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La Ciudad Informal

Chapter · January 2006


DOI: 10.13140/RG.2.1.3263.3046

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Raquel Tardin
Federal University of Rio de Janeiro
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Tardin, Raquel. La Ciudad Informal. In: Nogué Joan; Romero, Joan (Org.). Las Otras Geografías. Valencia: Editorial Tirant lo
Blanch, 2006, pp. 389-404.

LA CIUDAD INFORMAL

Raquel Tardin
Arquitecta y urbanista; Doctora en Urbanismo
por la Universidad Politécnica de Cataluña;
Profesor Adjunto e investigador
de la Universidad Federal de Río de Janeiro.

INTRODUCCIÓN

Entre las metrópolis Latinoamericanas, a pesar de las diferencias inherentes al lugar o al tipo de
influencia que presentan en relación con sus respectivas regiones, podemos percibir situaciones
comunes, entre ellas: la irreversibilidad del éxodo rural, la presencia de grandes propiedades rurales y
urbanas, la variación en los ritmos económicos, altos índices de pobreza y desigualdad en la
distribución de la renta; fuertes presiones de crecimiento urbano; una expansión urbana
descontrolada y la evidente constatación de la existencia de una ciudad dual, la cual podemos llamar
sintéticamente de ciudad formal y ciudad informal. Como señala Santos (1982), los asentamientos
informales pueden presentar distinciones de un lugar a otro, aunque mantengan en común la pobreza
que les caracteriza, bien sea las villas miseria de Buenos Aires, las quebradas de Caracas, las
barreadas de Lima, los barrios clandestinos de Bogotá, las callampas de Santiago, o los alagados de
Salvador y los mocambos de Recife, estos últimos en Brasil.

En este contexto, la ciudad formal estaría constituida por los asentamientos legales, aquellos que,
desde el punto de vista de las leyes urbanísticas y jurídicas, están de acuerdo con los criterios de
construcción urbana y de compra y venta de los bienes patrimoniales. Por otro lado, la ciudad
informal se caracterizaría por la ilegalidad, es decir, estaría compuesta por asentamientos que se
encuentran al margen de las leyes urbanísticas (autoconstrucción en la mayoría de los casos), con o
sin la pose legal de la tierra, como son, en Brasil, las favelas y los loteamentos irregulares. Los
asentamientos informales aún pueden asumir otras características, como las ocupaciones de edificios
abandonados y/o degradados en los centros urbanos o en las periferias, las construcciones de las
barracas bajo los puentes o el movimiento y/o la permanencia efímera de los “sin techo” por las
calles.

1
En este marco, el objetivo de este artículo es proponer una aproximación a la construcción del
territorio urbano actual desde algunas lógicas de construcción de los asentamientos informales.
Específicamente, en los análisis que siguen, nos centraremos en la problemática de los
asentamientos informales a partir de los núcleos que determinan la creación de nuevos “barrios” o
verdaderas “ciudades” dentro de la metrópoli, como son las favelas y los loteamentos irregulares en el
caso brasileño, partícipes activos en el proceso de ensanchamiento, conformación y transformación
territorial, local y regional.

De este modo, podremos observar la idiosincrasia de metrópolis que comportan la informalidad de la


estructura urbana asociada a un crecimiento vertiginoso y al movimiento de dispersión por el territorio
con graves consecuencias, sean urbanas, biofísicas o sociales. El resultado es un panorama
complejo, cuyo foco en la observación de su instancia física permitirá acceder a algunas dinámicas
que sostienen y, al mismo tiempo sufren, las consecuencias de la materialidad de los hechos.

A continuación, el artículo está subdividido en tres partes principales: la ocupación, que trata de la
formación de los asentamientos informales; la situación, que analiza el encaje de la ciudad informal
en los territorios urbanos; y la pulsación, que se centra en las dinámicas de desarrollo de los
asentamientos informales en la conformación territorial. Por último, se pretende concluir con el
planteamiento de un posible reconocimiento de la realidad territorial como un amalgama de
“ciudades”, donde se encuentran y se mezclan las ciudades formales e informales, cuyo futuro
depende de una acción articulada de planificación y gestión urbana.

LA OCUPACIÓN

La ocupación de un área por un asentamiento informal, en gran parte de las ciudades


Latinoamericanas, puede seguir una lógica basada en la necesidad y la oportunidad o derivada del
mercado ilegal de la tierra. Según Abramo (2003), algunas pueden ser las lógicas de regulación del
acceso a la tierra urbana. Una es la lógica de Estado, donde el sector público regula la distribución y
la forma de adquisición de la tierra; otra es la lógica de mercado, donde se establece códigos de
compra y venta de acuerdo con las disponibilidades de oferta y la demanda de adquirir la tierra. Ésta
puede ser formal o informal, según esté dentro o fuera de parámetros jurídicos y urbanísticos
preestablecidos. Y por último, la lógica de la necesidad se caracteriza por la invasión de tierra ajena.
A partir de una situación de pobreza latente sumada a otros factores, como la falta de incentivos de
las políticas públicas y financieras y la deficiencia de un planeamiento territorial con vistas a la
previsión de asentamientos populares, la lógica de la necesidad y las ofertas del mercado ilegal de
tierras determinarían la posibilidad de acceder y habitar el suelo urbano.

La necesidad de “tener un techo”, la disponibilidad de tierra barata comercializada ilegalmente y la


oportunidad, o la posibilidad de encuentro de terrenos ociosos en las ciudades, permiten la aparición

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de los asentamientos informales en las ciudades, que todavía siguen aumentando en número y
tamaño, con variaciones de intensidad de un lugar a otro, pero con un denominador común, el déficit
de vivienda que asola las metrópolis junto a políticas públicas deficitarias.

Se suman a esto algunos factores como el crecimiento demográfico en las ciudades y el fenómeno da
la pauperización, que sigue en un ritmo muy fuerte, considerando que los ricos están cada vez más
ricos y el estrato de personas con renta mediana, y los pobres, cada vez más pobres. El crecimiento
demográfico puede darse, por una parte, debido a la migración de las zonas rurales hacia las
ciudades, principalmente a partir de mediados del siglo XX (fase de gran industrialización y
crecimiento de las ciudades) en el movimiento de búsqueda de trabajo en la industria, en la
construcción civil o en ámbito doméstico; por otra parte, es notorio el alto índice de crecimiento
demográfico hasta épocas bien recientes (hoy muchas de las metrópolis estabilizaron o disminuyeron
su crecimiento).

Las áreas ocupadas por los asentamientos informales, en muchos casos, son áreas poco valoradas
comercialmente y suelen estar lejos de los principales centros y, en consecuencia, del comercio y
servicios, de la industria y de un sistema de transporte razonable. No obstante, la hinchazón de los
centros urbanos fuerza a la búsqueda de lugares inusitados para la construcción de la vivienda y
luego del asentamiento como un todo cerca de las zonas más consolidadas. Estos lugares pueden
variar, desde pendientes muy acentuadas, humedales, marismas, hasta la propia agua. Sin embargo,
la dinámica de ocupación de los asentamientos informales sigue la procura de una buena
localización, sobre todo cerca de los puestos de trabajo o de las vías de comunicación.

En Brasil, por ejemplo, las favelas y los loteamentos irregulares se diferencian en su modo de
ocupación. En el caso de las favelas, éstas presentan una ocupación irregular que empieza con
algunas construcciones y poco a poco se ensancha, con el improviso tanto de las construcciones
como del trazado de las calles y callejuelas. Los espacios libres públicos presentes son pocos y
existe la máxima valoración de la posibilidad de se erguir una vivienda. De este modo, la favela ocupa
improvisada y orgánicamente el territorio, según las posibilidades del relieve, del suelo y de las
soluciones constructivas disponibles, sin una planificación previa del asentamiento. Distintamente, los
loteamentos irregulares constituyen emprendimientos pensados a priori, por lo tanto, poseen un
trazado regular, con parcelas pequeñas, de modo a aprovechar al máximo el área edificable. En
general, suelen ocupar las áreas llanas y poseen pocos espacios libres públicos. En este contexto, la
densidad en los asentamientos informales es variable y alcanza su mayor tasa en las favelas, como
un verdadero amontonado de edificaciones y un gran número de habitantes.

Las edificaciones en estos asentamientos siguen unos parámetros que van desde el provisional hasta
el definitivo, caracterizado por los materiales que utilizan. Si en la favela, en principio, se edificaba
provisionalmente, con latas, papeles o materiales similares, como una solución de emergencia antes

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de irse a vivir en una vivienda formal, cada vez más este cuadro presenta trazos de permanencia,
como las edificaciones hechas de ladrillo, lo que supone la perennidad de las favelas en el panorama
de muchas metrópolis (Pasternak, 2003). Esta misma perennidad puede ser constatada en los
loteamentos irregulares y ambos forman parte innegable de la ocupación del territorio.
Sin embargo, los asentamientos informales poseen distintos niveles de urbanización, lo que incluye
servicios, infraestructuras y equipamientos. A grandes rasgos, éstos sufren una carencia generalizada
de infraestructuras. En el marco de la precariedad, el proceso de construcción de los asentamientos
informales suele venir acompañado de un fuerte componente de degradación biofísica, como, por
ejemplo, la contaminación del suelo y de las aguas superficiales y subterráneas, debido a la ausencia
de alcantarilla, la erosión de las pendientes, debido a la ocupación de las colinas y las montañas, y la
pérdida de la cubierta vegetal. Además, la ocupación de las márgenes de los ríos, rieras y lagunas,
de los humedales, de las marismas, de los propios caudales, en algunos casos, son las causas más
frecuentes de ocurrencia de las inundaciones, lo que puede causar catástrofes irreparables a los
asentamientos. Del mismo modo, la ocupación informal de las pendientes, al margen de provocar la
erosión, suele ser el motivo de desmoronamientos y deslizamientos que eliminan edificaciones y
personas.

No obstante, en las últimas décadas, algunas ciudades Latinoamericanas1 vienen recibiendo


innúmeras inversiones en sus asentamientos informales, con el objetivo de dotarlas de mejores
servicios urbanos y retratan mejoras físicas considerables en muchos de estos asentamientos.

En este contexto, algunas intervenciones hacia la regularización de la ocupación de la tierra, mejoras


físicas y una mayor inserción social de las comunidades, por una parte, dotan los asentamientos de
infraestructuras generales y condiciones legales de convivencia dentro de la ciudad, sin embargo, por
otra parte, pueden generar un movimiento de mayor producción de asentamientos informales en
búsqueda de intervenciones posteriores, lo que tiende a provocar una dinámica de “incentivo” a la
formación de los asentamientos informales a la inversa de lo esperado, lo que exige medidas
paralelas de actuación. Por otro lado, algunas posturas críticas señalan la perversidad política que
puede entrañar estas operaciones de mejora, a través del cambio de “favores” en votos, y reclaman la
falta de atención a la integración social junto a las mejoras infraestructurales, cuyos programas
sociales previstos (de inserción en el mercado de trabajo, de legalización de pequeños comercios e
industrias, de educación) no acaban de realizarse totalmente (Vaz y Cerquera, 2000).

En efecto, los asentamientos informales apuntan hacia la ocupación indiscriminada del territorio, cuya
proliferación sigue algunos criterios funcionales y espaciales, según las características físicas del sitio
y de las relaciones que establece, o puede establecer, con su entorno, de acuerdo con las dinámicas

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En Río de Janeiro podemos citar el programa Favela-bairro (1993), con repercusiones en otras ciudades brasileñas y del exterior, que tenía
como objetivo “construir o complementar la estructura urbana principal (alcantarilla y democratización de los accesos) y ofrecer las condiciones
ambientales de lectura de la favela como un barrio de la ciudad”.

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urbanas existentes. Sin embargo, a estos criterios se suma una gran carga de imprevisibilidad. Es
decir, los asentamientos informales pueden surgir en cualquier sitio, lo que dificulta la actuación
gubernamental y tiende a favorecer su desarrollo.

LA SITUACIÓN

En el proceso de crecimiento de las metrópolis Latinoamericanas podemos observar ciertos factores


decisivos en las transformaciones espaciales ocurridas, sobre todo, relativas al surgimiento de los
asentamientos informales y su encaje en el territorio. En las últimas décadas, el fenómeno de la
transformación o mutación de las ciudades, a partir de la perspectiva de las nuevas formas de
crecimiento urbano, han favorecido el desarrollo de un nuevo modelo de ciudad debido a los cambios
ocurridos en las tecnologías del transporte, de la información y en el orden económico. En este
contexto, la amplitud del hecho urbano modificó la habitual relación centro-periferia, conformando
manchas urbanas que ocuparon el territorio de forma desigual y discontinua, formando una intrincada
red de relaciones con realidades físicas y funcionales cada vez más complejas.

Hasta épocas bastante recientes del siglo XX, era posible identificar las partes del territorio y su
estructuración de modo más o menos compacto, pues la ciudad tenía un “límite”, más o menos
perceptible. En cambio, los territorios actuales presentan novedosas conformaciones, con una
estructura espacial discontinua y extendida, con centros compactos que se mezclan con
asentamientos dispersos y con áreas naturales y rurales conectados por una red viaria potenciada,
que conforman una realidad urbana distinta, donde la ciudad invadió las áreas rurales, mezclando
ambas instancias, permitiendo la visión conjunta entre ciudad y campo en el territorio.

En este marco de afectación mutua, los medios urbano, natural y rural pasaron a constituir una sola
realidad, la realidad de los territorios urbanos. Éstos son territorios amenazados por la ocupación
urbana desmedida y fragmentada, que presentan, por un lado, unos “huecos” o piezas territoriales no
consolidadas en medio a la urbanización existente y, por otro, frentes urbanos que avanzan hacia la
conquista de nuevos espacios no ocupados. Aunque este sea un cuadro común a muchas metrópolis
en Latinoamérica, podemos encontrar algunas especificidades en relación con el desarrollo de cada
una, sea económico y/o tecnológico, que se reflejan en la constitución física de cada ciudad.
No obstante, debido a políticas de desarrollo urbano ampliamente adoptadas por las metrópolis
Latinoamericanas, sobre todo a partir de los años setenta, el proceso de crecimiento de estas
grandes ciudades tendió a adoptar un patrón disperso, con la ocupación extendida del territorio, tanto
formal como informal. En este contexto, factores comunes colaboraron para este cuadro, entre ellos:
la creación de nuevos centros de comercio e industrias a lo largo de las carreteras; el desarrollo de
los transportes, con la facilitación de los desplazamientos por nuevas y más potentes carreteras, y las
inversiones en grandes obras de infraestructura regionales, que incentivaron la ocupación cada vez
más distante del centro metropolitano.

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Aunque el desarrollo de las metrópolis Latinoamericanas, en muchos casos, presente una
macrocefalia de la ciudad central, los hechos revelan la formación de múltiples centros dentro de las
metrópolis, más o menos autosuficientes, cuya atracción, ejercida sobre la ubicación de los
asentamientos informales es muy alta, debido, sobre todo, a la dependencia funcional de éstos y a la
disponibilidad de áreas libres de ocupación. Al establecer un fuerte vínculo funcional con la ciudad
formal, la ocupación informal tiende a seguir sus huellas en su proceso de construcción, adaptándose
a la infraestructura existente y a las condiciones de supervivencia, estableciéndose, de este modo, un
estrecho vínculo entre ambas, aunque éste esté marcado por la segregación social y espacial.

En este contexto, los fenómenos de la globalización se hicieron cada vez más presentes en la
distinción entre las partes metropolitanas, sobre todo, a través de la creación e incentivo de áreas
vueltas hacia el avance tecnológico y de los servicios, con la idea de la “ciudad del conocimiento”,
donde los principales incentivos gubernamentales de desarrollo suelen ser destinados a constituir una
metrópoli más competitiva ante los mercados internacionales. Es decir, a la dispersión de la metrópoli
por el territorio sigue una, cada vez mayor, especialización y “elitización” de algunas de sus partes,
considerando que gran parte de la población existente no puede acceder a tales beneficios, no
pertenecen a la dinámica global, sino que, en muchos casos, no se reconocen, ni mismo como
ciudadanos. En estos casos, el déficit de viviendas existente viene acompañado del déficit de
empleos, sanidad, educación y de los servicios básicos para la población, lo que suele caracterizar
los asentamientos informales y representa algunas de las discrepancias de éstos en relación con la
ciudad formal.

La suma de las carencias existentes y la falta de un esfuerzo efectivo de inserción de gran parte del
contingente poblacional en los mercados de trabajo, entre otros factores, originan situaciones de
dualidad espacial y social en la ocupación metropolitana, aunque pueda haber matices intermedios
entre estas realidades. En su conjunto, la ciudad formal y la informal representan fuertes contrastes
del hábitat metropolitano, con distintas técnicas de construcción, de trazado, de infraestructura, de
espacios libres públicos, de modos de vida, posibilidades financieras y condiciones sociales de modo
general (Santos, 1982).

Espacialmente, por un lado, los asentamientos informales se caracterizan por la creación de nuevas
tramas urbanas, sin continuidad con las demás. En este contexto, los trazados de los asentamientos
se distinguen entre sí, así como se distinguen de su entorno y, en general, no mantienen una
continuidad con éste. Forman, al final, bolsas singulares dispuestas de modo aleatorio en el territorio
si consideramos una posible congruencia de la ocupación urbana con respecto a su ordenación.

Sin embargo, cabe señalar que la fragmentación espacial no es un atributo exclusivo de los
asentamientos informales, sino que pueden referirse también a los asentamientos formales. Éstos
poseen patrones cada vez más introvertidos, sobre todo en las áreas de nueva urbanización, con los

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barrios cerrados, grandes centros comerciales, gasolineras, etcétera, y suelen, en muchos casos,
romper la continuidad urbana, no promover la articulación con los barrios vecinos, ocupar áreas de
gran calidad ambiental sin parámetros suficientes de preservación y desarrollo de sus atributos,
seguir patrones de ocupación en baja densidad, que inducen a una mayor locación de
infraestructuras y, en consecuencia, a mayores gastos financieros, energéticos, entre otros.

En algunas situaciones, la ocupación de los “huecos” de la ciudad formal por la ciudad informal, sobre
todo cerca de los centros metropolitanos, denuncia su posición intersticial. En este contexto, la
proximidad entre ambas realidades, formal e informal, afirma las diferencias espaciales y sociales
existentes y acaba por generar situaciones conflictivas de difícil manejo. En cambio, la ubicación de la
ciudad informal en áreas distantes de los centros metropolitanos, sobre todo en áreas de nueva
urbanización, caracterizan su posición periférica en relación con los principales centros. En este
marco, los que se ubican en tierras lejanas a los centros urbanos sufren con el alto coste del
transporte, además de un transporte público precario y de las largas distancias a recorrer.

De este modo, el ambiente físico de las metrópolis comporta un doble proceso de fragmentación
espacial en la ocupación territorial, al margen de la fragmentación social, uno debido a la permisividad
de los planes, representado por la ciudad formal, aunque más ordenado, y otro debido a la ausencia
de leyes o normas, representado por los asentamientos informales, poco o nada ordenado. Sin duda,
ambas situaciones contribuyen para el crecimiento y la dispersión de las ciudades y el incremento de
las necesidades y responsabilidades urbanas, biofísicas y sociales.

LA PULSACIÓN

El crecimiento de las metrópolis y la tendencia a la generalización del fenómeno urbano tiende a


favorecer el surgimiento de los asentamientos informales igual que su proliferación por el territorio.
Algunos datos revelan que en México DF, por ejemplo, cerca de un 50% del área metropolitana es
urbanizado informalmente. En Brasil, la mayor parte de la población de los asentamientos informales
se encuentra en las metrópolis de mayor porte.

En algunos casos, el crecimiento vertiginoso de la ciudad informal, como tentáculos entre la ciudad
formal, tiende a originar la junción de varios asentamientos en uno sólo, como una conurbación de
asentamientos informales. En Río de Janeiro, por ejemplo, la presencia de complexos
(conurbaciones) de favelas constituye una realidad preocupante y presentan áreas ocupadas que
comportan hasta más de 300.000 habitantes. En realidad, los complexos son “otras” ciudades
insertadas dentro de la ciudad, dotados de una complejidad espacial y social enorme, con varias
heterogeneidades entre sus partes, sean morfológicas, funcionales o espaciales. Actualmente los
complexos se encuentran consolidados en áreas menos valoradas en el mercado inmobiliario, sin
embargo, estos complexos amenazan formarse en algunas de las partes con más alto valor

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inmobiliario de la ciudad, con casas de lujo, hoteles y gran atractivo turístico. Esto denota que los
asentamientos informales pueden desarrollarse en las cercanías de la ciudad formal con cierta
independencia de su status económico, aunque pueda haber una mayor o menor permisividad.
Por otro lado, los asentamientos informales más periféricos pueden desarrollarse, en algunos casos,
debido a la propia intervención gubernamental y son, muchas veces, el principal motor de expansión
urbana. La construcción de grandes conjuntos de viviendas en las áreas más distantes de los centros
metropolitanos, sin infraestructura suficiente y sin la fiscalización posterior del gobierno, tiende a
originar las ocupaciones informales en su propio seno y en su entorno, como un incentivo a su
diseminación. Se suma a estos hechos la ausencia de intervención pública en la mayoría de los
asentamientos informales, lo que favorece, y hasta cierto punto permite, la continuidad de las
prácticas informales.

Si en un primer momento los asentamientos informales ocupan las áreas libres de la ciudad en un
proceso paulatino de construcción, en un segundo momento, se aprovechan de las mejores
condiciones, sobre todo de acceso e infraestructura, para empezar su adehesamiento vertical. En
este sentido, a grande rasgos, los asentamientos informales siguen el patrón de los territorios
urbanos como un todo, y presentan movimientos de creación/expansión/adehesamiento ligados a la
proliferación u ocupación extensiva del suelo en puntos distintos, pulverizados de modo fragmentario
o en continuidad unos con los otros, donde los límites variables de la ciudad informal se suman a los
límites imprecisos de la ciudad formal.

Es decir, al crecimiento horizontal como un dato hasta ahora inevitable, se sigue el crecimiento
vertical. En las favelas de Río, por ejemplo, este es un hecho evidente, que incita a las autoridades
públicas, el sector privado y la sociedad en general, a reflexionar sobre el tema de cómo contenerlos,
controlarlos, evitarlos y hasta erradicarlos. Esta última hipótesis representa un discurso desesperado
de quienes no ven salida para el problema y vuelven a las prácticas de retirada en masa de los
asentamientos informales, con el consentimiento de la comunidad local o sin él, muy en boga en
Brasil, sobre todo en los años cincuenta y sesenta.

En efecto, en el movimiento de adehesamiento y expansión urbana, los asentamientos informales


revelan su movimiento de transformación y crecimiento y promueven, junto a la metrópoli como un
todo, la variación y la mutabilidad de sus límites espaciales, sea de los asentamientos mismos, sea
del territorio urbano en cuestión. Al mismo tiempo, instauran un cuadro urbano complejo, que carece
de nuevas miradas, alternativas sobre una realidad dual, formal e informal.

Sin duda, la fluidez de los límites espaciales de los asentamientos informales y entre éstos y la ciudad
formal, asociada a su tendencia a la proliferación por el territorio, tiende a acentuar los cambios y la
complejidad del paisaje de los territorios urbanos y su tendencia a la urbanización continuada. En
este marco de difícil lectura y comprensión, las realidades comportan partes heterogéneas, cada una

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con sus especificidades y superposiciones, aunque constituyan una realidad común marcada por la
ineficiencia urbana, los desequilibrios biofísicos y la falta de equidad social.

A esta realidad espacial analizada, sigue una realidad socioeconómica marcada por relaciones
diferenciadas, dinámicas, no lineares, sobre todo financieras, que caracterizan las partes de las
metrópolis y también marcan los distintos movimientos de las personas que pasan a ocupar los
asentamientos informales y viceversa, que salen de los asentamientos informales para tomar parte en
la ciudad formal y señalan las diferencias existentes en los propios asentamientos informales. Entre
los movimientos migratorios de las personas puede observarse la influencia de la pauperización de la
población, entre otros factores, como causa de la movilidad desde la ciudad formal hacia la ciudad
informal. Del mismo modo, puede notarse la migración dentro de la propia ciudad informal, al margen
del movimiento inverso, desde la ciudad informal hacia la ciudad formal, lo que suele venir
acompañado de un incremento en el patrón financiero de estas personas (Pasternak, 2003).

Sin embargo, no necesariamente habitar en un asentamiento informal significa una precariedad


económica. En los asentamientos más grandes puede observarse la existencia de diversas
realidades sociales, con diferentes patrones de ingresos, que señalan la existencia de grupos
distintos y denotan la heterogeneidad del poder de consumo de las comunidades informales. En
general, en estos lugares el ingreso financiero puede darse de distintos modos, entre ellos: la
actuación en un mercado inmobiliario informal supervalorado, la invasión del tráfico de drogas,
principalmente a partir de los años ochenta, que marcó el ingreso de grandes sumas de dinero, la
existencia de comercios locales formales e informales, los trabajos temporales, etcétera.

En las dinámicas de desarrollo de los asentamientos informales en los territorios urbanos, la fluidez
de los límites entre ciudad formal y informal indican que ambas ciudades van juntas y se mezclan, a
veces con más o con menos matices, se retroalimentan, y denuncian una realidad donde no caben
más los discursos duales tradicionales de ciudad formal x informal, sino que urge por una
comprensión integrada de la ciudad y no segmentada en partes que a menudo se traducen como lo
positivo y lo negativo. Una mirada que signifique pensar el territorio de forma amplia, considerando un
contexto amalgamado y que carece de intervención. Sin embargo, los mecanismos tradicionales de
identificación, análisis e intervención, en general marcados por la segmentación y por discursos que
poco dialogan entre sí, no son suficientes para gerenciar esta realidad.

CONCLUSIÓN

En una realidad donde los límites son mutantes o inexistentes, tanto local como regional, la
posibilidad de proponer otra mirada, distinta de la dualidad tradicional, permite acercarnos a otros
modos de actuación, quizás más integradores al actuar sobre la ciudad como un todo y, por otro lado,
más rigurosos. Un rigor que al mismo tiempo es capaz de respetar la realidad y las diferencias de

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cada lugar, según un compromiso social y cultural, sobre todo, en base a las características
territoriales, sin la imposición de lógicas ajenas, sino que comunes, colectivas, dignas de establecerse
en un bien común, el territorio.
La identificación de los distintos contextos urbanos y el énfasis en la ciudad informal como una
urgencia, puede constituir un primer paso en dirección a una conciencia que vea en el territorio mismo
las claves para su transformación de modo favorable a un desarrollo más acorde con sus recursos,
además de las necesarias actuaciones en relación con las políticas socioeconómicas. Políticas que
incentiven la cohesión urbana, la distribución equitativa de los recursos y el desarrollo de sistemas
transversales, que reúnan distintos sectores urbanos y se traduzcan en programas efectivos de
actuación seguidos de sus respectivos instrumentos de intervención. En este marco, algunos retos
pueden ser útiles a la hora de pensar la conformación física del territorio y su proceso de desarrollo,
como, por ejemplo:
ƒ La atención a los sistemas de asentamientos informales y sus respectivas características
espaciales, morfológicas, funcionales y sociales hacia una mejora de las comunidades
consolidadas y un mayor control de las nuevas inserciones territoriales, de modo a evitarlas,
seguido de intervenciones coherentes que permitan a las personas acceder a oportunidades
de trabajo y vivienda, sobre todo.
ƒ La planificación de las infraestructuras como un mecanismo de control de la ocupación
territorial, que puede favorecer el control de los asentamientos informales y la compactación
urbana y no la dispersión.
ƒ La elaboración de un plan integrado de distribución de programas públicos, que contemplen
ambas realidades, formal e informal, y el incentivo a la autonomía funcional de los
asentamientos informales.
ƒ La comprensión de la importancia de la preservación de los espacios libres en la tarea de
sutura del territorio, entre ciudad formal e informal, como un amalgama capaz de
reestructurar el territorio, unir las partes ocupadas, orientar y controlar su desarrollo, bajo
reglas estrictas de ocupación.

Para lograr este reto sería importante un cambio de mentalidad y de conciencia y la creencia de que
ésta puede ser una toma de posición viable para la conquista de territorios más cohesionados. Para
ello, cabe señalar la importancia de involucrar a los agentes sociales del lugar en sentido amplio,
desde los políticos e inversores hasta el ciudadano común, lo que supone programas de participación
ciudadana y de educación ambiental. No obstante, éstas son cuestiones que demandan la creación
de nuevos instrumentos para la intervención en el territorio, sobre todo el informal. Sin embargo,
estas intervenciones constituyen un desafío, un camino que reúne una historia de recorridos, de idas
y venidas sin, todavía, llegar a unas proposiciones del todo satisfactorias, con muchos fallos y
muchos logros importantes, que se dirigen hacia alternativas más eficaces en términos instrumentales
y democráticos, según la necesidad de traer a la luz el derecho fundamental de los habitantes de una
ciudad, el derecho a ser ciudadano, en su más profundo sentido.

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BILBLIOGRAFÍA

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Fuente – out/05: http://www.arrakeen.ch/lizarbsp-Dateien/image080.jpg

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