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Este libro toma como referencia a un personaje de un tiempo antiguo, antes del
cristianismo, y con la única guía de dos animales: un águila y una serpiente, que
representan su voluntad y su inteligencia. Este texto permite resaltar distintas
metáforas, poemas y oraciones con más de un sentido real o ficticio.
El texto se puede decir que se divide en cuatro partes, cada uno con sus propios
capítulos, llenos de poemas en su mayoría. Algunos de los cuales se dedican a la
muerte de Dios. La trama empieza con un Zaratustra codicioso de conocimiento que
se refugia en las montañas, alejándose de todos, para llenarse de ellos, para
nutrirse de los mismos; pasa allí años y luego intenta transmitirlos al pueblo, pero
no le hacen caso ni lo toman en serio, sino que por el contrario se burlan de él
A raíz de esto, Zaratustra decide que solo hablará a quién quiera escucharle, y
entonces consigue discípulos y un séquito, similar a los apóstoles de Jesús y
entonces va viendo como con pequeñas historias, fábulas y otras narraciones, que
usualmente incluyen fragmentos líricos e incluso poemas, El tema central de la
primera parte es la muerte de Dios, en donde dice que ya no debe abrumar al
hombre a fin de ser libre para conquistar, no "el otro mundo", sino este mundo suyo.
Luego de explicar de qué manera debe realizarse la evolución del espíritu humano
por las tres transformaciones: el camello, que sus jorobas interpretan el cargar la
sociedad y la moral; el león que tipifica el inconformismo y la agresividad; y el
pequeño niño que pretende diseñar nuevos valores y crear su propio mundo. Esto
puedo según el autor mostrar "la tranquila somnolencia de la moral", la aridez
libresca de una cultura sedentaria, que, en cambio exalta la guerra, la amistad, la
vida, conceptos con sentido en sí mismos.
Comienza la tercera parte con el pensamiento del eterno retorno. Zaratustra monta
en un barco y durante el trayecto les cuenta a los marineros su sueño más reciente
"de la visión y del enigma", que produce un miedo especial por el misterio y por su
significado inefable, inexpresable. Este pensamiento del eterno retorno aflora una y
otra vez en esta parte. Zaratustra celebra ahora la inconsciencia de la felicidad,
canta las potencias naturales y la victoria sobre la melancolía, pide a los hombres
despojarse de su "gravedad" y, finalmente, dicta sus nuevas tablas de valores, que
derriban los antiguos conceptos sobre el bien y el mal y llama a la eternidad en vez
de la alegría.
Muchos años han pasado sobre Zaratustra cuando comienza la cuarta parte. De
nuevo está en la soledad de su caverna; sus cabellos se han vuelto blancos y de
pronto llega a él un llamado de angustia: criaturas, símbolos que demuestran
valores ya extinguidos: un adivino que es el tedio de la vida; los reyes que son la
falsedad del poder; un "concienzudo del espíritu”, es decir el veneno del positivismo;
un mago que son la fantasía esclavizante; un papa errabundo, tipificando la muerte
de Dios; el más feo de los hombres que es el rencor asesino de Dios; un mendigo
voluntario que muestra la búsqueda de la felicidad: el viajero y la sombra.
Zaratustra los saluda, a los hombres superiores, y celebra con ellos “La cena” y “La
fiesta del asno”. Sin embargo, rápidamente se sienten presos de una duda
angustiosa. Zaratustra no experimenta compasión por ellos y los destierra.