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LA SAYONA.

Narradora.

Era una noche calurosa en el llano adentro, donde la fiesta de Don José se llevaba a cabo
en la hacienda que heredó de su padre. Las mujeres bailaban y los hombres bebían y reían
sin fin, todo lo común que sucedía en fiestas de pueblo como esas. Por supuesto que la
atracción que surgía entre las bailarinas y los bebedores era algo común en esta clase de
eventos, incluso a pesar de que muchos ellos ya estuvieran comprometidos con alguien
más, pero, ¿cómo negarle a una bella dama un buen trago acompañado de un buen baile y
tal vez, sólo tal vez, llegar a algo más?

Don José (1): Pero compa’e, no sea inventor, deje a esa mujer quieta, que si Casilda se
entera...

Severiano(2): Quedese quieto usted, no se preocupe, que yo se lo que hago.

Narradora.

Y con paso decidido se acercó hasta la bailarina Timotea, quien hace rato que sentía la
atención del hombre encima suyo.

Severiano: Mira, morena, el próximo joropo lo bailamos tú y yo: ¿oíste?

Timotea (3): Bueno, pero se conforma con lo que yo sé.

Severiano: No importa mija, yo me conformo.

Severiano: Pero ¿dónde vives tú, morena?

Timotea: Yo vivo en Orichuna Abajo, donde llaman Las Playitas.

Narradora.

Dijo Timotea, siguiendo el ritmo del compás, en un intento de coqueteria.

Severiano: Mira mija y, ¿cómo te llamas?

Timotea: Me llamo Timotea, ¿ y tú?

Severiano: Severiano, quiero decirte una cosa, espero que no te ofendas; yo estoy
enamorado de ti y quiero que seas mi mujer, aunque sea por un ratico.

Narradora.

Timotea algo incrédula pero interesada, le respondió:

Timotea: No, mi amor, mucho lo siento, pero yo no quiero que Casilda vaya andar
buscándome por´hay pa´ matame, mire, y usted, se va a lleva su buena broma; Protacia
me contó que esa mujer se priva y se vuelve loca de lo celosa que es, y además está
embarazada, ¿verdad?

Severiano: No, mi amor, esos son embustes de la gente, lo que pasa es que toda esa
cuerda de bellacos son muy envidiosos, se la pasan diciendo que yo y que soy mujeriego,
y que esto, y que pa´ allá, y ya me tienen el rancho ardiendo.

Timotea: Ajo, ustedes, los hombres, son todos igualitos, tienen tres y cuatro mujeres y
andan buscando más.

Severiano: Mira, mi amor, yo te juro por, bueno, no hallo ni por quién jurarte pues, que
yo no tengo a nadie, soy un hombre soltero, libre sin compromiso, dispuesto a lo que tú
digas.

Timotea: Si, ya lo vamos a ver, el sábado hay un baile en Paso Ancho y yo sé donde
vives tú, así es que allá te voy a buscá, no me importa que tu mujer se muera de rabia.

Severiano: Bueno mi amor, búscame, pero, vas a ser mi mujer desde horita mismo, ¿sí,
mija?

Timotea: Déjame pensarlo. El sábado te digo.

Narradora.

La noche transcurrió entre baile y baile, paso y paso, risa y risa y trago y trago. Así
comienza la historia de la Sayona, espanto que persigue a los hombres parranderos y
mujeriegos. Se dice, que fue una mujer que le dio muerte a su hijo y a su propia madre,
pero la misma antes de morir la maldijo convirtiéndola en el azote más terrible de los
hombres que andan en la oscuridad, en la sabana, en los montes, en los pueblos, caseríos
y ciudades y por todos los caminos de Venezuela.

Severiano, despunta muy alegre en la mañana del sábado, día tan esperado por él, ya que
ese día, tendría la respuesta decisiva por Timotea. Severiano anhela convertirla en la
sexta de su grupo de mujeres. Corren las horas del día y llega el atardecer, e inspirado en
aquellas dulces palabras del sábado anterior, comienza una copla de alegria.

Severiano: Esta noche me hago ´e cuenta que soy libre y no tengo amo y me hago el
desentendido delante de mis paisanos yo soy como el toro viejo que ya ni pito, ni bramo,
pero pego un pitío recojo todo el rebaño. Con la negra Timotea es que yo vivo soñando si
no se viene conmigo esta noche del parrando la seguiré donde vaya así me pasen cien
años pero tiene que ser mía porque estoy enamorado. - dice frente al espejo, mientras se
arregla para marcharse.-

Narradora.
Casilda al escuchar esto, se puso muy molesta y le respondió:

Casilda: Claro, sí eso es lo tuyo; me tienes a mí, tienes a la rastrera esa de la esquina y
tienes a la india, esa cucarachera piojosa en la costa el caño y andas buscando más.-le
reclama con los brazos cruzados.-

Narradora.

Pero, Severiano, trata de tranquilizar a su mujer, para que calme los celos.

Severiano: Ya, ya, mujer, ya vas a comenzar con lo mismo de siempre, vas a tener que
decirme quién es el lengua larga ése, que viene a meterte chisme, debe ser un desgraciao
que está interesao en ti ¿Por qué más va a ser? -dice dirigiendo su vista por un momento
hacia la contraria.-

Casilda (4): Sí, chisme, chisme. Seguro que las dos viejas esas que tienes atravezá son
embustes también, que quisiera volverme bruja bien mala pa´ agarrá por los pelos a todas
esas viejas quita machos, quien no te conozca que te compre, segurito que andas como
perro entiempao, atrás de esa otra vieja.- le recrimina bruscamente mientras Severiano
se mueve fuera del lugar.-

Severiano: No, no, no, no vale, si me pongo a ponerte cuidao me vuelvo loco. -la mira
una ultima ve antes de agarrar su sombrero e irse de allí, dejando a su mujer con la
palabra en la boca.-

Narradora.

Severiano emprende viaje con destino al baile de Paso Ancho. Contento y entusiasmado
cantaba coplas de júbilo en voz baja. Severiano va feliz y se alegra aún más porque ya
comienza a oír el arpa y los copleros del baile, pero en el rancho, Casilda, no sabe la
desgracia que le espera. Había un fulano, a quien apodaban “Burro Tusero”, esperando
que Severiano saliera para atacarle la mujer, valiéndose de los chismes, más infames, para
ponerlos en mal vivir.

Amigo de Burro Tusero(5): Te estás metiendo en lío ajeno, Burro, Casilda sólo tiene
ojos para el necio de Severiano. -dice su amigo recostandose en la pared.-

Hermana de Burro Tusero(6): Así es, hermanito. Además, pa’ que la quieres a ella si
Griselda se muere por ti.- interroga su hermana, quien se sienta a un lado del amigo de
su hermano.-

Amigo de Burro Tusero: Además, me han dicho que esa Casilda tiene un tornillo
aflojao, que los celos la vuelven loca. Y una mujer loca es capaz de muchas cosas, mi
querido Burro.
Hermana de Burro Tusero: ¿No te acuerdas de la loca de Maria? Esa mujer hasta
brujeria era capaz de hacerle al pobre Julio , suerte la mía que se consiguió a uno igual de
alocao que ella.

Amigo de Burro Tusero: No, no, no, ¿se acuerdan de Laura? Esa mujer era hechicera, y
de las malas.

Burro Tusero (7): Bueno, bueno, problema de nadie es. Sáquense ya de aquí, que voy a
ver a mi amada Casilda. Y si está aloca’ o no es problema mio.-rueda los ojos y niega
con la cabeza.-

Hermana de Burro Tusero: No venga’ a quejase’ despues si le sale mal.

Amigo de Burro Tusero: No te vaya a salir el tiro por la culata. -le advierte su amigo
finalizando con una encogida de hombros.-

Narradora.

Y así Burro Tusero dejó atrás a sus amigos quienes le advertían en lo que se metía, pero
este hacia rotundo caso omiso a dichas palabras. Al llegar le toca la puerta a Casilda.

Burro Tusero: ¡Buenas noches, Casilda! ¿Qué estás haciendo?

Casilda: Pasa chico, que estoy en la cocina.-posterior a esto, Burro se adentra a la casa
y se acerca a la mesa de la cocina donde Casilda se encontraba sentada en una de las
sillas.-

Narrador.

Casilda, que tenía dos meses de haber dado a luz, estaba con fiebre y nerviosa, pero sin
embargo lo hizo sentarse a su lado.

Burro Tusero: Se fue tu querido marido, ¿verdad?

Casilda: Sí, se fue, ese anda por Los Aguanales, ¿qué más?

Burro Tusero: Casilda, Casilda, ¿hasta cuándo, mi amor?, estoy cansado de decirte que
te vayas conmigo. Yo te quiero, te amo, te adoro, pero tú ves el sol por él, bueno no
importa, si supieras la última… pero no te la voy a contar.

Casilda: ¿Y cuál es la última? -se inclina en la mesa con creciente intriga.-

Burro Tusero: No, no, no, no te digo nada, ¿ pa´ qué?, si tú no me pones cuidao, me voy
más bien. -se echa hacia atrás y se cruza de brazos.-

Narradora.
Las horas de la noche avanzan lentamente y Casilda insiste en que el Burro le cuente.

Casilda: No, no, Burrito, dime, dime, yo te pongo cuidao, mi amorcito, pero me cuentas,
¿sí?- lo jala levemente de las mangas de su camisa.-

Burro Tusero: Bueno, es pa´ que te des cuenta que ese hombre no te quiere, mira, ayer
pasé por casa de tu mamá y estaban los dos acostaos, abrazaítos. -la mira de forma
curiosa al querer ver sus reacción.-

Casilda: ¿Qué? ¿Con mi mamá?- pregunta con una cara de perplejidad y confusión
increible.-

Burro Tusero: Sí…- afirma dudoso.-

Casilda: ¿Mi mamá?- reitera esta vez con un semblante totalmente afectado.-

Burro Tusero: Sí, tu mamá. Lo vi con estos ojos y esos tienen tiempo viviendo, donde
quiera los encuentro.- señala sus ojos y asiente para agregarle veracidad a sus
palabras.-

Narrador.

Casilda se aterroriza al saber que su mamá vive un amorío con su Severiano.

Casilda: No, Burro, mi mamá, no,no, no puedo permitir esto y a mi mamá mucho menos.
Lo arreglaremos por la mañana. -dice alarmada y sumida en sus propios pensamientos.-

Narradora.

Burro Tusero no resiste el pánico y arranca a correr para su casa. Había cometido una
gran equivocación y no tenía idea de las consecuencias que traería el haberle dicho
aquello a Casilda. Sin embargo, esta, por la mañana, sale a comprar algunas cosas por el
pueblo y se cruza con un grupo de vecinas, unas de las más chismosas del pueblo.

Vecina 1: Casilda, Casilda, ¿cómo has estado, cariño? HHace tiempo que no te veo,
¿Severiano dónde está? -la llaman, ya que esta se encontraba a unos metros de su
grupo.-

Vecina 2: Es verdad, Casilda, las malas lenguas andan esparciendo un montón de


rumores al respecto de ustedes dos.

Casilda: ¿Ah sí? ¿qué clase de cosas?-ladea la cabeza en forma de confusión.-

Vecina 3: Yo no podría afirmar ni negar nada, estaría muy mal de mi parte hacerlo.-finge
respeto.-
Vecina 1: Sin embargo, bien andan difundiendo por ahí que Severiano andaba de perro
faldero detrás de la cola de la negra Timotea.

Vecina 2: Vecina, que indiscreta eres. Casilda está recién parida y tú diciendo esas cosas.-
le recrimina falsamente intercalando la mirada entre Vecina 1 y Casilda.-

Vecina 3: Dejese de tonterias, que una mujer sabe cuando su hombre anda en cosas raras
con otras, ¿o no, Casilda? -la mira severa.-

Casilda: No tengo nada que decir, y dejen de ser tan viejas chismosas, busquense un
oficio, buenas para nada.- gira sobre sus talones y se marcha.-

Vecina 1: Já! Y uno creyendo ser buena persona por advertirle.

Vecina 3: Es que ese Severiano tiene como a seis, pobre Casilda, sinceramente.

Vecina 2: Qué va, hombre que no anda con más de una en este pueblo, no es hombre.
-dice negando para darle fin a su conversación.-

Narradora.

Y asi el circulo de chismosas entró a la casa de una de ellas, dejando atrás a Casilda y a
su conflicto mental. Esta, aún más alarmada por los rumores y aunado a lo dicho la noche
anterior por Burro, decide esperar a su mamá en horas de la mañana. ¿Qué pasará cuando
la mamá de Casilda venga a traerle la taza de café como siempre acostumbra? Mientras,
la lóbrega noche se desliza, Severiano planea discutir verso a verso con otro coplero por
el amor de Timotea.

Don José: Ya te digo yo, Severiano, ese hombre está interesao’en tu Timotea. -dijo
mientras se iba a sentar al lado del ahora molesto hombre.-dice encendiendo un
cigarro.-

Severiano: ¿Qué vas a saber tu de eso, viejo José?-le menciona incredulo, sentandose a
su lado.-

Don José: Pues no sabré mucho, compa’e, pero el mismito andaba zamureando a la
muchacha en la noche. -se encoge de hombros para luego señalar al protagonista de la
conversación (Mateu).-

Severiano: Pues está bien equivoca’o si cree que le voy a dejar el camino tan fácil.-
frunce el ceño para darle severidad a sus palabras.-

Don José: No seas necio, Severiano. Vete a casa con tu mujer y tu hijo, tu esposa recien
pari’a y no te importa. -niega con la cabeza en forma de desaprobación.-

Severiano: Yo la quiero, Don José, pero hay que buscar la diversión en otros lares
también.-le guiña el ojo en forma de burla, para luego levantarse y confrontar a
Mateu, tocandole el hombro y yendo directo al grano.-

Severiano: Ay, mire camarada, me dijeron y que, usted que le estaba cantando a mi
negra Timotea, pero eso sí, pa´ llevásela pues.

Mateus: Bueno vale: ¿qué quieres tú, que le cante a los machos?

Severiano (S): No es que le cante a los machos, camarada, sino que esa mujer está
comprometía conmigo y usted, muy bien lo sabe. Vamos a cantarle los dos, si tú te la
ganas peleamos y si yo me la gano, bueno, usted, verá qué es lo que va hacé.

Mateus (M): Bueno, vamos a echále pichón. Maestro, arpista, arránquese ahí con un
joropo bueno. -da un fuerte zapatazo al suelo para señar el pacto oral dictado hace
unos instantes.-

Narradora.

Y así empezó un largo duelo de coplas en la lucha por conquistar el corazón de la negra
Timotea. Sin embargo, en medio de la retada, Mateu le riposta a Severiano, y le arranca la
camisa con desesperación, Timotea interviene en favor de Mateu, y Severiano al ver la
acción de Timotea se llena de ira, y de un solo pescozón la sacude contra el suelo, con tan
mala suerte que al caer se golpea fuertemente la cabeza con una piedra y muere
instantáneamente interviniendo así el Comisario, dándole la voz de arresto.

Los efectos de la fiesta pararon en eso: Severiano a la cárcel, Timotea al cementerio y


Mateu asustado y nervioso coge el monte a la fuga. Pero en la casa de Casilda las horas
de la mañana eran aterradoras. Casilda al ver llegar a su progenitora enloquece
furiosamente, sintiendo rencor y odio puro, confrontándola finalmente.

Casilda: Como te has atrevido a traicionarme con mi propio marido. - le vocifera


mientras se acerca a ella amenazantemente, arrinconandola.-

Madre de Casilda: Hija, calmate, ¿de qué hablas? Te hará mal ponerte así.

Casilda: Pagarás por haberme traicionado de esta forma. -la empuja fuertemente,
haciendo que su madre impacte con el suelo.-

Le mete candela al rancho, sin importarle el tener a su hijo adentro (se oyen llantos de un
recién nacido); mientras las llamas incontenibles devastan el humilde rancho, Casilda
corre en busca de un cuchillo, y una vez este en sus manos, le asesta tres cuchilladas a su
pobre madre, que herida mortalmente, exclamaba agonizando.

Madre de Casilda: ¡Me has quitao la vida, Casilda! ¡Me has quitao la vida, Sayona!¡Le
has quitao la vida a tu propia madre, que te trajo al mundo!¡Maldita serás toda la vida!
Sin Dios y sin Santa María andarás por todo el mundo, en busca de los hombres pa´
aliviar tu pecao, pero no lo lograrás, porque te acordarás de este momento, y perderás al
hombre que te acompañe. Permita Dios y que así sea. -muriendo finalmente.-

Narradora.

Casilda o la Sayona, como lo llamó su mamá al condenarla, al oír estas palabras se fue
transformando; los ojos se le pusieron rojos que casi echaban candela, se desgarró la ropa
y los colmillos le crecieron tanto que parecía un león, salió de la casa donde las vecinas al
verla en ese estado, se arrodillaron y comenzaron a rezarle para ver si la salvaban, pero
esto resultó en un grito tan agudo y escalofriante por su parte, que jamás pudo ser
salvada. A partir de este momento comienza la macabra aparición de una mujer que ataca
a los hombres que andan por travesías con las noches oscuras. La leyenda se extiende a lo
ancho de los caminos, tal como aquí se cuenta.

TIEMPO DESPUÉS.

Hija de Pancho Rengifo: Ah, mamaíta, tu sabes que la mujer esa que iba machucando a
don Trino, anoche iba matando a tu ahijao, por´hay en el lavandero.- le comenta
mientras dobla la ropa.-

Esposa de Pancho Rengifo: ¡Ay Dios mío! Muchacha, ¿y está muy mal?-le pregunta su
mamá desde donde se encontraba regando las matas.-

Hija de Pancho Rengifo: Mamá, de la fiebre que tiene está hablando disparates.

Esposa de Pancho Rengifo: Dios mío, a mí sí me da miedo esas cosas; fíjese el tiempo
que tuvo loco don Trino y así tu papá quiere irse a jugá gallos pa´ Mantequeral.

Pancho: Sí hombre, no ves que yo soy tan tonto pa´ dejáme machucá. Si es mujer la
machuco yo a ella, y si es hombre que se disfraza ya me le va a quitá las conchas a este
chaparro con el filo el lomo.-dice Pancho incredulo, dandole vuelta a la página de su
periodico.-

Hija de Pancho Rengifo: Papaíto, no digas eso, si tú vieras como está Ponsolino no
fueras pa´ ninguna parte.-lo mira con severidad por un breve momento.-

Pancho: No hombre, hija, yo soy hombre que me agarro con cinco y a todos les doy
combate, ¿ahora le voy a tener miedo a espantos? Ja, ja, já, ¡No juegue, esa es la última!
Páseme los gallos, mija, que me voy. Me esperan mañana.-la hija le extiende su habitual
sombrero y ese sin decir más se marcha.-

Narradora
Pancho Rengifo, era un hombre muy parrandero, a quien apodaban “el Macho”, porque
nunca creía en nadie, monta en su bicicleta y pone rumbo al baile y riñas de gallos.
Cuando ya se aproxima al Paso de Buría se encuentra con un viajero.

El Viajero del Camino: Compañero de camino, ¿ pa´ donde va poray, tan apurao?-se
detiene a su lado.-

Pancho: Pa´ las fiestas de Pedro Lara, compadre, que dicen que hay unos gallos muy
buenos.

El Viajero del Camino: Pero, esos gallos son pa´ mañana, compañero.

Pancho: Sí, compañero, pero esta noche hay un baile, que no me lo puedo perder ni que
estuviera pulgao.

El Viajero del Camino: No, compañero, sí ese baile es pa´ mañana también. Usted, ¿no
sabe que por aquí no se puede poner fiesta de noche?

Pancho: ¿Cómo que no se puede poner qué?

El Viajero del Camino:: Mire compañero, aquí después de las nueve de la noche, no
puede andar fuera de la casa, porque en cualquier parte, que usted, ande se encuentra con
la Gritona.

Pancho: Será con la Sayona.

El Viajero del Camino: Esa es la misma, compañero, y aquí mismo al pasar el caño
donde hay una palma y un matapalo gacho, ahí le sale a la gente, dicen que y que es alta,
pelo largo, muy elegante, y se les pone alante diciéndoles que la sigan y los que la siguen
después que los tiene perdidos, los convida a que se acuesten con ella, pero después que
se acuestan se vuelve un esqueleto bien feo, enormes dientes y les pega un grito en la
oreja que los deja locos por mucho tiempo.

Pancho: Ja, ja já. No me eche broma, compañero. Usted, ¿cómo que no le gustan las
mujeres? Usted, ¿cree que a mí me sale una mujer convidándome y la voy a perdonar?
Nooó.-le dice burlón sin creerle ni una palabra.-

El Viajero del Camino: Compañero, no se burle, mire que esas cosas no son pa´ juguete
¿Por qué no se regresa conmigo, más bien, compañero? Mañana nos vamos juntos.-le
hace un movimiento de cabeza para convencerlo.-

Pancho: No hombre, compañero, a mí me llaman el Macho, en la fiesta nos vemos.-


niega una vez más, y con un movimiento de mano se despide, emprendiendo su viaje de
nuevo.-
Narradora.

Pancho continúa su marcha confiando que el baile era esa noche, pero antes de llegar al
Paso, se encontró un rancho viejo, donde estaba una mujer en el tranquero vestida toda de
blanco.

Sayona: Mire señor, ¿pa´ dónde va por´hay?-le pregunta la misteriosa mujer que
llevabala cara cubierta por una especie de tela.-

Narrador.

Paró Pancho en silencio, piensa si sería verdad lo que le contó “el Viajero” y la mujer
insiste.

Sayona: ¡Señor!, es con usté. Respóndame que tengo miedo.-le implora en voz alta.-

Pancho: ¿Qué quiere, ¿qué se le ofrece, qué se le ofrece, qué se le ofrece?-dice con algo
de nerviosismo.-

Sayona: Yo me llamo Verónica y voy pa´ la fiesta de Mantequeral, pero me da miedo


irme sola. Usté, ¿no quiere llevarme?- interroga mientras comienza a acercarse.-

Pancho: Es que yo no sé dónde queda eso.

Sayona: Bueno, yo le digo por dónde es. -insiste una vez más.-

Pancho: ¿Y el marío suyo dónde está?

Sayona: No, yo no tengo hombre. Usté, ¿no quiere representarme en el baile?

Pancho: Bueno, vamonó-dice ahora entusiasmado por la oportunidad que consiguió.-

Sayona: ¿De dónde viene por´hay?- comienzan a caminar.-

Pancho: Yo vengo de La Mata Negra. Y usted, ¿vive sola en esa casa?-señala la ya un


poco alejada casa.-

Sayona: Sí, yo vivo sola, porque así puedo llevar al que yo quiera.

Pancho: Ahh pues, claro que sí ¿Y si yo le digo que me lleve, usted, me lleva?

Sayona: Bueno, ¿por qué no? Pero, ¿yo le gusto? -finge inocencia en su tono de voz-

Pancho: Claro que me gusta. Cuando usté, me dio la mano sentí algo, como deseos de
estar con usted.

Sayona: A mí también, me provocas mucho, pero, no sé ¿qué dices?


Pancho: Bueno, que el bocao que está pa´ uno, lo mejor es comérselo.-dice con
entusiasmo-

Sayona: Vamos a devolvernos, ¿quiere?

Pancho: Claro que quiero, devolvámonos, pues.-dando media vuelta y comenzando a


caminar en sentido contrario.-

Narradora.

El “Macho” Pancho, sin darle más tiempo a que la mujer reaccionara de otra forma, le
echa el brazo al cuello y la toma de una mano, trata de descubrirle la cara para acariciarla,
pero la mujer comienza a desvestirse. ¿Y cuál fue la sorpresa al destaparle la cara a la
mujer? Un rostro totalmente esquelético y terrorífico.

Sayona: ¿Te gustan las mujeres fáciles, verdad? Aprovécheme machito, que eso es lo
tuyo.- se abalanza encima de él. - Toma, sucio inmundo.- Comienza a golpearlo.-

Narradora.

Pancho empieza a lanzar puñetazos, cabezazos y patadas al esqueleto, pero no logra


pegarle, mientras que el esqueleto se lanza contra él, golpeándole fuertemente. Pancho
sigue furioso; pero no logra nada y está tan agotado que se va a parar y se cae, se está
desmayando… ya no levanta los brazos, se está cayendo, ya no tiene fuerzas… se termina
cayendo y el espanto se esfuma.

Llega la mañana del día siguiente y comienzan las fiestas de Pedro Lara. Pasan las horas
del nuevo día y llega el atardecer, cuando viene un hombre desnudo y la piel desgarrada
por los espineros, la gente piensa que es un animal y corren a su captura, pero éste, sólo
tenía en mente la imagen del espanto y los confundía con él (Se oyen los alaridos de
Pancho), los gritos que pegaba eran tan espeluznantes y despavoridos que asustó a toda la
gente que allí se encontraba.

Vecina 1: Unos galleros que pasaban por el matapalo gacho lo encontraron en agonías de
la muerte. -explica la mujer que se acercó primero para saber qué había sucedido.-

Narradora.

Pero, como áncho estaba irreconocible, uno de los del grupo piensa que es el hermano y
empieza a llamarlo.

Gallero 1: ¿Eleuterio? ¿Eleuterio, qué te pasó, hermanito? Compadre Agapito, este es


Eleuterio, compadre.

Vecina 2: No, hombre, ese no es, pero, vamos a ver quién es.-lo sientan en una de las
sillas y comienzan a observarlo en busca de una respuesta.-

Narradora.

Cuando ellos tratan de identificarlo, él mismo le responde con voz agotada por el
cansancio.

Pancho: Yo soy Pancho, yo soy Pancho, no me abandonen, llévenme a mi casa, hay, una
mujer muy fea, muy fea, tenía la cara como una rana y el cuerpo era un esqueleto y unos
dientes demasiado grandes, ahí viene, quítenmela, quítenmela, no me dejen, no me dejen,
no me dejen llevar, llévenme a mi casa, ahí viene, me va a llevar. -dice en un hilo de voz.
-

Narradora.

La Sayona estaba con ellos, y no la veían, pero piensan que el hombre se estaba
muriendo, así que hacen un círculo y empiezan a rezarle para poder ayudarlo, y fue así
que pudieron quitársela de encima. Dice la leyenda que la Sayona le tiene mucho miedo a
la cruz. Dicen también. que su misión es perseguir a los hombres para descansar de
penas, y que cada hombre que cae en sus manos es un pecado menos para ella. Esto que,
ustedes, terminan de oír ha sucedido, y sucede, en las noches oscuras y solitarias del
Llano adentro.

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