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PROTOCOLO DE FIEBRE TIFOIDEA Y PARATIFOIDEA

INTRODUCCIÓN:
La fiebre tifoidea y paratifoidea son enfermedades bacterianas sistémicas, caracterizadas por un
comienzo insidioso, con manifestaciones no específicas, que consisten en fiebre continua, males-
tar general, anorexia, cefaleas, bradicardia relativa, tos no productiva, manchas rosáceas en el
tronco, estreñimiento o diarrea y afectación de los tejidos linfoideos. El cuadro clínico de la fiebre
paratifoidea suele ser menos intenso y con una tasa de letalidad menor.
Los agentes implicados son la Salmonella typhi para la fiebre tifoidea, del que se pueden diferen-
ciar 106 variedades, y para la fiebre paratifoidea las Salmonella paratyphi A, B y C. Su distribución
es mundial, habiendo disminuido su incidencia en los países desarrollados por la mejora de las con-
diciones higiénico-sanitarias. En la fiebre tifoidea el reservorio exclusivo es el hombre enfermo o
portador, y en la paratifoidea por lo general el hombre y en raras ocasiones animales domésticos.
La vía de transmisión es a través de agua o alimentos contaminados con orina o heces de un en-
fermo o portador. Los alimentos involucrados pueden ser mariscos, frutas o verduras contaminadas,
leche o productos lácteos. Las moscas también pueden actuar como vehículo de transmisión, in-
fectando los alimentos. El período de incubación depende de la magnitud de la dosis infectante y
oscila entre 1 y 3 semanas en la fiebre tifoidea, y de 1 a 10 días para la fiebre paratifoidea. El pe-
ríodo de transmisibilidad se mantiene mientras persistan los bacilos en las heces, normalmente
desde la primera semana de enfermedad hasta el final de la convalecencia; este período es de 1 a
2 semanas en la fiebre paratifoidea. Un 10% de pacientes no tratados de fiebre tifoidea dispersa-
rán bacilos durante tres meses después del inicio de los síntomas y del 2-5% se tornarán portado-
res permanentes.
La susceptibilidad es general, y aumenta en personas con aclorhidria gástrica. Tras enfermedad
manifiesta, subclínica o inmunización activa surge una inmunidad específica, pero no suficiente
para proteger frente a una nueva ingestión de gran número de microorganismos.

DEFINICIÓN CLÍNICA DE CASO:


Fiebre elevada continua, malestar general, anorexia, cefaleas, bradicardia relativa, tos no pro-
ductiva, manchas rosáceas en el tronco, estreñimiento o diarrea.

CRITERIO DIAGNÓSTICO DE LABORATORIO:


Aislamiento (cultivo +) de Salmonella typhi o paratyphy A, B y C en sangre o heces.

CLASIFICACIÓN DE CASOS:
Caso Sospechoso/Probable: Clínicamente compatible, sobre todo si está epidemiológicamente
relacionado con un caso confirmado.
Caso Confirmado: Enfermedad clínicamente compatible y confirmada por laboratorio.

MODO DE VIGILANCIA:
Toda sospecha de caso de fiebre tifoidea deberá ser notificada semanalmente de forma numérica e in-
dividualizada. Una vez identificado el caso se recogerá toda la información referente al mismo en la en-
cuesta epidemiológica que figura en el protocolo de esta enfermedad.

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MÉTODOS DE CONTROL:
MEDIDAS PREVENTIVAS:
Deben basarse en medidas de eliminación sanitaria adecuada de las heces y un adecuado tratamiento,
corrección o depuración del agua de bebida. Igualmente, se debe llevar a cabo una rigurosa inspec-
ción de las condiciones de preparación y manipulación de los alimentos, asegurando controles de ca-
lidad en todas las instalaciones donde se preparan alimentos y bebidas para consumo humano.
Educación de pacientes, convalecientes y portadores sobre higiene personal, debiendo excluirlos de
la manipulación de alimentos (ver control del paciente).
Las vacunas antitifoideas actuales son de varios tipos: las inactivadas, compuestas por antígeno cap-
sular Vi altamente purificado, que se administran por vía parenteral; las vacunas atenuadas, por vía
oral, que contienen S. typhi de la cepa Ty21a, sin efectos secundarios aparentes, generan menor tasa
de anticuerpos circulantes que las vacunas parenterales, pero inducen una respuesta inmune celular
y la producción de IgA secretora a nivel intestinal, no estando recomendadas en menores de 6 años.
La vacunación rutinaria de vacuna antitifoidea en la población general de nuestro país no está reco-
mendada.

CONTROL DEL PACIENTE, DE CONTACTOS Y DEL MEDIO:


En el tratamiento del enfermo, tanto cloranfenicol, como amoxicilina o trimetropim-sulfametoxazol (so-
bre todo en niños) tienen una eficacia comparable en las infecciones agudas. En diversas zonas del
mundo han aparecido cepas de Salmonella typhi resistentes a los diversos antibióticos recomendados,
por lo que en todos los aislamientos se recomienda efectuar un antibiograma.
Junto a este tratamiento, se debe llevar a cabo un aislamiento de tipo entérico mientras dura la enfer-
medad. Desinfección concurrente de heces, orina y de objetos contaminados con las mismas. Si se
dispone de un buen sistema de depuración de aguas residuales en la localidad, las heces y orina pue-
den eliminarse directamente sin desinfección preliminar.
Es de dudosa utilidad la vacunación antitifoidea de los contactos familiares o el personal sanitario que
está expuesto a los casos o portadores y tampoco se ha demostrado la eficacia de la vacunación en
brotes. Es muy importante identificar la posible fuente de infección, mediante la búsqueda activa de ca-
sos o portadores, y el vehículo de transmisión (alimentos, agua, leche o mariscos contaminados).
Se debe asegurar la realización en el enfermo de, al menos, tres coprocultivos tomados con un inter-
valo de 24 horas como mínimo y 48 horas después de haber finalizado tratamiento, una vez que se ha
cumplido un mes como mínimo desde la aparición de síntomas. Si alguno de estos coprocultivos da un
resultado positivo se deben repetir coprocultivos cada mes durante un año, hasta que se constate que
en tres coprocultivos consecutivos se obtienen resultados negativos. Mientras esto no ocurra debe ex-
cluirse al paciente de la manipulación de alimentos.

BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA:
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