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tim, 45 ENERO-MARZO 1997 El concepto de “raza” y la estética en la antropologia ARMANDO GONZA EZ MORA ES Por estaren este mundo estamos condenados al sentido. Le aiscuta ae poder definir la diver- sidad humana ha llevado a cientificos de latalla de Stephen Jay Goulda plan- tear que es posible prescindir del con- cepto de raza, ya que la “clasificacién, racial representa un enfoque obsoleto al problema general de la diferencia- ‘ci6n dentro de una especie." Esta po- sicién, sostenida desde los afios sesen- tapor antropélogos como Ashley Mon- tagu y Frank Livingston, quienes propusieron eliminar el concepto de raza del vocabulario cientifico, ya que —argumentaban—a decir de ellos, no hay razones cientificas para continuar usando el concepto de raza en la an- tropologia biolégica. Dicha propuesta ha sido retomada en la antropologia por investigadores como Alan H. Good- ‘man, quien afirma que no hay marca- dores biologicos (taxonémicos, gené- M, Merleau-Ponty ticos, etc.) que logren reducir aun solo concepto todo lo que implica una raza. ‘Aleliminar el concepto de “raza” del vocabulario cientifico se renuncia a la ambigua relacién que existe al deno- sminar las llamada razas entre “hecho” y “valor”. gHasta donde podemos en- tender la realidad de las razas y hasta donde solamente es nuestra valoracién moral, intelectual 0 estética? Paraello se debe tener en cuenta que ‘enel concepto de “raza” se entrecruzan fandamentalmente tres distintos temas; iencia, ética y estética, en el que cada uno de ellos parecieran tener su propio lenguaje sin relaci6n entre si. Esta for- ma de acceder al conocimiento en ge- neral no es precisamente el masadecua- do para determinar las razas. Tal parece que esta distincién guar da una mayor relacién con el arte, ya ClENC AS que como E. H. Gombrich nos dice, “el ver es ya en si mismo un proceso de interaccién y de integracién tan com- plejoy milagroso que ni siquiera el arte podria enseiidrnoslo”, en el que, * no siempre es el lego el que ha armado el Vo mental acerca del juego que se est jugando en determinado momento.”* ‘Asi, parece que la experiencia percep- tiva desde la ciencia no logra mas que aportar un simulacro subjetivo por me- dio de conceptos de lo que la experien- cia nos muestra como conjuntos signi- ficativos, imposibles de reducirse por medio de mediciones 0 cifras. Podriamos afirmar con M. Merleau- Ponty, que la mayor enseiianza del re- duccionismo es la imposibilidad de lo- grar una reduccién completa. No son Jos datos los que nos hacen percibir y distinguir las razas, sino més bien nues- tra percepcién dentro de condiciones sociales que han determinado nuestros valores éticos, estéticos y de conoci- miento. La manera de percibirnos los unosa los otros se forma como un todo. Ri- chard Lewontin da testimonio de este hecho al referirse ala capacidad de per cibir los rasgos estéticos entre grupos humanos: “Se aprecian entre grupos ra ciales y étnicos, y entre clases sociales, variaciones de la postura y del modo de andar, de la expresién facial y del tono yla intensidad de la voz. Los mimos (y ‘otros artistas) logran, con unos cuantos trucos de paso y postura, patentizar los rasgos arquetipicos de individuos, cla- ses y razas."® ‘No pretendemos construir una teo- ria de cémo la empatia con lo natural que es el camino del arte, tiene lugar en la percepcién de las razas. Nuestro propésito es demostrar que nuestra percepci6n, yen particular las aprecia- ciones estéticas, tienen la capacidad de inclinarnosa posiciones éticas comple- tamente opuestas. ‘Trataremos de exponerlo tomando ‘como ejemplo la discusién que duran- te gran parte del siglo XIX tuvo lugar centre poligenistas, que definian la raza como especie, ylos monogenistas, que vefan a las razas como variedades de las especies, y las distingufan por el pare do, la descendencia y la permanencia observable de caracteres, donde todas las variedades tienen un origen comin. En el entnocentrismo de esta épo- ca podemos ver manifestarse ciertas fuerzas estéticas que han sido poco to- ‘madas en cuenta. Dicho sentimiento es- tético parece haberse mostrado, como lo sefiala SJ. Gould en el pintor holan- désy profesor de anatomifa, Petrus Cam- per (17221789). ‘A Camper se le conoce como el pa- dre del Angulo facial, el cual sirvi6 du- ‘ante mucho tiempo para comparar los ‘craneos de razas y nacionalidades dis- tintas. El angulo facial mide el progna- tismo de los seres, y constituye una de las primeras técnicas antropométricas (Fig. 1). El interés de Camper parece mos- trar una cierta empatia en determinar ‘geométricamente las diferencias racia- les, porque los pintores de su época se basaban generalmente en modelos de hombres blancos para pintar incluso a los negros. En su interés por alcanzar la belleza lograda por los grandes es- cultores griegos, no dudaba que éstos lo consiguieron siguiendo formulas ‘matematicas, pues su armonia expre- sada geométricamente era distintiva del pensamiento griego. Por medio de diferentes mediciones arbitrarias encontré que el Angulo fa- cial de los humanos podia variar desde los 70 grados hasta los 90. Los griegos habian alcanzado sus proporciones agradables exagerando el éngulo facial més alld de los valores normalesmedios cn las personas, porque para los anti- guos escultores griegos los 100 grados del angulo facial era lo ideal. Por enci- ma de este valor comenzaba a ser des- agradable, tendiendo hacia la hidroce- falia, El genio de los griegos, dedujo Camper, era el conocimiento de este “ngulo facial. Esta idea de Camper, que es menos conocida que su clasificacién de las ra- zasen la que situabaa los africanos muy cerca de los simios ya los europeos jun- toalos dioses griegos, denota una con- cepcién monogenista, pues el sostenia que no existia hueso intermaxilar en el hombre, clara prueba de que todas las razas humanas se separan del resto de la naturaleza. Para mala fortuna de ‘Camper, en 1774, Goethe descubre el hueso intermaxilar y olvidandose o ig- noréndose su posicién monogenista, Camper es elevado al rango de padre del racismo cientifico. Camper parece dar muestra de que el conocimiento de las razas atraviesa por lo estético, ello tiene la capacidad de provocar posiciones éticas opuestas, por lo que al eliminar el concepto de raza no se acaba el racismo latente que clENC as ®@ rim. 45 ENERO-MARZO Figura. astcin de raj de Camper sao po. Virey que diva algénero Honoen dosespecies: de 85° desngulo fal, raza blanca amar, cobrizay rmorena,y de 7580, ras negra y negro. se genera en unas reiaciones sociales bien determinadas que han hecho po- sible un cientificismo racists, La estética en el poligenismo Para el siglo XIX, los diferentes “tipos +humanos no tenfan c6mo diferenciar- se claramente de las especies, Por ello el exito de Paul Broca —fundador de la Sociedad Antropolégica de Paris (SAB) en 1859—, quien desarroll6 una idea de William Frederick Edwards de que mientras masse diferencian dos razas,es decir, que no se asemejan, mas dificil seré su entrecruzamiento. ‘A decir de Paul Broca (1824-1880), el primero en formular la idea de raza fue Edwards, fundador de la Sociedad de Etnologia de Paris (1839-1848). Ed- wards tuvo la originalidad de sintetizar en la nacionalidad una relaci6n entre lo fisico y 1o cultural. En sus comien- wim, 45 ENERO-MARZO 1997 20s, éste era el interés principal de la etnologia, como lo sefiala Claude Blanc- kaert. Asf PierreJean Georges Cabanis, quien fuera una fuente de consultas tanto para Saint-Simon como para William Edwards, en su libro Rapports du physique et du moral de UHomme (1802), propone una nueva forma de integrar la ciencia y la naturaleza hu- ‘mana, basindose en una mutua deter- minaci6n del fenémeno mental y los cambios de la organizacién del cuerpo. Cabanis estaba convencido de que su nueva antropologia médica —una es pecie de higiene generalizada para las raras enteras— tenia los sentidos del cambio y perfeccionamiento de la na- turaleza humana. Paul Broca es conocido ya entre el gran piblico por su visién racista fun- dada en una supuesta apreciaci6n “ob- Jetiva” de que el volumen craneal de- terminaba la “inferioridad” o “superio- ridad” de las razas. Gratiolet, quien era alumno de Henri Blanville y estaba encargado de los tra- bbajos anatémicos en el Museo de Histo- Natural de Paris, desde 1853, refuta el determinismo cerebral de Cabanis y Franz Josef Gall (1759-1828). Para Gra- tiolet era una ilusién esperar que una materia ‘ponderable” pudiera respon- der a la armonia y arquitectura diné- mica del cerebro. Se inclina por “una fuerza invisible de localizar”, invocan- do la relaci6n entre alma y cuerpo. En 1861, Gratiolet causa una conmocién filosfica en la S.AP. al contradecir el principio establecido por Broca. Para ello present6 un craneo de totonaca que tenia el mismo volumen que un caucasico. Gratiolet muestra que el peso entre hombres distinguidos puede variar en- tre 1 200 y 1 900 gramos, como era el caso de Descartes, de quien el museo pudo obtener su créneo que escasa- mente alcanzaba los 1 200 gramos. De- claraba, por lo tanto, que seria la for ma y no el volumen lo que hace la dig- nidad del cerebro. Asi, el craneo de Descartes era descrito como pequetio Cc ENCIAS (4) pero “admirablemente bien conforma- do”, mientras que el créneo del toto- naca mostraba “fallas estéticas clara.” De tal modo, Gratiolet pensaba que existia una fuerza que vive en el cere- roy queno puede ser medida mas que por sus manifestaciones. Estos misterios del alma a los que hacia referencia Gratiolet le costaron los ataques de distintos frenologistas que lamentaban la intromisién de la metafisica en la ciencia. Su respuesta fue por medio de un ejemplo de la per cepeién de la luz, argumentando que no puede ser igual la percepci6n de un pintor que debe tener més aptitudes que la de cualquier persona, sin con- ceder un lugar especifico de esta cual- dad del cerebro. Concluye que todos los esfuerzos por localizar un sitio pre- ciso carecen de base, porque ello era una cualidad en si ‘Obviamente que los trabajos de Bro- ca sobre la afasia cerebral, que le per mitieron descubrir la zona del “habla”, eran adversos a esta declaraci6n. No obstante, aunque encontramos estas posiciones opuestas, ambos coinciden en un punto: su poligenismo. Al igual que Broca, Gratiolet piensa que los sal- vajes no estan en un estado primitivo de la civilizacién como pretendian los monogenistas, sino més bien en un es tado antinatural, instintivo. La etnolo- gia habia sido fundada sobre la identi- dad del cardcter nacional, impulsando la idea de una naturaleza némada, egoista, sedentaria, etc., lo que apoya- baa Gratiolet, quien divide a la huma- nidad en dos grupos: los capaces de desarrollar civilizaciones y los salvajes anérquicos. De igual manera, Broca se expres sobre los intentos de “educar” a australianos y tasmanios, que no po- dian “superar” sus deseos sexuales. Broca descubre, en 1879, que-la ‘graduaci6n de las razas no obedece a una ley uniforme y reconoce que los

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