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INSTITUCION EDUCATIVA ESCUELA NORMAL SUPERIOR DE MEDELLÍN

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1851

MATEMÁTICA Y LITERATURA
Rubén Darío Henao Ciro1

LECTURA No. 9:

(Fragmento)
Apóstolos Doxiadis2

Comenzó por representar todos los números compuestos (es decir, no primos) mediante puntos en un
paralelogramo, con el divisor primo más bajo como base y el cociente del número junto a él, como
altura. Por ejemplo, el número 15 se representa por filas de 3x5; el 25 por filas de 5x5, y el 35 por
filas de 5x7:
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Mediante este método, todos los números pares se representan en columnas dobles,
como 2x2, 2x3, 2x4, 2x5, etcétera.
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Los primos, por el contrario, dado que no tienen divisores enteros, se representan mediante filas
simples, por ejemplo, 5, 7, 11:

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1
Magíster en Didáctica de la Matemática, IPLAC. Profesor I. E. Escuela Normal Superior de Medellín, docente de la Universidad de Antioquia.
2
Tomado de: Doxiadis, Apostolos. El Tío Petros y la Conjetura de Goldbach. Barcelona: Ediciones B, 2000. P. 93-96.
Petros empleó las percepciones tomadas de esta comparación elemental geométrica para sacar
conclusiones de la teoría de números.

Después de navidad, presentó sus primeros resultados. Dado que en lugar de emplear lápiz y papel
usó judías para trazar sus dibujos en el suelo del despacio de Hardy, el nuevo enfoque provocó
elogios burlones por parte de Littlewood. Aunque éste admitió que el “célebre método de las judías
de Papachristos” le parecía de alguna utilidad, Hardy estaba francamente molesto.

-¡Judías! – exclamó-. Hay una gran diferencia entre los términos “elemental” e “infantil”… No lo
olvide, Papachristos, esta condenada conjetura es difícil; si no lo fuera, el propio Goldbach la habría
probado.

A pesar de todo, Petros confiaba en su intuición y achacó la reacción de Hardy al “estreñimiento


intelectual de la vejez” (palabras textuales).

-Las grandes verdades de la vida son simples – dijo más tarde a Littlewood, mientras tomaban té en
sus habitaciones.

Éste discrepó, recordándole la prueba extremadamente compleja del teorema de los números primos
de Hadamard y De la Vallée-Pousin.

Luego le hizo una propuesta:

-¿Qué le parecería hacer un poco de matemáticas de verdad, amigo? Llevo un tiempo trabajando en el
décimo problema de Hilbert, la solubilidad de las ecuaciones de Diofanto. Tengo una idea que me
gustaría poner a prueba, pero me temo que necesitaría ayuda con el álgebra. ¿Cree que podría
echarme una mano?

Littlewood, sin embargo, tendría que buscar ayuda con el álgebra en otra parte. Aunque la confianza
de su colega en él halagó la vanidad de Petros, éste rechazó la propuesta de plano. Estaba entregado
por entero a la conjetura, dijo, demasiado enfrascado en ella para ocuparse productivamente de algo
más.

Su fe, respaldada por un pálpito pertinaz, en el (según Hardy) “infantil” método geométrico era tan
grande, que por primera vez desde que había empezado a trabajar en la conjetura Petros tenía la
sensación de que estaba a un paso de hallar la prueba. Incluso durante unos pocos y emocionantes
minutos de una soleada tarde de enero tuvo la fugaz ilusión de que lo había logrado…Por desgracia, en
un examen más riguroso detectó un error pequeño pero crucial.

(Debo confesar, querido lector, que muy a mi pesar en este punto del relato sentí un
estremecimiento de perversa satisfacción. Recordé el verano que había pasado en Pylos unos años
antes, cuando yo también creí durante unos días que había descubierto la prueba de la conjetura de
Goldbach, aunque entonces no conocía su nombre.)

A pesar de su gran optimismo, las ocasionales crisis de inseguridad de Petros, que a veces rayaban en
la desesperación (sobre todo después de que Hardy se mofara del método geométrico), se hicieron
más acuciantes que nunca. Pero no consiguieron desanimarlo. Luchaba contra ellas atribuyéndolas a la
angustia que inevitablemente precedía a un triunfo importante, a los dolores del parto previos a un
magnífico alumbramiento. Al fin y al cabo, antes del alba la noche es sólo oscuridad. Petros estaba
convencido de que se encontraba en la recta final. Un último y enérgico esfuerzo era lo único que
necesitaba para alcanzar la percepción definitiva y brillante que todavía se le escapaba. Entonces
habría llegado a la gloriosa meta.

El primer presagio de la rendición de Petros Papachristos, del fin de sus desvelos por demostrar la
conjetura de Goldbach, se presentó en un sueño que tuvo en Cambridge, poco después de Navidad. Al
principio no comprendió el verdadero significado de esa señal.

Como muchos matemáticos que trabajan durante largos periodos con problemas aritméticos básicos.
Petros había adquirido la cualidad denominada “de amistad con los números”, esto es, un conocimiento
profundo de la idiosincrasia y las peculiaridades de miles de números específicos. He aquí algunos
ejemplos: un “amigo de los enteros” identificará de inmediato como primos los números 199, 457 ó
1009. De manera automática asociará el 220 con el 284, puesto que están ligados por una relación
atípica (la suma de los divisores enteros de cada uno es igual a la del otro). Leerá con naturalidad el
256 como “2 a la octava potencia”, que como bien sabe está seguido por un número de gran interés
histórico, dado que el 257 puede expresarse como 2 2  1 , y una hipótesis sostenía que todos los
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números de la forma 2 2  1 eran primos.


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