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Los labios de Shinji se observaban suaves, incluso estando tan lejos de él, podía ver perfectamente

lo pequeño que eran y el tono rosado y brillante que los adornaba, era totalmente inevitable (al
menos para él) no desear poder rozarlos y probarlos cual dulce.

Pero aún cuando ese fuerte deseo embriagara su ser, no se atrevía ni siquiera acercarse lo
suficiente como para poder sentir su respiración chocar contra su rostro, porque sabía que Shinji
era bastante retraído cuando se trataba de tener contacto con cualquier otro ser que no fuera él
mismo y claro, cualquier animal que pudiera encontrarse a la vista.

Shinji tenía un corazón de cristal, tan fácil de manipular como también de romper, y eso le
preocupaba mucho, no deseaba lastimarlo, ya mucho lo había hecho cada vez que moría. No
soportaba ver el agudo dolor que su amado sentía cada vez que tenía que marcharse, odiaba ver
como las lagrimas se desparramaban por su rostro, odiaba ver a Shinji triste.

Él juro hacerlo feliz, él juro darle el amor y compresión que nunca nadie le dio.

Él nació para conocer a Shinji Ikari y nadie podría decir lo contrario.

En todos los universos que ha estado siempre el primer beso con Shinji sería mágico y especial,
incluso cuando se repitieran una y otra vez, amaba sentir el amor mutuo que se trasmitía cada vez
que lo besaba, por eso siempre trato de ser cuidadoso con respecto a eso, no deseaba lastimar o
hacerlo enojar, no soportaría que se alejara de él por cualquier razón, Shinji era su felicidad, como
él era la de él.

Alguna veces, incluso llego a pedirle permiso o preguntarle miles de veces si de verdad estaba
seguro, lo último que deseaba era que se sintiera incomodo u obligado a hacerlo.

Amaba demasiado a Shinji como para hacerle daño y todos absolutamente todos sabían que él
nació para conocerlo.

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