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SALVADOR
FACULTAD DE CIENCIAS Y HUMANIDADES
DEPARTAMENTO DE LETRAS
DOCENTE DE CÁTEDRA:
Msc. JOSÉ RIGOBERTO HENRÍQUEZ
ESTUDIANTES:
En este caso, en primera instancia definiremos lo siguiente a partir de Luis Fernando Lara:
La norma lingüística es un modelo, una regla o conjunto de reglas con cierto grado de
obligatoriedad, impuesto por la comunidad lingüística sobre los hablantes de una lengua,
que actúa sobre las modalidades de actualización de su sistema lingüístico, seleccionando
de entre la ilimitada variedad de posibles realizaciones en el uso, aquellas que considera
aceptable. (Pág, 110)
Características
La norma lingüística contiene solo lo que en el hablar concreto es repetición de
modelos anteriores e implica la eliminación de todo lo que en el habla es aspecto
totalmente inédito, variante individual, ocasional o momentánea.
Está sujeta a limitaciones de orden social (necesidad de comprensión y exactitud) y
de orden lingüístico (estabilidad de la lengua).
Es a la vez, actividad lingüística, producto lingüístico y obligatoriedad.
La norma es variable, según los límites y la índole de la comunidad.
Puede coincidir aparentemente con el sistema —cuando el sistema ofrece una única
posibilidad—, así como el habla puede coincidir con la norma.
Diversidad, la lingüística moderna reconoce entre la diversidad de normas, la
familiar, culta, la vulgar, la popular y otras.
Es más limitada que el sistema, pues nace de la asignación de un valor social
determinado a ciertas realizaciones del sistema y no al sistema en su totalidad.
Los conceptos que con respecto a la norma se dan son «normal» y «anormal» y no
«correcto» «incorrecto». Muchas veces la «norma normal» no coincide con la «norma
correcta».
TIPOS DE NORMA:
A) NORMA GENERAL: es la que permite que todo hablante del español entienda lo
que dice otro que vive en regiones muy apartadas, pero que habla la misma lengua.
B) NORMAS COMUNES: a dos o más dialectos nos permiten afirmar las semejanzas
entre algunos de ellos: dialecto yucateco y campechano.
C) NORMAS REGIONALES: llamadas también individuales son las que le dan
características propias a la forma de expresarse de cada región.
Cuando una persona se refiere a otra verbalmente se expresará con sus rasgos lingüísticos
regionales: si publica un escrito ´procurara evitarlos y servirse de los términos que
pertenecen a la Norma general en este caso la hispánica.
Una vez establecida la definición de norma y sus características, podemos avanzar hacia el
concepto de estructuralismo. El estructuralismo nace en las primeras décadas del siglo XX
como una corriente cultural caracterizada por concebir cualquier objeto de estudio como un
todo, cuyos miembros se relacionan entre sí y con el todo de tal manera que la modificación
de uno de ellos modifica también los restantes y que trata de descubrir el sistema relacional
latente (es decir, su estructura), valiéndose de un método que rechaza por igual el análisis
(la descomposición) y la síntesis (recomposición). Opuesto, pues, al asociacionismo como
el atomismo.
De entre las más importantes aportaciones del estructuralismo, debemos destacar la
separación de diacronía y sincronía de cara al análisis lingüístico. Mientras la primera
atiende a las variaciones que la lengua experimenta a lo largo de un período largo de
tiempo, la segunda se centra en la descripción precisa de una lengua en un momento
determinado. Precisamente es el interés por la sincronía lo que hace posible el estudio de la
lengua desde un punto de vista estructuralista, y también el que hace posible el estudio
diacrónico, que viene a ser el estudio comparativo entre dos estadios sincrónicos previos.
Características generales:
Llevan a cabo estudios desde un enfoque descriptivo, analizan las estructuras y sus
relaciones.
La glosemática de Hjelmslev.
Hjelmslev pensaba que la lingüística, hasta su época, seguía siendo un conjunto de disecta
membra, formado por “aluviones físicos y fisiológicos, psicológicos, sociológicos e
históricos”, sujetas al vaivén de las diferentes concepciones de orden filosófico que la
trascendían, que le impedían observar los fenómenos lingüísticos por sí mismos y la
apartaban de la posibilidad de trabajar a base del juego de las hipótesis científicas, como en
las ciencias naturales se había vuelto procedimiento corriente.
La lingüística tenía que decidirse a dar el paso que Saussure había postulado con claridad:
volverse sobre la lengua misma y concebirla “como un todo que se basta a sí mismo, como
una estructura sui generis (Hjelmslev 43ª, I, p. 12); olvidarse de toda preconcepción
historizante, sociologizante o psicologizante y hacer, de la “teoría del lenguaje”, “un
sistema de principios exclusivamente formales” a partir del cual se pudiera construir una
serie de proposiciones deductivas que desembocaran en hipótesis concretas, en
descripciones lingüísticas ajustadas a los fenómenos observados y dirigidas por un
principio teórico unificador. Es así que la lingüística estructural pasaba a ser “un conjunto
de investigaciones basadas en una hipótesis según la cual es científicamente legítimo
describir la lengua como si fuera esencialmente una entidad autónoma de dependencias
internas o, en una palabra, una estructura.
Así, surgen dos nuevos términos: contenido y expresión. Cabe aquí destacar que la
glosemática manejó los mismos conceptos que la escuela de Praga y de Saussure, sólo
cambiaron la denominación. De esta manera, se presenta en un primer momento el plano
del contenido que corresponde al significado de un signo, este a su vez está constituido por
dos elementos: la forma y la sustancia. Entiéndase, sin embargo, que la forma es la
representación semántica de una palabra, y sustancia el pensamiento, es decir, la manera
cómo un emisor imagina el elemento que quiere expresar.
ejecución institución
norma
↓
Uso acto
esquema
en que:
variable constante
“El esquema es determinado, es decir, presupuesto, tanto por el acto como por el uso y la
norma, y no inversamente” (Hjelmslev, 43b, p. 77), es decir, el esquema es siempre
constante, mientras que norma, uso y acto son variables, manifestaciones de un sistema
autónomo y ajeno a la sustancia. En efecto, el esquema será siempre un fruto de la
aplicación del análisis glosemático a la formación de una teoría deductiva, apriorística y
arbitraria; nada de lo que se encuentre en la sustancia puede alterar su conformación
sistemática; es una realidad científica que se verifica (o se falsifica) según criterios
exclusivamente formales epistemológicos; su estatus teórico es indudable.
Para llegar al punto propuesto, se puede decir que la norma se construía desde dos
cabeceras opuestas del mismo puente: el esquema le daba los elementos opositivos y
relativos; el uso, la manifestación positiva; era un extremo entre dos relaciones de orden
diferente, un concepto híbrido entre el cálculo deductivo y la observación inmediata de las
realizaciones. “La norma determina, es decir, presupone el uso y el acto, y no inversamente
(…). El acto y el uso proceden lógica y prácticamente a la norma; la norma nace del uso y
del acto y no al contrario. El grito espontáneo es un acto sin norma, lo que no impide, por
otra parte, que sea tal en virtud de un uso: nuestra naturaleza psicofísica nos impone
forzosamente ciertos usos, pero tras ellos no hay necesariamente, en el orden material de
los signos, nada de opositivo ni de relativo que haga posible la deducción de una norma.
Lo que aquí se quiere hacer ver es que la norma se obtiene por inducción, como lo común
del uso o como las realizaciones más comunes del esquema. Por ambos caminos la norma
es una variable que depende de la fijación de una constante previa y, por lo tanto, es
imposible asignarle un funcionamiento constante dentro de la teoría.
El concepto de norma en la lingüística actual presupone algo sustancialmente constante y
absoluto, que sólo puede ser obtenido mediante una intuición incontrolable. Más
profundamente, lo que le impide a la norma tener un lugar dentro del sistema de la
glosemática es la noción precisa de sistema para Hjelmslev, pues parece oponerse a la idea
de que un sistema pueda construirse a base de sucesivas reducciones a un denominador
común de realizaciones en el habla.
Así, Hjelmslev concluye que si la lingüística quiere seguir hablando de “norma”, el único
camino posible es la de la corriente estadística de Zwirner, “la norma en el sentido del
promedio estadísticamente hallado, lo que es normal”; de otra manera, la norma es una
ficción, “la única ficción que uno encuentra entre las nociones que nos interesan. El uso,
que comprende el acto, no es ficción. Tampoco lo es el esquema. Estas nociones presentan
realidades. La norma, en cambio, no es más que una abstracción obtenida del uso por
artificio del método.
Una vez descubierto el peligro de hipostasiar una norma en la teoría lingüística o de
presuponer una existencia artificial de ella en los hechos lingüísticos, la dicotomía
saussureana recupera su conformación, aunque muy enriquecida por el pronunciamiento
radical de Hjelmslev. Lengua y habla, por tanto, ahora son esquema y uso; el esquema es
un sistema formal, resultado de un método deductivo, autónomo respecto a los fenómenos
lingüísticos observables. El uso es el conjunto de manifestaciones concretas del habla, los
datos sobre los que se aplica un método y se proponen hipótesis de descripción adecuada al
objeto. Finalmente, pude decirse que la teoría de Hjelmslev conlleva pronunciamientos
determinantes para una teoría del lenguaje (en el sentido de Lieb), que nunca expuso. La
crítica de la norma hjelmsleviana solamente puede hacerse como resultado de la crítica de
su teoría completa.
Finalmente, hemos tomado a bien adherir un informe sobre la norma hispánica dada en una
ponencia por Juan M. Lope Blanch. El lingüista afirma que la norma culta, dentro de cada
dialecto geográfico, es la que rige la vida del idioma, la que da la pauta y sirve de modelo a
muchas de las otras normas, y, sobre todo, la que más contribuye mantener la unidad
fundamental, básica de la lengua gracias a su proximidad con otras normas cultas de
dialectos geográficamente distintos.
Blanch, afirma que hay un ideal de lengua, ¿a qué se refiere con ideal de lengua?, en cada
seno de la sociedad humana late con mayor o menor fuerza un ideal de lengua superior, una
aspiración hacia un idioma perfecto, ejemplar, paradigmático, y ese ideal esa aspiración
responde al afán general de superación, el ansia de perfeccionamiento que ha llevado al
hombre desde las ramas de un árbol a poner los pies en la luna. Y dentro de estas ansias de
superación tiene un lugar importante el ideal de perfeccionamiento lingüístico.
Es evidente, que en cada país hispanohablante existe una norma lingüística ejemplar, a la
que los hablantes de cada nación tratan de aproximarse cuando de hablar bien se trata.
Suele ella ser la norma culta de la ciudad capital: la madrileña para España y así
sucesivamente en cada país.
La segunda pregunta que se hace el lingüista es que; ¿si existe una norma ideal
internacional española y americana? Ya no la norma del dialecto colombiano, o mexicano, o
argentino etc. Será ella la que reúna y compendie los hechos lingüísticos los hechos
lingüísticos nacionales. Norma ideal, por cuanto ´por cuanto no será la norma real de
ninguna de las hablas hispanas, esa norma ideal no debe identificarse con ninguna de las
normas nacionales.
La norma hispánica no coincidirá plenamente ni con la norma castellana, ni con la argentina
o mexicana, es decir con ninguna Norma nacional americana. Ya se sabe que la lengua
española no es exclusiva de España. Sino también la de otras 19 naciones soberanas.
En el siglo XIX era idea general la de que los españoles éramos los amos de nuestra
lengua. En el momento del siglo XX en que vivimos (escribía este don Damaso en 1980)
quizá esa idea no sea tan general, pero quedan restos de ella… hace algunos años
publique los españoles ya no somos los amos de nuestra lengua… no lo somos. Los amos
de nuestra lengua formamos una inmensa multitud de varios cientos de millones de
hombres que hablamos español, todos somos amos conjuntamente, pero por ser los amos
de nuestra lengua todos tenemos deberes ineludibles con ella…
Damaso Alonso, “el español, lengua de centenares de millones de hablantes”, en el I
simposio de la lengua española, que dio en Gran Canaria.
La norma ideal hispánica estaría constituida por la totalidad de los hechos lingüísticos
comunes a todas las normas nacionales cultas, pero rechazara lo que la mayor parte de estas
rechacen como impropio, anómalo o incorrecto, por más que alguna o minoría de ellas
acepte como valido.
Por ejemplo, en México aceptan la diptongación, aunque no en todos los estados mejicanos:
Peor: pior; Cohete: cuete
pero es obvio que queda excluido de la norma hispánica puesto que la mayor parte de las
lenguas cultas nacionales rechaza tales diptongaciones.
Es cierto que no todos los hispanohablantes tienen conciencia de ese ideal de lengua
hispánica ni de su necesidad o, siquiera de su conveniencia. Pero es indudable que todos
deberíamos poseerla, al menos los millones de hispanohablantes que hemos pasado por una
educación de cultura.
El ideal de norma lingüística hispánica existe sin duda alguna, aunque no todos los
hispanohablantes tengamos conciencia de ello. Lo cual es un inconveniente grave para su
implantación general. Eugenio Coseriu se ha referido también ha que exista una
ejemplaridad idiomática hispánica, pero para ello afirma que debe haber una firme voluntad
lingüística en tal sentido por parte de todo los
BIBLIOGRAFÍA:
1. Fernando Lara, Luis. (1976). El concepto de norma en lingüística. Guanajuato,
México. El Colegio de México.