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COMPARACIÓN DE TEMAS, TOPOI Y MOTIVOS


EN LA LITERATURA ESPAÑOLA

ISBN: 84-9822-075-0

MARISOL MORALES LADRÓN


marisol.morales@uah.es

THESAURUS:
Tematología, historia de las ideas, literatura comparada, motivo, tipo, mito, imagen,
figura literaria, símbolo, tradición literaria.

OTROS ARTÍCULOS RELACIONADOS CON EL TEMA EN LICEUS


Tematología con valor universal: temas, mitos y motivos
Temas. Itinerarios por las literaturas occidentales
Motivos. Folklore y motivos clásicos
Tradiciones literarias y literatura española

ESQUEMA DEL ARTÍCULO


1. Introducción
2. Los precedentes de la tematología
3. ¿Qué es la tematología?
4. El estudio de los temas, topoi y motivos: delimitación de conceptos
4.1. Los temas
4.2. Los topoi
4.3. Los motivos
5. Clasificación de los temas literarios: las tipologías
6. Los temas, topoi y motivos en la literatura española desde una perspectiva histórico-
comparativa
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1. Introducción

El estudio de los temas literarios es uno de los más ricos, amplios, variados y
antiguos de la historia de las letras, a pesar de que hace poco más de un siglo que ha
empezado a considerase como un método de análisis crítico y como una herramienta
de trabajo dentro de la Literatura comparada. Esto es algo que no debe sorprender
porque tradicionalmente la obra literaria se estudiaba atendiendo a sus dos grandes
aspectos, la forma y el contenido, es decir, lo intrínseco y lo extrínseco. A principios
del siglo XX se estudiaba −y enseñaba− la literatura a partir de una clara y quizá
excesiva división en épocas, periodos, movimientos y autores, que podían y debían
encuadrarse fácilmente en cada una de sus etiquetas correspondientes. Lo mismo se
podía decir del estudio particular de las obras, pues se aludía a categorías estancas
como la forma, la estructura, el tema o el estilo. Naturalmente, este modo de enfocar el
análisis crítico de los textos literarios favorecía la concepción de la historia con una
cierta continuidad, que no planteaba mayores problemas ni suscitaba tampoco otros
cuestionamientos más transgresores, subversivos o simplemente alternativos.
Sin embargo, todo acercamiento al estudio de la literatura, ya sea de base
histórica, formal, genérica, estilística, temática o de cualquier otro tipo, supone la
adopción de una orientación particular, que no es más que la respuesta a un
determinado interés por un aspecto o modo específico. Por esta razón, no es
necesario incidir aquí en el hecho de que la primera toma de contacto de cualquier
lector a una obra nunca se hace desde el vacío sino que siempre hay presuposiciones
y expectativas que derivan de nuestras respectivas experiencias como lectores de
textos anteriores. Así, cada corriente crítica, cada teoría que se aplique a la
interpretación de un texto literario no es más que una forma peculiar de análisis que no
se puede desligar de sus mismas implicaciones ideológicas, ni del contexto histórico,
social o cultural desde el que se realiza. Y, desde luego, la tematología no es una
excepción. Por esta razón, tanto la enseñanza de la literatura como la lectura e
interpretación de cualquier obra debe tener siempre presente los métodos concretos y
las ideologías que ponen de manifiesto.
Si se entiende la literatura como un hecho socio-cultural que se manifiesta de
forma abierta y plural, a partir de la comunicación o de las relaciones literarias
internacionales que la definen y modifican en su continuo intercambio, su estudio no se
puede concebir sino dentro de un sistema o sistemas que, como construcciones
culturales, permiten explicar el dinamismo de su variación en el tiempo y el fenómeno del
cambio literario. Desde esta perspectiva, son muchos los críticos que han formulado

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diferentes teorías y aproximaciones. Claudio Guillén, en su estudio Literature as System,


señala que la literatura funciona históricamente como un sistema, como un orden de
elementos que interaccionan y cambian a lo largo de los siglos. Para él, el interés del
crítico debe centrarse en el hecho de que una obra no es una simple unidad que se
añade a otras de forma separada, sino que constituye una parte de un todo organizado,
estructural y sistémico que se relaciona entre sí de forma recíproca (1971: 5). De este
modo, para establecer las interacciones que se manifiestan entre varios autores o textos,
hay que distinguir entre el hecho individual que supone la absorción de unas ideas
localizables en otro, y la manifestación más extensa de una convención literaria que
forma parte de los sistemas literarios que la componen.
Por esta razón, la historia literaria, para Guillén, se forma a partir del estudio de la
totalidad de las relaciones de una obra con otras, y no de la causación mecánica o de la
similitud. Es el lector quien debe organizar las infinitas posibilidades de experiencia
estética que se derivan de las relaciones literarias, y que Guillén relaciona con el sistema
lingüístico de Saussure (1971: 375). Y, en efecto, si el lenguaje es un sistema de signos,
y el texto se apoya en el lenguaje para su representación, éste también formará parte del
mismo sistema. Es la relación de este sistema cerrado que ofrece el texto literario con la
realidad histórica que ha producido su autor y con el reconocimiento del mismo que
ofrece el lector lo que le convierte en una entidad llena de valores semánticos e históricos
dentro de la organización social y cultural de la literatura. El sistema literario queda así
definido como un “conjunto solidario que implica múltiples interrelaciones.... La obra de
arte concilia la unidad con toda clase de diferencia, toda índole de diversidad”, por lo que
“la forma revela, azarosamente, más o menos palpablemente, una voluntad de sistema”
(Guillén, 1985: 192). La tematología, como se tendrá oportunidad de ver a lo largo de la
siguientes páginas, es un engranaje dentro de esta compleja cadena que forman los
(poli)sistemas literarios.

2. Los precedentes de la tematología

Hablar de tematología supone hacer una referencia obligada a la orientación


comparatista alemana, que contribuyó enormemente al estudio de los temas, motivos
y mitos con lo que se conoce hoy día como Motivegeschichte. Pero los precedentes
hay que buscarlos en los mismos orígenes de la disciplina, especialmente en la
escuela francesa de literatura comparada que se desarrolló desde finales del siglo XIX
hasta poco después de la Segunda Guerra Mundial. Sus pensadores más relevantes,
entre quienes se encontraban Fernand Baldensperger, Paul Van Tieghem, Jean-Marie
Carré, Marcel Bataillon, Henri Roddier y Marius-François Guyard, pusieron un gran

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énfasis en la búsqueda de temas, actitudes o técnicas similares de un autor o un grupo,


para promover con ello los estudios de influencias, fuentes, imitación, transmisión,
difusión, fortuna, comunicación, reputación o pervivencia. Su metodología, sin embargo,
no se pudo desligar de las influencias del positivismo, y los estudios de temas quedaron
relegados casi al olvido por no cumplir con los requisitos de este tipo de investigaciones,
que se basaban en las relaciones causales y genéticas entre textos. Por consiguiente, y
a diferencia de lo que se formularía después, este comparatismo acabó centrándose
única y exclusivamente en la obra literaria, sin atender a su relación con otras formas de
expresión −artísticas, estéticas o culturales−, que vendrían a enriquecer la disciplina
posteriormente.
Así las cosas, no es hasta después de la Segunda Guerra Mundial cuando la
tematología recibe un fuerte impulso propiciado por la mayor apertura cultural y literaria,
que comenzó a buscar contextos más amplios en la explicación de motivos, temas y
tipos, así como un mejor conocimiento de las formas y los géneros. Esta perspectiva
vendría avalada por el desarrollo de una nueva orientación en Estados Unidos, cuyos
integrantes curiosamente eran, en su mayor parte, pensadores y/o intelectuales
europeos que habían emigrado a ese país huyendo de las políticas totalitarias y de las
dramáticas consecuencias de la guerra. Muchos de éstos, además, retomaron los
intereses que había generado la tematología alemana −interesada especialmente en la
investigación del folklore alemán y en la búsqueda de las raíces de un tema, para lo cual
acudían al método histórico-comparativo− que, al ponerla en práctica en este nuevo
contexto, resultaba más productiva para sus investigaciones. Por esta razón, explica
Subha Dasgupta, la tematología se extendió más en Estados Unidos que en otros
países de Europa, hasta evolucionar hacia otras áreas análogas, como la mitología o
el estudio de mitos y la imagología o el estudio de imágenes (1989: 24).
Por un lado, podemos decir entonces que la tematología se desarrolla a caballo
entre las dos grandes escuelas comparatistas del siglo XX −la francesa y la
norteamericana−, aunque no se pude dejar de apuntar que, desde un enfoque
puramente conceptual, encuentra un precedente clave en la Historia de las ideas. Esta
es una rama de la historia intelectual desarrollada por Arthur O. Lovejoy, en The Great
Chain of Being: A Study in the History of Ideas (1936), y posteriormente en Essays in the
History of Ideas (1948), que se centra en el estudio de temas únicos a partir de lo que
Lovejoy denominó unit-ideas o “ideas únicas”, a diferencia de la historia literaria, que
sigue un desarrollo más puramente cronológico. Desde esta aproximación, nos detalla A.
Owen Aldridge, se estudian aspectos como el primitivismo, las actitudes, o incluso la
forma en que se han clasificado las artes y las ciencias sin trazar fuentes o influencias,

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sino con el objetivo de identificar la presencia de manifestaciones comunes y de analizar


la variación de motivos en diferentes tiempos y espacios (1969: 224). A partir de aquí,
varios comparatistas se han mostrado partidarios de aplicar las bases de la Historia de
las ideas a la literatura, como es el caso de Newton P. Stallknecht, para quien la
interpretación de una obra lleva consigo el reconocimiento de la ideología que refleja, que
también posee una historia y que, por lo tanto, hay que situar en un contexto (1961: 117-
21). Otra cuestión bien distinta es si el concepto de “idea” que propugna esta
aproximación se podría equiparar con el significado de “tema” o con otros términos
similares como “tipo”, “motivo” o “argumento”, que por no formar parte de un ámbito
estrictamente literario y por cuestiones de espacio no se va a tratar aquí.

3. ¿Qué es la tematología?

El estudio de los temas, tipos y motivos literarios es una de las orientaciones más
ricas y propiamente “comparables” o “comparativas” de la literatura comparada −valga la
redundancia−, al permitir establecer lazos de unión, conexiones, similitudes,
paralelismos y, en definitiva, todo tipo de relaciones entre literaturas –u otras formas de
expresión– alejadas tanto en el tiempo como en el espacio. Además, la historia universal
nos enseña que los grandes temas literarios, como el amor, la vida y la muerte, se van
reescribiendo sucesivamente adaptándose a nuevas formas, incorporando otros motivos
o simplemente variando su verdad contextual pero, sin duda alguna, siempre invitando a
la comparación. En términos generales se podría decir que la tematología es una línea
de investigación que muchas veces se solapa con la mitología o la imagología, por lo que
parece necesario delimitar conceptos.
La tematología no sólo se ocupa del estudio de los temas –de su contenido,
entiéndase– que conforma una determinada obra, movimiento o escuela, sino que
estudia igualmente la forma que adoptan y el modo como se construyen. En muchas
ocasiones, el tema es el elemento estructurador del texto al contribuir a edificar su
armazón interno. Piénsese en el tema del adulterio vivido por Ana Ozores en La Regenta
(1884) de Leopoldo Alas “Clarín” o, mejor aun, en el donjuanismo, tema clave tanto del
conocido drama de Tirso de Molina, El burlador de Sevilla (1613, public 1630) como del
Don Juan Tenorio (1844) de José Zorrilla o incluso de la versión más actual de Gonzalo
Torrente Ballester, Don Juan (1963), en la que el escritor ofrece su propia versión de un
tema convertido ya en mito. En cuanto a los motivos o imágenes, se puede decir de
forma general que forman parte del tema, pues contribuyen a dar un sentido más
completo al mismo. Esto ocurre, por ejemplo, en el motivo del viaje interior metafórico
que vive Pedro, el protagonista de la novela de Luis Martín-Santos, Tiempo de silencio

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(1962), mientras deambula por las calles de Madrid, o el de la guerra, motivo que evoca
de manera recurrente Álvaro en Señas de identidad (1966), de Juan Goytisolo, por citar
sólo unos ejemplos de la literatura española. Es decir, que temas como el exilio, la
muerte, el amor, la relación padre-hijo, el honor o la locura actúan como tales sólo
cuando se emplean en su sentido más amplio dando forma a una determinada obra
literaria y cuando engloban otros conceptos sobre los que se apoya su significado. Este
sería el caso de los motivos, los topoi o las imágenes, entre los que podemos incluir la
religión, la pareja, el suicidio o el amor cortés. Todo esto no viene sino a demostrar que el
significado de los términos “tema”, “motivo”, “tipo” o “tópico” varía al adaptarse a la
función que ejerce en una determinada obra pudiendo perfectamente un tema constituir
el eje central de una novela, mientras que en otra se limita a funcionar como un motivo
más, un símbolo o una imagen.
De ahí que no sorprenda la postura de Harry Levin, cuando a finales de los años
sesenta llegó a afirmar que la tematología no era más que una denominación nueva para
lo que la crítica literaria había venido haciendo con la tradicional dicotomía
forma/contenido. Según él, esto explicaría por qué la novela epistolar presenta una
diferencia formal, mientras que hablaríamos de un tema distinto para la novela gótica
(1972: 93). Aunque el ejemplo de Levin es suficientemente claro a este respecto, habría
que matizar que no se cumple en todas las ocasiones y mucho menos en la literatura
más actual de tendencia postmoderna en la que la hibridación, la reescritura, la
metaficción, la autorreflexión literaria y la subversión tanto de temas como de formas,
valores e ideologías se transgreden formando juegos ficcionales que rompen con la
linealidad de la narrativa anterior. Una novela como Plenilunio (1997) de Antonio Muñoz
Molina, por ejemplo, explora temas transcendentes de la sociedad actual, como la
violencia, la inseguridad ciudadana o incluso el amor, desde los postulados del género
detectivesco, a la vez que subvierte el valor que se ha otorgado tradicionalmente a la
literatura popular. Algo parecido se podría decir de la metaficción historiográfica, o de la
novela histórica postmoderna tal y como puede tomar forma en la producción literaria de
Eduardo Mendoza.
Otra cuestión sería atender al estudio diacrónico de los temas literarios, que
también constituye un ámbito de estudio bastante ilustrativo. De hecho, un seguimiento
comparativo de la forma y el modo cómo ha ido evolucionado un tema en la obra de un
determinado autor o, más aún, en diferentes escritores a lo largo de diversas épocas
puede arrojar algo de luz sobre cuestiones bastante pertinentes para la historiografía
literaria, como pueden ser los gustos literarios, el horizonte de expectativas o el espíritu
socio-político y cultural del momento. Un buen ejemplo podría ser analizar cómo ha
evolucionado el tema de la locura desde que fuese inmortalizado por Cervantes en su

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célebre Don Quijote de la Mancha (1605, 1616), lo que supondría atender a su


adaptación romántica en la obra de Manuel Tamayo y Baus, Locura de amor (1855) o en
El primer loco (1881) de Rosalía de Castro, hasta llegar a la figura del verdadero enfermo
mental en Luz de memoria (1976) de Lourdes Ortiz o Los renglones torcidos de Dios
(1979) de Torcuato Luca de Tena. Finalmente, la locura ha evolucionado hasta asociarse
con el mundo femenino desde diferentes vertientes: como sinónimo de enfermedad
creativa; como ruptura y rebeldía contra un mundo hecho por y para los hombres; o como
verdadera histeria, símbolo de la otredad, a través del motivo de “la loca de la casa” del
que tanto se ha hablado.
Así las cosas, aunque en las últimas décadas la tematología ha adquirido una
nueva dimensión gracias a las contribuciones del postmodernismo, de los estudios de
género, de los postcoloniales, de los multiculturales o de la aplicación de las teorías de
Mikhail Bakhtin −especialmente con su aportación de los cronotopos o unidades espacio-
temporales−, este acercamiento no ha estado exento de críticas. Sin pretender entrar en
un debate largo y complejo sobre las diferentes posturas enfrentadas, aludiré únicamente
a uno de los “peligros” con los que se ha tendido a asociar la adopción de este modelo
crítico y en el que parece coincidir una gran mayoría de estudiosos del campo. Me refiero
al hecho de que, a veces, por utilizar una metáfora conocida, “el árbol impide ver el
bosque”. Es decir, puede resultar relativamente fácil y atractivo pasar por alto los
elementos más significativos de una obra para concentrarse en un tema poco relevante
pero que justifica la investigación que en ese momento se está llevando a cabo, o incluso
prestar el mismo nivel de atención a obras “menores” de tema similar que a otras más
destacadas. Aquí entraríamos, además, en una cuestión especialmente polémica: la
distinción entre lo canónico y lo marginal, y la atención que se le debe prestar a uno y a
otro. Sin entrar en más discusiones, y resumiendo, la principal crítica que se ha hecho a
la tematología es la de englobar a un conjunto de autores que exploran un tema común
bajo un mismo marco de referencia sin atender a otras consideraciones que podrían ser
más significativas. Naturalmente, esto puede convertirse en un ejercicio poco revelador,
pues la coincidencia temática no tiene por qué llevar aparejada una relación estético-
literaria. Esta pretendida homogeneización, muy al contrario, ha servido a veces para
acusar a la disciplina de simplismo reduccionista, cuando el objetivo ha sido siempre la
identificación de elementos argumentales similares –es decir, comparables– en obras
que son producto de contextos histórico-culturales distintos.
Una vez aclarada y delimitada la amplitud del término “tematología”, su estudio,
bien entendido, puede contribuir a enriquecer el sentido de la tradición literaria por el
cruce que se establece entre la unidad y la diversidad, como muy bien diría Claudio
Guillén en su monografía del mismo título. Esto es así porque tanto los temas como los

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motivos, tipos, argumentos, mitos, arquetipos y demás variables conceptuales


evolucionan con el paso del tiempo adaptándose a nuevos requerimientos genéricos,
contextuales, formales, estéticos o meramente literarios generando nuevas formas de
expresión que pueden ser más o menos adaptativas. Es decir, el análisis de la misma
metamorfosis de un determinado tema puede convertirse en la clave que desvele los
gustos, los intereses, el horizontes de expectativas o el curso de cualquier momento
histórico que queramos analizar. En definitiva, el objeto de estudio de la tematología no
es simplemente la recopilación de los temas más significativos de una determinada
época, movimiento, tradición, cultura o autor, sino también de los elementos que
conforman su variabilidad, su capacidad para contribuir a establecer una continuidad
literaria, su vinculación con el género en que puede aparecer, sus características propias
y las que son producto del momento, es decir su pervivencia en el tiempo y en el espacio.

4. El estudio de los temas, topoi y motivos: delimitación de conceptos

4.1. Los temas

Una de las mayores dificultades de la tematología ha sido la falta de unidad


terminológica por parte de la crítica especializada con respecto a conceptos limítrofes
como argumentos, motivos, tópicos o incluso figuras legendarias y/o mitológicas
tematizadas. Aunque en el apartado anterior se ha anticipado lo que se entiende por
tema y motivo en el presente trabajo, a lo largo de este punto se incidirá en la
importancia de adoptar una propuesta tipológica clara y concreta. Una primera
distinción concierne a la diferencia entre tema y argumento. De forma general se
podría decir que mientras el argumento hace referencia al contenido de la obra, el
tema alude a uno de los aspectos centrales del mismo. Así, el argumento de la novela
de Camilo José Cela, La familia de Pascual Duarte (1942), gira en torno a las
confesiones del campesino extremeño Pascual Duarte que, desde la cárcel y
condenado a muerte, rememora su desgraciada vida mientras ofrece un panorama de
la España decadente del hambre de principios de siglo. Los temas claves de la novela,
sin embargo, se debaten entre la muerte, la violencia, la pobreza o el destino, entre
otros.
En ocasiones también se confunde tema con motivo, aunque el primero suele
aplicarse a toda la obra, incidiendo de algún modo en su estructura, mientras que el
segundo es más específico. Podríamos decir, de algún modo, que uno incluye al otro
siguiendo una relación jerárquica como la que expresa el siguiente gráfico:

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Argumento

Tema

Motivo

Otras precisiones con respecto a esta misma clasificación serían las de, por un lado,
Harry Levin, quien diferencia motivos de temas señalando que los primeros se refieren
a lo que se describe, mientras que los segundos muestran la forma que se adopta
para tratar los motivos (1972: 100). Por otro lado, Guillén ha definido el tema como lo
que

[c]ongrega y estructura las sucesivas partes de una obra mediante su


vinculación con la vida y la literatura.... La condición del tema es activa y
pasiva a la vez. Aliciente integrador, por un lado. Objeto de
modificación, por otro. Procedente del mundo, de la naturaleza y la
cultura, el tema es lo que el escritor modifica, modula, trastorna. No es
lo que dice, advertíamos, sino aquello con lo que se dice, sea cual sea
su extensión. (1985: 254)

Recapitulando, desde una perspectiva comparatista, la mayoría de críticos está


de acuerdo en reconocer que cuando los temas se pueden clasificar en motivos
estamos ante lo que se conoce con el término alemán de Motivegeschichte, mientras que
la tematología en sí se orienta hacia el estudio de las relaciones literarias internacionales
–o transculturales– que se manifiestan en el modo en que un tema determinado aparece
en diversas literaturas y en la forma que adopta. Como se verá más adelante, además,
los temas literarios no sólo son variados y multiformes, sino que cada uno se sitúa en una
red de significados múltiples. Esto hace que hayan existido y que sigan existiendo
diferentes terminologías para sucesivas subdivisiones de los mismos en subtemas,
subtipos, minimotivos, etc.

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4.2. Los topoi

Etimológicamente, el término “topos” hacía referencia a un lugar común, y


posteriormente el vocablo se ha incorporado a la literatura con el significado de
“tópicos, lugares comunes, expresiones formulares, giros recibidos, imágenes o
representaciones breves” que, según Guillén, “suelen connotar tradiciones
perdurables, recuerdos prestigiosos, longues durées [sic], de muy desigual
importancia” (1985: 275). Se podría decir así que los topoi son los adornos del tema,
pues suelen ampliar el significado de éste. Algunos de estos topoi, sin embargo, han
llegado a convertirse en elementos esenciales de un periodo literario, como es el caso
del tan recurrido “locus amoenus” de la tradición medieval y de gran parte de la
retórica clásica, en cuyo caso, “el topos interesa no como realidad textual, acaso banal
y socorrida, sino como signo: es decir, como reconocimiento de un conjunto cultural,
de una longue durée” (Guillén 1985: 276).
Al igual que se aludía antes al hecho de que los temas y los motivos varían
según se van a adecuando a nuevas épocas o tradiciones literarias, lo mismo
podemos decir de los topoi. De hecho, un derivado del “locus amoenus”, pero
adaptado a la realidad literaria contemporánea, podría ser el tema de la gran ciudad
moderna. Del lugar de encuentro de los enamorados, símbolo de armonía y unión,
pasamos ahora a la impersonalidad de voces plurales que se cruzan en una urbe
caótica y desbordada. Esta evolución se puede percibir de modo claro si atendemos a
la forma en que una ciudad como Madrid ha ido formando parte estructural de muchas
obras. Madrid, como tema literario, aparece desde el siglo XVII con los entremeses y
otros géneros menores, como en la comedia de capa y espada firmada por Francisco de
Rojas Zorrilla y Pedro Calderón de la Barca –que hoy se atribuye a Tirso de Molina–, En
Madrid y en una casa. Más cerca ya del siglo XX, la lista de escritores que sitúa la capital
como centro de sus producciones se hace casi inabarcable. Benito Pérez Galdós dibuja
al Madrid burgués en sus Episodios Nacionales (1873-1912). Pío Baroja explora el
Madrid marginal y suburbano en su trilogía La lucha por la vida. (1903-04) También
Ramón del Valle-Inclán en Luces de Bohemia (1920) inmortaliza el famoso callejón del
Gato, la calle de la Montera, el ambiente de un periódico, de la cárcel, de un café y, en la
noche, como no, de los prostíbulos. Ramón Gómez de la Serna escribe su obra
Nostalgias de Madrid (1956) donde ésta aparece ya como una ciudad urbanizada. Y
Rosa Chacel, en Barrio de maravillas (1976), nos refleja el mundo interior de Madrid
desde una perspectiva infantil.
En algunos, casos, incluso, el topos se habría ampliado y se habría llegado a
transformar tanto que podríamos hablar ya del fenómeno de la tematización del mismo

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espacio narrativo, como verdadero locus discursivo y textual. Piénsese en una novela
como Tiempo de silencio (1962), en la que además de ofrecer una verdadera
radiografía del Madrid de postguerra, Luis Martín-Santos se recrea en la misma
descripción detallada de la ciudad, a la que dedica varios apartados específicos con el
fin de ahondar en el vínculo hombre-ciudad de claros tintes deterministas.
Y para terminar este apartado, baste añadir que como aportación teórica
contemporánea a los topoi clásicos tenemos el concepto de cronotopo, o complejo
espacio-temporal, propuesto por el crítico ruso Mitjail Baktin, que él mismo define de la
siguiente manera:

A unit of analysis for studying texts according to the ratio and nature of the
temporal and spatial categories represented. The distinctiveness of this
concept as opposed to most other uses of time and space in literary
analysis lies in the fact that neither category is privileged; they are utterly
interdependent. The chronotope is an optic for reading texts as x-rays of
the forces at work in the culture system from which they spring. (1981:
425-26)

[Una unidad de análisis para estudiar los textos según la proporción y


naturaleza de las categorías espaciales representadas. La peculiaridad
de este concepto, a diferencia de la mayor parte de otros usos del tiempo
y el espacio en análisis literarios, radica en el hecho de que no se prime
ninguna categoría; son completamente independientes. El cronotopo es
una lente para leer textos como rayos X de los factores que intervienen
en la cultura y sistema del que emanan.] (La traducción es mía)

4.3. Los motivos

La Motivegeschichte es el estudio de más arraigo dentro de la tradición


alemana, centrada en el análisis de motivos. De ahí la ambigüedad de conceptos, que
en muchos casos se ha debido a su falta de equivalencia en otras lenguas, pues se ha
tendido a traducir Motiv –motivo– y Stoff –materia, argumento– (términos que
provienen de la Motivegeschichte y la Stoffgeschichte, respectivamente) como
nociones equivalentes –estudio de motivos–, cuando en alemán se distinguen ambos.
En términos generales, la crítica coincide en considerar el motivo como un elemento,
recurso o fórmula literaria. Así, tenemos el motivo del “ubi sunt” en la poesía medieval o
del famoso “carpe diem” horaciano. Algunos añaden a esto su posible aspecto

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recurrente, con lo que entonces nos encontramos con una segunda acepción, la del
“leitmotiv”. Este es un término que también proviene del alemán y que originariamente
hacía referencia a un tipo de repetición musical, por lo que se suele emplear para aludir
a las recurrencias de una frase o idea en una determinada obra. Si pensamos, por
ejemplo, en Cinco horas con Mario (1966), de Miguel Delibes, podríamos decir que uno
de los temas claves de la novela es la incomunicación, un motivo sería la necesitad de
confesión –así como del perdón– de Carmen quien, frente al lecho de muerte de su
marido Mario, rememora sus casi veinte años de vida juntos, y un leitmotiv de su
monólogo se situaría ente el rencor y los celos, motores ambos de sus confidencias.
Se dice que, en general, los motivos suelen ser elementos más fáciles de
identificar que los temas porque se refieren a las unidades más pequeñas incluidas en
éstos. Para resumir, citaremos a Elizabeth Frenzel quien, desde el estructuralismo, ha
definido el motivo “como una unidad pequeña e indivisible cargada de significado que
aparece en una sola obra”, a lo que añade que desde una perspectiva histórica y
comparada, se “concibe como una unidad semántica intertextual que se repite en
diferentes obras con pocas variaciones” (2003: 45). Sin embargo, como sabemos, esto
no siempre es así porque en muchas ocasiones resulta difícil separar un tema de un
motivo, un símbolo o incluso una idea. En este sentido, Adridge sugiere acertadamente
que si podemos hablar del tema de Fausto, del tema de Don Juan o incluso del tema de
la muerte, también en la misma línea podríamos hablar de la leyenda de Fausto, del mito
de Don Juan o de la idea de la muerte (1969: 106). Es decir, que es cada obra literaria
entendida como totalidad la que nos desvelará el lugar que ocupa y la función que ejerce
tal o cual motivo o tema. Será posteriormente el crítico quien, desde una visión
panorámica más amplia, identifique y sitúe a cada uno en su cruce de relaciones con su
propia tradición literaria y con las que le preceden tanto en el tiempo como en el espacio.

5. Clasificación de los temas literarios: las tipologías

Así como decíamos anteriormente que la tematología es una de las


orientaciones más ricas dentro de la literatura comparada, tenemos que añadir ahora
que es también una de las más difíciles de clasificar. Si estudiamos la tematología en su
mayor ámbito de aplicación, esto es, desde los estudios comparativos supranacionales,
son muchas las consideraciones de las que hay que partir, entre las que se encuentran
las limitaciones espacio-temporales que hay que superar y el análisis de los temas,
teniendo en cuenta cómo se han adoptado, su evolución, así como la transformación que
pueden haber sufrido al pasar de cultura a cultura y de generación en generación. A esto
se añade el hecho de que lo que para uno constituye un tema central para otro puede

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entrar dentro del análisis de una figura literaria tematizada, lo que para uno es mitología
para otro es estudio de temas, y lo que para uno es estudio de género para otro es
adaptación de un tema a un estilo y una forma determinadas.
Así las cosas, han sido varios los teóricos que tan tratado de establecer tipologías
y clasificaciones de los temas literarios. Por un lado, Aldridge ha propuesto una
clasificación de temas propia y apunta que el grupo mayor lo constituye el de las
personalidades, cuyos rasgos, maneras o comportamientos han establecido
tradiciones literarias. Los orígenes de estas personalidades pueden ser de diversos
tipos, que él agrupa de la siguiente manera:

- mitológicas clásicas, como el mito de Prometeo;


- bíblicas, como David o el judío errante;
- artúricas, por ejemplo Tristán;
- históricas, en las que entrarían Julio César o Juana de Arco;
- o literarias, con Don Juan, Hamlet y otros, aunque incluye aquí también a
los tipos como el del marido engañado o el hombre alienado.

También apunta otra posibilidad, que consistiría en despersonalizar estas categorías


en situaciones sociales, como la guerra de los sexos, el triángulo eterno, las alegrías o
tristezas de la vida, etc. (1969: 106). Esta tipología ahonda realmente en la
tematización de figuras literarias relevantes pero no incluye los grandes temas de la
literatura que pueden también clasificarse en nuevos subtemas.
Prawer, por su parte, distingue cinco temas de investigación, dentro de los que
engloba temas, motivos, tipos, topoi e incluso mitos, sin hacer distinciones
terminológicas entre ellos. Así, tendríamos la siguiente clasificación:

1) La representación literaria −en diferentes idiomas y épocas− de los


fenómenos naturales y la reacción del ser humano ante ellos, como las
montañas, los océanos, el bosque...; o de los hechos eternos de la
existencia, como los sueños o la muerte; o de los problemas humanos
perennes y los esquemas de comportamiento, como el conflicto entre
ficción y realidad en Don Quijote o Madame Bovary, el poder del destino en
Edipo, el libertinaje en Don Juan, etc...
2) Los motivos recurrentes en la literatura y el folklore, como la tierra perdida o
el anillo mágico.

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3) Situaciones recurrentes y su pluralidad de tratamientos, como el triángulo


eterno, el hijo resentido del padre, amantes que se separan al amanecer,
etc.
4) La representación literaria de tipos como agrupaciones profesionales,
clases sociales, razas, figuras literarias, etc
5) Y la representación literaria de personajes mitológicos o de leyendas, como
Prometeo o Hamlet... (1973: 99-100)

Además de las variadas clasificaciones tipológicas de los temas y su diversidad


de formas, éstos también se pueden dividir, según Guillén, atendiendo a criterios
cuantificativos puramente descriptivos, en macro y microtemas. Esto supone hacer una
distinción clara entre los temas universales o recurrentes de la literatura y los que son
producto de una época o tradición concreta. Aún más, Guillén distingue entre los temas:

- de larga duración, “que perduran transformándose a lo largo de muchos


siglos”;
- los de duración media, “que dominan un cierto periodo histórico o se
incorporan en determinado momento a nuestro acervo cultural, con
posibilidades de permanencia”;
- y otros más breves, que se agotan rápidamente.

Tendríamos así una nueva subdivisión en “macrotemas”, “microtemas” y “minimotivos”


(1985: 253-261). A partir de aquí, lo que parece claro es que la selección de un
determinado tema por parte de un escritor, entre los muchos que hereda de su cultura y
tradición, es también una elección estética, por lo que las sucesivas proyecciones de esta
selección en otros autores contribuye a definir no sólo su solución individual, sino la de la
imaginación colectiva que ha mantenido en su contacto con los que le preceden y con los
que le seguirán. Por lo tanto, la orientación temática comparativa tratará de estudiar la
diversidad en la unidad.

6. Los temas, topoi y motivos en la literatura española desde una


perspectiva histórico-comparativa

La publicación del Stoffe der Weltliteratur: Ein Lexikon dichtungsgeschichtlicher


Längsschnitte (1963) [Diccionario de argumentos de la literatura universal] y del Motive
der Weltliteratur: Ein Lexikon dichtungsgeschichtlicher Längsschnitte
dichtungsgechichtlicher (1976) [Diccionario de motivos de la literatura universal] por

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parte de Elizabeth Frenzel supuso la materializacíon de un enorme esfuerzo por


recopilar de forma sistemática los temas y motivos más recurrentes de la literatura
universal. Posteriormente, la contribución de Saad Elkhadem, con The York Companion
to Themes and Motives of World Literature: Mythology, History, and Folklore (1981)
suponía también la inclusión, más que de temas, de personajes legendarios tanto de la
literatura como provenientes de la Biblia, de la mitología, de leyendas o del folklore
popular, así como de motivos y tradiciones literarias. A partir de aquí, han sido muchas
las recopilaciones y repertorios temáticos que han ido apareciendo dentro de cada
ámbito nacional, por lo que seguidamente me propongo comentar una selección de los
más recientes –algunos de los publicados desde los años 90– que conciernen a la
literatura española sin ánimo de ofrecer una lista exhaustiva. La importancia de estos
diccionarios radica en el hecho de que nos permiten identificar no sólo el material que
escoge un determinado escritor de entre el gran repertorio que encuentra en la realidad
literaria, sino incluso el de una época concreta, una tradición, una generación o una
escuela. Asimismo, facilita el estudio comparativo de los temas al poder estudiar cómo
se tratan éstos y la evolución que experimentan a lo largo del tiempo y en diferentes
lugares.
En esta línea, y en primer lugar, habría que destacar el Diccionario de temas de
la literatura española (1990), de Pilar González de Mendoza, con su amplia recopilación
histórica de temas que van desde los orígenes de la literatura española hasta finales del
siglo XX, entre los que incluye el adulterio, el amor, los celos, la muerte, la guerra, la
locura, el suicidio o la vejez.
Posteriormente, y también más específico, es el estudio de Harriet Goldberg,
Motif-index of Medieval Spanish folk narratives (1998), que se centra únicamente en la
época medieval. Esta aportación en realidad va muy en línea con la aparecida
previamente de Stith Thompsom, Motif-index of folk-literature: A classification of
narrative elements in folktales, ballads, myths, fables, mediaeval romances, exempla,
fabliaux, jest-books, and local legends (1955-58), mucho más amplia, editada en seis
volúmenes.
Mención especial requiere aquí la publicación de Claudio Guillén, Múltiples
moradas. Ensayo de literatura comparada (1998), en el que el crítico español opta por
estudiar toda una serie de temas esencialmente comparativos como son el exilio, el
género epistolar, el nacionalismo o el paisaje en sus diferentes manifestaciones literarias
supranacionales.
Más reciente es la publicación de José Antonio Benito Lobo, Literatura para la
vida: Grandes temas del hombre en la Literatura Española (2000), dirigido a lectores no
especializados, que se estructura en torno a una selección de temas concernientes a las

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experiencias humanas más universales como: la llamada, la tierra baldía, la iniciación, la


reputación, amor y desamor, el trabajo y el ocio, la fiesta y el juego, la experiencia
mística y la partida.
En definitiva, si la tematología, se decía en un principio, era uno de los métodos
de más arraigo dentro de la literatura comparada, es también uno de los que más
posibilidades de apertura ofrecen para el futuro. Estudios feministas tematológicos –
agrupados en torno a figuras, estereotipos, clichés o comportamientos patriarcales–
tendrían amplia cabida aquí, al igual que la crítica postcolonial y su interés por
desvelar cuestiones de poder, de lengua o de relaciones entre colonizador y
colonizado. Y lo mismo se podría decir de los estudios culturales, el multiculturalismo,
los estudios interdisciplinares y una amplia gama de perspectivas teóricas que están
triunfando en nuestros días en su búsqueda de alternativas que subvierten las
posturas más canónicas y tradicionales. La reescritura de determinados géneros
literarios, por ejemplo, con sus temas filiales, recreados en torno a figuras mitológicas,
arquetípicas, legendarias, de cuentos etc, supone la adopción de una perspectiva
plural que recoge el cruce de múltiples temas y la revisión del discurso hegemónico
desde la postura del “otro” a lo largo de tiempo y del espacio.
Para finalizar, y recapitulando, dada la diversidad y heterogeneidad terminológica en
torno al estudio de temas, me adscribo a las definiciones que aportó en un primer
momento la Comisión para la investigación de temas y motivos, que dirigió el profesor
Wolpers en la Academia de las Ciencias de Gotinga, por resultar esencialmente
flexibles:

el motivo es una unidad pequeña, un conjunto cerrado en sí mismo, que


se repite y que guía el texto, “la representación esquematizada (de uno o
más elementos) de sucesos, situaciones, personajes, objetos o
espacios”; mientras que el tema resulta ser “una caracterización de
significado más general de las partes individuales o del todo, si acaso del
sentido central o de la idea de una obra, formulada en abstracto, aunque
relacionada con el contexto del sujet, en donde según la estructura
textual éste se puede desprender en diferentes niveles de significado o
grados de validez”. (Cit. en Frenzel, 2003: 47)

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Bibliografía citada

Aldridge, A. Owen, ed. (1969): Comparative Literature: Matter and Method. Chicago: U
of Illinois P.
Bakhtin, Mikhail (1981): The Dialogic Imagination: Four Essays. Ed. Michael Holquist.
Trad. Caryl Emerson y Michael Holquist. Austin, Texas: U of Texas P.
Benito Lobo, José Antonio (2000): Literatura para la vida: Grandes temas del hombre en
la Literatura Española. Madrid: Edinumen.
Dasgupta, Subha (1989): “The French School of Comparative Literature.” Comparative
Literature: Theory and Practice. Ed. Amiya Dev y Sisir Kumar Das. Calcuta:
Indian Institute of Advanced Study, 19-26.
Elkhadem, Saad (1981): The York Companion to Themes and Motives of World
Literature: Mythology, History, and Folklore. Fredericton, Canadá: York P.
Frenzel, Elisabeth (1980): Diccionario de argumentos de la literatura universal. 1970.
Madrid: Gredos.
__________ (1980): Diccionario de motivos de la literatura universal. Madrid: Gredos.
__________. (2003): “Nuevos métodos en una antigua rama de la investigación: dos
décadas de investigación sobre Stoffe, motivos y temas.” Tematología y
comparatismo literario. Coord. Cristina Naupert. Madrid: Arco/Libros, 27-52.
Goldberg, Harriet (1998): Motif-index of Medieval Spanish folk narratives. Tempe, Ariz:
Medieval & Renaissance Texts and Studies.
González de Mendoza, Pilar (1990): Diccionario de temas de la literatura española.
Madrid: Istmo.
Guillén, Claudio (1971): Literature as System: Essays Towards the Theory of Literary
History. Princeton: Princeton UP.
__________ (1985): Entre lo uno y lo diverso: Introducción a la literatura comparada.
Barcelona: Crítica (nueva edición en Tusquets, 2005).
__________ (1998): Múltiples moradas: Ensayo de literatura comparada. Barcelona:
Tusquets.
Levin, Harry (1972): Grounds for Comparison. Cambridge, Massachusetts: Harvard UP.
Prawer, Siegbert S. (1973): Comparative Literary Studies: An Introduction. Londres:
Duckworth.
Stallknecht, Newton P. (1961): “Ideas and Literature.” Comparative Literature: Method
and Perspective. Ed. Newton P. Stallknecht y Horst Frenz. Carbondale,
Edwardsville: Southern Illinois P, 116-52.

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Thompsom, Stith (1989, 1955-58): Motif-index of folk-literature: A classification of


narrative elements in folktales, ballads, myths, fables, mediaeval romances,
exempla, fabliaux, jest-books, and local legends. 6 vols. Ed. Rev y ampl.
Bloomington & Indianapolis: Indiana UP.

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