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A) Presentar al menos uno de los siguientes síntomas, que han persistido por lo menos
durante 6 meses, a pesar de existir intervenciones dirigidas a tratar esas dificultades.
1. Lectura de palabras imprecisa o lenta y con esfuerzo (lectura vacilante, errores de
precisión, intenta adivinar las palabras…).
2- Dificultades para comprender el significado de lo que lee.
3- Dificultades ortográficas en referencia a la falta de precisión (omitir, añadir o
sustituir letras).
4- Dificultades en la expresión escrita (errores gramaticales o de puntuación, mala
organización de ideas…).
Aunque para hablar de dislexia se plantea un desfase de dos cursos o dos años escolares,
comparando la habilidad lectora del escolar con la media establecida para su grupo de
edad (comparación interpersonal), también se plantea que las habilidades lectoras
afectadas se encuentran por debajo del percentil 5, más de 1,5 DS (desviaciones típicas)
por debajo del nivel de desarrollo de otras habilidades del propio sujeto (comparación
intrapersonal).
En cualquier caso, para valorar este aspecto resulta esencial tener en cuenta los apoyos
recibidos por el escolar, pues, si ha recibido intervención individualizada desde pequeño,
es de esperar que su habilidad lectora no esté tan desfasada a pesar de existir una dislexia.
Por otro lado, en función de las áreas académicas afectadas y de la posibilidad de
compensar los déficits con apoyos adecuados, en el DSM-V también se habla de la
importancia de establecer el nivel de gravedad actual de la dislexia: leve, moderado o
grave.
– Nivel leve: Presenta algunas dificultades relacionadas con las aptitudes de aprendizaje
en una o dos áreas académicas pero suficientemente leves para que pueda compensarlas
con los apoyos adecuados o cuando se aplican adaptaciones adecuadas en el ámbito
escolar.
– Nivel grave: Dificultades graves en las aptitudes de aprendizaje que afectan a varias
áreas académicas, de manera que el individuo tiene pocas probabilidades de desarrollar
esas aptitudes sin una enseñanza constante, específica, individualizada e intensiva durante
toda la edad escolar. Además, necesitará adaptaciones curriculares y servicios de apoyo
en casa, en la escuela y en el trabajo, porque el individuo puede no ser capaz de realizar
con eficacia algunas actividades.
Lectura:
Escritura:
Como ante cualquier tipo de intervención lo principal es identificar los aspectos concretos
que necesitamos tratar y, una vez delimitados, encontrar los procedimientos más
eficientes.
Dada la longitud del artículo nos limitaremos a comentar cuáles pueden ser los aspectos
a tratar, pues los procedimientos se explican en otros apartados como en el curso gratuito
de dislexia.
– La falta de comprensión lectora, que podría derivar de una falta de fluidez (volvemos
al nivel anterior) o del desconocimiento de las estrategias y demandas que implica la
comprensión del texto.
– Los errores ortográficos, refiriéndonos a la ortografía arbitraria, pues deberían estar
asimiladas las correspondencias F-G que no son arbitrarias. Si no fuera así,
retrocederíamos hasta ese punto.
– La expresión por escrito de las ideas, en cuyo caso trabajaríamos a nivel superior de
escritura: planificación, creación de un borrador, utilización de nexos…
En todo caso, el adulto debe ser partícipe fundamental y activo de su propia intervención,
autoanalizar su manera de procesar la información y de aprender y contribuir a desarrollar
estrategias que faciliten ese aprendizaje y potencien sus habilidades.
Como podemos apreciar, la mayoría de los aspectos a tratar están muy relacionados con
la lectoescritura y el estudio, es decir, con la vida académica, lo cual indica que si un
disléxico adulto está totalmente desligado de tales actividades, debería plantearse la
necesidad de llevar a cabo una terapia de intervención o no. Si, aun así, lo cree necesario,
quizás habría que prestar mayor atención a los aspectos emocionales y psicológicos que
puedan afectar su día a día en relación con este trastorno.