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UNIVERSIDAD DEL VALLE SEDE ZARZAL

ESCUELA DE TRABAJO SOCIAL Y DESARROLLO HUMANO


SEMINARIO PERMANENTE DE INVESTIGACIÓN
SEGUNDA SESIÓN

Reflexiones sobre la investigación e intervención en Trabajo Social

Por: Burbano, Mary Hellen; Naranjo, Catalina; Gaviria, Luz Adriana; Prado, Yennifer; Vélez, Fabiola
Valencia, Yustín; Osorio, Julián; Chavez, Jennifer.

Resumen:
El texto en su primer apartado presenta una mirada panorámica de los principales principios y nociones de la
investigación social, su relación con el Trabajo Social y los posibles objetos de estudio para dicha profesión -
qué tipo de hechos o fenómenos deben ser objeto de estudio por parte de Trabajo social - a su vez presenta
algunas aproximaciones sobre cuáles han sido las tendencias investigativas en la profesión y los retos con
relación al ejercicio profesional; en un segundo apartado se desarrolla lo referido a la intervención en lo
social, presentando algunas reflexiones sobre su origen, diferentes concepciones y su relación con la
investigación planteando algunos de los los retos que surgen en la profesión del Trabajo Social para llevar a
cabo el ejercicio dialéctico y en constante relación de la investigación – intervención en el quehacer
profesional.

Parte I Reflexiones sobre la Investigación Social.

La investigación en Trabajo Social no debe ser solo la reconstrucción de un mundo existente o su


representación, debe además posibilitar la construcción de mundos nuevos.

Para realizar un primer acercamiento al tema, es necesario en principio hacer claridad sobre algunos términos
aquí utilizados. Según la Real Academia Española la palabra ciencia proviene del latín scire, que significa saber
o conjunto de conocimientos obtenidos mediante procedimientos que involucran la observación y el
razonamiento y de los que se deducen principios y leyes generales. Dentro del conjunto de ciencias, las
denominadas Ciencias Sociales y Humanas surgen en un intento por explicar y comprender los cambios que se
estaban dando en la sociedad europea como consecuencia de la revolución industrial y de sus procesos de
industrialización y urbanización acelerada. Sin embargo, históricamente estas van a aparecer no solo como
consecuencia de la necesidad de estudiar el ser humano y la sociedad, sino también con el propósito de
modificar su funcionamiento.

Tal como lo señala Miranda (2003), su origen se relaciona con la constatación de un fracaso: la pervivencia de la
pobreza en el momento en que las fuerzas productivas eran capaces de producir mayor riqueza. Por lo tanto,
comprender las causas de la pobreza y actuar sobre ellas a fin de conseguir un mejor funcionamiento de la
sociedad, evitando la pobreza y el desorden social, fueron los objetivos iniciales de las ciencias sociales.
“Comprender y actuar eran las dos caras de una misma misión” (Greenwood, 2002 citado en Miranda,
2003:34).

Sin embargo, posteriormente estas desarrollaron un marcado interés por adquirir un estatus de cientificidad
más cercano al de las ciencias naturales, centrándose en construir leyes generales que permitieran comprender
la realidad social, explicarla y predecirla a partir de la aplicación del método científico, emulando los avances
que las ciencias naturales habían obtenido con éxito en la investigación de los fenómenos naturales para el
control y dominio de la misma. Desligándose así la producción de conocimiento de cualquier intensión práctica.

Por otro lado, el verbo investigar viene del latín investigare, que hace referencia a la acción de hacer diligencias
para descubrir algo, mientras la palabra investigación se deriva del latín investigatio y define la acción o efecto
de investigar que tiene por objeto ampliar el conocimiento científico, sin perseguir en principio, ninguna
aplicación práctica.

A partir de estas definiciones se puede concluir entonces que investigación es, de acuerdo a la definición que
plantea Carvajal:

“… un proceso o actividad que conduce al hombre mismo a captar y aprehender los diferentes fenómenos
que aparecen ante él, los cuales no puede descifrar e interpretar a primera vista. Este proceso de captación
de la realidad está estructurado en la indagación, cuestionamiento y examen de los hechos específicos”
(Carvajal, 2010:12).

Como se puede ver el significado más simple de investigación no involucra ningún sentido práctico. Por lo
tanto, en principio la intencionalidad de la investigación radicaría solo en la producción de conocimiento para
dar cuenta de los diversos fenómenos de la realidad. Es decir, como actividad científica permite explicar la
realidad, clasificando los fenómenos sociales y humanos y estableciendo nexos de causalidad entre ellos para
formular leyes generales, así como permitiendo la comprensión y desentrañando el sentido particular e
irrepetible de realidades específicas, para descifrar la condición humana (Papachini, 2002). En resumen, la
investigación permite explicar y comprender el mundo social.

Por su parte, Trabajo Social como parte de las ciencias sociales y humanas que nace como profesión con un
marcado énfasis en la práctica social, desde sus inicios reconoce el lugar central de la investigación sin embargo,
los paradigmas dominantes para aquella época no facilitaron su desarrollo. No obstante, desde que Mary
Richmond propone la creación de una escuela para la formación de profesionales, enfatiza en la necesidad de
superar el sentido común para orientar el hacer y muestra cómo este debería ir acompañado no solo de
formación teórica, sino también del ejercicio mismo de investigar, como una tarea irrenunciable para los nuevos
profesionales, postura que hizo evidente con la publicación de varias obras entre ellas, su libro Diagnóstico
Social(1917) que como resultado de más de 17 años dedicados a la investigación y como producto de la
experiencia directa de trabajo, es considerado hoy en la historia de la profesión como el estudio que dotó de
bases científicas nuestra profesión (Soydan, 2004;Acero, 1988).

Hoy por hoy, es posible afirmar que en investigación social existen además de los arriba señalados, otros
sentidos que orientan la investigación, y que varían de acuerdo al investigador, a su interés, al objeto de
conocimiento, al contexto y a la óptica que este elija para guiar su estudio, entre otros. Por tanto, es clave que la
investigación como actividad científica no se limite a hacer lo que tradicionalmente las ciencias sociales y
humanas han hecho y el trabajo social en mayor o menor medida desde sus inicios como profesión, aunque
haya privilegiado la acción: reconstruir un mundo ya existente a través suyo y de la acción. Es así como, la
investigación que como actividad social alberga múltiples sentidos, tiene un compromiso ineludible con la
construcción de nuevas realidades a partir de la reivindicación de su sentido práctico, de la exaltación de su
interés emancipatorio, relacionado hoy con el cambio social, con la construcción de una mejor sociedad, o por
lo menos con una distinta , como diría el profesor Papachini utilizando la expresión de Habermas, para reducir
la alienación, la manipulación y el sometimiento (2002). Así, la investigación social tiene como reto vincular su
función explicativa, hermenéutica y de transformación de la realidad social, haciendo posible no solo la
reconstrucción de un mundo existente o su representación, sino también la construcción de mundos nuevos.

En este orden de ideas, entonces la investigación en Trabajo Social adquiere sentido en tanto aporta no solo al
conocimiento de lo que es posible indagar desde las ciencias sociales y humanas, como por ejemplo de aquellos
aspectos relacionados con la “cuestión social” y la “nueva cuestión social”; sino también cuando contribuye al
fortalecimiento de la profesión en su tránsito a disciplina, a través de la construcción de saberes y
conocimientos entorno a fenómenos relacionados con las áreas, campos y elementos propios de los procesos de
intervención social, como soporte básico de la profesión, para orientar la acción.

De otro lado, es necesario hacer énfasis en que la actividad investigativa, como actividad científica en Trabajo
Social no es una función exclusiva de docentes y académicos, sino también de estudiantes y profesionales,
así como también es y ha sido una actividad constitutiva del quehacer del Trabajo Social, que debe ser
considerada no solo como punto de partida, sino también como punto de llegada para el fortalecimiento de los
procesos de intervención; dada la doble naturaleza de la intervención social como campo de análisis y de
práctica social de un saber especializado (Estrada, 2009), la actividad investigativa se ubica no solo como un
medio o un dispositivo que hace posible desentrañar la singularidad de los procesos sociales (Carballeda, 2002)
y el sentido peculiar de realidades especificas en el marco de procesos de intervención, capaces de pensar los
sujetos, las relaciones, el manejo del poder, el campo, el objeto de intervención, entre otros, al interior un
contexto y un tiempo especifico sin perder de vista su relación con un contexto mayor. Si no también, pensar la
investigación como un punto de llegada, y más aún como la actividad constante de inquirir, buscar e indagar para
descubrir, sitúa a los procesos de intervención no solo como fuente para generar conocimiento a través de
procesos formales, sino como campo que debe ser interpelado de manera constante por los profesionales, como
ejercicio inherente a lo largo del proceso de intervención.

Por otra parte, preguntarse sobre qué es lo que se debería investigar desde el Trabajo social?, nos remite a un
problema epistemológico referido no solo a ¿qué es lo cognoscible para Trabajo Social? o cuál es recorte de la
realidad sobre la cual se investiga, sino también a preguntarnos sobre ¿quién conoce?, se trata entonces de
preguntarse sobre el objeto, pero también de pensar sobre el sujeto que conoce y sobre el lugar desde donde se
ubica este para conocer.

Sabemos por ejemplo, que el objeto de conocimiento como el objeto de intervención que podría ser el mismo
dependiendo de la intencionalidad y el propósito del proceso, no está dado por las relaciones reales entre las
cosas, sino por relaciones conceptuales entre problemas (Zamanillo, 1999); por lo tanto, para esta autora el
objeto es una construcción artificial y deliberada en contra del sentido común. En consecuencia, el objeto no
puede ser tomado de la realidad, puesto que se constituiría en una aprehensión empírica de la misma; de esta
manera, para el caso de la construcción del objeto de intervención por ejemplo, la definición de cuestiones tales
como problemas, necesidades, carencias o recursos, son necesarios para su construcción, pero estos no
forman el objeto en sí mismo, ya que no existe objeto apriori. Construir el objeto para investigar como para
intervenir, significa para el profesional razonar de manera ordenada e interpretar una cantidad de datos dados
por el acercamiento y la indagación rigurosa del contexto donde se sitúa el proceso de intervención, los
intereses de las instituciones en las que se encuadra el ejercicio de la intervención y de la persona misma del
profesional dentro del contexto- y no desde arriba y desde afuera.

En este sentido, compartimos con Bourdieu, Chamboredom y Passeron (2008) la noción de objeto como especie
de artefacto construido. Por lo tanto, esta idea no permite definir un sector de lo real que le correspondería
como propio o exclusivo al Trabajo Social. El objeto entonces deberá ser el producto de una relación
conceptual entre problemas, que supera el sentido común. Por tanto, el objeto se construye a partir de un
razonamiento ordenado e informado, de ideas precisas y documentadas, sin desconocer que es también una
elección de quien investiga, lo que quiere decir que transformar por ejemplo un problema social en un objeto de
conocimiento y/o intervención, si bien integra elementos empíricos, es también un asunto teórico, que se
delimita y elabora de manera conceptual, que incluye categorías analíticas, unos sujetos o población y una
espacio-temporalidad concreta y a la vez es un asunto político y ético, dado el papel que juega la capacidad
del profesional para mirarse a sí mismo y a su universo de producción, fenómeno conocido por Bourdieu como
reflexividad (citado en Giménez, 1997).

Por lo tanto, definir qué tipo de hechos o fenómenos deben ser objeto por parte de Trabajo social no se da en
abstracto, sino en condiciones históricas determinadas, por tanto no existe un solo objeto de conocimiento ni de
intervención, su definición debe ser el producto de una lectura de la realidad social en contexto, mediada por
quien conoce, es decir por la posición de la persona del Trabajador social con sus intereses, apuestas y deseos y
por supuesto por el lugar que ocupa dentro del campo al interior de la institución donde se enmarca su accionar.
Por tanto, no existe un objeto privilegiado, existen múltiples objetos y corresponde al profesional hacer de
cada uno de ellos el adecuado. De igual manera, los fenómenos susceptibles de ser considerados objeto de
conocimiento y/o intervención para la profesión, solo pueden ser comprendidos y explicados en su relación con
la estructura social y la vivencia personal o el espacio de padecimiento subjetivo, como lo propone Carballeda
(2002), lo que implica el abordaje de la realidad a partir de la integración de métodos cualitativos y
cuantitativos.

Por último, se puede decir que la investigación en Trabajo Social ha transitado básicamente por tres caminos:
uno el del conocimiento de la complejidad de los fenómenos sociales, especialmente de aquellos relacionados
con ciertas problemáticas, necesidades, malestares y problemas sociales directamente vinculados con las
diversas áreas y campos del ejercicio profesional, siempre de cara a incidir en procesos de intervención haciendo
uso principalmente de metodologías tradicionales de investigación; el segundo camino un poco menos
transitado, ha estado más orientado hacia el conocimiento, la reflexión y evaluación, entorno a procesos
específicos de intervención social para su fortalecimiento usando metodologías como la sistematización y la
evaluación. Aquí la investigación tiene que ver no solo con fenómenos y contextos en los que se desarrolla el
ejercicio profesional, sino también con los procesos mismos de intervención social y profesional.

El tercer camino implica el encuentro de la investigación y la intervención en el mismo espacio tiempo, relación
que ha adoptado diversos matices, uno de ellos ha reducido la investigación a un asunto técnico, relacionado
con el uso de un conjunto de herramientas disponibles para la elaboración de diagnósticos sociales y para la
construcción del objeto de intervención. Básicamente como una actividad restringida para los primeros
momentos del proceso de intervención. De otro lado, las experiencias de investigación/intervención guiadas por
metodologías alternativas como la I.AP y la I.A, que intentan unir la teoría y la práctica en una praxis
social, camino que no se ha consolidado de manera suficiente, ya que aparece de manera escasa en el
panorama actual de la investigación dentro del marco de la profesión. En conclusión, la generalidad de estos
caminos señala que ha existido una relación desigual entre investigación e intervención, donde una u otra ha
tenido mayor o menor centralidad en el desarrollo de procesos sociales.

Teniendo en cuenta los elementos anteriormente planteados, lo que es claro es que no es posible desligar la
investigación de la intervención, la primera debe ser una actividad constante que atraviese de principio a fin el
ejercicio de la acción profesional, fortaleciendo su capacidad de interpretación, reflexión, reflexividad, y
critica, sin perder de vista que el propósito de la intervención es la transformación del objeto, la construcción de
nuevas realidades, nuevas formas de relación, etc. De otro lado, la investigación como actividad científica solo
adquiere valor para el Trabajo Social, si permite no solo explicar, comprender e interpretar, sino también
orientar y desarrollar acciones, que como prácticas, intervenciones o ambas, sean capaces de construir nuevos
mundos, no solo de recrearlos. Ambas posturas implican el establecimiento de una relación más dialógica y
simétrica entre ambas dimensiones del quehacer profesional.

Así, la investigación como proceso por medio del cual se llega al conocimiento de una realidad específica,
adquiere utilidad científica y relevancia social en cuanto enriquece los procesos de intervención que llevan a
cabo aquellas disciplinas de las ciencias sociales que se encargan de incidir en los procesos sociales. No
obstante, por más eficaces y creativos que sean los procesos de intervención, estos siempre se ubican en un
escenario cambiante y complejo, por lo tanto, la acción desprovista de la investigación, por sí sola no logra
incidir en la realidad de manera profunda; por lo tanto, la investigación debe ser una actividad constante que
permita la reflexión continua sobre la realidad social, sobre los propios procesos de intervención, sobre los
efectos, situaciones o fenómenos emergentes que surgen en el actuar, donde la acción de conocer, como
actividad constante constituya el antes, el durante y el después del ejercicio profesional.

En este sentido, quien interviene debe estar alerta a lo que la acción profesional genera y esta capacidad solo se
obtiene de una sólida formación en investigación, de un proceso reflexivo de intervención y de la capacidad
creativa para adecuar formas tradicionales de hacer investigación e intervención, avanzando en construir
estrategias alternativas que permitan conocer para actuar y actuar para conocer y transformar.

Por último, es urgente empezar a visibilizar los aportes que la intervención puede hacer a los procesos de
investigación tradicionales, como por ejemplo la posibilidad de establecer relaciones más simétricas y cercanas
con los sujetos, dadas por la interacción que se establece en el proceso de intervención mismo, donde el
profesional no se sitúa por fuera del campo, sino que está dentro de él y es consciente de que su sola presencia
transforma e incide en las relaciones sociales que tienen lugar en el contexto. Por otro lado, otro de los retos
que tiene el Trabajo social para estrechar los vínculos y reducir las asimetrías entre intervención e investigación,
es transformar los instrumentos disponibles para la intervención en medios propicios para la producción de
conocimiento y reconocer que todos los dispositivos de investigación son a la vez dispositivos para la
intervención, superando la concepción instrumental a partir de una sólida formación en investigación y por
supuesto en procesos de intervención.

Parte II Reflexiones sobre la Intervención en lo Social

No existe una única concepción de la intervención en lo social, puesto que es por naturaleza dinámica, cambiante
y producto de un contexto y momento histórico determinado. Es así como se hace necesaria la revisión de
diversos autores que han centrado su interés en el estudio de esta categoría y desde allí poder tener un espectro
más amplio de abordaje de este concepto.

Para entender el concepto de la intervención en lo social es necesario hacer una revisión de los principales
acontecimientos históricos que le dieron origen. Algunos autores como Alfredo Carballeda, Javier Corvalan,
Margarita Rozas, Juan Blanco López, Silvia C Fossini, entre otros coinciden en que la concepción de
intervención en lo social tiene su origen en el contexto histórico de la modernidad, aproximadamente desde el
siglo XV, abarcando acontecimientos como la ilustración, la revolución industrial, la revolución francesa, etc.
que bajo un nuevo legado de principios y valores éticos, políticos, económicos, sociales y culturales produjeron
grandes cambios en la dinámica y estructura de la sociedad; dichos cambios reflejan la transición de lo antiguo a
lo moderno. El paso de los arraigados valores religiosos a la supremacía de la razón cambia la forma que los
hombres se relacionan entre sí, generando una intervención más racional, dejando atrás las creencias
etnocentristas.
Otro elemento que comparten algunos autores como Carballeda y Fossini relacionado con el origen de la
intervención en lo social, es la estrecha relación de esta con la cuestión social.

(Fossini, S. 2005) afirma que “El campo de intervención de los trabajadores sociales desde los inicios de la
profesión ha estado relacionado con la denominada “cuestión social”, construyendo buena parte de su
especificidad en la intermediación entre recursos y necesidades y representando en muchas ocasiones la figura
del “ordenador social”; ejerciendo el control social a través de sus intervenciones profesionales, funcionales a
un sistema que se las fue asignando para sostener el status-quo de quienes detentan el poder político y
económico.”

La cuestión social, se presenta cuando los mecanismos de cohesión de una sociedad se encuentran amenazados
por la fragmentación del todo social o a causa de la inexistencia de dispositivos de integración es decir, el status
quo es insuficiente ante las diversas situaciones conflictivas que emergen en la relación que se establece entre
Estado y sociedad civil.
La cuestión social se expresa en conflictos económicos, políticos, ideológicos, etc. que afectan los sectores
menos favorecidos de la sociedad, es decir aquellos que no detentan el capital o el poder político. Se habla de
cuestión social cuando dichos conflictos son percibidos y evidenciados por un grupo significativo de personas,
que se ocupan de cuestionarlos, hacerlos latentes buscando por medio de la intervención una solución para ellos.

Desde entonces y hasta la actualidad se ha construido una concepción de intervención a partir de las diferentes
profesiones y disciplinas de las ciencias sociales, pero ha sido el trabajo social quien más se ha preocupado por
entender y desarrollar el concepto pues es parte fundamental de su quehacer.

Sobre este panorama retomamos el concepto trabajado por Carballeda sobre intervención social “La intervención
es un proceso que actúa y deja actuar, que produce expectativas y consecuencias. Así la intervención implica una
inscripción en ese “otro” sobre el cual se interviene, quien a su vez genera una “marca” en la institución y
desencadena una serie de dispositivos e instrumentos en ésta”. (Carballeda. 2004. pág. 94) según este
planteamiento la intervención social tiene un sentido bidireccional donde las partes implicadas en el proceso se
retroalimentan constantemente y asumen un gran sentido de responsabilidad frente a las transformaciones que
se puedan lograr.

Corvalan (1996) entiende la intervención social como la acción organizada de un conjunto de individuos frente a
problemáticas sociales no resueltas en la sociedad a partir de la dinámica de base de la misma. Esta dinámica de
base, en el caso del tipo de sociedad a la que hace referencia Corvalan es por un lado, el funcionamiento
capitalista en torno al sistema de mercado que determina cualitativa y cuantitativamente la producción de bienes
y servicios, el lugar que ocupan los individuos en la estructura social y por otra parte, el derecho público y
privado que regula tanto la apropiación legítima de tal producción por parte de los individuos como los
conflictos de intereses entre los mismos, principalmente los causados por la lucha para apropiarse del capital
económico.

Tello platea que la intervención

“Es un proceso intencional, tiene un inicio y un fin, acontece en un punto dado del presente, pero tiene un
pasado que constituyó a la situación problema en la que tiene lugar la acción y tiene un futuro en el que esa
situación problema habrá sido modificada en relación a la tendencia que llevaba. La intervención es una
acción racional que irrumpe, que se impone y rompe con el acontecer dado, lo modifica y hace la diferencia.”
(Tello, N. (s.f.e) pág: 3-4)

Según la autora, la intervención es un proceso que implica no solo la revisión de la situación presente que
demanda la intervención, sino, que requiere una visión retrospectiva del fenómeno que permita elucidar no solo
los orígenes y causas del problema sino el comportamiento histórico del mismo.
Teniendo como base las perspectivas anteriores donde se identifica que la intervención es una acción organizada
e intencionada, ubicada en un determinado momento, cuyo objetivo es mejorar o dar frente a unas problemáticas
presentes en la sociedad, un proceso complejo donde se establece una relación dialéctica con quien la demanda,
donde se pretende construir una lógica de entendimiento de la cuestión social soluciones o formas de afrontar
esta.

La intervención en lo social en la actualidad está enfrentada a grandes retos, uno de ellos consiste en atravesar la
barreras que se han interpuesto en la relación entre intervenidos e interventores con el fin de alejarse de la
distinción tan marcada entre ambos actores para situarlos en una posición de iguales basada en el respeto, la
equidad, el dialogo de saberes etc, para generar procesos que le apunten a la construcción conjunta de
soluciones para sus problemáticas.

Para el Trabajo social es importante reflexionar sobre las diversas concepciones de Intervención en lo social,
pues hace parte del pasado, presente y futuro de la profesión; la intervención en lo social es la centralidad de
nuestra identidad y quehacer profesional, ya que el objetivo final del Trabajo Social es la posibilidad de provocar
el cambio y transformación de individuos, grupos y comunidades que atraviesan situaciones problemáticas, por
lo tanto se privilegia la intervención como un proceso adecuado para alcanzar este fin.

Consideramos pertinente retomar a Eliana Dabas (2006) quien propone que la intervención es la categoría que
utilizamos para denominar la acción que, como científicos sociales hacemos en el escenario de las prácticas,
acompañando los procesos históricos, este hacer basado en unas estrategias para fortalecer la trama social
relacionado directamente con las experiencias vitales de las personas. Esta acción que desde nuestro ejercicio
como Trabajadores Sociales llamamos intervención consideramos debe tener las dimensiones social, cultural lo
cual hace posible la construcción de territorios; esta perspectiva trasciende la visión de la intervención
enmarcada en escenarios institucionales y la ubica en el mundo de la vida para, “fortalecer la trama social a
partir del reconocimiento de saberes diferenciados pero complementarios en un dialogo que enriquece a todas
las partes y da lugar a la producción de nuevo conocimiento favoreciendo la calidad de los procesos de
transformación de la sociedad” (Bráncoli 2010:14) Es desde esta noción donde se puede evidencia en mayor
medida la relación de la intervención con la investigación, ejercicios no aislados que se complementan en pro de
una coherente y responsable acción social. A partir de la intervención se pueden construir y develar saberes
sociales que al ser enmarcados en ejercicios de dialogo y reflexión (no jerarquizadas, atravesando las barreras de
los interventores y los intervenidos) transforman y amplían los horizontes de vivencia y la capacidad de mirarnos
a sí mismos para conocer nuevos espacios de experiencias posibles (Zemelman), Procesos de construcción
histórica que permita interpretar la realidad.

Otro reto para la intervención en lo social es el avance en la producción de conocimiento propio de la profesión
a partir de la sistematización de experiencias, la cual permite que todas aquellas acciones llevadas a cabo en los
procesos de intervención no se conviertan en simples acontecimientos que solo quedan en la memoria de quienes
los encarnaron, sino, que pasen por un proceso de crítica y reflexión que dé como resultado un insumo para
todos aquellos interesados en la cuestión de lo social y para generar y/o sustentar proyectos sociales que le
apunten al desarrollo y calidad de vida de lo humano.

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

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