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Son indecibles las mil y una peripecias por las que pasó Federick
Douglass (apellido que, con el tiempo, él mismo se puso –con una ese
de más–, como homenaje a un personaje de una novela de Walter
Scott). Nadie puede contener las lágrimas al leer los padecimientos
increíbles que tuvo que soportar como esclavo, hasta el punto de que
estuvo al límite de perder la razón.
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Repudió de la forma más vehemente la posición adoptada por las
iglesias del momento de defensa de la esclavitud; de hecho, llegó a
perder le fe. No podía soportar ver a sus explotadores salir del templo
del brazo de los predicadores. Mucho después volvió a la religión,
gracias a un pastor metodista "excepcional".
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Puso en marcha dos revistas: North Star y Douglass Monthly, y
conocerá a Ralph Waldo Emerson y a Henry David Thoreau, que
influyeron poderosamente en su pensamiento; así como Harriet B.
Stowe, la célebre autora de La cabaña del Tio Tom. Las tres
autobiografías que escribió en distintos momentos de su vida
constituyen un grito de liberación del espíritu humano y un canto a la
notable potencia que surge de la voluntad de hierro y el carácter
indomable de una persona oprimida que no se resigna a esa condición.
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molecular egresado de las universidades de Stanford y Oxford, explica el
punto con notable maestría en The Journal of Man. A Genetic
Odyssey (Princeton University Press); asimismo, reitera que el
término raza no tiene significado alguno, puesto que los rasgos físicos –
por ejemplo, los relacionados con los niveles de melanina en la
epidermis– cambian a medida que los seres humanos se desplazan por
el planeta (y no se diga la estupidez de "la comunidad de sangre", ya
que hay cuatro grupos sanguíneos en las más variadas poblaciones del
planeta). En definitiva, y para el caso que nos ocupa: lo
de afroamericano es tan cierto, patente y vulgar como decir que quien
escribe estas líneas es afroargentino y blanco. De cualquier modo,
catalogar moral o intelectualmente a una persona por sus rasgos
faciales es tan torpe, inútil e irrelevante como hacerlo en función de la
medida de su calzado o el espesor de sus uñas.
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