no
darse cuenta del error en que incurría el declarante (o sea, que no fue reconocible). Lo contrario se presenta
incoherente, o sea, exigir al que recibe la declaración que pruebe que pudo reconocerlo sería pedirle que alegue
su propia torpeza. Ahora, si se trata de actos unilaterales (de última voluntad o personalísimos), sólo se evalúa el
carácter de esencial del error y no la reconocibilidad.
En cuanto la consecuencia del acto viciado por error, si se prueba que es esencial y reconocible, es la
nulidad y el efecto de ésta entre partes es volver las cosas al mismo estado en que se hallaban antes del acto
declarado nulo y obliga a las partes a restituirse mutuamente lo que han recibido (art. 390, Código Civil y
Comercial). La nulidad que afecta al acto es relativa, conforme al criterio de distinción que establece el art. 386.
El requisito de la reconocibilidad del error por el destinatario se exige en los actos bilaterales, ya que en
dichos actos el destinatario tiene un interés distinto respecto del que emite la declaración. En cuanto a los
unilaterales recepticios, se considera que son aquellas declaraciones de voluntad que se emiten a una persona a
quien afecta, o sea, a quien es destinataria de esa declaración. El destinatario está determinado, pues debe tomar
conocimiento, la finalidad de la declaración es que llegue a él y la conozca. Si bien son actos unilaterales en el
sentido de que sólo se requiere para su formación una sola parte (que puede estar conformada por una o más
voluntades), para que el acto produzca sus efectos es necesario que la otra parte tome conocimiento. El requisito
de la reconocibilidad del error por parte del destinatario se explica porque es una declaración que lo afecta, más
allá de si lo obliga.
Reflexionando sobre este giro en cuanto al requisito de la reconocibilidad por parte del destinatario de la
declaración, el argumento más fuerte es que en el sistema del Código Civil dependía exclusivamente de la parte
que invocaba su propio yerro, lo que debilitaba el negocio, sin tomar en cuenta la confianza que depositó la otra
parte al recibir la declaración, que puede sorprenderse ante un pedido y declaración de nulidad de un acto
invocando error esencial y acreditando que tuvo razón para errar. Esta consideración unida al cambio en la
teoría negocial que cada vez se afirma más en la protección de la confianza, la buena fe y el principio que los
actos se realizan para que cumplan los efectos que están destinados a producir, como también la importancia
que adquirió el deber de información —sobre todo en el ámbito del "consumo" y también en actos
extrapatrimoniales como el "consentimiento informado"—, son las que se tuvieron en cuenta para conciliar
ambos intereses de las partes. Se trata de una nueva distribución de los riesgos en la fase de formación del
consentimiento. Ahora bien, una cuestión que, a mi entender, es motivo de cierta reflexión es la siguiente: si el
destinatario pudo conocer o advierte el error del declarante y no obstante nada dice y celebra el acto, es una
situación similar a la "omisión dolosa" contemplada en el art. 271. La diferencia radicaría en que en el supuesto
de error, no probada la reconocibilidad, el acto es válido; mientras que en el supuesto de dolo, probada la
omisión dolosa, es causal de nulidad del acto; o sea, es un problema de "no probar la reconocibilidad" en el
error y de "probar la omisión" en el dolo. Pero pensando en la protección de la confianza para adoptar el sistema
de la reconocibilidad del error, lo que se quiere no es eliminar una debida diligencia por parte de quien emite la
declaración, pero ahora no se evaluará su comportamiento, sino la conducta del receptor que recibe la
declaración errada.
El art. 266 establece el criterio para valorar la reconocibilidad del error. En este sentido, se trata de pautas
concretas: naturaleza del acto y circunstancias de persona, tiempo y lugar y en base a ellas se valorará si el
destinatario de la declaración pudo reconocer el error poniendo la diligencia y atención que el acto requiere o,
en caso contrario, si actuó con una total negligencia y omitió tomar los recaudos que cualquier persona hubiese
hecho en esa situación. La omisión de diligencias es una conducta reprochable como culposa, o sea, el error
proviene de la propia culpa del destinatario. Las pautas que establece este art. 266 se valoran con criterio
autónomo, porque en los otros casos de error esencial contemplados en este art. 267, tal la cualidad sustancial y
la persona, en los cuales esa cualidad o las calidades de la persona son —en definitiva— el móvil determinante
de la voluntad; pero en este inciso d) puede darse un error en los motivos personales en los cuales la parte
realiza el acto sólo motivada por un móvil que determina su voluntad, sin tener en cuenta la calidad de la cosa o
cualidades de la persona, tal el caso del ejemplo que proporciona Cifuentes: el de una persona que conviene una
pensión para su hermano, convencido de que éste estaba en precario estado de salud, lo que le impedía ganarse
la vida, cuando en realidad estaba sano y en condiciones de trabajar. Esa equivocación en el móvil determinante,
pero que se hizo conocer a la otra parte, es lo que se llama error en la causa móvil del acto, pues, sin la falsa
noción sobre la salud del hermano, no hubiera convenido la pensión.
El último caso de error esencial previsto en el art. 267 es el que recae sobre la persona con la cual se celebró
o a la cual se refiere el acto, si ella fue determinante para su celebración. Se superan los distintos criterios
sostenidos en doctrina respecto del alcance del art. 925 del Código Civil derogado. En efecto, el inc. e, art. 267,
exige que la persona con la cual se celebró o a la cual se refiere el acto haya sido determinante para su
celebración. En el mismo sentido, el art. 629, inc. 5 (Proyecto 1993, PEN) y el art. 316, inc. c (Proyecto 1998)
establecían que la persona haya sido esencial para la celebración del acto. Respecto del ámbito de aplicación,
puede recaer sobre: a) identidad física. Hay casos en los cuales la identidad física no es relevante, por ejemplo:
en las ventas y compras de contado y con cumplimiento inmediato de la prestación, la equivocación sobre la
identidad física del vendedor o comprador no son relevantes (11). En general, el error sobre la identidad de la
persona recae en los actos intuitae personae (onerosos o gratuitos, entre vivos o mortis causa y también en el
campo del derecho de familia —art. 409, inc. a—). En cuanto al error sobre el nombre de la persona, si no se
traduce en un error de identidad, es irrelevante y no afecta la validez del acto. b) cualidades de la persona: la
equivocación no es sobre su identidad física, sino sobre ciertas calidades que reúne la persona con la cual se
pretende realizar el acto y que ellas resultan determinantes para su celebración, tales como: profesión,
habilidades técnicas, aptitudes artísticas, en algunos actos es importante el estado civil o la solvencia
económica. La valoración de las cualidades se realiza en cada caso concreto teniendo en cuenta que su
influencia haya sido determinante para la celebración del acto y a su vez su reconocibilidad por el destinatario
de la declaración. c) En cuanto a los actos. El error sobre la persona puede afectar actos entre vivos o mortis
causa a título gratuito, actos a título oneroso, por ejemplo, un acto donde la cualidad técnica, artística o
profesión puede ser determinante; asimismo, a los actos jurídicos familiares, por ejemplo: error acerca de las
cualidades personales del otro contrayente en el matrimonio, si se prueba que quien lo sufrió no habría
consentido el matrimonio si hubiera conocido ese estado de cosas y apreciado razonablemente la unión que
contraía (art. 409, inc. b, Código Civil y Comercial).
Respecto del carácter que revisten los supuestos previstos en el art. 267, entiendo que la regla es partir de la
validez de los actos; por lo tanto, todos los casos que conducen a la ineficacia son excepciones y, como tales, no
pueden extenderse a casos no especialmente reglados por el legislador, en este sentido revestirían carácter
taxativo (12).
3. — Error de cálculo
El art. 268 contempla el error de cálculo que no da lugar a la nulidad del acto, sino solamente a su
rectificación, excepto que sea determinante del consentimiento. Se trata del error llamado de pluma, de cálculo
aritmético, que no afecta el acuerdo de voluntad, ya que las partes acordaron la suma y el error se desliza en la
consignación de esa suma y por ello es rectificable. No es un caso de error que afecta de manera determinante la
declaración, pues, si así fuera, el supuesto quedaría comprendido en el art. 270 del Código Civil y Comercial. Y
si afecta la cantidad o el cálculo que hubieran sido determinantes del consentimiento, quedaría comprendido en
el supuesto del art. 267, inc. b. O sea, si bien se trata de un error en la declaración, es salvable y rectificable,
podríamos decir que se trata de un error material involuntario.
4. — Subsistencia del acto
El art. 269 consagra la regla según la cual los actos jurídicos se celebran para cumplir los efectos queridos y
buscados por las partes y protegidos por la ley. Para ello se requieren dos cosas: a) voluntad sana (tanto en sus
elementos internos, como en la declaración), y b) que encuentre protección legal, o sea que esa voluntad se
encamine y encuadre en las disposiciones jurídicas que constituyen el marco regulatorio del acto que se
pretende celebrar. Por lo tanto, la regla es que el acto subsista y goce de validez, mientras que la excepción es su
nulidad.
El art. 269 no establece una facultad que puede o no ejercer quien está incurso en error, en este sentido,
demandar su nulidad o aceptar el cumplimiento del acto propuesto por la otra parte de la manera que él lo
entendió; no autoriza una opción sino una obligación de no solicitar la nulidad si la otra parte ofrece ejecutarlo
con las modalidades y el contenido que aquélla entendió celebrar. Nos parece razonable esta postura que se
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inclina por mantener la validez del acto, ya que la parte que incurrió en error y entendió celebrar un acto con
determinadas modalidades y contenido, ningún perjuicio sufre si la otra parte ofrece ejecutarlo tal como la parte
incursa en error entendió, a la postre el acto cumplirá los efectos que el entendió y quiso.
5. — Error en la declaración
El art. 270 dispone que "Las disposiciones de los artículos anteriores son aplicables al error en la declaración
de voluntad y en su transmisión". Esta disposición pone fin al debate acerca de si el error en la declaración
estaba o no contemplado en el Código Civil derogado.
Conceptualmente puede diferenciarse del error vicio o error propio, como algunos lo llaman, porque este
error vicio, como expresa Brebbia, se configura al formarse la voluntad del agente, perturbando el itervoluntatis,
en virtud de producir una inexacta representación de la realidad. En el otro supuesto, el error recae en la
declaración o bien, en la transmisión de la declaración a través de otra persona o medio. El sujeto, en este caso,
por distracción, por apresuramiento o inadvertencia, formula una declaración (o manifestación) de voluntad que
no quería realizar (13). O sea en un supuesto recae sobre el elemento interno (yerro propio sobre la intención que
lo lleva a una falsa representación de algunos de los supuestos del acto), por ejemplo, confundir el comodato
con la locación, creer que el bien que adquiere es una pintura auténtica y por eso paga el importe indicado. En el
otro supuesto recae sobre el elemento externo, también yerro propio, pero sobre la declaración, aquí no
confunde comodato con locación, sino que se dice comodato en lugar de locación, o sabe que la pintura que
adquiere es una copia, pero por apresuramiento paga el importe como si se tratara de un original. Ambos
elementos de la voluntad integran el acto, y el error como vicio de esa voluntad integral puede recaer sobre uno
u otro y se configuran de manera distinta.
El art. 270 expresamente dispone que los artículos anteriores son aplicables al error en la declaración de
voluntad y en su transmisión. Descartado el error de cálculo (art. 268), que no da lugar a la nulidad, sino
solamente a su rectificación, el error en la declaración puede recaer sobre cualquiera de los supuestos previstos
en el art. 267 y debe reunir los requisitos de ser: esencial y reconocible por el destinatario de la declaración en
los actos bilaterales o unilaterales recepticios. El error en la declaración puede provenir del sujeto que celebra el
acto o de quien transmite la declaración. El Proyecto de 1993, art. 632 (PEN) establecía que el error puede
provenir del sujeto que celebra el acto o de la inexacta transmisión de ella hecha por intermediario, y el
Proyecto de 1998, art. 319, que puede provenir del sujeto que celebra el acto o de la inexacta transmisión de ella
hecha por el nuncio. Ahora el art. 270 no distingue, por lo que el error en la declaración entendemos que puede
provenir del sujeto que celebra el acto, de un intermediario o de nuncio.
En cuanto a los efectos, el art. 270 expresa que se aplican las disposiciones anteriores, referidas al error
esencial, por lo tanto se aplica lo dispuesto en el art. 265, o sea, es causal de nulidad en los mismos términos que
para el error que vicia el elemento interno de la voluntad.
IV. CONCLUSIONES
Entre las diferencias más relevantes entre el error de hecho legislado en el Código Civil derogado y el
Código Civil y Comercial, se pueden señalar las siguientes: 1. Un cambio sustancial en uno de los requisitos
para invocar la nulidad del acto, esto es: el error de hecho debe ser esencial y en los actos bilaterales y
unilaterales recepticios ser reconocible por el destinatario de la declaración. 2. Se contempla el error en los
motivos personales relevantes que hayan sido incorporados expresa o tácitamente (error en la causa final en
sentido subjetivo). 3. El error de cálculo no es motivo de nulidad, sino de rectificación. 4. Se mantiene la
subsistencia del acto si la parte afectada por el error ofrece ejecutarlo con las modalidades y el contenido que la
otra parte —la que incurre en error— entendió celebrarlo. 5. Se incorpora el error en la declaración de voluntad
y en su transmisión.
V. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Benavente, María I., en Lorenzetti, Ricardo L. (dir.), "Código Civil y Comercial de la Nación. Comentado",
t. II, arts. 257 a 445, Ed. Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2015.
Brebbia, Roberto H., "Hechos y actos jurídicos. Comentario de los artículos 896 a 943 del Código Civil.
Doctrina y jurisprudencia", t. I, Ed. Astrea, Buenos Aires, 1979.
Bueres, Alberto J. (dir.) y Highton, Elena I. (coord.), "Código Civil y normas complementarias. Análisis
doctrinal y jurisprudencial", t. 2-B, 3ª reimp., Ed. Hammurabi, Buenos Aires, 2008.
Cifuentes, Santos, "Elementos del derecho civil. Parte general", 4ª ed. actualizada y ampliada, Ed. Astrea,
Buenos Aires, 1995.
"Fundamentos del Anteproyecto de Código Civil y Comercial de la Nación", en "Código Civil y Comercial
Voces:
ACTO JURIDICO ~ VICIO DEL ACTO JURIDICO ~ ERROR ~ UNIFICACION CIVIL Y
COMERCIAL ~ CODIGO CIVIL Y COMERCIAL DE LA NACION ~ ERROR DE HECHO