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Una de las cuestiones que suscitan mayor debate y que más cardinales resultan para
el hombre y las sociedades actuales es la educación. Esto justifica holgadamente el hecho de
que pueda y deba ser estudiada desde distintas perspectivas; una de ellas es la de la
psicología.
En todas las sociedades emergen organizaciones o estructuras que inician a los niños
en la educación y la transmisión de su cultura. En un principio, el primer agente socializador
y educativo es la familia, dando paso después a la educación formal en todos sus niveles y a
la educación permanente más tarde. Como señala Mialaret (2006), la incorporación del niño
a un centro educativo es un acontecimiento vital substancial, pues deja la seguridad de su
familia y se adentra en otro ambiente distinto y desconocido que le empuja a entablar
nuevas relaciones con “iguales”, a someterse a nuevas formas de comportamiento y
reglamentos, etc. Esto es, la escuela para el alumno supone un cambio en las condiciones de
su existencia que no va a ocurrir sin que repercuta en su desarrollo físico, psicológico,
cognitivo, afectivo y de personalidad. “El estudio de todos los procesos psicológicos puestos
en práctica constituye un capítulo importante de la Psicología de la Educación” (p. 18).
El hecho de que todos los alumnos alcancen las metas propuestas por el docente y/o
que consigan aprender con eficacia no sólo depende, como bien supondrá el lector, de sus
capacidades intelectuales. Son otras muchas las variables que entran en juego y que el
profesor debe conocer y tener en consideración si quiere que sus alumnos “progresen
adecuadamente” en sus aprendizajes escolares.
Estas variables van a estar directamente relacionadas con el sujeto que aprende (su
inteligencia, motivación, autoconcepto y/o autoestima, estilo cognitivo o de aprendizaje,
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expectativas, intereses, etc.), con los contenidos que aprende (lo que conoce de ellos con
anterioridad, su estructuración, si cuenta con organizadores y esquemas, etc.,), y con cómo
los aprende (cuestiones metodológicas y contextuales). Sobre algunas de estas cuestiones
será sobre las que se profundice en esta asignatura.
El lector, como futuro docente, debe poseer conocimientos básicos sobre las
distintas variables y procesos de naturaleza psicológica que van influir en el desarrollo del
proceso de enseñanza-aprendizaje de sus alumnos y en toda situación educativa, en sus
resultados escolares y en su desarrollo global. Así, se deben tener en cuenta:
a) Qué variables resultan importantes, qué el papel que juegan y cómo se articulan con
el resto de variables que no son de naturaleza psicológica.
b) Qué procedimiento es más adecuado para la comprensión y explicación de la
situación educativa en su conjunto.
c) Formular propuestas concretas con el fin de intervenir sobre la situación de
enseñanza- aprendizaje, modificarla u orientarla en una dirección determinada.
Es por todo lo anterior que Coll (2001) defiende que dentro del carácter
multidisciplinar de la formación del profesorado, el conocimiento que aporta la Psicología de
la Educación es fundamental para comprender y analizar los procesos de cambio del alumno
y especialmente los procesos que se producen en la situación educativa. El docente “no sólo
debe tener un dominio de las disciplinas curriculares, sino que tiene que aprender cómo
intervenir en las situaciones de enseñanza-aprendizaje, y conocer los principios que
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subyacen a los diferentes métodos y técnicas con el fin de que la práctica no sea un
instrumento sin fundamento” (p. 48).
De acuerdo con los argumentos expuestos hasta aquí, y como podrá intuir el lector,
no es tarea sencilla precisar qué se entiende por Psicología de la Educación.
El núcleo central de esta disciplina, tal y como lo describe Coll (2001) es:
“el estudio de los cambios comportamentales (incluyendo los procesos
psicológicos subyacentes) que se producen en las personas como
consecuencia de su participación en actividades educativas, de su naturaleza y
características, de los factores que las facilitan, los dificultan y los obstaculizan,
y de las consecuencias que tienen para el desarrollo y la socialización de los
seres humanos” (p. 60).
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Se identifican entonces dos grandes bloques de contenidos abordados desde la
Psicología de la Educación y que configuran la estructuración de esta asignatura: los relativos
a los procesos de cambio comportamental como consecuencia de su participación en
actividades educativas (esto es, al aprendizaje), y los relativos a las variables y factores que se
relacionan directa o indirectamente con dichos procesos.
En su afán de elaborar una teoría educativa con base científica y de conformar, sobre
todo, una práctica aplicada coherente con ésta, la Psicología de la Educación articula sus
contenidos en torno a estas finalidades, y tal y como enumera Coll (2001, p. 56-60) se pueden
distinguir tres dimensiones:
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3. Una dimensión PRÁCTICA o TÉCNICA, orientada a la intervención y la resolución de
problemas concretos surgidos en el desarrollo de actividades educativas. Se trata de
conocimientos de naturaleza esencialmente técnica e instrumental, orientados a la
intervención directa en el desarrollo de los procesos educativos, ya sea desde la
perspectiva del desempeño de la función docente, ya sea desde la perspectiva de la
intervención psicopedagógica.
Como bien ilustra el autor (tabla 1), si se escoge la primera opción se estaría optando
por un camino de un solo sentido en el que los conocimientos surgidos de la investigación
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psicológica se aplican a la educación. Si se escoge la segunda opción se estaría decidiendo
por una calle sin salida en la que la psicología y la educación no encuentran un punto de
unión. Si se escoge la tercera respuesta se estaría seleccionando un camino de doble sentido
que va desde la psicología a la educación y, viceversa, desde la educación a la psicología, en
el que ambas se nutren la una de la otra.
Tono
Fase Dirección Periodo Relación psicología y educación
emocional
La psicología es aplicada la educación; la
Calle de un Principios de Optimismo
1 educación es destinataria de la
sentido siglo XX ingenuo
psicología.
Calle sin Mediados La psicología ignora a la educación; la
2 Pesimismo
salida de siglo XX educación ignora a la psicología.
Calle de La educación da forma a la investigación
Finales del Optimismo
3 doble psicológica; la psicología da forma a la
siglo XX cauto
sentido práctica educativa.
Estas tres concepciones se corresponden con las fases por las que la historia de la
disciplina Psicología de la Educación ha pasado en el último siglo. Para realizar este breve
recorrido nos basaremos en los trabajos de Coll (2001), Sampascual (2009) y Mayer (2002).
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existente producidos por otras áreas de la investigación psicológica. Este planteamiento
dominó hasta finales de los años cincuenta.
Desde finales de los años sesenta y principios de los setenta y, sobre todo, en el
transcurso de las tres últimas décadas, han surgido planteamientos diferentes en los que se
le da a la Psicología de la Educación una relevancia mucho mayor.
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“se enriquece con las leyes, principios, explicaciones, métodos, conceptos y
resultados empíricos que tienen su origen en la investigación psicológica
básica, pero a su vez contribuye al mismo tiempo a enriquecer esta última con
sus aportaciones sobre los fenómenos educativos y, más concretamente, con
sus explicaciones sobre el comportamiento humano en situaciones
educativas” (p. 55).
El filósofo español Emilio Lledó dijo en una ocasión que «enseñar es una forma de
ganarse la vida pero, sobre todo, es una forma de ganar la vida de los otros». El ejercicio
profesional docente es una de las tareas más reconfortantes y gratificantes que existen; es un
trabajo que reporta múltiples satisfacciones pero, a su vez, es un trabajo que requiere de un
esfuerzo y un compromiso de enormes proporciones. Que los alumnos obtengan buenos
resultados, observar sus avances o su entusiasmo por aprender, obedece a una importante
inversión de tiempo y trabajo por parte del docente que en muchas ocasiones empleará
(sacrificará) horas libres y fines de semana en tareas de planificación o de evaluación. Para
superar estas dificultades (y el resto de obstáculos con que podrá encontrarse de muy
diversa índole) es imprescindible que el docente no permita que menoscaben su motivación
y que su actitud hacia los estudiantes continúe siendo positiva y entusiasta.
Pero, además, el alumno debe saber que la labor del docente no se limita
únicamente a la transmisión de conocimientos sino que sus funciones van mucho más allá. El
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docente deberá ser un facilitador del aprendizaje, un experto en instrucción, un referente
motivador, un buen planificador y organizador, un líder, un orientador y, lo más difícil, un
modelo para sus alumnos.
Como recoge el autor mencionado, serán profesores eficaces aquellos que dominen
su materia y posean sólidas habilidades de enseñanza. En este sentido, deberán conocer y
hacer uso de estrategias educativas excelentes que incluyan la definición de objetivos, la
planificación de la enseñanza y el control del aula y la retroalimentación. Así mismo, deberán
saber motivar, comunicarse y trabajar eficazmente con estudiantes con diversas capacidades
y características.
Domina su materia y entiende lo que explica, adaptándolo al nivel de los alumnos (la
cuestión del conocimiento de la materia se vuelve más relevante conforme se asciende
de nivel educativo).
Estructura el material que enseña: sabe identificar los conceptos principales,
organizarlos y secuenciarlos de manera relacional, y presentarlos ordenadamente.
No improvisa. Programa/planifica cuidadosamente la instrucción: establece objetivos y
organiza planes para alcanzarlos.
Hace uso de organizadores previos e inclusores que favorecen el aprendizaje
significativo conectando los nuevos contenidos con los conocimientos previos de los
alumnos.
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Organiza y gestiona adecuadamente el espacio del aula y los tiempos.
Programa el trabajo personal de los alumnos en clase y en casa y controla los deberes.
Es flexible y adaptable en cuanto a esta planificación.
Comunica a sus alumnos lo que espera que aprendan, lo que tienen que hacer y cómo
lo tienen que hacer.
Repite y revisa los conceptos e ideas clave.
Realiza una evaluación continua del aprendizaje de sus alumnos, brindándoles
retroalimentación sobre su desempeño.
Se asegura de que los alumnos progresan en su comprensión de los contenidos y que
no experimentan niveles altos de frustración.
Formula muchas preguntas, verificando repetida y continuamente la comprensión de
los alumnos.
Hace preguntas susceptibles de ser contestadas por la mayoría de alumnos.
Proporciona a los alumnos incidíos o claves de respuesta y tiempo suficiente para
responder.
También deja tiempo para que los alumnos asimilen la nueva información.
Hace uso de reforzadores positivos, sobre todo de tipo social, tanto verbales como no
verbales.
Supervisa directamente el trabajo de sus alumnos la mayor parte del tiempo, evitando
que trabajen sin ayuda o simplemente no trabajen.
Es claro y comunicativamente diestro, tanto a la hora de exponer los contenidos como a
la de plantear preguntas.
Posee habilidades de comunicación (no sólo a nivel de expresión oral) tanto para la
enseñanza como para el trato con alumnos, padres y resto de profesionales
(asertividad).
Proyecta la voz, la modula y realiza inflexiones, su dicción en clara y maneja
adecuadamente el contacto ocular con los alumnos.
Está comprometido con la escuela y sus estudiantes.
Muestra cordialidad hacia sus alumnos y les brinda comprensión empática y apoyo
emocional.
Es expresivamente dinámico o carismático, muestra entusiasmo y buen sentido del
humor (los profesores expresivos reciben calificaciones más positivas de sus alumnos
que los que no lo son, independientemente de la materia que imparta).
Crea un clima positivo en el aula y fomenta la cohesión entre los alumnos.
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Practica una educación inclusiva y anima a los alumnos a relacionarse positivamente
con estudiantes diversos.
Conduce la clase con eficacia y previene problemas de conducta.
Es objetivo y capaz de observar desde una posición distanciada o neutral lo que ocurre
en el proceso instruccional en el aula.
Procura que todos los alumnos participen.
Mantiene expectativas altas sobre el rendimiento de todos sus alumnos, se lo comunica
adecuadamente y los anima a esforzarse.
Ayuda a construir un autoconcepto positivo en sus alumnos.
Motiva a sus alumnos hacia la consecución de logros.
Posee buenas estrategias para ayudar a los estudiantes a auto-motivarse y ser
responsables de su aprendizaje.
Ofrece la oportunidad de pensar creativamente.
Atiende a las distintas inteligencias y potencia los talentos individuales.
Adapta su instrucción a las necesidades educativas especiales de los alumnos.
Posee una buena comprensión del desarrollo cognitivo infantil y gracias a ella
promueve el desarrollo de habilidades de pensamiento.
Conoce y maneja diversas metodologías de enseñanza, desarrollando en el aula
actividades variadas, participativas y activas.
Favorece actividades de aprendizaje cooperativo.
Utiliza una amplia variedad de recursos didácticos, incluyendo el manejo de nuevas
tecnologías.
Continúa formándose y aprendiendo durante toda la vida.
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ACTIVIDADES DE AMPLIACIÓN
B. Suele decirse coloquialmente que los profesores tienen que 'tener psicología'.
I. Contesta a las siguientes preguntas dando tu opinión personal:
〉 ¿Quiere esto decir que tienen que ser también psicólogos para los niños?
〉 ¿Crees que un profesor puede ejercer funciones de psicólogo en ocasiones?
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