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SUSPENSIÓN Y SUSTITUCIÓN DE LA EJECUCIÓN DE LA PENA
I. Finalidad de la suspensión y sustitución.–
1. Características de la suspensión.–
1
2.2. Supuestos especiales de suspensión condicional de la ejecución.–
2
III. Sustitución de las penas privativas de libertad.–
2. Módulos de conversión.–
Aunque no es nuevo
, en la actualidad cobra fuerza el debate en el que se plantean nuevas fórmu
las que superen la ejecución clásica de la pena privativa de libertad, sin necesid
ad de que ésta desaparezca del catálogo penal
. Se promueven, por un lado, nuevas formas de cumplimiento –
más modernas y humanitarias–
y, por otro lado, se intenta potenciar los sustitutivos penales. Se trata, en definitiv
a, de que la pena privativa de libertad sea la «ultima ratio» dentro del sistema
penal. Cfr. supra, lección 2.IV.3.
bation,
2
sursis, o de puesta en libertad a prueba y con supervisión por las autorida
des. Y iii) alternativas superadoras de la pena de prisión clásica, que irían desd
e nuevas formas de penas privativas de libertad, como la localización permanen
te, hasta las auténticamente sustitutivas de la pena de prisión, como los trabajos
en beneficio de la comunidad, los programas de diversion (sobre todo en justi
cia de juvenil).
En Derecho penal español de adultos los sustitutivos de ejecución de las penas pri
vativas de libertad se concentran sobre todo en la suspensión (para penas priv
ativas de libertad de corta duración, cuyo cumplimiento se deja en susp
enso bajo determinadas condiciones: arts. 80‐87) y sustitución (del cum
plimiento de penas privativas de libertad también de corta duración, en cuyo
lugar entran otras menos aflictivas: arts. 88‐89), a los que cabe añadir la liberta
d condicional (arts. 90‐93), que estudiaremos en la lección 13.II.2.
La idea de suprimir las penas cortas de prisión no es nueva, sino que se remonta a von Liszt.
Esta sería la pretensión de las llamadas posturas abolicionistas, que no han tenido gran a
cogida doctrinal. Sobre esta cuestión, véase la introducción a la lección 1.
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Suspensión y sustitución de la ejecución de la pena
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I. Finalidad de la suspensión y sustitución.‐
tutivos penales aparecerían como medios de los que dispone la moderna Polític
a criminal para luchar frente a las penas cortas privativas de libertad por la const
atación de su inutilidad e ineficacia o, al menos, por el convencimiento de que s
e puede lograr mejores resultados con penas o sanciones alternativas.
5
Por todos, cfr. GIMBERNAT ORDEIG, «Prólogo», en Código penal, Madrid, Tecnos, 1995, p XIX: «El si
stema de penas y medidas de seguridad del NCP (...) supone, tal vez, la más importante y pr
ogresista innovación del nuevo texto. La supresión en cualquier caso de las penas privativas de
5 libertad inferiores a seis meses continuados de permanencia en un establecimiento pe
nitenciario; los sustitutivos de las penas cortas mediante, fundamentalmente y por una parte, la pe
na pecuniaria, que ahora sí que puede ser eficaz al adoptarse el sistema de los días‐multa y, con e
llo, su determinación individualizada sobre la base de la situación económica del autor, y, por ot
ra,
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mediante el arresto de fin de semana (...): todo ello configura una sanción de prisión que tra
ta en lo posible de evitar —acudiendo a otros medios—
la contaminación y la marginalidad, sin ventaja alguna como contrapartida, que suponen
las penas cortas, y la destrucción psíquica que conllevan las largas privativas de libertas».
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En
Suspensión y sustitución de la ejecución de la pena
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Ord
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Ambas alternativas a la pena de prisión ponen de relieve la tensión entre el nto
debido cumplimiento de la ley (y la sentencia) por el delito cometido y la juríd
búsqueda de la resocialización del delincuente. En terminología que nos es más fa ico
miliar, la de los principios del Derecho penal, podemos decir que en estas me exist
en
didas se ponen de manifiesto la seguridad (necesidad de tutela de la vida social
dos
) y el respeto de la dignidad: en concreto, la regla de la no desocialización (cfr. su sup
pra, lección 2.IV.2.iii]). uest
os e
spec
En definitiva, ambas instituciones responden a una finalidad semejante: la or ífico
ientación general de la Política criminal a eliminar los efectos desocializadores y de es s en
tigmatizantes que lleva consigo la pena, que resultan especialmente de
los
sproporcionados cuando se trata de penas de prisión de corta duración.
que
se pr
ohíbe
exp
resa
II. Suspensión de la ejecución de las penas privativas de libertad.‐ ment
e la
aplic
La suspensión de la ejecución de la pena consiste, según se 7
deriva del propio ar ació
tículo 80 CP, en excluir provisionalmente y bajo la imposición de condiciones, el c n d
umplimiento de la pena privativa de libertad impuesta en sentencia firme al delin e la
cuente primerizo autor de un delito castigado con pena privativa de libert
ad inferior a dos años, si el Juez o Tribunal sentenciador considera que no es pro alter
bable que la persona vuelva a cometer nuevos delitos. Si el penado cumple nati
va p
las condiciones impuestas durante el plazo fijado, se remite definiti
enal
vamente la pena, y se da ésta por cumplida
. Si incumple las condiciones, se revoca la suspensión y se ordena su cumplimi de l
ento. a su
8
spen
sión
En Derecho comparado existen instituciones similares a la suspensión de la pena. El
de l
modelo español se corresponde con el europeo continental de la sursis. Este sistema, de o
a eje
rigen francobelga, presupone la declaración de culpabilidad del delincuente y la imp
cuci
osición de una pena, cuya ejecución sin embargo se suspende y se fija un plazo de prueb
ón: i
a. Transcurrido dicho plazo, si el culpable no recae en ninguna actividad delictiva, se enti
) La
ende que la condena ha sido cumplida y se da por remitida la ejecución.
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1, de
En Derecho angloamericano, la declaración de culpabilidad se hace en un momento di 1 de
7
stinto del pronunciamiento de la condena en la que se fija la pena. Para la probation juni
8
, si el culpable se somete a una serie de condiciones que ha de cumplir bajo el control o, so
y vigilancia de un funcionario especializado y supera con éxito el período de prueba, bre l
el juez no dictará condena. Si dentro del plazo de prueba se quebrantan las condicione os E
s impuestas, se revoca el beneficio concedido. stad
os d
e Al
arma
, Excepción y Sitio,
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que prohíbe (art. 30.2) este beneficio durante la vigencia del estado de excepción para lo
s condenados por delitos contra el orden público o la seguridad ciudadana. ii) El có
digo penal militar (arts. 44 y 57) excluye también este supuesto para los militares con
denados. El Tribunal Constitucional ha avalado esta regulación (STC 180/1985, de 19 de
diciembre), por entender que no afecta al derecho de igualdad ante la ley.
i) Es discrecional 10 y no preceptiva
. En efecto, el art. 80.1.I establece que “los jueces o tribunales podrán dejar en s
uspenso...”. Por tanto, aunque se den los requisitos establecidos por el legislador
para la suspensión de la pena, es el juez quien debe decidir en cada caso, si lo consi
dera oportuno, puede no conceder la suspensión de la ejecución de la pena
. Puede entenderse esta mención como una vía para respetar la seguridad (la nec
esidad de tutela de la vida social).
El art. 80.1.I se hace mención a un factor de la decisión que resulta confuso: «se atenderá fu
ndamentalmente a la peligrosidad criminal del sujeto, así como a la existencia de otr
os procedimientos penales contra éste». Si tales datos se toman como condiciones abs
olutas para la suspensión, de modo que el más mínimo riesgo impide ya la con
cesión, aquélla carecería de sentido, pues siempre hay un riesgo de reincidir (de ahí que
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se impongan reglas de conducta como condición). Además, la referencia a «otros proce
dimientos penales contra» el delincuente no puede entenderse como sinónimo de haber s
ido condenado con anterioridad, pues es requisito siempre haber delinquido por primera
10 vez (art. 81.1.ª). Este elemento debe interpretarse a la luz de los datos que aporta la
historia del precepto: fue introducido en la reforma por LO 15/2003, para endurecer l
a suspensión e impedir que fuera otorgada sin garantías suficientes de
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manera que se convirtiera en una forma de burlar la ejecución de penas. Así las cosas, de
be entenderse como referida a la existencia de otros delitos todavía no juzgados .
La decisión de suspender la pena, en definitiva, debe atender a los principios que rigen la
institución y el Derecho penal mismo. En concreto, en esta decisión judicial han de int
ervenir aquellos factores que laten detrás de la institución de la suspensión: como ya se
ha dicho, se trata de una tensión entre seguridad y respeto de la dignidad («regla de la n
o desocialización»), con predominio de esta última; de este modo, el juez habrá de moti
var su decisión teniendo en cuenta, por un lado, que sea tolerable por razones de seguri
dad (necesidad de tutela) dejar en suspenso la ejecución (lo cual parece garanti
zado, de entrada, porque sólo es posible para penas no superiores a dos años); por otro
lado, la posible resocialización o evitación de efectos desocializadores
12 (lo cual deriva del
sentido y fin de la institución). Como contrapeso al principio preponderante de respeto d
e la dignidad, el de seguridad (tutela de la vida social) se ve garantizado por la imposi
ción de condiciones (que no vuelva a delinquir en el plazo de tiempo y, potestativame
nte, ciertas obligaciones y deberes: art. 83) .
11
En relación con la dificultad de realizar un pronóstico sobre la peligrosidad del condenado, cfr.
GÓNZALEZ ZORRILLA, en CID MOLINÉ/LARRAURI PIJOÁN (coords), Penas alternativas, pp 65, 66 y 72‐
74.
En esta misma línea, lo previsto en el art. 86 («En los delitos que sólo pueden ser perseguidos
previa denuncia o querella del ofendido, los Jueces y Tribunales oirán a éste y, en su caso, a
quien le represente, antes de conceder los beneficios de la suspensión de la ejecución de la pe
na») tendría sentido como medio para asegurar la vida social a pesar de la preponderancia de la
dignidad.
En relación con la dificultad de realizar un pronóstico sobre la peligrosidad del condenado, cfr.
GÓNZALEZ ZORRILLA, en CID MOLINÉ/LARRAURI PIJOÁN (coords), Penas alternativas, pp 65, 66 y 72‐
74.
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