POLITICA
TEMA
ESTUDIANTES:
1
SEMESTRE: IX
JULIACA - PERU
2016
AGRADECIMIENTO
2
están presentes en el desarrollo del
presente trabajo.
3
DEDICATORIA
4
INTRODUCCIÓN
LOS AUTORES
5
INDICE
6
LAS MEDIDAS ALTERNATIVAS A LAS PENAS PRIVATIVAS
DE LIBERTAD EN EL CÓDIGO
PENAL PERUANO
- Algunos sirven para una ejecución atenuada, más suave, moderada de la privación
de libertad.
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En atención, pues, a sus formas y efectos sobre la pena privativa de la libertad, cuya
utilización formal o material flexibilizan, cabe considerar a tales medidas, sustitutivos
o subrogados como decisiones e instrumentos de despenalización. Es más, ya el Sub-
Comité de Descriminalización, del Comité Europeo sobre Problemas de Criminalidad,
en un conocido informe emitido en 1980, les otorgaba dicha calificación político
criminal. Según el citado documento "el concepto de despenalización define todas las
formas de atenuación dentro del sistema penal. En este sentido el traspaso de un delito
de la categoría de "crimen" o "felonía" a la de delito menor, puede considerarse como
una despenalización. Esto también ocurre cuando se reemplazan las penas de prisión
por sanciones con menores efectos negativos o secundarios, tales como multas,
sistemas de prueba, trabajos obligatorios, entre otros" (Descriminalización. Informe
del Comité Europeo sobre Problemas de la Criminalidad. Estrasburgo 1980. EDIAR.
Buenos Aires. 1987, p. 23). Por su parte, en España, ENRIQUE RUIZ VADILLO,
aunque con ciertas reservas ha sostenido que "también se despenaliza cuando se
establece un sistema de medidas alternativas" (Cfr. Enrique Ruíz Vadillo.
Descriminalización y Despenalización. Reforma Penal y Descriminalización, en
Reformas Penales en el Mundo de hoy. Instituto Vasco de Criminología. San
Sebastián. 1984,p. 378). El origen de estos procedimientos y mecanismos
despenalizadores varía en atención a su modalidad. Así por ejemplo, los sistemas de
prueba como la condena condicional y el régimen de la probación se vienen empleando
desde finales del siglo pasado. Mientras que el mayor número de sustitutivos o medidas
alternativas, hoy conocidos, han sido promovidos a partir de los movimientos de la
política criminal de la década del sesenta (En ese sentido José Luis De La Cuesta
Arzamendi. Ob. cit., p. 322). Sin embargo, en todos ellos subyace un mismo objetivo:
neutralizar el acceso a la prisión por breves períodos de tiempo. Sobre todo en atención
a que la experiencia criminológica demuestra que este tipo de encarcelamientos breves,
resultan estigmatizantes y negativos para el condenado. Y además al contrariar toda
expectativa de prevención general o especial resienten las exigencias del principio de
humanidad (Cfr. M. Cobo del Rosal - T - S. Vives Antón. Derecho Penal. Parte
General. 2da Ed. Tirant Lo Blanch. Valencia, 1987, p. 633).
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formalización, suscitaron, a mediados de los ochenta, importantes cuestionamientos
en torno a su utilidad real. En lo esencial se ha objetado que aquéllas no ejer
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inseguridad ciudadana o del sentimiento socializado de la víctima, principalmente
cuando aquellas medidas se aplican a formas de delincuencia que coyunturalmente se
estiman relevantes. Pues bien, la respuesta política que a ello otorga el Estado se
materializa, generalmente, en una decisión sobrecriminalizadora que vuelve a abrir las
vías de la cárcel, sea porque se anula la aplicación de tales medidas de modo general
o específico, o debido a que se incrementan los mínimos penales de los delitos
cuestionados para hacerlos inaccesibles a los alcances despenalizadores de las medidas
alternativas. Un claro ejemplo de esta consecuencia negativa lo podemos apreciar en
la Ley 26461 (promulgada el 24 de mayo de 1995). Este dispositivo legal se originó
en la reacción de diversos grupos de presión ante el tratamiento "benigno", que por vía
de los sustitutivos penales alcanzaba la represión de los delitos aduaneros de
contrabando y defraudación de rentas de aduanas. La nueva legislación elevó los
mínimos de las penas privativas de libertad a cinco años, con lo que los mencionados
ilícitos quedaban fuera del radio de acción de los subrogados penales. Paralelamente
se impedía que los jueces pudieran considerar las dimensiones del injusto o la
condición personal del agente, para decidir la efectividad de la pena de prisión
aplicable. Similar actitud político-criminal se ha adoptado frente al delito de
defraudación tributaria a través del Decreto Legislativo 813 (Promulgado el 19 de abril
de 1996).
Sin embargo, muchas de las críticas expuestas han sido absueltas de modo consistente,
con dos argumentos tan simples como realistas y sólidos. Por un lado, se ha dejado en
claro que el objetivo de las medidas alternativas nunca ha sido el de abolir la prisión.
Y por otro lado, que a pesar de sus disfunciones los sustitutivos siguen siendo un medio
de control penal menos dañino que la cárcel (En ese sentido: Francisco Muñoz Conde
- Mercedes García Arán. Derecho Penal. Parte General. Tirant Lo Blanch. Valencia.
1993, p. 496 y ss.). De allí, pues, que no debe estimarse como negativo que el derecho
penal contemporáneo siga incorporando sustitutivos penales en mayor o menor
proporción. Praxis que, por lo demás, podemos fácilmente detectar como todavía
predominante, con una rápida revisión de los Códigos Penales promulgados en los
últimos quince años.
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Es así que encontramos medidas alternativas o sustitutivos penales, en el Código Penal
Portugués de 1982; en el Código Brasileño de 1984; en el Código Penal Cubano de
1987; en el Código Penal Peruano de 1991; en el Código Francés de 1992 y en el
Código Penal Español de 1995. Pero, además, el volumen y la diversidad de los
subrogados penales que se incluyen en tales Códigos es mucho más amplio y rico en
opciones, que los que fueron incorporados al influjo del
2. Clasificación
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COBO DEL ROSAL Y VIVES ANTON precisan que los sustitutivos penales que
conoce la doctrina y el derecho vigente, merecen una identificación funcional más
acorde con el efecto que directamente ejercen sobre las penas privativas de libertad.
En ese sentido, manifiestan que no todos los modelos que se agrupan genéricamente
bajo dicha denominación cumplen, en realidad, la función sustitutiva que
ideográficamente se les signa. Y ello porque como bien apuntan los autores citados,
determinados "remedios" contra las penas privativas de libertad "en lugar de sustituir
dichas penas por otras, o por medidas, lo que prescriben, o mejor, desempeñan, es, en
definitiva, una función suspensiva, es decir comportan, sin más, su inejecución o
ejecución incompleta, cual es el caso de la condena condicional... o la libertad
condicional... Se trata, en consecuencia, de unos beneficios, o si se quiere, de unos
paliativos más que auténticos sustitutivos penales... Los problemas de la sustitución de
la pena, pues, deben concretarse, en sentido estricto, en aquellas hipótesis en que la
pena privativa de libertad, no se aplica pero su lugar es ocupado por pena de otra
naturaleza y contenido o, sencillamente, por una medida. La sustitución de la pena
tiene sentido cuando es cambiada por una pena o medida, y no cuando es sustituida,
sin más, por la libertad del condenado, pues entonces no estaríamos ante un proceso
sustitutivo de una consecuencia jurídica por otra, sino nada más que ante la cesación
de la pena y de sus efectos" (M. Cobo del Rosal - T.S. Vives Antón. Ob. cit., p. 634 y
ss.). Esta posición que en gran parte asumimos, nos permite excluir del concepto de
medida alternativa o sustitutivo penal, a la liberación condicional y a los criterios de
oportunidad o procedimientos de "divertion". Estos últimos, de predominio carácter
procesal, permiten que los órganos titulares de la acción penal puedan -bajo ciertos
presupuestos- abstenerse de ejercitarla (En nuestro medio el artículo 2º del Código
Procesal Penal de 1991, ha introducido este tipo de procedimientos).
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por José María Rodríguez Devesa - Alfonso Serrano Gómez. Derecho Penal Español.
Parte General. Ed. Décimo Séptima. DYKINSON. Madrid, 1994, pp. 906 y 907).
Según dicho informe, pueden operar como sustitutivos de la pena privativa de libertad
los mecanismos y procedimientos que a continuación se detallan:
- Multa.
- Arresto Domiciliario.
- Promesa con Fianza o sin ella de observar buena conducta en un período de tiempo.
- El perdón Judicial.
- Prohibición de ausentarse del país durante un tiempo no mayor de seis meses, sin
previa autorización judicial o administrativa.
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Y en segundo lugar, debemos citar las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas sobre
las Medidas No Privativas de la Libertad o Reglas de Tokio, aprobados por la
Asamblea General de la O.N.U. en diciembre de 1990 (El texto completo de estas
normas puede verse en EGUZKILORE Nº 6, 1993, p. 119 y ss.). El artículo 8.1 de
dichas Reglas señala como medidas alternativas las siguientes:
- Liberación Condicional.
- Sanciones Económicas y Penas de Dinero, como Multas y Multas sobre los ingresos
calculados por días.
- Incautación o Confiscación.
- Arresto domiciliario.
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Madrid. 1990, p. 26 y ss.). Estas diferencias quedan expuestas, por ejemplo, en la
complejidad y multiplicidad de criterios de ordenación que emplea JESCHECK (Cfr.
H. H. Jescheck. Alternativas a la Pena Privativa de Libertad en la Moderna Política
Criminal, en Estudios Penales y Criminológicos VII, 1985, p. 15 y ss.) y en la simpleza
y concreción con que agrupa a los sustitutivos penales (Cfr. Carlos García Valdez.
Alternativas legales a la Privación de Libertad Clásica, en Prevención y Teoría de la
Pena. Editorial Jurídica Cono Sur. Santiago de Chile. 1995, p. 197 y ss.). Veamos cada
uno de estos sistemas de clasificación.
c) La Pena de Multa. En cualquiera de sus versiones, esto es, como multa de aplicación
global o con la utilización del sistema de días-multa. Jescheck, además, considera que
la pena de multa constituye "la alternativa más importante a la pena privativa de
libertad" (Ob. cit., p. 28), y que su aplicación sustitutiva se encuentra difundida en la
mayoría de países. El Código Penal Alemán de 1975, por ejemplo, le otorga dicha
función en su Art. 47º.
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d) Otros Sustitutivos de la Pena Privativa de
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condicional de la pena y suspensión del fallo); otras alternativas (dispensa de pena,
perdón judicial, conciliación delincuente-víctima). 3. Las medidas alternativas en el
Código Penal de 1991
3.1. Generalidades
Uno de los principales rasgos característicos del proceso de reforma penal que tuvo
lugar en el Perú entre 1984 y 1991, fue la clara vocación despenalizadora que guió al
legislador nacional. Esta posición político criminal favoreció la inclusión sucesiva de
nuevas medidas alternativas a la pena privativa de libertad, que al adicionarse a la
condena condicional, pre-existente en el Código Penal de 1924 fueron configurando
un abanico bastante integral de sustitutivos penales, y que alcanzó vigencia al
promulgarse un nuevo Código Penal en abril de 1991. Sobre el particular, en la
Exposición de Motivos se sostiene que "La Comisión Revisora, a pesar de reconocer
la potencia criminógena de la prisión, considera que la pena privativa de libertad
mantiene todavía su actualidad como respuesta para los delitos que son
incuestionablemente graves. De esta premisa se desprende la urgencia de buscar otras
medidas sancionadoras para ser aplicadas a los delincuentes de poca peligrosidad, o
que han cometido hechos delictuosos que no revisten mayor gravedad. Por otro lado,
los elevados gastos que demandan la construcción y el sostenimiento de un centro
penitenciario, obligan a imaginar formas de sanciones para los infractores que no
amenacen significativamente la paz social y la seguridad colectivos" (Ver en la
Exposición de Motivos el apartado "Las Penas").
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e) Exención de Pena.
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Ahora bien, tal como aparece regulada, la sustitución de penas es una alternativa que
la ley deja al absoluto arbitrio judicial. Unicamente se exige que la pena privativa de
libertad sustituible no sea superior a tres años. En la medida, pues, en que el Juez
considere en atención a la pena conminada, para el delito y a las circunstancias de su
comisión que el sentenciado no merece pena por encima de dicho límite, él podrá
aplicar la sustitución, consignando en la sentencia la extensión de la pena privativa de
libertad que se sustituye. Sin embargo, somos de opinión que en la decisión sustitutiva
deben sopesarse también otros factores como lo innecesario de la reclusión y la
inconveniencia, por razones preventivo generales y especiales, de no optar por otro
tipo de medida alternativa como la suspensión condicional o la reserva del fallo (Cfr.
Luis Bramont Arias - Luis A. Bramont Arias-Torres. Ob. cit., pp. 207 y 208).
Como se adelantó las penas sustitutas son dos: Prestación de Servicios a la Comunidad
y Limitación de Días Libres. El Juez deberá elegir entre ellas en función, se entiende,
de las condiciones personales del condenado y del tipo de delito cometido. Su elección
debe, pues, ser debidamente motivada. No cabe aplicar reglas de conducta u
obligaciones complementarias al condenado. Este únicamente queda comprometido a
cumplir la pena sustituta.
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Teniendo en cuenta que conforme a los numerales 34º y 35º las penas sustitutas se
cumplen sólo los fines de semana, y que la sustitución puede alcanzar a penas
privativas de libertad de hasta tres años, resultaría que en su extremo límite el
condenado debería cumplir 1,095 jornadas semanales de prestación de servicios a la
comunidad o de limitación de días libres. Lo que cronológicamente significaría que el
condenado vea extendido el cumplimiento de su sanción sustitutiva hasta un período
aproximado de 21 años.
Frente a dicho despropósito legal, cabe señalar, de lege ferenda, que se aplique una
equivalencia diferente. Nosotros proponemos la misma que se define en el inciso
segundo del artículo 53º. Esto es: una jornada semanal de prestación de servicios a la
comunidad de limitación de días libres, sustituye siete días de pena privativa de
libertad. Si se emplea dicha proporción se alcanzará un término de cumplimiento más
coherente con la función asignada a las penas sustituto.
En relación a este vacío normativo, estimamos, de lege ferenda, que resulta factible
incorporar una respuesta al incumplimiento de la pena sustituto, en los mismos
términos que se precisan en el artículo 53º. En este numeral se dispone la revocatoria,
previo apercibimiento judicial, de la pena convertida y el consiguiente cumplimiento
de la pena privativa de libertad.
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c) La falta de disposiciones normativas que regulan la organización, supervisión y
ejecución de las penas de prestación de servicios a la comunidad y de limitación de
días libres. Esta es una asignatura pendiente que mantiene el legislador peruano desde
la promulgación del Código Penal. Pese a existir propuestas al respecto (Cfr. Víctor
Prado Saldarriaga. Comentarios al Código Penal de 1991. Editorial Alternativas. Lima.
1993, p. 84 y ss.), ellas no han sido tomadas en cuenta por el Parlamento. De esta
manera, pues, y al margen de algunos ensayos en la Justicia de Paz, las penas sustituto
y la medida de sustitución de penas privativas de libertad, permanecen en el presente
inmovilizadas en su uso y efectos despenalizadores.
Ahora bien, conforme al artículo 88º, las penas de prisión no superiores a un año
pueden ser sustituidas por penas de arresto de fin de semana o multa.
Excepcionalmente la sustitución podrá alcanzar también a las penas de prisión que no
excedan de dos años. Y, en ambos casos, el Juez deberá atender a las condiciones
personales del agente, a los esfuerzos realizados por él para reparar los daños
ocasionados por el delito, y a que el sentenciado no sea un reo habitual. Según el
artículo 94º del Código Penal Español, se considera reo habitual a quien hubiera
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cometido tres o más delitos, de los comprendidos en un mismo Capítulo, dentro de un
plazo no superior a cinco años, y siempre que haya merecido condena por tales ilícitos.
Las equivalencias para la sustitución son las siguientes: cada semana de prisión será
sustituida por dos arrestos de fin de semana. Y cada día de prisión será sustituido por
dos cuotas de multa.
Cabe anotar, finalmente, con relación al derecho español, que en los casos de
sustitución de las penas privativas de libertad que contempla el inciso 1º del artículo
89º, la ley exige que el juez antes de adoptar su decisión sustitutoria escuche a las
partes, Y tratándose de la hipótesis del inciso 2º, que se refiere al reemplazo del arresto
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de fin de semana, será necesario, para que opere la sustitución, que el condenado haya
expresado su conformidad.
Por su parte, el Código Penal Portugués incluye también en sus artículos 43º y 44º, un
régimen de sustitución de penas privativas de libertad que contempla dos casos.
Primero, cuando la pena de prisión no exceda de tres meses, ella puede ser sustituida
por una pena de prisión por días libres que viene a ser una sanción parecida al arresto
de fin de semana español. La equivalencia que se emplea para este supuesto es de
cuatro días de prisión por un fin de semana. El segundo caso de sustitución se da si la
pena de prisión no fuera superior a seis meses. En esta hipótesis se podría sustituir la
pena privativa de libertad impuesta en la sentencia por una pena equivalente, fijada en
días-multa y a razón de un día-multa por cada día de prisión.
Este sustituto penal puede ser definido como la conmutación de la pena privativa de
libertad impuesta en la sentencia, por una sanción de distinta naturaleza. En el caso del
derecho penal peruano la conversión de la pena privativa de libertad puede hacerse con
penas de multa, de prestación de servicios a la comunidad y de limitación de días libres.
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En otros países, en cambio, la conmutación suele realizarse únicamente con penas de
multa.
con no menos de tres años de pena privativa de libertad (Cfr. Art. 54º).
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Ahora bien, en caso de revocatoria de la medida se producirá una reconversión, que
llevará al condenado a cumplir la pena privativa de libertad que le fue impuesta en la
sentencia, con los descuentos que correspondan según las reglas antes mencionadas
del artículo 53º.
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En realidad, pues, como bien aclaran COBO-VIVES estamos ante una medida de
suspensión de la ejecución de la pena privativa de libertad, y no de sustitución de dicha
pena, como ha venido ocurriendo con las medidas alternativas que se han analizado
anteriormente. "La simple suspensión de la condena no representa, hablando en
puridad, un mecanismo de sustitución de la pena, sino, en todo caso, una renuncia
provisional al pronunciamiento o ejecución de la misma que, en su momento, puede
convertirse en definitiva. Sustituir es cambiar una cosa por otra, y no es eso lo que
sucede en la suspensión" (Ob. cit., p. 705).
Tales reglas y obligaciones deben ser observadas por el condenado durante un plazo
de tiempo que se expresa en la ley o en la sentencia, y que se le denomina período de
prueba. Si el plazo mencionado se vence sin que haya mediado incumplimiento de
reglas o comisión de nuevo delito, se da por extinguida la pena y se suprime la condena
de los registros judiciales correspondientes. Caso contrario, procederán a aplicarse al
condenado mayores restricciones o se le revocará la suspensión, debiendo, en
consecuencia, de cumplir en su totalidad la pena privativa de libertad que se le impuso
en la sentencia.
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privativas de libertad no superior a dos años y siempre que el agente no fuere
reincidente (José Hurtado Pozo. Ob. cit., p. 64).
En cuanto al plazo de prueba la ley fija un término flexible entre uno y tres años, y que
el Juez debe cuantificar de modo concreto en la sentencia. Tratándose de un imperativo
legal, dicho plazo no puede ser inferior a un año, aún en el supuesto de que la pena
impuesta sea menor a doce meses. Asimismo, es posible fijar un plazo de prueba menor
al término de la condena. Es más, la judicatura nacional es proclive a este tipo de
decisiones, que, se entiende, resultan motivadoras para que el condenado se adscriba
positivamente a las reglas de conducta.
Ahora bien, en cuanto a las reglas de conducta, el artículo 58º dispone la imposición
obligatoria de las mismas. Dicha norma, además, señala alternativamente un conjunto
de opciones, las cuales pueden ser integradas con otras reglas que el Juez estime
adecuadas al caso particular, siempre que no afecten la dignidad del condenado.
La reparación del daño ocasionado o reparación civil puede incluirse como regla de
conducta, salvo que el agente haya acreditado, previamente, imposibilidad de cumplir
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con tal obligación. Sin embargo, si el pago de la reparación civil no se consigna
expresamente en la sentencia como una regla de conducta, su realización quedará fuera
del ámbito de suspensión de la ejecución de la pena.
Las reglas de conducta deben guardar conexión con las condiciones particulares del
delito y con la personalidad del agente. Deben, igualmente, ser específicas y
determinadas. No cabe, pues, imponer al condenado el cumplimiento de obligaciones
ambiguas y equívocas como "abstenerse de concurrir a lugares de dudosas reputación".
b) Prórroga del Plazo de Prueba. Dicha prórroga puede extenderse desde una mitad del
plazo fijado en la sentencia, y hasta un límite de tres años. Ello quiere decir que en su
extremo máximo, si el plazo de prueba inicial fue de tres años esté con la adición límite
que establece el artículo 59º podría alcanzar los seis años. Ahora bien, la cuantificación
y determinación de la prórroga deben ser decididos por el Juez en atención a las
necesidades y características de cada caso.
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comisión de un nuevo delito doloso, realizado dentro del período de prueba, y se le
impusiere una pena superior a tres años de pena privativa de libertad.
Como se precisa en el numeral 60º, el efecto de la revocatoria, aún en el caso del inciso
3) del artículo 59º, supone la "ejecución -total- de la pena suspendida
condicionalmente y la que corresponda por el segundo hecho punible".
Si el período de prueba concluye sin que medie incumplimiento reiterado de las reglas
de conducta, ni comisión de nuevo delito, "la condena se considera como no
pronunciada". El efecto procesal que esto conlleva es la anulación de los antecedentes
penales del condenado.
En España la medida que analizamos fue introducida en 1908. El Código del 95, trata
de la "Suspensión de la ejecución de las penas privativas de libertad", entre los
artículos 80º a 87º. En lo esencial sus características son las siguientes:
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Ahora bien, se producirá una revocatoria directa de la suspensión, si el condenado
comete nuevo delito durante el plazo de prueba. Entendiéndose que se ha cometido
nuevo delito, cuando se declare así en nueva sentencia condenatoria.
e) Si el plazo de suspensión concluye sin que el condenado haya incumplido las reglas
de conducta, no haya delinquido nuevamente, se declara la remisión de la pena y se
ordena la cancelación de la inscripción realizada en la Sección Especial del Registro
Central de Penados y Rebeldes.
Cabe anotar, finalmente, que en el Código Penal Español se consideran dos supuestos
especiales de suspensión condicional de la pena, y a los que aluden el inciso 4º del
artículo 80º y el artículo 87º. En ambos casos la suspensión se basa en consideraciones
especiales que tienen relación con el estado de enfermedad grave e incurable que sufre
el condenado, o por su condición de dependiente a drogas o alcohol.
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La Reserva del Fallo Condenatorio fue otra de las innovaciones que en el ámbito de
las medidas alternativas introdujo en el derecho peruano, el Código Penal de 1991.
Para ello el legislador nacional se guió por el modelo que incluía el Anteproyecto de
Código Penal Español de 1983 (Art. 71º y ss.). Esta referencia a la fuente es importante
ya que, como lo sostuvo en su oportunidad SANTIAGO MIR PUIG, la suspensión del
fallo, en los proyectos españoles, se apartó significativamente de la probation
anglosajona, al prescindir del pronunciamiento de la condena y por ende de la pena
(Cfr. Santiago Mir Puig. Tendencias político-criminales y alternativas a la prisión en
la Europa actual, en Revista del Ilustre Colegio de Abogados del Señorío de Vizcaya
Nº 34, 1987, p. 55 y ss.).
En efecto, la Reserva del Fallo Condenatorio que se regula en los artículos 62º a 67º
del Código Penal Peruano, conforme a su fuente hispana, se caracteriza
fundamentalmente porque el Juez deja en suspenso la condena y el señalamiento de
una pena para el sentenciado.
Ahora bien, el efecto procesal de la reserva del fallo es que no genera antecedentes al
sentenciado, puesto que el no haber condena, no cabe inscripción en el Registro
Judicial correspondiente.
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Conforme al artículo 62º la reserva del fallo condenatorio, procede cuando concurren
los siguientes presupuestos:
a) Que el delito esté sancionado con una pena conminada no superior a tres años de
pena privativa de libertad o con multa; o con prestación de servicios a la comunidad o
limitación de días libres que no excedan a 90 jornadas semanales; o con inhabilitación
no superior a dos años.
Cabe anotar que la reserva del fallo condenatorio también es aplicable en caso de penas
conjuntas o alternativas, siempre que tales sanciones se adecúen a los marcos
cualitativos y cuantitativos antes mencionados.
b) Que el Juez en atención a las circunstancias del hecho y a la personalidad del agente,
asuma un pronóstico favorable de conducta futura del imputado.
Tanto el plazo del período de prueba como el catálogo de reglas de conducta que
pueden imponerse al sentenciado, son similares a los que el Código Penal contemplaba
para la suspensión de la ejecución de la pena. Esto esa) El plazo de prueba puede
extenderse entre uno y tres años. Pero en caso de infracción de las reglas de conducta,
él puede prorrogarse hasta por tres años más.
b) Las reglas de conducta deben adecuarse a los fines de rehabilitación del procesado.
El Juez puede adicionar otras reglas de conducta distintas de aquellas que se definen
en el artículo 64º, si resultan convenientes para el delincuente y no afectan su dignidad
personal. Asimismo, es posible considerar como regla de conducta el cumplimiento
del pago de la reparación civil.
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c) El incumplimiento reiterado de las reglas de conducta motiva una sanción. En este
supuesto el Juez puede disponer la amonestación del sentenciado, la prórroga del plazo
de prueba o la revocatoria de la reserva.
Ahora bien, la Reserva del Fallo Condenatorio ha tenido una tímida acogida en la
Magistratura Penal nacional. Por fuerza de la costumbre y falta de información, esta
importante medida alternativa fue inicialmente relegada por la aplicación de la
suspensión de la ejecución de la pena. No obstante, con el transcurso del tiempo su
utilización jurisdiccional se ha hecho más frecuente, sobre todo en delitos como la
usurpación de inmuebles, la violación de la libertad de trabajo, el abuso de autoridad
innominado, la receptación simple, y en las faltas.
La reforma penal española abandonó la suspensión del fallo desde el Borrador de 1991.
Para un amplio sector de la doctrina hispana ello fue una decisión acertada. Sobre todo
en consideración a los trastornos e incongruencias procesales, que dicha medida podía
suscitar y que han sido expuestos en detalle por varios autores como MAQUEDA
ABREGU, DE SOLA DUEÑAS y VALMAÑA OCHAITA (Cfr. Silvia Valmaña
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Ochaíta. Ob. cit., p. 39 y ss.). En todo caso, algunos proyectos posteriores como el de
1992 procuraron reunir en la Suspensión de la Ejecución de la Pena, algunas ventajas
de la suspensión del fallo como han mencionado CEREZO MIR y DE LA CUESTA
ARZAMENDI (Cfr. José Cerezo Mir. Consideraciones Político-Criminales sobre el
Proyecto de Código Penal de 1992. U. de Zaragoza. 993, p. 33; José Luis De La Cuesta
Arzamendi. Ob. cit., p. 339 y ss).
Esta medida alternativa se relaciona con los criterios generales del llamado perdón
judicial. Esto es, con la facultad conferida por la ley al órgano jurisdiccional para
dispensar de toda sanción al autor de un hecho delictivo.
En términos concretos la medida que analizamos puede definirse como una condena
sin pena. Ella implica, por tanto, una declaración de culpabilidad pero además una
renuncia del Estado, a través del Juez, a sancionar el delito cometido. En el derecho
extranjero existe singular predilección por los procedimientos de renuncia a la pena.
En ese sentido, el artículo 169º del Código Penal Italiano autoriza al Juez a perdonar
la pena, declarándola extinguida, si el autor del delito es menor de dieciocho años y
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siempre que la pena que correspondería aplicarle no exceda a dos años de pena
privativa de libertad. Por su parte, el Código Penal Alemán, en su artículo 60º, permite
renunciar a la pena cuando la sanción a imponer es inferior a un año de pena privativa
de libertad y las consecuencias del hecho ilícito han afectado de modo relevante a su
autor. Pero además el legislador germano exige que la decisión de dispensar la sanción
no produzca riesgos a la defensa del orden jurídico, vale decir, que ella no afecte
criterios de prevención general.
En Latinoamérica cabe referirse al artículo 64º del Código Penal Boliviano que regula
el perdón judicial. En lo esencial la medida sólo puede aplicarse cuando el agente es
primario, si el delito cometido no tiene pena conminada mayor de un año de pena
privativa de libertad, y siempre que pueda deducirse de la levedad del hecho o de los
motivos que impulsaron a su autor, que éste no volverá a cometer nuevo ilícito. El
Código Penal Boliviano, además, establece que el perdón judicial no afecta el pago de
la reparación civil (Art. 65º).
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La legislación peruana establece dos requisitos para la procedencia de la exención de
pena. Uno, cualitativo, está en función del tipo de pena conminada en la ley para el
delito cometido. Y el otro, valorativo, toma en cuenta el grado de culpabilidad del
autor o partícipe.
El primer requisito señala que la medida es procedente si la pena prevista para el delito
cometido es privativa de libertad no mayor de dos años o se trata de pena de multa o
de pena limitativa de derechos.
El segundo requisito alude a que la culpabilidad del agente sea mínima. Este criterio
no ha sido desarrollado por el legislador. Tampoco la doctrina y la jurisprudencia
nacionales han estructurado sobre el particular criterios de interpretación uniforme. En
tal sentido, cabe sostener de lege data algunas consideraciones al respecto. En
principio, es de afirmar que la ley toma en cuenta la culpabilidad concreta y personal
del autor o partícipe, por lo que ella se mide en función de la presencia de
circunstancias que aminoren su intensidad como lo son la imputabilidad relativa, la
concurrencia de un error de prohibición vencible o de un error de comprensión
culturalmente condicionado vencible, o la producción de un estado de necesidad
exculpante imperfecto o de un miedo que en el contexto aparezca como superable.
Ahora bien, por extensión se asume también la posibilidad de una menor culpabilidad
en el caso del cómplice secundario.
Si bien el Código Penal a diferencia del precitado texto boliviano no alude a los efectos
de la exención de pena sobre la reparación civil, resulta fácil inferir que su concesión
no excluye el señalamiento de responsabilidades indemnizatorias, puesto que éstas son
exigibles desde la producción de un hecho antijurídico. Por tanto, el Juez debe fijar en
la sentencia la reparación civil que corresponda.
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BIBLIOGRAFÍA
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