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Psicoeducación para padres

Salvador Araya, Valentina Donoso.

La educación es definida como la transmisión de destrezas, valores y conductas, por lo cual tiene un
carácter fundamental para el desarrollo de la persona y de la humanidad en general. A lo largo de la
historia, la educación a adquirido un carácter personal, generacional y social, por lo cual da forma a la
persona y a la cultura. A su vez, con el paso del tiempo, los métodos educativos han ido evolucionando,
dando paso a una enseñanza más efectiva y poniendo fin a aquellos modelos basados en los castigos
y en los deberes. Es por ello, que como padres y educadores necesitamos desarrollar e implantar un
nuevo modelo educativo enfocado en las virtudes, logrando resultados más efectivos para dirigir a
nuestros niños hacia una vida más moral, humana y feliz (Echeverría, 1998). A raíz de lo anterior, se
hace muy importante desarrollar un modelo educativo centrado en la persona, en el respeto de su
dignidad, en la comprensión de su naturaleza y en la educación genuina de valores, ocupando un
modelo de disciplina sin lágrimas.

Un modo en el que podemos alcanzar una educación integral es por medio de la disciplina sin lágrimas,
es decir, poder disciplinar con respeto, manteniendo los límites sin el uso de castigos. Se necesita
lograr una formación basada en el amor y el afecto, sin necesidad de llegar a enfrentamientos con los
hijos en caso de corregir conductas negativas (Siegel y Paine, 2015). La esencia de la disciplina
efectiva es lograr conectar y redirigir.

Como padres y educadores, es esencial tener en cuenta la inclinación natural de los niños, es decir,
tener como punto de partida en la educación de ellos el propio temperamento y desde allí comenzar a
estimular las conductas naturales positivas y no reprimir aquellas negativas, sino, redirigirlas hacia una
nueva conducta correcta (Echeverría, 1998). Una manera en que podemos lograr una educación
efectiva consistiría en conectar y en redirigir, esto significa, que como escuela y familia, debemos
conectarnos de manera profunda y genuina con las emociones del niño, es decir, dando apoyo,
escuchando activamente, atendiendo y comprendiendo que el niño es una persona más que su actos.
Redirigir, es establecer límites claros y firmes, conduciendo hacia una conducta más aceptable (Siegel
y Paine, 2015). El objetivo de disciplinar no es castigar ni aplicar correctivos, sino, es enseñar desde
el amor, respeto y conexión emocional. La enseñanza ofrece capacidades para toda la vida
(autocontrol, respeto por los demás, vida ética, moral, etc.). Decir que no, no es decir no a la persona,
es un no a la conducta, pues el amor y la dignidad prevalece en las conductas erróneas. Pese a que
uno discipline, la conexión sigue.

Un modo de educar, es un modelo enfocado en la persona y en el ejercicio de las virtudes. Una


enseñanza virtuosa permite alcanzar la felicidad de nuestros niños, que incluye vivir plenamente
consigo mismo y en armonía con los demás. La educación moral se logra a partir de los actos virtuosos,
pero no hablamos de actos repetitivos y mecánicos (acumulación de actos), sino, de actos
humanamente buenos y libres, en donde se elige actuar correctamente en distintas situaciones y
circunstancias (Echeverría, 1998).

Las virtudes se perpetúan con los hábitos, mediante la repetición de actos virtuosos, ello supone que
es la incorporación de la razón en la voluntad y en las tendencias humanas, hasta el punto de
convertirlas en disposiciones permanentes dirigidas a actos buenos. Con el correcto desarrollo de los
hábitos se da la actitud operativa buena, que es una disposición anímica y conductual hacia los actos
morales positivos. Como padres y educadores debemos poner atención a la correcta formación de
hábitos virtuosos.

No somos padres perfectos, pues ser educador es una tarea difícil que requiere conocernos, amor y
tiempo. Pero debemos día a día esforzarnos para buscar un método más humano y personalizado.
Necesitamos enfocarnos en una disciplina afectuosa, respetuosa y efectiva, cuyo objetivo es poder
desarrollar habilidades que ayudarán a los niños a tomar decisiones y a desenvolverse bien en el
futuro (Siegel y Paine, 2015). La familia y la escuela son imprescindible en la educación moral, por lo
tanto, debemos trabajar en conjunto y comprometernos en cuanto a la educación de los más pequeños.

Bibliografía
Echeverría, M. (1998). Los transversales y la educación en virtudes. Pensamiento Educativo.
Vol 22, 275-291.

Siegel, D y Payne, B. (2015). Disciplina sin Lágrimas. Una Guía Imprescindible Para Orientar y
Alimentar el Desarrollo Mental De Tu Hijo. España: B De Bolsillo.

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