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Limpiarlo todo… debe ser limpiado.

La criatura se agitó y abrió sus ojos.


Limpiar todo… limpiar todo…
Sentía confusión. Quería, necesitaba moverse. Para limpiar.
Debe ser limpiado, debe ser limpiado, debe ser limpiado…
La criatura empujó contra los duros y silentes objetos que la rodeaban en la
oscuridad. Uno de los objetos se movió.
Limpiar todo, la mente del segundo ser ofreció adormilado.
Debe ser limpiado, el primero estuvo de acuerdo, extrañamente aliviado. Debe
ser limpiado.
Todos los obstáculos serán eliminados.
Debe ser limpiado, será limpiado.
El pánico de la primera criatura se desvaneció, aún no era el momento. La hora
llegaría – pronto. Pero aún no.
Se relajó y se quedó en silencio de nuevo. Todo estaba oscuro y en silencio.
Por ahora.
Los Toa no podían contener su alegría. ¡Finalmente!
Fuera de la oscuridad de los túneles, a salvo de Makuta y sus secuaces, libres
para disfrutar la luz del sol y la belleza de la isla. Excepto…
“Me pregunto qué será lo que Makuta tiene reservado para nosotros a
continuación,” dijo Gali, la Toa del Agua, y una sombra se posó sobre el grupo.
Tahu, el Toa del Fuego, asintió. Ninguno de ellos sabía mucho sobre el oscuro
ser conocido como Makuta. Los seis Toa habían llegado a Mata Nui recordando nada
más que sus nombres y algunos fragmentos de confusos y aterradores sueños. Pero
pronto aprendieron sobre su deber – proteger la isla y a su gente de los poderes de la
oscuridad.
El Toa del fuego tocó su máscara, sintiendo la energía zumbar bajo su dorada
superficie. Cada Toa llevaba una máscara Kanohi dorada al igual que esta. Los
asombrosos poderes de las máscaras habían ayudado a los Toa a derrotar a los
temibles Rahi.
“Apuesto a que Makuta está profundamente oculto ahora que ha visto nuestro
poder de pelea,” dijo Lewa, Toa del Aire, hinchando su verde pecho con orgullo. “No
temerá desafiar pronto a Mata Nui de nuevo.”
“Tanta fanfarronería parece imprudente e innecesaria,” dijo Kopaka, el Toa del
Hielo, con voz fría.
Onua, el Toa de la tierra, estaba a punto de asentir – de una manera más suave
– cuando sintió temblar el suelo bajo él. “Silencio,” ordenó abruptamente, levantando
una mano a los otros Toa.
Tahu, Lewa, y Gali se detuvieron y lo miraron. “¿Qué sucede?” preguntó Lewa
ansiosamente. “¿Sientes algo? ¿Oyes algo? ¿Crees que es Mata Nui despertando antes
de tiempo?” Los Toa nunca habían olvidado su objetivo final: Despertar el espíritu de
Mata Nui. Ahora que los Rahi de Makuta se habían esfumado, parecía que no había
nada que se interpusiera en su camino.
“No lo sé.” frunció el ceño Onua, concentrándose en la tierra bajo él. Ahora
paso de nuevo – un temblor, como si la isla entera estuviera cambiando en su sueño.
¿Era Mata Nui emergiendo?
El siguiente temblor fue más fuerte. “¡Whoa!” gritó Gali. “¡Hermanos, si esto es
Mata Nui, temo que está de mal humor!”
La tierra tembló de nuevo, con una molienda de piedra contra piedra y el
crujido y el rugido de árboles y rocas que caen. Onua se apoyó con algo cercano y
cerro sus ojos mientras otro espasmo sacudió la tierra. ¿Puede ser esto Mata Nui? ¿O
han despertado a alguien – o algo – más?
La criatura, absorta en el sueño, sintió el temblor de la tierra.
Despertó. Esta vez, no había error.
Es la hora.
Mientras las atronadoras vibraciones sacudieron la cueva, otra criatura se agitó,
y otra. Docenas, cientos y miles.
Se despertaron de su largo y profundo sueño. La energía corría a través de
ellos, junto con el conocimiento absoluto. Su deber esperaba. Era hora.
Debe ser limpiado. Es el momento. Limpiarlo todo.
Es el momento. Todos los obstáculos serán eliminados.
Limpiarlo todo. Debe ser limpiado.
Es el momento.

* * *

“¡Miren!” gritó Pohatu, el Toa de la piedra, apuntando a una figura revelada por
árboles que caían. “¡Es uno de los aldeanos de Tahu!”
Tahu saltó hacia delante, sorprendido de encontrar a alguien de su fiero pueblo
de Ta-Koro tan lejos de su hogar. El Matoran estaba tendido en el suelo, con sus
piernas atrapadas por una rama caída de un árbol. Parecía paralizado, y estaba
murmurando una palabra una y otra vez.
Liberando rápidamente al aldeano, Tahu se inclinó un poco más cerca,
intentando oírlo. “Habla,” dijo. “¿Qué te trae tan lejos de Ta-Koro? “
El aldeano seguía balbuceando, sin tener algún sentido.
“¿Qué está diciendo?” Preguntó Gali.
El Matoran no parecía darse cuenta de la presencia de los Toa. Miraba
ciegamente hacia adelante, con sus ojos nublados por el terror.
“Bohrokbohrokbohrokbohrok,” murmuró con voz apagada.
“¿Qué?” se acercó Pohatu, pareciendo confundido. “¿Qué es? ¿Qué está
diciendo?”
“¡Hermanito!” dijo Lewa en voz alta, tocando el hombro del Matoran. “¿Qué
pasa? ¿Cuál es el problema? Estamos aquí para ayudarte.”
El Matoran no reaccionaba, apenas parecía pausar para recuperar el aliento
mientras balbuceaba con la misma rápida y asustada voz. “Bohrokbohrokbohrokbohrok…”
“¿Qué está diciendo? repitió Pohatu.
“Una palabra, una y otra vez,” informó Tahu. “Bohrok. Debo regresar a Ta-
Koro inmediatamente.”
“Iremos, Tahu,” habló Gali.
Onua asintió. “Si hay una amenaza para tu pueblo, es una amenaza para toda
nuestra gente.”
Tahu aceptó con una rápida reverencia de su cabeza. Entonces, colocando al
Matoran sobre sus hombros, hizo un gesto a los otros para que lo siguieran.
Corrió a través de los árboles y prados hacia las laderas del Mangai. Los otros
estaban cerca tras él.
“Sólo tengo una pregunta,” dijo Pohatu después de unos minutos. Los Toa
habían cruzado rápidamente las llanuras y colinas y ahora estaban subiendo
constantemente hacia el pueblo posado cerca de las laderas más altas de la montaña.
“¿Qué cosa?” preguntó Gali.
“¿Qué es un Bohrok?” se preguntó Pohatu.
Tahu, que aún llevaba la ventaja, patinó hasta detenerse. Se puso de pie sobre
una cornisa con vistas al pueblo de Ta-Koro.
“Temo que acabamos de descubrirlo.”
Los Toa quedaron boquiabiertos de asombro al ver lo que había delante de
ellos. A la distancia, Ta-Koro se levantaba contra la rocosa ladera de la montaña, sus
puertas de piedra y estructuras de magma estaban ilesas. Pero la llanura ante ellas
estaba en ruinas.
Espeso humo negro salía a montones de pilas de escombros y gubias en la
tierra. Árboles y plantas habían sido arrancados de raíz y lanzados como juguetes.
Cerca de las puertas, aldeanos asustados se arremolinaban, gritando y llorando con
pánico.
“¿Qué podría haber causado esto?” le susurro Lewa a Gali preocupado.
Gali señalo. “¡Ellos, mira!”
Docenas de extrañas criaturas se movían a través de la llanura – grandes bestias
bípedas blindadas con poderosas garras. Algunas eran de color blanco plateado y
algunas de color bronce, y unas pocas eran mucho más pequeñas que las otras, pero
todas se escabulleron como enormes insectos. Mientras Lewa miraba, varias de las
bestias de bronce se reunieron, luego irrumpieron directamente en una pequeña
colina, arrasándola hasta el suelo.
Tahu colocó al aún aturdido Matoran en el suelo. “Quédate aquí,” dijo
firmemente, esperando que el aldeano entendiera. “¡Nos encargaremos de esto!”
Los otros ya se apresuraban hacia delante para detener a las extrañas criaturas.
Lewa llegó a una de las de color bronce, justo cuando se dirigía a un pequeño grupo de
árboles. “¡Veamos cómo estas cosas se levantan de un ciclón!”
Saltó en el aire delante de la criatura y respiró, preparándose para convocar a
los vientos en su ayuda. Pero antes de que siquiera una brisa se moviera, la criatura
avanzo, dejando escapar un grito sobrenatural.
Lewa se tambaleó cuando una ráfaga helada de aire frío lo golpeó. “¿Qué?
¿Hielo?” gritó, luchando por permanecer en el aire. Pero no sirvió de nada. Estaba
congelado en un bloque de hielo, incapaz de moverse o incluso levitar. Se estrelló
contra el suelo con un golpe sordo.
“¡Aléjense de él, criaturas!” gritó Tahu, saltando hacia adelante y arrastrando a
Lewa fuera del peligro.
Lewa se liberó del hielo, que se derretía rápidamente cerca de la espada de
Tahu. Se puso de pie de un salto, listo para enfrentar a la criatura de nuevo.
Pero la criatura no se mostró interesada en él. Sino, que arrancó un árbol y
luego se movió directo hacia una gran cuesta de lava.
“Esto es una locura,” gritó Onua desde algún lugar cercano. “¡No están
hiriendo a los aldeanos; nos ignoran a menos que nos pongamos directamente en su
camino! ¿Entonces, por qué todo este caos?”
“No lo sé,” dijo Pohatu. “¡Pero tenemos que detenerlos!”
En todas partes a las que Lewa miraba, veía más de esas extrañas criaturas.
“¿Pero cómo?” exclamó. “¡Hay demasiados!”
Tahu sabía que tenían que hacer algo rápido si había alguna esperanza de salvar
su pueblo. Repentinamente tuvo una idea.
“¡Lewa!” gritó. “¡Gali! ¡Combinen sus poderes!”
Levantando sus brazos, Lewa y Gali convocaron al viento y la lluvia. Pronto una
fuerte tormenta rugía sobre la cima.
¡KA–BOOOOOOM!
Una enorme explosión de un relámpago sacudió el valle frente al pueblo. Las
destructivas bestias fueron lanzadas alto en el aire, chispeando y chillando. Cuando
cayeron, se escabulleron para refugiarse. Pronto todas habían desaparecido.
Todas menos una. Estaba dañada y aturdida, sus piernas se agitaban débilmente
en el aire.
“Se han ido por ahora,” comentó Pohatu, inclinándose sobre la herida criatura.
“También nos dejaron un prisionero. ¿Pero qué hay en su cabeza?
Los otros se reunieron alrededor para tener una mejor vista de su nuevo
enemigo. El curvo escudo que cubría su cabeza se había tirado hacia atrás por el
impacto. Un objeto brillante y verde yacía dentro.
Antes de que pudieran descifrar lo que podría ser, una voz habló desde atrás de
ellos. “Conozco la respuesta que buscan, aunque desearía no hacerlo.”
Era el líder del pueblo de Ta–Koro. “¡Turaga Vakama!” dijo Pohatu. “¿Qué es
eso? ¿Qué son esas criaturas?”
El Turaga suspiró. “Hemos conocido las leyendas de los Bohrok por siglos, y
rezamos para que sólo fueran leyendas. Pero los Bohrok son reales – demasiado
reales. Y se están esparciendo por todo Mata Nui.”
“Cuéntanos más,” ordenó Tahu, dando un paso hacia al frente para encarar al
Turaga de su pueblo. “Necesitamos saber a qué nos enfrentamos.”
Vakama asintió. “Se dice que los Bohrok duermen un sueño eterno, esperando
salir. Una vez despertados, los enjambres son imparables – una fuerza tan poderosa,
que pueden reducir montañas a escombros y dejar ríos tan secos como las arenas del
desierto. Estas criaturas no trabajan solas.”
“Exacto,” dijo Pohatu. “Tienen a esas criaturas más pequeñas con ellos – como
pequeños exploradores o algo así.”
“Esos son los Bohrok Va,” dijo Vakama. “Y tienes razón – son criaturas más
pequeñas y más rápidas que actúan como exploradores y mensajeros. Pero eso no es
lo que quise decir. Ya ves, cada Bohrok lleva dentro una Krana.”
“¿Eso?” preguntó Kopaka, señalando el objeto resplandeciente dentro del
Bohrok incapacitado, ¿Esa es la Krana?
“Parece una máscara,” observó Pohatu.
“Sí,” dijo Vakama. “Les dan un propósito y poder. Sus Krana son su mayor
fortaleza – pero también su mayor debilidad. Incluso el más poderoso de los Bohrok
puede ser derrotado si es separado de su Krana.”
“Estas Krana,” dijo Tahu. “¿Vienen de Makuta?”
Vakama negó con la cabeza. “Eso no lo sabemos,” dijo. “Las leyendas no
ofrecen una respuesta.”
Los Toa escucharon atentamente mientras el Turaga explicaba los diferentes
tipos de enjambres de los Bohrok. Aquellos como el que les había disparado con su
helado aliento eran conocidos como los Kohrak. Los de color bronce eran los Pahrak,
que podían convertir montañas en piedras desmoronadas. Los furtivos Gahlok se
ocultaban bajo las olas y atacaban cuando menos se esperaba. Los fieros Tahnok eran
capaces de derretir a través de cualquier sustancia, mientras que los poderosos
Nuhvok acechaban por debajo de la superficie y cavaban laberintos de túneles para
debilitan las estructuras que estaban arriba. Los más temidos de todos eran los Lehvak,
cuyo veneno ácido podía incluso disolver la roca sólida.
“De acuerdo,” dijo Lewa cuando el Turaga hizo una pausa para respirar.
“Suficiente de asustarhablar. ¿Qué hacemos para derrotar a estos Bohrok?
“Ahora que los enjambres han despertado, sólo queda una esperanza,” dijo
Vakama. “Deben reunir las ocho razas de Krana de cada uno de los enjambres Bohrok.
Ellas desbloquearan el secreto de la derrota de los Bohrok.”
“¿Ocho razas de Krana?” preguntó Gali. “¿Qué quieres decir?”
“Al igual que los propios Bohrok, las Krana sirven a diferentes propósitos,”
explicó Vakama. “Cada tipo se ve levemente diferente. La que ven allí es una de las
Krana Xa, el comandante de enjambre.” Señaló nuevamente al Bohrok incapacitado.
“Deben reunir una de cada tipo de Krana de cada uno de los seis enjambres.”
“¿Pero por qué?” preguntó Pohatu. “¿Qué nos dirá eso?”
“El saber vendrá,” respondió Vakama. “Eso es todo lo que ha sido predicho.”
Tahu hizo una mueca. El saber vendrá. Los Toa habían estado escuchando esa
frase desde su llegada a la isla.
Agarró la Krana dentro del Bohrok caído. Era cálida y blanda, ligeramente más
pesada de lo que parecía. La miró fijamente, preguntándose cómo algo tan pequeño
podría causar tanto daño y devastación. “Regresen a sus pueblos,” les dijo a los otros.
“Si reunir estas Krana salvará a Mata Nui, entonces eso es lo que haremos.”
“¿Qué quieres decir?” dijo Gali. “No podemos separarnos ahora – no cuando
un nuevo peligro amenaza a Mata Nui. ¿No aprendimos nada de la lucha contra los
Rahi? Somos mucho más poderosos cuando todos estamos juntos. Unidad –“
“– Deber, destino,” dijo impacientemente Tahu, terminando la frase de los
Matoran. “Sí, lo sé, pero si estas cosas están por toda Mata Nui, necesitamos
encontrarlas dondequiera que estén.”
“Tahu tiene razón,” dijo Kopaka. “Mi pueblo me necesita. Debo ir allí.”
Gali estaba tan sorprendida al oír que Kopaka estaba de acuerdo con Tahu que
no pudo hablar por un momento. “De acuerdo” dijo al fin. “Tal vez deberíamos ver
por nuestros propios pueblos. Pero sean cuidadosos. Y planeemos volver a reunirnos
pronto.”
Mientras los otros asentían, Vakama levantó su mano. “Una advertencia antes
de que se vayan, valientes Toa,” dijo urgentemente. “¡Cuidado con las Krana! Cuando
se portan, pueden robar la mente – e incluso los Toa podrían no ser capaces de
resistir tan terrible poder.”
Pohatu fue el primero de los Toa en llegar a su propia aldea. Po-Koro estaba
situado en el estéril y rocoso desierto. Los Po-Matoran habían construido resistentes
viviendas de roca y arena que se mezclaban con los picos escarpados y las dunas del
desierto.
Cuando se acercó a Po-Koro, Pohatu se dio cuenta de que el terreno que tenía
ante él se veía muy diferente de la última vez que había venido por allí.
“Bohrok,” murmuró con tristeza. La aldea estaba en peligro – incluso a esa
distancia, podía ver a los enjambres Bohrok avanzando por la Ruta de las Profecías,
cada vez más cerca de las puertas de Po-Koro.
Pohatu se apresuró en ir. “Así que vamos a darle la bienvenida a los Pahrak,
¿eh?” murmuró. “Bueno, ahora no me siento muy acogedor.”
Saltó sobre un monumento caído y miró a su alrededor. Turaga Onewa estaba
luchando contra un Pahrak, tratando de evitar que derribara otro monumento, pero la
criatura parecida a un insecto apenas parecía notar los golpes. Pasó por delante del
Turaga y se lanzó contra la piedra tallada.
“¡Apártese, Onewa! gritó Pohatu, corriendo hacia el Pahrak.
“Pohatu,” exclamó Onewa con alivio. “Es bueno verte. Especialmente ahora.”
Pohatu puso una triste sonrisa. “Es bueno sentirse tan querido, mi amigo,”
bromeó. “Ahora – los monumentos ya están perdidos. Tenemos que concentrarnos en
proteger la aldea.”
Onewa asintió. “Avisaré a los demás. Protegeremos las puertas de la aldea – lo
que sea necesario.” Con eso, se apresuró.
El Toa se giró hacia los Pahrak. Estaban por todas partes – demasiados para
contar.
“Reunir las Krana,” se recordó a sí mismo en un murmullo. “Esa es la clave.
Necesitamos esas Krana.”
Pohatu saltó detrás de un Pahrak cercano. Se aferró con fuerza mientras el
Pahrak se agachaba y saltaba, tratando de quitárselo de encima. Sus movimientos eran
lentos y fáciles de manejar – hasta que se dirigió hacia uno de los monumentos, una
elaborada y arqueada piedra tallada.
“¡Oof!” gritó Pohatu al golpear el suelo. “Está bien, ¿Así que quieres jugar sucio,
eh, Pahrak?”
El Pahrak no se fijó en el Toa ni sus palabras. Ya estaba tratando de derribar
otro monumento. Pohatu se quitó el polvo y pasó por delante de la criatura. Se paró al
otro lado de la piedra Rahi y se apoyó contra ella. La gran piedra tembló contra sus
manos mientras el Pahrak la empujaba desde el otro lado.
Respirando hondo, el Toa de la piedra dio un paso hacia atrás y luego saltó
hacia adelante, asestando una potente patada en el centro de la piedra. El gran
monumento se precipitó hacia adelante inmediatamente, y hubo un grito de sorpresa
desde el otro lado.
CRAAAASSSSSSSH - ¡KRUK!
La enorme piedra cayó al suelo – con el Pahrak atrapado bajo ella.
“Lo siento, mi feo amigo,” dijo Pohatu. Dando un paso hacia adelante y
abriendo la placa de la cabeza de la criatura. “Me temo que tienes algo que necesito.”
Levantó cuidadosamente la Krana verde brillante desde dentro. Se alegró de ver que
su forma era ligeramente diferente de la que habían encontrado en Ta-Koro. Bueno –
esa era una más para el conjunto de Krana de los Pahrak que necesitaban.
La puso en su cinturón y saltó de vuelta a la acción, dirigiéndose hacia el
siguiente Pahrak.

Pohatu no estaba seguro de cuánto tiempo había pasado cuando oyó un grito desde
arriba.
“¡Más están llegando!”
Miró hacia arriba y vio que el grito había llegado desde el puesto de vigilancia en
lo alto de las puertas de la aldea, donde un aldeano estaba escaneando el horizonte.
El Toa de la piedra enganchó sus garras de escalada en la puerta y subió al
mirador. Otro enjambre de Bohrok se dirigía hacia la aldea. Eran Lehvak, a juzgar por
su color verde brillante y la forma en la que derretían todo a su camino disparando
ácido de sus garras curvas.
“¿Qué debemos hacer?” preguntó el Matoran.
El corazón de Pohatu se hundió. Aunque había logrado conseguir algunas Krana
más, había sido incapaz de expulsar a los enjambres de Pahrak. Y ahora habrían más…
Pero su voz era firme mientras respondía, “¿Qué más podemos hacer,
hermanito, sino dejarlos venir y combatirlos cuando lleguen aquí?”
Entonces saltó al encuentro de los Lehvak, listo para defender su aldea y a su
gente.
Onua estaba caminando por un túnel que conducía hacia la aldea de Onu-Koro.
Estos Bohrok no se detendrán ante nada hasta que Mata Nui haya sido
completamente arrasada, pensó. ¿Pero, por qué?
Hizo una pausa, oyendo un débil sonido desde algún lugar a la izquierda.
¡CHINNGCH! ¡CHINNGCH! ¡CHINNGCH!
Onua frunció el ceño. Eso no sonaba como alguna excavación o herramienta de
minería que él conociera.
“Bohrok,” murmuró. “Me pregunto ¿Dónde estás? Vamos a ver si podemos
encontrar un atajo.”
Escuchó durante un segundo o dos, y después golpeó con los puños. Atravesó
la pared del túnel, atravesando la tierra sólida. Un momento más tarde irrumpió en
una caverna que se encontraba a unos cientos de metros de las abovedadas puertas de
piedra de Onu-Koro.
El lugar se arrastraba con las oscuras y lisas formas de los Bohrok. Mientras
Onua observaba, un par de las criaturas perforaron una serie de túneles cortos en la
pared del otro lado de la cueva. El muro tembló y se movió.
“¡Hey!” gritó Onua. Pero era demasiado tarde. La pared y el techo se
derrumbaron y cayeron sobre sí mismos, lloviendo los escombros sobre el suelo. Los
Bohrok se trasladaron a otro lugar a pocos metros de distancia. El resto del enjambre
estaba perforando en otros lugares a lo largo de la pared – si Onua no los detenía,
derribarían la caverna entera.
Nuhvok. Así era como el Turaga los había llamado – enjambres de Bohrok que
excavaban profundamente bajo tierra, destruyendo la isla desde adentro hacia afuera.
Saltó hacia adelante, agarrando al Bohrok más cercano. Dejó escapar un silbido
de molestia y lo arrojó.
Sorprendido por la fuerza de la criatura, Onua reanudó su ataque. “No pienses
que puedes escapar con eso.”
Esta vez agarró a la criatura por una de sus piernas, tirándole la cabeza sobre
los talones. La cabeza del Nuhvok golpeó una roca y se abrió de golpe.
“Eso está mejor,” dijo Onua, agarrando la Krana verde brillante que había
dentro y retirándola.
Dejó al Nuhvok y siguió adelante, mirando la Krana que sostenía mientras lo
hacía. Su forma era ligeramente diferente de la que Tahu había retirado a las afueras de
Ta-Koro.
Durante los siguientes minutos, se las arregló para reunir varias Krana más. No
era una tarea fácil – los Bohrok eran fuertes, y cada vez que uno venía a ayudar a otro,
Onua rápidamente se veía superado. Varias veces, sólo las lentas reacciones de los
Nuhvok salvaron al Toa del desastre.
“Esto está tomando demasiado tiempo,” dijo. Mientras hubiese tantos de ellos,
tan totalmente enfocados en la destrucción que no podrían distraerse…
Repentinamente, Onua se puso de pie. Tenía una idea – una forma en la que
podría ser capaz de usar la propia concentración de los Bohrok contra ellos. Mirando
hacia afuera de su túnel, notó que los Nuhvok estaban derribando metodológicamente
la docena de columnas de piedra que ayudaban a sostener el techo de la caverna.
Parecían decididos a destruir cada columna y derrumbar la caverna entera.
Esquivando a las criaturas que se movían lentamente, que lo ignoraban como de
costumbre, Onua corrió hacia el centro de la habitación, donde aún había un grupo de
columnas.
Sólo necesito unos pocos segundos…
Rápidamente cavó una zanja en el suelo, un delgado foso que rodeaba el grupo
de columnas.
Entonces esperó.
No pasó mucho tiempo antes de que varios Nuhvok volvieran su atención hacia
las columnas restantes. Uno se movió directo hacía ellas, deteniéndose al borde de la
zanja en aparente confusión.
Onua saltó hacia adelante y le dio un empujón a la criatura. Dejó escapar un
grito de consternación cuando cayó, deslizándose directamente en la zanja.
“Ahora, veamos si calculé correctamente el ancho,” murmuró Onua.
El Nuhvok cayó a mitad de camino hasta el fondo de la fosa antes de que las
estrechas paredes lo detuvieran. La criatura luchó, agitando sus miembros indefenso.
Pero no sirvió de nada. ¡Estaba atascado entre las paredes de la zanja!
“Esto casi es demasiado fácil,” dijo Onua, dando un paso hacia adelante y
tirando de la cabeza del Nuhvok. Saltó hacia atrás cuando el brazo de la criatura se
balanceó hacia él, casi conectando con su cabeza. “Hey, dije casi,” añadió,
retrocediendo lo suficiente para agarrar la Krana del Nuhvok.
Afortunadamente, los Nuhvok parecían tener más determinación que neuronas.
Varios más cayeron por el mismo truco, y en poco tiempo Onua tenía un set completo
de Krana.
“Allí,” dijo. “Eso no fue tan –”
¡CHIIIIIIIIIIIIIIIIYIYIYI!
Un grito repentino resonó por la caverna, Onua se dio la vuelta y vio a un
pequeño Nuhvok Va acercándose hacia él. Se echó a un lado, preparándose para luchar
contra su ataque.
Pero la criatura lo ignoró. Se detuvo en el medio de la caverna, aun emitiendo
su fuerte chillido. Todos los Nuhvok detuvieron lo que estaban haciendo de inmediato
y se volvieron hacia el Nuhvok Va. Entonces, como si tuvieran una sola mente, todos
se dispersaron en diferentes direcciones. En unos segundos, la caverna estaba vacía por
excepción de Onua.
El Toa de la Tierra los miró sorprendido. ¿Qué los había hecho huir así?
Se apresuró hasta llegar a las afueras de Onu-Koro y miró al otro lado del túnel
que rodeaba a la aldea. Las cavernas que podía ver parecían normales, y Onua dejó
escapar un suspiro de alivio, contento de que su aldea hubiera escapado de los
enjambres.
“¡Whenua!” gritó Onua, llamando al Turaga mientras corría hacia una espaciosa
caverna. “Whenua, ¿Dónde estás?”
El Turaga apareció casi de inmediato. “¡Toa Onua!” gritó con una reverencia.
“Es bueno verte. La gente está preocupada – hemos oído rumores terribles –”
“Lo que has oído es muy probablemente cierto. Los enjambres Bohrok han
surgido, y están en movimiento. Me alegro de ver qué Onu-Koro se ha salvado hasta
ahora. Y tengo la intención de mantenerla así si puedo. Acabo de expulsar a un
enjambre de Nuhvok.”
“Si alguien puede protegernos, Toa Onua, eres tú. El joven Nuparu acaba de
salir a la superficie para ver si –”
“Shh.” Le hizo callar Onua a media frase. ¿Qué fue eso? Había sentido una
vibración, una especie de ruido…
¡SWOOOOOOOOOOOOSH!
Con una ráfaga de sonido y furia, una ola gigantesca rugió en la caverna desde el
siguiente túnel, barriendo aldeanos, piedras y tierra.
Onua fue aventado por la fuerza de la primera ola. Lo estrelló contra las
viviendas de roca detrás de él, y buscó por una agarradera mientras sentía la salvaje
corriente tirándolo de nuevo. Debo – resistir… pensó sombríamente mientras sus
manos se deslizaban sobre una superficie lisa. No podía ver nada – el agua había
movido su máscara, bloqueando su vista. Pero justo cuando sintió su cuerpo siendo
barrido hacia atrás, las manos del Toa de la tierra encontraron una barra de piedra.
Fuera lo que fuese, la apretó fuertemente, rezando para que fuera lo suficientemente
fuerte como para soportar el agua.
Después de varios segundos interminables, el agua retrocedió cuando el
torrente retumbó sobre los túneles más profundos. Onua trepó por la pared de la
cueva para ver mejor el daño. Lo que vio hizo que su corazón se hundiera – el agua no
había tenido mucho efecto en las estructuras básicas, ya que estaban talladas en la
pared de la cueva. Pero todas las decoraciones y toques especiales que los aldeanos
habían añadido a sus viviendas habían sido barridos o destruidos. Los postes de luz
habían sido torcidos, sus piedras de luz dispersas. Todo tipo de escombros flotaban en
la superficie del agua.
Whenua miró desde la puerta donde se había aferrado debido a la ola. “Será
mejor que averigüemos si todos están bien e ir a la superficie. No es seguro estar aquí
– si viene otra oleada de agua, podría llenar esta caverna hasta el techo.”
Onua asintió. “Buen plan. En la superficie, podemos buscar a los otros Toa y a
sus aldeanos. La fuerza de estos enjambres está en su número – necesitamos números
a nuestro favor también.”
Lewa se movió dando saltos hacia Le-Koro, esperando que los Bohrok no
hubieran llegado ya. Sus aldeanos eran valientes y capaces, pero Lewa sabía que sin él
no serían rival para los enjambres Bohrok.
Aterrizando fácilmente en las ramas más altas de un árbol Madu, Lewa miró
hacia adelante. El humo estaba fluyendo perezosamente hacia el cielo desde las
inmediaciones de la aldea.
Al acelerar su paso, el Toa del Aire saltó de árbol en árbol, preguntándose si
debía proteger la aldea ubicada en las copas de los árboles del ataque. Quizás es como
Tahu dice a menudo – la mejor defensa es una buena ofensiva, se dijo Lewa a sí mismo.
Podría reunir a algunos de los mejores vientojinetes del pueblo y hacer un pequeño nubesigilo
para encontrar a los enemigos antes de que ellos nos encuentren.
Una brisa aislada se abrió camino a través de los árboles mientras Lewa se
acercaba a la aldea. Inclinando su cara para sentirla, se lanzó por el aire, atrapando la
brisa y permitiéndole guiarlo suavemente hasta el suelo.
Aterrizó junto a un viejo y retorcido árbol al borde de un claro. Mientras se
enderezaba, se sorprendió al ver que el claro estaba lleno de Le-Matoran. Turaga
Matau estaba de pie al frente de la multitud, Estaba empuñando su bastón Kau Kau
como de costumbre. Pero – ¿Qué era eso en su cara en lugar de su máscara habitual?
Lewa jadeó horrorizado. No sólo era Matau – todos los aldeanos llevaban
máscaras resplandecientes sobre sus rostros, cada una palpitando de un verde
enfermizo a un naranja espantoso. Detrás de los enmascarados Matoran, plumas de
humo acre dibujaban feos patrones en el aire, bloqueando la vista de la aldea.
Matau sonrió mientras caminaba hacia el Toa, la expresión grotesca detrás de la
palpitante y poco familiar máscara.
“Bienvenido, Lewa,” dijo el Turaga con voz monótona. “Te hemos estado
esperando.”
La ruta hacia la aldea de Gali la llevó a través de la cubierta selva de Lewa. Al
entrar en la húmeda sombra bajo el canopy de los árboles, hizo una pausa para
escuchar. Sólo escuchó los sonidos normales de agua goteando y el crujiente viento.
Sin embargo, Gali intuyó que algo no estaba bien en la jungla.
Hay disturbios, pensó con incertidumbre. Extrañas pulsaciones…
Fuera lo que fuera, estaba destruyendo a través de la maleza, dirigiéndose en su
dirección. Un momento después, sintió una ráfaga de calor, y un tronco de un árbol
muerto cercano estalló en llamas.
“Tahnok,” murmuró Gali con desagrado mientras más de una docena de figuras
rojas salían del bosque.
Hizo una pausa, observando mientras uno de ellos espiraba una columna de
fuego en un exuberante árbol Vuata Maca. El intenso calor quemaba las partes del
tronco, pero las ramas goteantes no se prendieron en fuego. Los Tahnok se
estrellaron contra el árbol, pero las profundas raíces del Vuata Maca lo mantuvieron
contra el ataque. Otros miembros del enjambre tenían problemas similares.
“¿Aquí no es tan fácil para ustedes, eh, mis amigos Tahnok? Dijo Gali con
tímido regocijo. “Este lugar no es adecuado para sus travesuras.”
El Tahnok Va a la cabeza del enjambre se detuvo, y por un momento Gali pensó
que pretendían darse la vuelta y atacarla. En su lugar, se mantuvo con su bastón de
fuego en alto. Luego se giró y corrió hacia el noroeste.
“Van a visitar a Pohatu, ¿Verdad?” dijo Gali. “De alguna manera, no creo que él
vaya a apreciar esa llamada social. Quizás yo pueda disminuir su número antes de que
lleguen allí.”
Agarrando una enredadera, se balanceó tras los Tahnok. Cuando aterrizó
frente a ellos, sólo se detuvieron momentáneamente antes de continuar su camino,
con la intención clara de pasar por encima de ella.
Pero la Toa del agua ya estaba reuniendo sus energías, invitando a los
elementos a contestarle. Un momento después, una tormenta cayó sobre los Tahnok,
extinguiendo sus llamas. Las criaturas rechinaron sus dientes furiosamente, corriendo
bajo los árboles para refugiarse. Pronto, la tierra ya pantanosa estaba empapada y
suave.
El Tahnok a la cabeza del enjambre corrió hacia un lugar particularmente
pantanoso. Gali contuvo el aliento, esperando ver si su plan funcionaría. Mientras el
Tahnok daba otro paso, sonrió mientras él comenzaba a hundirse, sus poderosas
piernas atrapadas por el absorbente y húmedo suelo.
La criatura chilló molesta, luchando para liberar su pierna. Al hacerlo, la otra
pierna quedó atrapada en el fango. Pronto quedó atrapada, incapaz de avanzar o
retroceder. Cada vez que lo intentaba, sólo se hundía más profundamente.
Ahora sería fácil para Gali recuperar su Krana. Envolvió una robusta enredadera
alrededor del Tahnok y levantó su cabeza.
Pronto estaba sosteniendo la Krana en su mano. Se sentía calida y viva, a
diferencia del Tahnok mismo, que había dejado de luchar tan pronto la Toa agarró su
Krana.
“Ya veo,” murmuró pensativa, mirando al Tahnok. “Los Bohrok en sí no viven
realmente – simplemente son vehículos para la verdadera fuerza vital de las Krana.”
Gali no perdió más tiempo. Corrió por la costa, ansiosa por ver lo que estaba
sucediendo en su aldea. Resolvió que una vez que se hubiese asegurado de que sus
aldeanos estuviesen a salvo, volvería con los otros Toa. Tal vez juntos pudieran
encontrar una forma de detener la invasión de los Bohrok – antes de que no quedara
nada que proteger.
Lewa tropezó con una raíz Bula, casi cayendo al suelo. Gruñó de rabia,
Desorden. Todo era un desorden – estas raíces, estos árboles, las hojas, las ramas, los
tallos y los troncos. El agua y las rocas. El suelo, el fango, la esponjosa tierra debajo de
todo lo demás. Todo ello. Todo tenía que irse.
Limpiarlo. Las palabras resonaban en su cabeza, claras, fuertes y acertadas.
Limpiarlo todo. Debe ser limpiado.
“Debe ser limpiado,” murmuró Lewa.
Parpadeó, confundido por el sonido de su propia voz. ¿Qué acababa de decir?
Debe ser limpiado. ¿Qué significaba eso? No tenía sentido.
Es una – una búsqueda de algún tipo, pensó lentamente. Un deber. Pero pensé –
pensé que ya tenía una búsqueda. Un deber. Algo que se suponía que – se suponía que –
A medida que sus pensamientos se perdían en la perplejidad, se sorprendió al
notar que ahora sostenía la raíz del árbol – con la que se había tropezado – en sus
manos. ¿Cómo había sucedido eso? Miró hacia abajo y vio el agujero en la tierra de
donde había sido arrancada la raíz.
¿Yo hice eso? Se preguntó inseguro. ¿Por qué?
Antes de que pudiera encontrar una respuesta, se encontró levantando los
brazos. Un momento después, una tempestad de aullidos se estaba arremolinando en
torno a él. El viento arrancó el árbol Bula del suelo y lo arrojó a un lado.
Limpiarlo todo, pensó Lewa, continuando. Debe ser limpiado.
Mirando abajo hacia la palpitante Krana dentro de la brillante cabeza roja del
Tahnok, Kopaka luchó contra un estremecimiento – no de frío, porque el Toa del
Hielo nunca siente frío. En cambio, se estremeció ante el recuerdo de lo que estas
criaturas le habían hecho a su tierra intensamente hermosa.
Después de dejar a los demás, se había apresurado hacía su aldea, Ko-
Koro. Gracias a su ubicación oculta debajo de un enorme campo de hielo, los Bohrok
no habían llegado a ella aún.
Pero cuando Kopaka exploró la región más adelante, rápidamente se dio cuenta
de que era demasiado tarde. Los Bohrok ya estaban ahí. El Puente de los Tres
Hermanos, un puente de hielo que se extiende sobre un profundo abismo entre tres
glaciares, estaba derretido en un charco.
Cerca, un valle una vez cubierto de flores de musgo de nieve había sido
carbonizado, dejando sólo un negro agujero en el suelo para mostrar dónde habían
estado.
Una palabra se había quemado en la propia mente de Kopaka ––– Tahnok.
Kopaka había rastrado a los Tahnok hasta las laderas del Monte Iho. Había
batallado al enjambre con cada gota de poder que tenía, logrando eventualmente
congelar el escudo de fuego de uno en un bloque de hielo mientras los demás se
dispersaban en busca de blancos más fáciles.
Pero era solo cuestión de tiempo antes de que los Bohrok irrumpieran en Ko-
Koro y terminaran lo que habían empezado – derretir la aldea como si nunca hubiera
estado allí. Kopaka había tenido la tentación de quedarse con los aldeanos y
conducirlos a la batalla. Pero había decidido que si los otros Toa habían descubierto
alguna información importante sobre el enemigo, él debería estar seguro de
averiguarlo.
Había ido primero a Po-Wahi, permaneciendo allí sólo el tiempo suficiente para
prestarle ayuda a Pohatu, Gali y Onua, que se defendían de un enjambre de Tahnok.
Ahora iba a ver si Tahu estaba bien.
¿Quién habría adivinado que yo estaría cuidando a los otros? Pensó con una sonrisa.
Mientras continuaba su camino, vio una criatura roja a lo lejos – muy similar a
un Tahnok en apariencia, pero bastante más pequeño. Era una de las bestias más
pequeñas y más agiles conocidas como los Bohrok Va, que actuaban como
exploradores y mensajeros.
Kopaka miro a su alrededor, esperando ver al resto del enjambre en algún lugar
cercano. Pero no había otra señal de movimiento – sólo el solitario Tahnok Va
escalando por la montaña hacia la parte interior de la isla.
“Extraño,” se dijo Kopaka, observando a la criatura con curiosidad. “Me
pregunto a dónde está yendo por sí mismo,”
Esquió por la ladera, manteniendo a la vista al Tahnok Va. El reunirse con Tahu
podía esperar – por ahora, parecía más importante ver a dónde se dirigía esa criatura.
Pronto, el Tahnok Va condujo a Kopaka a través de las laderas del Monte Iho
en el área de las rocosas y frías llanuras entre Ko-Wahi y Le-Wahi. Continuó hasta que
llegó a una zona plana y baja llena de enormes rocas.
¿Qué está haciendo? Se preguntó Kopaka, manteniéndose fuera de vista detrás
de un peñasco.
¡CHKCHKCHKCHKCHK!
Kopaka giró justo a tiempo para esquivar una nociva corriente de líquido verde
amarillento. La corriente en su lugar golpeó un grupo de rocas y, en segundos, las
rocas sólidas se habían derretido en nada más que un vapor verdoso.
Ácido, pensó sombríamente Kopaka. Así que estos son los Lehvak.
Los Bohrok de color verde se acercaban hacia él, destruyendo todo en su
camino con chorros de su mortal ácido. Kopaka levantó su espada de hielo,
preparándose para defenderse.
Pero los enjambres no tenían interés en él. Avanzaron hacia el este directo
hacia la línea de copas de los árboles visibles a la distancia.
Están llevando su plaga a las tierras de Toa Lewa, pensó Kopaka. Espero que esté
preparado para encontrarse con ellos.
Se giró para para comprobar el progreso de la criatura roja que estaba
siguiendo. Pero, ¿Dónde estaba? El Tahnok Va no podía ser visto en ninguna parte.
Kopaka escaneó el horizonte, desconcertado y molesto. No había manera de
que la criatura pudiera haberse perdido de vista tan rápido – no en esta zona casi
abierta. ¿A dónde había ido?
Saltó hacia el peñasco más alto de la zona, escaneando todo el suelo rocoso. Se
concentró en un grupo de rocas especialmente grandes, que formaban una especie de
anillo – como un círculo de fogatas para gigantes. Ahí. Era el único lugar donde el
Tahnok Va podría estar escondido.
Saltando fácilmente hacia otra gran roca, Kopaka mantuvo su mirada fija en el
círculo de rocas.
Allí, pensó, girando la cabeza para centrarse en un destello de movimiento hacia
el oeste. ¿Qué fue eso?
Se detuvo y miró fijamente. El movimiento vino de nuevo – un destello de luz
solar contra un bronce pulido. Una pequeña criatura apareció a la vista – un Pahrak Va.
El Pahrak Va rodó sobre el suelo rocoso, dirigiéndose directamente hacia el
círculo de enormes rocas. Un momento después, se metió en una enorme hendidura
entre las dos rocas más grandes y desapareció. Kopaka esperó, pero no hubo más
señales de la criatura.
Kopaka sabía que con cada segundo, los Bohrok estaban destruyendo aún más
Mata Nui. Pero necesitaba saber lo que estos Bohrok Va estaban haciendo. Así que
esperó. Y esperó. A diferencia de algunos de los más impulsivos Toa, Kopaka entendía
muy bien que no siempre era conveniente tener prisa.
Su paciencia dio resultado. Pronto más Bohrok llegaron y desaparecieron
dentro del círculo de rocas.
Muy bien, pensó al fin Kopaka. Ahora debe haber por lo menos media docena en
ese círculo. Creo que es hora de ver lo que están haciendo allí.
Se levantó y miró hacia el suelo, considerando la distancia. Entonces se preparó
para saltar – pero se detuvo en shock con un pie en el aire.
¡Bohrok! Docenas y docenas de ellos salieron corriendo del círculo de rocas,
dispersándose en todas direcciones.
Kopaka parpadeó, preguntándose si sus ojos le estaban jugando una broma.
Pero no – justo debajo de la roca donde se encontraba, un enjambre de Tahnok pasó
tan cerca que pudo sentir el calor que salía de sus brillantes cuerpos rojos.
Por supuesto. Tenía que haber algún tipo de cueva o túnel en el centro de esas rocas.
¿Pero un túnel hacia dónde…?
El torrente de Bohrok se detuvo tan repentinamente como había comenzado.
Momentos después, las criaturas habían desaparecido, cada enjambre se dirigió a una
región diferente de Mata Nui.
Kopaka sabía lo que tenía que hacer. Saltando hacia el suelo, caminó hacia el
círculo de rocas.
Cuando llegó allí, se dio cuenta de que las rocas eran aún más grandes de lo
que parecían a lo lejos. Incluso la más pequeña se alzaba por sobre su cabeza.
Caminando alrededor del círculo, Kopaka pronto detectó una entrada quemada
directamente a través de una de las rocas, lo suficientemente grande como para que
varios Bohrok pasaran de lado a lado.
Caminó a través de él, con su espada de hielo lista. Pero quedó en estado de
shock cuando lo vio.
Un túnel.
No sólo un túnel, sino un enorme abismo abierto en el suelo. Se hundía
directamente en la tierra, sin estrecharse ni inclinarse antes de que sus profundidades
se perdieran en la oscuridad.
Y todo alrededor de las paredes, trepando a lo largo de canales escarpados
tallados en la piedra, eran más Bohrok. Docenas de ellos – no, cientos. Diez veces más
grande que cualquiera de los enjambres que había visto. Aquí y allá, un Bohrok Va
escurrió hacia abajo en la oscuridad, pero el resto se movía en una sola dirección –
hacia arriba, hacia la superficie. Hacia las indefensas tierras de Mata Nui.
Kopaka tragó saliva. No era lo que esperaba encontrar. Y esto cambiaba
todo…
Estaba tentado a bajar por esos ásperos y estrechos senderos para buscar
algunas respuestas – pero no. Había demasiados de ellos para Kopaka. Necesitaba
encontrar a los otros.
Solo esperaba que no fuera demasiado tarde.
Onua caminaba con paso firme por los desechos rocosos cerca de la frontera
sur de Po-Wahi, preguntándose cómo volvería la batalla a Po-Koro. Después de
reunirse con Pohatu y Gali y ayudarles a colocar una trampa para un enjambre
merodeador de Tahnok, los había dejado para activar la trampa por ellos mismos.
Kopaka ya había pasado a revisar a Tahu, lo que dejaba a Lewa siendo el único Toa
desaparecido. Onua se había puesto a buscarlo.
Espero que Lewa esté bien, pensó Onua con un destello de preocupación. Puede
ser tan impulsivo – actuando sin pensar, poniendo el coraje ante la precaución. Y estos
enjambres Bohrok no son algo para que un Toa se les enfrente solo, no importa cuán audaz y
fuerte sea.
Ese hecho se hacía cada vez más claro. A dondequiera que volteaba, Onua veía
más de los enjambres Bohrok – o la destrucción que habían dejado tras ellos. Las
criaturas parecían no dejar nada intacto, desde los complacientes árboles, hasta los ríos
y hasta la tierra misma.
No se lo había admitido a los demás, pero Onua estaba realmente preocupado
por el Toa del Aire. Lewa se había ido hace mucho tiempo – Onua estaba empezando
a preguntarse si no había sido una tontería separarse en primer lugar.
Convocando al poder de su máscara Kanohi para una mayor velocidad, pronto
llegó a la región cerca de Le-Koro. Redujo la velocidad y miró a su alrededor, notando
el follaje carbonizado y árboles arrancados por todos lados. También notó varios
charcos humeantes y verdosos en el suelo.
“Ácido,” murmuró, no gustándole lo que esto podría significar.
Avanzo con cuidado, con sus sentidos alerta. Lo último que quería era que los
Bohrok lo tomaran por sorpresa.
Repentinamente, Onua se detuvo, viendo algo dorado brillante a la luz del sol.
Era una máscara Kanohi – la máscara de Lewa, tendida en el suelo abandonada.
Se inclinó para recogerla, sin gustarle lo que esto podría significar.
Caminó hacia las afueras del pueblo ubicado en las copas de los árboles. A
medida que se acercaba, Onua se percató de un sonido en algún lugar más adelante.
Onua dio un paso cauteloso, luego otro. Esta jungla me pone nervioso, pensó.
Todo lo que tengo que hacer es encontrar a Lewa, y entonces puedo salir de aquí.
“No creo que vaya a ser tan fácil,” dijo una metálica y fría voz directamente
detrás de él.
“¡Lewa!” jadeó Onua – justo mientras una poderosa ráfaga de viento lo tiro
volando al piso.
“Sorpresa,” se burló Lewa a través de la palpitante máscara Krana. “Escuché
que me estabas buscando. ¡Así que aquí estoy!”
Onua se quedó sin habla – era Lewa, pero éste no era el Lewa que conocía. El
Toa del Aire llevaba una nueva máscara ahora – la Krana de los Bohrok – y detrás de
ella, sus ojos ardían con furia.
“No intentes luchar conmigo, Onua. No puedes ganar. Somos demasiado
fuertes.”
Quizás debería excavar debajo de él, pensó Onua con incertidumbre. Si puedo
hacerle perder el equilibrio el tiempo suficiente para poner mis manos en esa Krana…
“Sólo ve e inténtalo, gusano de tierra,” dijo Lewa con una carcajada. No había ningún
indicio del verdadero Lewa en esa voz. “Encontrarás que el terreno aquí es un poco
más pantanoso que en tus agujeros de gusano en Onu-Wahi. También me encontrarás
un poco más rápido que un gusano.”
“¿Qué – tú – tú lees mis pensamientos, Lewa?” tartamudeó Onua de sorpresa.
Krana Lewa rió entre dientes. “Soy un Bohrok Za líder de escuadrón,” dijo.
“Mis poderes telepáticos están destinados a comunicarse con mi enjambre. Pero tus
pensamientos son tan lentos y transparentes que puedo leerlos sin ningún esfuerzo.”
Onua frunció el ceño. Sus posibilidades no se veían bien en este momento. La
criatura ante él no sólo tenía la crueldad de los Bohrok, sino también la fuerza y el
conocimiento de Toa Lewa. Parecía una combinación invencible.
Pero he enfrentado muchos desafíos invencibles antes y prevalecido, se recordó a sí
mismo. Tal vez si abordo las cosas de otra manera…
“No hay otra manera,” silbó Lewa, saltando hacia adelante.
No había manera de que Onua pudiera esquivarlo a tiempo. Fue arrojado hacia
atrás y aterrizó contra un tronco de un árbol con un ruido sordo. Cuando vine
buscando a Lewa, no pensaba que encontrarlo sería tan doloroso, pensó, moviendo la
cabeza para despejarla.
Cuando se puso de pie, vio a Lewa observándolo. El cuerpo de Lewa se
retorció repentinamente, como si luchara contra sí mismo. “¡Onua, vete de aquí – por
favor! exclamó Lewa, el auténtico Lewa. “Huye antes de que me veo obligado a
hacerte daño.”
“Creo que tengo una mejor idea,” murmuró Onua.
Saltó hacia adelante, aplastando el suelo con sus puños. Una gran ola de tierra
se elevó como una ola de marea, precipitándose hacia la Krana Lewa.
Pero el infectado Toa fácilmente dio un salto mortal sobre el paso del
terremoto. “Vete mientras aún hay tiempo,” gritó Lewa, con su voz llena de dolor.
“¡Puedo sentir el poder incrementando! Incluso tu fuerza no será capaz de derrotarme
pronto.”
Onua no estaba seguro de que intentar a continuación. Lewa era fuerte en
batalla – demasiado fuerte. No estaba seguro de poder derrotarlo. Pero ciertamente
no iba a permitir que esa – esa cosa Krana se diera cuenta.
¿O tenía razón al pensar en Lewa de esa manera? No importaba lo que pudiera
llevar en su cara, bajo la máscara aún era Lewa – un Toa, un amigo, un héroe.
“Sé que la Krana controla tu cuerpo,” le dijo calmadamente a Lewa, bajando los
brazos a sus lados. “Pero no tu voluntad. Si es tan fuerte que puede hacerte dañar a un
amigo, entonces adelante. No me defenderé. Pero te conozco, Lewa. Y sé que eres
más fuerte que este – este parásito.”
Estirando la mano, tomó la mano de Lewa con la suya. Miró fijamente a los ojos
de su amigo – mirando más allá del enfermizo resplandor rojizo de la máscara Krana,
buscando bajo ella al verdadero Lewa.
“Eres un Toa,” terminó simplemente Onua. “Demuéstrate digno del nombre.”
Y esperó a ver qué pasaría.
Tahu estaba inusualmente silencioso mientras él y Kopaka subían las laderas en
la base del volcán. Aunque no le gustaba admitirlo, el Toa del Fuego estaba un poco
impresionado por lo que el Toa del Hielo acababa de mostrarle – un nido de Bohrok.
Tahu había estado listo para atacar inmediatamente al túnel, pero Kopaka lo había
convencido de esperar. Era el momento de unir fuerzas con los otros Toa.
Supongo que tenía razón acerca de eso, pensó Tahu con una mueca. Odio cuando
tiene razón.
¿Cuánto tiempo había pasado desde que los Bohrok habían aparecido por
primera vez? Tahu no estaba seguro; había estado demasiado ocupado luchando contra
ellos para seguir la cuenta. Todo lo que sabía era que parecía haber un número
interminable de enjambres y que sus ataques estaban cobrando un daño en Mata Nui.
Pasaron por un trozo de hielo que salía de las rocas justo por delante.
Claramente, los Kohrak habían estado por aquí. Tahu esperó hasta que llegaron al nivel
del trozo helado, luego apuntó su espada, volando el hielo con lava.
Kopaka le lanzó una mirada ilegible. “Pronto vamos a necesitar todo nuestro
poder,” comentó. “No lo desperdicies.”
Tahu frunció el ceño. “¿Desperdiciar?” dijo. “Lo único que desperdicias es tu
aliento cuando me dices que hacer.”
“Sí, parece que sí,” respondió Kopaka con frialdad. “El Toa del Fuego no
escucha a nadie más que a sí mismo.”
El ceño de Tahu se profundizó. “¿Se supone que eso es un insulto?” dijo.
“Porque yo –“
Antes de que pudiera terminar su réplica un grito salió desde debajo de la
cuesta.
“¡Hermano Tahu! ¡Hermano Kopaka! ¡Ahí están!”
Tahu nunca se había alegrado tanto de oír la voz de Gali. Se dio la vuelta y miro
por la ladera. Dos figuras se apresuraban hacia ellos.
“¡Saludos, hermanos!” gritó Pohatu. “Te alegrará saber que al menos un
enjambre de Tahnok ya no existe. ¿Qué noticias tienen de su parte?”
Tahu chocó su puño contra el de Pohatu, luego con el de Gali. “Serias noticias,”
dijo. “Kopaka rastreó a uno de los Bohrok Va de regreso a su nido.”
“¿Nido? Repitió Gali con curiosidad. “¿Pero cómo puede ser eso?” Los nidos
son para aves, reptiles y otros seres vivos, mientras que los Bohrok no viven
realmente. Ellos sólo son –“
“– Vehículos para las Krana que llevan dentro,” terminó Tahu por ella con un
movimiento de su cabeza. “Si, también nos dimos cuenta de eso. Pero ¿No lo ven? Los
Bohrok y las Krana surgen de este nido. Eso significa –“
“– Que surgen de Mata Nui mismo.” Esta vez fue Pohatu quien terminó la frase.
“No son invasores de otro lugar, sino criaturas de la isla como todas las demás.”
“Correcto.” Gali miró a los otros Toa a la vez. “Entonces, ¿Por qué están
tratando de destruir su propia tierra?”
Nadie tenía una respuesta para eso. Finalmente, Tahu se encogió de hombros.
“No es necesario que los entendamos,” señaló, brotando en él la impaciencia como
lava. “Sólo necesitamos detenerlos. Entonces, ¿Qué estamos esperando?”
“Onua y Lewa,” respondió Kopaka. “¿Dónde están?”
“Nadie ha visto a Lewa desde que nos separamos en Ta-Koro,” dijo Pohatu.
“Onua fue a buscarlo, pero no lo hemos visto desde entonces.”
Tahu estaba listo para la acción. “Así que vamos a enviar un grupo de búsqueda,
o –“
“No hace falta, hermano Tahu,” dijo una voz de atrás de una gran y aflorada
piedra. Un momento después, Lewa salto a la vista. Se apresuró hacia los demás.
“¡Lewa!” gritó de alivio Gali. “¿Estás bien? Pareces un poco –extraño.”
“Y no es de extrañarse,” sonó la familiar voz de Onua justo detrás de Lewa.
“Esperen hasta que sepan cual es el problema en el que se ha metido nuestro
pretensioso hermano.”
Tahu miró a Lewa, esperando una broma u otro alegre comentario, pero el
Toa del Aire parecía inusualmente sombrío.
“Sí, supongo que todos deberían saberlo,” dijo Lewa. “En caso – bueno, por si
acaso algo fuese – fuese a pasar.”
“¿De qué estás hablando, Lewa?” preguntó Gali con preocupación. “¿Has tenido
problemas con los Bohrok en Le-Wahi?”
“Podría pedirse,” dijo Lewa en voz baja. “No sólo yo, también. Le-Koro – Le-
Koro ya no existe.” Inclinó la cabeza.
Tahu no estaba seguro de qué decir. Estaba acostumbrado a que Lewa fuese el
poco serio de todos ellos, el alegre que no tomaba nada en serio. Verlo así era
inquietante, por decir poco. “¿Qué pasó?” preguntó bruscamente, mientras el silencio
se extendía incómodamente.
“Fueron los Lehvak,” contestó Onua. “Capturaron a los Le-Matoran y los
infectaron reemplazando sus propias máscaras por Krana. Y cuando Lewa los encontró
así… Bueno, tal vez sea mejor que cuentes el resto, hermano Lewa.”
Lewa parecía incómodo. “Yo – me dijeron que sólo era para físicamente
hacerlos caer en una trampa, que necesitaban la fuerza de un Toa para quitar la
máscara Krana de sus rostros. Yo les creí. ¿Por qué no debería? No está en la
naturaleza de un Matoran el falsohablar.”
“A menos que sea en interés de una broma práctica” murmuró Tahu en voz
baja. Cuando Lewa lo miró, se aclaró la garganta. “Er, quiero decir, ¿No recuerdas lo
que dijo el Turaga? ¿Que las Krana, cuando la llevas puesta, podría robar la mente –
incluso la de un Toa?”
“Lo recuerdo ahora,” admitió Lewa. “En ese entonces no lo hacía. Estaba
demasiado rápido dispuesto a ayudar. Y así salté directo a la ayudatarea, y antes de que
lo supiera, mi máscara Kanohi fue rápidoarrebatada por un lado, mientras que por el
otro, alguien deslizó la Krana sobre mi rostro. Al momento que me di cuenta, era
demasiado tarde. Yo era… uno de ellos.”
Tahu no estaba seguro de qué pensar. ¿Cómo pudo pasar eso? Se preguntó
inquieto. ¿Cómo podría un común Matoran – incluso un grupo de ellos, incluso con la astucia
de los Bohrok guiándolos – dominar a un Toa? Sacudió su cabeza. No habría sucedido si
hubiera sido yo.
Miró a los demás. Gali y Pohatu estaban intercambiando una mirada de
preocupación. Kopaka estaba mirando a Lewa atentamente, como si tratara de
disecarlo con su mirada.
Onua era el único que parecía relajado. “No se vean tan molestos, hermanos y
hermana,” dijo. “Al final, el hermano Lewa venció al poder de la Krana por su cuenta.
Yo estuve frente a él, permitiéndole elegir su propio destino – y el mío. Y tenía razón.
Su voluntad fue lo suficientemente fuerte como para vencer el veneno de la Krana.”
“Sólo porque ofreciste tu fuerzamental para ir con la mía,” dijo Lewa en voz
baja. “Sin eso, nunca podría haber encontrado una forma de liberarme.”
“Eso es lo que suele ocurrir, ¿Verdad?” Señaló Gali. “Incluso cuando un
enemigo es demasiado fuerte para que uno lo enfrente solo, juntos podemos
encontrar una forma de prevalecer.”
“Sí,” dijo Kopaka. “Y nuestra prueba más grande de esta unidad viene ahora –
como bajamos al nido.”
“¿Nido?” repitió Onua. “¿Qué nido? ¿De qué estás hablando?”
Los otros rápidamente le informaron sobre lo que Kopaka había descubierto.
Onua asintió con la cabeza mientras escuchaba la descripción de Kopaka y Tahu.
“¿Qué hay de las Krana?” preguntó cuándo terminaron. “¿Tenemos todas las
que necesitamos?”
Los seis Toa rápidamente sacaron las Krana que aún llevaban. No pasó mucho
tiempo para determinar que habían recogido más que suficientes.
“Esa es la Krana Za,” dijo Lewa, mirando fijamente a una de las Krana. “Esa es la que
me estaba – la que me estaba infectando, quiero decir.”
Gali lo miró con preocupación. “Sí, es la que te infectó,” dijo. “Pero nunca
pienses que es lo que eras. Nunca pienses que te convertiste en un Bohrok, porque no
lo hiciste.”
“Gali tiene razón,” agregó Pohatu. “Lewa, sea lo que sea lo que hayas pasado,
es hora de olvidarte de eso y enfocarte en lo que está por delante. Necesitaremos
todo nuestro entendimiento sobre nosotros – no distracciones.”
“Sí, está bien,” dijo Tahu impacientemente, no le gustaba pensar demasiado
sobre la “infección” de Lewa. Lo ponía incómodo – como si algo extraño hubiera
aparecido repentinamente entre ellos. “Ahora vamos. Bajemos a ese nido y veamos si
podemos averiguar lo qué se supone que debemos hacer con estas Krana.”
“¿Cómo sabemos, que se supone que debemos llevarlas bajo tierra, al nido?”
preguntó Gali.
Tahu se encogió de hombros. “¿Cómo sabemos qué no?”
“Pero aún no sabemos nada de ellas,” añadió Onua con preocupación. “Ni
siquiera sabemos por qué quieren destruir las cosas, o por qué eligieron este
momento para aparecer, o –“
“Makuta,” interrumpió Lewa repentinamente. “Fue Makuta. Él liberó a los
muchos enjambres cuando intentamos despertar a Mata Nui. Aún no era el momento
adecuado, el momento que había planeado – pero él los despertó prematuramente,
esperando detenernos."
“¿Qué?” lo miró fijamente Pohatu. “¿Cómo sabes eso?”
Lewa se encogió de hombros. “No lo sé,” dijo simplemente. “Solo lo sé.”
Tahu asintió, entendiendo repentinamente. La máscara infectada – la Krana –
debe haber transferido parte del conocimiento de los Bohrok al cerebro de Lewa.
Pero si ese conocimiento permaneciese, ¿Qué más podría persistir?
Los demás siguieron discutiendo posibles cursos de acción. Kopaka y Lewa se
mantuvieron casi en silencio, pero los otros tres intercambiaron posibilidad tras
posibilidad.
Mientras escuchaba, Tahu podía sentir la impaciencia brotando dentro de él.
“¡Vamos!” gritó, interrumpiendo la sugerencia de Pohatu para reunir a los Turaga por
un consejo para que buscaran algún conocimiento adicional que pudiera existir en las
antiguas leyendas. “Podemos quedarnos aquí todo el día mientras los Bohrok
continúan destruyendo nuestra isla y poniendo en peligro a nuestra gente. ¡O podemos
tomar acción!”
“Tahu tiene razón,” habló por fin Lewa. “Deberíamos ir rápidamente al
enjambre. Es la única manera.”
A pesar de que estaba contento con el apoyo, Tahu una vez más tuvo que
luchar contra un estremecimiento de malestar. ¿De verdad este apoyo venía de Lewa,
el impulsivo? ¿O provenía de la mente del enjambre, atrayéndolos a una trampa?
Onua miró al grupo. ¿Alguien tiene alguna objeción al plan de Tahu?
Hubo un momento de silencio. Gali y Kopaka intercambiaron una mirada, pero
ambos guardaron silencio.
“Entonces está decidido,” dijo Onua. “Enfrentaremos a los Bohrok en su nido.”
Tahu asintió con la cabeza. “No podemos permitir que los Bohrok pongan en peligro a
nuestra gente por más tiempo.”
“No,” les recordó Lewa. “Los Bohrok no son el verdadero enemigo. Es la
Krana a la que debemos derrotar. Ellas tienen un propósito, una misión – es el por qué
existen.”
Pohatu se encogió de hombros. “Entonces pueden decirnos todo eso mientras
se van de la isla.”
Los seis Toa no perdieron tiempo en adentrarse en la boca del nido. Bajaron
por sus empinadas paredes rocosas, evitando a los emergentes Bohrok siempre que
fuera posible y luchando contra ellos cuando no. Su progreso era agonizantemente
lento, pero eventualmente dejaron atrás el resplandor de la luz del día y se
encontraron en un grande y liso túnel que conducía profundamente en la tierra.
La oscuridad los tragó. Ocasionalmente un grupo de Bohrok se apresuraba a
pasar. Presionando contra las paredes, los Toa evitaron atraer su atención. Aunque
odiaban la idea de que más enjambres Bohrok aparecieran en Mata Nui, sabían que su
energía podría ser necesaria para lo que encontraran al final del túnel.
Tahu se encontraba caminando detrás de Onua. Lewa y Kopaka que estaban
caminando juntos delante del grupo, con Pohatu y Gali caminando justo detrás de
ellos.
“Mantén un ojo en Lewa,” murmuró Tahu a su acompañante.
“¿Crees que sigue influenciado por el enjambre?” preguntó Onua, mirando
hacia adelante.
“No sé que pensar. Pero no podemos permitir que nada interfiera en nuestra
misión.”
Onua rió entre dientes. “Lewa diría que suenas como un Bohrok, amigo mío.”
Tahu no se molestó en responder. En cambio, se apresuró a advertir a Pohatu
que no bajara la guardia entorno a Lewa.
Unos minutos después, se escuchó un sonido chirriante mientras Pohatu pasaba
su mano por la pared del túnel. “¿Lo han notado?” comentó, lo suficientemente alto
para que todos lo oyeran. “Esta pared del túnel – es lisa. Ningún Matoran cavó esto. O
algún Bohrok, por cierto.”
“¿Estás seguro?” preguntó Gali.
“Gali, si hay algo de lo que sé, es de la piedra,” le recordó Pohatu. Su voz
mantuvo su habitual tono ligero, pero había un transfondo de preocuación. “Creo que
algo está muy mal aquí.”
Gali no respondió. Pero sea lo que sea, podemos manejarlo, pensó ella. Al menos,
espero que podamos.
Justo en ese momento Tahu gritó algo desde el frente del grupo. “¿Qué fue
eso?” le preguntó Gali a Pohatu.
“Una abertura,” respondio el Toa de la Piedra. “Tahu bajara a investigar.”
Gali asintió, observando como el Toa del Fuego saltaba desde el borde de una
abertura en el piso. Avanzando con los demás, miró por encima del borde del túnel.
¡KA-BLAMMMMM!
Repentinamente, una puerta de piedra se deslizó por la abertura y se cerró de
golpe. Bloqueando a Tahu de la vista.
“¡Tahu!” gritó Onua. “Está atrapado ahí abajo.”
La expresión de Pohatu era sombría. “Y nosotros podríamos estar atrapados
aquí arriba.”
Los Toa pasaron el siguiente instante o el segundo intentando hacer pedazos su
camino a través de la pared. Pero se negaba a ceder, incluso después de los golpes de
Onua y de las más devastadoras patadas de Pohatu.
Dejados atrás sin la espada de Tahu, el resto de ellos debía haber estado de pie
en la oscuradad. Kopaka fue el primero en notar que aún había un resplandor rojizo
encendido en el túnel. Señaló.
“¡Lava fundida!” gritó.
Volteando, Gali vio que el Toa del Hielo estaba en lo cierto. Una enorme bola
de fuego estaba viniendo sobre ellos, llenando el túnel con su rugiente y mortal
energía. Ella desesperadamente comenzó a tirar agua desde el aire a su alrededor,
sabiendo que probablemente era demasiado tarde. El único que podría ser capaz de
detener la lava ahora era –
“¡Quédense atrás!” gritó Kopaka. “Mi hielo puede mantener a raya la lava por
unos momentos.”
Apuntó su espada de hielo, congelando la lava sólida. Gali exhaló un suspiro de
alivio, aunque sabía que Kopaka tenía razón – su defensa sólo duraría unos minutos.
Pohatu y Onua seguían intentando romper la pared que los separaba de la
armadura. Golpearon contra la pared con un poder que podría arrasar una montaña.
Aún así, la pared ni siquiera tenía un rasguño estropeando su lisa superficie.
“No se rompe,” gritò repentinamente Lewa. “¡No se rompe porque no está
allí!”
“¿Qué?” jadeó Pohatu sin aliento.
Lewa agitó sus brazos, un indicio de su antigua exuberancia rompiendo a través
de él. “No hay nada que tú y Onua no puedan derribar,” exclamó. “¡Así que si este
muro aún sigue en pie, no puede ser real! ¡Déjen de creer en él – y desaparecera!”
Con eso, paso un brazo directamente a través de la sólida pared. Pohatu
parpadeó, apenas creyendo sus ojos. ¿Cómo podría ser esto? Golpeó la pared,
sintiendo que el impacto sacudía todo su cuerpo mientras su puño rebotaba en la
impenetrable superficie. Entonces volvió a mirar a Lewa, que había desaparecido a
medio camino de la “pared” para entonces.
No podía ser – y sin embargo lo era. ¡El muro no era más que una ilusión! De
todos modos, ¿Con qué clase de criaturas estamos lidiando aquí? Se preguntó Pohatu, un
escalofrío de pavor corría a través de él.
Notando que los otros cuatro Toa habían desaparecido a través de la pared,
Pohatu respiró hondo. Si ellos podían hacerlo, él también podía hacerlo.
Apártate, pared, pensó con una triste sonrisa. Si no puedo pasar a través de ti con
mis puños y pies, supongo que de esta manera lo haré.
Confiando en la sabiduría de sus compañeros, se lanzó contra la pared. Esta
vez, en vez de rebotar, paso directamente a través de ella.
Se encontró de pie con los otros en una pequeña cámara iluminada por un
extraño resplandor verdoso.
“¿Qué hay de Tahu?” dijo Onua. “No podemos dejarlo allí atràs.”
Los otros estuvieron de acuerdo. Pero antes de que pudieran resolver qué
hacer, Lewa señaló que el suelo se estaba poniendo caliente. ¿Era más lava? O –
“Todos abajo,” gritó Kopaka. “¡AHORA!”
Kopaka rara vez daba una orden, pero esta vez no había pasado por alto su
tono urgente. Todos se tiraron al piso – justo cuando la caverna explotaba a su
alrededor.
Suciedad, piedra y lava volaban en todas direcciones. En el medio de eso había
una figura alta y roja.
“¡Tahu!” gritó Lewa. “¿Estás bien?”
Tahu asintió con la cabeza. Entonces, un poco sin aliento, explicó que había
usado su espada para calentar el aire en la caverna donde había estado atrapado – el
corazón mismo del nido de los Bohrok. La presión del aire había estallado por
completo el nido, dispersando al resto de los Bohrok hasta los extremos de los
túneles.
Antes de que los demás pudieran enteder lo que eso significaba, sintieron que
el piso cedia bajo ellos. El suelo de la caverna crujió y se partió.
“Uh-oh,” gritó Pohatu. “Parece que las cosas van cuesta abajo de nuevo.”
Trató de aferrarse a las paredes, pero el piso entero estaba cayendo bajo sus
pies. Se deslizo a través de la entrada abierta. Junto a todo a su alrededor, podía ver a
los otros Toa cayendo también.
“¡Usen sus poderes de levitación!” gritó Gali. “Y estén listos para cualquier cosa
cuando lleguemos al fondo,” agregó Tahu sombriamente.
Cada Toa invocó los poderes de levitación de su máscara Kanohi, y flotaron
hacia abajo entre el granizo de piedras y tierra que caía. Los seis de ellos finalmente
aterrizaron en una enorme, poco iluminada y redonda cámara.
Kopaka encontró algunos profundos nichos tallados en el piso, por lo demás
liso. Sus formas coincidían con las Krana que llevaban.
“Creo que aquí es donde las Krana están destinadas a ir,” dijo, colocando una
de las Krana que llevaba en la ranura adecuada.
Los otros siguieron su ejemplo. Cuando Gali colocó la última Krana en su sitio,
hubo una repentina sacudida en el suelo debajo de ella.
“¡Whoa!” gritó ella, agarrándose del brazo de Kopaka para no caer al suelo.
“¿Qué fue eso?”
Siguieron temblores más violentos. El suelo, las paredes y el techo de la caverna
temblaron.
“¡Ha comenzado!” gritó Lewa, apenas manteniendose de pie mientras la tierra
temblaba y se estremecía bajo él. “¡El fin de los Bohrok!”
¿Qué quieres decir, hermano? gritó Gali.
“¿Qué sabes?” gritó al mismo tiempo Tahu.
Antes de que pudieran obtener alguna respuesta, las paredes de la caverna
crujieron y cayeron, revelando seis puertas de metal en la nueva pared. Las puertas se
deslizaron hacia atrás con un chasquido. Tras ellas habían seis túneles idénticos
envueltos en humo y oscuridad.
Onua miró a la puerta màs cercana, “Parece,” dijo lentamente, “Que hemos
sido invitados a pasar.”
Cada uno de los Toa entró en el túnel más cercano. Adelante, Lewa vio un
oscuro brillo. Tenía una forma extraña – una especie de armadura. ¿Podría ser?
Se apresuró a avanzar y vio que había tenido razón – ¡Era un traje de armadura!
Una armadura Exo-Toa. No sabía cómo sabía que se llamaba así, simplemente lo sabía.
¿Se había quedado más conocimiento de la Krana que lo había infectado? Dejando de
lado el inquietante pensamiento, dio un paso más cerca de la armadura.
Supongo que es mejor que me la ponga, pensó, tocando la lisa superficie de la
armadura. Podría necesitarla.
Pronto estaba equipado con la armadura. Sintió el poder filtrandose en sus
miembros y sonrió. Entonces su sonrisa se desvaneció al sentir un tirón desde lo
profundo de su mente.
Limpiarlo todo. Debe ser limpiado.
“¡No!” murmuró en voz alta, sacudiendo los pensamientos sombríos.
Avanzado, su nueva armadura sonaba suavemente mientras se movía, Lewa se
preguntó que encontraría al final del túnel.
Todos los obstáculos deben ser eliminados.
Lewa dudo. ¿Había venido ese pensamiento de su mente? ¿Eran los restos de la
infección de los Bohrok?
“No,” murmuró inseguro. “No fue – no lo hice…”
Eres un obstáculo, la voz en su mente vino de nuevo. Debes ser eliminado.
Lewa se quedó boquiabierto cuando una enorme criatura irrumpió en su vista,
la enorme masa de sus brillantes miembros y perlados colmillos llenando el túnel.
“¿Qué – que eres tú? gritó el Toa con sorpresa.
Esta vez reconociendo la risa que llenaba su mente. Tú sabes quién soy, Toa de
los Bohrok, se burló la voz. Me conoces – Soy tu reina. Mi hermana, Cahdok, y yo
gobernamos tus pensamientos, tus acciones.
“¡No!” gritó furiosamente Lewa. “Sé quién eres, Gahdok.” Su nombre había
aparecido en su mente como si hubiera sido plantado allí. “Pero estás en un tristeerror
sobre mí. No me gobiernas, y nunca lo harás.”
Con eso, intentó golpearla furiosamente. Pero la criatura que tenía ante él lo
tiro a un lado fácilmente, enviándolo de un giro contra la dura pared del túnel.
Estás equivocado sobre eso, Toa de la Nada, silvó la voz en su mente.
Completamente equivocado.
Más voces comenzaron a susurrar en la cabeza de Lewa – las voces del
enjambre, llamándolo para cumplir su destino. Apretando sus dientes, Lewa hizo todo
lo posible por ignorarlas.
Tengo que luchar, se dijo. Soy un Toa.
Levantó sus brazos, concentrando sus poderes en el aire a su alrededor. Pero
todo lo que vino hacia él fue el susurro de una brisa.
¿Qué está pasando? Se preguntó desesperadamente Lewa mientras las voces
subian el volumen. ¿Qué está malequivocado conmigo?
Cayó de rodillas, presionando sus manos contra sus oidos. Pero las voces
llenaban su mente.
LimpiarlotodoDebeserlimpiadoTodoslosobstáculosdebensereliminadosEresunobstáculoE
limínateLimpiarlotodoLimpiarlotodoLimpiarlotodo…
“¡Ayuda!” gritó Lewa. “¡Alguien, por aquí! ¡Rápido – por favor!”
Kopaka corrió a su lado. Lewa estaba vagamente consiente de que el Toa del
Hielo estaba vestido con su propia armadura Exo-Toa.
“Hazlo retroceder a la caverna,” dijo secamente Kopaka. “No podemos luchar
contra eso aquí.”
Lewa respiró aliviado. Milagrosamente, la fría voz y sin sentido de Kopaka había
expulsado las voces. Cerca, Gahdok rugió de furia.
“Usa la armadura,” le dijo Kopaka a Lewa. “Deja que su poder trabaje para ti.”
Lewa se miró a sí mismo, dándose cuenta que ni siquiera se había molestado en
examinar sus nuevos poderes. Pero ahora lo compensaría.
Notando el electro-cohete en uno de sus brazos, lo levantó y apuntó hacia
Gahdok. Junto a él, Kopaka hizo lo mismo. La criatura rechinó sus dientes y rugió de
nuevo, pero retrocedió unos cuantos pasos, bajando por el pasillo en dirección a la
caverna.
“¡Está alejándose!” gritó Lewa.
Kopaka asintió. “Ve a buscar a los otros,” dijo. “Deberían estar listos.”
Lewa no dudó. Eludió a la criatura. Corriendo por el pasillo, salió despedido a
la caverna.
“Está viniendo,” gritó. “Kopaka está conduciendo a la criatura-reina hacia aquí.”
Gali, Pohatu y Onua estaban en la caverna. Todos llevaban la armaduras Exo-
Toa.
Pohatu miró a Lewa. “También Tahu tiene moviendose a la otra criatura,”
informó. “Cuando ambas estén aquí, podemos rodearlas y derribarlas.”
“Bien,” murmuró Lewa. “Ese será el fin de la amenza de los Bohrok.”
No estaba seguro de cómo sabía eso, pero lo sabía con seguridad. Si sólo
pudieran derrotar a Cahdok y Gahdok, los Bohrok estarían acabados.
Antes de que pudiera decirle a los demás, hubo un grito. Tahu acababa de llevar
a una gran y azul plateada versión de Gahdok a la cámara – su hermana, Cahdok. Un
segundo después, la propia Gahdok retrocedió desde el túnel, provocada por Kopaka.
“¡Llevenlas al centro de la cámara!” pidió Onua. “¡Rodeenlas!”
Pero las dos reinas ya estaban retrocediendo la una hacia la otra. Pronto
estuvieron una al lado de la otra en el centro de la caverna.
“Ataquen ahora, Toa,” rugió Tahu. “¡Por sus aldeas y su gente!”
Lewa saltó hacia adelante con los otros, levantando su brazo cohete. Apuntó y
lo disparo directo hacia Cahdok y Gahdok. Los otros Toa hicieron lo mismo.
Pero las ráfagas de cohetes explotaron impotentemente varias yardas delante
de las hermanas. Cahdok y Gahdok gritaron triunfantes.
“¿Qué sucede?” preguntó Onua, con voz temblorosa. “¡Es como si estuvieran
rodeadas por algún tipo de campo de fuerza!”
Repentinamente Lewa supo la respuesta. Llenaba su mente, incluso mientras las
reinas del enjambre se burlaban de los otros Toa con su pensamiento-hablar.
¡Tontos! Silbó Gahdok en las mentes de los Toa. ¡Al reunirnos, aumentaron nuestro
poder! Ahora Mata Nui será como era en el antes del tiempo. Todo lo que no pertenece será
eliminado – ¡Comenzando por ustedes!
Lewa jadeó de horror. Ahora que las hermanas estaban juntas, sus poderes
conocían pocos límites.
¿Por qué no sabía que esto pasaría? Pensó Lewa en frustación. Debí haberlo
recordado – desde antes. Debería haber sido capaz de advertir a los demás.
Pero ya era demasiado tarde para eso ahora. Las reinas repentinamente habían
pasado a la ofensiva – Cahdok bañó a Kopaka con una granizada de piedras, mientras
Gahdok atacaba a Gali con un calor sofocante.
¿Traicioné a los otros Toa? Se preguntó Lewa inquieto. ¿Los llevé a esta trampa? -
¿Podrían los Bohrok aún estar controlandome, incluso si no me doy cuenta?
No. No había sido su idea traer a Gahdok a la caverna – Kopaka había sido el
que sugirió eso. El pensamiento llenó a Lewa de alivio.
No te sientas demasiado contento, Toa de la Debilidad, se burlaron de Lewa las
hermanas en su mente. Porque tenemos poderes que harán que tu sangre se enfríe…
“¡Nooo!” gritó Lewa, pero las palabras se congelaron en su garganta cuando
Gahdok volvió su helada mirada hacia él, congelándolo en su lugar.
Mientras tanto, los otros estaban invocando todos sus poderes para luchar
contra las hermanas. Tahu atacaba a Gahdok con fuego, pero ella respondio con un
aluvión de piedras arrojadas violentamente.
“¡Tahu!” gritó Lewa horrorizado, su boca medio congelada concebía el nombre.
Con un esfuerzo, Lewa volvió sus ojos incrustados de hielo hacia Onua y Pohatu,
esperando que viniéran al rescate de Tahu. Para su sorpresa, vio que ambos estaban
ocupados peleando - ¡Pero ningúno de los dos parecía tener un oponente!
Más ilusiones de las hermanas, penso Lewa con desesperación.
Justo a tiempo, el Toa del Fuego usó el poder de la Máscara de la Protección
para bloquear las piedras. Pero Lewa podía ver que estaba luchando por mantener el
escudo protector.
Cerca de allí, Gali estaba luchando para mantenerse erguida mientras oleada
tras oleada de nauseabundo calor rodaban sobre ella. Ella no entendía que estaba
pasando. De alguna manera, su poder elemental la había abandonado – ni siquiera
podía llegar a llamar un chorrito de agua, mucho menos un aluvión, para luchar contra
las dos reinas. Ella podía ver que Tahu estaba teniendo problemas similares y las
hermanas se estaban acercando a él.
“¡Onua! ¡Pohatu!” gritó Gali. “¡Están luchando con sombras! ¡Tahu los
neceesita!”
Afortunadamente, sus palabras llegaron a Pohatu. ¿Sombras? Miró fijamente al
monstruo metálico que le rodeaba. Se levantó, preparando un golpe devastador con su
garra con ganchos.
“Olvídalo, hermano sombra,” gritó Pohatu, disgustado consigo mismo por caer
en los trucos de las hermanas.
Se mantuvo firme mientras la criatura de sombra golpeaba. La garra pasó a través de él
y desapareció en un soplido de humo.
Pohatu volteó, golpeando a Onua en el hombro. “¡Hermano!” gritó. “¡Deja sóla
a esa sombra – tenemos que ayudar a Tahu!”
Sin esperar una respuesta, avanzo y lanzó la roca más grande que pudo
encontrar hacia las reinas. Pero la desviaron fácilmente tirándola hacia un lado. Pohatu
gruñó de frustación mirando a su alrededor por otra roca.
“¡Todos ustedes!” gritó repentinamente Tahu. “¡Quitense sus armaduras!
Obstaculizan nuestros poderes elementales - ¡Y ellos son nuestra unica esperanza!”
¡Por supuesto! Pohatu se arrancó la armadura Exo-Toa. Aunque
inmediatamente sintió que el poder se filtraba, también sintió que su propia fuerza
natural aumentaba para reemplazarla.
Tahu aún seguía luchando contra las reinas.
No sirve de nada, pensó desesperadamente el Toa del Fuego. ¡Son demasiado
fuertes! ¿Cómo podemos luchar contra ellas?
El conocimiento vendra.
Las palabras llenaron su mente. Repentinamente supo que hacer.
“¡Toa!” gritó Tahu. “¡Rodeenlas! Debemos combinar nuestros poderes.”
Lewa saltó hacia adelante con los otros. Pero no podía evitar preocuparse - ¿Y
si esto era otra trampa? ¿Y si las reinas los hubieran engañado para atacar sin la
protección de su poderosa armadura? Si los Toa perecieran ¿Quién quedaría para
proteger a su gente?
“Pero – el peligro,” gritó mientras los demás se movían hacia las reinas que
silbaban y gritaban.
Gali lo miró sorprendida. “La seguridad de nuestra gente vale cualquier riesgo,”
dijo ella. “Si poder es todo lo que estas criaturas entienden, entonces les mostraremos
poder.”
Tahu asintió secamente. “Vamos,” dijo. “Lewa, únete a nosotros o quítate del
camino.”
Lewa miró fijamente al Toa del Fuego, viendo una pregunta en sus ojos. ¿Podría
Lewa dar la respuesta correcta a esa pregunta? ¿Sabía él la respuesta correcta?
Repentinamente, estuvo seguro de que sí.
“Sí,” dijo por fín Lewa. “Estás en lo cierto. Vale la pena el riesgo.”
Tahu le sonrió por un segundo, pareciendo aliviado. Por primera vez desde que
Lewa había sido controlado por la Krana, no había dudas ni sospechas en los ojos del
Toa del Fuego.
Entonces Lewa se unió a los demás en la formación de un anillo alrededor de
Cahdok y Gahdok. Cerró sus ojos, invocando todo el poder que pudo encontrar
dentro de sí mismo. Justo cuando alcanzó el fondo, sintió la mano de Gali agarrar su
hombro. Una nueva oleada de poder lo invadió.
Un clamoroso vendaval atravesó la caverna arrastrando a las hermanas en un
torbellino.
Pronto una lluvia torrencial golpeó a las reinas.
Segundos después, la lluvia se congeló hasta volverse un granizo mortal.
Una lluvia de piedras golpeó al enemigo desde todas las direcciones.
Oleadas de tierra se elevaban a su alrededor.
Las ráfagas de fuego calentaron la piedra y la tierra en lava humeante.
“¡Sigan así, hermanos!” gritó Gali. “¡Estamos ganando!”
¡Tontos! Las palabras de Gahdok atraparon las mentes de los Toa como veneno.
Las reinas se estaban retorciendo en agonía mientras el ataque de los Toa continuaba.
Creen que han ganado - ¡Pero no pueden imaginar lo que han desatado!
Entonces, repentinamente, la candente energía alrededor de las reinas se
condenzó en una sustancia parecida a un gel.
Protodermis, pensó Gali en confusión. La misteriosa sustancia había sido extraída
de Mata Nui durante años, sus orígenes son desconocidos. ¡Y ahora había formado una
barrera alrededor de las reinas, atrapándolas dentro!
Antes de que pudiera entender el significado de esta jaula de Protodermis, Gali
oyó un ruido ensordecedor de tierra y piedra. La caverna se estremeció como piedras
llovieron desde arriba y la tierra erupto desde abajo.
“¡Parece que Cahdok y Gahdok tenían una sorpresa más para nosotros!,” gritó
Onua mientras trataba de mantenerse de pie.
Lewa sacudió su cabeza. “Esto no es cosa suya,” le respondió, el fuerte
conocimiento en su mente. “Esto viene del corazón de Mata Nui.”
“¡El piso!” gritó Gali “¡Nos estámos hundiendo!”
Antes de que cualquiera pudiera responder, el suelo cedió bajo ellos. Tahu se
encontró deslizandose por un largo y estrecho tubo. Sus paredes eran claras,
permitiéndole ver a los otros Toa atrapados dentro de tubos similares.
¿Ahora qué? Pensó desesperadamente el Toa del Fuego. Justo cuando pensamos
que finalmente hemos ganado –
Justo entonces, el tubo terminó abruptamente. Tahu se encontró volando por
el aire durante una fracción de segundo, y entonces –
¡SPLASSSSSH – ZZZZZZT!
Estaba envuelto en una sustancia parecida a un gel a medias entre líquido y
sólido. El gel lo amortiguó, filtrandose en todas sus articulaciones, haciendolo sentir
caliente y frío por momentos.
Protodermis, pensó confusamente Tahu. La sustancia parecía estar penetrando
en su mente, así como en su cuerpo, haciendo difícil pensar o moverse. Estamos
nadando en Protodermis.
La misteriosa sustancia había sido minada en Mata Nui durante años, usada
como una fuente de poder. ¿Qué efecto tendría en los Toa?
El Toa del Fuego cerró sus ojos, sintiendo que la protodermis lo rodeaba.
Quería luchar, pelear por su camino a la superfície. Pero no podía moverse.
Un inmenso calor recorrió su cuerpo, su sangre hirviendo y blancas llamas
calientes brillando detrás de sus párpados. Tan pronto como el calor había venido,
desapareció, reemplazado por un helado frío tan profundo que Tahu ni siquiera podía
temblar. En una fracción de segundo, sintió que se hundía en una cálida y acogedora
agua, profunda y pura. Entonces el agua se evaporó en un fuerte viento que lo azotó
por todas partes – hasta que aterrizó en la dura tierra y se sintió hundiendose, abajo,
abajo en las sofocantes profundidades. Finalmente golpeó la dura superficie de un
acantilado de piedra, y detrás de sus aún cerrados ojos era como si pudiera ver directo
a través de él, hasta que no contuvo misterios.
Entonces la piedra también cedió. Durante un largo momento no hubo nada.
Con un jadeo, Tahu rompió a través de la superficie de protodermis. Tosiendo
y ahogándose por respirar, miró a su alrededor y vio a los otros Toa emergiendo
cerca.
Levitaron en un grupo, aterrizando en una corniza rocosa sobre el pozo
burbujeante de protodermis. La caverna estaba vacía. Cahdok y Gahdok habían
desaparecido. Pero los Toa estaban aún más sorprendidos por los cambios que veían el
uno en el otro.
Cada uno de ellos aún eran reconocibles, pero todos habían cambiado. En lugar
de sus máscara Kanohi doradas, el rostro de Tahu ahora estaba cubierto con una
máscara de un rojo reluciente, mientras su cuerpo resplandecía en tonos metálicos de
plata y bronce. Los otros habían sufrido transformaciones similares.
“¿Qué ha pasado?” por fín expresó la pregunta Gali. “¿En que nos hemos
convertido?”
“Más de lo que éramos,” respondió Kopaka, su fría voz se tiñó con el calor del
asombro. “Más de lo que alguien ha sido alguna vez.”
Efectivamente, Tahu podía sentir el poder surgiendo a través de él. Pero miró
hacia arriba con preocupación. “Preocupemonos por lo qué sucedió más tarde,” dijo.
“Hay preguntas más importantes que responder ahora. ¿Qué sucedió con Cahdok y
Gahdok? Y ¿Cómo vamos a salir de aquí?
La última pregunta resultó ser la más fácil de responder. El poder de levitación de
Lewa los llevó a lo alto, y pronto salieron de la oscuridad de los túneles a la superficie.
Volaron alto en el aire hasta que pudieron ver la isla de extremo a extremo. Aunque
hubieran enormes áreas de tierra vacía, roca carbonizada, y otros daños, los enjambres
Bohrok no se veían por ningúna parte.
“¡Lo hicimos!” gritó Gali mientras los Toa volvían hacia el suelo. “¡La amenaza
de los enjambres está acabada! ¿Pero a qué precio?”
Tahu no pudo evitar preguntarse eso mientras miraba a Lewa. Pero se sacudió
la persistente desconfianza de la mente del Toa del Aire.
“No se ha perdido nada,” dijo el Toa del Fuego con firmeza. “La protodermis
nos ha dado el poder de proteger a nuestra gente de cualquier peligro y sanar la tierra.
Una vez fuimos Toa – pero ahora somos más que eso, mucho más.” Levantó su espada
de magma, deleitándose con el poder que surgía a través de ella. “Ahora y para
siempre, somos - ¡Los Toa Nuva!”
Los aplausos de los otros Toa Nuva se elevaron en el aire. Mata Nui había sido
herida – pero pronto se curaría. Los Toa Nuva se encargarían de eso.
Y se encargarían de que Makuta nunca volviera a molestar a esta hermosa isla –
si se molestaba en intentarlo. ¿Era el fin de sus batallas contra la oscuridad? Se
preguntó Tahu.
No es el fin, Toa. Las palabras se suspendían en el aire – no como si hubieran
sido dichas. Sino como si siempre hubieran existido, independientes y solas. Este es el
comienzo.

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