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Discurso del 40 aniversario del Día D

Por Ronald Reagan


Traducido por Golan

Discurso pronunciado en Pointe du Hoc, Normandía, el 6 de


junio de 1984.

Estamos aquí para conmemorar ese día de la historia en el


que los pueblos Aliados se unieron en la batalla para
recuperar la libertad de este continente. Durante cuatro
largos años, gran parte de Europa estuvo bajo una sombra
terrible. Las naciones libres habían caído, los judíos clamaban
en los campos, millones gritaban por la liberación. Europa
estaba esclavizada, y el mundo rezaba por su rescate. Aquí en
Normandía comenzó el rescate. Aquí, los aliados aguantaron y
lucharon contra la tiranía en un esfuerzo gigantesco sin igual
en la historia humana.

Nos encontramos en un punto de la costa norte de Francia,


solitario y azotado por el viento. El aire es suave, pero hace
cuarenta años en este momento, el aire estaba denso de
humo y gritos de hombres, lleno del golpeteo de los fusiles y
el rugido de los cañones. Al amanecer, en la mañana del 6 de
Junio de 1944, 225 Rangers saltaron del buque de
desembarco británico y corrieron a la base de esos
acantilados. Su misión era una de las más difíciles y atrevidas
de la invasión: escalar esos escarpados y desolados
acantilados y eliminar los cañones enemigos. Los aliados
habían recibido información de que algunos de los cañones
más poderosos estaban ahí y que serían dirigidos a las playas
para detener la invasión aliada.

Los Rangers levantaron la vista y vieron a los soldados


enemigos, en el borde de los acantilados disparándoles con

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ametralladoras y lanzando granadas. Y los Rangers
americanos empezaron a escalar. Dispararon escalas de
cuerda sobre los acantilados y comenzaron a ascencer.
Cuando un Ranger caía, otro ocupaba su lugar. Cuando se
cortaba una cuerda, un Ranger cogía otra y comenzaba de
nuevo el ascenso. Escalaron, devolvieron los disparos, y
mantuvieron la posición. Pronto, uno tras otro, los Rangers
alcanzaron la cumbre, y tomando el terreno firme sobre esos
acantilados, comenzaron a recuperar el continente europeo.
Doscientos veinticinco vinieron aquí. Después de dos días de
combates solo noventa podían aún llevar sus armas.

Detrás de mi hay un monumento que simboliza a los


arrojados Rangers que se lanzaron sobre la cumbre de estos
acantilados. Y detrás de mi están los hombres que les
pusieron allí.

Estos son los muchachos de Pointe du Hoc. Estos son los


hombres que tomaron los acantilados. Estos son los
campeones que ayudaron a liberar un continente. Estos son
los héroes que ayudaron a terminar una guerra.

Señores, les miro y pienso en las palabras del poema de


Stephen Spender. Sois hombres que en vuestras "vidas
luchasteís por la vida... y dejásteis vívido el aire firmado con
vuestro honor".

Han pasado cuarenta veranos desde la batalla que luchásteis


aquí. Erais jóvenes el día que tomásteis estos acantilados;
algunos de vosotros apenas erais más que muchachos, con
los más profundos placeres de la vida ante vosotros. Y aun así
lo arriesgasteis todo aquí. ¿Por qué? ¿Por qué lo hicísteis?
¿Qué os impulsó a poner a un lado el instinto de
supervivencia y arriesgar vuestras vidas para tomar estos
acantilados? ¿Qué inspiró a todos los hombres de los ejercitos
que se unieron aquí? Os contemplamos, y de algún modo
sabemos la respuesta. Era fe, y creencia; era lealtad y amor.

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Los hombres de Normandía tenian fe en que lo que hacían era
correcto, fe en que luchaban por toda la humanidad, fe en
que un Dios justo les concedería clemencia en esta cabeza de
playa o en la siguiente. Era el conocimiento profundo - y
quiera Dios que no lo hayamos perdido - de que hay una
profunda diferencia moral entre el uso de la fuerza para la
liberación y el uso de la fuerza para la conquista. Vostros
estabais aquí para liberar, no para conquistar, y así ni
vosotros ni esos otros dudásteis de vuestra causa. Y hacíais
bien en no dudar.

Todos sabíais que hay cosas por las que merece la pena
morir. El país de uno, es una causa por la que morir, y la
democracía es una causa por la que morir, porque es la forma
de gobierno más profundamente honorable que ha creado el
hombre. Y todos amabais la libertad. Y todos estabais
deseosos de combatir la tiranía, y sabíais que la gente de
vuestros países os respaldaba.

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