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SEGUNDA PARTE Simplemente no podemos predecir 203 4 204 205 Cuando pido a la gente que me digan tres tecnologias que se hayan aplicado recientemente y que hayan producido el mayor impacto en nuestro mundo, normalmente citan el ordenador, Internet y el rayo laser. ‘Ninguna de las tres estaba prevista ni planeada; tampoco fueron apreciadas ‘en el momento de su descubrimiento, y siguieron sin ser apreciadas hasta mucho después de sus primeros usos. Eran consiguientes. Eran Cisnes Ne-gros, Evidentemente, tenemos la ilusin retrospectiva de su participacién en algin plan maestro. Uno puede erear sus propias listas con resultados similares, ya sea con acontecimientos politicos, guerras © epidemias intelectuales. Cabria esperar que nuestro registro de la prediccién fuera horrible: el mundo es mucho, pero que mucho més complicado de lo que pensamos, Jo cual no es ningin problema, excepto cuando la mayoria de nosotros no Jo sabe. Cuando miramos al futuro, tendemos a «tunelar», comportindonos como de costumbre, sin tener en cuenta los Cisnes Negros, cuando de hecho no hay nada de usual en lo que al futuro se refiere. No es una categoria platénica. Hemos visto lo bien que narramos hacia atris, lo bien que inventamos historias que nos convencen de que comprendemos el pasado. Para mu-chos, el conocimiento tiene el notable poder de producir confianza, cn vez de una aptitud que se pueda medi. Otro problema: el hecho de centrarse en lo regular (inconsiguiente), la platonificacion que leva a prever «segimn lo razonablen. “Me parece escandaloso que, pese alos antecedentes empiricos, sigamos proyectando en el futuro como si supiéramos hacerlo a la perfeccién, ‘empleando herramientas y métodos que excluyen los sucesos raros. La prediccién esta firmemente institucionalizada en nuestro mundo. Nos deja-mos llevar por quienes nos ayudan a navegar, sea el adivino, el aprolijo» (y aburrido) académico o los funcionarios que usan unas ‘matemiticas falsas, 206 SIMPLEMENTE NO PODEMOS PREDECIR. De Yoxi Berra a Henri Poincaré Ei gran entrenador de béisbol Yogi Berra tiene su dicho particular: «E's Aificil hacer prediceiones, en especial sobre el futuro». Aunque no ¢seribiera las obras que le permitirian ser considerado un filbsofo, a pesar de su sabiduria y sus habilidades intelectuales, Berra pu : algo sabe sobre la aleatoriedad. Fue profesional de la incertidumbs ‘como jugador y entrenador de béisbol, se enfrenté a menudo a resultados aleatorios, unos resultados que no tenia més remedio que asumic. Dehecho, Yogi Berra no es el tinico pensador que reflexioné sobre cuinta Parte del futuro escapa a nuestras habilidades. Muchos pensadores menos Populares y menos expresives, pero no menos competentes que él, han analizado nuestras limitaciones inherentes en este sentido, desde los filésofos Jacques Hadamard y Henri Poincaré (Ilamados normalmente matematicos) hasta el filisofo Friedrich van Hayek (en general llamado, lamentablemente, economista) y el filésofo Karl Popper (conocido normalmente como filésofo). Podemos llamar a esto sin temor a euvoramos la conta de Beta, Hadamard, Poincar, Hayek y Poppet, cal ope ‘unos limites estructurales e integrados al empefio de «EI faturo no es lo que solia ser», dijo Berra mis adelante. * Parece que luvo razén: las ganancias en nuestra capacidad para modelar (y predecit) ¢1 mundo pueden parecer pequefias ante el incremento de la complejidad de éste, la cual implica un papel cada vez mas importante de lo imprevisto Cuanto mayor sea el papel que desempeiie el Cisne Negro, mas dificil nos seri preverlo. Lo siento. Antes de pasar a Jos limites de la prediccién, hablaremos de los logros de ‘sta y de la relacién entre las ganancias en conocimientos y las le afirmar que en confianza, Sasa dh ti Ye ta pte aps he podos, siguen sicndo la quintaesencia del berraismo. unin De een 207 Capitulo 10 EL ESCANDALO DE LA PREDICCION Bienvenida a Stanley - ;Cudntos amantes tuvo? - Cémo ser economista, vestir un buen traje y hacer amigos - No es asi, es «casi» asi - Los rios ‘poco profiandos pueden tener puntos de gran profundidad Una tarde de marzo, unos cuantos hombres y mujeres estaban en la explanada que da a la bahia en el exterior de la Opera House de Sidney. Era casi el final del verano pero, pese al calor, los caballeros Hevaban chaqueta. En este sentido, las mujeres iban mas eémodas, aunque tenian que suftir los problemas de movilidad que los altos tacones imponian. Todos habian acudido a pagar el precio de la sofisticacién. Pronto iban ‘escuchar durante varias horas a.una serie de hombres y mujeres de corpulencia mayor de lo habitual cantar en ruso de forma interminable. Muchas de las personas aficionadas a la 6pera tenian el aspecto de trabs en las sucursales de J. P. Morgan, 0 en alguna otra institucién financiera ccuyos empleados experimentan una riqueza diferencial de la del resto de la poblacién local, con las consiguientes presiones para que vivan siguiendo ‘un complejo guién (vino y épera). Pero yo no me encontraba alli para ‘char una miradilla a aquellos sofisticados de nuevo culo. Habia ido a ver la Opera House de Sidney, un edificio que ilustra todos los folletosturisticos sobre Australia, Es, en efecto, impresionante, aunque parece ese tipo de edificio que los arquitectos crean para impresionar a los demas arquitectos. ‘Aquel paseo vespertino por la muy placentera zona de Sidney amada “The Rocks fue un peregrinaje. Los australianos vivian con la ilusién de haber ‘construido un monumento que perfilara su horizonte, pero lo que realmente hhabian hecho era construr un monumento a nuestra ineapacidad para predecir, planificar y arreglimostas con nuestro descomocimiento del futuro: nuestra «a infravaloracion de lo que el futuro nos tie-ne reservado.

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