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HISTORIA DE LA LITERATURA LATINA CARMEN CODONER (ED.) ANTONIO ALBERTE * ANTONIO ALVAR EZQUERRA * CONSUELO ALVAREZ LOUIS CALLEBAT * JOSEFA CANTO * CARMEN CODONER © ROSARIO CORTES DULCE ESTEFANIA * JOSE C. FERNANDEZ CORTE © EMILIANO FERNANDEZ VALLINA ANTONIO FONTAN ¢ GREGORIO HINOJO * ROSA M?. IGLESIAS * BERNHARD KYTZLER FRANCISCO L. LISI ¢ JUAN LORENZO * SABINE McCORMACK * ENRIQUE MONTERO CARTELLI JOSE LUIS MORALEJO © ISABEL MORENO * FRANCISCA MOYA * LEONOR PEREZ GOMEZ ANDRES POCINA * AGUSTIN RAMOS GUERREIRA ¢ JOSE LUIS VIDAL CATEDRA CRITICA Y ESTUDIOS LITERARIOS Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra esta protegido por la Ley, que establece penas de prision y/o multas, ademas de las correspondientes indemnizaciones por dafos y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren 0 comunicaren piblicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artistica © cientifica, o su transformacién, interpretacion 0 ejecucion artistica fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorizaci6n. © Antonio Alberte, Antonio Alvar Ezquerra, Consuelo Alvarez, Louis Calllebat, Josefa Canto, Carmen Codoner, Rosario Cortés, Dulce Estefania, José C. Fernandez Corte, Emiliano Fernandez Vallina, Antonio Fontan, Gregorio Hinojo, Rosa M*. Iglesias, Bernhard Kytzler, Francisco L. Lisi, Juan Lorenzo, Sabine McCormack, Enrique Montero Cartelle, José Luis Moralejo, Isabel Moreno, Francisca Moya, Leonor Pérez Gomez, Andrés Pociiia, Agustin Ramos Guerreira, José Luis Vidal Ediciones Catedra, S. A., 1997 Juan Ignacio Luca de Tena, 15, 28027 Madrid Depésito legal: M. 16.678-1997 IS.B.N.: 84-376-1533-X Printed in Spain Impreso en Graficas Rogar, S. A. Navalcarnero (Madrid) Presentacién La ausencia de una Historia de la Literatura Latina se dejaba sentir en Espajia, y su preparacién responde al interés de Editorial Catedra y de los autores que en ella han participado por cubrir ese vacio con una obra a la altura de las actuales necesi- dades y exigencias cientificas. En la presentacién de esta Historia de la Literatura Latina se ha optado por un es- quema clasico que, en cualquier caso, es necesario justificar; en efecto, aun dentro de un planteamiento tradicional, caben variantes en la extensién cronoldgica, en la pe- riodizacién, asi como en Ia seleccién del tipo de textos. Para empezar, hemos tomado como final de nuestra historia de la literatura el si- glo v d.C., dejando al margen los autores cristianos, que exigen ser abordados desde una perspectiva literaria distinta. En efecto el siglo tv, en lineas generales, supone el final de una tradicién literaria continuadora de planteamientos que hunden sus rai- ces en principios vigentes desde sus comienzos en el siglo m a.C. La presentacin de la literatura latina admite una periodizacin ms o menos compleja; he optado por limitarme a dos grandes periodos: el conformado por los textos de época republicana y augistea, y el referido a época imperial. He pensado evitar de ese modo el uso de adjetivaciones no demasiado vinculadas al hecho litera- fio o relacionadas con criterios demasiado tajantes, como «Edad de Oro», «Edad de plata», etc. Intentamos mantenernos asi en un plano relativamente aséptico, aun cuando el criterio que aglutina cada uno de los dos grandes bloques no tenga carac- ter literario, ya que éstos se corresponden con regimenes politicos distintos; la adop- cién de los mismos como marco esta guiada por la comodidad, aunque no excluimos que, de modo lateral, éste puede ser un factor que debe ser tenido en cuenta. La am- plitud de cada apartado ha permitido mantener la distribucién cronolégica, salvo ca- sos muy aislados, en los que ha primado la ventaja de ofrecer un grupo de autores bajo un mismo epigrafe, como es el caso de Poesia menor de los siglos 1-1, colocado en Epoca Imperial, que incluye uno o dos autores de época augistea. Dentro de cada apartado cronoldgico hemos distinguido dos amplias secciones: poesia y prosa. Esa biparticién se ha roto en raras ocasiones, la ruptura de la misma ha estado marcada por el interés de proteger la unidad de la obra de personalidades destacadas, como por ejemplo Séneca. Dentro de cada apartado hemos procedido por géneros, aunque respetando, como en el caso anterior, la unidad en !a presenta- cién de autores como Virgilio, Ovidio, Séneca 0 Tacito, dado que una organizacion rigida por géneros exigiria la dispersion de la obra de autores que slo conjuntamen- te alcanzan su verdadera significacién. Se han hecho algunas excepciones, por ejem- 7 plo, la epistolografia de Cicerén ha quedado dentro de un apartado genérico de epis- tolografia. Por otro lado, la creacién de agrupaciones como las de poetas menores en oe imperial implica la admision de un cardcter miscelaneo para este tipo de apar- tados. Otro problema que plantea una historia de la literatura latina es decidir cudles van a ser los textos incluidos; dénde situar la barrera que separa lo literario de lo no lite- rario, o para ser mds exactos, qué debe tener cabida dentro de Ia Literatura latina. Di- cho problema se centra en los textos técnicos, entendiendo por tales la compilacién de normas referentes a las distintas artes o técnicas, y no tiene una solucién sencilla. Ante todo, no es facil decidir de manera objetiva dénde esta el limite entre lo sim- plemente técnico y lo no técnico. Si aceptamos que los manuales de retdrica o los tra- tados de agricultura no reciben tratamiento literario, sera imposible negarse a admitir que las Partitiones Oratoriae o los Topica, incluso también el Oratory el Brutus de Cice- rén estan préximos al cardcter técnico. El criterio seguido es: salvo las obras de gran- des autores o ligadas a ellos por la tradicién, consideradas dentro de los dos grandes apartados basicos bajo el autor correspondiente, el resto de los escritos de caracter téc- nico han recibido atencién en un apartado especial que ocupa un tercer y ultimo lu- gar dentro de la estructuracién de la literatura. Obvio es decir que, como corresponde a la obra de numerosos autores, la unifor- midad exigida es puramente formal y que cada uno de ellos ha tenido la posibilidad de desarrollar su articulo 0 articulos siguiendo sus ideas propias sobre lo que es una historia de la literatura y lo que es lo literario. Dentro de las posibilidades ofrecidas por los distintos enfoques cada lector encontrard grados de afinidad mayores 0 me- nores, con independencia de su calidad, que esperamos homogénea. Quisiera agradecer a todos Jos colaboradores su disponibilidad para atender a las exigencias impuestas por una obra de este tipo y advertir que los posibles fallos que en su concepcién se detecten deben ser referidos a la editora. CARMEN CODONER Literatura de época republicana y augistea Poesia Epica y teatro LA PRIMERA POESIA. DESDE SUS COMIENZOS HASTA EL SIGLOT A.C. Anprés Pocitta 1. LA EPICA: ORIGENES Y PRIMEROS CULTIVADORES 1.1. Origenes Algo menos de medio centenar de versos fragmentarios de la Odusia de Livio An- dronico, cerca de setenta del Bellum Poenicum de Gneo Nevio, y en tomo a seiscien- tos hexdmetros, o fragmentos de hexametro, dispersos en multitud de fragmentos de los Annales de Quinto Enio, constituyen el legado que la Antigitedad nos ha transmi- tido de los primeros pasos de la épica en Roma. Legado paupérrimo, sin duda, pero en el que es posible entrever y rastrear los rasgos que, andando el tiempo, se iban a conver- tir en esenciales de este género considerado por los latinos primordial, y en el que, sin olvidar otras obras, se produciria esa pieza insigne que es la Eneida de Virgilio. De manera sorprendente, el nacimiento de la épica latina no plantea los arduos problemas de «origenes» que surgen en el seno de otras literaturas. Que se trataba de una continuacién de la épica griega resulta obvio, y nadie ha podido explicarlo me- jor que Aulo Gelio: «Encontré, en efecto, en la biblioteca de Patras un ejemplar de Li- vio Andronico, de indudable antigitedad, titulado Odysseia, que contenia el primer verso con este verbo (insece) sin la letra u: Virum mihi, Camena, insece uersutum, cons- truido sobre aquel verso de Homero: “Avdpa jou Evvere, Movon, ToditpoTOV”» (Gell. XVIII 9, 5). ‘Tener el primer verso del primer poema épico compuesto en latin, y que éste co- rresponda tan de cerca al inicio de la Odisea homérica facilita, l6gicamente, la explica- cién de los primeros pasos de la épica en Roma. Ante el esplendor del épos griego, los latinos se comportaron del mismo modo que lo hicieron, segun Polibio, al conocer sus escudos: «Ellos, mds que cualquier otro pueblo, cambian facilmente sus costum- bres ¢ imitan lo que es mejor que lo suyo» (Polib. VI 25, 11, trad. Balasch). Un modo de comportamiento totalmente plausible, en modo alguno merecedor de esa critica facil a la que con frecuencia se les ha sometido, que Salustio resumio en acertados tér- minos: ...Postremo quod ubique apud socios aut hostis tdoneum uidebatur, cum summo studio domi exequebantur, imitari quam inuidere bonis malebant (Sall. Cat. 51, 38). 13 Este fendmeno de la implantacién en Roma de la poesia épica, siguiendo el mo- delo de la griega, se produce en los ultimos decenios del siglo m1 a.C., con posterio- ridad sin duda a esa fecha crucial del aio 240 a.C., en que se sittia la primera repre sentacidn teatral en la Urbe. Dicho esto, resulta imprescindible rastrear qué posibili- dades tenian en tales fechas los latinos de conocer la poesia griega que pretendian emular. En este sentido, y sin necesidad de remontarnos aqui al conocimiento indi- recto que de la cultura griega pudo tener Roma en los siglos vrtv por su relacion con el mundo etrusco, es indudable que los diez afios de lucha contra Pirro (281-272 a.C.) y la subsiguiente primera guerra ptinica (264-241 a.C.), pusieron a los romanos en un contacto estrecho y prolongado con las ciudades griegas de la Magna Grecia y de Si- cilia, que hubo de favorecer el nacimiento de una épica, una tragedia y una comedia alumbradas por el modelo heleno. ‘Ahora bien, no parece sensato admitir que el mero conocimiento de la poesia ho- mérica, redactada en una lengua extrafia, con una forma métrica desconocida, y sur- gida en una sociedad muy diferente a la romana de la segunda mitad del siglo m a.C., pudiese ganarse sin mas, y tan rapidamente como lo hizo, el favor de estos nuevos re- ceptores. De siempre se ha pensado que existian en Roma elementos culturales, habi- tualmente denominados de naturaleza preliteraria, que habian de facilitar la entrada y la apropiacién del fendmeno épico, venido de fuera en su forma literaria. Entre ellos se encontraban los carmina conuiualia, que, por medio de Ciceron (Tusc. IV 3), que a su vez remonta a Cat6n, podriamos definir como «poemas cantados en los ban- quetes, con acompafiamiento de flauta, en exaltacién de varones ilustres»; Varron y Valerio Maximo afiaden alguna otra precision, moviéndonos a pensar que, en efecto, esta institucién romana pudo contribuir al hecho de que el épos griego no resultara un fendmeno del todo extrafio en su llegada a Roma. Y lo mismo se puede decir de las neniae primitivas, que, segtin podemos deducir de la escasa informacion que Propor- cionan Cicerén (Leg. II 61 s.), Festo (pag. 161 M.) y Nonio (pag, 212 L.), consistian en un lamento cadencioso, ejecutado por mujeres asalariadas durante los funerales, ponderando las virtudes del difunto. Pero no conservamos restos auténticos ni de carmina conuinalia ni de neniae primi- tivas. En cambio, nosotros hemos insistido en la existencia de los Scipionum elogia como elemento favorecedor del nacimiento de la épica latina. Su contenido (a todos los elogia les seria aplicable como resumen la frase inicial de la Eneida: arma uirumque cano), su fecha (los mas antiguos son anteriores 0 contemporaneos a la Odusia de Li- vio Andronico y al Bellum Poenicum de Gneo Nevio), su forma métrica (los mas anti- guos en satumnios, al igual que la Odusia y el Bellum Poenicum; algunos mas recientes en hexametros), nos mueven a considerar que los elogia, junto con las neniae y los car- mina conuiualia, estos dos con probables inquietudes poéticas, aquéllos con evidente sentido artistico, favorecieron que la épica griega no resultase extrafia en absoluto al pueblo latino, que de este modo la adopté y la hizo suya sin gran dificultad. 1.2. Primeros autores Livio ANDRONICO Sobre la vida de Livio Andronico y sobre algunos aspectos fundamentales de su quehacer literario existian grandes dudas ya en tiempos de Cicerén: sostenia éste en varios pasajes de sus obras, al igual que mas tarde lo haria Aulo Gelio (Cic. Brut. 72, 4 Cato 50, Tusc. 1 3; Gell. XVII 21, 41), que Livio Andronico habja representado la pri- mera obra dramética en Roma en el afio 240, pero recordaba una cronologia muy dis- tinta, defendida por el tragediégrafo Lucio Acto, quien sostenia que nuestro autor ha- bia sido hecho prisionero en Tarento, al ser tomada la ciudad por Fabio Maximo en 209 a.C., y habia representado su primera obra en 197, Esta profunda discrepancia cronolégica, que viene a complicar el hecho de que Jerénimo situe el éxito de Andro- nico como tragedidgrafo en el afio 188 (Chron. pag. 137 Helm), tiene una prolonga- da transcendencia, pues !lega hasta nuestros dias, en que se siguen repitiendo datos sin fundamento objetivo, a veces muy inverosimiles, sobre Ja vida de Livio Androni- co, a los cuales tendria que haber puesto ya fin la existencia de mas de un trabajo se- rio y profundo sobre el asunto, como el de W. Beare de 1940. Cifiéndonos a los datos dificilmente cuestionables, Livio Andronico era un escri- tor de origen griego (Andronikos), lo cual no implica obligatoriamente que procedie- se de Tarento, ni mucho menos que Ilegase a Roma desde alli al finalizar la guerra ta- rentina en 272, fecha que plantea graves problemas. En Roma es muy posible que fue- se esclavo de un miembro de la familia Livia, segiin Jeronimo de un Livio Salinator, de cuyos hijos fue preceptor, y que posteriormente le concedié la libertad y, con ello, el nombre. Ademis, es también perfectamente creible el dato de Suetonio (Gramm. 1) que lo coloca con Enio entre los poetas antiquisimos que, siendo semigriegos, se de- dicaban a [a ensefianza en ambas lenguas. Por lo que se refiere a su tarea literaria, recordemos que en 240 Livio Andronico representaba en la Urbe, donde se celebraba la victoria sobre Cartago, el primer dra- ma escrito en latin. En el afio 207, por encargo de los pontifices compone un himno a Juno, destinado a ser cantado por tres grupos de nueve muchachas a lo largo de la ciudad (Liv. XXVII 37, 7). El hecho de que un encargo semejante recayese en el aiio 200 en Publio Licinio Tégula (Liv. XXXI 12, 9) ha hecho pensar que, para entonces, Livio Andronico ya habia muerto. Comoquiera que fuese, dejaba tras si una serie de trage- dias, contadas comedias, un poema épico, y, al menos, ese

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