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HISTORIA MUNDIAL IV

UNIDAD TEMATICA INTRODUCTORIA: EL LIBERALISMO EUROPEO

El Liberalismo: Orígenes
Transformación del Liberalismo en Europa: económicas, sociales, culturales, científicas, políticas y religiosas.
(Libro: El Liberalismo Europeo. Autor H.J. Laski. Capitulo I. El Panorama)

Ha sido el Liberalismo la doctrina por excelencia de la civilización occidental y el producto ideológico del ascenso al
poder de una nueva clase social: la burguesía entre la Reforma y la Revolución Francesa.
El Liberalismo, como doctrina, se relaciona directamente con la noción de libertad, pues surgió como enemigo del
privilegio conferido a cualquier clase social por virtud del nacimiento o la creencia. Pero la libertad que buscaba tampoco
ofrece títulos de universalidad, puesto que en la práctica quedó reservada a quienes tienen una propiedad que defender. Los
derechos fundamentales, que el estado no puede invadir, el Liberalismo se mostró más pronto e ingenioso para ejercitarlos
en defensa de la propiedad, y no para proteger y amparar bajo su beneficio al que no poseía nada que vender fuera de su
fuerza de trabajo.
Hay en el temperamento liberal un resabio de romanticismo. Tiende a ser subjetivo y anárquico, a aceptar con prontitud
cualquier cambio que proceda de la iniciativa individual; a insistir en que esta iniciativa lleva en sí los gérmenes necesarios
del bien social. Siempre ha querido, aunque las más de las veces de modo inconsciente, establecer una antítesis entre la
libertad y la igualdad.
En la primera ha visto aquel predominio de la acción individual que siempre ha defendido celosamente; en la igualdad
ha visto más bien la intervención autoritaria que, a su ver, conduce en último resultado a la parálisis de la libertad individual.
El advenimiento de la clase media al poder ha sido ha sido una de las revoluciones más benéficas en la historia. Cierto es
también que se ha pagado caro por ella; pues significó el sacrificio de ciertos principios medievales cuya restauración
significaría una sólida ganancia. La idea de liberalismo está históricamente trabada y esto de modo ineludible, con la posesión
de la propiedad. El progreso científico se debió al clima mental creado por el liberalismo.

El Liberalismo surgió como una nueva ideología destinada a colmar las necesidades de un mundo nuevo:
descubrimientos geográficos, la ruina de la economía feudal, la revolución científica, la Reforma Religiosa que no reconoce
la supremacía de Roma.

El espíritu capitalista empieza a adueñarse de los hombres a finales del siglo XV, lo cual significa que el objeto principal
de la acción humana será la búsqueda de la riqueza. Y eso con el mínimo de interferencia de cualquier autoridad social.
El Capitalismo pretende, primero, transformar la sociedad, y después conquistar el Estado. La búsqueda de la riqueza por sí
misma lleva implícito necesariamente el bien social. El que se enriquece, por ese solo hecho, se convierte en un benefactor
social. El Estado, que hasta comienzos del siglo XVIII, aparece como un agente eficaz del Capitalismo, a fines de este mismo
siglo es considerado ya como el enemigo natural de su doctrina.

II En El liberalismo europeo, Harold J. Laski estudia esos cambios, las nuevas relaciones sociales que surgieron a
partir de ellos y el ascenso de la burguesía al poder; todos factores decisivos que impulsaron el surgimiento del liberalismo
como doctrina por excelencia de la civilización occidental. Sin embargo, al momento de publicar el libro (1936), el autor se dio
cuenta de que el liberalismo, cuyo triunfo había llegado en el siglo XIX, se encontraba en crisis. Por ello, destaca la necesidad
de efectuar reajustes en el pensamiento y de crear normas de mayor justicia.
A pesar de los años transcurridos desde su publicación, la obra permanece vigente, ya que la humanidad continúa en
espera de ese "nuevo orden social basado en una relación nueva de hombre a hombre", pensado por el autor. Desde la
Reforma hasta el estallido de la Revolución francesa, cambios radicales afectaron la vida económica de Europa, que dieron
como resultado tendencias opuestas a las imperantes en los tiempos del feudalismo.
A partir del siglo XVI, los conceptos e instituciones que hasta entonces parecían inmutables comenzaron a evolucionar
vertiginosamente: la ciencia ganó cada vez más terreno sobre la religión, la idea del progreso se impuso a la creencia en el
pecado original y el individualismo alcanzó progresivamente su máxima expresión.
Desde el siglo XVI cobró vigor la evolución de conceptos e instituciones que habían sido considerados inmutables, y
tanto las bases jurídicas como el monopolio religioso sufrieron hondas transformaciones. Mientras la ciencia reemplazaba a
la religión, y la doctrina del progreso se imponía a la inveterada creencia en el pecado original, el individualismo alcanzó
progresivamente su máxima expresión. Harold J. Laski estudia el desarrollo de esas corrientes ideológicas en sus relaciones
con la economía, la posesión de la tierra y las contradicciones políticas de la época, y analiza la participación de algunos
notables pensadores que contribuyeron a consolidar las nuevas normas directrices. Pero ante la crisis por la que hoy
atraviesan esas doctrinas, pasado el esplendor que alcanzaron en el siglo XIX, hace destacar la necesidad de efectuar
reajustes y crear normas de mayor justicia que traerán, a la postre, "un nuevo orden social basado en una relación nueva de
hombre a hombre.

EL LIBERALISMO EUROPEO. INTRODUCCIÓN

El liberalismo es la doctrina por excelencia en el mundo occidental y es el producto del ascenso de la burguesía. A
partir de la Reforma y hasta la Revolución francesa que cambiaron las tendencias de los tiempos de los feudos. Las bases
jurídicas y la iglesia tuvieron grandes cambios, especialmente la iglesia, pues la ciencia empezó a reemplazar a la religión y
el individualismo creció. Éstas corrientes ideológicas están ligadas a la economía, la posesión de tierras y las contradicciones
políticas; también hubo participación de algunos pensadores que ayudaron a consolidar las nuevas directrices. Entre algunas
de las cosas que propone es la igualdad, los derechos de propiedad, y manejar al gobierno dentro de los marcos.

EL PANORAMA

En el periodo de la Reforma a la Revolución francesa se estableció una nueva clase social, y echó abajo que hacían
que el privilegio fuera una función del estado. El poder concreto de la soberanía sustituyó al imperio medieval. Los banqueros,
comerciantes, industriales, sustituyeron al terrateniente, eclesiástico y guerrero como tipos de influencia nacional
predominante; y la ciudad reemplaza al campo; la ciencia reemplaza a la religión y se vuelve factor de la mentalidad humana.

Los conceptos de iniciativa social y control social abrieron paso a los conceptos de iniciativa individual y control
individual. Las condiciones materiales nuevas dieron fomentaron las nuevas relaciones sociales. De acuerdo con éstas nace
la nueva filosofía: El Liberalismo.

Nació cómo enemigo del privilegio a las clases sociales, se relaciona directamente con la libertad. Desde sus
comienzos lucha con la política, y pone a la autoridad dentro de los marcos constitucionales y hace un sistema adecuado de
los derechos. Al poner en práctica dichos derechos, el liberalismo los pone más en defensa de la propiedad. Intentó respetar
los dictados de conciencia y a obligar a los gobiernos a proceder conforme a preceptos y no a caprichos.

El Liberalismo ha sido hostil a las pretensiones de la iglesia y a mirarla como otra asociación de la sociedad. Ha sido
favorable al gobierno representativo, ha sido conveniente al gobierno representativo y ha sostenido al principio de las
autonomías nacionales. Apoya a los grupos minoritarios y a la libre asociación.

Es una doctrina, un modo de ver las cosas, es escéptico, y negativo ante la acción social. Siempre quiere establecer
una antítesis entre libertad e igualdad. Aunque el liberalismo, aunque deseaba tener un carácter universal, siempre se reflejó
en instituciones de beneficios estrechos o limitados. Lo que produjo al liberalismo fue una nueva sociedad económica hacia el
fin de la Edad Media. Fue modelado por las necesidades de la sociedad nueva. El individuo a quien el liberalismo trata de
proteger, es aquel que es siempre libre para comprar su libertad; pero ha sido siempre una minoría de humanidad el número
de los que tienen los recursos para hacer esta compra. La idea de liberalismo está históricamente trabada, y esto de modo
ineludible con la posesión de la propiedad. Los fines a los que sirve son siempre los fines de los hombres que se encuentran
en esa posición. El liberalismo hizo posibles muchas relaciones productivas que mejoraron el nivel general de las condiciones
materiales, el progreso científico se debe al clima mental creado por él, y al final de cuentas, el advenimiento de la clase media
al poder pudo haber sido una de las revoluciones más benéficas de la historia. Se pagó por ella, significó el sacrificio de ciertos
principios medievales, cuya restauración sería una gran ganancia.

El liberalismo surgió como una nueva ideología destinada a colmar las necesidades de un mundo nuevo. La esencia
de este mundo nuevo, es la redefinición de las relaciones de producción entre los hombres, pues descubrieron que para
explotar en toda su plenitud aquellas no podían usar ni las instituciones ni las ideas que habían heredado. El principio de la
utilidad no se determina ya con frecuencia al bien social, sino que su significado radica ahora en el deseo de satisfacer una
apetencia individual, dándose por aceptado que mientras mayores riquezas posee el individuo, mayor es su poder para
asegurarse esa satisfacción. En cuanto este sesgo mental comienza a dominar los ánimos, desata de suyo, una fuerza
revolucionaria: reemplaza, en efecto, la idea medieval predominante por la idea moderna de la producción ilimitada, y ésta, a
su vez, implica la creación de una sociedad dinámica y anti tradicionalista. El afán del capitalismo, era establecer derecho a
la riqueza con el mínimo de interferencia. El valor no es la función de la demanda, los salarios que pagaba no se medían por
la exigencia del obrero. Este tipo de sociedad tiende a contrariar toda autoridad, pues ésta es conservadora por naturaleza y
temerosa del desorden que arrastran los experimentos incesantes. El espíritu capitalista triunfó porque dentro de los límites
del antiguo régimen las potencialidades de la producción podían ser explotadas. Los hombres con tecnología nueva,
adelantaban camino hacia un volumen de riqueza inalcanzable para la sociedad antigua. Las atracciones de esta riqueza
despertaban apetitos que aquella sociedad era incapaz de satisfacer. En consecuencia, los hombres pusieron en tela de juicio
la legitimidad de aquella contextura. Su afán es establecer el derecho a la riqueza con el mínimo de interferencia.

La idea de logro de la riqueza como fin social básico se ha convertido en la piedra angular de la actividad política. La
nueva teología, cuyo resultado principal como criterio primario del derecho a creer, es la sustitución de la autoridad por la
razón. La bibliolatría de Martín Lutero era inevitablemente antiautoritaria por la sencilla razón de que no tenía criterio, salvo la
penetración individual, al que acudir para dar valor a sus propios puntos de vista. La teología medieval era una metafísica y
una cosmología; con su derrota se hizo esencial una nueva interpretación del mundo.

CONCLUSIONES

El liberalismo fue una corriente intelectual que propone la libertad del hombre en todas las situaciones históricas, pero
también propone la no-intervención estatal en la economía. El liberalismo tuvo lugar lo largo del s. XVIII.

El gran expositor de la escuela clásica fue el economista escocés Adam Smith. La función del Estado quedará
claramente delimitada. Éste debe cumplir la misión de vigilar que esa libertad se desarrolle sin trabas; se convierte en árbitro
de la vida económica y en guardián del orden natural. Éste libro no narra en sí como fue el liberalismo, sino, que por épocas,
va diciendo como fue cambiando el pensamiento, y cómo evolucionó.

Realmente el liberalismo es muchas cosas, tanto ideología, como doctrina, como movimiento y hasta evolución de la
sociedad. Realmente no fue en contra de la monarquía, atacó más a la iglesia, y fomentó la Revolución francesa.

Algunos de los personajes, pensadores, filósofos, de mayor importancia, fueron: Voltaire, Robes Pierre, les
philosophes, Gourney; quien sostiene: “dejad haced, dejad pasad”, Burke, entre otros. Algo muy importante que pasó, fue que
la ciencia va ir reemplazando a la religión y al desarrollo del individualismo. Otra cosa fue que durante este movimiento o un
poco antes o poco después, se dieron las independencias de las colonias que habían hecho los europeos aquí, en América.
Por otro lado, el comercio, fue muy importante en esa época, ya que, una mayoría de población lo era. El liberalismo nace de
la burguesía, clase social, dueña de las fuentes de trabajo.
BLOQUE CONCEPTUAL N° 1: EUROPA Y EL MUNDO DESDE 1789 A 1848

Eje Temático N° 1: LA REVOLUCION INDUSTRIAL


(Libro: LA REVOLUCION INDUSTRIAL. Autor. T. s. ASHTON. Capítulos I, II, III y IV)

Lo que se llama la “Revolución Industrial” no fue un fenómeno que se produjera sólo en las fábricas; la agricultura, los
sistemas de comunicación, la población, en lo que se refiere a su crecimiento y distribución, el comercio, las finanzas, la
estructuración social, la educación y la valoración del hombre sufrieron alteraciones profundas en proporción semejante a la
industria.
Los cambios no fueron tan sólo “industriales”, sino también sociales e intelectuales.
El sistema de relación humana llamado capitalismo, se originó mucho antes de 1760, y alcanzó su pleno desarrollo
mucho después de 1830.
El rasgo más notable de la historia social de ese periodo, es el rápido crecimiento de la población. El crecimiento de
la población no fue el resultado de un cambio radical en la tasa de natalidad. Tampoco puede atribuirse el aumento de la
población a una afluencia de otros países. Fue un descenso de la mortalidad lo que hizo que se incrementara la población.
Muchas influencias actuaban para reducir el índice de mortalidad. El cultivo de tubérculos, carne fresca durante todo
el año, cereales como el trigo y legumbres aumento la resistencia a las enfermedades. El conocimiento de la medicina y de
la cirugía se desarrolló, aumentaron los hospitales y dispensarios.
Algunos escritores han referido que fue el crecimiento de la Industria, el que condujo al aumento de la población. Otros
escritores, invirtiendo el orden causal, han declarado que el crecimiento de la población, con sus efectos sobre la demanda
de productos, estimuló la expansión industrial. Hubo un aumento en la superficie arable cultivada.
Al mismo tiempo tenía lugar un rápido incremento del capital. Se incrementaba el poder de ahorro.
La acumulación de bienes de capital, por sí misma, no conduce a la creación de capital: no fue sólo la voluntad de
ahorrar, sino también la voluntad de emplear los ahorros en forma productiva, lo cual se extendía en ese tiempo.
A principios del siglo XVII ni la abundancia de capital hizo posible que los ministros de Hacienda disminuyeran el
interés que se pagaba a acreedores del Estado. Si un grupo financiero estudiaba la inversión de sus ahorros en una nueva y
gran empresa, tal como un camino de portazgo, estimaba primero el número de años que tomaría la total reposición de su
capital. Algo era indispensable: la oferta creciente de trabajo, tierra y capital, debía coordinarse.
Durante el siglo XVII, la actitud del derecho había cambiado: desde la época de los juicios emitidos por Coke, los
tribunales de la Conmon Law se manifestaron atentos a proteger los derechos de propiedad, pero hostiles a los privilegios.
En 1624 el Estatuto de los Monopolios barrió con muchos intereses creados, y siglo y medio después, le fue posible
a Adam Smith decir, acerca de los ingleses, que, “para gran honor suyo eran, entre todos los pueblos, los menos sujetos al
despreciable espíritu del monopolio.
La Sociedad para el Aliento de las Artes, Manufacturas y Comercio, fundada en 1754, ofreció premios a aquellos
inventores que estaban dispuestos a hacer de sus descubrimientos posesión común. El azar, como dijo Pastear, favorece sólo
a la mente que está preparada”: la mayor parte de los descubrimientos se logran solamente después de múltiples ensayos y
errores.
La máquina para hilar combinado por Crompton, con el de hilador de cilindro para producir la hiladora mecánica
intermitente y el riel, usado desde largo tiempo en las minas de carbón, se combinó con la locomotora para crear el ferrocarril.
Los nombres de ingenieros, fabricantes de hierro, químicos, industriales y fabricantes de instrumentos que se
encuentran anotados como miembros de la Real Sociedad, muestran la estrecha relación que entonces existía entre la ciencia
y la práctica. Mejoras dentro de la agricultura; crearon nuevas formas de transporte; y otros, todavía, fueron los que dieron
origen a las innovaciones en las industrias minera y química. “Todo hombre —exclamó el fogoso William Hutton en 1780—
tiene su fortuna en sus propias manos.”
El más grande inventor de la época, James Watt, vino de Escocia, como también vinieron siete de sus ocho ayudantes
en cuestiones de fabricación de máquinas. Si puede decirse que la coyuntura de mayores ofertas de tierra, de capital y de
trabajo hizo posible la expansión industrial, es al vapor y al carbón, a quien debe recurrirse para explicar el combustible y la
fuerza de que necesitó la manufactura en gran escala. Por otra parte, la baja tasa de interés, el aumento de los precios y la
gran expectativa de beneficios, proporcionaron el indispensable incentivo.
Por encima de todo estaba el comercio con otras partes del mundo el que amplio las ideas geográficas del hombre.
La ciencia había contribuido otro tanto. La Revolución industrial significó también una revolución de ideas. Dentro de la
referencia de los factores que produjeron la Revolución industrial, hay un producto de la escuela escocesa de filosofía moral
que no puede pasarse por alto; la Enquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, publicada en 1776, habría de
servir como tribunal de apelación en materias económico-políticas durante muchas generaciones. Los juicios ahí contenidos
fueron fuentes en las cuales hombres que no frecuentaban los libros, acuñaron principios para trazar sus negocios y para
gobernar. Bajo su influencia, aquella idea de un volumen estable de comercio y empleo, dirigido y controlado por el gobierno,
cedió su lugar —si bien con muchos tropiezos—, a ideas de ilimitado progreso dentro de una economía libre y expansiva.

LAS FORMAS PRIMITIVAS DE LA INDUSTRIA

a) La economía basada en el trabajo de la tierra


Durante el siglo XVIII la mayoría de los habitantes de Inglaterra ganaban su pan trabajando la tierra. En aldeas de
campos abiertos, se producían granos y se criaban ganado lo suficiente para satisfacer sus propias necesidades, utilizando
métodos de cultivo y relaciones económicas del pasado.
El progreso en la agricultura se ligaba íntimamente con la creación de nuevas unidades administrativas que concedían
mayor libertad de experimentación al individuo; para lograrlo, hubo que repartir y cercar los terrenos comunes, o bien cambiar
el régimen de las tierras de pastoreo o incultas que, hasta entonces, poco habían contribuido a la producción común. El
cercamiento tuvo lugar, en forma casi constante, a partir del siglo XVIII.
Su desarrollo se había compaginado con la producción, no ya para satisfacción de las necesidades básicas, sino para
el mercado. En tiempos de los Tudor y de los Estuardo, el propósito principal fue abastecer de lana a la creciente industria
textil; demanda de lana y de cuero, y no la de granos.
El proceso estrechamente asociado con el de la concentración de la propiedad en pocas manos, se debió a una
urgente necesidad de mayores haciendas, ya que muchas de las pertenencias existentes en los campos incultos eran
suficientes para constituir eficaces unidades productivas; pero era más fácil cuando un solo señor o unos pocos caballeros
controlaban toda un área para cambiar de métodos.
Los nobles hacían constante uso del mayorazgo a fin de conservar intactas sus propiedades. Pero, sobre todo,
iniciaban el cercamiento.
El bardeamiento (cierre o cercado de tierras) trajo consigo un aumento en la productividad del suelo. Es precisamente
por haber obligado a muchos hombres a separarse de la tierra por lo que el proceso debe de contarse entre aquellos elementos
que convergieron en la Revolución industrial para incrementar los niveles de vida.

b) Innovaciones Productivas
Los bardeamientos lo realizaron los terratenientes. Entre los más distinguidos se cuenta Jethro Tull (1674-1741),
estudiante de leyes, quien se dedicó a la labranza a partir de los veinticinco años, alcanzando considerable éxito. Aconsejaba
una constante pulverización de la tierra por medio de remociones profundas; al efecto inventó o desarrolló, para 1714, un
azadón tirado por caballos.
En otros aspecto su actitud fue retrograda pues se opuso al uso de estiércol para abonar la tierra. Sembraba en surcos
pero desperdiciaba terreno y era hostil a la rotación de cultivos. Las innovaciones se deben buscar en las tierras de Norfolk.
El sistema conocido como de Norfolk consistía en una serie de métodos y sistemas unidos mutuamente, referentes a
procedimientos técnicos, económicos y legales, que se combinaban dentro de una hacienda cercada.
Comprendió el mejorar los terrenos arenosos con sal y arcilla; la rotación de cultivo; las cosechas de nabos, trébol y
nuevas clases de pastos; la especialización en la producción de cereales y de otros ganados que el lanar y, por último, el
cultivo por arrendatarios y durante largo tiempo. En ninguna región inglesa —ni aun en Norfolk— se adoptaron dichas
innovaciones en suficiente escala para poder hablar de una revolución agraria o simplemente agrícola.

c) La Industria Textil de subsistencia


La importancia que esta industria tenía para el Estado se comprueba fácilmente por la larga serie de disposiciones
dictadas con el objeto de impedir o la exportación de la lana cruda o la emigración de trabajadores especializados o la
importación de productos que pudieran competir con las lanas inglesas dentro del mercado nacional.
La producción comprendía un largo proceso. Primero se escogía la lana, se limpiaba y en ocasiones se teñía. Después
se peinaban, a fin de separar los vellos largos de los cortos, o bien se pasaba por el cardador, haciendo un lanudo cilindro en
el cual las libras eran casi paralelas. Después se hilaba, tejía, tallaba, lavaba, estiraba, blanqueaba, aderezaba. Las diversas
etapas de la fabricación requerían grados distintos de habilidad y fuerza; las mujeres y los niños podían realizar el escogido,
limpia e hilado, pero el peinado y demás operaciones eran propias de hombres.
El cardado se hacía por medio de una máquina cardadora y se tenía en tanques que, a su vez, requerían una
maquinaría demasiado voluminosa para poderla instalar en una cabaña. Era compleja la organización de la industria, y mucho
variaba de lugar a lugar. En la parte oeste de la Isla, el acomodado fabricante de paños entregaba la lana a los cardadores y
tejedores, el hilo a los hiladeros, todos los cuales trabajaban en sus hogares: el producto manufacturado se daba entonces a
bataneros, zurradores y otros, quienes terminaban el producto en pequeñas fábricas bajo su vigilancia directa.
Algunas otras ramas de la industria textil dependieron, para su materia prima y a lo menos en parte, de fuentes
extranjeras. La seda cruda y el torzal eran traídos de China, Italia, España y Turquía, el lino de Irlanda, del Báltico y de América
del Norte, en tanto el algodón venía del Levante y de las Indias Occidentales.
Los típicos productos de Lancashire, durante la primera mitad del siglo XVIII fueron los de lana pura, panas hechas
de algodón y lino, telas a cuadros del mismo material y mercaderías pequeñas —incluyendo cintas, cordoncillos, listones de
hilo—, hechos de materiales bien diversos, como son el algodón, lino, seda, lanas finas y pelo de camello.
Los trabajadores dependían totalmente del capital de mercaderes y fabricantes, quienes además de proporcionar la
materia prima, con frecuencia eran propietarios de los lugares donde se efectuaba el blanqueado, de las tintorerías y de las
fábricas donde se llevaban a cabo los procesos finales.
En comparación con la industria textil, la de vestidos tenía una importancia relativamente, escasa: la mayor parte de
las familias de entonces fabricaban sus propios vestidos, o bien usaban costureras que trabajaban por salarios injustamente
bajos.
En 1733 un relojero de Lancashire, de nombre John Kay, logró mejorar el telar en forma simple, pero asaz importante;
la lanzadera fue montada en ruedas y, golpeada por martillos, dirigida a través de la trama. La lanzadera volante significó gran
ahorro de trabajo; por medio de ella, un solo obrero podía, sentado frente al telar y controlando los martillos con cordeles,
fabricar telas de un ancho para cuya hechura se requirió anteriormente el trabajo de dos hombres.

d) La explotación del carbón


Los terratenientes controlaban la explotación de las vetas subterráneas, procurándose rentas y privilegios. La
explotación del carbón estaba organizada dentro de lineamientos más rurales que urbanos; hacían uso de gran número de
caballos para la extracción y transporte del mineral. La explotación de las minas estas se encontraba de manera superficial.
Los trabajadores, en general se organizaban en cuadrillas de doce y un jefe de pozo de mina. Los principales problemas
técnicos para la extracción del carbón se originaron por la presencia de gas y de agua en las minas. El gas inflamable era un
problema. Se estilaba cavar otro pozo paralelo en donde se colocaba un brasero para facilitar la salida del gas y permitir el
ingreso de aire fresco a la mina. La extracción del agua era el mayor inconveniente para lo cual se utilizaban bombas a mano
o molinos de viento.
Thomas Newcomen (1663-1729) invento una bomba a vapor que pronto fue utilizada por varios yacimientos
carboníferos. Como este invento hizo posible la explotación de vetas dentro y debajo de capas de agua, su importancia fue
grande en el aumento de la producción minera, y Thomas Newcomen merece un lugar muy especial entre los iniciadores de
la tecnología moderna.
No obstante ser el siglo XIX y no el XVIII el que debe denominarse como el siglo del carbón, aun en 1700 o 1750 el
combustible era la base para el desarrollo de los métodos de producción, por lo que puede decirse que la marcha lenta del
desarrollo de la explotación del carbón impuso un límite a la expansión general de la industria británica.

e) La Industria del Acero


Para fabricar el acero, el mineral se trataba primero en altos hornos, y el metal líquido fundíase en lingotes; ya entonces
echábase en vaciados, por medio de un pequeño horno, o bien se pasaba a la fragua, donde se le calentaba y golpeaba hasta
transformarlo en barras de hierro forjado. A su vez, éstas eran enviadas a máquinas de cortar en láminas, siendo calentado y
pasado por rodillos estriadores antes de transformarse en varillas. El hierro colado, duro y quebradizo, servía para
instrumentos domésticos tales como ollas y sartenes, así como para algunas piezas de artillería, esta última función no
descuidable en un siglo afligido por tantas guerras.
El hierro forjado, en cambio, con su menor porcentaje de carbono, era maleable, resistente a la tensión; se usaba para
hacer herraduras, clavos, picos y palas, candados y cerrojos, alambre y herramientas de todas clases.
A este respecto puede decirse que la sobresaliente innovación que tuvo la industria del acero a principios del siglo
XVIII la constituyó la sustitución del carbón por el coque, en la producción de lingotes y de vaciados. El invento antedicho
determinó el establecimiento de altos hornos y de fundiciones en zonas carboníferas.
Entre el hierro colado, con alto porcentaje de carbono, y el hierro forjado, se encuentra el acero. Se producía colocando
varios trozos de hierro forjado en un horno, en medio de carbones, y dejándolo ahí por varios días sometidos a temperatura
muy alta.
Debido a su alto costo, el acero se utilizó solamente para la fabricación de cuchillería, de navajas, herramientas filosas
de calidad, espadas, rifles y partes de la maquinaria de relojes. La producción en gran escala requería no sólo la división del
trabajo y la ayuda de herramientas especializadas, sino también el apoyo de un sistema organizado de transportes, comercio
y crédito.

LAS INNOVACIONES TECNICAS

a) Avances en la producción agrícola.


Alrededor de 1760, una ola de pequeños instrumentos, destinados a facilitar el trabajo, inundó a Inglaterra. Sin
embargo, no eran sólo pequeños instrumentos los que llegaban, sino que surgían diversas innovaciones reales, en la
agricultura, transportes, industria, comercio y finanzas, en forma tan repentina, que es difícil encontrar un paralelo en cualquier
otro lugar o tiempo.
Las mejoras técnicas de la época no fueron, propiamente hablando, de aquellas que ahorran trabajo.
En los alrededores de 1780 nuevos tipos de arados se introdujeron al mercado, y un constructor de molinos, escocés,
inventó una trilladora más eficaz. El aumento en la producción del hierro ayudó a sustituir la madera por el metal en la
construcción del arado, como también en partes del rastrillo y del rodillo, y para 1803 un arado de acero se puso a la venta en
el mercado inglés. Pero, ninguna de estas innovaciones tuvo consecuencias, y es en otras direcciones donde debemos buscar
los cambios fundamentales dentro de la técnica agrícola.
Para 1760, Joseph Elkington comenzó a desarrollar nuevos métodos de drenaje en Warwickshire; por la misma época,
Robert Bakewell (1725-1794) ganadero de Dishley, en Leicestershire, logró, por medio de métodos empíricos, producir ganado
vacuno con mayor cantidad de carne, caballar con más fuerza, y lanar de mayor tamaño y peso. A fines de los setentas, Coke
de Holkham (1752-1842) gastaba grandes sumas en mejorar sus haciendas utilizando marga y cierta especie de trébol,
introduciendo nuevas variedades de pastos y de abonos, proporcionando alicientes a los arrendatarios y dando gran publicidad
a las mejoras introducidas por los labradores de Norfolk.
En 1776 apareció el primer número de la Revista de los Agricultores, y en 1806 el del Periódico de los Agricultores. El
sistema de rotación de cultivos llamado de Norfolk, los mejorados sistemas de cría de ganado, el arado denominado de
Rotherham, la sustitución del buey por el caballo, y de la cebada o la avena por el trigo, fueron innovaciones que se extendieron
lentamente.
La producción destinada al mercado, junto con sistemas de comunicación más perfectos, estimuló una especialización
geográfica y un comercio interregional.

b) Las mejoras en las minas


La minería del carbón ofrecía poco campo para utilizar maquinaria, o bien llevar a efecto súbitos cambios en la técnica
de producción.
El uso del hierro colado en el tiro de las minas hizo posible penetrar a mayores profundidades, y los rieles de hierro
colado introducidos en ellos por John Curr hacia 1777 en los alrededores de Sheffield, condujeron a nuevas economías en el
transporte subterráneo; la vagoneta que inventó para ser transportada sobre rieles, podía ser sacada hasta la superficie, sin
necesidad de vaciarla en el fondo del pozo, lo cual a su vez implicó una disminución en el costo de producción.
Los métodos de ventilación se mejoraron cuando, por los sesenta, Carlisle Sedding, de Whitehaven, introdujo algunos
ventiladores que conducían el aire dentro de los subterráneos. Ya para fines del siglo, la pólvora se usó para volar las rocas.

c) El hierro evolución de la producción.


En la industria del hierro, los altos hornos, alimentados con coque habían crecido en número y tamaño, abriéndose
nuevas regiones industriales. Si bien el carbón vegetal todavía era indispensable para convertir los lingotes de hierro en
varillas, el combustible mineral se usaba más y más en los primeros tratamientos del mineral, como el coque.
En 1783-84, se logró resolver el problema, al obtener Henry Cort (1740-1800), agente naviero que había establecido
una forja cerca de Fareham, sus dos patentes para pudelación y laminado.
El método de Cort consistía en recalentar el hierro en barras, por medio de coque hasta fundirlo en una pasta; después,
lo batía con varillas de hierro, hasta que la mayor parte del carbón y de las impurezas se habían quemado; por último,
pasándolo entre rodillos de hierro que expulsaban las escorias.
Su descubrimiento es uno de los hechos más notables dentro de la historia de la tecnología, y su resultado fue liberar
a los dueños de fraguas de la dependencia de los bosques, en igual forma que el descubrimiento de Darby había liberado a
los propietarios de altos hornos.
La producción del hierro aumentó en gran proporción; el metal vino a sustituir a la madera y a la piedra en la
construcción, las industrias ferreteras expandieron sus productos y casi no hubo alguna ocupación —desde la agricultura
hasta la construcción de buques, desde la ingeniería hasta los tejidos—, que no reaccionara ante un mercado ampliamente
provisto de hierro barato.

d) Las innovaciones técnicas


La invención de Cort para la pudelación y laminado, como muchas otras invenciones técnicas de la época, no hubiera
podido ponerse en práctica sin la ayuda de nuevas formas de energía.
La máquina de Newcomen fue un modelo de máquina de vapor atmosférica utilizada para bombear agua de las
minas. Fue sustituida en ese mismo siglo por la exitosa máquina de vapor de James Watt. En cuanto a Watt, cuéntase entre
sus méritos no sólo haber sido uno de los primeros en aplicar a la industria los métodos de experimentación sistemática, hasta
entonces privativos de la ciencia, sino haber sintetizado ideas de otros, auxiliándose de todas las diferentes habilidades que
eran precisas para crear tan complejo mecanismo.
1775 el Parlamento extendió por veinticinco años más la patente concedida a Watt, dejándola en vigor hasta 1800.
En cuanto a la industria del hierro, la máquina de vapor se usó para elevar el agua, la cual movía las grandes ruedas
que accionaban los fuelles, martillos de agua y rodillos laminadores y, aun en este estado de su desarrollo, tuvo importantes
efectos sobre la producción.
Watt no se conformó con lo que era su máquina anterior que no era otra cosa que una bomba para extraer agua sino
su mente se ocupó durante largo tiempo en la idea de transformar el movimiento alternativo en un movimiento de rotación,
capaz de impulsar la maquinaria.
En 1781 patento la denominada “sistema solar”.
En 1782 patento la maquina rotativa de doble efecto.
En 1784 patento la máquina de movimiento paralelo.
En 1788 patento el regulador que permitía la aplicación del motor a métodos industriales más pequeños controlando
la energía.
Después de 1783, cuando la primera de las nuevas máquinas se construyó —para mover un martillo en la fábrica de
John Wiikinson, en Bradley—, fue evidente que una revolución tecnológica se había iniciado en la Gran Bretaña. Antes
de que sus patentes fenecieran, Boulton y Watt habían construido y puesto en actividad más de 500 máquinas, de diversas
clases, en su mayoría en Inglaterra, pero también algunas en el extranjero.
Las nuevas formas de energía a la vez que los nuevos mecanismos de trasmisión, que reemplazaron a los que antes
requerían brazos y músculos, fueron el eje sobre el cual la industria entró en la edad moderna.

e) El progreso de la industria textil. Los grandes inventores.


Durante los años 1764-1767, James Hargreaves, carpintero-tejedor de Blackbum, inventó un torno o maquinaría
simple, movida a mano y por medio de la cual una mujer podía hilar, al principio seis o siete, pero después hasta ocho hilos
a la vez.
Arkwright construyó, para 1768, el “bastidor”, el cual obtuvo patente al año siguiente.
Con esta base se fabricaron todos los percales baratos, tejidos exclusivamente con algodón, y que constituyeron el
primer paso dentro de la revolución de la industria textil.
Para ponerlos en funcionamiento necesito de mayor energía que la humana, para lo cual utilizo la hidráulica a través
de molinos de agua.
En 1785, la máquina de vapor de Watt se aplicó por vez primera a los hilados por medio de rodillos, y después de
1790, cuando el vapor se usó para mover a las hiladoras intermitentes, fue posible establecer grandes fábricas dentro de las
ciudades. Pero a pesar de todo, se calcula que para 1813 no había más de 2 400 telares mecánicos en actividad, en oposición
a casi cien veces ese número de telares movidos a mano.
Los otros métodos de acabado, el blanqueado y el teñido, no eran tan susceptibles de realizarse por medio de
máquinas; sin embargo, por la misma época, una serie de innovaciones culminaron en una revolución técnica que permitió el
nacimiento de grandes empresas. Este desarrollo está íntimamente ligado al descubrimiento de nuevos reactivos y tinturas,
realizado por químicos escoceses y franceses especialmente, y con el crecimiento de la industria química en Inglaterra.

f) La Industria Química.
La producción de materias primas para el blanqueado fue tan sólo uno de los renglones de la aplicación de la química
a la industria.
En 1773 James Keir y Alexander Blair, y entre los dos establecieron una fábrica en Tipton; ahí elaboraron sosa para
los jaboneros, plomo para los alfareros y litargirio p ara las fábricas de vidrio.
Al propio tiempo progresaba la industria de los derivados del carbón; en época tan temprana como lo es la de 1756,
el geólogo escocés James Hutton había logrado extraer sales de amoniaco del hollín. También la extracción de breas y
alquitranes utilizados en la construcción de barcos, con las cuales se protegían las maderas.

g) La Ingeniería
Entre las nuevas actividades que nacieron dentro del movimiento efectuado en el siglo XVIII, tal vez la de mayor
importancia fue la ingeniería. Los hombres que construyeron los nuevos caminos, puentes, canales y ferrocarriles fueron
civiles empleados no por el Estado, sino por compañías u hombres de empresa deseosos de desarrollar el comercio de la
región de donde sacaban sus ganancias personales. Se construyeron canales de navegación desde las minas hasta los
centros poblados de entrega como Manchester abaratando así los costos. El éxito de estas vías de comunicación pronto llevo
a que se ampliaran la red de canales.
Si la era de los canales fue corta, coincidiendo con el periodo 1760-1830, los cambios que vio dentro de la vida
económica de Inglaterra fueron fundamentales. El precio de mercancías voluminosas o pesadas, tales como carbón, hierro,
madera, piedra, sal y arcilla, se redujo grandemente; las regiones agrícolas, que habían permanecido alejadas de los
mercados, entraron dentro del círculo cada vez mayor del intercambio; el temor a un hambre regional, tanto de alimentos como
de combustibles, desapareció, y el mayor contacto con otros hombres, posible gracias a las nuevas vías de comunicación.
Cambios semejantes tuvieron lugar en la red de caminos de la Gran Bretaña.
Ya en una época de mayor desarrollo de esta actividad, vivió Thomas Telford (1757-1834) superintendente de la
carretera de Londres a Holyhead, arquitecto del precioso puente de Menai y primer Presidente de la Sociedad de Ingenieros
Civiles, así como John Loudon Macadam (1756-1836) superintendente general de los caminos de portazgo de Londres y
primer administrador de las grandes empresas de transportes.
Los métodos empleados por los dos industriales antedichos fueron bien distintos: el primero insistió mucho sobre la
solidez de los cimientos, en tanto el segundo hizo amplio uso de una superficie de grava, o de pedernal apisonado, formando
así una especie de arco, su especialidad.
También se sustituyó los rieles de maderas por los de hierro colado en las minas. Los rieles se habían usado casi
exclusivamente por las minas de carbón y los altos hornos, pero en 1801 el ferrocarril de Surrey fue construido de Wandswortli
a Croydon, a fin de transportar mercancías en general. En todos los ferrocarriles primitivos la fuerza de tracción la
proporcionaban caballos, pero a partir de 1760 muchos de los ingenios de Inglaterra y también de Francia estudiaron la
posibilidad de servirse de la energía del vapor.
Cuando la patente de Watt feneció, el ingeniero Richard Trevithick (1771-1833), originario de Comwall inventó una
máquina de alta presión, y en 1803 un carruaje movido por vapor, de su invención, e hizo varios viajes por las calles de
Londres.
La posibilidad de que tal máquina fuese guiada sobre rieles especialmente construidos, se retardó por la curiosa
creencia de que una rueda lisa no tendría bastante adhesión a un riel igualmente liso, hubo que esperar hasta 1812 para que
un ingeniero de las minas de carbón, Wiliiam Hedley, demostrara la posibilidad de unir ambos inventos.
Más no fue sino hasta 1829 cuando las verdaderas posibilidades del vapor como medio de transporte se reconocieron
al ganar la máquina de Stephenson, bautizada con el nombre de Rocket, la competencia que tuvo lugar en Rainhill, sobre el
ferrocarril recién construido de Manchester y Liverpool. La locomotora de vapor significa la culminación de toda la revolución
técnica: sus efectos sobre la vida económica de la Gran Bretaña, y del mundo entero, han sido grandes y profundos.

CAPITAL Y TRABAJO

a) Teorías sobre el origen del Capital.


La Revolución Industrial fue asunto no sólo de tecnología sino también de economía: consistió en cambios en el
volumen y en la distribución de la riqueza, a la vez que en los métodos por los cuales dicha riqueza se dirigió hacia fines
específicos.

Fue, pues, el crecimiento de los ahorros y la facilidad con la cual se pusieron a disposición de la industria, lo que hizo
posible a la Gran Bretaña recoger la cosecha debida a su ingenio. Las teorías sobre el origen del capital debe decirse que las
corrientes fueron muchas, y caminaron en todas direcciones, en tanto la riqueza aumentaba en una rama, y las oportunidades
en otra; no puede afirmarse que haya sido una sola zona de la economía y de la actividad humana de donde hayan soplado
los vientos del tráfico.

b) Evolución de la empresa privada.


Una fábrica crecía a medida que su propietario reinvertía las ganancias en mejorar la producción y poco a poco
introducir nuevos conceptos en la fabricación de otros elementos. La acumulación de capital, a lo largo de los años, le permitió
realizar los dividendos de las ganancias de la compañía.
Pero hubo ocasiones en las cuales, no obstante lo anterior, las empresas necesitaron mayores fondos que los que
podían obtenerse de fuentes internas, aun dentro de la más estricta economía. En algunas ocasiones este problema se
resolvió aceptando un nuevo socio, activo o pasivo; pero en los términos de la Ley contra la Estafa dada en 1720, sólo se
permitía a una compañía tener hasta seis socios, cada uno de los cuales era responsable de las deudas de la misma hasta
“su último chelín y hasta su último acre”.
Era difícil ser socio bajo estas condiciones y no fue hasta mediados del siglo XIX cuando comenzaron a formalizarse
las Sociedades de Responsabilidad Limitada. Hasta entonces era común la hipoteca de la fábrica o recurrir a prestamistas
dedicado a esta actividad. Esta actividad también llevo a las “inversiones” de capital en empresas que no conocían, motivados
por comerciantes.

c) La necesidad del capital. Soluciones


La mutación del capital movible en fijo fue una importante causa, así como un resultado, de la expansión de la industria.
El industrial necesitaba no solamente capital a largo plazo —para establecer y desarrollar su industria—sino también capital
de trabajo para poder comprar la materia prima, sufragar el costo de la manufactura hasta la venta del producto, y las
cantidades necesarias para cubrir con regularidad los salarios de sus trabajadores.
Los créditos a largo plazo fueron, en este caso también, regla durante el siglo XVIII, y dichos créditos se extendían
por lo general a seis o doce meses, e inclusive dos o más años, pues era éste el periodo que tardaba en ser pagado un
fabricante.
El pago de salarios a intervalos más o menos regulares implicó para el empresario el deber no sólo de procurarse
fondos, sino de que éstos fueran tales que pudiesen ser aceptados por el obrero. Los pagos se realizaban a través de la
moneda denominada guinea que eran de oro y de plata, siendo estas últimas que perdieron luego el valor en relación al oro
en las reformas de 1697 y 1717. Además eran muy escasas y muchas empresas establecieron un sistema de pago por fichas
o en especie. Una solución fue a mediados del XIX el pago escalonado pagando a una parte de los empleados los cuales al
salir y poner en circulación el dinero, este regresaba al cabo de unas horas para poder abonar los salarios de un segundo
grupo. El pago con vales o pagares llevo a un abuso por parte del empresario o del tenedor el cual le aplicaba descuentos
que repercutían en el poder adquisitivo del obrero. La organización de un buen sistema bancario hubiera evitado esto.
El Banco de Inglaterra existía desde 1694 desde 1708 había obtenido el monopolio para emitir billetes para Inglaterra
y Gales, con garantía de su capital social, no se mostró muy propicio a abrir sucursales, y pocos de sus billetes llegaron a
penetrar en las regiones industriales. Estos luego se transformaron en Bancos Mercantiles, otorgando préstamos a gobiernos
extranjeros y locales, como así a los comerciantes a través de letras de cambio y que eran poseedores de cuentas corrientes.
Para las grandes transacciones comerciales el instrumento común era la letra de cambio, girada por el acreedor y
aceptada por el deudor para ser pagada dentro de tres, seis o doce meses. Las letras de cambio circulaban de mano en mano,
y endosadas por cada tenedor, aumentaban su crédito de acuerdo con el número de transacciones en las que habían servido.
Para 1793 la cantidad de bancos provinciales eran alrededor de 400 duplicándose esta cifra en 1815, siendo el Banco
de Inglaterra el único que tenía el monopolio de imprimir billetes.
La Banca privada floreció en la medida que lo hacía por regiones. Se dedicaban al préstamo a los industriales o
comerciantes los cuales firmaban un pagaré. Muchos se declararon en quiebra en la medida que sus deudores no podían
afrontar el pago de los pagarés de los cuales el banco era su tenedor.
El sistema bancario ha sido una fuente primaria de importancia en la aplicación del capital a la industria y a su vez lo
que le permitió su ampliación o extensión.
La principal contribución que realizaron los bancos en pro de la Revolución Industrial consistió en la movilización del
capital a corto plazo, transfiriéndolo de aquellas regiones que tenían poca demanda, hacia aquellas hambrientas de capital.
Muchas otras instituciones además de los bancos ayudaron en el proceso de impulsar y distribuir el capital. En 1773,
la Bolsa, la cual había consistido sólo en un grupo de corredores que se reunían en un café, ocupó su propio edificio; su primer
Boletín, publicado en 1803, muestra que sus negociaciones no se limitaban tan sólo a los bonos gubernamentales y a las
acciones de la Compañía de las Indias Orientales. Esto llevo a la participación de capitales extranjeros como los holandeses
que comenzaron a invertir en Inglaterra, a comprar títulos de la deuda pública de Inglaterra o acciones del Banco de Inglaterra.
A raíz de la guerra con Estados Unidos, Holanda fue declarada enemiga de Inglaterra lo que le provoco grandes
pérdidas del capital invertido en esta nación, y Londres la sustituyo en el principal centro de préstamos del mundo.
Conclusiones

La Revolución industrial fue una serie de transformaciones económicas y sociales ocurridas en países europeos a
partir del s. XVIII. Estas transformaciones fueron revolucionarias en el sentido de que la nueva situación a que dieron lugar no
fue continuación de la anterior, sino que cambió profundamente el panorama económico, político, social y espiritual.

Entre las trasformaciones que produjo la Revolución industrial están:

 El paso del trabajo en casa a la fábrica.


 El empleo de sistemas mecánicos movidos por un agente motor no animal.
 Cambios en la distribución de las distintas actividades económicas y redistribución geográfica de las mismas.
 Nuevos y revolucionarios sistemas de transporte (ferrocarril y navegación a vapor).
 Aparición del proletariado y la burguesía industriales.
 Migraciones del campo a las ciudades.
 Aplicación amplia y sistemática de la ciencia y los conocimientos empíricos al proceso de producción.
 Especialización en la producción de bienes para los mercados nacionales e internacionales más que para los
familiares o locales, etc.

La Revolución industrial empezó en Inglaterra, año 1760, pero, pudo ser en 1780.

Los avances tecnológicos permitieron un aumento revolucionario de la producción, y estimularon la expansión


continuada de la industria. Un factor importante fue la gran diferencia entre precios y salarios, que al proporcionar beneficios
muy considerables a los empresarios habría permitido nuevas inversiones, estimulando así la actividad industrial.

El gran crecimiento demográfico durante la segunda mitad del s. XVIII habría proporcionado mano de obra barata y
un mayor mercado potencial.

Algo muy importante fue el aumento de productividad del trabajo agrícola: los progresos en la agricultura y los
posteriores en las industrias textiles fueron el impulso del crecimiento de la siderurgia, al crear una demanda de productos
metalúrgicos.

Otra cosa fue la gran cantidad de capital circulante; otra causa pudo ser la disponibilidad de una oferta de mano de
obra abundante y barata en un mercado libre, disolución previa de los modos de producción típicos de la sociedad feudal,
existencia previa de mercados, redes de tráfico y vías de comunicación, progresos anteriores en la agricultura y la técnica,
etc…

Algo sumamente importante fue la industria textil, pues antes de la Revolución industrial la agricultura británica había
evolucionado, aumentando la producción y la productividad en forma tal que estaba preparada para alimentar a una población
cada vez mayor, gran parte de la cual podría abandonar las actividades agrícolas por las industriales y de servicios, la
competencia que representaban los textiles de la India para la industria lanera, estimuló la manufactura.

La lentitud de los sistemas tradicionales los hacía insuficientes para atender la demanda de los tejedores. Los
progresos en la hilatura fueron por 1822, al conseguir un telar, el mecánico. Los progresos de la industria algodonera y la
creciente demanda de productos siderúrgicos obligaron a buscar una máquina de vapor capaz de producir un movimiento
circular, máquina que después de muchos intentos fue puesta a punto por James Watt en 1785. Por otra lado, el gran aumento
del consumo de carbón exigió la búsqueda de un sistema de transporte rápido y económico: el ferrocarril, y más tarde la
navegación a vapor.

Eje Temático N° 2: PANORAMA GENERAL DEL MUNDO EN 1780 -1790


(Libro: La Era de la Revolución. Capitulo I. El Mundo en 1780 -1790)

1) El Mundo era mucho más pequeño.


2) El mundo rural y el mundo urbano: Características
3) La Sociedad rural occidental.
4) El Comercio y las Manufacturas.
5) Análisis de la situación política.
6) Europa Occidental domina al mundo.

I - El Mundo era mucho más pequeño.


Lo primero que debemos observar acerca del mundo de 1780-1790 es que era a la vez mucho más pequeño y mucho
más grande que el nuestro. Era mucho más pequeño geográficamente, porque incluso los hombres más cultos y mejor
informados que entonces vivían -por ejemplo, el sabio y viajero Alexander von. Humboldt (1769-1859)- sólo conocían algunas
parte habitadas del globo.
Incluso a los pequeños segmentos de la tierra dentro de los que el analfabeto campesino de Sicilia o el cultivador de
las colinas birmanas vivía su vida y más allá de los cuales todo era y sería siempre absolutamente desconocido. Los océanos
habían sido explorados en su mayoría pero las profundidades de los mismos eran totalmente desconocidas. Así también las
cadenas montañosas de Europa en su relativa altura pero no con exactitud mientras que las de América del sur eran totalmente
desconocidas. De igual forma los ríos conocidos para algunos, como los madereros de Estados Unidos que conocían sus
regiones o los de Siberia.
Habrían sido incluso mucho más vastos de lo que en realidad eran. No solamente el «mundo conocido» era más
pequeño, sino también el mundo real, al menos en términos humanos. Por no existir censos y empadronamientos con finalidad
práctica, todos los cálculos demográficos son puras conjeturas.
También la humanidad era más pequeña en un tercer aspecto: los europeos, en ·su conjunto, eran más bajos y
delgados que ahora.
Pero si en muchos aspectos el mundo era pequeño, la dificultad e incertidumbre de las comunicaciones lo hacía en la
práctica mucho mayor que hoy. Las mejoras en los caminos permitió el auge del correo. En estas circunstancias, el transporte
por medio acuático era no sólo más fácil y barato, sino también a menudo más rápido si los vientos y el tiempo eran favorables.
Vivir cerca de un puerto era vivir cerca del mundo. El mayor inconveniente del transporte acuático era su intermitencia.
Por todo ello, el mundo de 1789 era incalculablemente vasto para la casi la totalidad de habitantes. La mayor parte de
éstos, de no verse desplazados por algún terrible acontecimiento o el servicio militar, vivían y morían en la región, con
frecuencia en la parroquia de su nacimiento. No había periódico, salvo unos pocos que para 1814 no superaban los 5.000
ejemplares la tirada, además no todos sabían leer, es decir eran para las clases altas. Las noticias eran difundidas por los
viajeros del sector móvil de la población: mercaderes y buhoneros, viajantes, artesanos y trabajadores de la tierra sometidos
a la migración de la siega.
De todos los empleados del Estado, quizá sólo los militares de carrera podían esperar vivir una vida un poco errante,
de la que sólo les consolaba la variedad de vinos, mujeres y caballos de su país.
II – El mundo rural y el mundo urbano: Características
El mundo de 1789 era preponderantemente rural. El tanto por ciento era altísimo de no menos de un 80 % en lugares
como Rusia, Venecia. La palabra “urbana” es ambigua, desde luego.
Comprende a las dos ciudades europeas que en 1789 podían ser ·llamadas verdaderamente por el número de sus
habitantes: Londres, con casi un millón; París, con casi medio, y algunas otras con cien mil más o menos.: dos en Francia,
dos en Alemania, quizá cuatro en España, quizá cinco en Italia.
También había ciudades provincianas de no más de 200.000 habitantes. Pero estas eran también las ciudades de las
que los jóvenes ambiciosos salían para hacer revoluciones o millones ambas cosas a la vez. Robespierre salió de Arras;
Gracchus Babeuf, de San Quintín; Napoleón Bonaparte, de Ajaccio. Estas ciudades no eran menos urbanas.

La línea fronteriza entre ciudad y campo, o, mejor dicho entre ocupaciones urbanas y ocupaciones rurales, era rígida.
Prusia, el gobierno, deseoso de conservar a sus ciudadanos contribuyentes bajo su propia supervisión, procuraba una
total separación de actividades urbanas y rurales. Los ciudadanos eran distintos a los campesinos, se diferenciaban en sus
ropas, formas de vestir, en la contextura física y hasta se creían más inteligentes. Pero no conocían más allá de su propia
ciudad o los campesinos de sus aldeas. En la Europa meridional gran parte de la nobleza vivía en ellas de las rentas de sus
fincas.
La ciudad provinciana de finales del siglo XVIII pudo ser una comunidad próspera y expansiva. Pero toda esa
prosperidad y expansión procedía del campo.
El problema agrario era por eso fundamental en el mundo de 1789, y es fácil comprender por qué los fisiócratas
consideraron indiscutible que la tierra, y la renta de la tierra, eran la única fuente de ingresos. Y que el eje del problema agrario
era la relación entre quienes poseen la tierra y quienes la cultivan, entre los que producen su riqueza y los que la acumulan.
Las relaciones de la propiedad se pueden dividir dependiendo la zona del globo donde estemos.
 América: destaca la importación de minerales y otras extracciones, así como esclavos, mucho más que
productos agrarios. En este período el algodón es más preciado, en detrimento del azúcar.
 Al este del Elba, el cultivador típico no era libre, sino que realmente estaba ahogado en la marea de la
servidumbre, creciente casi sin interrupción desde finales del siglo XV o principios del XVI. La zona de los
Balcanes surgió como países campesinos, pero en ellos no había una propiedad agrícola concentrada.
Muchos estaban sometidos a límites cercanos a la esclavitud o eran criados domésticos. En el ámbito de la
producción, eran casi independientes de Europa, en todo tipo de alimentos y materias primas.

III- La Sociedad rural occidental.


Económicamente, la sociedad rural occidental era muy diferente. El campesino había perdido mucho de su condición
servil en los últimos tiempos de la Edad Media. Los fundos característicos hacía tiempo que habían dejado de ser una unidad
de explotación económica convirtiéndose en un sistema de percibir rentas y otros ingresos en dinero. El campesino, más o
menos libre, grande, mediano o pequeño, era el típico cultivador del suelo. Si era arrendatario de cualquier clase, pagaba una
renta al señor.
Si era propietario estaba sujeto a una serie de obligaciones como pagar impuesto al príncipe y diezmo a la iglesia.
Sólo unas pocas marcas habían impulsado el desarrollo agrario dando un paso adelante hacia una agricultura
puramente capitalista, principalmente Inglaterra.
La gran propiedad estaba muy concentrada, pero el típico cultivador era un comerciante de tipo medio, granjero,
arrendatario que operaba con trabajo alquilado. Una gran cantidad de pequeños propietarios, habitantes en chozas,
embrollaba la situación. Con el cambio, entre 1760-1830, lo que surgió fue una agricultura de empresarios agrícolas –
granjeros- y un gran proletariado agrario.
Técnicamente, la agricultura europea era todavía, con la excepción de unas pocas regiones avanzadas tradicional, a
la vez que asombrosamente ineficiente. Sus productos seguían siendo los tradicionales: trigo, centeno, cebada, avena y, en
Europa oriental, alforfón, el alimento básico del pueblo; ganado vacuno, lanar, cabrío y sus productos, cerdos y aves de corral,
frutas y verduras y cierto número de materias primas industriales como lana, lino, cáñamo para cordaje, cebada y lúpulo para
la cervecería, etc. La alimentación de Europa todavía seguía siendo regional.
El siglo XVIII no supuso un estancamiento agrícola. Por el contrario, si bien seguía siendo regional, una gran era de
expansión demográfica, de aumento de urbanización, comercio y manufactura, impulsó y hasta exigió el desarrollo agrario. La
segunda mitad del siglo vio el principio del tremendo aumento de población.

IV - El Comercio y las Manufacturas


El observador contemporáneo se sentía sorprendido por el despliegue del trabajo y la explotación de las colonias. Se
le suma un sistema de comunicación marítima que circundaba la tierra que beneficiaba a las potencias marítimas del atlántico
norte.
Las plantaciones americanas exportaban cada vez más azúcar y algodón hacia los puertos del atlántico norte.
La clase media de abogados, administradores de grandes fincas, cerveceros, tenderos e incluso el industrial parecía
poco más que un pariente pobre. Era el mercader el verdadero director del desarrollo (en tanto el señor feudal lo era en
Europa oriental). Por eso el sistema más conocido era el putting-out system, por el cual un mercader compraba todos los
productos del artesano o del trabajo no agrícola de los campesinos para venderlo luego en los grandes mercados; temprano
capitalismo industrial.
Pero la llave maestra de estas formas descentralizadas de producción, el lazo de unión del trabajo de las aldeas
pérdidas o los suburbios de las ciudades pequeñas con el mercado mundial, era siempre una clase de mercader.
No obstante, cualquiera que fuera su situación, las actividades del comercio y la manufactura florecían brillantemente.
Inglaterra, el país europeo más próspero del siglo XVIII, debía su poderío a su progreso económico. Las ciencias se dedicaban
a resolver los problemas de la producción a resolver los problemas de la producción: los avances más sorprendentes en 1780
fueron los de la química, estrechamente ligada por la tradición a la práctica de los talleres y a las necesidades de la industria.
El siglo XVIII debió toda su fuerza de desarrollo al progreso de la producción y el comercio, y al racionalismo
económico y científico, que se creía asociado a ellos de manera inevitable. Las logias masónicas, donde no existía una
diferencia de clases propagaron las ideas inglesas bajo un tupido velo francés: la igualdad y la libertad (después la fraternidad)
fueron la bandera de su revolución. El objetivo principal de los ilustrados no fue el capitalismo, sino, a través del humanismo
y las ideas racionalistas-progresistas, la libertad de todos los ciudadanos. Las monarquías absolutas del despotismo ilustrado
encendieron la llama de la revolución intelectual y luego de la revolución práctica.

V- Análisis de la situación política


Con la excepción de Inglaterra, que había hecho su revolución en el siglo XVII, y algún estado pequeño, las
monarquías absolutas gobernaban en todos los países del continente europeo.
Los monarcas hereditarios por la gracia de Dios, encabezaban jerarquías de nobles terratenientes, sostenidos por la
ortodoxia de la iglesia y rodeados de una serie de Instituciones que actuaban en efecto. Se vieron obligados a un ordenamiento
del Estado con servidores civiles. En el siglo XVIII pensaron ante el éxito capitalista de Inglaterra, en programas de
modernización del estado en lo administrativo, económico, social e intelectual. Muchos de los príncipes adoptaron la idea de
la Ilustración pero nada de llevarla a la práctica. Una clase media y educada consideraba una monarquía Ilustrada, pero la
monarquía absoluta no miraba hacia esta clase media que podía llegar a respaldarlo por el contrario no podían deshacerse
de los nobles terratenientes, aristócratas.
Esta monarquía feudal, estaba dispuesta a utilizar todos los recursos para hacerse fuerte.
Programas Ilustrados como la liberación de los campesinos nunca la llevaron a cabo salvo en algunos lugares de
Dinamarca.
Lo que aboliría las relaciones feudales agrarias en toda Europa central y occidental sería la Revolución francesa, por
acción directa, reacción o ejemplo, y luego la revolución de 1848. La oposición antigua y nueva tendían a coincidir: en los
movimientos autonomistas de las colonias o provincias más remotas y menos firmemente controladas.
Varias colonias la consiguieron por vía pacífica durante algún tiempo, como Irlanda, o la obtuvieron por vía
revolucionaria, como los Estados Unidos. La expansión económica, el desarrollo colonial y la tensión de las proyectadas
reformas del «despotismo ilustrado» multiplicaron la ocasión de tales conflictos entre los años 1770 y 1790.
Inglaterra permaneció estable. Lo que hacía explosiva la situación era la rivalidad internacional. Sobre todo en la
época que estudiamos. Este Último fue el gran conflicto entre Gran Bretaña y Francia, 1792-1815.
Después de su derrota en la guerra de los Siete Años, la rebelión de las colonias americanas (1756-1763), le dio
oportunidad de cambiar las tornas para con su adversario. Francia la aprovechó naturalmente, en el subsiguiente conflicto
internacional Gran Bretaña fue duramente derrotada, perdiendo la parte más importante de su imperio americano, mientras
Francia, aliada de los nuevos Estados Unidos, resultó victoriosa. Pero el coste de esta victoria fue excesivo, y las dificultades
del gobierno francés desembocaron inevitablemente en un período de crisis y dificultades política interna, del que seis años
más tarde saldría la revolución.

VI - Europa Occidental domina al mundo


El completo dominio político y militar del mundo por Europa (y sus prolongaciones ultramarinas, las comunidades de
colonos blancos) iba a ser él producto de la época de la doble revolución. La rápida y creciente expansión del comercio y las
empresas capitalistas europeas socavaban su orden social; en África, a través de la intensidad sin precedentes del terrible
tráfico de esclavos. La conquista europea comentaba a extender significativamente más allá de las ocupaciones realizadas
por las colonizaciones de los españoles y portugueses en el siglo XVI y los emigrados ingleses en el siglo XVII.
El avance crucial lo hicieron los ingleses sobre la India, donde llegaron a ser gobernadores y administradores de todo
su territorio. La doble revolución iba a hacer irresistible la expansión europea, aunque también iba a proporcionar al mundo no
europeo las condiciones y el equipo para lanzarse al contraataque.

Eje Temático N° 3: LA REVOLUCION FRANCESA


(Libro: La Era de la Revolución. Capitulo III: La Revolución Francesa)

1) Importancia y Trascendencia de la Revolución.


2) Orígenes de la Revolución: Situación Financiera de la Corona y Problemática del Campo.
3) Obras y Avances Políticos de la Revolución. El Legado a Occidente.
4) Etapas y Principales Acontecimientos.

I - Importancia y Trascendencia de la Revolución


Si la economía del mundo del siglo XIX se formó principalmente bajo la influencia de la Revolución industrial inglesa, su
política e ideología se formaron principalmente bajo la influencia de la Revolución francesa. Francia proporcionó el vocabulario
y los programas de los partidos liberales, radicales y democráticos de la mayor parte del mundo. Francia ofreció el primer gran
ejemplo, el concepto y el vocabulario del nacionalismo.
Francia proporciono los códigos legales, el modelo de organización científica y técnica y el sistema métrico decimal a
muchísimos países. La ideología del mundo moderno penetro por primera vez en las antiguas civilizaciones, que hasta
entonces habían resistido a las ideas europeas, a través de la influencia francesa. Esta fue la obra de la Revolución francesa.
La Revolución francesa puede no haber sido un fenómeno aislado, pero fue mucho más fundamental que cualquiera de
sus contemporáneas y sus consecuencias fueron mucho más profundas. En primer lugar sucedió en el más poderoso y populo
de los Estados europeos, a excepción de Rusia. En segundo lugar la única revolución social de masas, e
inconmensurablemente más radical que cualquier otro levantamiento.
La Revolución Francesa es un hito en todas partes y fue motivadora para los movimientos independentistas a partir 1808
en los países latinoamericanos.
Fue el primer gran movimiento de ideas de la cristiandad occidental que produzco algún efecto en el mundo musulmán.
Influencio de manera mundial en todos los movimientos revolucionarios subsiguientes y sus lecciones incorporadas por el
socialismo y el comunismo.

II - Orígenes de la Revolución: Situación Financiera de la Corona y Problemática del Campo.


Sus orígenes no deben buscarse en las condiciones de Europa sino en las condiciones generales de Francia. El
conflicto entre la armazón oficial y los inconmovibles intereses del antiguo régimen y la ascensión de las nuevas fuerzas
sociales era más agudo en Francia que en cualquier otro sitio.
Las nuevas fuerzas sabían con exactitud lo que querían. Turgot, el economista fisiócrata, preconizaba una eficaz
explotación de la tierra, la libertad de empresa y de comercio, una normal y eficiente administración de un territorio nacional
único y homogéneo, la abolición de todas las restricciones y desigualdades sociales que entorpecían el desenvolvimiento de
los recursos nacionales y una equitativa y racional administración y tributación. Su intento de aplicar tal programa como primer
ministro de Luis en 1774-1776 fracasó lamentablemente.
En Francia fracasaban más rápidamente que en otros países, porque la resistencia de los intereses tradicionales era
más efectiva. Pero los resultados de ese fracaso fueron más catastróficos para la monarquía.
Las cuatrocientas mil personas que, sobre poco más o menos, formaban entre los veintitrés millones de franceses la
nobleza, gozaban de considerables privilegios, incluida la exención de varios impuestos (aunque no de tantos como estaba
exento el bien organizado clero) y el derecho a cobrar tributos feudales.
La monarquía absoluta, aunque completamente aristocrática e incluso feudal en sus ethos, había privado a los
nobles de toda independencia y responsabilidad política, cercenando todo lo posible sus viejas instituciones representativas:
estados y parlements.
Económicamente la inquietud de los nobles era injustificadas, pues estaban excluidos de ejercer el comercio y otras
profesiones y vivian de las rentas de sus propiedades, de pensiones regias, donaciones etc. Sus ingresos eran considerados
escasos si desde esa posición social hacían gastos exorbitantes. La inflación les jugo una mala pasada.
Por todo ello era normal que los nobles hicieren uso de su caudal principal, los privilegios de su clase. Durante el siglo
XVIII accedían a los cargos en la monarquía, en el ejército y hasta los obispos eran nobles. Así también la administración
Real y las intendencias. Esto irritaba a la clase media y perjudicaba los cimientos del Estado al acaparar la administración
central. Exprimían a pobres campesinos desde su derecho de exigir el pago de los impuestos. En su mayoría terratenientes,
esta clase poseía uno de los mayores porcentajes de tierras en Francia, seguido por los nobles y el clero. Una quinta parte
era propiedad comunal de gente pobre que no progresaba ante el atraso técnico del reinante. A esto le sumamos los tributos
feudales, las gamelas, el diezmo lo que convertía en una carga pesada para el campesino que también comenzó a irritarse
en contra de los nobles. Salvo unos pocos podían salvarse ante la inflación por el remanente que les quedaba pero también
estaban los que sufrían ante las malas cosechas. Los veinte años antes de la Revolución, los campesinos empeoraron su
condición.
Los problemas financieros de la monarquía iban en aumento. La estructura administrativa y fiscal era muy anticuada.
Los intentos de reformas en 1774 -1776 fracasaron ante la oposición del Parlamento quienes resistieron por sus propios
intereses.
Francia interviene a favor de la Revolución norteamericana pero a costa de una bancarrota en sus finanzas, en
consecuencia se considera que la primera desencadeno la Revolución francesa.
Hacía falta una verdadera reforma económica para sacar adelante al Estado, pues los gastos superaban a los ingresos
en un 20 por 100 haciendo imposible una economía efectiva. La deuda se distribuida en los gastos que demandaba la corte
en Versalles, el ejército y la deuda pública que superaba el 50 % del presupuesto.
La primera brecha en el frente del Absolutismo la abrió una selecta pero rebelde “Asamblea de Notables” en 1787
para asistir a las peticiones del gobierno. La segunda fue y decisiva, la desesperada decisión de convocar los “Estados
Generales”, la vieja asamblea feudal del reino, enterrada desde 1614.
Así pues la revolución empezó como un intento aristocrático de recuperar los mandos del Estado. Este intento fracasó
por dos razones:
 por subestimar las intenciones independientes del «tercer estado» -la ficticia entidad concebida para
representar a todos los que no eran ni nobles ni clérigos, pero dominada de hecho por la clase media y
 por desconocer la profunda crisis económica y social que impelía (impulsaba) sus peticiones políticas.
La Revolución Francesa no fue hecha por un movimiento o partido. Surgió de un sorprendente consenso de ideas
entre un grupo social coherente dio unidad efectiva al movimiento revolucionario. Este grupo era la “burguesía”; sus ideas
eran las del liberalismo clásico formulado por los «filósofos» y los «economistas» y propagado por la franco-masonería y otras
asociaciones.
De modo más específico, las peticiones del burgués de 1789 están contenidas en la famosa “Declaración de los
Derechos del Hombre y el ciudadano” de aquel año. Este documento es un manifiesto contra la sociedad jerárquica y los
privilegios de los nobles, pero no en favor de una sociedad democrática o igualitaria. «Los hombres nacen y viven libres e
iguales bajo las leyes», dice su artículo primero; pero luego se acepta la .existencia de distinciones sociales «aunque sólo por
razón de la utilidad común».
La propiedad privada era un derecho natural sagrado, inalienable e inviolable. Todos los hombres eran iguales ante
la ley y las carreras abiertas al talento, pero no todos llegaban a su final.
La declaración establecía (frente a la jerarquía nobiliaria y el absolutismo) que «todos los ciudadanos tienen derecho
a cooperar en la formación de la ley», pero «O personalmente o a través de sus representantes».
Esta asamblea necesariamente no tenía que ser elegida democráticamente. Una monarquía constitucional basada
en una oligarquía de propietarios que se expresaran a través de una asamblea representativa, era más adecuada para la
mayor parte de los burgueses liberales que la república democrática, que pudiera haber parecido una expresión más lógica
de sus aspiraciones teóricas; aunque hubo algunos que no vacilaron en preconizar (ponderar) esta última.
Pero en conjunto el clásico liberal burgués de 1789 (y el liberal de 1789 .1848) no era un demócrata, sino un creyente
en el constitucionalismo, en un Estado secular (laico) con libertades civiles y garantías para la iniciativa privada, gobernado
por contribuyentes y propietarios.
Sin embargo, oficialmente, dicho régimen no expresaría sólo sus intereses de clase, sino la voluntad general «del
pueblo», al que se identificaba de manera significativa con “la nación francesa”. En adelante, el rey ya no sería Luis, por la
gracia de Dios: rey de Francia y de Navarra, sino Luis, por la gracia de Dios y la Ley Constitucional del Estado, rey de los
franceses.
La fuente de toda soberanía, dice la Declaración, reside esencialmente en la nación. La nación, según el abate
Sieyes, no reconoce en la tierra un interés sobre el suyo y no acepta más ley o autoridad que suya, ni las de la humanidad en
general ni las de otras naciones.
Pero, de hecho, la rivalidad nacional (por ejemplo, la de los negociantes franceses con los negociantes ingleses) y la
subordinación nacional (por ejemplo, la de las naciones conquistadas o liberadas a los intereses de la grande nation), se
hallaban implícitas en el nacionalismo al que el burgués de dio su primera expresión oficial. «El pueblo», identificado con «la
nación» era un concepto revolucionario.
Aunque los pobres campesinos los obreros eran analfabetos, políticamente modestos e inmaduros y el procedimiento
de elección indirecto 610 hombres, la mayor parte de ellos de aquella clase, fueron elegidos para representar al Tercer Estado.
Muchos eran abogados que desempeñaban un importante papel económico en la Francia provinciana. Cerca de un
centenar eran capitalistas y negociantes. La clase media había luchado arduamente y con éxito para conseguir una
representación tan amplia como la de la nobleza y el clero juntas, ambición muy moderada para un grupo que representaba
oficialmente al 95 por 100 de la población.
Ahora luchaban con igual energía por el derecho a explotar su mayoría potencial de votos para convertir los Estados
Generales en una asamblea de diputados individuales que votaran como tales, en vez del tradicional cuerpo feudal que
deliberaba y votaba «por órdenes», situación en la cual la nobleza y el clero siempre podían superar en votos al Tercer Estado.
Con este motivo se produjo el primer choque directo revolucionario.
Unas seis semanas después de la apertura de los Estados Generales, los comunes, impacientes por adelantarse a
cualquier acción del rey, de los nobles y el clero, constituyeron (con todos cuantos quisieron unírseles) una Asamblea
Nacional con derecho a reformar la Constitución.
Una maniobra contrarrevolucionaria los llevó a formular sus reivindicaciones en términos de la Cámara de los
Comunes británica. El absolutismo terminó cuando Mirabeau, brillante y desacreditado ex noble, dijo al rey: “Señor, sois un
extraño en esta Asamblea y no tenéis derecho a hablar en ella”.
El Tercer Estado triunfó frente a la resistencia unida del rey y de los órdenes privilegiados, porque representaba no
sólo los puntos de vista de una y minoría educada militante, sino los de otras fuerzas mucho más poderosas: los trabajadores
pobres de las ciudades, especialmente de París, así como el campesinado revolucionario.
Lo que agito la Revolución fue que la convocatoria de los Estados Generales coincidiera con una profunda crisis
económica y social. La última década había sido, por una compleja serie de razones, una época de graves dificultades para
casi todas las ramas de la economía francesa.
Una mala cosecha en (1788 - 1789) y un dificilísimo invierno agudizaron la crisis. Pues los campesinos tuvieron que
vender sus pocos granos a precio de hambre. Esto indefectiblemente afecto a las clases pobres, especialmente en los precios
del pan, para quienes el costo de la vida se duplicaba.
Esto también afecto a la reducción de los productos manufacturados y en consecuencia a una recesión industrial.
Esta situación de 1788 – 1789, llevo al pueblo a convulsionarse con la finalidad de liberarse de la tiranía, apoyando a los
diputados del Tercer Estado.
La contrarrevolución convirtió a una masa en potencia en una masa efectiva y actuante. Sin duda era natural que el
antiguo régimen luchara con energía, si era menester con la fuerza armada, aunque el ejército ya no era digno de confianza.
De hecho, la contrarrevolución movilizó a las masas de París, ya hambrientas, recelosas y militantes. El resultado más
sensacional de aquella movilización fue la toma de la Bastilla, prisión del Estado que simbolizaba la autoridad real, en donde
los revolucionarios esperaban encontrar armas.
Todo un símbolo y su caída en tiempo de Revolución lo potenciaban. La toma de la Bastilla, el 14 de julio, se convirtió
en fiesta nacional de Francia. Hecho reconocido por Emanuel Kant, filósofo, que remarco que sería un acontecimiento que
conmovería al mundo. La caída de la Bastilla extendió la revolución a las ciudades y los campos de Francia. Las revoluciones
campesinas son movimientos amplios, informes, anónimos, pero irresistibles. Lo que en Francia convirtió una epidemia de
desasosiego campesino en una irreversible convulsión fue una combinación de insurrecciones en ciudades provincianas y
una oleada de pánico masivo que se extendió oscura pero rápidamente a través de casi todo el país. Llamada “grande peur”
a finales de julio y principio de 1789.
Al cabo de tres semanas desde el 14 de julio, la estructura social del feudalismo rural francés y la máquina estatal de
la monarquía francesa yacían en pedazos.
La aristocracia y la clase media aceptaron inmediatamente lo inevitable: todos los privilegios feudales se abolieron de
manera oficial aunque, una vez estabilizada la situación política, el precio fijado para su redención fue muy alto. El feudalismo
no se abolió hasta finales de 1793. A finales de agosto la revolución obtuvo su manifiesto formal la Declaración de los derechos
del hombre y del ciudadano.
Por el contrario el rey resistía con su habitual insensatez, y algunos sectores de la clase media revolucionaria,
asustados por las complicaciones sociales del levantamiento de masas, empezaron a pensar que había llegado el momento
del conservadurismo. (Los conservadores, por lo tanto, se oponen a los cambios radicales. El conservadurismo es una doctrina
asociada a la derecha política que suele defender las tradiciones, los valores religiosos y el nacionalismo. Concretamente
podemos establecer que un partido o un político conservador considera que la religión es pilar fundamental de la sociedad ya
que gracias a la misma se establece un nexo de unión de todos los individuos y también es una necesidad espiritual del ser
humano. De la misma forma, apuesta por el orden establecido tanto en materia política como social, está a favor de la
propiedad privada, apuesta por lo que se conoce como prudencia fiscal y no duda en respaldar en todo momento lo que es la
ley natural, es decir, el Derecho sustentado en lo que es la costumbre. Un político conservador, por definición, desea mantener
el statu quo de las condiciones existentes).
Veremos a las masas pujando más allá de las intenciones de los moderados por su propia revolución social, y a los
moderados escindiéndose a su vez en un grupo conservador que hace causa común con los reaccionarios y un ala izquierda
decidida a proseguir adelante en sus primitivos ideales de moderación con ayuda de las masas, aun a riesgo de perder el
control sobre ellas.
La peculiaridad de la Revolución francesa es que una parte de la clase media liberal estaba preparada para
permanecer revolucionaria hasta el final sin alterar su postura: la formaban los «jacobinos», cuyo nombre se dará en todas
partes a los partidarios de la «revolución radical».
A partir de 1794 los moderados se habían dado cuanta que los jacobinos habían llevado la Revolución demasiado
lejos para los propósitos y comodidad burguesa. Estaba clarísimo para los revolucionarios que si el “sol de 1793” volviera a
levantarse brillaría para una sociedad no burguesa.
Pero los jacobinos estarían ahí de manera radical para brindarle una coherente alternativa social a los suyos.
Tal clase surgiría en la Revolución Industrial, con el nombre e “proletariado” o mejor dicho con las ideologías y
movimientos basados en él.
En la Revolución Francesa, la clase trabajadora, por denominarlo así, no representaban una parte independiente
significativa. Hambrientos y roñosos quizás lo soñaban, pero en la práctica seguían con jefes que no eran proletarios. La
única alternativa contra el radicalismo burgués fueron los sans culottes
Eran un movimiento informe y principalmente urbano de pobres trabajadores, artesanos, tenderos, operarios,
pequeños empresarios, etc. Los sans culotte estaban organizados, sobre todo en las «secciones» de París y los clubes
políticos locales, y proporcionaban la principal fuerza de choque de la revolución: los manifestantes más ruidosos, los
amotinados, los constructores de barricadas.
A través de periodistas como Marat y Hebert formulaban una idea social apenas definida y contradictoria, en la que
se combinaba el respeto a la pequeña propiedad con la más feroz hostilidad a los ricos, el trabajo garantizado por el gobierno,
salarios y seguridad social para el pobre, en resumen, una extremada democracia igualitaria y libertaria, localizada y directa.
Los sans culottes era esa facción que representaban a esos “hombres pequeños” entre la burguesía y el proletariado,
más cerca de estos últimos. Pero el «Sans-culottismo» no presentaba una verdadera alternativa. Lo más que pudieron hacer
entre 1793-1794 y lo que hicieron fue poner obstáculos en el camino en dificultar el desarrollo de la economía francesa.

III - Obras y Avances Políticos de la Revolución. El Legado a Occidente


Entre 1789 y 1791 la burguesía moderada victoriosa, actuando a través de la que entonces se había convertido en
Asamblea Constituyente, emprendió la gigantesca obra de racionalización y reforma de Francia.
La mayoría de las realizaciones duraderas de la revolución datan de aquel período, como también sus resultados
internacionales más sorprendentes, la instauración del sistema métrico decimal y la emancipación de los judíos.
Desde el punto de vista económico, las perspectivas de la Asamblea Constituyente eran completamente liberales: su
política respecto al campesinado fue el cercado de las tierras comunales y el estímulo a los empresarios rurales; respecto a
la clase trabajadora, la proscripción de los gremios; respecto a los artesanos, la abolición de las corporaciones.
Dio pocas satisfacciones concretas a la plebe, salvo, desde 1790, la de la secularización y venta de "las tierras de la
Iglesia (así como las de la nobleza emigrada), que tuvo la triple ventaja de debilitar el clericalismo, fortalecer a los empresarios
provinciales y aldeanos, y proporcionar a muchos campesinos una recompensa por su actividad revolucionaria.
Por la Constitución de 1791 se estableció una Monarquía Constitucional fundada en una franquicia de propiedad para
los ciudadanos “activos” y los “pasivos” se esperaban que vivieran conforme a su nombre. Pero no sucedió así, la monarquía,
apoyada por una fracción burguesa no revolucionaria, no se resignaba a un nuevo régimen. La corte pretendía la restauración
del rey nuevamente como el ungido de Dios y mientras que la Constitución Civil del Clero (1790) en una mala interpretación,
desobediente a la sumisión al absolutismo romano, llevó a la oposición a la mayor parte del clero y de los fieles, y contribuyó
a impulsar al rey a la desesperada y, como más tarde se vería, suicida tentativa de huir del país. Fue detenido en Varennes
en junio de 1791, y en adelante el republicanismo se hizo una fuerza masiva, pues los reyes tradicionales que abandonaban
a sus pueblos pierden el derecho a la lealtad de los súbditos.
Los precios de los alimentos, principalmente el del pan motivaba la ofuscación de las masas revolucionarias en Paris.
Dos fuerzas impulsaron a Francia a una guerra general: la extrema derecha y la izquierda moderada. Para el rey, la
nobleza francesa y la creciente emigración aristocrática y eclesiástica, acampada en diferentes ciudades de la Alemania
occidental, era evidente que sólo la intervención extranjera podría restaurar el viejo régimen.
La restauración del poder de Luis XVI no era simplemente un acto de solidaridad de clase, sino una importante
salvaguardia contra la difusión de las espantosas ideas propagadas desde Francia. Como consecuencia de todo ello, las
fuerzas para la reconquista de Francia se iban reuniendo en el extranjero.
Por otra parte, la guerra, considerada de modo menos idealista, ayudaría a resolver numerosos problemas
domésticos. Era tan tentador como evidente achacar las dificultades del nuevo régimen a las conjuras de los emigrados y los
tiranos extranjeros y encauzar contra ellos el descontento popular. Podía hacerse la guerra para sacar provecho.
La guerra declaró en abril de 1792. La derrota, que el pueblo atribuiría, no sin razón, a sabotaje real y a traición,
provocó la radicalización. En agosto y septiembre fue derribada la monarquía, establecida la República.
El rey fue encarcelado, y la invasión extranjera detenida por un duelo de artillería poco dramático en Valmy. El partido
dominante en la nueva Convención era el de los girondinos. Belicosos en el exterior y moderados en el interior, un cuerpo
de elocuentes y brillantes oradores que representaba a los grandes negociantes, a la burguesía provinciana y a la refinada
intelectualidad.
Pero la revolución no podía emprender una campaña limitada ni contaba con unas fuerzas regulares, por lo que su
guerra oscilaba entre la victoria total de la revolución mundial y la derrota total que significaría contrarrevolución. Su ejército
era ineficaz e inseguro. En el curso de la crisis, la joven República francesa descubrió o inventó la guerra total: la total
movilización de los recursos de una nación mediante el reclutamiento en masa, el racionamiento, el establecimiento de una
economía de guerra.
Los sans-culottes recibieron con entusiasmo al gobierno de guerra revolucionaria, no sólo porque afirmaban que
únicamente de esta manera podían ser derrotada la contrarrevolución y fa intervención extranjera, sino también porque sus
métodos movilizaban al pueblo y facilitaban la justicia social.
Por otra parte, los girondinos temían las consecuencias políticas de la combinación de revolución de masas y guerra
que habían provocado. Ni estaban preparados para competir con la izquierda. No querían procesar o ejecutar al rey, pero
tenían que luchar con sus rivales los jacobinos (la «Montaña») por este símbolo de celo revolucionario; la Montaña ganaba
prestigio y ellos no. Por otra parte, querían convertir la guerra en una cruzada ideológica y general de liberación y en un desafío
directo a Gran Bretaña, la gran rival económica, objetivo que consiguieron.
En marzo de 1793, Francia estaba en guerra con la mayor parte de Europa con la finalidad de anexar territorios a sus
fronteras naturales. La continuidad de la guerra y sobre todo cuando esta iba mal, fortalecía las manos de la izquierda la cual
era capaz de ganarla. Los girondinos acabaron por desencadenar virulentos ataques contra la izquierda que pronto se
convirtieron en organizadas rebeliones provinciales contra París. Un rápido golpe de los sans-culottes los desbordó el 2 de
junio de 1793, instaurando la República jacobina.

IV – Etapas y principales acontecimientos.


Cuando los profanos cultos piensan en la Revolución francesa, son los acontecimientos de 1789 y especialmente la
República jacobina del año II los que acuden en seguida a su mente. El almidonado Robespierre, el gigantesco y mujeriego
Danton, la fría elegancia revolucionaria de Saint-Just, el tosco Marat, el Comité de Salud Pública, el tribunal revolucionario y
la guillotina son imágenes que aparecen con mayor claridad, mientras los nombres de los revolucionarios moderados que
figuraron entre Mirabeau y Lafayette en 1789 y los jefes jacobinos de 1793 parecen haberse borrado de la memoria de todos,
menos de los historiadores.
Los conservadores han creado una permanente imagen del Terror como una dictadura histérica y ferozmente
sanguinaria. Todos los revolucionarios, de manera especial en Francia lo han considerado como la primera República popular
y la inspiración de todas las revueltas subsiguientes. Por todo ello puede afirmarse que fue una época imposible de medir con
el criterio humano de cada día.
Pero para la sólida clase media francesa que permaneció tras el Terror, éste no fue algo patológico o apocalíptico,
sino el único método eficaz para conservar el país.
En junio de 1793 sesenta de los ochenta departamentos de Francia estaban sublevados contra París; los ejércitos de
los príncipes alemanes invadían Francia por el norte y por el este; los ingleses la atacaban por el sur y por el oeste; el país
estaba desamparado y en quiebra. Catorce meses más tarde, toda Francia estaba firmemente gobernada, los invasores
habían sido rechazados y, por añadidura, los ejércitos franceses ocupaban Bélgica y estaban a purito de iniciar una etapa de
veinte años de ininterrumpidos triunfos militares.
Para tales hombres, como para la mayoría de la Convención Nacional, que en el fondo mantuvo el control durante
aquel heroico período, el dilema era sencillo: o el Terror con todos sus defectos desde el punto de vista de la clase media o la
destrucción de la revolución, la desintegración del Estado Nacional y probablemente hasta la desaparición del país. A la caída
de Robespierre llevo al país a un desbarajuste financiero y corrupción con una tremenda inflación y bancarrota nacional hacia
1797.
La primer tarea de los Jacobinos fue obtener el apoyo de las masas contra la disidencia de los girondinos y notables
provincianos, y conservar ese apoyo de los sans culottes aunque muchas de sus pretensiones fueran imposibles de lograr.
Se promulgó una nueva Constitución radicalísima, varias veces aplazada por los girondinos.
En este noble pero académico documento se ofrecía al pueblo el sufragio universal, el derecho de insurrección, trabajo
y alimento, y lo más significativo de todo la declaración oficial de que el bien común era la finalidad del gobierno y de que los
derechos del pueblo no serían meramente asequibles (posibles), sino operantes (efectivos).
Aquella fue la primera genuina Constitución democrática promulgada por un Estado moderno. Concretamente, los
jacobinos abolían sin indemnización todos los derechos feudales aún existentes, aumentaban las posibilidades de los
pequeños propietarios de cultivar las tierras confiscadas de los emigrados y algunos meses después abolieron la esclavitud
en las colonias francesas con el fin de estimular a los negros de Santo Domingo a luchar por la República contra los ingleses.
La transformación capitalista de la agricultura y las pequeñas empresas, condición esencial para el rápido desarrollo
económico, se retrasó y con ella la rapidez de la urbanización, la expansión del mercado interno, la multiplicación de la clase
trabajadora e, incidentalmente, el ulterior avance de la revolución proletaria.
El centro del nuevo gobierno, aun representando una alianza de los jacobinos y los sans culottes se inclinaba
perceptiblemente hacia la izquierda. Esto se reflejó en el reconstruido Comité de Salud Pública, pronto convertido en un
efectivo «gabinete de guerra>> de Francia.
El Comité perdió a Danton, hombre poderoso, disoluto y probablemente corrompido, pero de un inmenso talento
revolucionario, mucho más moderado de lo que parecía (había sido ministro en la última administración real), y ganó a
Maximilien de Robespierre, que llegó a ser su miembro más influyente.
No era un hombre agradable, no fue un gran hombre y hasta dio muestras de mezquindad, pero fue el único, fuera de
Napoleón, al que se le rindió culto. Para él no era un lema ganar la guerra sino su ideal era el terrible y glorioso reino de la
justicia y la virtud en el que todos los hombres fueran iguales ante los ojos de la nación y el pueblo el sancionador de los
traidores. Se apoyaba en Rousseau y la cristalina convicción de su rectitud. No tenía cargo alguno solo era miembro del
Comité de Salud Pública. Su poder era el pueblo su terror, el de esas masas. Cuando ellas le abandonaron, se produjo su
caída.
La tragedia de Robespierre y de la. República jacobina fue la de tener que perder forzosamente, ese apoyo. El régimen
era una alianza entre la clase media y las masas obreras; pero para los jacobinos de la clase media las concesiones a los
sans culottes eran tolerables sólo en cuanto ligaban las masas al régimen sin aterrorizar a los propietarios; y dentro de la
alianza los jacobinos de clase media eran una fuerza decisiva.
Las exigencias económicas de la guerra les quitaron su apoyo popular. En las ciudades el razonamiento y la tasa de
precios beneficiaban a las masas pero la congelación de los salarios las perjudicaba. En el campo las requisas de alimentos
les enajenaban a los campesinos.
Por eso las masas se apartaron descontentas más cuando ejecutaron a los hebertistas, las voces más autorizadas de
los sans culottes. Muchos moderados se alarmaron por el ataque a la derecha por parte de Danton. Esta minoría anormal,
viciosa y derrochona, una facción que surge de todas las revoluciones sociales hasta que las supera el puritanismo que llega
a dominarlas.
Desconcertó las restricciones a la libertad y la ganancia a los comerciantes. Las campañas de Robespierre por la
descristianización y la nueva religión cívica impuesta por él. Más aun el silbido de la guillotina que no hacía sentirse seguro a
ninguno sobre sus vidas.
En abril de 1794, tanto los componentes del ala derecha como los del ala izquierda habían sido guillotinados y los
robespierristas se encontraban políticamente aislados.
El 9 Termidor del calendario revolucionario (27 de julio de 1794) la Convención derribo a Robespierre. Al día
siguiente él, Saint Just y Chouthon fueron guillotinados. Pocos días más tarde rodaron la cabeza de 87 miembros de la
revolucionaria Comuna de Paris.
Termidor supone el fin de la heroica y recordada fase de la revolución. No fue una fase de vida cómoda, pues la
mayor parte de los hombres estaban hambrientos y muchos aterrorizado. El problema con el que hubo de enfrentarse la clase
media francesa para la permanencia de lo que técnicamente se llama período revolucionario (1794-1799), era el de conseguir
una estabilidad política y un progreso económico sobre las bases del programa liberal original de 1789 - 1791.
La gran debilidad de los termidorianos consistía en que no gozaban de un verdadero apoyo político, sino todo lo más
de una tolerancia, y en verse acosados por una rediviva (revivida) reacción aristocrática y por las masas jacobinas y sans-
culottes de París qué pronto lamentaron la caída de Robespierre
Pero el Directorio dependía del ejército para mucho más que para la supresión de periódicas conjuras y
levantamientos. El problema, irresoluble en apariencia, lo resolvió el ejército, que conquistaba y pagaba por sí, y, más aún, su
botín y sus conquistas pagaban por el gobierno ¿Puede sorprender que un día el más inteligente y hábil de los jefes del
ejército, Napoleón Bonaparte, decidiera que ese ejército hiciera caso omiso de aquel endeble régimen civil?
Este ejército revolucionario fue el hijo más formidable de la República jacobina. De «leva en masa>> de ciudadanos
revolucionarios, se convirtió muy pronto en una fuerza de combatientes profesionales. Conservo las características de la
Revolución para transformarse posteriormente en ejército tradicional conforme a la disciplina bonapartista.
La revolución consiguió una superioridad militar sin precedentes, que el soberbio talento militar de Napoleón
explotaría. Los soldados eran tratados como hombres, se respetaba la disciplina castrense y los ascensos se concedían
conforme a sus méritos y veteranía.
No había una industria armamentista que lo apoye pero ganaba las batallas una tras otras con pocas armas más que
el valor de sus hombres y su iniciativa. A excepción Napoleón, sus generales no eran personas ricas sino pobres que se
imponían a sus subordinados por sus condiciones para el mando que por sus condiciones de inteligencia en la batalla.
Napoleón ganaba las batallas pero si fuera por las actuaciones de sus Mariscales tendía a perderlas.
Este ejército carecía de un sistema de asistencia médica y esta situación llevaba a aumentar las bajas por las
infecciones o enfermedades que contraían, al igual que el frio. El ejército fue una de las tantas carreras que los franceses
habían abierto al talento.

Esto fue lo que convirtió al ejército, a pesar de su jacobinismo inicial, en un pilar del gobierno postermidoriano, y a su
jefe Bonaparte en el personaje indicado para concluir la revolución burguesa y empezar el régimen burgués. El propio
Napoleón Bonaparte, aunque de condición hidalga en su tierra natal de Córcega, fue uno de esos militares de carrera. Nacido
en 1769, ambicioso, disconforme y revolucionario, comenzó lentamente su carrera en el arma de artillería, una de las pocas
ramas del ejercito Real en la que era necesario una competencia técnica.
En el año II ascendió a General y supo sobre vivir a la época de Robespierre. Encontró su gran oportunidad en la
·campaña de Italia de 1796 que le convirtió sin discusión posible en el primer soldado de la Republica que actuaba virtualmente
con independencia de las autoridades civiles.
El poder recayó en parte en sus manos y en parte él mismo lo arrebató cuando invasiones extranjera de 1799 revelaron
la debilidad del Directorio y la indispensable necesidad de su espada.
En seguida fue nombrado primer cónsul; luego cónsul vitalicio; por último, emperador.
Con su llegada y como por milagro, los irresolubles problemas del Directorio encontraron solución. Al cabo de pocos
años Francia tenía un código civil, un concordato con la Iglesia y hasta un Banco Nacional, el más potente símbolo de la
estabilidad burguesa.
Como hombre era indudablemente brillantísimo, versátil, inteligente e imaginativo, aunque el poder le hizo más bien
desagradable. Como general no tuvo igual; como gobernante fue un proyectista de soberbia eficacia, enérgico y ejecutivo jefe
de un círculo intelectual, capaz de comprender y supervisar cuanto hacían sus subordinados.
El mito napoleónico se basó menos en los méritos de Napoleón que en los hechos, únicos entonces, de su carrera.
Los grandes hombres conocidos que estremecieron al mundo en el pasado habían empezado siendo reyes, como Alejandro
Magno, patricios, como Julio César. Pero Napoleón fue el «petit caporal» que llegó a gobernar un continente por su propio
talento personal. Admiraba a Rousseau.
Napoleón dio un nombre propio a la ambición en el momento en que la doble revolución había abierto el mundo a los
hombres ambiciosos. Y aun había más: Napoleón era el hombre civilizado del siglo XVIII, racionalista, curioso, ilustrado, pero
lo suficientemente discípulo de Rousseau para ser también el hombre romántico del siglo XIX. Era el hombre de la revolución
y el hombre que traía la estabilidad. En una palabra, era la figura con la que cada hombre que rompe con la tradición se
identificaría en sus sueños.
Para los franceses fue, además, algo mucho más sencillo: el más afortunado gobernante de su larga historia. Triunfó
gloriosamente en exterior, pero también en el interior estableció o restableció el conjunto de las instituciones francesas tal y
como existen hasta hoy en día.
Los grandes monumentos legales franceses, los códigos que sirvieron de modelo para todo el mundo burgués no
anglosajón fueron napoleónicos. La jerarquía de los funcionarios públicos desde prefecto para abajo, de los tribunales, las
universidades y las escuelas, también fue suya.
Las grandes «carreras» de la vida pública francesa, ejército, administración civil, enseñanza, justicia, conservan la
forma que les dio Napoleón.
Napoleón proporcionó estabilidad y prosperidad a todos, excepto al cuarto de millón de franceses que no volvieron de
sus guerras, e incluso a sus parientes les proporcionó gloria.
No puede sorprender, por tanto, la persistencia del bonapartismo como ideología de los franceses apolíticos,
especialmente de los campesinos más .ricos, después de la caída de Napoleón.
Napoleón sólo destruyó una cosa: la revolución jacobina, el sueño de libertad, igualdad y fraternidad y de la majestuosa
ascensión del pueblo para sacudir el yugo de la opresión. Sin embargo, este era un mito más poderoso aún que el napoleónico,
ya que, después de la caída del emperador, sería ese mito, y no la memoria de aquél, el que inspiraría las revoluciones del
siglo XIX incluso en su propio país.

Eje Temático N° 4: LAS GUERRAS NAPOLEONICAS


(Libro: La Era de la Revolución. Capitulo IV: La Guerra)

1) Antecedentes y Causas:
a) Importancia de las guerras napoleónicas.
b) Bandos enfrentados: Los Liberales contra las Monarquías Absoluta.
c) ¿Revolución Industrial o Imperio Ilustrado?
d) Causas económicas de la Guerra.

Entre 1792 y 1815 los enfrentamientos en el mundo, ya entre Estados, ya entre sistemas sociales, fueron continuos.
Casi todos los intelectuales del momento –poetas, músicos, filósofos- apoyaron el movimiento, al menos antes y después del
terror y antes del Imperio napoleónico. El jacobinismo solo contó con apoyo en Inglaterra –a través de los escritos de Tomas
Paine, como Los derechos del hombre-; pero en el resto de lugares solo unos cuantos jóvenes ardorosos o iluministas utópicos
apoyaron esta rebelión.
En los lugares donde la nobleza era fuerte, el ideal jacobino impregnó a las clases medias, pero no se pudo llevar a
cabo acciones contra la fuerte nobleza, al contrario que en Irlanda, donde el malestar del país, más las ideas masónicas de
los United Irishmen empujaron a la gente. No porque les gustaran los franceses, sino para buscar aliados contra los ingleses.
A pesar de ello, la evidente debilidad del jacobinismo inglés se manifestó por el hecho de que la flota amotinada en
Spithead en un momento crucial de la guerra (1797) pidió que se le permitiese zarpar contra los franceses tan pronto como
sus peticiones económicas fueron satisfechas.
En las Provincias Unidas los <<patriotas», buscando una alianza con Francia, eran lo bastante fuertes para pensar en
una revolución, aun cuando dudaran de que pudiera triunfar sin ayuda exterior. Representaban a la clase media más modesta
y estaban aliados con otras contra la oligarquía dominante de los grandes mercaderes patricios. En Suiza, el elemento
izquierdista en ciertos cantones protestantes siempre había sido fuerte y la influencia de Francia, poderosa. Allí también la
conquista francesa completó más que creó las fuerzas revolucionarias locales.
En Alemania occidental y en Italia, la cosa fue diferente. La invasión francesa fue bien recibida por los jacobinos
alemanes, sobre todo en Maguncia y en el suroeste, pero no se puede decir que éstos llegarían a causar graves
preocupaciones a los gobiernos. Los franceses incluso fracasaron en su proyecto de establecer una República renana satélite.
En Italia, la preponderancia del iluminismo y masonería hizo inmensamente popular la revolución entre las gentes
cultas, pero el jacobinismo local sólo tuvo verdadera fuerza en el reino de Nápoles,
Por todo ello, en términos generales se puede decir que el valor militar del filo jacobinismo extranjero fue más que
nada el de un auxiliar para la conquista francesa, y una fuente de administradores, políticamente seguros, para los territorios
conquistados. Pero, en realidad, la tendencia era convertir a las zonas con fuerza jacobina local, en repúblicas satélites que,
más tarde, cuando conviniera, se anexionarían a Francia.
Bélgica fue anexionada en 1795; Holanda se convirtió en la República bátava en el mismo año, y más adelante en un
reino para la familia Bonaparte. La orilla izquierda del Rin también fue anexionada y bajo Napoleón, convertida en estados
satélites.
El jacobinismo extranjero tuvo alguna importancia militar, y los extranjeros residentes en Francia tuvieron una parte importante
en la formación de la estrategia republicana, de manera especial el grupo Saliceti,
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(Antoine Christophe Saliceti (bautizado como Antonio Cristoforo Saliceti, Saliceto, Córcega, 26 de
agosto de 1757 - Nápoles, 23 de diciembre de 1809) fue un político y diplomático francés. Nació en una familia de Piacenza.
Después de estudiar derecho en la Toscana se convirtió en un abogado en la parte superior del Consejo de Bastia, y fue
elegido diputado del Tercer Estado para los Estados Generales de Francia de 1789. Como diputado de la Convención, Saliceti
votó a favor de la muerte de Luis XVI. Fue enviado a Córcega para oponerse a las intrigas antirrevolucionarias. El éxito de sus
adversarios le obligó a retirarse a la Provenza, donde tomó parte en la represión de las revueltas en Marsella y Toulon. En
esta misión se reunió y ayudó a Napoleón Bonaparte. Debido a su amistad con Robespierre, Saliceti fue denunciado en la
revolución, de 9 de Termidor, y se salvó sólo por la amnistía del año IV.
Posteriormente, organizó el ejército de Italia y los dos departamentos en Córcega, que había sido dividida. Fue diputado al
Consejo de los Quinientos, y aceptado en diversas oficinas del Consulado y el Imperio. Siguió a José Bonaparte a Nápoles,
donde había sido designado rey. Tras la caída del imperio, murió en Nápoles, posiblemente envenenado).
el cual influyó bastante en la ascensión del italiano Napoleón Bonaparte dentro del ejército francés y en su ulterior fortuna en
Italia.
Pero si Francia contaba con la ayuda de las fuerzas revolucionarias en el extranjero, también los anti franceses. En
los espontáneos movimientos de resistencia popular contra las conquistas francesas, no se puede negar su composición
social-revolucionaria.
Es significativo que la táctica militar identificada en nuestro siglo con la guerra revolucionaria -la guerrilla o los
partisanos- fuera utilizada casi exclusivamente en el lado anti francés entre 1792 y 1815. En la propia Francia, la Vendée y los
chuanes realistas de la Bretaña hicieron una guerra de guerrillas entre 1793 y 1802, con interrupciones. Fuera de Francia, los
bandidos de la Italia meridional, en 1798-1799, fueron quizá los precursores de la acción de las guerrillas populares anti
francesa.
En España, el pueblo tuvo en jaque a los franceses cuando los ejércitos habían fracasado; en Alemania, los ejércitos
ortodoxos fueron quienes los derrotaron en una forma completamente ortodoxa.
Hablando socialmente, pues, no es demasiado exagerado considerar esta guerra como sostenida por Francia y sus
territorios fronterizos contra el resto de Europa.
Aquí, el conflicto fundamental era el que mediaba entre Francia y Gran Bretaña, que había dominado las relaciones
internacionales europeas durante gran parte de un siglo.
Desde el punto de vista británico ese conflicto era casi exclusivamente económico. Los ingleses deseaban eliminar a
su principal competidor a fin de conseguir el total predominio de su comercio en los mercados europeos, el absoluto control
de los mercados coloniales y ultramarinos, que a su vez suponía el dominio pleno de los mares.
Es decir, Gran Bretaña se conformaba con un equilibrio continental en el que cualquier rival en potencia estuviera
mantenido a raya por los demás países. En el exterior, esto suponía la completa destrucción de los otros imperios coloniales
y considerables anexiones al suyo.
Esta política era suficiente en sí para proporcionar a los franceses algunos aliados potenciales ya que todos los
estados marinos, comerciales o coloniales la veían con desconfianza u hostilidad. De hecho la postura normal de esos estados
era la de la neutralidad, ya que los beneficios del libre comercio en tiempos de guerra son considerables. La hostilidad francesa
hacia Gran Bretaña era algo más complejo. Exigía que la victoria sea total animados por el espíritu de la Revolución. La victoria
sobre los ingleses exigía la destrucción del comercio británico del cual creía que Gran Bretaña dependía y era con razón.
Las demás potencias anti francesas estaban empeñadas en una lucha menos encarnizada.
Todas esperaban derrocar a la Revolución francesa, aunque no a expensas de sus propias ambiciones políticas,
después el período 1792 – 1795 se vio claramente que ello no era tan fácil.
Austria era anti francesa. Rusia también lo era y Prusia estaba indecisa. Los demás países eran anti franceses máxime
de esa Francia victoriosa que permanentemente redistribuía los territorios europeos. Los más seguros aliados de Francia eran
los pequeños príncipes alemanes, cuyo interés ancestral era casi siempre de acuerdo con Francia, debilitar el poder del
emperador (ahora el de Austria) sobre los principados, que sufrían las consecuencias del crecimiento de la potencia prusiana.
Sajonia sería el último y más leal aliado de Napoleón, hecho explicable en gran parte por sus intereses económicos,
pues un centro industrial muy adelantado, obtenía grandes beneficios del «sistema continental» napoleónico.
A pesar de ello, la historia de las guerras es una serie de ininterrumpidas de victorias de Francia. Solo hubo un breve
periodo antes del final en la que los ejércitos franceses se vieron obligados a ponerse a la defensiva: en 1799, cuando la
Segunda Coalición movilizó al formidable ejército ruso mandado por Suvorov para sus primeras operaciones en la Europa
occidental. Pero, a efectos prácticos la lista de campañas y batallas en tierra entre 1794 y 1812 sólo comprende virtualmente
triunfos franceses.
Francia, la revolución transformó las normas bélicas haciéndolas inconmensurablemente superiores a las de los
ejércitos del antiguo régimen. Técnicamente, los antiguos ejércitos estaban mejor instruidos y disciplinados, por lo que en
donde esas cualidades eran decisivas, como en la guerra naval, los franceses fueron netamente inferiores. Eran buenos
corsarios capaces de actuar por sorpresa, pero ello no podía compensar la escasez de marineros bien entrenados y, sobre
todo, de oficiales expertos, diezmados por la revolución por pertenecer casi en su mayor parte a familias realistas normandas
y bretonas, y difíciles de sustituir de improviso.
Pero en donde lo que contaba era la organización improvisada, la movilidad, la flexibilidad y sobre todo el ímpetu
ofensivo y la moral, Ios franceses no tenían rival. Esta ventaja no dependía del genio militar de un hombre, pues las hazañas
bélicas de los franceses antes de que Napoleón tomara el mando eran numerosas y las cualidades de los generales franceses
distaban mucho de ser excepcionales, esto por el rejuvenecimiento de los mandos dentro y fuera de Francia, la corta edad de
sus Generales, entre 27 y 37 años de edad. Napoleón, Murat, Ney entre otros.

2) Acciones de Guerra:
a) Principales etapas de la contienda.
b) Acciones principales de combate. Inglaterra por mar y Francia por tierra.
c) Derrota de Napoleón. Los 100 días.

La relativa monotonía de los éxitos franceses hace innecesario hablar con detalle de las operaciones militares de la guerra
terrestre.
 En 1793-1794 las tropas francesas salvaron la revolución.
 En 1794-1795 ocuparon los Países Bajos, Renania y zonas de España, Suiza, Saboya y Liguria.
 En 1796, la famosa campaña de Italia de Napoleón les dio toda Italia y rompió la Primera Coalición contra Francia.
La expedición de Napoleón a Malta, Egipto y Siria (1797 -1799) fue aislada de su base por el poderío naval de los
ingleses, en su ausencia, la Segunda Coalición expulsó a los franceses de Italia y los rechazó hacia Alemania.
 La derrota de los ejércitos aliados en Suiza (batalla Zurich en 1799) salvó a Francia de la invasión, y pronto,
después de la vuelta de Napoleón y su toma de poder, los franceses pasaron otra vez a la ofensiva.
 En 1801 habían impuesto la paz a los aliados continentales, y en 1802 incluso a los ingleses.

Desde entonces, la supremacía francesa en las regiones conquistadas o controladas en 1794-1798 fue indiscutible.
Un renovado intento de lanzar la guerra contra Francia, en 1805-1807, sirvió para llevar la influencia francesa hasta las
fronteras de Rusia.
 Austria fue derrotada en 1805 en la batalla de Austerlitz (en Moravia) y hubo de firmar una paz impuesta.
 Prusia, que entró por separado y más tarde en la contienda, fue destrozada a su vez en las batallas de Jena
y Auerstadt, en 1806, y desmembrada.
 Rusia, aunque derrotada en Austerlitz, machacada en Eylau (1807) y vuelta a batir en Friedland (1807),
permaneció intacta como potencia militar
El tratado de Tilsit (1807) la trató con justificado respeto, pero estableció la hegemonía francesa sobre el resto del
continente, con la excepción de Escandinavia y los Balcanes turcos.
En 1808 la rebelión de los Españoles contra Napoleón, cuando este quiso imponer como Rey a su hermano José
Bonaparte. Esto abrió un campo de operaciones a los ingleses quienes se retiraron entre 1809 y 1810 de la península.
Por el contrario, en el mar, los franceses fueron ampliamente derrotados en aquella época.
Después de la batalla de Trafalgar (1805) desapareció cualquier posibilidad, no sólo de invadir Gran Bretaña a través
del Canal sino de mantener contactos ultramarinos. Las posibilidades de imponer un bloqueo llevo a la ruptura con Rusia y a
declararle la guerra. Esta situación llevo al fracaso del ejército de Napoleón acostumbrado a las batallas rápidas en donde su
supremacía lo hacía invencible en lugares que le permitía vivir en el terreno desde el aprovisionamiento de la tropa, pero en
los vastos y empobrecidos sitios de Polonia y Rusia la situación le fue desfavorable. Napoleón fue derrotado no tanto por el
invierno ruso como por su fracaso en el adecuado abastecimiento de la Grande Armée.
La retirada de Moscú destrozó al ejército. De los 610.000 hombres que lo formaban al cruzar la frontera rusa, sólo
volvieron a cruzarla unos 1 00.000.
En tan críticas circunstancias, la coalición final contra los franceses se formó no sólo con sus antiguos enemigos y
víctimas, sino con todos los impacientes por unirse al carro del que ahora se veía con claridad que iba a ser el vencedor: sólo
el rey de Sajonia aplazó su adhesión para más tarde. En una nueva y feroz batalla, el ejército francés fue derrotado en Leipzig
(1813), y los aliados avanzaron inexorablemente por tierras de Francia, a pesar de las deslumbrantes maniobras de Napoleón,
mientras los ingleses las invadían desde la península.
París fue ocupado y el emperador abdicó el 6 de abril de 1 814. Intentó restaurar su poder en 1815, pero la batalla
de Waterloo, en junio de aquel año, acabó con él para siempre.

3) Cambios en el mapa europeo.


Lo más importante de todo fue una racionalización general del mapa político de Europa, especialmente en Alemania
e Italia. En los Estados de la Edad Media en concepto de Nación pregonado en la Revolución Francesa, no era tenido en
cuenta ni tampoco una unidad lingüística, estaba más aferrado al concepto de propiedad. Con esto eran común que un enclave
perteneciente a un país, se encuentre en el territorio de otro. No había nada que lo identifique. A veces, territorios dentro de
un Estado dependían, por razones históricas, de otro señor que a su vez dependía de otro Estado, es decir, en lenguaje
moderno diríamos que se hallaba bajo una soberanía dual. «Fronteras»; en forma de barreras aduaneras se establecían
dentro de las provincias de un mismo Estado.
Todavía no se aplicaba el conjunto de consideraciones económicas, administrativas, ideológicas y de poder que
tienden a imponer un mínimo de territorio y población como moderna unidad de gobierno. Como consecuencia de todo lo dicho
los estados diminutos abundaban en Alemania y en Italia.
Las anexiones, los tratados de paz y los congresos, en los que los franceses intentaron sistemáticamente reorganizar
el mapa político alemán (en 1797-1798 y 1803) redujeron los 234 territorios del Sacro Imperio Romano, sin contar los señoríos
imperiales libres, etc. a cuarenta en Italia.
Fuera de Europa, los cambios territoriales de las guerras fueron la consecuencia de la amplísima anexión llevada a
cabo por Inglaterra de las colonias de otros países, y de los movimientos de liberación colonial, inspirados por la Revolución
francesa (como en Santo Domingo), posibilitados o impuestos por la separación temporal de las colonias de sus metrópolis
(como en las Américas española y portuguesa).
También fueron importantes los cambios institucionales introducidos directa o indirectamente por las conquistas
francesas. En el apogeo de su poder (1810), los franceses gobernaban como si fuera parte de Francia toda la orilla izquierda
alemana del Rin, Bélgica, Holanda y la Alemania del norte hasta Lübeck, Saboya, Piamonte, Liguria y la zona occidental de
los Apeninos hasta las fronteras de Nápoles, y las provincias ilíricas desde Carinti hasta Dalmacia. Miembros de la familia
imperial o reinos y ducados satélites cubrían España, el resto de Italia, el resto de Renania-Westfalia y una gran parte de
Polonia.
En todos estos territorios las instituciones de la Revolución francesa y el Imperio napoleónico eran automáticamente
aplicadas o servían de modelo para la administración local: el feudalismo había sido abolido, regían los códigos legales
franceses.
No es exagerado decir que todos los estados continentales de importancia surgidos al oeste de Rusia y Turquía y al
sur de Escandinavia después de aquellas dos décadas de guerra se vieron, juntamente con sus instituciones, afectados por
la expansión o la imitación de la Revolución francesa. Incluso el ultra reaccionario reino de Nápoles no se atrevió a restablecer
el feudalismo legal que abolieran los franceses.
Pero los cambios en frontera leyes e instituciones gubernamentales fueron nada comparados con un tercer efecto de
aquellas décadas de guerra revolucionaria: la profunda transformación de la atmósfera política. Los efectos de la Revolución
francesa y de las instituciones dejadas por Napoleón, hizo que todos los pueblos del mundo se sublevaran contra las tiranías
en busca de hacer sus derechos universales. Es la universalidad de la Revolución francesa la que la hace única y que ha
hecho que el gobierno de los pueblos ahora sea más difícil.

4) Consecuencias humanas y económicas de la guerra.


Las pérdidas fueron graves, aunque repetimos que no excesivas en comparación con las de las guerras
contemporáneas; pero, curiosamente, pocas de ellas causadas por el enemigo.
Los peligros verdaderamente tremendos de la guerra eran la suciedad, el descuido, la pobre organización, los servicios
médicos defectuosos y la ignorancia de la higiene, que mataban a los heridos, a los prisioneros y en determinadas condiciones
climatológicas.
Las operaciones militares mataban directa o indirectamente a las gentes y destruían equipos productivos, pero, como
hemos visto, no en proporciones que afectaran seriamente a la vida y al desarrollo normal de un país. Las exigencias
económicas de la guerra tendrían consecuencias de mayor alcance.
Claro que el peso de las cargas ·financieras de la guerra sobre la generación siguiente a Waterloo fue mucho más
que el de las cargas humanas. El método fue la emisión de nueva moneda lo que genero inflación, sumado a empréstitos e
impuestos especiales que no generaren descontentos en la gente. Se hizo una política la impresión cada vez mayor de bonos
de la deuda pública, muchas veces inconvertibles, y así cada vez mayor a cuenta de la venta de tierras de la iglesia. El régimen
jacobino lo mantuvo al sistema con cuidados ante la pérdida de su valor nominal hasta que se produjo la bancarrota del Estado
en 1797. En el caso del Banco de Inglaterra, su política fue distinta. Evito el pago de los bonos con el metal oro que servía de
respaldo. En consecuencia pudo resistir las peticiones del gobierno y de la banca extranjera con el mismo fin.
Implemento un billete que era de facto inconvertible. La otra oposición eran los empréstitos pero la prolongación en el
tiempo de la guerra, asusto a los países poderosos. Después de cinco años de la guerra, el gobierno británico se vio obligado
a implementar un impuesto sobre la renta (1799 -1816). Las consecuencias sociales fueron muchas y dadas a conocer por la
prensa ante la situación asfixiante en la que se veían los que tributaban como los pobres, granjeros y comerciante, en voz de
Williams Cobett. Todo este tributo era volcado con estos fines, más aun el gobierno británico realizaba ayudas económicas a
sus aliados.
Es mucho más importante tener en cuenta los efectos económicos que producen los desvíos de recursos para
emplearse en tiempo de paz a utilizarse para la guerra. La industria de guerra se ve estimulada como por ejemplo los la
industria del acero y el hierro en la fabricación de armamento ante la demanda. También se vio estimulada la industria
alimenticia como la remolachera en la sustitución del azúcar, así también la de las conservas. El periodo de reajuste de la
posguerra fue de grandes y anormales dificultades económicas en toda Europa, intensificadas toda vía más por las
desastrosas cosechas de 1816-1817.
Hasta qué punto el desvió de recursos para la guerra significo un atraso para el país. Ahora bien, la carga francesa
no se debía a la guerra en sí, ya que sus gastos se pagaron a expensas de los extranjeros cuyos territorios saqueaban o
requisaban.
La carga que hubo de soportar Inglaterra era debida al costo no sólo del sostenimiento de su propia guerra, sino
también, mediante las tradicionales subvenciones a sus aliados continentales, del sostenimiento de la de los otros estados.
Inglaterra soportó la carga más pesada durante la guerra que le costó entre tres y cuatro veces más que a Francia.

Eje Temático N° 5: LA PAZ. LA EUROPA DE LOS CONGRESOS Y LA RESTAURACION MONARQUICA 1815 – 1848.
(Libro: La Era de la Revolución. Capítulo V: La Paz)

1) En búsqueda del equilibrio europeo.

Entre la derrota de Napoleón y la guerra de Crimea 1854 -1856, no hubo guerra general en Europa. Además entre
1815 y 1914 no hubo guerra en donde se encuentren envueltas más de dos potencias. En un sentido está justificada la fama.
El reajuste de Europa después de las guerras napoleónicas no era más justo y más moral que cualquier otro.
No se intentó explotar la victoria total sobre los franceses, para no incitarles a un recrudecimiento del jacobinismo. Las
fronteras del país derrotado se dejaron un poco mejor de lo que estaban en 1789, las reparaciones de guerra fueron razonables
la ocupación por las tropas extranjeras fue corta y ya en Francia 1818 fue readmitida como miembro con plenitud de derechos
en el concierto de Europa.
Los Borbones fueron restaurados, pero se entendía que tendrían que hacer concesiones al peligroso espíritu de sus
súbditos. Se aceptaron los cambios más importantes de la revolución y se les otorgó su ardoroso anhelo, una Constitución,
aunque desde luego en una forma moderadísima, con el título de «libremente concedida» por el nuevo monarca absoluto,
Luis XVIII.
2) Las modificaciones del mapa europeo. Análisis.
El mapa de Europa se rehízo sin tener en cuenta las aspiraciones de los pueblos o los derechos de los numerosos
príncipes despojados en una u otra época por los franceses, sino atendiendo ante todo al equilibrio de las cinco grandes
potencias surgidas de las guerras: Rusia, Gran Bretaña. Francia. Austria y Prusia.
Inglaterra no tenía aspiraciones en el continente pero si marítimas como el dominio del mar Báltico y sus territorios de
dominio como Sicilia, las Islas Jónicas, etc. También la unión de Holanda y Bélgica, antiguos países bajos, que tomaban el
control de la desembocadura del Rin. Fuera de Europa la ambición de Inglaterra era el dominio de los mares. En Europa solo
le interesaba que ninguna potencia sea lo demasiado fuerte.
Rusia la decisiva potencia militar terrestre, satisfizo sus limitadas ambiciones territoriales con la adquisición de
Finlandia a expensas de Suecia, la de Besarabia a expensas de Turquía y de la mayor parte de Polonia a la que se concedió
un grado de autonomía bajo la facción local que siempre había favorecido la alianza con Rusia. Esta autonomía quedo abolida
después del levantamiento de 1830 – 1831. Es resto de Polonia se repartió entre Prusia y Austria, a excepción de la ciudad
de Cracovia que no sobrevira al alzamiento de 1846. Rusia se conformaba con mantener una hegemonía al Este de Francia
con tal de evitar una Revolución. El Zar Alejandro patrocino una Santa Alianza de la cual se adhiere Austria y Rusia no así
Inglaterra.
Desde el punto de vista británico, la hegemonía rusa no causaba tal preocupación, era una realidad militar del
momento. Respecto a Francia se le reconocía como potencia de hecho, pero esta situación no iba más allá de un poder militar
que la hiciera reconocer de derecho.
Austria y Prusia eran reconocidas verdaderas potencia solo de cortesía. Actuaban como estabilizadoras. Austria
recupero algunas provincias del norte de Italia. Actuaba como la policía para mantener esa estabilidad que no le permitiría su
desintegración. Prusia era el país fuerte que Inglaterra necesitaba en Alemania occidental. El conflicto entre Inglaterra y Rusia
por las tierras de Polonia en manos de Rusia, luego de amplias negociaciones con amenazas de guerra, Rusia los recupero
a cambio de la recuperación de Sajonia que la beneficiaba a Prusia económicamente.
La Confederación europea tenía la misión de controlar a los países más pequeños que tendían a gravitar en favor de
Francia. Las naciones sabían bien que era imposible mantener la paz teniendo en cuenta la potencialidad que cada una tenía.
Para ello optaron en enfrentar los problemas en bien aparecían mediante periódicos Congresos.

3) El sistema de los Congresos.


Se denominaba el Concierto Europeo. Actuaba a modo de Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas si lo
comparamos con nuestros tiempos. Se reunieron muy pocas veces, desde 1818 cuando Francia fue readmitida, hasta 1822.
El sistema de congresos fracasó, porque no pudo sobrevivir a los años que siguieron inmediatamente a las guerras
napoleónicas, cuando el hambre de 1816 -1817 y las depresiones financieras mantuvieron un vivo pero injustificado temor a
la revolución social en todas partes, incluso en Inglaterra.
Los intereses que las unían era mantener el Orden Social de la que solo Austria se mantuvo leal.
Sobre Alemania. Italia y España, las tres monarquías de la Santa Alianza y Francia, estaban de acuerdo, aunque la
última, ejerciendo con gusto el oficio de policía internacional en España (1823) estaba menos interesada en la estabilidad
europea que en ensanchar el ámbito de sus actividades diplomáticas y militares, particularmente en España, Bélgica e Italia,
en donde tenía la mayor parte de sus inversiones extranjera. Inglaterra quedo al margen de esta Alianza. Esta última por la
necesidad de un cambio en monarquías absolutas y además porque se arriesgaba que las demás potencias miraran hacia
América del Sur. Pues las apoyo en su independencia con un marcado interés, hacia un futuro, en lo comercial.
Pero la permanencia del reajuste de 1815, el sistema de congresos y el principio de supresión de las revoluciones
quedaron arruinados.
Las revoluciones de 1830, los destruirían por completo, pues afectaron no sólo a los estados pequeños, sino a una
gran potencia: Francia. En efecto, tales revoluciones apartaron a toda la Europa del oeste del Oeste del Rin de las operaciones
policiacas de la Santa Alianza.
4) La cuestión irresuelta de Oriente y la debilidad del Imperio Turco.
La cuestión Oriente era una situación de gran preocupación por la inevitable disgregación de Turquía, situación que
fortalecía a Rusia. Pues preocupaba a Inglaterra el acceso al Mediterráneo por estrechos de Asia Menor. Era una cuestión
totalmente económica pues se avizoraba como rival Ucrania con la exportación de cereales a la India.
Inglaterra apostaba al apoyo de Turquía pero esta no estaba interesada en que la ayudaran en las cuestiones internas.
La preocupación se encontraba en el expansionismo ruso y la influencia que este tenía sobre Turquía.
Rusia buscaba un compromiso ya que podía lograr sus objetivos militares por dos caminos: bien por la derrota y
reparto de Turquía y una eventual ocupación rusa de Constantinopla y los estrechos, bien por un virtual protectorado sobre
una Turquía débil y sometida.
Rusia quería un acceso al Mediterráneo. G. Bretaña pugnaba por evitarlo. El tratado de “protectorado” entre rusos y
turcos en 1833 fue visto como una afrenta por los ingleses. Desde 1840 Rusia ya estaba pensando en el fraccionamiento del
Imperio islámico.
Inglaterra se consideró ultrajada por ese tratado y los años sucesivos vieron el nacimiento de una fuerte ruso fobia
que convirtió la imagen de Rusia en la de una enemiga secular de Gran Bretaña. Al enfrentarse con la presión británica, los
rusos se batieron en retirada y después de 1840 resucitaron sus proyectos de reparto de Turquía.

5) Inglaterra y el problema de la esclavitud.

Los ingleses se daban por contentos con ocupar los puntos cruciales para el dominio naval del mundo y para sus
intereses comerciales mundiales, tales como el extremo meridional de África (arrebatado a los holandeses durante las guerras
napoleónicas), Ceilán, Singapur (fundada en aquel período) y Hong Kong.
Las exigencias de la lucha contra la trata de esclavos, que satisfacía a la vez la opinión humanitaria en el interior y
los intereses estratégicos de la flota británica, la cual la utilizaba para reforzar su monopolio global, les llevó a establecer
puntos de apoyo a lo largo de las costas africana.
Los ingleses pensaban en mundo abierto al comercio británico y protegido por las escuadras británicas era mucho
más rentable que la explotación de sus colonias, por supuesto con la excepción de la India que significaba un gran mercado
de consumo y la llave al lejano oriente, en el tráfico de drogas y toda otra actividad que los hombres europeos desearan
realizar. China se abriría en este camino en la guerra del opio en 1839 -1842.

6) Estados Unidos y la expansión hacia el Oeste y al Sur.

Los Estados Unidos adquirieron por entonces todo el oeste y el sur de la frontera del Oregón, por insurrecciones y
guerra contra los desamparados mexicanos. A su vez, Francia tenía que limitar sus ambiciones expansionistas a Argelia, que
invadió con una excusa inventada en 1830 y consiguió conquistar en los diecisiete años siguientes. En 1847 había
quebrantado totalmente la resistencia argelina.
Párrafo aparte merece un acuerdo internacional de gran trascendencia conseguido en aquel período: la abolición del
comercio internacional de esclavos. Las razones que lo inspiraron fueron a la vez humanitarias y económicas: la esclavitud
era horrorosa y al mismo tiempo ineficaz. Además desde el punto de vista de los ingleses, que eran los principales paladines
de aquel admirable movimiento, entre las potencias, la economía de 1815-1848 ya no descansaba, como la del siglo XVIII,
sobre la venta de hombres y de azúcar, sino sobre la del algodón. La verdadera abolición de la esclavitud se produjo
lentamente excepto de los lugares en donde la Revolución Francesa había barrido. Los ingleses la abolieron de sus colonias.
Los franceses la abolieron oficialmente en 1848.

Eje Temático N° 6: LA REVOLUCIONES LIBERALES EN EUROPA DE 1820 - 1830


(Libro: La Era de la Revolución. Capitulo VI: Las Revoluciones)
1) Las monarquías restauradas y su incapacidad para frenar la revolución.

Rara vez la incapacidad de los gobiernos para detener el curso de la historia se ha demostrado de modo más
terminante que en los de la generación posterior a 1815. Evitar una segunda Revolución francesa, o la catástrofe todavía peor
de una revolución europea general según el modelo de la francesa.
Tres principales olas revolucionarias hubo en el mundo occidental entre 1815 Y 1840.
La primera oleada revolucionaria tuvo carácter mediterráneo: Grecia, España y Nápoles, entre 1820 y 1821. Reavivó
los ánimos de independencia sudamericana. Bolívar, San Martín y O’Higgins liberaron la Gran Colombia, Perú y Argentina.
Iturbe hizo lo propio con México y Brasil se separó sin más problemas de Portugal. Las grandes potencias las reconocieron
rápidamente, pero Inglaterra, además, concertando tratados económicos.
La segunda oleada fue más amplia aún. Todas las tierras al oeste de Rusia sufrieron alzamientos. Bélgica se
independizó de Holanda en 1830, Polonia fue reprimida, pero en Italia y Alemania hubo graves convulsiones, el liberalismo
triunfó en Suiza, España y Portugal padecieron guerras civiles e Inglaterra tuvo que aceptar la secesión religiosa de Irlanda:
el catolicismo había sido legalizado. Esto derivó en la definitiva derrota de la aristocracia para dar paso a una clase dirigente
de “gran burguesía” con instituciones liberales bajo una monarquía constitucional al estilo de 1791, pero con privilegios más
restringidos.
El EE.UU. de Jackson fue más allá: extendió el voto a los pequeños granjeros y los pobres de las ciudades
La tercera y la mayor de las olas de las revoluciones sucedieron en 1848. Casi simultáneamente estallo y triunfo en F
rancia, en casi toda Italia, en los estados alemanes, en gran parte del Imperio de los Habsburgo y en Suiza (1847). En forma
menos aguda, el desasosiego afectó también a España, Dinamarca y Rumania y de forma esporádica a Irlanda, Grecia e
Inglaterra. La “primavera de los pueblos” de 1848, cuando la revolución mundial soñada por los rebeldes estuvo más cerca
que nunca. Estalló y triunfo en casi toda Europa.

2) La importancia de la experiencia de 1789.

Los modelos políticos creados por la revolución de 1789 sirvieron para dar un objetivo específico al descontento, para
convertir el desasosiego en revolución y, sobre todo para unir a toda Europa en un solo movimiento o quizá fuera mejor
llamarlo corriente- subversivo.
Hubo varios modelos, aunque todos procedían de la experiencia francesa entre 1789 y 1797. Correspondían a las
tres tendencias principales de la oposición pos-1815:
 Liberales (franco-española): con su modelo en la revolución y el sistema de 1791. La monarquía sería
parlamentaria y sus electores restringidos por su capacidad económica, como lo establecía la Constitución de
1791.
 Radicales (inglesa): cuya inspiración encuentra eco en la revolución de 1792-1793, jacobina, cuyo ideal es
una república democrática hacia el “estado de bienestar”. Con cierta animosidad contra los ricos como en la
Constitución jacobina de 1793.
 Socialista (anglo-francesa): toman las directrices de las revoluciones postermidorianas, entre las que cabe
destacar la protagonizada por Babeuf en 1796, “La Conspiración de los Iguales”, ese significativo alzamiento
de los extremistas jacobinos y los primitivos comunistas que marca el nacimiento de la tradición comunista
moderna en política. El comunismo fue el hijo del «sansculottismo» y el ala izquierda del robespíerrismo y
heredero del fuerte odio de sus mayores a las clases medías y a los ricos. Políticamente el modelo
revolucionario «babuvista» estaba en la línea de Robespierre y Saint-Just.

Pero todas tenían algo en común: la lucha contra la monarquía absoluta, la Iglesia y la aristocracia… o dicho de otro
modo, aborrecían los regímenes de 1815 y lucharon contra ellos por distintas vías, como hemos visto.

3) Modelos o corrientes revolucionarias y modelos de gobierno.


Entre 1815 y 1830 aún no existía una clase trabajadora como tal. Solo las personas reunidas en torno a las ideas
owenistas o el clásico programa en torno al cual se agrupaban los trabajadores ingleses el de una simple reforma parlamentaria
expresada en los “seis puntos de la Carta del pueblo” (Sufragio universal, voto por papeleta, igualdad de distritos electorales,
pago a los miembros del Parlamento, Parlamentos anuales, abolición de la condición de propietarios para los candidatos)
empezaban a mostrarse algo más radicales.
La única diferencia en el periodo de la Restauración era que los trabajadores radicales ya preferían escuchar lo que
decían los hombres que les hablaban en su propio lenguaje. Los discursos de Williams Cobbett, Tom Paine aún insuflaban
aliento y también los escritos de Bentham.
Las perspectivas políticas de los oposicionistas eran muy parecidas en todos los países europeos, y los métodos de
lograr la revolución --el frente común del absolutismo excluía virtualmente una reforma pacífica en la mayor parte de Europa-
eran casi los mismos.
Todos ellos, por tanto, concebían la revolución como algo único e indivisible: como un fenómeno europeo singular
más bien que como un conjunto -de liberaciones locales -o nacionales.
Todos ellos tendían a adoptar el mismo tipo de organización revolucionaria o incluso la misma organización: la
hermandad-insurrecciona secreta “la mazonería”.
La más conocida, por ser más internacional, era la de los «buenos primos» o carbonarios, que parecían descender
de logias masónicas del este de Francia, por la vía de los oficiales franceses anti bonapartistas en Italia.
Ideológicamente, los carbonarios y sus afines eran grupos formados por gentes muy distintas, unidas sólo por su
común aversión (antipatía) a la reacción. Por razones obvias, los radicales, entre ellos el ala izquierda jacobina y babuvista,
al ser los revolucionarios más decididos, influyeron cada vez más sobre las hermandades.
Puede señalarse, de paso, que la sociedad secreta ritualizada y jerarquizada, .como la masonería, atraía fuertemente
a los militares por razones comprensibles.
El nuevo régimen liberal español fue derribado por una invasión francesa apoyada por la reacción europea, en 1823.
Los Borbones fueron derribados en París por una característica combinación de crisis en la que pasaba por ser la
política de la Restauración y de inquietud popular producida por la depresión económica. En esta ocasión, las masas no
estuvieron inactivas. El París de julio 1830 se erizó de barricadas, en mayor número y en más sitios que nunca, antes o
después.
El segundo resultado fue que, con el progreso del capitalismo, «el pueblo» y el «trabajador pobre» -es decir, los
hombres que levantaban las barricadas, se identificaron cada vez más con el nuevo proletariado industrial como «la clase
trabajadora». Por tanto, un movimiento revolucionario proletario socialista empezó su existencia.
Después de un corto intervalo de tolerancia y celo, los liberales tendieron a moderar sus entusiasmos por ulteriores
reformas y a suprimir la izquierda radical, y especialmente las clases trabajadoras revolucionarias.
En Inglaterra, la «Unión General» owenista de 1834-1835 y los cartistas afrontaron la hostilidad tanto de los hombres
que se opusieron al Acta de Reforma como de muchos que la defendieron. Los republicanos y los nuevos proletarios, dejaron
de alinearse con los liberales; a los moderados que aún seguían en la oposición les obsesionaba la idea de «la República
social y democrática», que ahora era el punto de combate de las izquierdas.
Los radicales estaban muy disgustados con el fracaso de los franceses en representar el papel de libertadores
internacionales que les había atribuido la gran revolución y la teoría revolucionaria.
Las perspectivas estratégicas seguían siendo las mismas, una Francia neo jacobina y quizá (como pensaba Marx)
una Inglaterra radicalmente intervencionista, seguían siendo casi indispensables para la liberación europea, a falta de la
improbable perspectiva de una revolución.
En un sentido, esta descentralización del movimiento revolucionario fue realista, .pues en 1848 las naciones se alzaron
por separado, espontánea y simultáneamente.
Los pueblos debían prepararse para ganar su libertad por sí mismos y no por nadie que quisiera dársela, sentimiento
que también adaptaron para su uso los movimientos proletario-socialistas de la misma época.
4) La composición social del movimiento revolucionario.
El creciente descontento de los pobres -especialmente de los pobres urbanos, era evidente en toda la Europa
occidental. El descontento urbano era universal en Occidente. Un movimiento proletario y socialista se advertía claramente en
los países de la doble revolución, Inglaterra y Francia.
En Inglaterra surgió hacia 1830 y adquirió la madura forma de un movimiento de masas de trabajadores pobres que
consideraba a los liberales y los whigs, como probables traidores y a los capitalistas y tories como seguros enemigos.
Fue un vasto movimiento a favor de la “Carta del Pueblo” alcanzando su en 1839 – 1842. El socialismo británico o
«cooperación» fue mucho más débil. Bajo la influencia de los owenistas intentaron unificar a la clase trabajadora en una sola
masa en una economía cooperativa superando al capitalismo. Después del Acta de la Reforma de 1832, fracasaron en llevar
adelante una política de enfrentamiento al patrón y al gobierno, desapareciendo de la escena social como movimiento en
1836.
En Francia no existía un movimiento parecido de masas trabajadoras en la industria. Los militantes franceses del
movimiento de la clase trabajadora, eran anticuados trabajadores jornaleros y artesanos. Por otra parte las ramas del
socialismo “utópico” seguidores de Saint Simón, se desinteresaban de la acción política.
Francia poseía la poderosa tradición, políticamente muy desarrollada del ala izquierda jacobina y babuvista, una gran
parte de la cual se hizo comunista después de 1830. Su líder más formidable fue Louis Auguste Blanqui (1805-1881),
discípulo de Buonarroti.
En términos de análisis y teoría social, el blanquismo tenía poco con qué contribuir al Socialismo, excepto con la
afirmación de su necesidad y la decisiva observación de que el proletariado de los explotados jornalero sería su arquitecto y
la clase media (ya no la-alta) su principal enemigo. Adoptaron el tradicional método revolucionario jacobino, insurrección y
dictadura popular centralizada.
De los blanquistas (que a su vez derivaban de Saint-Just, Babeuf y Buonarroti), el moderno movimiento socialista
revolucionario adquirió el convencimiento de que su objetivo debía ser apoderarse del poder e instaurar «la dictadura del·
proletariado» (esta expresión es de cuño blanquista). Su debilidad, la falta de apoyo de las masas y sus propuestas caían en
el vacío.
Por todo ello, la clase trabajadora o la revolución urbana y socialista aparecían como peligros reales en la Europa
occidental, aun cuando en los países más industrializados, como Inglaterra y Bélgica, los gobiernos y las clases patronales
las mirasen con relativa y justificada placidez. No hay pruebas de que el gobierno británico estuviera seriamente preocupado
por la amenaza al orden público de los cartistas, numerosos pero divididos, mal organizados y peor dirigidos.
El principio de la revolución social dividió a los radicales de la clase media, es decir, a los grupos de descontentos
hombres de negocios, intelectuales, etc., que se oponían a los moderados gobiernos liberales de1830.
En Francia La ruptura de los radicales de la clase media con la extrema izquierda sólo se produciría después de la
revolución.

5) El movimiento proletario y el socialismo.


En el resto de Europa, las masas la constituían los campesinos. Eran de distintas nacionalidades, siendo los
propietarios más pobres los que verdaderamente tenían un profundo sentimiento nacionalista. La masa campesina sumida en
la ignorancia era pasiva y mucho no aportaba a la lucha revolucionaria. La rebelión de los Siervos de Galitzia en 1840 puede
considerarse como la más explosiva de los alzamientos campesinos, desde la Revolución Francesa.
El problema para los radicales en los países subdesarrollados no era el de buscar la alianza con los campesinos, sino
el de saber si lograrían conseguirla.
La extrema izquierda concebía la lucha revolucionaria como una lucha de las masas simultáneamente contra los
gobiernos extranjeros y los explotadores domésticos. En la Europa subdesarrollada la revolución de 1848 no triunfó bien por
inmadurez política de los campesinos o por medidas demasiado férreas de los señores y monarcas, quienes odiaban hacer
concesiones adecuadas u oportunas.

6) La revolución al Este del Rin.


7) Factores comunes de las revoluciones.

A pesar de estar ahora divididos por las diferencias de condiciones locales, por la nacionalidad y por las clases, los
movimientos revolucionarios de 1830 -1848 conservan muchas cosas en común.
Seguían siendo organizadores de conspiradores de clase media, intelectuales y exiliados.
Conservaban un patrón común de ideas políticas, estratégicas y tácticas, heredadas de la experiencia de la Revolución
de 1789 y un fuerte sentido de unidad internacional.
Las organizaciones ilegales son naturalmente reducidas que las legales y su composición social distan mucho de ser
representativa.
Las organizaciones blanquistas entre 1830 y 1848 se decía que estaban constituidas casi exclusivamente por hombres
de la clase baja.
La liga alemana de los Proscritos (que más adelante se convertiría en la Liga de los Justos y en la Liga Comunista de
Marx y Engels), cuya médula la formaban jornaleros alemanes expatriados, era una de esas sociedades ilegales. El credo
general que se extendía era el que rezaba que los aristócratas y reyes eran usurpadores de las libertades y que el gobierno
debía ser elegido por el pueblo y responsable ante él. Veían la instalación de la república demo burguesa como un preliminar
indispensable para el ulterior avance del socialismo.
En resumen, puede decirse que la extrema izquierda política estaba decididamente a favor del principio (jacobino) de
centralización y de un fuerte poder ejecutivo, frente a los principios (girondinos) de federalismo, descentralización y división
de poderes.
En el proyecto de la “Joven Europa” de Mazzini ya reflejaba el deseo de crear una sociedad internacional masónico-
carbonaria.
En cambio, entre los social-revolucionarios que cada vez aceptaban más la orientación proletaria, ese
internacionalismo ganaba fuerza. La Internacional como organización y como himno, iba a ser parte integrante de los
posteriores movimientos socialistas del siglo. Respecto al exilio de los militantes de izquierdas, Francia y Suiza acogieron a
gran parte de ellos. No es extraño que la Internacional tuviera su génesis en la ciudad de “la gran revolución”

Eje Temático N° 7: LA DOBLE REVOLUCION Y SU IMPACTO SOBRE LA TIERRA


(Libro: La Era de la Revolución. Capitulo VIII: La Tierra)

1) El impacto de la doble revolución y la tierra.


Lo que sucediera a la tierra determinaba la vida y la muerte de la mayoría de los seres humanos entre los años 1789
y 1848. Como consecuencia, el impacto de la doble revolución sobre la propiedad, la posesión y el cultivo de la tierra, fue el
fenómeno más catastrófico de nuestro periodo.
La revolución política ni la económica pudieron menospreciar la tierra, a la que la primera escuela de economistas -la
de los fisiócratas- consideraba como única fuente de riqueza.
Tres medidas tratarían de reactivar la producción agraria:
 En primer lugar, la tierra tenía que convertirse en objeto de comercio, ser poseída por propietarios privados
con plena libertad para comprarla y venderla.
 En segundo lugar, la tierra tenía que pasar a ser propiedad de una clase de hombres dispuestos a desarrollar
los productivos recursos de la tierra para el mercado guiados por la razón, intereses y provechos.
 En tercer lugar, la gran masa de la población rural tenía que transformarse en jornaleros libres y móviles que
sirvieran al creciente sector no agrícola de la economía.

Dos grandes obstáculos aparecían en el camino de la reforma, y ambos requerían una acción combinada política y
económica: los terratenientes pre-capitalistas y el campesinado tradicional. Los más radicales fueron los norteamericanos y
los ingleses que eliminaron a ambos.
Los ingleses transformaron las tierras cultivables de las cuales unos 4.000 eran propietarios. Los norteamericanos
hicieron propietarios a los granjeros comerciales.
La clásica solución prusiana fue la menos revolucionaria. Consistió en convertir a los terratenientes feudales en
granjeros capitalistas y a los siervos en labradores asalariado.
La otra solución sistemática del problema agrario en un sentido capitalista fue la danesa, que también creó un gran
cuerpo de granjeros comerciales medios y pequeños.
Norteamérica gozó de la mejor situación previa: el aumento de tierras libres virtualmente ilimitado y también de la falta
de todo antecedente de relaciones feudales o de tradicional colectivismo campesino; solo los pieles rojas dificultaban esta
tarea.
Como hemos visto su primer objetivo era hacer de la tierra una mercancía. Había que abolir los mayorazgos y demás
prohibiciones de venta o dispersión que afectaban a las grandes propiedades de la nobleza y someter a los terratenientes al
saludable castigo de la bancarrota por incompetencia económica, lo que permitiría otros compradores más competentes a
apoderarse de ella.
En los países católicos y musulmanes, el objetivo era arrancar las tierras eclesiásticas, abrirlas al mercado y a la
explotación nacional.
Había que crear una fuerza laboral libre en cuanto al campesino, pues el jornalero libre estaba abierto al incentivo de
mayores ganancias porque dejaba de ser un labrador forzado (siervo, peón, esclavo)

2) La situación del campo en Francia, Paises Bajos, Suiza, Alemania y Europa Latina. Resultados de las
Reformas.

En Francia, como ya hemos visto, la abolición del feudalismo fue obra de la revolución. La presión de los campesinos
y el jacobinismo impulsaron la reforma agraria hasta más allá del punto en el que los paladines del desarrollo capitalista
hubieran deseado que se detuviera
Por eso Francia, en conjunto, no llegó a ser ni un país de terratenientes y cultivadores ni de granjeros comerciales,
sino sobre todo de varios tipos de propietarios, que serían el principal sostén de todos los subsiguientes regímenes políticos
que no les amenazasen con quitarles las tierras.
En la mayor parte de la Europa latina, los Países Bajos, Suiza y Alemania Occidental, la abolición del feudalismo fue
obra de los ejércitos franceses de ocupación decididos a proclamar inmediatamente en nombre de la nación francesa, la
volición de los diezmos, el feudalismo y los derechos señoriales.
Aquellos tres factores, influencia de la Revolución francesa, argumento económico racional de los trabajadores libres
y codicia de la nobleza, determinaron la emancipación de los campesinos de Prusia entre 1 807 y 1816.
En general, cada posterior avance del liberalismo impulsaba a la revolución legal a dar un paso más para pasar de la
teoría a la práctica y cada restauración de los antiguos regímenes lo aplazaba, sobre todo en los países católicos, en donde
la secularización y venta de las tierras de la Iglesia era una de las más apremiantes exigencias liberales. Las tierras de la
iglesia fueron una excepción: tenían muy pocos defensores y demasiados lobos rondándolas. Burgueses y nobles las
adquirieron para sí. Ahora bien, la venta de las mismas no formó una clase media burguesa y emprendedora.
La influencia de la Revolución francesa, sumando al argumento económico racional de los trabajadores libres y la
codicia de la nobleza determinó la emancipación de muchos campesinos a lo largo de la primera mitad del siglo XIX.

3) La clase campesina como víctima ante el proceso transformador revolucionario.

La introducción del liberalismo en la tierra era como una especie de bombardeo silencioso que conmovía la estructura
social en la que siempre habían vivido y no dejaba en su sitio más que a los ricos: una soledad llamada libertad.
Nada más natural, pues, que el campesino pobre o toda la población rural resistieron como podían, y nada más natural
que esa resistencia se hiciera en nombre del viejo y tradicional ideal de una sociedad justa y estable, es decir, en nombre de
la Iglesia y del rey legítimo.
En 1810 los campesinos mexicanos iban guiados por la Virgen de Guadalupe.
El hecho de que los campesinados europeos no se alzaran con los jacobinos o liberales, es decir, con los abogados,
los tenderos, los administradores de fincas, los empleados modestos, etc.- sentenció al fracaso la revolución de 1848 en
aquellos países en los que la Revolución francesa no les había dado la tierra y en donde, poseyéndola su miedo conservador
a perderlo todo o su conformidad los mantuvo inactivos.
En donde los campesinos tenían tierras y libertad, como en el Tirol, en Navarra o Suiza su tradicionalismo era una
defensa de su relativa libertad contra las intrusiones del liberalismo. Donde carecían de tierras o libertad eran más
revolucionarios.
Este sólido cimiento de inquietud social revolucionaria era el que hacía tan inseguro aliado de la reacción a los
movimientos campesinos en las zonas de servidumbre y vastas fincas, o en las zonas de propiedad excesivamente pequeña
y subdividida.
Todo lo que necesitaban para pasar de un revolucionarismo legitimista a una verdadera ala izquierda era adquirir la
certidumbre de que el rey y la Iglesia se habían puesto al lado de los ricos locales y que un movimiento revolucionario de
hombres como ellos mismos les hablara con sus - mismas palabras.
El marxismo y el bakuninismo iban a ser más efectivos.
El paso de la rebelión campesina desde el ala derecha a la izquierda se comenzara a sentir después de 1848.

4) Argelia y las reformas introducidas por Francia.

En Argelia, el conquistador francés cayó sobre una sociedad característicamente medieval con un sistema firmemente
establecido y bastante floreciente de escuelas religiosas, se ha dicho que los soldados campesinos franceses eran mucho
menos cultos que el pueblo que conquistaban, financiadas por numerosas fundaciones piadosas.
Las escuelas, consideradas simplemente como semilleros de superstición, fueron cerradas; las tierras religiosas que
las sostenían, vendidas por los europeos, que no comprendían ni su finalidad ni su inalterabilidad legal; y los maestros,
normalmente miembros de las poderosas cofradías religiosas, emigraron a las zonas no conquistadas para fortalecer las
fuerzas de la rebeldía mandadas por Abd-el-Kader. Empezó la sistemática conversión de la tierra en propiedad privada
enajenable, aunque sus efectos no se harían sentir hasta mucho después.
5) La situación internacional después de la revolución agraria: la India, Irlanda y el caos económico.

El impacto del liberalismo sobre la vida agraria de la India fue, en primer lugar, una consecuencia de la búsqueda por
los gobernantes británicos de un método conveniente y efectivo de tributación rural.
Fue su combinación de codicia e individualismo legal lo que produjo la catástrofe. La propiedad de la tierra en la India
pre británica era tan compleja como suele serlo en sociedades tradicionales. La tierra pertenecía a las colectividades
autóctonas, tribus, clanes, aldeas y el gobierno percibía una parte proporcional de sus productos.
Aunque la tierra era en cierto sentido enajenable, se podían encontrar arrendamiento y /o alquileres pero no había
terratenientes, ni arrendatarios ni tierras de propiedad individual. Esto era una situación enojosa para los gobernantes y
administradores ingleses que estaban acostumbrados al orden rural.
Surge el “Zemindar” que era una especie de comisionista a través del cual debía organizarse la recaudación del tributo
sobre la tierra.
Posteriormente se dictó un segundo tipo de Sistema Fiscal, aquí los gobernantes ingleses intentaron hacer individual
la tributación de cada campesino, es decir uno por uno, esto era un liberalismo agrario en toda sus pieza.
Con el desarrollo de la Revolución Industrial en la Metrópoli, se usó a la India como colonia, como mercado y fuente
de ingreso pero nunca competidora.
La aplicación del Liberalismo Económico en la India no contribuyo se limitó a introducir una serie de parásitos y
explotadores de Aldeas, con concentración de propiedades, y un aumento de deudas y pobreza en los campesinos. El
gobierno de la India, fue incorruptible, con una buena organización administrativa y aplicación de las leyes, pero el cuanto al
aspecto económico fracasaron considerablemente por ser unos de los territorios más azotados por la hambruna mortífera.
La situación en Irlanda era más dramática. Una población de pequeños arrendatarios, económicamente atrasados e
inseguros, vivía de los productos de la tierra y pagaba el máximo de alquiler a un pequeño grupo de terratenientes extranjeros
y generalmente ausentes. El país había sido desindustrializado, por la política mercantilista de Inglaterra que lo trataba como
una colonia.
Se implementó el cultivo de la patata, y se produjo un aumento considerable de la población.
Así, durante el .siglo XVIII y principios del XIX, los habitantes del país vivían con unas 10 o 12 libras de patatas diarias
y al menos hasta 1820 – un poco de leche y de vez en cuando un arenque; la pobreza de la población irlandesa no tenía igual
en toda la Europa occidental.
Puesto que no había posibilidad de otro trabajo, por estar excluida la industrialización, el final de aquella evolución
podía predecirse matemáticamente. Tan pronto como la población creciera más allá del límite de producción de patatas, se
producirla una catástrofe.
La disminución de alimentos y las epidemias empezaron otra vez a diezmar a un pueblo en el que el descontento de
la masa agraria era perfectamente explicable. Las malas cosechas y las plagas de los años 1840 solo proporcionaron el
pelotón de ejecución a un pueblo ya condenado. Nadie sabe con exactitud las vidas humanas que costó la Gran Hambre
Irlandesa de 1847, sin duda la mayor catástrofe humana de la historia europea durante nuestro periodo. Cálculos aproximados
estiman que un millón de personas murió hambre o a consecuencia del hambre y otro millón emigró de la atormentada isla
entre 1846 y 1851.

El Liberalismo Económico proponía resolver el problema de los campesinos obligándoles a aceptar trabajo con
jornales bajísimos o a emigrar.
La ley de pobres, 1834, terminó por agudizar el problema. Su mísera situación no mejoraría hasta después de 1850.
Un estatuto de insólita dureza, les proporcionaba el miserable consuelo de las nuevas «casas de trabajo», donde
tenían que vivir separados de sus mujeres y sus hijos.

6) La Ética del trabajo. Como se logró imponer los nuevos métodos y prácticas laborales industriales.
La Ética del Trabajo, es una norma de vida con dos premisas:
 La Primera Premisa: Nada es gratis. Doy algo para que me des; es preciso dar primero para recibir después.
 La Segunda Premisa: Estima que está mal conformarse con lo que uno ya ha conseguido y quedarse con
menos en lugar de buscar más.
 El trabajador es bueno, no hacerlo malo.

Hay una cruzada moral para imponer la ética de trabajo, el propósito era recrear dentro de la fábrica y bajo la disciplina
impuesta por los patronos, el compromiso pleno con el trabajo, la dedicación incondicional al mismo y el cumplimiento en el
mayor nivel posible con las tareas impuestas.

Eje Temático N° 8: UN PROCESO IRREVERSIBLE HACIA UN MUNDO INDUSTRIAL


(Libro: La Era de la Revolución. Capitulo X. Hacia un mundo Industrial)

1) 1848: El desarrollo industrial en Inglaterra, Estados Unidos y Europa Central. Los índices del desarrollo, el
cambio geográfico, las comunicaciones y el comercio. La migración masiva.

Sólo una economía estaba industrializada efectivamente en 1848, la británica y como consecuencia dominaba al
mundo. Probablemente entre 1840 y 1850, los Estados Unidos y una gran parte de la Europa central habían cruzado o estaban
ya en el umbral de la Revolución industria.

El primer cambio fue el demográfico, había aumentado la población. Por ejemplo la población de Estados Unidos
aumento seis veces desde 1790 -1850. El Reino Unido casi se duplico, como la de Prusia y Rusia.
Este aumento demográfico se produjo por el gran desarrollo económico, lo cual mejoraba la vida de las personas
excepto Irlanda.

El segundo gran cambio fue el de las comunicaciones. En1848 los ferrocarriles estaban todavía en su infancia, aunque
ya tenían una considerable importancia práctica en Inglaterra, los Estados Unidos, Bélgica, Francia y Alemania, pero aun
antes de su introducción, el mejoramiento de las vías de comunicación antiguas era sorprendente. El imperio Austriaco, sin
contar Hungría, abrió unos 50.000 km de carreteras entre 1830 y 1847. Esto también en Bélgica y España gracias a la
ocupación francesa.
Estados Unidos incremento en ocho veces los caminos para las diligencias. Inglaterra creaba un sistema de canales
mientras Francia realizaba 2.000 millas entre 1800 y 1847. El total de tonelaje en la navegación de duplico entre 1800 y 1840,
utilizándose los barcos a vapor que ya unían a Inglaterra y Francia. Estados Unidos supero a Inglaterra al tener la mayor flota
mercante.
Los barcos no solo eran más veloces y seguros sino que aumentaron su capacidad de carga.
Sin duda, todas estas mejoras técnicas no fueron tan profundamente eficaces como los ferrocarriles aunque los
magníficos puentes tendidos sobre los ríos, las grandes vías navegables y los muelles los espléndidos vapores que se
deslizaban como cisnes por el agua, y las nuevas y elegantes diligencias fueron y siguen siendo algunos de los más hermosos
productos de la industria.
El hambre en este periodo se hizo menos amenazador, salvo en las épocas de malas cosechas, todo ello se debió a
las mejoras en las vías de comunicación, el manejo del gobierno y la administración.
El tercer gran cambio fue el gran aumento de comercio y migración. Entre 1816 -1850, unos cinco millones de
europeos abandonaron sus países. Entre 1780 y 1810 el comercio internacional de occidente se triplico.

2) El paisaje industrial europeo. Características. Inglaterra y la vanguardia.


Todo el período 1815 -1830 fue de retroceso o al menos de lenta recuperación. Los estados pusieron en orden sus
finanzas, generalmente por una rigurosa deflación.
Fuera de Inglaterra, los Estados Unidos estaba a la vanguardia de la industrialización. Se suma Francia en números
de máquinas a vapor mientras que el resto de los países no merecían un estudio estadístico (1820 -1830). Después de 1830
Bélgica se suma a la obtención de máquinas de vapor para su industria y de la extracción del carbón mineral. Con la excepción
de Bélgica y quizá Francia, el monótono período de verdadera industrialización en masa no se produjo hasta después de
1848.
El paisaje industrial parecía una serie de lagos salpicados de islas. Si tomamos el país, en general, como el lago, las
Islas representan ciudades industriales, complejos rurales o zonas industriales.

Las grandes ciudades apenas estaban industrializadas, aunque mantenían una gran población de trabajadores y
artesanos, que servían a las necesidades de consumo, transporte y otros servicios generales. De las ciudades del mundo con
más cien mil habitantes, aparte de Lyon, sólo las inglesas y americanas tenían verederos centros industriales.
En realidad, Inglaterra es, hasta la fecha el único País cuya red ferroviaria se construyó totalmente por la iniciativa
privada, que corrió todos los riesgos y obtuvo todos los beneficios, sin el estímulo de bonificaciones ni garantías para los
inversionistas y empresarios.
Por razones parecidas las empresas continentales dependían mucho más que las inglesas de una moderna legislación
comercial y bancaria y de un aparato financiero.
La legislación napoleónica hacia sentado la libertad contractual, la utilización de letras de cambio, y el fortalecimiento
de las empresas. Las sociedades anónimas o comandatarias se ponían como ejemplo en Europa.

3) La Gran paradoja: Francia y Estados Unidos.


Francia en aquel entonces debió haber avanzado más velozmente, poseía las instituciones ideales para el desarrollo
capitalista. El ingenio de sus hombres no tenía igual en Europa, el país poseía grandes reservas, inventaron los grandes
almacenes, la publicidad, la fotografía. Era un centro financiero casi tan importante como Londres. Pero ¿Por qué no se realizó
una Revolución Industrial?
La explicación de esta paradoja es porque en la misma Revolución Francesa, el Jacobinismo realizo una reforma
agraria, que les otorgo parcelas de tierras a los pobres, lo cual produjo atraso.
El empresario francés prefería fabricar productos de lujo que consumía la clase alta, en vez de producir para la masa.
Prefería promover industrias en el extranjero antes que en su propio país.
Estados Unidos. El país sufría la escases de Capital, de mano de obra experta y colonos, como así transporte para
abrir territorios. El simple proceso de expansión interna fue suficiente para dar a su economía un crecimiento casi ilimitado.
Todas las instituciones de la nueva República, la decisión, el talento y la iniciativa privada.
La necesidad de invención e iniciativa era grande y acudieron a servirlas los inventores de los barcos a vapor (1807 -
1813), la tachuela (1807) la máquina de atornillar (1809) la dentadura artificial (1822), el alambre aislante (1827 -1831), el
revólver (1835), la idea de máquina de coser y escribir (1843 -1846), piezas de maquinarias agrícolas. Ninguna economía
creció tanto como la norteamericana. Su insólito crecimiento sucedería después de 1860.
Solo un gran obstáculo surgió en el camino de la conversión de los Estados Unidos en la potencia económica mundial
que pronto seria: el conflicto entre el norte, industrial y granjero y el sur, semicolonial. Mientras el norte se beneficiaba del
capital, el trabajo y la técnica de Europa y sobre todo de Inglaterra- como una economía independiente. El sur, que importaba
poco de aquellos recursos, era una economía típicamente dependiente de Inglaterra. La guerra de sucesión. El norte
proteccionista, el sur librecambista.
4) Rusia: El gigante agrario.
El otro futuro coloso de la economía mundial era Rusia. Algunos observadores ya predecían que por su enorme
tamaño, población y recursos materiales estaba llamada a ser una gran potencia. Sus industrias solo empezaron su verdadera
expansión a partir de 1860.

5) La división internacional del trabajo.


De todas las consecuencias económicas de la era de la doble revolución, la más profunda y duradera fue aquella
división entre países «avanzados» y «Subdesarrollados».
En 1848 era evidente qué países pertenecerían al Primer grupo: la Europa occidental (menos la península ibérica),
Alemania, Italia del norte y algunas partes de Europa central, Escandinavia, los Estados Unidos y quizá las colonias
establecidas por emigrantes de habla inglesa.
Igualmente claro era que el resto del mundo, salvo algunas pequeñas parcelas, bajo la presión irregular de las
exportaciones e importaciones occidentales o la presión militar de los cañones y las expediciones militares occidentales, se
estaba quedando retrasado o pasaba a depender económicamente de Occidente
Hasta que los rusos en los años treinta de este siglo, encontraron los medios para salvarlo, el abismo entre los «atrasados» y
los «avanzados» permaneció inconmovible, infranqueable y cada vez más ancho, entre la minoría y la mayoría de los
habitantes del mundo. Ningún otro hecho determinaría la historia del siglo más firmemente que este.

Eje Temático N° 9: LOS NUEVOS ESCENARIOS Y LA CARRERA ABIERTA AL TALENTO


(Libro: La Era de la Revolución. Capitulo XI: La carrera abierta al talento)

1) El fin de la sociedad aristocrática y el comienzo del hombre hecho a sí mismo.


El resultado principal de la Revolución Francesa fue poner fin a una Sociedad Aristócrata, al status social distinguido
por título, es decir la Nobleza de sangre.
Las sociedades construidas sobre una carrera individual acogen gustosas esas visibles y tradicionales marcas del
éxito.
La sociedad de la Francia posrevolucionaria era burguesa en su estructura y sus valores.
Era la sociedad del parvenu del hombre que se hacía a sí mismo, aunque esto no era totalmente cierto, sino cuando
el país era gobernado por un parvenus, es decir cuando fue republicano o bonapartista.

2) Los caminos que conducían a la prosperidad económica: Negocio, estudios.


Puede afirmarse que el resultado más importante de las dos revoluciones fue, por tanto, el de que abrieran carreras
al talento.
Los cuatros caminos que se abrieron al talento eran:
 Negocios.
 Estudios Universitarios.
 Arte.
 Milicia.

Los Negocios. Era la carrera más cerrada que abierta al talento, porque se necesitaba de un cierto capital inicial o de
un crédito para sumergirse en el mundo de los negocios. Por cada hombre que ascendía, se hundían muchos más.
La independencia económica requería condiciones técnicas, disposición mental o recursos financieros que no poseen
la mayor parte de los hombres y las mujeres.
3) universitarios, arte y milicia.
La Milicia. Esta carrera fue muy importante en los tiempos de la Revolución Francesa y el napoleónico, pues había
guerras por doquier, pero perdió mucho significado en el periodo que estudiamos debido a la paz.
Arte. Era nuevo en el sentido, en cuanto al razonamiento del público, había que tener una capacidad para divertir o
conmover a las masas. Por ejemplo: un concertista, un actor o bailarín.
Estudios Universitarios. En esta profesión el camino no estaba abierto a todos. Había que admitir el deseo de
mejorarse sin recursos iniciales resultaba casi imposible dar los pasos hacia el éxito. En cuanto a la sabiduría clerical, tenía
un puesto aceptable en la sociedad, pero había bajado la cifra de los que estudiaban esta profesión.
El hombre culto no cambiaba ni se separaba automáticamente de los demás como el egoísta mercader o empresario.
Con frecuencia, sobre todo si era profesor, ayudaba a sus semejantes a salir de la ignorancia y oscuridad que parecían
culpables de sus desventuras. El talento representaba la competencia individualista, la “carrera abierta al talento” y el triunfo
del mérito sobre el nacimiento y el parentesco. La ciencia y la competencia en los exámenes eran el ideal de la escuela de
pensadores; en otras palabras, estaba naciendo la meritocracia. En las sociedades donde se retrasaba el desarrollo
económico, el servicio público constituía por eso una buena oportunidad para la clase media en franca ascensión.
Para las numerosas familias, llegar a ser médico, abogado, o profesor era dificultoso, porque exigía largos años de
estudio.

4) Los judíos ante las nuevas oportunidades.


Solo había dos caminos para la ascensión de los judíos:
 El comercio y las finanzas.
 La interpretación de la Ley Sagrada.

Ningún grupo de la población acogió con mayor efusión la apertura de las carreras al talento de cualquier clase que
fuese, que aquellas minorías que en otros tiempos estuvieron al margen de ellas no sólo por su nacimiento, sino por sufrir una
discriminación oficial y colectiva.
La gran masa judía que habitaba en los crecientes guetos de la zona oriental del antiguo reino de Polonia y Lituania
continuaba viviendo su vida recatada y recelosa entre los campesinos hostiles. Pero en el oeste la cosa era distinta. Los
Rothschild, reyes del judaísmo internacional, no sólo fueron ricos. También los hubo entre los intelectuales: Karl Marx,
Benjamín Disraeli. La doble revolución proporcionó a los judíos lo más parecido a la igualdad que nunca habían gozado bajo
el cristianismo. Los que aprovecharon la oportunidad no podían desear nada mejor que ser “asimilados” por la nueva sociedad,
y sus simpatías estaban, por obvias razones, del lado liberal.
La situación de los judíos los hacía excepcionalmente aptos para ser asimilados por la sociedad burguesa.

Eje Temático N° 10: CONSECUENCIAS SOCIALES DE LA DOBLE REVOLUCION: EL TRABAJADOR POBRE


(Libro: La Era de la Revolución. Capitulo XII: El trabajador pobre)

1) Las únicas posibilidades del trabajador pobre: aburguesarse, desmoralizarse o rebelarse.

Tres posibilidades se abren al pobre: Hacerse burgués, desmoralizarse y rebelarse.

 Hacerse burgués. Era técnicamente difícil porque se requiere de un capital inicial, era desagradable porque era un
sistema individualista puramente utilitario de conducta social, la jungla anárquica de la sociedad burguesa “cada
hombre para sí y al último que se lo lleve el diablo”. El hombre pobre, en aquel tiempo, a pesar de sus necesidades
vivía tranquilo, de la caridad de la iglesia pero de pronto hasta esto parecía que se le iba a arrebatar, de ahí su
resistencia. Esta resistencia fue forzada por la oposición de los mismos burgueses. Claro está que también había
trabajadores que deseaban unirse a la clase media con austeridad y deseos de superación lo cual no está mal. Un
deseo de mejorarse a sí mismo.

 Desmoralizarse: Claro que, por otra parte, había muchos más que, enfrentados con una catástrofe social que no
entendían, empobrecidos, explotados, hacinados en los suburbios en donde se mezclaban el frío y la inmundicia, o
en los extensos complejos de los pueblos industriales en pequeña escala, se hundían en la desmoralización. Privados
de las tradicionales instituciones y guias de conducta, muchos de ellos caían en la indigencia. Empeñaban hasta sus
mantas hasta el próximo cobro. El alcohol era una de las salidas y la prostitución. Todo esto llevo a la reaparición de
epidemias y enfermedades contagiosas. La clase alta no las padecía, pero si las bajas. Iban a florecer las sextas y
cultos religiosos. El desarrollo Urbano en nuestro período fue un gigantesco proceso de segregación de clases, que
empujaba a los nuevos trabajadores pobres a grandes concentraciones de miseria alejadas de los centros del
gobierno y los negocios, y de las nuevas zonas residenciales de la burguesía. Sólo a partir de 1 848, cuando las
nuevas epidemias desbordando los suburbios y empezaron a matar también a los ricos, y las desesperadas masas
que vivían en ellos asustaron a los poderosos, se emprendió una sistemática reconstrucción y mejora Urbana.

 Rebelarse: El hombre estaba atravesando en estos tiempos, una de las más graves hambrunas que se haya visto, su
subsistencia dependía de la patata, era la única dieta que conocían. No poseía casi ropa para vestir ni dormir. El
movimiento obrero proporcionó una respuesta al grito del hombre pobre. No era el «pobre» el que se enfrentaba al
«rico». Una clase específica, la clase trabajadora, obreros o proletariado, se enfrentaba a otra, patronos o capitalistas.
La Revolución Francesa dio confianza a esa nueva clase. La Revolución Industrial le imprimió la necesidad de
movilizarse permanentemente. Una vida decorosa no podía conseguirse solamente con la protesta ocasional que
serviría para restaurar la estable balanza de la sociedad perturbada temporalmente. Se requería la vigilancia continua,
la organización y actividad del «movimiento»: sindicatos, sociedades mutuas y cooperativas, instituciones laborales,
periódicos, agitación.

2) La vida del proletariado en las ciudades y del hombre del campo pobre.

Después de la Revolución Francesa comienza a gestarse la conciencia de “clase trabajadora” y así aparece en
Inglaterra en los escritos laboristas después de Waterloo y en Francia solo es frecuente después de 1830. Entretanto, la
discusión intelectual en Inglaterra y Francia dio lugar al concepto y a la palabra «socialismo» en los años 1820.

En los primeros años de la década de 1830-1840 ya existían la conciencia de clase proletaria y las aspiraciones
sociales. Casi seguramente era débil y mucho menos efectiva que la conciencia de la clase media que más los patronos
adquirieron y pusieron de manifiesto por aquellos años. Pero hacía acto de presencia en el mundo.
La conciencia proletaria estaba combinada con y reforzada por la que muy bien puede llamarse la conciencia jacobina,
o sea, la serie de aspiraciones, experiencias, métodos y actitudes morales que la Revolución francesa (antes la Norteamérica)
infundió en los confiados pobres.
Deseaban respeto, reconocimiento e igualdad y podían pasar por delante de los ricos con la cabeza bien en alto. La
solidaridad entre los trabajadores y la huelga general era su mayor arma, incluso aquel que abandonaba la protesta era un
“judas”, un traidor. Una clase específica, la clase trabajadora, obreros o proletariado, se enfrentaba a otra, la del capitalista o
patrono.
3) El movimiento obrero: La conciencia proletaria y jacobina.
Las conciencias proletaria y jacobina se completaban. La experiencia de la clase trabajadora daba a al trabajador
pobre las mayores instituciones para su defensa de cada día:
 La unión general.
 La sociedad de ayuda mutua.

Y las mejores armas para la lucha colectiva:


 La solidaridad y la huelga.

Las vastas «uniones generales», lejos de mostrarse fuertes que las sociedades locales y parciales, se mostraron más
débiles y menos manejables, lo cual se debía menos a las dificultades inherentes a la unión que la falta de disciplina,
organización y experiencia de sus jefes.
A su vez, la tradición jacobina sacó fuerzas y una continuidad y solidez precedentes de la cohesiva solidaridad y
lealtad características del nuevo sin proletariado. Los proletarios no se mantenían unidos por el mero hecho de ser pobres en
el mismo lugar, sino por el hecho de que trabajar juntos en gran número, colaborar en la tarea y apoyarse los unos en los
otros era toda su vida. La solidaridad inquebrantable era su única arma.
Por todo ello el movimiento obrero en aquel período no fue ni por su composición ni por su ideología y su programa
un movimiento estrictamente «proletario», es decir, de trabajadores industriales o jornaleros. Fue, más bien, un frente común
de todas las fuerzas y tendencias que representaban a los trabajadores pobres, principalmente a los urbanos.
Los primeros sindicatos (trade uníons) los formaron casi invariablemente impresores, sombrereros, sastres, etc.
El movimiento era una organización de autodefensa, de protesta, de revolución. Exigió una forma de vivir diferente,
colectiva, comunal, idealista, esencialmente en la lucha.
Esto les proporciono coherencia y objetivos.
Sin embargo, cuando volvemos la vista sobre aquel período, advertimos una gran y evidente discrepancia entre la
fuerza del trabajador pobre temido por los ricos y su real fuerza organizada, por no hablar de la del nuevo proletariado
industrial. Era más un “movimiento” que una organización. Si no fue posible el intento más ambicioso de sistematizar las
protestas, se debió a que los pobres de 1848 carecían de la sincronía y la madurez necesaria para ser capaz de hacer de una
rebelión algo más peligrosa para el orden social.

BLOQUE TEMATICO N° 2: EUROPA Y EL MUNDO DESDE 1848 A 1875

Eje Temático N° 11: LA PRIMAVERA DE LOS PUEBLOS


(Libro: La Era del Capital. Capítulo I: La Primavera de los Pueblos)

1) La Revolución Liberal de 1848 en Europa. Origen social de la clase revolucionaria. Rápida expansión y fracaso
general. Los trabajadores pobres y la burguesía en la revolución. Causas del fracaso.

A principios de 1848 el eminente pensador político francés Alexis de Tocqueville se levantó en la Cámara de Diputados
para expresar sentimientos que compartían la mayor parte de los europeos: «Estamos durmiendo sobre un volcán... ¿No se
dan ustedes cuenta de que la tierra tiembla de nuevo? Sopla un viento revolucionario, y la tempestad se ve ya en el horizonte»
mismo tiempo dos exiliados alemanes, Karl Marx y Friedrich Engels, de treinta y dos y veintiocho años de edad,
respectivamente, se hallaban perfilando los principios de la revolución proletaria contra la que Tocqueville advertía a sus
colegas.
Unas semanas antes la Liga Comunista Alemana había instruido a aquellos dos hombres acerca del contenido del
borrador que finalmente se publicó de modo anónimo en Londres el 24 de febrero de 1848 con el título (en alemán) de
Manifiesto del Partido Comunista, y que «habría de publicarse en los idiomas inglés, francés, alemán, italiano, flamenco y
danés».
Las esperanzas y temores de los profetas parecían estar a punto de convertirse en realidad.
La insurrección derrocó a la monarquía francesa, se proclamó la república y dio comienzo la revolución europea. Esta
se propagó como un incendio a través de fronteras, países e incluso océanos.
En Francia, centro natural y detonador de las revoluciones europeas la República se proclamó el 24 de febrero.
El 2 de marzo la revolución había llegado al suroeste de Alemania. El 6 de marzo a Baviera, el 11 de marzo a Berlín,
el 13 de marzo a Viena y casi inmediatamente a Hungría, el 18 de marzo a Milán y por tanto a Italia.
En cuestión de semanas, no se mantenía en pie ninguno de los gobiernos comprendidos en una zona de Europa
ocupada hoy por el todo o parte de diez estados.
La de 1848 fue la primera revolución potencialmente mundial cuya influencia directa puede delectarse en la
insurrección de Pernambuco (Brasil) y unos cuantos años después en la remota Colombia.
A los seis meses de su brote ya se predecía con seguridad su universal fracaso; a los dieciocho meses habían vuelto
al poder todos menos uno de los regímenes derrocados.
Lo que Europa dejó de hacer fue embarcarse en las sendas revolucionarias. Los únicos países ya industrializados
cuyo juego político ya estaba en movimiento siguiendo normas más bien distintas, Gran Bretaña y Bélgica.
La zona revolucionaria, compuesta esencialmente por Francia, la Confederación Alemana, el imperio austríaco que
se extendía hasta el sureste de Europa e Italia, era bastante heterogénea.
La mayoría de estas regiones se hallaban gobernadas por lo que podemos denominar ásperamente como monarcas
o príncipes absolutos, pero Francia se había convertido ya en reino constitucional y efectivamente burgués.
En Occidente pertenecían a la «clase media» banqueros autóctonos, comerciantes, empresarios capitalistas, aquellos
que practicaban las «profesiones liberales» y los funcionarios de rango superior.
En Oriente la clase urbana equivalente consistía sobre todo en grupos nacionales que nada tenían que ver con la
población autóctona, como, por ejemplo, alemanes y judíos.
La zona central desde Prusia en el norte hasta la Italia septentrional y central en el sur, que en cierto sentido constituía
el corazón del área revolucionaria.
Los alemanes se esforzaban por construir una «Alemania» ¿unitaria o federal?, los italianos trataban de convertir en
una Italia unida, aun contra la negativa de Austria.
Se reconoce que los radicales defendían una solución simple: una república democrática, unitaria y centralizada en
Alemania, Italia, Hungría o del país que fuera, formada de acuerdo con los probados principios de la Revolución francesa
sobre las ruinas de todos los reyes y príncipes, y que impondría su versión tricolor que, según el ejemplo francés, era el modelo
básico de la bandera nacional.
Las revoluciones de 1848 tuvieron mucho en común, ocurrieron casi simultáneamente, que sus destinos se hallaban
entrelazados y que todas ellas poseían un talante y estilo comunes. Cualquier historiador lo reconoce inmediatamente: las
barbas, las chalinas y los sombreros de ala ancha de los militantes, los tricolores, las ubicuas barricadas, el sentido inicial de
liberación, de inmensa esperanza y de confusión optimista. Era «la primavera de los pueblos», y como tal estación, no perduró.
Las características comunes. Durante los primeros meses fueron barridos o reducidos a la impotencia todos los
gobiernos de la zona revolucionaria. Virtualmente, todos se desplomaron o se retiraron sin oponer resistencia.
En Francia el primer signo de resurgimiento conservador fueron las elecciones de abril en la que el sufragio universal
envió a París una gran mayoría de conservadores votados por un campesinado que, más que reaccionario, era políticamente
inexperto, y al que la izquierda de mentalidad puramente urbana no sabía aún cómo atraer.
Entre el verano y el final del año los viejos regímenes recuperaron el poder en Alemania y Austria. Se hizo necesario
recurrir a la fuerza de las armas para reconquistar en octubre la cada vez más revolucionaria ciudad de Viena, al precio de
unas cuatro mil vidas. En el invierno sólo dos regiones seguían todavía en manos de la revolución algunas zonas de Italia y
Hungría.
No obstante, hubo un grande y único cambio irreversible: la abolición de la servidumbre en el imperio de los
Habsburgo.
Por tanto, quienes hicieron la revolución fueron incuestionablemente los trabajadores pobres. Era su hambre lo que
potenciaba las demostraciones que se convertían en revoluciones. Pero el miedo solo bastó para concentrar de forma
prodigiosa las mentes de los terratenientes.
(1823-1849) la dieta húngara votó la inmediata abolición de la servidumbre el 15 de marzo. Ocurría a veces que
algunos gobiernos conservadores sobornaban a los campesinos, especialmente cuando sus señores o los comerciantes y
prestamistas que los explotaban pertenecían a nacionalidades no tan «revolucionarias» como la polaca, la húngara o la
alemana.
No obstante, al igual que las clases medias europeas de la década de 1840 creyeron reconocer el carácter de sus
futuros problemas sociales. Por otro lado, la revolución de febrero no sólo la hizo «el proletariado», sino que la concibió como
consciente revolución social. Su objetivo no era simplemente cualquier república, sino la «república democrática y social».
Sus dirigentes eran socialistas y comunistas.
Desde el instante en que se levantaron las barricadas en París, todos los liberales moderados fueron conservadores
potenciales.
Frente a una unión de los viejos regímenes con fuerzas conservadoras y anteriormente moderadas: un «partido del
orden», como lo llamaban los franceses.
El año 1848 fracasó porque resultó que la confrontación decisiva no fue entre los viejos regímenes y las unidas
«fuerzas del progreso», sino entre el «orden» y la »revolución social».
La confrontación crucial no fue la de París en febrero, sino la de París en junio» cuando los trabajadores, manipulados
para que pareciera una insurrección aparte, fueron derrotados y asesinados en masa. Lucharon y murieron cruentamente.
Alrededor de 1.500 cayeron en las luchas callejeras.
La ferocidad del odio de los ricos hacia los pobres queda reflejado en el hecho de que después de la derrota fueron
asesinados unos 3.000 más.
La revolución italiana vivió con tiempo prestado. Irónicamente, entre los que la reprimieron se hallaban los ejércitos
de una Francia por entonces ya no revolucionaria, que reconquistó Roma a principios de junio.
No obstante, dentro de aproximadamente la actual Hungría, la revolución contó con el apoyo masivo del pueblo. Los
campesinos consideraron que no había sido el emperador quien les había dado la libertad, sino la revolucionaria dieta húngara.
Como hemos visto, de los principales grupos sociales implicados en la revolución, la burguesía, cuando había por
medio una amenaza a la propiedad, prefería el orden a la oportunidad de llevar a cabo todo su programa.
En términos económicos la reaccionaria década de 1850 iba a ser un período de liberalización sistemática. En 1848-
1849, pues, los liberales moderados hicieron dos importantes descubrimientos en la Europa occidental: que la revolución era
peligrosa y que algunas de sus demandas sustanciales (especialmente las económicas) podían satisfacerse sin ella. La
burguesía dejaba de ser una fuerza revolucionaria.
Los pobres de la clase obrera, carecían de organización, de madurez, de dirigentes y, posiblemente, sobre todo de
coyuntura histórica para proporcionar una alternativa política. Concentrados los obreros en masas hambrientas en los sitios
políticamente más sensibles, como, por ejemplo, las grandes ciudades y sobre todo la capital, sus fuerzas eran
desproporcionadamente efectivas.
Desde luego que no debemos subestimar el potencial de una fuerza social como el «proletariado» de 1848, a pesar
de su juventud e inmadurez y de que apenas tenía conciencia aún de clase.
1848 fue la primera revolución en la que los socialistas o, más probablemente, los comunistas —porque el socialismo
previo a 1848 fue un movimiento muy apolítico dedicado a la creación de utópicas cooperativas— se colocaron a la vanguardia
desde el principio. No sólo fue el año de Kossuth, A. Ledru-Rollin (1807-1874) y Mazzini, sino de Karl Marx (1818-1883).
Se hablaba muchísimo de la «clase obrera» e inclusive del «proletariado», pero en el curso de la revolución no se
mencionó para nada al «capitalismo».
Lo más que pudo lograrse fue una república burguesa que puso de manifiesto la verdadera naturaleza de la lucha
futura que existiría entre la burguesía y el proletariado, y uniría, a su vez, al resto de la clase media con los trabajadores.
Las revoluciones de 1848 surgieron y rompieron como grandes olas, y detrás suyo dejaron poco más que el mito y la
promesa. Hubieran haber sido» revoluciones burguesas, pero la burguesía se apartó de ellas. Pero la burguesía francesa
prefirió la estabilidad social en la patria a los premios y peligros de ser una vez más la grande nation.

2) Consecuencias de la Revolución de 1848.


1848 no fue meramente un breve episodio histórico sin consecuencias. Los cambios que logró no fueron los deseados
por los revolucionarios, leyes e instituciones políticas, se hicieron, no obstante, en profundidad.
En lo sucesivo las fuerzas del conservadurismo, del privilegio y de la opulencia tendrían que defenderse de otra
manera. Los defensores del orden social tuvieron que aprender la política del pueblo. Esta fue la mayor innovación que
produjeron las revoluciones de 1848.
Con todo, las innovaciones políticas más significativas de este tipo ocurrieron en Francia. La derrota de la clase obrera
había dejado el camino libre a un poderoso «partido del orden.
En diciembre de 1848 los franceses no eligieron a un moderado para la nueva presidencia de la República, tampoco
eligieron a un radical. El ganador, que obtuvo una aplastante mayoría con sus 5,5 millones de votos de los 7.4 millones
registrados, fue Luis Napoleón, el sobrino del gran emperador.
Sin embargo, ganó básicamente porque los campesinos votaron de modo unánime por él bajo el lema de «No más
impuestos, abajo los ricos, abajo la República, larga vida al emperador»; en otras palabras, y como observó Marx, los
trabajadores votaron por él contra la república de los ricos.
La elección de Luis Napoleón significó que inclusive la democracia del sufragio universal es decir, la institución que
se identificaba con la revolución, era compatible con el mantenimiento del orden social.
Las mejores lecciones de esta experiencia no se aprendieron inmediatamente, ya que si bien Luis Napoleón jamás
olvidó las ventajas políticas de un sufragio universal bien dirigido que volvió a introducir, pronto abolió la República y se hizo
a sí mismo emperador.
El primero de los modernos jefes de estado que gobernara no por la mera fuerza armada, sino por esa especie de
demagogia y relaciones públicas que se manipulan con mucha más facilidad desde la jefatura del estado que desde ningún
otro sitio.
Su experiencia no sólo de mostró que el «orden social» podía disfrazarse de forma capaz de atraer a los partidarios
de «la izquierda», sino que, en un país o en una época en la que los ciudadanos se movilizaban para participar en la política,
tenía que enmascararse así. Las revoluciones de 1848 evidenciaron que en lo sucesivo, las clases medias, el liberalismo, la
democracia política, el nacionalismo e inclusive las clases trabajadoras, iban a ser rasgos permanentes del panorama político.

Eje Temático N° 12: EL GRAN BOOM ECONÓMICO


(Libro: La Era del Capital. Capitulo II: El boom económico)

1) Primer periodo de crecimiento: 1850/57. Características.


La extraordinaria transformación y expansión económica de los años comprendidos entre 1848 y principios de la
década de 1870 que es el tema de este capítulo. Este fue el periodo en el que el mundo se hizo capitalista y una significativa
minoría de países «desarrollados» se convirtieron en economías industriales.
El nuevo mundo del «ciclo comercial», que únicamente los socialistas reconocían entonces como ritmo y modo básico
de operación de la economía capitalista, contaba con su propio sistema de fluctuaciones (vacilaciones) económicas y sus
peculiares dificultades seculares.

Difícilmente podemos fechar el principio del gran esplendor mundial antes de 1850.
Nunca, por ejemplo, las exportaciones británicas habían aumentado con más celeridad que en los primeros siete años
de la década de 1850.
Los artículos de algodón británico incrementaron su índice de crecimiento por encima de las anteriores décadas. El
número de operarios del algodón que había aumentado alrededor de 100.000 entre 1819-1821 y 1844-1846, dobló dicha cifra
durante la década de 1850.
La exportación de hierro desde Bélgica se dobló de sobra entre 1851 y 1857.

En Prusia, durante el cuarto de siglo anterior a 1850 se fundaron sesenta y siete sociedades anónimas con un capital
total de 45 millones de táleros.
La combinación de capital barato con un rápido aumento de los precios logró que este esplendor económico fuera tan
satisfactorio para los negociantes ansiosos de beneficios. Los auges económicos eran inflacionarios.

A lo largo de este sorprendente período hubo un momento en que llegó al 50 por 100 la proporción de beneficios
sobre capital librado de la crédit mobilier, de París, la compañía financiera que simbolizaba en esta época la expansión
capitalista.

Los puestos de trabajo aumentaban a pasos agigantados, tanto en Europa como en ultramar, adonde emigraban los
hombres y mujeres en cantidades enormes.
No sabemos casi nada sobre el desempleo real. Entre 1853 y 1855 la importante subida en el precio de los cereales
ya no produjo disturbios de gente hambrienta.
Para los capitalistas, empero, la abundante mano de obra que ahora había en el mercado resultaba relativamente
barata.

2) Consecuencias políticas del desarrollo económico: Un respiro momentáneo para el statu quo.
Este período de calma llegó a su término con la depresión de 1857. Políticamente transformó la situación. Al poco
tiempo las antiguas cuestiones de la política liberal se hallaban de nuevo en el temario: las unificaciones nacionales italiana y
alemana, la reforma constitucional, las libertades civiles. En tanto que la expansión económica de 1851-1857 se había
producido en medio de un vacío político, prolongando la derrota y el agotamiento de 1848-1849. La década de 1860, este
período fue en el aspecto económico relativamente estable.

3) Factores de la expansión. Causas del crecimiento.

Los gigantescos y nuevos rituales de autocomplacencia, las grandes ferias internacionales, fueron los que iniciaron y
subrayaron la era de su victoria mundial. ¿Cuáles fueron las causas de este progreso? ¿Por qué se aceleró tan
espectacularmente la expansión económica en nuestro período?
Su capacidad de generar puestos de trabajo a un ritmo comparable o con salarios adecuados, la industrialización
capitalista creció espectacularmente, pero se mostró incapaz de ampliar el mercado para sus productos.
En primer lugar, y gracias a la presión de su propio capital acumulado rentable, la temprana economía industrial
descubrió lo que Marx denominó su «logro supremo»: el ferrocarril.
En segundo término, y en parte debido al ferrocarril, al buque de vapor y al telégrafo «que representaban finalmente
los medios de comunicación adecuados a los modernos medios de producción». La extensión geográfica de la economía
capitalista se pudo multiplicar a medida que aumentaba la intensidad de sus transacciones comerciales. Todo el mundo se
convirtió en parte de esta economía.
Esta circunstancia fue particularmente crucial para el desarrollo económico porque sirvió de base a aquel gigantesco
auge exportador —en capitales y hombres— que desempeñó tan importante papel en la expansión de Gran Bretaña, todavía
en aquel tiempo el mayor país capitalista. Salvo quizá en Estados Unidos, la economía de consumo masivo era aún cuestión
del futuro.
El capitalismo tenia ahora a su disposición a todo el mundo, y la expansión del comercio internacional y de la inversión
internacional mide el entusiasmo con el que se aprestó a conquistarlo.
Los grandes descubrimientos de oro en California, Australia y otros lugares después de 1848 multiplicaron los medios
de pago disponibles a la economía mundial. Al cabo de los siete años la provisión de oro mundial había aumentado entre seis
y siete veces.
Aún hoy sigue siendo motivo de apasionado debate la función que desempeñaron los lingotes de oro en la economía
mundial. Se pensó, puesto que ya se estaban extendiendo con facilidad y aumentando a ritmo considerable otros medios de
pago como, por ejemplo, los cheques —un nuevo y buen recurso—, las letras de cambio, etc. No obstante, la nueva provisión
de oro fue en tres aspectos razonablemente incontrovertible.
La inflación elevaba indudablemente los márgenes de beneficios estimulaba también los negocios. En segundo lugar,
la disponibilidad de lingotes de oro en grandes cantidades contribuyó a crear un sistema monetario estable y de confianza
basado en la libra esterlina.
En tercer lugar, los mismos aluviones de buscadores de oro abrieron nuevas regiones, sobre todo en las costas del
Pacífico, e intensificaron la actividad económica.

Los contemporáneos habrían subrayado la contribución de otro factor más: la liberación de la empresa privada
potenciaba el progreso de la industria.
La fórmula del crecimiento económico: el liberalismo económico.
El estricto control que los gobiernos ejercían sobre la minería —incluido el funcionamiento de las minas— quedó
virtualmente sin efecto, por ejemplo, en Prusia entre 1851 y 1865, de modo que, contando con el permiso gubernativo,
cualquier patrón podía ya defender su derecho a explotar cualquier mineral que encontrara, así como dirigir sus operaciones
según le apeteciera.
No obstante, en cierto sentido la tendencia más sorprendente fue el movimiento hacia la completa libertad comercial.
De todos es sabido que sólo Gran Bretaña (después de 1846) abandonó de forma total el proteccionismo, aunque mantuvo
las barreras arancelarias únicamente para efectos fiscales.
Aparte de la eliminación o reducción de las restricciones, etc., sobre las vías fluviales internacionales como, por
ejemplo, el Danubio (1857) y el estrecho entre Dinamarca y Suecia además de la simplificación del sistema monetario
internacional mediante la creación de zonas monetarias mayores (por ejemplo, la Unión Monetaria Latina de Francia, Bélgica,
Suiza e Italia, en 1865), una serie de «tratados de libre comercio».
Sólo Estados Unidos industria confiaba grandemente en un mercado interior protegido continuó siendo un baluarte
del proteccionismo.
La relación entre patronos y obreros. Gran Bretaña se cambió la ley del «amo y el siervo», y se estableció igualdad
de tratamiento para las violaciones de contrato entre ambas partes. Únicamente el mercado regiría la compraventa de mano
de obra, como gobernaba las demás cosas.
Es indudable que este vasto proceso de liberalización estimuló la empresa privada y que la liberalización del comercio
contribuyó a la expansión económica.
Copenhague empezó a desarrollarse con mayor celeridad como ciudad cuando se suprimió el «Peaje del estrecho»,
que retraía a los barcos de entrar en el Báltico (1857).
Europa estos cambios indicaron una profunda y asombrosa confianza en el liberalismo.
El entusiasmo por el libre comercio internacional es en primer lugar más sorprendente, salvo entre los británicos, para
quienes significaba en primer término que se les permitía vender libremente a bajo precio en todos los mercados del mundo,
y en segundo lugar, que ellos estimulaban a los países subdesarrollados para que les vendieran, a precios económicos y en
grandes cantidades, sus productos, sobre todo alimentos y materias primas, y de este modo podían ingresar el dinero con el
que comprar las manufacturas británicas.

4) Estadísticas del progreso: Energía, Industria, comercio y nuevos productos.


La economía capitalista recibió una serie de estímulos poderosísimos. La expansión económica se mide de manera
más adecuada con estadísticas y sus medidas más características en el siglo XIX son los caballos de vapor (ya que el motor
de vapor era la forma típica de potencia) y los productos asociados de carbón y hierro. La producción de carbón se había
medido en millones de toneladas. La mitad de esa producción procedía de Gran Bretaña.
La producción de hierro en Gran Bretaña había alcanzado cifras de millones en la década de 1830 (en 1850 llegó a
los 2,5 millones de toneladas)
La difusión de los ferrocarriles, y en menor medida de los barcos de vapor, estaba introduciendo la potencia mecánica
en todos los continentes y en países inclusive no industrializado.
El «motor fijo» hacía espectaculares progresos en la fábrica, la mina o la fundición. En Suiza, donde no había más
que 34 de dichos motores en 1850, contaban con casi un millar en 1870.
En Austria el número ascendió de los 671 de 1852 a los 9.160 de 1875, con un aumento en caballos de vapor de más
de quince veces.
Al principio de nuestro período Gran Bretaña y Bélgica eran los únicos países en donde la industria se había
desarrollado intensamente.
Bélgica era una economía pequeña, aunque relativamente importante: en 1873 todavía producía alrededor de un 50
por 100 de hierro más que Francia.
Gran Bretaña era el país industrial por excelencia se las arreglaba para mantener su posición relativa. La
industrialización de Alemania fue un hecho histórico importante. En 1871 el imperio unido alemán era algo más populoso que
Francia, pero su poder industrial era mucho mayor.
Los productos característicos de la época eran el hierro y el carbón, y su símbolo más espectacular, el ferrocarril,
combinaba ambos. El carbón de piedra reemplazó al carbón vegetal como combustible principal en la fundición durante la
década de 1850.
El 15 por 100 del hierro terminado que produjo Alemania, salía en forma de acero.
Las principales invenciones técnicas de la primera fase industrial no requirieron un gran conocimiento científico
avanzado.
La telegrafía fue estrechamente ligada a la ciencia académica a través de hombres como C. Wheatstone (1802-1875),
de Londres, y Wiiliam Thompson (lord Kelvin) (1824-1907). Desde el punto de vista estético, la industria artificial de los
colorantes, un triunfo de la síntesis química masiva, pasó del laboratorio a la fábrica.
En Estados Unidos el laboratorio puramente comercial había aparecido ya como consecuencia de las compañías
telegráficas. Y pronto lo iba a hacer famoso Thomas Alva Edison (1847-1931).
La entrada de la ciencia en la industria tuvo una consecuencia significativa: en lo sucesivo el sistema educativo sería
cada vez más decisivo para el desarrollo industrial. Gran Bretaña y Bélgica, pioneras de la primera fase industrial. A partir de
ahora, al país que le faltara una educación general y adecuadas instituciones educativas superiores le sería casi imposible
convertirse en una economía «moderna». La tecnología tenía base científica y es de notar lo rápida y ampliamente que se
adoptaron las innovaciones de unos pocos pioneros científicos, siempre que pensaban en términos de fácil transformación en
maquinaria. Por esa causa nuevas materias primas, que con frecuencia sólo se encontraban fuera de Europa, adquirieron una
importancia.
Por eso el petróleo, que ya había atraído la atención de los ingenieros yanquis y lo utilizaban como combustible para
lámparas.
En 1876 existían exactamente 200 teléfonos funcionando en Europa y 380 en Estados Unidos, y en la Feria
Internacional de Viena causó sensación el funcionamiento por electricidad de una bomba.
El mundo estaba a punto de entrar en la era de la luz y la potencia eléctrica, del acero y de las rápidas aleaciones con
acero, del teléfono y el fonógrafo, de las turbinas y del motor de combustión interna.
La mayor innovación industrial fue probablemente la producción en serie de maquinaria que se había construido en
realidad con métodos de artesanía, como locomotoras y barcos que aún siguieron fabricándose así.
La mayor parte de los progresos en la producción en serie de ingeniería procedía de Estados Unidos, donde se había
inventado el revólver Colt, el rifle Winchester, el reloj producido en serie, la máquina de coser y (debido a los mataderos de
Cincinnati y Chicago en la década de 1860) la moderna cadena de montaje, esto es, el transporte del objeto de producción de
una operación a otra.
En 1875 quizá habría en el mundo 62.000 locomotoras, pero ¿qué era esta cifra comparada con los 400.000 relojes
de latón producidos en serie en Estados Unidos en un solo año (1855), y con los rifles que precisaban los tres millones de
soldados federales y confederados que movilizó la guerra civil norteamericana entre 1861 y 1865.
Para las costureras (la máquina de coser), en oficinas (la máquina de escribir), artículos de consumo como relojes de
pulsera, pero especialmente armas pequeñas y municiones de guerra. Tales productos seguían siendo algo especializados y
no comunes. Aunque preocupaban a los europeos inteligentes que ya habían notado en la década de 1860 la superioridad
tecnológica de Estados Unidos.

5) La incertidumbre del progreso. Los límites de la expansión de la economía mundial.

El negociante que a principios de la década de 1870 echaba una ojeada a su alrededor podía, por tanto, mostrar
confianza, cuando no complacencia. El Nuevo Mundo abierto a la empresa capitalista seguiría creciendo, pero ya no sería
absolutamente nuevo.
Durante una generación continuaría la construcción de los ferrocarriles del mundo.
El potencial tecnológico de la primera revolución industrial, la revolución británica del algodón, el carbón, el hierro y
los motores de vapor, parecía ser vastísimo.
A los auges astronómicos les sucedían agudas depresiones de cada vez mayor amplitud mundial.
En 1860, después de la primera de estas depresiones mundiales la economía académica, en la persona del brillante
doctor francés Clement Juglar (1818-1905), reconoció y calculó la periodicidad de este «ciclo comercial* que hasta entonces
únicamente habían considerado los socialistas y otros grupos heterodoxos.
Los historiadores han puesto en duda la existencia de lo que se ha llamado la «Gran Depresión» de 1873 a 1896, y,
desde luego, no fue ni mucho menos tan dramática como la de 1929 a 1934, cuando la economía del mundo capitalista casi
se detuvo por completo.
En esta era industrial el capitalismo se convirtió en una economía genuinamente mundial y por lo mismo el globo se
transformó de expresión geográfica en constante realidad operativa. En lo sucesivo la historia sería historia del mundo.

Eje Temático N° 13: LA UNIFICACION DEL MUNDO


(Libro: La Era del Capital; Capitulo III: La Unificación del Mundo)

1) Situación general del mundo de mediados del siglo XIX.


La falta de interdependencia de las diversas partes del mundo no fue simplemente cuestión de ignorancia, si bien
fuera de la región correspondiente, y con frecuencia dentro de ella, la ignorancia del «interior» siguió siendo, desde luego,
considerable. Hasta en 1848, e inclusive en los mejores mapas de Europa, había grandes áreas de los diversos continentes
marcadas en blanco, sobre todo en África, Asia central, el interior del sur y áreas del norte de América y Australia, sin contar
los casi totalmente inexplorados polos ártico y antártico.
Por lo general nada era aprovechable: en realidad, ni siquiera en términos de conocimiento geográfico había un solo
mundo.
Más que una causa de la falta de unidad del mundo. Reflejaba la ausencia de relaciones diplomáticas, políticas y
administrativas, que eran realmente muy limitadas.
Conozcamos ahora con más precisión la red de intercambios económicos que existía entre regiones del mundo
remotas.
Resumiendo, en aproximadamente treinta y cinco años el valor de los intercambios entre la economía más
industrializada y las regiones más lejanas o atrasadas del mundo se multiplicó por unas seis veces.
El proceso continuo de exploración se vinculó con el desarrollo del mercado mundial.
Además de ser un derivado de la política exterior, en el conjunto participó también el entusiasmo misionero, la
curiosidad científica y, hacia el final de nuestro período, la empresa periodística y publicitaria.
Los «exploradores» dominaron la cartografía del interior de África porque dicho continente no tuvo ventajas
económicas muy claras para Occidente entre la abolición del comercio de esclavos del Atlántico y el descubrimiento, por un
lado, de piedras y metales preciosos (en el sur).
Por otra parte, cesó el interés de los «exportadores» por los océanos del mundo, a excepción del Ártico; el Antártico
preocupó poco durante nuestro período. La vasta extensión del transporte marítimo y en especial la colocación de los grandes
cables submarinos, llevaban implícito mucho de lo que adecuadamente puede denominarse exploración.
En 1875 el mundo se conocía muchísimo mejor que antes. En gran parte de los países desarrollados había ya
disponibles mapas detallados (sobre todo con propósitos militares), inclusive a escala nacional: la publicación de la primera
empresa de esta índole, los mapas del Estado Mayor de Inglaterra.

2) Los grandes adelantos en las comunicaciones: Ferrocarriles, el Barco a Vapor y el Telégrafo.


Sin embargo, más importante que el mero conocimiento era el hecho del principio de unión entre las regiones más
apartadas de la Tierra a través de medios de comunicación que no tenían precedentes en cuanto a regularidad, a capacidad
para transportar gran número de personas y productos y, sobre todo, en cuanto a velocidad, esto es, el ferrocarril, el barco de
vapor y el telégrafo.
Tengamos como referencia la novela de Julio Vernet, en donde relata el viaje alrededor de la tierra en ochenta días.
Difícilmente podemos suponer en 1848 una circunnavegación que, con la mejor de las fortunas, empleara mucho menos de
once meses, o lo que es lo mismo, cuatro veces el tiempo de Phileas Fogg, eso sin contar los días que habría que pasar en
los puertos.
Las velocidades marítimas, para entonces, eran modestas debo al poco mejoramiento que se había logrado. En 1851
el tiempo medio que empleaba un barco de vapor para ir desde Liverpool a Nueva York era de once a doce días y medio; en
1873 seguía siendo sustancialmente el mismo.
La transformación real se produjo en tierra y no tanto por el aumento de las velocidades que técnicamente podían
alcanzar las locomotoras de vapor, cuanto por la extraordinaria extensión de las líneas ferroviarias.
No obstante, la locomotora de la década de 1830 era una máquina realmente buena. Pero lo que no existía en 1848,
fuera de Inglaterra, era una red ferroviaria.
En 1845, el único país «subdesarrollado» de fuera de Europa que contaba con incluso casi dos kilómetros de línea
ferroviaria era Cuba. En 1855 existían líneas en los cinco continentes, aunque las de América del Sur (Brasil, Chile, Perú) y
Australia apenas se notaban. En 1865 Nueva Zelanda, Argelia. México y África del Sur tenían sus primeros ferrocarriles, y en
1875, mientras Brasil, Argentina, Perú y Egipto contaban con unos 2.000 kilómetros o más de vías, Ceilán. Java, Japón y
hasta la remota Tahití habían construido sus primeras líneas.
En términos cuantitativos, el tercer cuarto del siglo XIX fue la primera época real del ferrocarril. Las obras de ingeniería
fueron monumentales que permitieron el paso del ferrocarril por aquellos lugares inimaginables, como por ejemplo en 1854 el
ferrocarril del Sur que iba de Viena a Trieste cruzaba ya el paso de Semmering a una altura de casi 90 m; en 1871 las líneas
a través de los Alpes alcanzaban cotas de hasta 140 m; en 1869 el Unión Pacific llegaba a los 260 m al cruzar las montañas
Rocosas, y en 1874 el Ferrocarril Central peruano, obra sobresaliente de Henry Meiggs (1811-1877), conquistador económico
de mediados del siglo XIX, avanzaba lentamente y echando humo hasta llegar a una altura de 480 m.
Es imposible dejar de compartir el sentimiento de excitación, de autoconfianza, de orgullo, que alentaba en aquellos
que vivieron en esta era heroica de la ingeniería, cuando el ferrocarril enlazó por primera vez el canal de la Mancha con el
Mediterráneo, cuando fue posible viajar en tren hasta Sevilla. Moscú y Bríndisi, cuando los caminos de hierro se metieron
hacia el Oeste a través de las praderas y las montañas norteamericanas y a través del subcontinente indio en la década de
1860, cuando penetraron en el valle del Nilo y llegaron hasta los interiores de la América Latina en la década de 1870.
El Austrian Lloyd de Trieste, cuyos barcos, anticipándose al todavía no construido canal de Suez, se llamaron Bombay
y Calcuta. Sin embargo, fue un sansimoniano. F. M. de Lesseps (1805-1894), quien construyó realmente el canal de Suez y
proyectó, para su posterior desgracia, el canal de Panamá.
Desde el punto de vista global, las redes ferroviarias siguieron siendo suplementarias de las líneas de navegación
internacional. En cuanto se constituyó en Asia. Australia, África y América Latina, el ferrocarril, considerado económicamente,
fue, sobre todo, un ingenio para unir las regiones productoras de materias primas con un puerto, desde donde se transportarían
por mar hasta las zonas urbanas e industriales del mundo.
El triunfo del barco de vapor fue en esencia el triunfo de la marina mercante británica, o mejor dicho, el de la economía
británica que lo apoyaba. Entre 1850 y 1880 el tonelaje de vapores británicos aumentó alrededor del 1.600 por 100.
Si la carga se embarcaba en El Callao, Shanghái o Alejandría, lo más probable es que su destino fuera Gran Bretaña.
Y se cargaban muchísimos barcos. Un millón y cuarto de toneladas (900.000 de ellas británicas) atravesaron el canal de Suez
en 1874, mientras que en el primer año de su funcionamiento pasaron menos de medio millón.
El tren y los barcos transportaban mercancías y personas. Sin embargo, en cierto sentido la transformación
tecnológica más sorprendente de nuestro período fue la comunicación de mensajes a través del telégrafo eléctrico.
En 1853 el austríaco Gintl, y dos años después Stark, de la misma nacionalidad, demostraron que por el mismo hilo
podían enviarse dos mensajes en ambas direcciones; a finales de la década de 1850 la American Telegraph Company adoptó
un sistema para transmitir dos mil palabras por hora; en 1860 Wheatstone patentó un telégrafo de impresión automática,
antecesor del teletipo y del télex.
Las familiares líneas y postes telegráficos no cesaban de multiplicarse: 3.500 km en 1849 en el continente europeo,
casi 30.000 en 1854, 75.000 en 1859, 140.000 en 1864, 200.000 en 1869. Igualmente ocurría con los mensajes.
El logro más significativo fue la construcción real de los cables submarinos que, si bien se inició con el que atravesó
el canal de la Mancha a principios de la década de 1850 (Dover-Calais, 1851; Ramsgate-Ostendc, 1853), a medida que pasaba
el tiempo se fueron cubriendo mayores distancias. A mediados de la década de 1840 se proyectó la instalación de un cable
en el Atlántico norte que se tendió en realidad en 1857-1858, pero debido a un inadecuado aislamiento la línea se rompió. En
cambio tuvo éxito la segunda tentativa efectuada en 1865, cuando se utilizó al Great Eastern, el barco más grande del mundo,
para tender el cable.
La construcción de este sistema telegráfico a escala mundial combinaba tanto elementos políticos como comerciales:
con la gran excepción de Estados Unidos, la telegrafía interior era o llegó a ser casi por completo propiedad del estado y
manejada por éste; hasta Gran Bretaña la nacionalizó en 1869, incluyéndola en el departamento de correos. Por otro lado, los
cables submarinos siguieron siendo casi por entero la reserva de la empresa privada que los había construido, si bien es
evidente por la relación citada que tenían un sustancial interés estratégico, sobre todo para el imperio británico.
Naturalmente, los negociantes utilizaban muchísimo el telégrafo, pero los ciudadanos privados pronto descubrieron
su uso, sobre todo para comunicaciones urgentes y a veces dramáticas entre parientes.

3) Descubrimiento del oro en california y Australia: Consecuencias.


En enero de 1848 un hombre llamado James Marshall descubrió oro en lo que parecía ser grandes cantidades en
Sutter’s Mili, cerca de Sacramento, California.
Como quiera que este territorio tenía enfrente al Pacífico y estaba separado del resto de Estadas Unidos por largas
extensiones de montaña, desierto y pradera, su evidente riqueza y atractivos naturales no eran de inmediata importancia para
la empresa capitalista, aunque desde luego se reconocían. La carrera del oro hizo variar prontamente la situación.
Hacia finales de 1849 la población de California había pasado de 14.000 habitantes a casi 100.000, y acabándose el
año 1852 contaba ya con un cuarto de millón.
Los efectos económicos de este repentino desarrollo y del desarrollo de Australia a partir de 1851 se han discutido
mucho, pero los contemporáneos no pusieron en duda su importancia. En 1852 Engels comentaba con amargura a Marx:
«California y Australia son dos casos no previstos en el Manifiesto comunista: se trata de la creación de la nada de grandes
mercados nuevos. Tendremos que tomarlo en consideración».
La fiebre del oro se extendió rápidamente por los océanos. Al igual que hicieran la mayoría de los habitantes de San
Francisco en cuanto les llegó la noticia, los marineros de los barcos del Pacífico desertaron para probar fortuna en los campos
del oro.
El congreso chileno, al notar hacia finales de 1849 que casi todos los barcos nacionales se habían trasladado a
California, donde habían quedado inmovilizados por la deserción, permitió que los barcos extranjeros practicaran el comercio
costero.
Por otro lado, «una de las más extraordinarias consecuencias del maravilloso descubrimiento es el impulso que ha
proporcionado a la empresa del imperio celeste. Los chinos, hasta ahora las criaturas más imperturbables y caseras del
universo, han empezado una nueva vida por las noticias de las minas y han invadido California a millares».
Por lo demás, el estímulo de la carrera del oro trasladó hacia la costa Oeste a sólo las tradicionales masas de
emigrantes, entre los que eran gran mayoría los británicos, irlandeses, alemanes y por supuesto mexicanos.
El istmo de Panamá volvió a ser lo que había sido en la época colonial española, el meollo del transporte marítimo a
discutir, al menos hasta que se construyera un canal ístmico que inmediatamente concibió el tratado anglo-norteamericano de
Bulwer y Clayton de 1850, y que realmente empezó —contra la oposición norteamericana— el inconformista sansimoniano
francés Ferdinand de Lesseps, quien apenas acababa de triunfar en Suez.
El gobierno de Estados Unidos promovió un servicio de corros a través del istmo de Panamá, con lo que posibilitó el
establecimiento de un servicio regular mensual en barco de vapor desde Nueva York hasta el Caribe y desde Panamá a San
Francisco y Oregón. El programa, que en esencia comenzó en 1848 con propósitos políticos e imperiales, comercialmente
resultó más que viable con la carrera del oro. Panamá se convirtió en lo que ha sido desde entonces, una propiedad del
esplendor yanqui.
Nuestro mundo se halla tipificado de un modo mucho más masivo que el de Phileas Fogg, pero sólo porque hay más
máquinas, más instalaciones productivas y más negocios. Donde los había, los ferrocarriles, los telégrafos y los barcos de
1870 no eran menos reconocibles como «modelos» internacionales que los coches y aeropuertos de 1970.
Phileas Fogg es el personaje principal de la exitosa novela La vuelta al mundo en ochenta días, escrita por Julio
Verne. Fogg es un personaje muy serio, solitario, escrupuloso y algo excéntrico. Miembro del selecto Reform Club, un club de
caballeros estrechamente asociado con el Partido Liberal británico, Fogg es extremadamente puntual (lo que entra en conflicto
con la cantidad de retrasos que tiene que sortear en el viaje alrededor del mundo), en un principio inexpresivo, rico y soltero
sin que se den detalles del origen de su fortuna ni de su vida familiar en la novela, sin embargo es muy buena persona, y va
a poner en riesgo su vida, su fortuna y el resultado de su viaje para salvar primero en la India a Aouda (una joven viuda india
de quien se termina enamorando Phileas Fogg) y luego en Estados Unidos a Passepartout, su criado de origen francés.

No hay duda de que los profetas burgueses de mediados del siglo XIX vivían con la ilusión de conseguir un mundo
único, más o menos tipificado, en donde todos los gobiernos reconocieran las verdades de la economía y el liberalismo político.
El desarrollo de las comunicaciones exigió ya nuevas formas de coordinación internacional y organismos
estandarizados, como, por ejemplo, la Unión Telegráfica Internacional de 1865, la Unión Postal Universal de 1875, la
Organización Meteorológica Internacional de 1878, todas las cuales sobreviven todavía.
Esto necesitaba de un lenguaje internacional de señas resuelto para 1871. También de contar con un idioma
internacional que facilite la comunicación entre todos pero esto no avanzo.
Los movimientos obreros se hallaban ya en el proceso de establecer una organización mundial que extraería
conclusiones políticas de la creciente unificación del mundo: la Internacional.
Sin embargo, la uniformidad y unificación internacionales siguieron siendo débiles y parciales. En efecto, hasta cierto
punto resultaba más difícil o. mejor, más tortuoso, con la ascensión de nuevas naciones y nuevas culturas de base
democrática, es decir, con el uso de lenguas distintas en vez de los idiomas internacionales de las minorías educadas.
La unidad del mundo implicaba división. El sistema mundial de capitalismo era una estructura de «economías
nacionales» rivales. El triunfo mundial del liberalismo radicaba en su transformación de todos los pueblos, al menos de los
considerados como «civilizados».
Pero hasta en el terreno más netamente internacional de los negocios, la unificación mundial no era una ventaja
incondicional. Porque si bien es verdad que creó una economía mundial, todas sus partes eran tan dependientes entre sí que
el más leve desplazamiento de una de ellas ponía inevitablemente a las demás en movimiento. La ilustración clásica de esta
circunstancia fue la depresión mundial.
Karl Marx observó que las comunicaciones habían acercado muchísimo a Europa a aquellas dos grandes fuentes de
perturbación de los negocios, India y Norteamérica.

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