Género y cultura
Directoras de coleccié
Ana Amado y Nora Dominguez
1, Luee Irigaray, Ser dos
2. Daniel Balderston y Donna J. Guy (comps.), Sexo
y-serualidades en América latina
. Néstor Perlongher, El negocio del deseo
Sigrid Weigel, Cuerpo, imagen y espacio en
Walter Benjamin
5. José Amicola, Camp y posvanguardia
6. Rosi Braidotti, Sujetor némades
1. dulia Kristeva. El genio femenino: 1. Hannah Arendt
8. Tamara Kamenszain, Historias de amor. (Y otros
ensayos sobre poesia.)
9. Julia Kristeva, El genio femenino: 2. Melanie Klein
10. Gabriela Nouzeilles (comp.), La naturaleza en disputa
11. Judith Butler, Cuerpos que importan
Cuerpos que importan
Sobre los limites materiales
y discursivos del “sexo”
Judith Butler
®
PAIDOS
Buenos Aires
Barcelona
Méxien10 Judith Butler
pensable amistad, y a Wendy Brown por abordar mi pensamiento
a fondo y en una perapectiva eritica, ademés de la prudente per-
suiasién con la que me ayud6 a ver que podfa ser conveniente revi-
sar algunas de mis posiciones previas para clarificar mis obje-
tivos.
Este proyecto cont6 con varias formas de apoyo institucional
sumamente apreciadas. Tres de estos capltulos fueron presenta-
dos en versiones més breves como las Conferencias Beckman del
Departamento de Inglés de la University of California en Berkeley
en la primavera de 1992. Me complace mucho haber tenido esa
oportunidad de aprender de mis colegas y estudiantes de esa uni-
versidad. Asimismo, siendo miembro senior de la junta de gobier-
no dela Sociedad para las Humanidades de la Cornell University
en el otoiio de 1991, obtuve invalorablos comentarios sobre mi
proyecto tanto de los profesores como de los alumnos. Le agradez-
co.aJonathan Culler el haber apoyado mi investigacién de varias
maneras, entre las que se incluye su invitacién al Instituto de
Investigacion de Humanidades de la University of California en
Invine en abril de 1992.
Mie octudiantos do la Jahne Hoplkins [Tniversity fern inter-
locutares muy valiosos, y mis colegas del Centro de Humanidades
de esa universidad no sélo apoyaron mi investigacién sino que
ademas me ofrecieron una rica experiencia intelectual inter
disciplinaria por la que estoy intensamente agradecida.
Escribf este libro en homenaje a las amigas y los familiares
que perdi en los tiltimos afios: mi padre, Dan Butler; mi abuela
Helen Greenberger Leikowich; mis amigas Linda Singer y Kathy
Natanson. Y también lo eseribf para el grupo de colegas que inspi-
ran, apoyan y reciben esta obra tal como es
Prefacio
Comeneé a escribir este libro tratando de considerar la mate-
rialidad del cuerpo, pero pronto comprobé que pensar en la ma~
terialidad me arrastraba invariablemente a otros terrenos. Traté
de disciplinarme para no salirme del tema, pero me di cuenta de
que no podia fijar los cuerpos como simples objetos del pensa-
miento. Los euerpos no sélo tienden a indicar un mundo que est
mas alld de ellos mismos: ese movimiento ave supera sus propios
limites, un movimiento fronterizo en si mismo, parece ser impres-
cindible para establecer lo que los euerpos “son”. Continué apar-
tandome del tema. Comprobé que era resistente a la disciplina.
Inevitablemente, comencé a considerar que tal vez esa resistencia
aatenerme fijamente al tema era esencial para abordarla cuestion
que tenfa entre manos,
‘De todos modos, todavia dubitativa, reflexioné sobre Ia posibili-
dad de que esta vacilacidn fera una difieultad vocacional de quie~
nes, formados en la filosofa, siempre a cierta distancia de las cues-
tiones corpéreas, tratan de demarear los terrenos eorporales de esa
‘manera dlesearnada: inevitablemente, pasan por alto el cuerpo 0, 10
que es peor, eseriben contra él. A veces olvidan que “el” euerpo se
presenta en géneros. Pero tal vez hoy haya una dificultad mayor,
después de una generacién de obras feministas que intentaron, con
diversos grados de éxito, traducir el cuerpo femenino ala escritura,
{que procuraron escribir lo femenino de manera présima o directa, a
‘veces sin tener siquiera el indicio de una preposicién o una sefial de
distancia lingtifstica entre la escritura y lo escrito. Quiaa adlo sea
‘cuostién de aprender a interpretar aquellas versiones preocupadas.12 Judith Butler
Sin embargo, algunas de nosotras continuamos recurriendo al sa-
queo del Logos a causa de la utilidad de sus restos.
‘Teorizar a partir de las ruinas del Logos invita a hacerse la
siguiente pregunta; “ZY qué ocurre con la materialidad de los cuer-
pos?” En realidad, en el pasado reciente, me formulé repetida-
‘mente esta pregunta del modo siguiente:*z¥ qué ocurre an lamate-
rialidad de los cuerpos, Judy? Supuse que el agregado del “Judy”
era un esfuerzo por desalajarme del més formal “Judith” y recor-
darme que hay una vida corporal que no puede estar ausente de
Ja teorizacién. Habfa cierta exasperacién en la pronunciacién de
‘es0 apelativo final en diminutive, eierta cualidad paternalista que
‘me (releonstittia camo una nifia discola, que debia ser abligada a
regtesar a la tarea, a la que habfa que reinstalar en ese ser corpo-
ral quo, después de todo, ee considera més real, més apremianto,
mas innegable. Quiz fue un esfuerzo por recordarme una femi-
neidad apareptemente evacuada, la que se constituyé, alld por la
década de, 9% , cuando la figura de Judy Garland produjo inad-
vertidamente una serie de “Judys” cuyas apropiaciones y desca-
rrios no podian predecirse entonces. O tal vez, galguien se olvidé
dia onseniarme ‘los hachas de In vida"? 50 acazo mo pordia yo on
mis propias eavilaciones imaginarias precisamente cuando tenian
lugar tales conversaciones? Y si yo persistia en esta idea de que
los euerpos, de algiin modo, son algo construido, ¢tal vez realmen-
te pensaba que las palabras por sf solas tenian el poder de mode-
lar los cuerpos en virtud de su propia sustancia lingiiistica?
No podia alguien sencillamente Hlevarme aparte?
‘Las cosas empeoraron auin mas 0 se hicieron atin mas remotas
a causa de las cuestiones planteadas por la noeién de performa-
tividad de génera presentadas en El género en disputa.? Porque si
yo hubiera sostenido que los géneros son performativos, eso signi-
fiearia que yo pensaba que uno ge deepertaba a la mariana, exe
minaba el guardarropas o algzin espacio mis amplio en busea del
género que querfa elegir y se lo asignaba durante el dia para vol-
vor a coloearlo on gu lugar a la noche. Semejante sujeto volunta-
rive instramental, que decide sobre su género, claramente no per-
tenece a ese géncro desde el comienzo y no se da cuenta de que su
_,_ 1edudith Butler, Gonder Trouble, Feminism aud the Subuersion of Mentity,
‘Nuova Vork, Routledge, 1000. (Ed. cast Bl gineroon dispute. Bl friniry ka
subcorsin te la identi, Mexico, PUBG-Paids, 2000,
Prejacto 18
existencia ya esta decidida por el género, Ciertamente, una teorfa
de este tipo volverfa a colocar la figura de un sujeto que decide
humanista~ en el centro de un proyecto euyo énfasis en la cons-
truccién parece oponerse por completo a tal nocion.
Pero, sino hay tal sujeto que decide sobre su género y si, por el
contrario, el género es parte de lo que determina al sujeto, gesmo
podria formularse un proyecto que preserve las practicas de géne-
+o como los sitios de la instancia critica? Si el género se construye a
través de las relaciones de poder y, especificamente, las restriceio-
nes normativas que no s6lo producen sino que ademas regulan los
diversos seres corporales, ,e6mo podria hacerse derivar la inctan-
cia de esta nocién de género, entendida como el efecto de la res-
triccién productiva? Si el genero no es un artificio que pueda adop-
tarse o rechazarse a voluntad y, por lo tanto, no es un efecto de la
leccién, Zedmo podrfamos comprender la condicién constitutiva ¥
compulsiva de las normas de género sin caeren la trampa del deter
minismo cultural? ,Cémo podriamos precisamente comprender la
ropotividn ritualizada a través de la cual esas normas producen y
estabilizan no solo los efectos del género sino también la materia-
Tidad del sexo? ¥ cota repoticién, ecta roarticulacién, gpueds tam
bign constituir una ocasién para reelaborar de manera eritica las
normas aparentemente constitutivas del género?
‘Afirmar que la materialidad del sexo se construye a través de
la repoticisn ritwalizada de normas dificilmente sea una declara-
cidn evidente por si misma. En realidad, nuestras nociones habi-
tuales de “construccién” parecen estorbar la comprensién de tal
afirmacién. Por cierto los cuerpos viven y mueren; comen y duer-
ten; sienten dolor y placer; soportan la enfermedad ya violencia
yuno podria proclamar eseépticamente que estas “hechos” no pue~
‘den descartarse como una mera construccién. Seguramente debe
de haber algiin tipo de necesidad que acompaiie a estas exporien-
cing primarias e irrefiatables. Y seguramente la hay. Pero su ca-
récter irrefutable en mocio alguna implica qué signifiearia afir-
marlas nia través de qué medias discursivos. Ademés, gpor qué lo
construido se entiende como artificial y preseindible? ¢Qué debe-
riamos hacer con las construcciones sin las euales no podriamos
pensar, vivir o dar algin sentido, aquellas que de algin modo se
nos hicieron necosarias? Ciertas eonstrueciones del euerpo, ZSon
constitutivas en el sentido de que no podrfamos operar sin elias,