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2.1 GENERALIDADES
Los riegos localizados de alta frecuencia (RLAF) se caracterizan por dos hechos
fundamentales: la localización y la alta frecuencia.
Se señalan que una de las ventajas de los RLAF es el ahorro de agua. Veamos cómo la
localización y la alta frecuencia afectan a las pérdidas, a la evaporación directa y a la
transpiración. Sobre el primer caso, la localización se consigue conduciendo el agua por
medio de tuberías y aplicándola muy cerca de la planta y sólo la zona de raíces; esto
elimina las pérdidas por infiltración y evaporación en los canales, acequias, surcos, bandas,
etc., se limitan las pérdidas por escurrimiento superficial, lo que supone un importante
ahorro de agua.
En el riego localizado sólo se moja una parte de la superficie del suelo, mientras que en el
riego convencional se moja toda; en consecuencia, la evaporación directa desde el suelo [E]
será menor en el riego localizado, lo que constituye un mecanismo de ahorro de agua. En
cambio la transpiración [T] puede aumentar ligeramente por varias causas: un suelo seco se
calienta más que el húmedo, emite radiación de onda larga que es captada por la parte
aérea de la planta, aumentando la transpiración. El aire situado sobre el suelo no mojado se
calienta más que si todo el suelo estuviera húmedo, y debido a la microadvección aporta
más energía al follaje, aumentando igualmente la transpiración.
Se puede presentar este cuadro cuando se aplica agua pero en cantidades inferiores a la
ETc máxima, debido a una inadecuada frecuencia, y se supone que las plantas en esas
condiciones experimentan unas adaptaciones que hacen que los rendimientos no
disminuyan o en caso contrario, los rendimientos se verán disminuidas.
Se denomina bulbo húmedo a la parte del suelo humedecida por un emisor de riego
localizado. Veamos como se crea el bulbo y los factores que afectan su forma. La
explicación se hace para un emisor puntual, cuando el emisor es del tipo de una larga cinta
porosa o hay traslape entre bulbos humedecidos, el suelo humedecido es un cilindro cuya
sección toma la forma de un bulbo.
A pesar de que los emisores de riegos localizados descargan pequeños caudales, el agua
comienza a fluir sobre una reducida superficie, provocando un pequeño charco, cuyo radio
se va extendiendo a medida que el riego continúa. A partir del disco de suelo saturado que
es el charco, el agua se distribuye por los poros vecinos, cuya humedad es menor. En esta
zona vecina, el potencial está compuesto por el potencial gravimétrico y el potencial
mátrico, y como el contenido de humedad es bajo, el potencial mátrico es superior y el
primero empieza a intervenir en el movimiento del agua cuando se supera una cierta
humedad.
a) Tipo de suelo: en los suelos pesados la velocidad de infiltración es menor que en los
ligeros, lo que hace que el radio del charco sea mayor, y el bulbo se extienda más
horizontalmente; también porque el mayor porcentaje de microporos de los suelos
pesados hace que las fuerzas mátricas dominen a las gravitacionales en una mayor
gama de humedad que en el caso de suelos ligeros, y en consecuencia la
redistribución horizontal es más intensa en aquellos. En la fig. se muestra el bulbo
húmedo para tres tipos de suelos cuando se ha aplicado el mismo volumen.
En estrato arenoso: el agua que venía circulando por unos poros pequeños, cuando
alcanza el estrato arenoso, se encuentra con unos espacios aéreos mucho mayores,
que retienen el agua con menos fuerza (menor potencial mátrico). En consecuencia el
agua antes de atravesar la interfase se acumula en el suelo sobre el estrato, hasta que
el potencial mátrico disminuye lo suficiente para que el agua sea atraída por la arena.
Una vez que el agua penetra en el estrato arenoso, debido a su mayor permeabilidad
el frente húmedo necesita menos sección para avanzar; por lo que el bulbo se
estrecha. Cuando el frente alcanza el suelo situado bajo el estrato arenoso, el bulbo
adopta la forma que tendría con un emisor cuyo charco fuese la zona húmeda de la
arena.
El efecto del riego localizado se traducen que solamente se humedece una parte del suelo,
lo que plantea inmediatamente una interrogante: ¿qué volumen de suelo necesitan las
plantas? y derivado de ello, ¿hasta qué punto se pueden reducir los marcos de plantación
usuales en riegos convencionales?
Experimentos realizados confirman que las plantas necesitan un volumen de suelo muy
inferior al que exploran en secano o con otros sistemas de riego, por el dinamismo y la
plasticidad del sistema radicular. Las raíces se adaptan velozmente al régimen de humedad,
concentrándose en el bulbo húmedo, que puede contener una densidad de raíces tres o
cuatro veces superior a un suelo con riego no localizado.
Las posibilidades de reducción del volumen de suelo implicaría la reducción de los marcos
de plantación en esos mismos porcentajes; sin embargo tal posibilidad se ve limitado por las
necesidades de luz del follaje, la necesidad de espacio para las labores culturales, el paso
de las máquinas, etc., de manera que hay que ser prudentes al tratar de reducir los marcos
de plantación.
Comparando ambos métodos: donde en los riegos convencionales tales como gravedad o
aspersión sin cobertura total el intervalo de riego es amplio (7 días), si la dosis de riego en
mm es “D”, la evapotranspiración diaria será D/7 (sin considerar pérdidas). En el caso de un
riego de alta frecuencia, concretamente un riego diario cuya dosis “d” coincide con la
evapotranspiración. Se comprueba que en los riegos convencionales la humedad
experimenta variaciones mayores.
En los RLAF normalmente se trabaja muy alejado del valor umbral y el intervalo entre
riegos se hace a voluntad, inclusive con mucha más frecuencia (uno o más por día).
En los riegos de baja frecuencia se utilizan dosis elevadas de riego, lo que crea
problemas de falta de aireación en los días siguientes al riego, sumados por la destrucción
superficial de la estructura del suelo y la formación de costra en el riego por aspersión. En
cambio en los RLAF el suelo sólo se satura en un volumen muy reducido próximo al emisor;
a partir de esta zona saturada hay un gradiente de concentración de oxígeno, que
aumenta al acercarse a la periferie del bulbo húmedo.
Este “régimen permanente” tiene una aplicación práctica importante: en los suelos
pesados, donde se tiene problemas de falta de aireación ocasionados por el riego, es
conveniente aplicar riegos de alta frecuencia y baja pluviometría. Cuanto menor sea la
pluviometría, es decir, cuanto menor sea la velocidad de infiltración, menor será la
conductividad hidráulica y menor será la humedad del suelo, aumentando en cambio el
espacio aéreo.
El riego a pulsos es el riego intermitente, donde es posible aplicar una pluviometría baja [p]
utilizando un emisor de pluviometría [p’] muy superior a [p], con una duración de cada
aplicación [ta] muy corta, del orden de varios minutos y espaciando cada aplicación. Si [t] es
el intervalo entre dos aplicaciones, los valores de [t a] y [t] se pueden ajustar para que se
obtenga una pluviometría media igual a [p].
Las experiencias demuestran que el riego a pulsos se puede aplicar en suelos pesados para
evitar problemas de falta de aireación.
Comparando en un mismo tipo de suelo el bulbo húmedo obtenido por un riego continuo
y un riego a pulsos, utilizando el mismo caudal y aplicando el mismo volumen; se ha
comprobado que el bulbo húmedo en el riego a pulsos será más profundo y más ancho
Entonces, la aplicación del riego a pulsos puede estar justificada en los siguientes casos:
2.6 SALINIDAD
Después de la aplicación de un riego, las sales que contenía la solución del suelo más las
aportadas por el agua de riego se encuentran disueltas en el agua del suelo. Por efecto de
la evapotranspiración va disminuyendo la humedad del suelo, mientras que prácticamente
no se eliminan las sales disueltas. En consecuencia la concentración salina va aumentando
hasta que se aplique el siguiente riego.
Cuanto mayor sea el intervalo entre riegos mayor será la salinidad de la solución del suelo,
las sales disueltas aumentan la presión osmótica de la solución dificultando la absorción
por las raíces, a esto se suma la dificultad de absorción debido a la disminución de la
humedad.
La alta frecuencia en los riegos facilita la absorción de agua por el doble efecto de
mantener alta la humedad y baja la salinidad; ello explica los favorables resultados con riego
por goteo usando aguas cuya salinidad las hacía poco recomendables en sistemas
tradicionales de riego.
En plantas anuales se puede correr el riesgo de que en la siembra siguiente las semillas se
coloquen en las zonas salinas, perjudicando la germinación; o que las lluvias pueden
arrastrar las sales superficiales e introducirlas en zonas de menor salinidad.
Las peculiaridades del régimen de sales en los riegos localizados obligan a un manejo
especial de riegos y lavados.
Conviene que los lavados sean frecuentes, lo ideal es que cada riego lleve su dosis de
lavado, es decir, que se riegue con cierto exceso. Las ventajas de los lavados frecuentes
son:
Ahorro de fertilizante
Mejor asimilación
Mejor distribución en el suelo
Aplicación del abono en las necesidades del momento
Rapidez en la actuación
Economía en la aplicación de abonos.
La fertirrigación con nitrógeno es una práctica frecuente y cada vez se utilizan más el
potasio y el fósforo, aunque este último puede precipitar obturando emisores y quedar
inmovilizado sin alcanzar la zona radicular. También se aplican elementos secundarios como
S, Mg, y Ca y los microelementos.