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Ficciones corporales: las tiranías de una belleza imposible

María Inés Landa1


Cualquier ciudad del mundo, no importa en que punto del planeta que ésta se
encuentre, presenta una constante, que hoy nos interesa problematizar: la presencia
inmanente de cuerpos perfectos, sonrisas en rostros inmaculados y promesas de
felicidad. Millones de mujeres y hombres (si es que con estas dos categorías se saturan
nuestras posibilidades corporales) se ven sometidos al incesante bombardeo de
imágenes que dictaminan como deben ser nuestros cuerpos, tras el aparato publicitario
de algún producto de belleza.
Desde cremas antiarrugas, pasando por los gimnasios, hasta las cirugías
estéticas, se presentan como soluciones a todos nuestros problemas. Ser joven, “estar en
forma”, y tener un cuerpo tonificado y armónico se han convertido en los en atributos
corporales deseables en estos escenarios urbanos. No hay excusas, para enfermarse,
tener sobrepeso, o envejecer. Es una cuestión de voluntad, de querer estar bien: es
nuestra responsabilidad y todos estos dispositivos están a nuestro alcance (si podemos
costearlos) para ayudarnos a conquistar nuestros objetivos.
Y si por si acaso ¿Somos felices con sobrepeso? ¿Si nos gusta contemplar el
paso del tiempo en las líneas de expresión que circundan los ojos de nuestra/o
compañera/o? ¿Si nos sentimos queridas/os aún cuando reconocemos nuestras partes
corporales con celulitis? Nuevamente, una proliferación de imágenes mediáticas (basta
con prender el televisor, hojear una revista, o detenerse a mirar los carteles publicitarios
en una calle céntrica) nos recuerdan, que hay una carencia. Que algo está mal con
nosotros, que no puede ser suficiente, que podemos mejorar, y recién entonces
habremos conquistado el paraíso de la felicidad.
Confundidos, en medio de los discursos normativos del fitness y las
virtualizaciones dictatoriales de la moda, nos sentimos el anverso total de esas
imágenes, muchos acostumbrados, otras/os (y no somos pocos) desafiados a parecernos
a los modelos de belleza impuestos por estas gramáticas corporales. ¿Cuánto estamos

El presente escrito se ha realizado gracias al apoyo del Programa AlBan, Programa de Becas de Alto
Nivel de la Unión Europea para América Latina, beca nº E07M402096AR.
1
Profesora Universitaria en Educación Física (UNLP). Becaria CONICET (CEA-UNC) y ALBAN.
Maestranda en Sociología (UNC-CEA), en Educación Corporal (UNLP) y en Literatura Comparada y
Estudios Culturales (UAB). Doctoranda en Ciencias Sociales (UBA). Miembro del Grupo de Estudios en
Educación Corporal del Centro Interdisciplinario de Metodología en Ciencias Sociales (GEEC-CIMeCS-
UNLP) e Investigadora en el Proyecto Conflictos Culturales, diversidad, y desigualdad en la cultura
argentina contemporánea (SECYT - UNCA). landa.mi@gmail.com
dispuestos a consumir (de nuestros cuerpos <calorías, energía> ) para tener el peso
“ideal”? ¿Cuál es el límite de potes de crema que puedo comprar, para que los pliegues
del tiempo desaparezcan de mi rostro? ¿Hasta donde y cuantas veces puede penetrar el
bisturí en los contornos de mi cuerpo para conseguir una figura perfecta? Ficciones que
regulan nuestras percepciones sobre “el deber ser” de los cuerpos: ideales imposibles.
Ahora bien, la contracara de estas narrativas, el reverso de este juego de infinitos
reflejos, son los relatos cargados de sufrimiento de los cuerpos opacos, los cuales se
exteriorizan bajo la forma de: bulimia, anorexia, adicciones a la actividad física,
obsesiones por la delgadez, insatisfacción constante con el propio cuerpo, entre otras.
¿Es que somos dueños de nuestros cuerpos? ¿Hasta donde podemos decidir sobre ellos?
¿Qué de nosotros, de nuestros cuerpos, escapa a nuestro control y el de los otros?
¿Cómo nos relacionamos con el propio cuerpo?
En primer lugar, para siquiera aproximarnos a responder a las preguntas del
párrafo anterior, tenemos que poder precisar: ¿qué queremos decir cuando decimos
cuerpo? Y antes de emitir nuestra perspectiva2, queremos aclarar, que “la nuestra” es tan
solo una lectura posible. Por ende, incompleta, cuestionable, sometida a revisiones
constantes. Pues, si existe una certeza en torno al cuerpo, es que éste se erige como
incerteza. Por que, no hay un saber que pueda dar cuenta sobre todo lo que “cuerpo”,
como significante, (nos) representa. Más bien, lo que tenemos son enfoques, modelos,
tendencias, descubrimientos.
En consecuencia, con el propósito de analizar la(s) cultura(s) corporales e
imperativos estéticos contemporáneos, concebimos al cuerpo como el resultado de una
construcción social, histórica, y por ende, política. Es decir, aquel espacio donde
confluyen los discursos conflictivos; donde se entrelazan los imperativos culturales con
las resistencias de los sujetos indóciles. El texto material en el cual se marcan las
diferencias, en definitiva, el peso del “orden simbólico”, del poder, en la construcción
de una “subjetividad”.
Desde este particular punto de vista, las imágenes corporales y especulares
citadas al comienzo de este artículo, responden a la racionalidad de una época: la
nuestra. Pues, si hay otra cuestión que necesitamos explicitar, es que los modelos de
cuerpo y las visiones en torno a “lo que es bello o no” han variado a lo largo de la

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Lo que entendemos por nuestra perspectiva, recupera las ideas y conceptos en torno a los cuerpos
desarrollados por Michel Foucault y Judith Butler, por un lado, y por el otro, los resultados de las
investigaciones realizadas por el Prof. Ricardo Crisorio (UNLP), el Dr. Carlos Figari (UNCA), la Dra.
María Pía Lopez (UBA), la Dra. Meri Torrás (UAB), y las propias.
historia. Estas imágenes, las de las publicidades, que intentan convertirse en nuestros
imperativos categóricos (así debemos ser, vestirnos, sentirnos): MIENTEN. Nunca
antes el cuerpo se nos ha presentado como aquel lugar donde todo es posible:
fragmentario, flexible, maleable, el cuerpo es objeto y sujeto a la inscripción de
múltiples significaciones y sentidos.
Nosotros, en tanto colectivos políticos y ciudadanos, somos quienes damos vida
a las definiciones corporales y estéticas que nos inducen a someternos a dietas absurdas
y a intervenciones quirúrgicas riesgosas. Son nuestras prácticas cotidianas quienes
alimentan y fortalecen estos discursos que promueven una belleza decimonónica y
occidental. También, son nuestras prácticas, las que pueden promover otros modos de
relacionarnos con nuestros cuerpos y el cuerpo de los otros, que incluyan, como valores
fundantes, el placer y el disfrute.
Para ello debemos: a) analizar críticamente las estéticas dominantes que pugnan
por UN CUERPO joven, sano, medible, perfectible, armónico y bello según los
estándares estéticos de una modernidad occidental, b) considerar que hay múltiples
formas corporales, las cuales están ausentes, sino excluidas de las narrativas corporales
hegemónicas, y c) reflexionar sobre qué elementos de estos discursos y normativas
posibilitan (junto a otros por inventarse) la construcción de cuerpos luminosos y
personas felices, en un mundo donde todos podamos acceder a una apropiación creativa,
paradójicamente, de nuestros cuerpos.
Si nos detenemos un segundo, a contemplar con lucidez la realidad que nos
circunda: a) y descubrir que en este preciso instante, en la India y Estados Unidos se
ofertan blanqueadores de piel y cirugías para redondear rasgos faciales de millones de
hombres y mujeres que no responden al modelo de belleza “blanco y occidental”, b)
percatarnos que las desigualdades en materia de salud, entre quienes habitamos una
ciudad, se profundizan cada año; y que este hecho sucede en la mayoría de las
metrópolis del mundo, c) divisar que, cada uno de nosotros, somos parte de las políticas
corporales que trazan el devenir de los cuerpos contemporáneos. Parece perentorio que
nos preguntemos, YA, ahora mismo: ¿Qué mundo queremos in-corporar? ¿Cómo
habitamos nuestros cuerpos? ¿Cuáles son las categorías que lo vuelven visible? ¿Qué
puede un cuerpo? ¿Y cual es el poder de transformación de un “cuerpo colectivo” de
ciudadanos resistentes, comprometidos y reflexivos?

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