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INTRODUCCIÓN
El 19 de agosto pasado, fue publicada en el diario oficial El Peruano la Ley 30076, mediante la cual
se modifican numerosos artículos del Código Penal, Código Procesal Penal de 2004, Código de
Ejecución Penal y Código de los Niños y Adolescentes, además de incorporarse preceptos,
derogaciones y entradas en vigencia de diversos artículos del nuevo Código Procesal Penal. Dentro
de las modificaciones que realiza la mencionada Ley se encuentran las de los artículos 62 y 64 del
Código sustantivo, es decir, las circunstancias y requisitos de la reserva del fallo condenatorio y
las reglas de conducta que se tienen que imponer cuando se aplica esta figura jurídica.
Dentro de la actual tendencia humanizadora de las ideas penales[1], que origina la necesidad de
buscar nuevas fórmulas punitivas sumidas en raíces preventivas, cohesionadas en principios
penales rectores orientados a reducir el poder punitivo y la descarga penal en la persona del
justiciable, nuestro Código Penal toma como alternativa a la ejecución de las penas, la figura jurídica
anglosajona denominada probation para fundamentar la utilización de la reserva de fallo
condenatorio que acoge el artículo 62 y subsiguientes de nuestro Código sustantivo. Mediante
la probation se declara la culpabilidad del imputado, absteniéndose el juez de pronunciar una pena,
imponiendo más bien determinadas obligaciones específicas, entre ellas, la subordinación del
condenado a un “probation officer”. Esta institución, muy utilizada en los Estados Unidos de
Norteamérica, se diferencia de la reserva de fallo condenatorio, en la ausencia en ésta última de un
ente vigilante o fiscalizador en el cumplimiento de las reglas de conducta, control que en nuestro
sistema únicamente le corresponde al juzgador. Tal vez las carencias materiales para incorporar un
sistema vigilante así como la intención de confiar en un tratamiento autocorreccional condujeron al
legislador nacional a optar por el sistema vigente[2].
La reserva de fallo condenatorio constituye una medida alternativa a la pena privativa de la libertad
de corta duración. Su objetivo no es la de constituir un remiendo de poca trascendencia, sino evitar
que muchos transgresores de la ley penal cumplan su pena en la cárcel, que constituye uno de los
principales factores criminógenos de nuestra sociedad (para la mayoría de internos será una escuela
que lo graduará de delincuente), impidiendo con ello la consiguiente desocialización y efectos
traumáticos que produce ésta sobre el condenado y su familia. Cuando la pena es de corta duración,
cuando su lesividad es mínima, o cuando la naturaleza del delito o personalidad del autor no amerita
la pena privativa de libertad efectiva, es preferible optar por un medio alternativo en el que no peligre
la libertad y la dignidad humana[3].En la medida de lo posible se debe reservar la pena de prisión
efectiva para los injustos más graves, para aquéllos delincuentes que con su accionar delictivo han
revelado una peligrosa personalidad que ponen en riesgo los valores fundamentales de una sociedad
democrática. La reserva de fallo condenatorio se adscribe fuertemente a esta proyección preventiva
que destierra del sistema de punición una orientación marcadamente retributiva[4].
II. DEFINICIÓN
La reserva de fallo condenatorio, como hemos indicado con anterioridad, constituye una de las
medidas alternativas a la pena privativa de la libertad de corta duración. Es una dispensa judicial,
que se adscribe en el marco de las facultades discrecionales del juzgador, quien ante determinadas
circunstancias dispone la reserva del fallo, sometiendo al reo a una serie de reglas de conducta a fin
de garantizar el programa resocializador; es decir, se orienta en exclusiva al fin de prevención
especial. No es strictu sensu una sustitución de pena, pues al reo no se le impone pena alguna, en
la reserva de fallo condenatorio no se llega a conocer el contenido de la sentencia condenatoria (la
consecuencia jurídica queda en silencio temporal), el juez no la hace pública, pero se reserva el
derecho de hacerlo en caso de que el reo incumpla las reglas de conducta o cuando cometa un
nuevo delito doloso[8]. Es un instituto similar a la probation inglesa y norteamericana y a la
“amonestación con reserva de penas” del Derecho alemán[9]. La introducción de la reserva de fallo
condenatorio en nuestra legislación emana de la convergencia de dos postulados básicos
reconducibles entre sí: la humanización y dignidad de las penas, y la resocialización del condenado.
El primer párrafo del artículo 62 del Código penal, modificado recientemente por artículo primero de
la Ley N° 30076 señala lo siguiente: “El juez puede disponer la reserva de fallo condenatorio siempre
que de las circunstancias individuales, verificables al momento de la expedición de la sentencia,
pueda colegir que el agente no cometerá nuevo delito. El pronóstico favorable sobre la conducta
futura del sentenciado que formule la autoridad judicial requiere de debida motivación (…)”.
Tal como la ley penal prevé, la aplicación de la reserva de fallo condenatorio se sujeta a las facultades
discrecionales del juzgador, quien valorará el caso concreto, analizando si éste se adecua a las
condiciones y requisitos expuestos en el párrafo anterior, concordantes con el artículo 63 del Código
Penal, que faculta al juez a abstenerse de dictar la parte resolutiva de la sentencia. En este sentido,
el juez se abstiene de pronunciar la pena, a pesar de haber encontrado judicialmente culpable al
imputado, quien en virtud de determinadas características merece, según la ley, un tratamiento
punitivo diferenciado –de acuerdo al contenido del injusto y al grado de reproche personal–[10].
El legislador condiciona la aplicación de la reserva del fallo condenatorio a las circunstancias
individuales, verificables al momento de la expedición de la sentencia, que hagan suponer que esta
medida evitará que éste vuelva a cometer delitos en el futuro. Como vemos, el legislador no puede
desprenderse de valoraciones propias de un Derecho Penal de autor que en realidad encubren una
necesidad protectiva de la sociedad, al estimar que la admisión del beneficio está sujeta a una
condición de cara a futuro, en razón de un pronóstico de conducta; en ese sentido, por ejemplo, se
manifiesta la ejecutoria expedida en el Exp. N° 2207-96[11]: “Es procedente la reserva de fallo
condenatorio si el procesado es una persona joven, carente de antecedentes penales y atendiendo
a que las lesiones que infirió al agraviado fueron consecuencia de una pelea por razones de trabajo,
no denotando por ello peligrosidad”. No bastaría entonces con la realización de una valoración
circunspecta del injusto y sus características.
La parte final del primer párrafo del artículo 62 del Código Penal, modificado por el artículo primero
de la Ley N° 30076, señala que el pronóstico favorable sobre la conducta futura del sentenciado que
formule la autoridad judicial requiere de debida motivación; es decir, el Juez está obligado a justificar
la decisión tomada, proporcionando una argumentación convincente e indicando lo bien fundado de
las opciones que efectúa[12]. La motivación debe mostrar que la decisión adoptada está legal y
racionalmente justificada sobre la base de aquellos elementos que la fundamentan.
El plazo de reserva de fallo condenatorio es de uno a tres años, contados desde que la decisión
adquiere calidad de cosa juzgada, de acuerdo con el párrafo final del artículo 62 del Código Penal,
modificado por el artículo primero de la Ley N° 30076.
Los requisitos para que el agente pueda acceder a la reserva del fallo condenatorio, son los
siguientes, de conformidad con el segundo párrafo del artículo 62 del Código Penal, modificado por
el artículo primero de la Ley N° 30076:
1. Cuando el delito está sancionado con pena privativa de libertad no mayor de 3 años o
con multa;
2. Cuando la pena a imponerse no supere las 90 jornadas de prestación de servicios a la
comunidad o de limitación de días libres; o
3. Cuando la pena a imponerse no supere los 2 años de inhabilitación.
Por lo expuesto, podemos señalar que la reserva de fallo condenatorio tiende a una mayor extensión
aplicativa que la suspensión de la condena, al operar también en penas como la multa, la
inhabilitación y la prestación de servicios a la comunidad. Es importante indicar además que el
Código Penal sólo se refiere a las penas privativas de libertad, de multa y limitativas de derecho,
pero no a las penas restrictivas de libertad, por lo que no habrá reserva de fallo en ningún caso
respecto a éstas últimas.
El primer párrafo del artículo 63 del Código Penal establece que: “El juez al disponer la reserva de
fallo condenatorio se abstendrá de dictar la parte resolutiva de la sentencia, sin perjuicio de fijar las
responsabilidades civiles que procedan”. Solo la parte resolutiva de la sentencia queda en reserva,
más no la reparación civil, la cual mantiene su vigencia ejecutiva. El fundamento de ello es que el
pago de la reparación civil es un elemento importante que juega un rol preponderante en los
mecanismos alternativos a la pena de privación de la libertad, pues, la integración social favorecida
por la prevención especial en este caso (por la reserva del fallo) es el primer eslabón por el que hay
que recurrir para lograr la efectiva rehabilitación social[13].
Una especial consideración que reafirma las pretensiones de prevención especial, es la modificación
efectuada por la Ley N° 27688 del 20 de noviembre de 2001 al artículo 63 del Código Penal,
estableciendo que: “la reserva del fallo se inscribirá en un registro especial, a cargo del Poder
Judicial, el registro informa exclusivamente a pedido escrito de los jueces de la República, con fines
de verificación de las reglas de conducta o de comisión de nuevo delito doloso. El Registro es de
carácter especial, confidencial y provisional y no permite, por ningún motivo, la expedición de
certificados para fines distintos”. La modificación efectuada, es a efectos de que los órganos de
justicia lleven un mejor control de esta institución, a fin de verificar si el condenado está cumpliendo
con las reglas de conducta o si ha vuelto a cometer un nuevo delito doloso, lo cual es importante, en
tanto, un juez de un mismo o distinto distrito judicial, pueda acceder a esta información a efectos de
tomar las decisiones judiciales correspondientes a estos efectos. Es entonces, una posibilidad de
registro únicamente concerniente a los fines expuestos, pues, si la información es utilizada hacia el
exterior, es decir, a efectos publicitarios, contrarrestaría el programa rehabilitador, el hacerse público
la calidad del condenado provocaría su estigmatización y rotulación social, lo cual en definitiva
entorpecería la recuperabilidad del reo. Por ello, la suspensión del fallo es una figura de mayor
contenido o carácter resocializador que la remisión condicional, pues todavía no marca –como hacen
los antecedentes penales- al reo favorecido por aquélla, y permite una rápida reincorporación a la
sociedad. Aquí el responsable penal no tendrá antecedentes penales, pues el Registro Nacional de
Condenas, dependencia judicial encargada de registrar todas las sentencias condenatorias del país
no deberá recibir información de la pena del condenado. Otro aspecto importante de la modificación
efectuada, es la señalada en el último párrafo del artículo 63 del Código Penal: “Cumplido el período
de prueba queda sin efecto la inscripción en forma automática y no podrá expedirse de él constancia
alguna, bajo responsabilidad. El juez de origen, a pedido de parte, verificará dicha cancelación”[14].
Esta medida, en definitiva, es plausible con el fin de garantizar los efectos rehabilitadores de esta
institución jurídica, de asegurar una efectiva reintegración social del reo mediante su participación
en los diversos procesos sociales, evitándose el estigma social y su desarraigo en la sociedad, a lo
cual debería sumarse la ayuda de organismos asistenciales de instituciones estatales y privadas,
conducentes a evitar la reincidencia del reo, favoreciendo su reinserción social a través de la
promoción de tareas educativas y laborales[15].
Referido a determinados lugares que pueden ser considerados como ambientes nocivos, con la
finalidad de evitar la comisión de un nuevo delito[16]. La prohibición de frecuentar determinados
lugares como regla de conducta, es menos lesivo que la pena privativa de libertad. Es pertinente
deslindar en este numeral la alusión al término “frecuentar” cuyo significado literal es repetir un acto
a menudo, concurrir con frecuencia a un lugar o tratar con frecuencia con alguien, lo que nos lleva a
una consecuencia lógica, que es permitido acudir a un lugar prohibido de manera periódica,
justamente para que siga siendo accesible la libertad ambulatoria del reo aunque restringida durante
un tiempo[17].
Bajo esta regla de conducta no cabe establecer obligaciones ambiguas u equívocas como
“abstenerse de concurrir a lugares de dudosa reputación”[18] o “no frecuentar lugares que atenten
contra la moral y las buenas costumbres”, entre otras similares; asimismo, sería inadmisible la
instrucción en la que se impidiera visitar regularmente la iglesia, incorporarse a una asociación o
separarse de los propios hijos, por ejemplo.
VI.2. Prohibición de ausentarse del lugar donde reside sin autorización del juez
El sentido de esta regla de conducta subyace en hacer efectivas las reglas de conducta impuestas
y que puedan ser controladas, mantener el respeto del imputado por su domicilio, además de saber
en qué lugar se encuentra para tener conocimiento de lo que está haciendo y así pueda ser
controlado de una mejor manera, asimismo de evitar que el inculpado tenga reacciones espontáneas
como el irse del lugar donde reside, sin rumbo, sin motivo o con la intención de eludir las reglas de
conducta impuestas.
Esta regla de conducta debe tener un trato muy delicado, exige una relación directa del juez con el
beneficiario de la reserva de fallo condenatorio, pues en muchos casos, el comunicar al juez todas
las veces en las que el sentenciado se deba ausentar del lugar donde reside por cualquier motivo,
con la finalidad de esperar la autorización del magistrado para tal efecto, generaría mucha pérdida
de tiempo, pues hay situaciones de urgencia o de emergencia en la que el beneficiario se debe
ausentar de su domicilio, ya sea por la muerte de un familiar en un lugar lejano, enfermedad grave,
etc., o por la existencia de situaciones excepcionales como los motivos de estudio que exigirían al
beneficiario viajar periódicamente del lugar donde reside; en estos supuestos la prohibición de
ausentarse de su domicilio se relativiza, esto es, que el agente podría justificar ex post su ausencia,
si así lo requieren las circunstancias del caso; pero si el imputado tiene que ausentarse del lugar
donde reside por un tiempo considerable (valorativamente razonable), entonces en estos casos
cabría la exigencia de la autorización del juez para tal efecto, que debe evaluarse de conformidad a
los intereses del favorecido, por ejemplo, que haya conseguido un trabajo o por motivos de estudio,
los cuales deben ser debidamente sustentados, implicando la autorización del juez, también, la
salvaguarda de las demás reglas de conducta para que no sean burladas por el agente con motivo
de su ausencia[19].
El control no se finiquita, como mal se acostumbra, con la sola presencia del favorecido al juzgado y
a la suscripción en el cuaderno o registro respectivo, sino además éste debe informar y sustentar
ante el juez las tareas cotidianas a las que se dedica.
VI.4. Reparar los daños ocasionados por el delito o cumplir con su pago fraccionado, salvo
que demuestre que está en imposibilidad de hacerlo
Esta regla de conducta se refiere a la reparación de los daños ocasionados con el delito, que debe
hacer el sujeto hasta donde le sea posible. Dicha regla refuerza el deber de indemnizar los daños
que impone el Derecho Civil[20]. Uno de los efectos jurídicos de la comisión de algún ilícito penal,
aparte de las consecuencias personales, son las consecuencias reales, y el hecho de que se reserve
la pena en el fallo respectivo, no le exime al beneficiario de responder o cumplir con la reparación
civil a favor de la victima o la parte agraviada.
Uno de los asuntos más discutidos por la doctrina es hasta que punto sería legítimo establecer o no
como regla de conducta la obligación de reparar los daños ocasionados por el delito, ya que su
eventual incumplimiento traería consigo la revocación de la reserva de fallo condenatorio y la
aplicación al renuente, en el último de los casos, de una pena efectiva, dando la impresión de
imposición de una sanción penal por el no pago de una deuda, lo que está proscrito por la
Constitución Política del Estado. Además, se argumenta que la reparación civil, es un asunto que
pertenece más al ámbito del Derecho privado por lo que deberían utilizarse los mecanismos
procesales de carácter civil[21] para su cobro.
Lo central no es la deuda sino la regla de conducta que tiene naturaleza penal y no civil. Acotando
al respecto, la exigencia que se le hace al beneficiario de la reserva de fallo condenatorio de reparar
el daño, esto es, la realización positiva a favor del agraviado, tenga connotación patrimonial positiva
a favor del agraviado o connotación patrimonial para fines del análisis de la regla de conducta no es
lo central, sino lo periférico; por lo tanto, la aludida regla de conducta no pone en tela de juicio a la
máxima de que no hay prisión por deudas[22].
Lo que se pretende con esta regla de conducta es evitar que el agente cometa otro delito parecido o
de similar naturaleza, prohibiendo la posesión de los medios por los que se pudo haber valido el
beneficiario para la comisión de ilícitos penales o podría valerse para la perpetración de delitos
futuros. El juez puede prohibir la tenencia de armas o de cualquier otro objeto que pudiera servirle al
sentenciado de ocasión o estímulo para cometer nuevos delitos. Se entiende que, solamente, se
refiere a ilícitos que se cometen con medios tangibles, materiales.
La fragilidad de esta regla de conducta se observa en el campo real, toda vez que no se puede dar
un control efectivo a ésta prohibición, pues tendría que realizarse pesquisas periódicas en el domicilio
del beneficiario o en los lugares que frecuenta con el objetivo de requisar los objetos que faciliten la
comisión de delitos.
En el caso de que el sentenciado sea un dependiente a las drogas y/o alcohol y este vicio origine su
conducta contraria a la ley penal, el Juez puede obligarlo a que se realice un tratamiento de
desintoxicación en un establecimiento creado para esos fines, sea público o privado.
VI.8. Los demás deberes adecuados a la rehabilitación social del agente, siempre que no
atenten contra la dignidad del condenado
Es de indicarse que las reglas de conducta que se pueden imponer al favorecido con la reserva de
fallo condenatorio no son taxativas, la ley otorga la posibilidad al Juez de establecer otras reglas
de conducta que considere necesarias[23]. La creación de reglas de conducta según estime
conveniente el Juez, tiene sus límites en la dignidad de la persona; ello significa tratar al beneficiario
no como un medio sino como un fin en sí mismo, por lo que no se permite tratos crueles ni
degradantes.
La imposición de las reglas de conducta al beneficiario son un modo alternativo a la pena en sí. Si el
beneficiario de la reserva del fallo condenatorio no cumple con las reglas de conducta –en ultima
ratio– se hace efectiva la pena. La individualización de la pena debe ya realizarse al dictarse la
sentencia por razones prácticas y fundamentalmente de inmediación, lo que queda reservado es
simplemente la ejecución de la pena –la parte resolutiva de la sentencia–[24].
Los fundamentos de la imposición de las reglas de conducta podrían explicarse desde la perspectiva
de la denominada teoría preventiva unificadora de la pena, acentuando su fin rehabilitador. Quiere
decir que el cumplimiento de las reglas de conducta debe conducir a que el beneficiario no cometa
más delitos.
RAZONES PARA LA ELIMINACIÓN DE LA RESERVA DEL FALLO EN UNA
FUTURA REFORMA
Cabe mencionar que la reserva del fallo condenatorio tiene como antecedentes los proyectos
españoles de 1980 y 1983. Pero éstos eran eso, “proyectos” de Código penal. España, finalmente,
dejó en el olvido la suspensión del fallo condenatorio, no apareciendo ya en el Proyecto de 1992 ni,
mucho menos, en el vigente Código Penal de 1995. Consideramos que esta medida alternativa bien
podría ser eliminada del Código Penal peruano atendiendo, como mínimo, a tres razones
fundamentales:
La primera, que se trata de una institución con un uso poco extendido, al menos si se la
compara con la suspensión de la ejecución de la pena.
Segundo, su revocación podría incrementar la sobrecarga de nuestros tribunales, ya que
tendría que volverse al estado de dictar sentencia (entiéndase la parte resolutiva) con la
posibilidad de que el procesado apele el quantum o la naturaleza de la sanción. Esto supone,
además, que el procesado pueda ganar la prescripción, con lo cual, uno puede preguntarse
la utilidad de haber llevado adelante un proceso con este final.
En tercer lugar, no parecen existir razones de fondo que se opongan a la aplicación de la
suspensión de la ejecución de la pena o a la exención de pena, en lugar de la reserva del
fallo condenatorio. Para ello, desde luego, debería extenderse el ámbito de aplicación de la
suspensión de la ejecución de la pena, no limitándola a condenas en las que se haya
impuesto pena privativa de libertad, sino también a otro tipo de penas. Y para los casos de
responsabilidad mínima, bien podría aplicarse una exención de pena.
Las reglas de conducta son de singular característica, pues su incumplimiento conlleva alguna
consecuencia jurídica que reza el artículo 65 del Código Penal, la que está dirigida al Juez. El
incumplimiento de las reglas de conducta por parte del beneficiario por razones atribuibles a su
persona, trae como consecuencia una sanción, en este caso el Juez puede disponer la
amonestación, la prórroga del plazo de prueba (sin exceder la mitad del plazo inicialmente
señalado) o la revocación de la reserva de fallo condenatorio.
La prohibición de cometer algún ilícito penal no puede ni es una regla de conducta, ya que su
exigencia es para todos los ciudadanos, pues tiene el estatus de norma en sentido estricto, mas no
de regla de conducta. Sin embargo, la comisión de un “nuevo” delito doloso por sí misma debería
ser una causal de revocación de la reserva del fallo condenatorio[25].
HURTADO POZO indica que la redacción del artículo 65 del Código Penal es defectuosa, en la
medida en que no corresponde a la manera como ha sido concebida la reserva de fallo; en este
sentido, el incumplimiento de las exigencias no implica la revocación automática, ya que se inspira
en la idea de que el Juez debe proceder de manera gradual en la determinación de esos efectos[26].
Por su parte, PEÑA CABRERA refiere que el incumplimiento de las reglas de conducta impuestas
en la reserva del fallo condenatorio puede ir desde una amonestación judicial hasta al revocación del
régimen de prueba[27]. Asimismo tenemos a PRADO SALDARRIAGA[28], quien opina que la
revocación es excepcional, luego de haberse aplicado las sanciones precedentes[29].
Esta advertencia se puede realizar en un acto público con concurrencia del beneficiario a la sede del
juzgado o tribunal, o por intermedio de una notificación judicial[30], lo que se busca es advertirle de
las consecuencias que puede traer consigo el incumplimiento de las reglas de conducta establecidas
en la sentencia que viene perpetrando el beneficiario; el acto de reprender al favorecido, debe ser
expresado de manera clara y formal[31].
VII.2. Prórroga del régimen de prueba sin exceder la mitad del plazo inicialmente fijado
Esta sanción se da después de haber llamado la atención al agente de manera previa o advertida;
con esta medida aún se sigue manteniendo incólume la reserva de fallo condenatorio, ya que solo
se prolonga el plazo de prueba en la mitad del período inicialmente fijado, dándole oportunidad al
beneficiario a que pueda retractarse en su comportamiento. El hecho de dilatar el tiempo de prueba
tiene su correlato en criterios de prevención especial, ya que el juez sigue confiando y vaticinando
que dicha opción de prorrogar el régimen de prueba es necesaria para la rehabilitación social del
agente, por eso no es todavía aconsejable la ejecución de la pena[32].
El inciso 2 del artículo 65 del Código Penal señala que en ningún caso la prórroga acumulada
sobrepasará de tres años.
Al carecer nuestro sistema punitivo de un control efectivo por parte de algún funcionario
especializado en supervisar y ayudar en el cumplimiento de la reglas de conducta, es natural que la
víctima o la parte agraviada se constituya en el veedor espontáneo del acatamiento de las mismas.
La revocatoria de la reserva del fallo condenatorio es una sanción drástica de ultima ratio, en la que
el Juez ya no tiene más opciones que la ejecución de la pena reservada[33].
La revocación del régimen de prueba diluye la reserva del fallo condenatorio, y en este sentido ya
no se individualiza la pena, sino simplemente se ejecuta, no teniendo ninguna implicancia el tiempo
trascurrido del período de prueba para fines de contabilizar la pena, pues el cumplimiento de las
reglas de conducta en ningún caso puede tener la misma relevancia que la ejecución de la pena[36].
El artículo 66 del Código Penal señala que el régimen de prueba podrá ser revocado cuando el
agente cometa un nuevo delito doloso por el cual sea condenado a pena privativa de libertad superior
a tres años. La revocación será obligatoria cuando la pena señalada para el delito cometido exceda
de este límite. La revocación determina la aplicación de la pena que corresponde al delito, si no
hubiera tenido lugar el régimen de prueba
Para culminar, el artículo 67 del Código Penal indica que si el régimen de prueba no fuera revocado
será considerado extinguido al cumplirse el plazo fijado y el juzgamiento como no efectuado.