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Todo pasó en setiembre…

El goce Otro y la imagen del espejo:

“Yo pensaba que nadie mas que esas esculturas existían para ella, pero sólo era una niña celosa
que deseaba intensamente desarticular esas figuras para quebrar aquel silencio. Creía que
desbaratando esos muñecos tenebrosos, cubiertos por unos disfraces macabros, yo la
recuperaría.”

Se hablaba de el útero como un goce, un ambiente compartido entre baba y ella. Un equilibrio
insoportable. Ese goce señalaba a los muñecos como la imagen unificadora.

“Aquella tarde quise deshacer uno por uno esos armazones, pero no pude. Ahora los tengo, son
míos, pero me resisto a desmontarlos. Estas pequeñas armaduras guardan su aliento.”

El yo es un conjunto articulado de identificaciones, estas son como una enbladura de ellas cuyo
pegamento es el goce señalado por el Otro. La resistencia es la resistencia a desarmar los
muñecos.

…cual es mi necesidad de recordar aquel cumpleaños si ya han pasado mas de cincuenta años
quizás sea el clima el mes mi tristeza o es que justamente había sido en ese cumpleaños cuando la
abuela habría tenido la edad que ahora tengo o es el recuerdo del silencio que se había generado
en mi casa luego de la visita de aquel hombre el que me hace revivir ese momento una presencia
que quedo registrada en mi memoria que despertó mi fantasía quebrando mi inocencia y todo lo
que sucedió luego de aquella visita que siguió repitiéndose pero ya aquel hombre de uñas sucias
no traería un sobre que guardaba un documento sencillamente venia a preguntar por la abuela
pero entonces a ella ya se le notaba la tristeza al contrario…

El fantasma

“Mientras aguardaba el subte me entretuve mirando a las personas. Había tanta diferencia entre
unas y otras; en los atuendos, rostros, gestos. De pronto sentí ahogarme. Desesperadamente
necesitaba salir de ese lugar. Era como si estuviera prisionera en una cueva sin oxígeno, sin luz,
subí a toda prisa los escalones. De vuelta en la vereda; respiré hondo, una ráfaga de frio me
devolvió a la realidad. Estaba perdida, aunque minutos antes me había encontrado en esa misma
esquina, igual no reconocía ningún cartel ni el nombre de la calle. Girè la cabeza. Necesitaba
ubicarme. Identificar el lugar en el que me encontraba. Aún estaba lejos de mi destino. De
inmediato detuve un taxi.

El portero del edificio me saludo amablemente.

Subí hasta el décimo piso. Abrí la puerta. Me sentía otra persona en ese departamento

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