Está en la página 1de 11

MURILLO EN EL MUSEO DE BELLAS ARTESS DE SEVILLA.

2018

1
2018 MURILLO IV CENTENARIO.

Sevilla 30.11.2018-17.03.2019
Jorge Benavides Solís. benavide@us.es

Mosaico en un centro comercial

El viajero ve la obra de un pintor que le gusta. Para disfrutarla además de comprenderla,


trata de deducir o intuir la forma de pensar, de ser y de hacer del artista en el contexto en el que
ha vivido. Sobre éste suele decirse poco, casi nada; en cambio se acostumbra destacar lo
anecdótico; sin embargo, el contexto es indispensable para comprender, en este caso, por qué los
niños mendigos, las casas de mancebía, los nobles y todos los cuadros religiosos que pinta Murillo.
Si se hiciera una encuesta entre los visitantes a la muestra, la mayoría absoluta diría que le
gusta mucho, sin más. Y tendrían razón; pero entonces ¿cuál es la función del arte y del artista?
¿Simplemente gustar? Por una parte dependerá de los paradigmas artísticos de su época: normas
religiosas, modelos, técnicas, pero por otra, de la demanda, del gusto de entonces. Más allá de las
circunstancias históricas el artista, de todos modos dejará la huella de sus pretensiones, de su
pensamiento, de sus conocimientos, de su compromiso concreto. Eso ha rescatado el viajero al ver
la obra de Ribera, Goya, Valdez Leal, Berruguete; no se diga la de Velásquez, poseedor en grado
máximo de todas las cualidades de un genio que se apodera del tiempo y del espacio para hacerlos
eternos en sus cuadros.
Los gustos cambian. En el siglo XIX Murillo no era apreciado por su temática popular, de
pobres, pese a que ya Caravaggio y Ribera la habían evidenciado.
El siglo de oro de España, paradójicamente también es el siglo de la crisis: demográfica,
social y económica. Lo sintetiza con rigor García de Cortázar, un jesuita, destacado historiador
contemporáneo. También se constata en las referencias concretas con respecto a Sevilla, ciudad
que a partir del primer arribo de los españoles a una isla de América, adquiere una importancia
inusitada.
En fotografías, retratos y autorretratos, sólo a Picasso lo ha visto con una mirada
escrutadora, penetrante y unos ojos, que abarcan todo cuanto está a su alcance. Murillo en su
autorretrato (1660-65) seguramente mirándose en el espejo, aparece como una persona más de
tantas, aunque seguro de sí mismo: cara ovalada, pequeña papada, frente amplia, negra melena,
2
párpados gruesos y ojos obscuros con preocupación de instante, bigotes poco espesos pero bien
perfilados sobre el fino labio superior y el inferior carnoso que marca un mentón bien formado. Le
atribuyen un poquito más de cuarenta años. En este, no deja ver su interior, cuando los pintores ya
se preocupaban de adentrarse en la personalidad del retratado, no solamente en lo que se ve. ¿Era
tímido, serio, austero, ambicioso? Debe constar en alguna biografía escrita. Sin lugar a dudas, era
un trabajador infatigable que supo organizar un buen taller. Se deduce por el número de sus obras
conocidas: 425.
A los quince años en pleno período de crisis derivado de la peste (1599-1607) y de la
inundación de 1626, oficialmente reconocida en decretos fiscales en 1627, no le aceptan su
solicitud para ir a las Indias. Pronto entrará como aprendiz en el taller de Juan del Castillo (1593-
1657) donde parece que fue compañero de Alfonso Cano (1601-1667). En 1639 no tuvo otra
posibilidad que vivir pintando sargas, estampas religiosas pintadas sobre tela basta que se vendían
en México.
El 26 de julio de 1626 Juan de la Sal escribe: “Las calle de este lugar (Sevilla) son tan angostas
que en muchas no pueden rodar coches y en las demás no cabe más que uno solo. El terreno por
las muchas humedades es movedizo (…) sin que haya empedrado que haga resistencia al cabo de
veinte o quince días” El caserío reflejaba en sus tremendos contrastes los que existían en su
estructura social. Casuchas pobrísimas colindaban con palacios suntuosos y míseras construcciones,
almacenes y tenderetes ensombrecían las perspectivas de monumentos de gran valor artístico”1
Sevilla estaba sometida a frecuentes y desbastadoras inundaciones. Al empezar 1649 tenía
unos 120.000; después de la peste apenas 85.000 habitantes por culpa de los cuatro meses de
contagio que duró la peste bubónica. En 1581 tenía 19 conventos de frailes y otros tantos de
monjas; en 1671, según Ortiz de Zúñiga, aumentaron a 45 y 28 respectivamente2 además de las 140
iglesias. Las construcciones religiosas se habían duplicado mientras la ciudad se había reducido a la
mitad.
Para colmo, las condiciones sanitarias dejaban mucho que desear: «hoy no podríamos
soportar los olores y la suciedad de la Sevilla» en aquellos siglos. Los ricos aminoraban el mal olor
usando polvos y perfumes en lugar de agua, dice el autor de un libro publicado en 20183. A
principios del siglo XVI en su obra Hexameron Theologal, Pedro Ciruelo indicaba que: «El baño en
tal tiempo (de peste) es peligroso porque abre las carnes y presto penetra el mal, si se hiciese de
las rodillas abajo cortando las uñas y raiendo las plantas de los pies»4.
La sociedad estaba claramente estratificada como se ve en el gráfico, según los poseedores
de la riqueza: nobles propietarios, comerciantes, funcionarios, artesanos y trabajadores en gran
parte ocasionales, esclavos, hambrientos y pordioseros. En la escala más baja, los más pobres.

Fuente: Aguado de los Reyes Jesús. Riqueza y sociedad en la Sevilla del siglo XVII Sevilla 1994: 43

1
Domínguez Ortiz Antonio: La Sevilla del siglo XVII. Sevilla 2006: 38
2
Ídem pg. 233
3
Carmona Juan Ignacio: Crónica urbana del malvivir (S. XIV-XVII), Insalubridad, desamparo y hambre en
Sevilla. 2018
4
Citado por Carmona 2018
3
Cómo explicar la paradoja entre el Siglo de Oro de Cervantes, Quevedo, Góngora, Caderón
de la Barca, etc. y la crisis del estado, tanto nacional como internacional a pesar de la ingente
cantidad de recursos americanos que iban a terminar en manos de banqueros portugueses o
alemanes, a enriquecer a los privados y poco a las arcas institucionales.
Todos y cada uno de los cuadros pintados por Murillo guardan relación directa con la
situación social, religiosa y humana además, acorde con la ideología imperante derivada del
catolicismo.
Al respecto el viajero, acaba de encontrar en Internet, un texto que satisface su curiosidad
y lo transcribe:
En ese período (siglos XVI y XVII) la política regia se concebía como servidora de unos
valores, una misión religiosa, una visión cristiana de la vida y una solidaridad social fundada en
tales valores.
Esa visión fue conceptualizada por los teóricos del pensamiento jurídico-político español de
los siglos XVI y XVII, cuyo más brillante adalid fue el jesuita Juan de Mariana. En esa visión idealizada,
la España de los Austrias se concibe como el resultado, a la vez, de la naturaleza (que ha constituido
la tierra hispana en una unidad diferenciada), la historia—con sus contingencias dinásticas—y la
común adopción de una fe cristiana y la adhesión a los valores católicos, las virtudes teologales de
fe, esperanza y caridad, más las cardinales de prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
El panorama que dibujan algunos doctrinarios de esa autoimagen nacional es un tanto
maniqueo. Tendríamos, frente a frente:
1) Una Europa dominada por la concupiscencia, el maquiavelismo, la infidelidad, y donde
los monarcas (particularmente los de Francia e Inglaterra) actúan por capricho, ambición,
codicia y afán de gloria, sin respeto a los derechos ni a los tratados, sin honra, sin
miramiento por las reglas de conducta militares y diplomáticas, sin caballerosidad, sin que
prevalezca ni siquiera en el seno de las casas reinantes un sentimiento de piedad o
concordia familiar.
2) Frente a esa Europa maligna —de la que se ha adueñado el Diablo—, la monarquía
hispano-austríaca encarnaría: la subordinación del interés del príncipe al amor a Dios y la
salvación de las almas; la unión fraterna (para empezar en la propia familia reinante que se
concibió siempre —en teoría— como una tribu bien avenida, con un especial afecto y
espíritu de fidelidad a la casa archiducal); la lealtad y la caballerosidad; el respeto
escrupuloso de las reglas; la renuncia a nuevas conquistas (hasta la dolorosa expansión
ultramarina viene sometida a dura autocrítica, en la obra de Las Casas y Vitoria); y la
cohesión social, a través de la beneficencia.
En particular, hay en el pensamiento español de esa época un contundente rechazo de la
mentalidad luterano-calvinista —cuyo análisis hará decir siglos después al sociólogo alemán Max
Weber que el capitalismo es hijo del protestantismo—, mentalidad abrazada en Inglaterra, Holanda,
las monarquías nórdicas, una buena parte de las germánicas y un sector de la nobleza francesa;
según la misma, el hombre se salva sólo por la fe, mientras que el éxito o el fracaso en los negocios
son señales de predestinación divina que los humanos no deben contrariar con dádivas. Frente a ese
planteamiento, la doctrina de la contrarreforma recalcará al máximo el papel, para la salvación del
hombre, de las buenas obras (y por lo tanto de la generosidad).
El debate sobre el futuro dogma de la Inmaculada Concepción (desde 1854) era un reflejo
de esa España Mariana en la autoimagen de nuestro Siglo de Oro. Ese proyecto de nuevo dogma
adquiere los tintes de una ideología nacional, una exaltación de la Madre de Dios como protectora
de la nación hispana y su misión político-cultural en el orbe, frente a las desordenadas fuerzas del
mal. (De esa imagen es revelador el hecho de que en Sevilla había una comunidad negra —en parte
esclavos, en parte libertos— congregados en una de las muchas cofradías y singularmente devotos
de la Inmaculada Concepción.) Naturalmente hay variaciones y vacilaciones en tan exaltada y
frecuentemente falaz autoimagen, que puede haber estado alejadísima de una realidad a menudo
sórdida y desalmada.
La visión de una España caballerosa en lucha contra los malignos y pérfidos enemigos del
norte viene zarandeada en el Quijote y en la novela picaresca, e implícitamente cuestionada por las
corrientes del tacitismo (concesión al maquiavelismo un poco vergonzante) con representantes
como Diego Saavedra Fajardo (si bien éste volverá al final a una visión más tradicional). Esos
pensadores lamentan ese idealismo fácil, al que acusan de ser causa de nuestros reveses a mediados
del siglo XVII (la presunta «decadencia»), preconizando en su lugar una política más astuta y más

4
realista, menos escrupulosa o remilgosa, más parecida a la de las denostadas monarquías
septentrionales.
También entre la pléyade del nuevo pensamiento político-económico que fue el arbitrismo
se encuentran actitudes que quieren más trabajo, más producción, más efectividad, y menos caridad
estéril.
Ese trasfondo sitúa la obra de Murillo, un pintor que va a plasmar en sus cuadros y en sus frescos,
con acentos fortísimos, esa autoimagen que recalca la exaltación mariana, el amor al prójimo, a la
gente humilde, la hermandad y la caridad (tema fundamental en su vida y en su obra)5.
Lo dicho se puede constatar en cada uno de los cuadros de Murillo, era observador, atento
a los cambios de técnicas y del uso del color que debió observar en Velázquez, Ribera, Zurbarán,
Van Dick, Reni y todos los pintores que estaban a su alcance en una Sevilla, por su importancia en
muchos aspectos entonces europea. Tampoco tenía reparos para pintar sobre todo tipo de
soportes.
En la exposición de las “Vírgenes de Murillo, realizada sobre 2015, al viajero le llamó la
atención la belleza de las modelos utilizadas para pintar la cara de las vírgenes. Y más porque ese
tipo de belleza todavía pasea por las calles. Si es verdad que la modelo fue su mujer, tal como ha
leído, comprende mejor por qué él insistió en casarse con una mujer que en primeras lo había
rechazado y con la que al final tuvo al menos diez hijos. Ninguno de ellos heredó su habilidad. Para
mantener a una familia tan numerosa seguramente no tuvo mucha posibilidad de rechazar la
demanda de sus clientes: nobles, comerciantes y sobre todo conventos y religiosos.
Murillo es un pintor que halaga a la vista por su buen gusto, su técnica, su oficio. Finalmente
un artista que le ha producido al viajero una entrañable y cercana emoción. Rescató de sus viejos
recuerdos, cuando comenzaba a abandonar la niñez, la platónica atracción que se hizo presente en
el rostro de la Inmaculada en una estampita. Cosas de la edad. Pero al mismo tiempo se quedó con
una inquietud:
Murillo hace “fotografías” bondadosas de la realidad social en la que vivía. No reflexiona
sobre su dureza sino sobre su belleza. Intuyo que fue un ferviente católico, no un artista rebelde
con inteligencia intuitiva como fue, por ejemplo, su coetáneo Valdez Leal y otros6. En un pintor,
más allá de sus cualidades artísticas es conveniente tomar en cuenta su forma de pensar,
de hacer y de proceder. No es frecuente encontrar la coherencia entre el ser y el hacer:
Picasso7 torturó a sus mujeres y a dos de ellas les motivó el suicidio. Magritte8 en cambio
fue lo contrario. A Murillo en este aspecto lo veo cojo: un artista con buen gusto y dominio
técnico que vivía en una sociedad, que deduzco, no la cuestionó sino todo lo contrario.
Pintó para demostrar que en la pobreza también está la belleza, no la injusticia, pretende
evidenciar la caridad y entender que la peste y la hambruna son una manifestación de la
omnipresencia de dios.

Esta exposición de cincuenta y cinco cuadros, será difícil verla nuevamente. Han venido
obras de propietarios residentes en diez países.

5
Peña Lorenzo: Murillo pintor del pueblo español. 2012
6
Para saber en qué ambiente urbano vivió Murillo, habría que consultar Núñez Roldan Francisco: La vida
cotidiana en la Sevilla del siglo de Oro. Sevilla 2004 Capítulo HOGAR PARA TODOS: Andrés Ramírez de
Villagómez tenía, en 1631, cuatro esclavos jóvenes, uno berberisco de 24 años, otra de la misma raza de 30,
una mulata de 30 y su hijo de 5 años. Y tantos como don Andrés tenía un colega de consistorio, don Juan de
Vargas, que dejó al morir en 1632 cuatro esclavos: la negra Barbolilla, los mulatos Juan y María, hijos tal vez
de aquélla y del amo, y “el moro viejo”. A pesar de su inferior calidad social, el confitero Francisco Chico
poseía en 1619 cinco esclavos, seguramente muy útiles en su negocio, tres varones y dos mujeres ya viejas;
dos esclavos más que un individuo tan rico como el prestamista Diego Jalón, que las prefería mujeres y tenía
tres cuando murió en 1645. Los esclavos eran una mercancía sujeta a las reglas del mercado. Quienes tenían
un alto poder adquisitivo los compraban directamente a los que traficaban con ellos, y otros acudían al
mercado de segunda compra.
7
https://www.youtube.com/watch?v=uqlCo_m-ukg&list=PLILFCF-ns5NqzvCU1ai08XmF1hYow_EYp
8
https://www.youtube.com/watch?v=ph8VY8KhNQw
5
30.12.2018

Sevilla s. XVII

Para pedir la llegada o cese de lluvias, las rogativas también se celebraban para tratar de librarse de
epidemias, plagas y guerras.

Epidemia 1649. Sevilla. Hospital de la Caridad.

6
Fotos furtivas en la Exposición

Algunas referencias consultadas y complementarias al texto

http://www.rtve.es/alacarta/videos/memoria-de-espana/memoria-espana-decadencia-politica-siglo-
oro/3277051/ España siglo de oro es el de la crisis
https://sevilla.abc.es/sevilla/sevi-sevillanos-siglo-no-querian-banarse-201901280716_noticia.html Por qué
los sevillanos del siglo XVI no querían bañarse.
https://drive.google.com/file/d/0B0pY75AqejX-NVBKRzJLOURPOVE/view blog de Jesús Carrasco
La Santa Inquisición, la economía determinada por el comercio de Indias y las periódicas crisis debido a las
inundaciones y pestes.
https://elpais.com/elpais/2018/11/28/album/1543420966_218145.html#foto_gal_5
http://www.pintoresfamosos.cl/pinturas-siglo-17.htm
https://es.wikipedia.org/wiki/Bartolom%C3%A9_Esteban_Murillo 1618 al 82 vivió 64 años
Según Angulo Iñiguez, Casi 425 pinturas sobre viven de la prolífica carrera de Murillo (en contraste con las
aproximadamente 125 que se conservan de Velázque2.
1599 Cervantes estuvo en Sevilla 23 beatificaciones y 20 canonizaciones
Afición por la milagrería…s. xvii
1,5% del total de la población 6º pate de la renta total del país.
1609 expulsión de los moriscos

EXPOSICIÓN
55 obras llegadas de 10 países
Temas:
1. Santa Infancia 6 obras.
2. Una familia de Nazaret 8
3. La gloria en la tierra 5
4. La Inmaculada 5
5. La pasión 6
6. La penitencia 5
7. Narrador de historias 5
8. Pintura de género 9
9. Retrato 6
TOTAL 9 temas 55

7
Sanguina. No
encontrada

1 El buen Pastor. 2 V. con el niño. 3 V. con el niño. 4. Deposit Sta


Catalina
1665, El Prado 1675. Roma Corsini 1670-1680 Dresde 1655 Hamburgo

No encontré

5 Deposit. Sta. Catalina 6 Sn Juan Bautista. 7 Sagrada Flia. 8 Sn José con el niño.
1655 Museo Lisboa 1670-75 Dublín 1670-75 Chastword 1655-1660 V. Fedotop

9 Sn José con el niño. 10 S. Flia San 11 Huida a Egipto t 12 S, Flia dos Trinidades
Juanito
1660 Madrid 1668-70 Budapest 1668-70 Budapest 1675-82 Sevilla

13 S, las dos Trinidades 14 La natividad. 15 La anunciación 16 Inmaculada Sevilla


1675-82 LOndres 1665-70 Houston 1660 El Prado 1670 Sevilla

8
17 Virgen Rosario 18 s. Agust. con 19 S. Agust Virg con niño 20 V con niño Liverpool
Trinidad
1675-80 Londres 1664-65 Sevilla 1664-65 Sevilla 1664-65 263x169

La virgen con el niño Inmaculada concepción Inmaculada Inmaculada colosal


21 1673 36.2 x 25,5 22 1675 México 23 1665 El Escorial 24 1650 Sevilla
Liverpool

Cristo cruz cuestas Ecce homo Colomer Dolorosa col particular Ecce homo. Particular
25 1660-70 Cheburg 26 1675 Madrid 27 1670 – 75 España 28 1660 España

La Dolorosa. Cristoo cruz virgen Magdalena penitente San Gerónimo


29 1660 Sevilla 30 1670 Dallas 31 1655 Madrid 32 1650-52 Madrid

No encontrado

No encontrado

Cristo recogiendo vestiduras LA


ROLDANA????
San Pedro. San Felipe, Cristo recogiendo vestiduras Disipación hijo prodigo I
33 1675-80 Parma 34 1675-80 Parma 35 1670 Illinois 36 1660 Irlanda

9
La disipación del hijo Las bodas de cana Adoración de El martirio de san Andrés
Madrid los reyes
37 1660-65 Madrid 38 1669-73 39 1655-60 40 1680 El Prado
Birmingham Ohio

S Diego Alcalá da de Niño riend0 Londres 4 figuras en un escalón. Joven gallero


comer
41 1645 1646 Madrid 42 1670-75 Londres 43 1655 1660 Londres 44 1660 España

45 Vieja despiojando a 46 Pequeña vendedora 47 la vieja y el niño niños jugando dados


niño frutas
45 1655-60 Munich 1670-80 Munich 1665 Inglaterra 48 1670-80 Viena

Juego de la argolla Autorretrato Retrato juan de Juan hurtado de salcedo


Saavedra
49 1655 – 60 Londres 50 1655 60 Nueva York 51 1650 España 52 1664 Madrid

10
Andrés de Andrade de Cal I. Fernández de Velasco Josue Van Belle

53 1660 Nueva York 54 1659 Louvre 55 1670 Dublin

Antonio Hurtado de Salcedo era secretario de Felipe IV y bien pudo contemplar los retratos de caza
realizados por Velázquez al monarca, su hermano don Fernando y su hijo Baltasar Carlos. Esa pudo
ser la razón de este encargo, realizado entre 1647 -fecha en la que don Antonio recibe el hábito de
la Orden de Santiago- y 1664, momento en el que recibe el título de marqués de Legarda ya que la
corona de marqués no aparece en el escudo de armas que Murillo labra en la piedra tras el cazador.
https://www.artehistoria.com/es/obra/cazador-1 Por eso la pintura remite tanto a Velázquez

Iñigo Fernández de Velasco: Noble, General, Condestable, Ministro, Gobernador, Virrey, 1629-
1696 https://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_Antonio_Fern%C3%A1ndez_de_Velasco_y_Tovar

Josua van Belle era de nacionalidad holandesa, procedente posiblemente de Rotterdam, establecido como
comerciante en Sevilla desde 1663. Se dedicaba al transporte naval, falleciendo en su presunta ciudad natal
en 1710. En algún momento de sus estancias en Sevilla encargó a Murillo este magnífico retrato en el que se
aprecian claramente las influencias de la escuela holandesa. El modelo aparece en pie, representado desde
algo más arriba de sus rodillas, con una vestimenta elegante. Con su mano derecha sujeta un sombrero
mientras en la izquierda lleva los guantes. Pero la importancia de la obra reside en como Murillo ha sabido
captar la psicología del retratado, centrando su atención en el rostro iluminado por un foco directo. La cabeza
de largos y rubios cabellos se recorta ante una cortina de color púrpura, resaltando su perfecta volumetría.
https://www.artehistoria.com/es/obra/josua-van-belle

11

También podría gustarte