provincias, Hispania Citerior (con capital en Tarraco, comprendía desde el Valle del Ebro y el litoral mediterráneo) e Hispania Ulterior (con capital en Corduba, el Valle del Guadalquivir). Las provincias se encomendaban cada una a un pretor, que ejercía de gobernador provincial.
Tras un intenso proceso de
romanización y con la conquista efectiva de la mayor parte de la Península, Augusto aprovechó su estancia en Tarraco en el invierno del 27-26 a.C. para reorganizar de nuevo la vieja división de la Península.
Decidió dividir definitivamente
Hispania en tres circunscripciones, tres provincias llamadas Ulterior Baetica (con capital en Corduba), Ulterior Lusitania (con capital en Emérita Augusta) y la Hispania Citerior (con capital en Tarraco), que sería después llamada Tarraconense. Ya a finales del siglo III, cuando el imperio estaba en caída libre, el emperador Diocleciano propone una nueva división administrativa para todo el imperio. Afecta a Hispania en la creación de dos nuevas provincias: la provincia Cartaginense y la provincia de Gallaecia, dividiendo así la gran provincia Tarraconense en tres partes: Tarraconense, Cartaginense y Gallaecia.