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trate de una síntesis inadecuada de historia, opiniones y recuerdos, refleja mi

esfuerzo para ofrecer un cuadro, todo lo completo y breve que es posible, del
comunismo contemporáneo. Quizá se pierdan algunos aspectos especiales o
técnicos, pero confío en que eso contribuirá a que el cuadro general sea mucho
más sencillo y completo.
He procurado apartarme de mis problemas personales no sometiéndome a ellos. Mis
circunstancias son, en el mejor caso, inciertas y en consecuencia me veo
obligado a expo-ner apresuradamente mis observaciones y experiencias; un examen
más detallado de mi situación personal podría complementar algún día, y quizá
inclusive cambiar, algunas de mis conclusiones.
No puedo descubrir todas las dimensiones del conflicto por el que atraviesa
dolorosamente nuestro mundo contemporáneo. Tampoco pretendo estar enterado de lo
que sucede fuera del mundo comunista, en el que he tenido la fortuna o la
desgracia de vivir. Cuando hablo de un mundo exterior al mío lo único que hago
es poner a mi propio mundo en perspectiva para hacer más clara su realidad.
Casi todo lo que contiene este libro se ha dicho en otras partes y de un modo
distinto. Quizá se encuentren en él un sabor, un color y un estado de ánimo
nuevos, y algunas ideas también nuevas. Las experiencias de cada hombre son
únicas y merecen ser comunicadas a sus semejantes.
El lector no debe buscar en este libro una filosofía social ni de ninguna otra
clase, ni siquiera cuando hago afirmaciones de carácter general. Mi propósito ha
sido presentar un cuadro del mundo comunista, pero no hacer filosofía acerca de
él por medio de generalizaciones, aunque a veces no he podido evitar la
generalización.
El método de la observación objetiva me parecía el más adecuado para presentar
mi material. Habría podido reforzar mis premisas y probar mis conclusiones
mediante citas, estadísticas y relatos de acontecimientos, pero para ser todo lo
sencillo y conciso posible he expuesto, en cambio, mis observaciones mediante el
razonamiento y la deducción lógica, reduciendo al mínimo las citas y las
estadísticas.
Creo que mi método es adecuado en lo que respecta a mi situación personal y a mi
manera de trabajar y de pensar.
Durante mi vida adulta he recorrido todo el camino abierto a un comunista, desde
el más bajo hasta el más alto de los peldaños de la escala jerárquica, desde el
foro local hasta el internacional y desde la formación del verdadero Partido
Comunista y la organización de la revolución hasta el establecimiento de la
llamada sociedad socialista. Nadie me obligó a aceptar ni a rechazar el
comunismo. Tomé mi decisión de acuerdo con mis convicciones, libremente, en la
medida en que puede ser libre un hombre. Aunque sufrí una desilusión, no soy uno
de aquellos cuya desilusión ha sido aguda y extrema. Me fuí apartando poco a
poco y conscientemente, trazándome el cuadro y sacando las conclusiones que
expongo en este libro. Y a medida que me aparto cada vez más de la realidad del
comunismo contem-poráneo me voy acercando a la idea del socialismo democrático.
Esta evolución personal se refleja también en este libro, aunque su propósito
principal no es el de seguir las huellas de esa evolución.
Considero superfluo criticar al comunismo como idea. Las ideas de igualdad y
fraternidad entre los hombres, que han existido en diversas formas desde el
comienzo de la sociedad humana —y que el comunismo contemporáneo acepta
verbalmente— son principios a los
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que aspirarán siempre quienes luchan por el progreso y la libertad. Criticar
esas ideas fundamentales sería tan erróneo como inútil y tonto. El esfuerzo por
realizarlas forma parte de la sociedad humana.
No me he dedicado a una crítica minuciosa de la teoría comunista, aunque esa
crítica es necesaria y útil. He concentrado mi trabajo en la descripción del
comunismo con-temporáneo y tocado la teoría sólo cuando era necesario.
Es imposible exponer todas mis observaciones y experiencias en una obra tan
breve como ésta. He enunciado sólo las más esenciales y apelado a las
generalizaciones sólo cuando eran inevitables.
Este relato puede parecer extraño a quienes viven en el mundo no comunista, pero
no puede parecer inusitado a quienes viven en el comunista. No pretendo un
mérito o una distinción exclusivos por el cuadro que presento de ese mundo ni
por las ideas que expongo a su respecto. Son sencillamente el cuadro y las ideas
del mundo en que vivo. Soy un producto de ese mundo, he contribuido a crearlo y
ahora soy uno de sus críticos.
Sólo en la apariencia es esto inconsecuente. He luchado en el pasado, y sigo
luchando, por un mundo mejor. Esa lucha puede no producir los resultados
deseados. Sin embargo, la lógica de mi acción está contenida en la duración y la
continuidad de esa lucha.
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