adolescentes
vicisitudes de la
¿ángeles o demonios?
precoz
pubertad
escriben: Marcelo Della Mora y Mariel Schwartz
En los últimos tiempos se ha producido un adelantamiento tanto en la maduración como en el
desarrollo sexual de los niños: un cuerpo precipitado a innumerables cambios, un psiquismo que no se
halla preparado para asimilar dicha metamorfosis y una sociedad que día a día empuja a los jóvenes
hacia una sexualidad cada vez más prematura, sociedad en la cual predomina la veneración de la
imagen, la juventud y el consumo. Los niños, protagonistas de dicho proceso de transformación, deben
atravesar saludablemente las distintas fases que conlleva su desarrollo libidinal, desde lo intrasubjetivo
hacia lo intersubjetivo. Esta es la situación y éstos son los desafíos actuales a los que los psicoanalistas
nos enfrentamos para poder escuchar y comprender una nueva realidad que ya se ha instalado.
La temática de la pubertad precoz comenzó
a llamarnos la atención a partir de la cantidad de
casos, que últimamente advertimos en la con-
sulta, de niñas y niños que se presentan con
desarrollos corporales antaño impensados, por
cuanto sus manifestaciones eran esperables
recién en la llamada edad de la pubertad.
La pubertad es un fenómeno universal de
cambios y depende de factores bióticos, a dife-
rencia de la adolescencia que es una construc-
ción sociocultural. La palabra adolescencia pro-
viene del verbo latino adolescere, que significa
crecer, desarrollarse o crecer hacia la madurez.
La Organización Mundial de la Salud (OMS)
señala que la adolescencia es un período cro-
nológico comprendido entre los 10 y 19 años,
aún cuando antropológicamente es un período
indeterminado, con grandes variaciones en cuan-
to a su duración y significado social, debido a
múltiples factores de amplia gama, incluso den-
tro de un mismo contexto geográfico.
El término pubertad deriva del vocablo lati-
no pubertas que significa edad fértil, en tanto
que pubescencia proviene de pubescens que
se refiere a la aparición de pelo (vello púbico)
o específicamente a la llegada a la pubertad; y
pubescente, del latín pubescens, -entis se re-
fiere a un individuo que ha llegado a la puber-
tad, primera fase de la adolescencia en la cual
se producen las modificaciones fisiológicas
propias del paso de la infancia a la edad adulta.
La edad cronológica promedio para la po-
blación local es de 12 años (SD ± 2años). No
obstante se considera que la edad de los
huesos largos constituye un criterio más ade-
cuado para estimar el estado de desarrollo que
la edad cronológica. Según el criterio de ma-
durez esquelética algunos individuos pueden
haber completado la pubertad mientras que
otros de la misma edad cronológica recién la
estarían iniciando. En las niñas, el crecimiento
de los huesos largos suele comenzar en cual-
quier momento entre los 9,5 años y los 14,5,
y en los varones entre los 10,5 años y los 16,5.
En las niñas la edad esquelética es más avan-
zada que en los varones desde el período fetal
en adelante, hacia la adultez. En la etapa de la
pubertad hay una diferencia equivalente a dos
años entre ambos sexos. Ellas alcanzan la ma-
durez física antes que los varones. El aumento
de la estatura finaliza dos años antes en las
niñas y también la diferenciación de los carac-
teres sexuales se completa uno o dos años más
temprano. Los varones crecen durante un pe-
ríodo más prolongado, y por lo general son más
altos que las niñas al culminar la pubertad. De
acuerdo con Kaplan (1996) el cierre de una gran
mayoría de los huesos largos normalmente
significa la culminación de la pubertad.
La aparición de las primeras menstruaciones
o menarquía es el indicador más preciso de la
pubertad femenina. Se presenta, término
medio, dos años después del inicio del desa-
rrollo de los senos. Sin embargo, se observan
numerosas variaciones, y puede evaluarse el
intervalo desde el inicio de la pubertad y la
primera menstruación entre uno a tres años.
Desde el punto de vista biológico
La pubertad precoz es un fenómeno multi-
dimensional. Nosotros la pensamos como un
entrecruzamiento de tres áreas que confor-
man una unidad bio-psico-social.
Desde el punto de vista biológico, los niños
tendrán que sobrellevar una ingente cantidad
de cambios, graduales pero incesantes, ya que
se despliegan las características sexuales acce-
sorias o secundarias y ello trae aparejado fla-
grantes modificaciones en relación con el con-
junto de rasgos de orden físico que distingui-
rán al hombre de la mujer.
Los mecanismos que llevan al inicio de la
pubertad son complejos y aún no están total-
mente dilucidados. Se sabe, sin embargo, que
requieren la integridad del eje hipotálamo-
hipófiso-gonadal aunque también son influen-
ciados por otros factores: genéticos, geográfi-
cos, étnicos, hormonales, emocionales e inclu-
sive nutricionales.
El desarrollo puberal se inicia con la activación
de las neuronas ubicadas en la región basal
mediolateral del hipotálamo, que sintetizan y
envían a la circulación sanguínea la hormona
liberadora de gonadotrofinas (GnRH) la cual,
actuando en forma pulsátil sobre receptores
hipofisarios, induce la síntesis de las gonado-
trofinas: folículo estimulante (FSH) y luteinizante
(LH). La hormona FSH estimula, en la mujer, la
ovogénesis y la producción de estrona; en el
varón, la espermatogénesis. La hormona LH se
relaciona, en la mujer, con la ovulación y la
producción de progesterona que es otra hormo-
na femenina; en el varón activa las células
intersticiales de los testículos para que produz-
can testosterona, la hormona masculina.
Las mencionadas hormonas se liberan de la
hipófisis anterior y actúan sobre los receptores
de las gónadas (ovarios y testículos) inducien-
do tanto el desarrollo y maduración de las
mismas como la síntesis y liberación de esteroi-
des sexuales. Los esteroides sexuales ejercen
su acción sobre los caracteres sexuales secun-
darios y otros tejidos, iniciando así los cambios
físicos característicos de la pubertad.
La incidencia de lo sociocultural
La alimentación es cultural, depende de la
cultura. Es de actual conocimiento la tenden-
cia a la alimentación tipo fast-food1, rica en
grasas saturadas, que se han ido instalando en
los últimos años. Se han realizado estudios que
demuestran que existe una estrecha relación
entre la cantidad de grasa corporal y los niveles
de la hormona leptina2. En este sentido, la
literatura científica reporta una estrecha rela-
ción entre el sobrepeso, la obesidad y el ade-
lantamiento de la pubertad.
Por otra parte, la posmodernidad ha produ-
cido un adelantamiento de los ritmos internos
empujando a los niños a una adolescentización
prematura de su imagen, aún cuando su psi-
quismo no se encuentra preparado para ello. El
marco social de este rasgo de época implica la
desmentida de la castración, que se expresa en
el “vale todo”, en la valoración de ideales de
omnipotencia y propiciando exceso de goce.
Para la cultura actual, los jóvenes pasaron a
ser dioses, modelos de sí mismos y de la socie-
dad en su conjunto. El mercado los descubrió y
comenzó a “producir” para ellos. Si hasta en-
tonces habían sido vestidos como adultos, de
ahí en más tuvieron jeans, remeras y zapatillas
que los identifican. Antes educados como niños
y niñas, ahora avanzarían hacia el estilo “unisex”
en el que se borran las diferencias.
Los medios de comunicación, y todo el apara-
to de propaganda mediática, también privile-
gian el desarrollo prematuro. La publicidad no
hace más que enunciar la promesa, en un men-
saje que puede escucharse en estos términos: “si
lo querés lo tenés” sosteniendo la ilusión del
sujeto de poder lograr “todo”, se sostiene un
ideal de “igualdad” en tanto todos tendrían la
misma posibilidad de lograr lo que se quiere
tener, perdiéndose el sujeto en su singularidad.
Entonces, ¿cómo podrá el joven metabolizar
tantos cambios internos si se encuentra su-
mergido en la vorágine de tener que asumir
una nueva imagen impuesta por lo social?
Lo mencionado hasta aquí se podría pensar
como punto de intersección entre lo biológico
y lo social que facilitaría el desencadenamiento
de la pubertad precoz. Ello, asimismo, nos lleva
a interrogarnos: ¿de qué manera impactaría
esta interrelación en el psiquismo?, ¿cómo ope-
raría el trauma de advertirse pubescente?
No debemos olvidar que al contexto familiar
también le afecta encontrar que el ahora niño-
púber ya no es el que era: sus caras largas, sus
cuelgues, sus enojos y sus enternecimientos
inciden en las reacciones de los mismos, osci-
lación casi permanente entre protegerlos y
sacárselos de encima. Cuanto más simbiótica
ha sido la relación con los padres, más traumá-
tica será la ruptura, es decir con peligro de
parálisis en la simbolización. Muchos adultos
presentan dificultades para sostener las dife-
rencias niño-adulto y se ubican en una posi-
ción horizontal con respecto al niño.
Cambios en el psíquismo
¿Qué características peculiares adquiere la
llamada etapa de latencia cuando la metamorfo-
sis puberal se manifiesta precozmente? ¿qué
sucede con el psiquismo de estos niños que,
encontrándose en la latencia, son abruptamente
atravesados por cambios físicos para los cuales
aún no se hallan preparados?, ¿vivirán esa meta-
morfosis en el orden de lo traumático o los
cambios serán vivenciados como un conflicto
que tendrá que ir elaborando? Tomaremos como
idea prínceps: la sexualidad como traumática.
Llamamos trauma a todo acontecimiento vital
caracterizado por su intensidad, la incapacidad
del sujeto de responder a él adecuadamente y los
efectos patógenos duraderos que provoca en la
organización psíquica. En términos económicos,
el trauma se caracterizaría por un aflujo excesivo
de excitaciones, en relación con la tolerancia del
sujeto y su capacidad de controlar y elaborar
psíquicamente dichas excitaciones.
La vivencia traumática implica un corte en el
proceso articulador representación-afecto, tan-
to a nivel intrapsíquico como en la relación
Mundo interno-Mundo externo. Benyacar
(2003) denomina desórdenes por disrupción a
los desórdenes psíquicos activados por la irrup-
ción de eventos o situaciones fácticas, que
producen en el sujeto distorsiones de la viven-
cia afectando la cualidad de la experiencia. Si
la disrupción impacta sobre el proceso del
vivenciar en un estadio temprano del desarro-
llo del niño, habrá una distorsión en el proceso
constitutivo de su psiquismo y los afectos
quedarán desregulados de la representación.
A ello se denomina vivenciar traumático.
Arminda Aberastury y Mauricio Knobel, pio-
neros en el trabajo clínico local con niños y
adolescentes, plantearon muy atinadamente
una serie de duelos a los cuales todos los
jóvenes deben enfrentarse: duelo por el cuer-
po infantil, duelo por la identidad y el rol
infantil, duelo por los padres de la infancia, y
duelo por la bisexualidad de la infancia.
Para elaborar un duelo es necesario iniciar
un lento proceso que implica un tiempo para
anoticiarse de la pérdida de un objeto
catectizado, objeto de amor o de odio pero
altamente valorado e impregnado con carga
de afecto. Ello requiere un trabajo psíquico y
conlleva dolor. El pubescente se confronta con
muchas pérdidas corporales y mentales. Por
eso es uno de los momentos más difíciles para
subjetivar. Éste se subjetiva según la estructura
del nudo borromeo de cada uno.
Si nos centramos en el duelo por el cuerpo
infantil, el cuerpo del niño púber se ha trans-
formado gradualmente en un cuerpo sexuado,
y los tiempos para elaborar los procesos que el
psiquismo necesita se acortan.
Al no poder realizar exitosamente el duelo por
la pérdida de su cuerpo infantil ¿no quedará este
niño en un estado de desvalimiento?, ¿qué
sucederá con la subjetividad de este niño?, ¿qué
lugar tendrá lo traumático en este recorrido?
Su cuerpo grita porque adquiere un carácter
paradójico; por un lado, posesión íntima con
todas las garantías de lo propio y de lo nuclear de
su persona; por el otro, sede de una sexualidad
que ocupa un lugar excéntrico en relación con su
experiencia y exigencias que aparecen como
ajenas. El conflicto aparece fundamentalmente
expresado a nivel del cuerpo y de la imagen del
mismo, en un momento de la vida de un sujeto
que implica la búsqueda para sí de un lugar
simbólico y singular: la adolescencia. Estos facto-
res producen una enajenación en el púber en
tanto usuario de un cuerpo experimentado como
propio y ajeno al mismo tiempo.
En el umbral de la adolescencia se produce
un enloquecimiento del cuerpo, de las pulsiones
y de las pasiones: su cuerpo le hace vivir, al
pubescente, experiencias insospechadas, su
psique intentará metabolizar esos cambios
con los recursos internos que disponga ¿les
ofrecemos espacios para crecer, y para que
puedan decir lo que les sucede?
Existe un punto que creemos fundamental
para el desarrollo púber, el pasaje que deberá
realizar desde los fenómenos de reserva para
poder construir los fenómenos de la intimidad.
¿Cómo pensar en términos de lo íntimo cuan-
do lo público le ha robado su lugar a lo
privado? El acceso a Internet nos enfrenta con
esta problemática. Lo que surge en el trasfon-
do de todo esto, es la dificultad para tolerar la
falta, la imposibilidad de procesar que el otro
no está todo el tiempo e Internet ayuda a
encubrir el vacío y la soledad. El vacío al que se
le tiene horror hoy intenta colmarse con
Internet, espacio virtual que adquiere atribu-
tos de existencia: “si el otro te mira, vos exis-
tís”. Internet es la vía de acceso a placeres
maravillosos y goces perfectos.
Los jóvenes se encuentran dominados por la
omnipotencia propia de su desarrollo, defen-
siva y potenciada porque están ubicados en un
mundo que los adultos desconocen. Sus pares
funcionarán como espejo donde él se verá.
En la pubertad cambia inexorablemente la
imagen con la que el otro aprobaba al niño y
al mismo tiempo cae el velo que aportaba la
mirada del otro que lo ubicaba como niño.
Cabe pensar la pubertad sobre las siguientes
posibilidades: si el joven tiene que “barajar y dar
de nuevo” con las cartas de la sexualidad infantil,
tal como lo entendieron Freud, Reich o Blos, o si
se debe realizar un trabajo absolutamente inédi-
to de rearmado del aparato psíquico, a partir de
“lo nuevo” que se impone en este período.
La pubertad precoz es un fenómeno multifactorial
y requiere que tanto los niños afectados como
sus padres sean atendidos y orientados adecua-
damente, de acuerdo con las características indi-
viduales. De la correcta diagnosis4 dependen
tanto la prognosis como la prevención y el trata-
miento para cada caso. El trabajo conjunto,
mancomunado e interdisciplinario entre el médi-
co pediatra, el endocrinólogo infantil y el psicó-
logo clínico infanto-juvenil facilitarán en gran
medida dicha tarea.
Este texto es una versión corregida y aumentada del trabajo
presentado en las Jornadas “Psicoanálisis y Comunidad 2012,
organizadas por la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
1
fast-food , comida rápida. Rica en ácidos grasos satura-
dos que elevan los niveles plasmáticos de colesterol asocia-
do a las lipoproteínas LDL.
2
Leptina (del griego leptos, delgado) también conocida
como proteína OB es una hormona producida en el tejido
adiposo por los adipocitos que actúa en la regulación del
ritmo hambre-saciedad.
3
La sexualidad humana presenta dos grandes florecimientos
interrumpidos por un período de aparente reposo de la
sexualidad llamado período de latencia. No es un período de
asexualidad, sino que gran parte de la energía psíquica
sexual, la libido, puede derivarse hacia otros fines no
flagrantemente sexuales, por ejemplo: estudiar.
4
diag- (a través de), y gnosis (conocimiento): discernir,
reconocer a partir de indicadores observables.
Referencias Bibliográficas
Aryan, A. & Moguillansky, C. (2010). Clínica de Adolescen-
tes. Buenos Aires: Editorial Teseo.
Bauman, Z. (2010). Modernidad líquida. Buenos Aires:
Fondo de Cultura Económica.
Benyacar, M. (2003). Lo disruptivo. Buenos Aires: Biblos.
Della Mora, M. (2005) Uso de métodos anticonceptivos en
relación con la información sexual en una muestra de adoles-
centes embarazadas. Rev. Psicología y Salud: 15:45-56.
Di Segni Obiols, S. (2010). Adultos en crisis jóvenes a la
deriva. Buenos Aires: Novedades Educativas.
Kaplan, L. (1996). Adolescencia: El adiós a la infancia.
Buenos Aires: Paidós.
Urribarri, R. (1999). Descorriendo el velo. Sobre el trabajo
de la latencia. Revista de Psicoanálisis, 61: 133-169.
Lic. Marcelo Della Mora es Psicoanalista. Psicólogo,
Epidemiólogo (UBA). Especialista en Salud Pública.
Director del curso anual “Salud Sexual y Reproductiva
infanto-juvenil: un desafío para la interdisciplina”,
Hosp. Municipal Santamarina de Monte Grande.
Lic. Mariel Schwartz. Psicoanalista. Psicopedagoga.
Año 22 - No 106
abril - junio 2013