Uriel da Costa
Espejo
de una vida
humana
rcneniar bumanae vitae)
Gabriel Albiac
libros HiperiénLibros Hiperi6n, 80
URIEL DA COSTA
ESPEJO DE UNA VIDA
HUMANALa mirada que se clava en el vacio, tal vez extraviada en el minucio:
so laberinto del delirio, tal vez asomada ya al desierto (que es otro
laberinto més infinito y minucioso) de la muerte, Uriel da Costa apa-
rece representado fantasiosamente por Samuel Hirszenberg (Craco-
via 1868-Jerusalén 1908) en 1888, sentado ante su mesa de trabajo en
Ja que un grueso inr-folio reposa abierto; sobre sus hojas unas rosas
secas, Mantiene sobre sus rodillas a un nifio de cabello ondulado con
{Quien parece conversar en tono intimo, tal vez de confidencia tiltima,
mientras la mano derecha de éste juguetea con las marchitas rosas,
Sabemos —puesto que la fuente literaria de la fantasia de Hirszen-
berg nos es conocida el ultimo acto de la tragedia Uriel Acosta, eser
ta por K. F. Gutzkow en 1847— que ese nifo tiene siete afios, que es
en el espacio metaférico de la representacién— su sobrino (de he-
cho, .S. Revah ha establecido en nuestro siglo la existencia de una
lejana relacion de parentesco entre las familias da Costa y Espinosa),
cl hijo del ex-parnds de la comunidad judeoespafiola de Amsterdam
Michael de Espinosa. Sabemos tambien —es cosa sola de a historia—
que algiin dia la historia toda de Ia filosofia se definira en su favor
Sen su contra (¢Benedictus/Maledictus?). Que escribira una Ethica de
‘mostrada al modo de los ge6metras, ala que sus contemporsineos con-
siderarén paradéjicamente tan demoniaca como ininteligible. En es-
te atardecer sefardita de 1640, que un pintor ashkenazin tratara de
fotografiar en 1888, ajustandose al dictado de un dramaturgo de 1847,
cl imaginario decimondnico recubre al del barroco. Gutzkow hace hat
blaral «filésofo-ninos. Hirszenberg pone la imagineria: «¢Sabéis, tio,
ccéme distingo las flores frescas, erectas en sus tallos, frente a las ys
secas? Las Frescas son ideas, las otras, conceptos. En aquéllas es el
reacor quien piensa. En éstas es el hombre quien percibe. Y como
Ia diferencia esta apenas en el perfume y fresco color, es decir, en la
vida, llamo a Dios vida o ser. Y'sin esa vida, sin ese ser, las flores que
‘se marchitan dejan de ser lores. Son meros conceptos. Nada mas.
URIEL DA\COSTA
ESPEJO DE UNA VIDA
HUMANA.
¢EXEMPLAR HUMANAE VITAE
Edicion critica de
Gabriel Albiac
Hiperién