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Luego de los atentados del 11/S se tomó en cuenta una nueva amenaza
a nivel mundial, la del terrorismo, y mas preocupante aún, del terrorismo
nuclear/radiológico, preocupación que se ve aumentada por las
sospechas occidentales del paradero exacto de los materiales
peligrosos fuera de control de la ex-Unión Soviética.
El TNP cuenta con 188 firmantes y sus principales desafíos son: los
países no firmantes (Israel, India y Pakistán), el retiro de Corea del
Norte, la transgresión de Irán, y la amenaza del terrorismo nuclear.
Respecto al Protocolo de Ginebra, fue abierto a la firma en 1925 y
entrado en vigor en 1928, y concierne sólo a Estados en guerra y no a
guerras civiles. Solo lo firmaron 133, algunos con reservas, y fue violado
en reiteradas ocasiones. Tal es el caso de Irak en la guerra contra Irán
(1984) o en 1988 contra la rebelión kurda. Argentina lo ratifica en 1969.
Lo llamativo es que no condena la fabricación o posesión, sino el uso,
pero si se fabrica se supone que es para ser usado, y he aquí su gran
debilidad. Otra debilidad es que no prevé sanciones.
Ciento ochenta Estados -al mes de octubre de 2006- son Partes del
Instrumento Multilateral de referencia, lo que implica un notorio alcance
global a escala mundial de sus objetivos y propósitos.
Las actividades que realiza CITEFA con respecto a este Grupo son:
modificar los listados del Decreto 603/92 (Anexo B) en base a las
actualizaciones que se realicen de las listas de control en las reuniones
plenarias del Grupo, prestar asesoramiento técnico a requerimiento a
Organismos del Estado Nacional y a Organizaciones Internacionales,
realizar actividades de extensión interna en Instituciones Académicas,
Asociaciones Científicas, Industrias sobre los principios y actividades
del Grupo, etc.;
Introducción
Hace algún tiempo preparé una charla a modo de presentación de una exposición de
armas que se montó en el Museo de Bellas Artes de Santa Cruz, aprovechando la magnífica
colección del propio Museo. La exposición se inauguró el 28 de febrero de 2002 con aquella
charla, previéndose su clausura el día 26 de abril; pero, como el hombre propone y Dios
dispone, el día 1 de marzo cayó un terrible aguacero en Santa Cruz, las salas del Museo se
anegaron y se acabó la exposición. He aprovechado el cartel de aquella exposición
compuesto por dos armas magníficas del Museo de Bellas Artes: una espada de lazo
española forjada en Toledo hacia 1600 (Nota 1) y una pistola de percusión y de antecarga,
calibre 12 mm, fabricada en Francia hacia 1845 (2).
Como aquella charla se concibió para mostrar la colección de armas del Museo,
compuesta por las del legado de D. Arturo López de Vergara y Albertos, y otras donadas por
particulares e instituciones e incluso algunas, botín de guerra (depositadas en el Museo
Histórico Militar de Almeida) relacionadas con la Gesta del 25 de julio de 1797, cuando el
pueblo de Tenerife al mando del General Gutiérrez, entonces Comandante General de estas
Islas Canarias, tuvo una sonada victoria sobre las tropas del Contraalmirante Nelson,
ganando así, para Santa Cruz, el título de Muy Leal, Noble e Invicta Villa de Santa Cruz de
Santiago y su Escudo de Armas. Y como no disponemos ahora de ninguna de aquellas piezas,
creí conveniente reorganizar esta charla, apoyándola en una presentación en la que veremos
algunas diapositivas de aquella, realizadas por el estupendo fotógrafo y mejor amigo don
Manuel Díaz Febles y otras más, mías, no tan buenas.
Hoy, como en aquella ocasión, hablaré de armas, de su historia y desarrollo desde sus
inicios hasta finales del siglo XIX.
Como no soy conferenciante, les pido disculpas por adelantado por mi atrevimiento al
ponerme ante ustedes, pero a pesar de ello, como, empujado por una afición impenitente
llevo mucho tiempo estudiando todo lo que cae en mis manos referente a este tema, es posible
que no los aburra demasiado.
Las armas son todos aquellos instrumentos, medios o máquinas que sirven para atacar
o para defenderse.
La voz arma procede del latín, “armus, arma, armi”, que significa brazo y arma, como
sucede con la palabra inglesa arm. Se comprende, efectivamente, que la primera idea de
arma se confundiese con la de brazo supletorio o prolongación del propio brazo del que la
usaba.
¿Cómo surgieron las armas, por qué existen y cómo han influido en la Historia de la
Humanidad?
Así pues, las armas, que hicieron posible la caza, y el crear el fuego a voluntad, fueron
los mayores descubrimientos o logros de la Prehistoria y el origen de la técnica y de la
civilización, en un lentísimo proceso que duró miles de años. Lo cierto es que con las armas
el hombre se hizo cazador y adquirió seguridad y confianza en sus propias fuerzas físicas e
intelectuales. Empezó a ser “el Rey de la Creación”, como se decía en los viejos textos de
historia natural. Y así pudo entrar en la más remota y básica de las culturas, en la de los
cazadores.
Gracias a sus armas de piedra, hueso y madera, el hombre pudo hacer frente a los
animales, perseguirlos, cazarlos, domesticarlos y aprovecharse de su carne para tener una
alimentación mejor; de sus pieles para abrigo y cobijo; de los dientes, nervios, pelos y huesos
de sus presas para construir nuevos instrumentos que mejoraron sus condiciones de vida,
dando cierta estabilidad a aquellas primitivas instituciones sociales.
Esta disputa entre las armas y las letras es muy antigua. "¿Arma cedat toga" (como
decía Cicerón) o "Toga cedat arma" (como dijo D. Quijote, que según el Hidalgo, Cicerón
no supo lo que dijo)? Imposible inclinar totalmente la balanza a uno de los lados. Sin las
leyes que dan normas morales superiores que sujetan, las armas no serían más que fuerza
material, instrumento de anarquía, barbarie y atropellos. Ya se dijo en versos clásicos que:
Pero, no es menos cierto que sin las armas que imponen y hacen respetar las leyes,
aún las más morales y sabias sólo serían principios teóricos, y los jueces títeres que servirían
de escarnio y mofa, por lo que los atropellos y la anarquía proliferarían por todo el mundo.
Un refrán de los tiempos de los Reyes Católicos, refiriéndose a los miembros de la Santa
Hermandad, decía:
"Juez sin cuadrillero // y hambre sin pan, // más quitan que dan.
De lo anterior se deduce que las armas y las letras han sido siempre interdependientes
y, hay que considerar que, como decía el Marqués de Santillana: "la ciencia no embota el
fierro de la lanza nin face floxa la espada en la mano del cavallero." (7)
Como consecuencia de la definición de arma, nos encontramos con que las armas
pueden ser naturales y artificiales; son naturales las que se encuentran directamente en la
naturaleza: los brazos y los dientes, la piedra y el palo, -también era natural la primera
arma que usó el hombre contra un semejante, la quijada de un asno que empleó Caín contra
Abel- y artificiales cuando se modifican o elaboran: la piedra deja de ser un arma natural y
pasa a ser artificial (de tiro), cuando se hace uso de la honda o de la "tiradera" (en nuestro
vocabulario vernáculo), tirador o tirachinas (en el de otras partes de España) para lanzarla,
y el palo, también, deja de ser un arma natural cuando se aguza para convertirlo en arma
de punta.
En cuanto a su función y al objeto para el que vayan a emplearse, las armas pueden
ser ofensivas o defensivas, pero la cosa no es tan sencilla, las modalidades no están
perfectamente definidas porque un arma no es nunca completamente ofensiva o
completamente defensiva; una pistola, por ejemplo, se puede llevar para defenderse de una
agresión o para agredir a otra persona, un sable puede servir no solo para atacar, sino
también para defenderse de los golpes dados por un atacante, e incluso un escudo (que es
un arma defensiva por naturaleza) puede servir para golpear a un adversario, convirtiéndolo
así en un arma ofensiva.
Armas ofensivas.
Decimos que son todas aquellas que sirven para causar daño al adversario, desde la
piedra y el palo hasta las más complejas armas modernas; son las destinadas a herir o a
demoler. Pueden ser: ARMAS DE MANO, ARROJADIZAS Y DE PROYECCIÓN y entre estas
últimas, ARMAS DE TIRO y ARMAS DE FUEGO.
Llamamos ARMAS DE MANO a las que hieren sin separarse de quien las maneja,
sirven para la lucha cuerpo a cuerpo y actúan como defensivas cuando permiten parar el
golpe. Cuando son de acero, las llamamos armas blancas. Entre ellas están la espada, el
sable, puñal, daga, lanza, alabarda…
Son ARMAS ARROJADIZAS las que arrojadas por el que las lanza, hieren
directamente; son al mismo tiempo arma y proyectil. No son nunca defensivas y sirven para
el combate a corta distancia. Las granadas de mano empleadas en la defensiva adquieren
un carácter esencialmente ofensivo porque su radio de acción es mucho mayor que el de las
ofensivas.
Armas de fuego
Nada mejor que usar una imagen de nuestro querido cañón Tigre, aún en los sótanos
de la Plaza de España, para empezar a hablar de las armas de fuego, que son las de
proyección que aprovechan la fuerza expansiva de los gases de la pólvora para lanzar a
cierta distancia (que depende del medio de lanzamiento y de la clase y cantidad de pólvora),
un proyectil que puede realizar una acción mecánica.
El desarrollo de las armas de fuego fue muy lento al principio y más rápido a medida
que cada invento o descubrimiento fue una especie de escalón para alcanzar mayores logros.
Desde que el hombre, después de una larga serie de descubrimientos pudo disponer de la
pólvora hasta que se generalizó el uso de las armas de fuego, pasaron más de tres siglos.
La pólvora: Antes de comenzar a exponer cuales fueron las primeras armas de fuego y la
forma en que empezaron a usarse, conviene que digamos unas palabras sobre el agente
destructor, que con su aparición causó una revolución en el arte militar y una honda
transformación en la vida de los pueblos, hasta tal punto que hay autores que consideran
que la historia del mundo es la historia de la guerra, y al revés, ya que los avances de la
ciencia y los del armamento han ido siempre a la misma velocidad, y así, como desde las
hachas de piedra hasta la guerra de las galaxias, todos los inventos y adelantos que ha hecho
la ciencia han tenido su aplicación inmediata en la guerra, muchos que nacieron para la
guerra se han aplicado a otros usos. A este respecto, hay que reconocer que el progreso ha
sido muchas veces impulsado por la guerra y por el arte militar, y que la civilización ha
necesitado del uno y de la otra para extenderse por el mundo.
Aunque la pólvora y la artillería llevaban ya cerca de dos siglos de uso, hasta mediado
el siglo XVI no se empezó a escribir algo sobre la pólvora y sus aplicaciones. Las
comunicaciones entre los pueblos eran difíciles, y más aún con los de Oriente, por lo que la
fantasía y los relatos más o menos verídicos de los viajeros de Asia dieron origen a hipótesis
absurdas e inverosímiles; además, en los siglos XVI y XVII había una lamentable tendencia
a reputar los adelantos científicos, sobre todo los que tenían alguna relación con la química
como “arte diabólica o de hechicería” y a atribuir su origen a los pueblos de Oriente,
especialmente a los árabes y a los chinos, país este, envuelto entonces casi en el misterio por
su lejanía y aislamiento.
No encontré ninguna ilustración china, pero este grabado de 1598, que representa al
fraile Berthold Schwarz mientras inventaba la pólvora con ayuda del demonio, en su
monasterio de San Martín en Frigburgo, puede ayudar a entender lo que digo.
Lo anterior, unido a que las referencias de los primeros navegantes portugueses que
llegaron a las costas de China, hablan “del espanto que ocasionaba en los chinos el
estampido de la artillería” -cosa rara si hiciese 17 siglos que la conocían- y que el célebre
navegante veneciano Marco Polo que visitó la China entre el año 1270 y el 1300, donde
vivió algún tiempo retenido por el emperador, no nos dice nada de la artillería, invento que
habría causado su admiración, sobre todo en aquella época en que tuvieron lugar las
invasiones de los tártaros y los intentos frustrados de desembarcar en el Japón. Además, hay
que reseñar que Marco Polo describe minuciosamente las fortificaciones de Pekín, sin
mencionar piezas de artillería ni nada que se le parezca.
Descartadas todas las versiones más o menos fantásticas que he referido y otras
muchas que he omitido, lo más verosímil es que el invento de la pólvora haya sido el fruto
de estudios y experiencias realizadas con las mezclas incendiarias que se usaron a partir del
siglo VII, de entre las que la más extendida fue el fuego griego. (9)
Lo que explica todo este lío es que las investigaciones para determinar la fecha de la
invención de la pólvora se realizaron en una época muy posterior a la de su descubrimiento;
las armas de fuego de entonces no tenían la importancia de las de hoy, ni ninguna ventaja
sobre las máquinas balísticas, por lo que nadie pensó ni a nadie se le ocurrió que, andando
el tiempo, aquellos artefactos casi despreciables, llegarían a ser la “Ultima Ratio Regis”, «la
última razón de los reyes».
Como la discusión sobre las razones que avalaban a cada uno se sale de los límites de
esta charla, nos basta decir que lo más probable es que la empezaran a usar los árabes
después de 1225, que es cuando se tuvieron las primeras noticias del salitre, que importaban
a través de Mongolia bajo el nombre de "nieve de China". Los árabes usaron esta sustancia,
que hoy se conoce como nitrato potásico, como ingrediente de sus mixtos incendiarios desde
mediados del s. XIII sin que conociesen ni utilizasen su fuerza impulsiva. En principio, desde
entonces existe la pólvora negra, pues se mezclaban las mismas sustancias que la componen
(nitrato potásico, carbón y azufre), aunque sólo la emplearan como mixto incendiario.
Aunque esta pintura de Goya corresponde al siglo XIX y no a la época de que hablamos,
no he podido resistir la tentación de incluir la “Fabricación de pólvora en la sierra de
Tardienta”, cuadro de Goya que está en la Casita del Príncipe, en El Escorial, y que con “la
fundición de balas”, que veremos más adelante, refleja el espíritu que reinaba entre los
españoles durante la guerra de la independencia.
A partir de aquí, aparecen como fechas más probables en el uso de la artillería las
siguientes: sitio de Baza en 1312 por el Sultán de Granada, (del que en las crónicas árabes
se habla de globos lanzados con fuego), el ataque a Alicante en 1331 y los sitios de Tarifa
en 1340 y de Algeciras en 1342; en éste dice la crónica cristiana de Alfonso XI que los árabes
lanzaban "pellas de fierro con truenos de fuego" y que causaban muchas víctimas en el
ejército sitiador, y, que adherido a esas pellas venía el polvo con el que las lanzaban que
hacía que las heridas fueran imposibles de curar. En las crónicas se ve que las piezas usadas
en Algeciras eran una transformación del antiguo medfaa o cañón de mano, al que se le
había aumentado el calibre y la longitud de ánima, y por tanto la potencia y el alcance, pues
las primitivas culebrinas y cañones de mano tenían muy poco alcance y algunos autores
afirman que sólo servían para asustar a los caballos y que no producían efecto si no eran
disparados a boca de jarro. Está probado por muchas referencias que incluso en el siglo
XVI los pequeños cañones y culebrinas de mano tenían menos alcance y menos precisión en
el tiro que las ballestas; las armas de fuego se encontraban en ciernes y los arcos y ballestas
habían llegado a su mayor perfección, y los que las manejaban, a una destreza equivalente;
un autor inglés cita el caso de que el arquero debía disparar 12 flechas por minuto a 240
yardas, y que las flechas debían atravesar una plancha de madera de 2 pulgadas de espesor;
aunque esto nos parezca exagerado, no cabe duda de que eran armas muy perfeccionadas y
que todavía se usaban en el siglo XVII, como lo prueba la brillante actuación de los arqueros
ingleses en el ataque a la isla de Ré en 1627.
De todas formas, la verdadera época del arcabuz como tal arma comenzó cuando se
puso una cazoleta junto al oído (destinada a contener el cebo o polvorín), y se le agregaron
muelles y un disparador análogo al empleado en las ballestas; el conjunto, montado en una
platina, permitía aplicar el fuego por el lado derecho, dejando libre la parte superior del
cañón para apuntar con más facilidad. A esta cazoleta se le añadió más tarde una tapa
giratoria (cobija) que permitía llevar el arma cargada y cebada en todo tiempo.
Protegiendo el disparador con un guardamonte se disminuyó el peligro de un disparo
accidental, y ya a finales del siglo XV se construían arcabuces como este, encontrado en el
Barranco de Acentejo, donde se produjo la batalla y que probablemente fue usado por las
tropas del Adelantado. Hoy está en el Museo de Almeyda, en depósito del Museo de Bellas
Artes.
El serpentín se aproximaba a la cazoleta por la acción del dedo sobre el disparador y
se retiraba por la acción de un muelle al dejar de apretarlo; esto permitía que la punta de
la mecha incidiese directamente sobre el cebo de pólvora fina que se vertía en la cazoleta o
cazoleja; para lo que había que acompasar continuamente la mecha y soplar la ceniza. Estas
operaciones, y el uso de la horquilla o gancho, que era indispensable por el peso y longitud
del arma, hacían que su manejo fuera largo y complicado.
Arcabucero con talabarte
Como el arcabuz era muy poco efectivo por su pequeño calibre (solo 15,5 mm) y de
poco alcance: 200 pasos (140 m), se construyó un arma de mayores prestaciones, el
mosquete, que se empleó por la Infantería simultáneamente con el arcabuz, del que se
distinguía porque la culata era menos curva, permitía encarar mejor el arma apoyando la
culata en el hombro y, sobre todo por su mayor calibre y alcance: 19 ó 20 mm de calibre y
alcance de unos 300 pasos, ó 200 m. La Infantería española se hizo temible con estas armas,
y entre otros, el triunfo en la batalla de Pavía (25/02/1525) se debió al correcto empleo de
estas armas y de la Artillería, que hizo Antonio de Leyva desde el castillo de Pavía,
destrozando a los suizos.
Como cosa curiosa, podríamos comparar el enorme consumo de las armas automáticas
actuales que tienen una cadencia altísima con el de los arcabuces y los mosquetes de antaño;
los arcabuceros y los mosqueteros usaban una banda de cuero ancha, a la que llamaban
talabarte, del que llevaban colgadas las cargas que habían preparado con antelación, en
bolsas o tubos de madera. El número de estas cargas no pasaba de una docena, cantidad
más que suficiente para un día de combate: la velocidad de tiro que podía imprimir a su
arma un mosquetero bien adiestrado en aquellos tiempos en que estas armas eran una
novedad, no llegaba a un disparo por hora.
Poco más tarde, en 1568 y durante la campaña de Flandes, el Duque de Alba sustituyó
totalmente el arcabuz por el mosquete. La piedra de chispa, introducida hacia 1630, dejó
anticuados a los arcabuces y mosquetes (aunque siguieron usándose durante todo el siglo
XVII), convirtiéndolos en el fusil, que también tardó en hacer su camino, pues su reinado
exclusivo y absoluto no comenzó hasta 1703.
Armas de rueda.
Hacia 1517, un relojero que se llamaba Juan Kiefus inventó en Nuremberg la llave de
torno o de rueda que consistía en un disco de acero de unos 3 cm de diámetro y 1 cm de
grueso, con su superficie acanalada, que podía girar rápidamente por la acción de un
muelle; sobre esta rueda se apoyaba una piedra dura (que podía ser de sílex o mejor de
ágata) sujeta entre las quijadas del pie de gato o gatillo, que es como corrientemente se le
llamaba en español; al girar la rueda producía chispas que inflamaban el cebo. Este sistema
tenía una enorme ventaja, se suprimía la mecha que se apagaba con la lluvia e impedía toda
sorpresa nocturna por su brillo.
Arcabuz de rueda del Museo Histórico Militar de Canarias
La invención era buena, pero no era segura; La carga era muy lenta y peligrosa, había
que montar el muelle con una llave y era muy fácil que se escapase el tiro; la carestía y
complicación del artilugio y algún otro inconveniente más impidieron su generalización por
lo que el arcabuz no subsistió con ella, quedando solo como arma de caza y para la
Caballería, que usó los petrinales o pedreñales y los enormes pistoletes o pistolas hasta
mediado el siglo XVII (1630 - 1640), en que se introdujo la llave de pedernal o sílex. La
prueba de su poca fiabilidad está en que en los museos se conservan armas que tienen ambos
sistemas, de mecha y de rueda.
Armas de sílex
En las armas de sílex, el cebo se inflama con las chispas producidas en el choque
entre el pedernal y el acero y es curioso observar que la llave de sílex, o sea, la que utiliza
la percusión de esta piedra en vez del roce de la pirita para producir fuego, estuvo allí, a la
vista de todos, desde tiempos inmemoriales. Me refiero al chisquero de piedra y eslabón,
milenario instrumento utilizado en todo el mundo, con el que los arcabuceros y mosqueteros
encendían las mechas de sus arcabuces y mosquetes.
La llegada de los distintos sistemas de llave de sílex fue casi simultánea, pero el honor
de ser la primera corresponde a la llave de snaphance.
Llave snaphance
Este sistema, procedía de los Países Bajos, donde se desarrolló a partir de 1570. En
España se llamó esnapance o chenapán, con esa gran facilidad que tenemos los españoles
para adaptar los vocablos extranjeros a nuestra fonética. Parece ser que el nombre le venía
de la forma de esa llave que recordaba a una gallina picoteando en el suelo: "schnapp-
hahn".
La llave de «chenapán» acabó desapareciendo ante las ventajas de otros sistemas, pero
se siguió fabricando en el norte de África. Todas las espingardas o fusiles morunos, tan
característicos, tienen la llave del sistema holandés. Sus artesanos del siglo XVII la copiaron
a través de España, la siguieron haciendo los del XIX y del XX y las hacen todavía los del
XXI para vendérselas a los turistas. Este es un caso curioso de supervivencia. La que se
muestra es un ejemplar magnífico, que se encuentra en el Museo Histórico Militar de
Canarias.
En España, las armas de fuego fueron muy toscas hasta muy entrado el siglo XVI
porque la mayoría de los armeros había despreciado la construcción de armas de fuego dada
la perfección de las armas blancas. Además, las armas de fuego estaban todavía en tela de
juicio; la fracasada expedición a Argel en 1542 se achacó al defectuoso funcionamiento de
arcabuces y mosquetes por haberse mojado la pólvora; algo parecido le pasó a las tropas
de Enrique II de Francia en Boulogne. Se intentó remediar todos estos inconvenientes con
la “cobija”, pero aún en 1560 el escritor y filósofo francés Montaigne decía que: las armas
de fuego producían tan poco efecto, salvo el ruido en los oídos al cual se acostumbra el
hombre, que espero se abandonará pronto su uso.
Esta magnífica escopeta está firmada por Gabriel de Algora, arcabucero del Rey,
incluido en el catálogo.
Marcas de los arcabuceros
Firmaban sus cañones con unas marcas y contramarcas especiales que recogió uno
de ellos, Isidro Soler, en su compendio histórico de Arcabuceros de Madrid. Este arcabucero
inventó un sistema para forjar sus cañones con “callos de herradura”, aprovechando el
hierro más batido… que en aquella fecha hicieron que se pagara por las escopetas hasta 40
doblones. Con sus marcas, estos artesanos garantizaban la calidad de sus cañones, pero
desde principios del siglo XVIII, hubo controles de calidad reglados en las fábricas de armas
de España y las armas de fuego que salían de ellas llevaban las marcas correspondientes.
No obstante, las armas se empezaron a probar mucho antes.
En los tiempos en que la industria armera era una de las más importantes, los armeros
intentaban ensayar y probar sus obras sometiéndolas a tensiones y esfuerzos superiores a
los que se encontrarían al ser empleados de forma normal; la historia y la leyenda nos
hablan de armas maravillosas que podían realizar hazañas increíbles en manos de sus
afortunados dueños. Uno de los casos más conocidos fue el ensayo que hizo D. Quijote sobre
su reconstruida celada con un tajo de su espada, ensayo que acabó en fracaso como casi
todas sus hazañas. Pero la mayoría de los artesanos tenían más éxito que D. Quijote. No
solo probaban las armas que habían fabricado a su satisfacción, sino que se enorgullecían
de ellas y las firmaban con su nombre o con su punzón. Los artesanos se vieron obligados a
efectuar disparos previos en las condiciones más adversas posibles para evitar los frecuentes
y desastrosos accidentes, que, en alguna ocasión obligaron a reclutar a los artilleros entre
los condenados a la pena capital, ante la bien fundada duda de qué extremidad emplearía el
proyectil para salir. Durante las guerras de Flandes a mediados del siglo XVI, el Duque de
Alba mandó fundir artillería en los Países Bajos; ante la gran cantidad de accidentes que
sufrían estas piezas, dispuso que los primeros disparos, hechos con carga doble de la
nominal, se hiciesen con el fundidor sentado a horcajadas sobre la pieza. Como era de
prever, pronto acabaron los accidentes.
El siglo XVII se caracterizó por la aparición de la bayoneta, que al principio fue una
hoja igual que las de las picas con un mango de madera que se colocaba en la boca de fuego
del arma, debiendo su nombre a que las primeras se usaron en Bayona (Pontevedra); en
1689, el general inglés Mackay inventó la bayoneta de cubo. En España se adoptó la
bayoneta en el reinado de Carlos II, desapareciendo los piqueros del ejército hacia 1703. El
último combate en que se usaron las picas en Europa fue en 1730, en la guerra entre Rusia
y Polonia.
El cebo fulminante dio entrada a las Armas de percusión y de pistón. Durante el siglo
XVIII se habían hecho estudios sobre las pólvoras fulminantes, descubriéndose el fulminato
de mercurio; el armero inglés Forsyth inventó la llave de percusión, a la que llamó frasco
de perfume por su forma peculiar, que consistía en un estrecho depósito en el que cabía una
pequeña cantidad de explosivo; al golpearlo con una varilla de acero accionada por el
percutor o pie de gato se inflamaba el fulminato, transmitiendo el fuego a la carga. En
España, estas armas se llamaron “de gusanillo”.
Llave Forsyth de percusión
A pesar del enorme avance que significaron, no tuvieron aplicación como armas de
guerra hasta el descubrimiento de la cápsula fulminante por el armero inglés Eggs en 1818.
La cápsula de cobre con el mixto fulminante en su interior, fue exportada enseguida a toda
Europa y a partir de 1820 sirvió de base para la transformación del armamento de chispa
en el nuevo sistema de pistón, conservándose la misma llave a la francesa y la de patilla que
duraron mucho tiempo y limitándose a cambiar el pie de gato por el percutor, suprimir la
cazoleta y adaptar al cañón una pieza llamada bombeta, que llevaba una chimenea roscada
en el oído para la colocación de la cápsula.
Llave de pistón
En España se adoptó este sistema hacia 1825, cuando ya eran de mejor calidad las
cápsulas y el mixto era de fulminato de mercurio, que se conserva mejor que el clorato de
potasa y no ataca tanto al metal; el armamento de percusión quedó como reglamentario en
el Ejército, llamándosele vulgarmente de pistón, que era el nombre que daban en Francia a
la cápsula. Para apreciar la ventaja de esta reforma, basta decir que con el fusil de chispa
y su carga en 12 tiempos, solo se podía hacer un disparo cada 10 minutos, mientras que con
el fusil de percusión que ya permitió poder reducir la carga a 8 tiempos, se podían hacer 3
disparos cada dos minutos. Además, los fallos que eran de uno cada quince disparos en el
fusil de chispa, pasaron a la proporción de uno cada 300 en el de pistón.
Explicándolo de una forma muy sencilla, para que el proyectil sea estable en su vuelo,
aumentándose con ello su precisión, ha de girar sobre un eje paralelo a la trayectoria,
entonces se produce un efecto giroscópico que impide que el proyectil cabecee,
consiguiéndose el mismo efecto que en las flechas cuando se ponen las plumas inclinadas.
Para aumentar el alcance había que eliminar el viento o hueco que existe entre la bala
esférica y el cañón, evitándose entonces que los gases de la combustión de la pólvora
escapasen entre ambos. Los dos efectos se consiguieron con el rayado de los cañones y el
aumento de calibre del proyectil hasta que entrase forzado en las rayas.
Sistemas de carga.
A mediados del siglo XVII hasta que aparecieron las armas de retrocarga se usaron
“cartuchos de papel” en los que iba una carga de pólvora; el fusilero o el arcabucero
rompían el cartucho con los dientes, y con la pólvora que contenía cebaban y cargaban (en
la picaresca de esa época surgió la costumbre de arrancarse o romperse los incisivos, ya
que los “mellados eran inútiles como soldados”). El primer cartucho de papel que se usó
llevando la cápsula en el culote y éste reforzado, fue el fusil de aguja Dreyse; siguieron a
este sistema los cartuchos de papel con culote de latón como los antiguos cartuchos de caza
(los actuales son de plástico) y por último el metálico que debe su origen al cartucho para
carabina Flobert de salón con carga y cebo reunidos, que es el primer cartucho obturador,
que sirvió de punto de partida a todos los cartuchos metálicos que se vienen usando desde
entonces, no solo de las armas portátiles sino también de la Artillería.
La retrocarga.
Ya sabemos que aunque las primeras armas de fuego fueron de a cargar por la boca,
muy poco tiempo después aparecieron las de retrocarga, incluso en los cañones de mano y
en las piezas de Artillería, que se usaron hasta principios del siglo XVI en que fue
desapareciendo este sistema.
En 1808 se hicieron los primeros ensayos del fusil de aguja, Dreyse, que es de cerrojo
y por lo tanto de retrocarga, y que usaba cartucho de papel reforzado y llevaba el cebo
fulminante en el culote; la aguja es impulsada por un muelle espiral y puede decirse que
todos los fusiles que han usado el cierre de cerrojo no han hecho sino variar el primitivo de
Dreyse. Fue el primero que se usó a gran escala, tanto que en 1840 lo adoptó el ejército
prusiano.
A mediados del siglo XIX empezó a disminuirse el calibre de las armas y ya en 1871
se adoptó el fusil Remington, mod 1871 calibre 11 mm.
Armas de repetición.
"Hacia las seis de la mañana comenzó el fuego sobre las trincheras españolas; de
improviso se descubre sobre ellas una línea de sombreros de paja; simultáneamente el ruido
de una descarga, seguido de la desaparición de los sombreros; esta operación se repite cada
minuto observándose en ella una gran regularidad, lo que no deja de producir una profunda
impresión en la línea de exploradores americanos; las balas cruzan el aire, rasando el suelo,
hiriendo y matando…".
Algo más adelante y después de decir que a pesar de recibir un intenso fuego de
Artillería, desde las trincheras españolas se dispara con igual violencia, añade: "… las
masas de infantería americana se echaban y apretaban contra el suelo hasta el punto de
parecer clavadas en él…".
En los últimos años del siglo XIX nacieron las armas semiautomáticas, de las que
hay dos en el Museo, pero esto queda ya para otro día.
Hasta aquí ha durado esta conferencia, en la que he intentado exponer los hitos más
importantes de la historia de las armas; espero que no les haya resultado demasiado pesada;
se acaba con el siglo XIX, ya que las armas más modernas que hay en el museo son anteriores
al siglo XX. Les doy muchas gracias por su atención y paciencia y me pongo a su disposición
por si alguien quiere hacer alguna pregunta.
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NOTAS
1 - Firmada por el espadero Juanes de Toledo.
2 - Cañón de acero ochavado en toda su extensión, llave de percusión a la francesa con platina lisa
con la inscripción "Fni. par Le Page Montier ArgB du Roi". Henry Le Page (1792-1845) trabajó en
París y fue arcabucero de Luis XVIII, Carlos X y Luis Felipe.
3 - Las armas en El Quijote y un muy breve apunte sobre el Imperio español, por Miguel Ángel
Navarro Crespo.
4 - Como decía el propio Calderón de la Barca en El alcalde de Zalamea.
5 - El ingenioso hidalgo... Capítulo XXXVIII.
6 - Calderón de la Barca. El alcalde de Zalamea
7.- D. Iñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana.
8 - Tratado de Artillería yuso della platicado por el capitán Diego Ufano en las Guerras de Flandes.
EN BRUSELAS. EN CASA DE IVÁN MOMARTE. IMPRESOR IURADO. Año del Señor 1613.
9 - En su composición entraban el petróleo bruto (nafta), cal viva, nitrato potásico, azufre y algún otro
elemento.
BIBLIOGRAFÍA:
- A glossary of the construction, decoration and use of arms and armor … .- George Cameron Stone,
1961
- Apuntes Históricos sobre la Artillería Española en los siglos XIV y XV.- José Arántegui y Sanz, 1887
- Armas y armaduras.- Antonio García Llansó, 1895
- Artillería y Fortificaciones en la Corona de Castilla durante el reinado de Isabel la Católica (1474-
1504)- Ministerio de Defensa, 2004
- Catálogo de arcabucería madrileña (1687-1833) Real Armería de Madrid.- Álvaro Soler del Campo,
2006.
- Catálogo de la colección de armas del Museo Municipal de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife.
- Coleccionismo de armas antiguas.- José Miguel Echeverría, 1978
- Compendio histórico de los Arcabuceros de Madrid.- Isidro Soler.- Estudio preliminar de Jesús E.
Casariego. Edición facsímil de la de 1795.
- Diccionario Enciclopé