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INTRODUCCIÓN
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I
¿QUE DEBE ENTENDERSE POR «DAR RAZON
DE VUESTRA ESPERANZA»?
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EL DOBLE MOVIMIENTO
10. Ver al respecto, por e|emp!o, los estudios de Helmut Koester, Grundty-
pen und Kriterien frühchristlicher Glaubensbekenntnisse, en: Helmut Kõster y
James M. Robinson, Entwicklunslinlen durch die WeIt des frühen Chrlste.ntum,
Tübingen 1971, 191-215. Köster distingue cuatro tipos de confesiones primitivas
de fe: a) Jesús como Señor del futuro, b) Jesús como hombre divino, c) Jesús
como enviado de Ia sabiduría y como Sabiduría, d) Jesús, despertado de entre
los muertos.
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14. Cfr. el informe Gofí In Natur und Geschichte, en Bristol 1967, Studiener-
gebnisse der Komission für Glauben und Kirchenverfossung, Stuttgart 1967. 30.
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15. Una detallada discusión ba|o el punto de vista ecuménico puede hallar-
se en el informe DIe Autorität der Bibel, en Löwen 1971, Studienberichte und
Dokumente der Komlssion für Glauben und Kirchenvertassung, Stuttgart 1971,
8 y ss. = lstlna 1971.
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Doctrina y ética.
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¿Estrategia de Ia esperanza?
Si se llega a reconocer Ia necesidad no sólo de responder
de nuestra esperanza, sino también de ser motivo de esperanza,
se pone, empero, inmediatamente de relieve una nueva cues-
tión. ¿No debe la Iglesia, si quiere responder de su esperanza,
disponer de una estrategia de acción? La Iglesia ha de testimo-
niar su fe de que el amor de Dios hace posible vencer las fuer-
zas que amenazan y destruyen Ia comunidad humana, que Ia
injusticia y Ia opresión no deben ser aceptadas como un fatum
inevitable, sino que Ia comunidad puede surgir siempre de nuevo
de hombres verdaderamente libres, pues amenazada así, puede
ser quebradiza y finalmente provisional. Está en el mundo para
irradiar este convencimiento. Pero ella no puede cumplir esta
misión por el hecho de expresar siempre de nuevo este conven-
cimiento. La esperanza se nutre más bien haciendo evidente este
convencimiento de forma efectiva quebrando permanentemente
los impedimentos que obstaculizan el camino hacia la libertad y
Ia comunidad de los hombres, provocando cambios efectivos.
Mas esto apenas es imaginable en la compleja sociedad de nues-
tros días sin una estrategia coherentemente recíproca del tes-
timonio y de Ia acción. La esperanza de que surja a partir del
anuncio una orientación común y, a partir de aquí, una acción
espontáneamente común, es ilusoria. La simple siembra de con-
vencimiento no basta. Se necesita sobre todo un plan objetivo a
conseguir. Esperanza y proyecto consciente son inseparables.
«Sin metas concretas de esperanza, no se da decisión alguna
en las posibilidades de planificación, pero sin planificación tam-
poco es posible una esperanza realista» ». La sociedad y el en-
tramado de sus relaciones deben ser cuidadosamente analiza-
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Tres momentos
Si el dar razón de la esperanza exige una comunidad, cuyos
miembros estén unidos en la acción, comprometiéndose cons-
tantemente por nuevos objetivos, no podrán descuidarse tres
condiciones fundamentales.
a) La Iglesia es una comunidad de hombres que han reci-
bido el perdón de Dios. Ellos tienen el derecho de ser hombres
y vivir como tales, no por sí mismos, sino unidos en aquello que
se les ha adjudicado y constantemente se les encomienda. Ei
perdón no es un don otorgado de una sola vez; se recibe cons-
tantemente. La comunidad de esperanza se realiza por el hecho
de que todos se abren siempre de nuevo a esta fuente. Ellos
saben que no tienen sencillamente en las manos la llave del fu-
turo, que faltan constantemente a Ia voluntad de Dios, o que
ciertamente la ocultan mediante sus acciones. Tienen la certeza,
finalmente, de estar mantenidos en la inseguridad del futuro y
en la inseguridad de sí mismos. La respuesta por la esperanza
debe expresar esta certeza. No es pura casualidad que Ia expre-
sión «confesar Ia fe» signifique bíblicamente «expresar la ver-
dad» (homologein) así como «reconocer» (exhomologeisthai). No
se respondería de Ia esperanza más, si tampoco se tratase de
una «confesión de fe». También Ia estrategia de la esperanza ha
de caracterizarse por esto. La Iglesia no puede comprometerse
por un objetivo, sin hacer esta reserva sobre sí misma. No Ie está
permitido dejarse arrancar la libertad por causa de la efectivi-
dad de su acción. No le está permitivo convertirse en prisionera
de su estrategia o de sus objetivos.
b) El Evangelio se caracteriza por una cierta parcialidad. No
se dlrije en primer lugar a los justos, sino a los pobres, publi-
canos y pecadores. La venida de Jesús es válida, sin embargo,
para todos los hombres, y si Jesús anuncia especialmente el
Evangelio a los pobres, él está abierto al mismo tiempo a todos
los que encuentra. La parcialidad de su misión no levanta muro
alguno. Su amor supera permanentemente las fronteras que ie-
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