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Apellidos y Nombres: Chipana Ramos, Karla Angelica

El sur del Perú en perspectiva regional


INTRODUCCION

A lo largo de las dos últimas décadas, el Perú ha experimentado, el desarrollo de una


historiografía revisionista que abandona el énfasis en las actividades políticas de las élites
capitalinas en la explicación del proceso histórico y social del país. Este desarrollo está
alimentado por la aparición de nuevas fuerzas sociales en el escenario político del Perú, no es
más la cuestión agraria, sino aquella del centralismo la que define hoy el problema nacional,
informa del potencial impacto de estos estudios en el pensamiento social peruano.

Quizás por el rol que ha cumplido en los momentos y eventos más críticos de nuestra historia o
por el hecho de presentar, en su economía, sociedad y cultura, las más acentuadas
particularidades regionales, estudiosos peruanos y peruanistas extranjeros han privilegiado a
la región del sur en el desarrollo de los estudios regionales. Este artículo propone un balance
de lo que en los años más recientes se ha avanzado en la comprensión del Sur como espacio
regional. Incluyo, de manera general, trabajos publicados a partir de la década del setenta y
que se refieren específicamente al Sur como región.

Los estudios sobre el Sur se pueden agrupar alrededor de tres grandes vertientes. La primera
se ha centrado en las áreas andinas de la región, la segunda se ha centrado más bien en los
conflictos económicos y políticos entre las élites arequipeñas y el Estado peruano, la tercera ha
sido una suerte de respuesta "desde el Cusco" a la visión predominantemente arequipeña del
Sur.

EL SUR ANDINO

Al publicar su ensayo sobre Islay y la economía del Sur, Heraclio Bonilla produjo el que podría
considerarse el primer estudio basado en un enfoque claramente regional y sentó las premisas
básicas que han dominado desde esa fecha en adelante- nuestra visión sobre el Sur. Los
elementos centrales del trabajo de Bonilla (articulación del espacio sur-andino por el circuito
de las lanas, control de ese circuito por comerciantes costeños -arequipeños- vinculados al
capital y los mercados internacionales) han permanecido como temas dominantes en los
estudios posteriores sobre la zona. En Arequipa y el Sur Andino, Flores Galindo retomó estos
temas y les dio status de postulado teórico; y no sólo introdujo la perspectiva de la larga
duración en los estudios regionales, sino que fue el primero en postular de manera explícita la
necesidad de éstos, de una aproximación regional al estudio de la historia en el Perú.

A los trabajos de Bonilla y Flores Galindo se han añadido, en años más recientes, un número de
estudios que buscan dar cuenta del mismo fenómeno.

Trabajos de Rodrigo Montoya y de Manuel Burga con Wilson Reátegui han buscado dar cuenta
de las articulaciones regionales a partir de los circuitos comerciales. Burga y Reátegui dan
cuenta de la dinámica regional desde las actividades comerciales de la Casa Ricketts de
Arequipa insistiendo en la tesis, siempre polémica, de la feudalidad como resultado de la
articulación de estas áreas productivas al dinámico circuito lanero.

Bertram ha discutido algunas alternativas de modernización de la producción lanera


intentadas a inicios de siglo, y Appleby ha estudiado la manera cómo los nuevos desarrollos
urbanos y de las vías de comunicación afectaron las modalidades de articulación de los
campesinos puneños a los circuitos regionales.

Las otras regiones del país han recibido menor atención que la del Sur. En lo que se refiere a
estudios que apunten a dar una visión de largo aliento de las estructuras regionales globales,
resulta notoria su ausencia en el caso del Norte. La mayor parte de los trabajos sobre esa zona
se han centrado en la hacienda como unidad social y productiva y en el problema del acceso y
control de la mano de obra, pero carecemos de investigaciones que den cuenta de la
existencia de procesos regionales genera-les, como aquellos que parecen articular a los
diversos espacios sociales y productivos del Sur.

Los estudios sobre la región central han logrado avanzar más en este sentido. Quizás ello sea
porque, como en el caso de la lana en el Sur, el impacto de la minería en el Centro determinó
una dinámica regional dominante o porque la zona no presenta el problema de la articulación
entre áreas costeñas y serranas. El hecho es que existe para esta zona un número de trabajos
que permiten hablar de una dinámica regional como tal. Los trabajos de Víctor Caballero sobre
el impacto de la minería, de Nelson Manrique sobre la formación del mercado interno regional
y de Florencia Mallon sobre la minería y la agricultura, dan cuenta de una dinámica regional
signada por la creciente subordinación de los diversos sectores productivos a la dinámica
impuesta por la penetración del capital minero transnacional.

La más reciente contribución sobre la región del Centro es un trabajo de Long y Roberts que
incluye también artículos de otros autores. Este trabajo se aproxima al estudio de la región
desde una diversidad de sujetos sociales y contiene, además, una reflexión metodológica sobre
la cuestión regional. En ella se reclama la necesidad de estudiar la cuestión de las dinámicas
regionales desde el punto de vista de la producción y no de la circulación.

AREQUIPA Y LA POLITICA NACIONAL

La segunda vertiente de estudios sobre el Sur fue iniciada por tres trabajos sucesivos de
Baltazar Caravedo en torno a los conflictos entre las élites arequipeñas y el Estado central.
Quizás porque, las élites de la Sierra Central (y añadiría también las del Norte) estuvieron
histórica-mente más integradas que las del Sur en el proceso de formación de un Estado
centralizado luego de la Guerra del Pacífico, el tema de los conflictos Estado central/élite
regional se ha circunscrito a la región del Sur, particularmente a Arequipa.

EL SUR DESDE EL CUSCO

El primer esfuerzo nacional contemporáneo en esta línea de análisis fue el de Tamayo Herrera
en su Historia social del Cusco republicano. Más allá de haber sido una obra fundadora y de
mantenerse aún como una insuperada recopilación de información sobre el Cusco republicano,
el trabajo de Herrera ha tenido una influencia importante en estudios posteriores, aun en
aquellos que son historiográficamente menos conservadores. Por ejemplo, la periodización
propuesta por Tamayo Herrera para la región del Cusco (desde la Independencia hasta la
Generación del Centro Científico; del Centro Científico hasta el terremoto de 1950; desde el
terremoto hasta las Reformas Agrarias y el presente) y algunos de los supuestos en que ésta se
basa (por ejemplo, presencia del Estado sólo a partir de 1950 y la reconstrucción) sigue
implícita en mucho del esfuerzo académico posterior.

Otros aportes a la comprensión de la dinámica regional sureña desde el Cusco han resultado
de investigaciones realizadas en el Centro "Bartolomé de Las Casas" del Cusco y por
cusqueñistas extranjeros. Entre ellos las más importantes contribuciones serían las de Glave y
Brisseau. Luego de que en 1979 apareciera la primera edición de su Problemas para el estudio
de la historia regional, Glave organizó y prologó una colección de documentos relativos a la
cuestión agraria en el Cusco a principios del siglo y, más tarde, discutió la cuestión de la
dinámica capitalista en la agricultura cusqueña entre fines del siglo pasado e inicios del
presente. A lo largo de estos trabajos, Glave desarrolla una línea de análisis que se centra en la
dinámica interna de la región cusqueña y abandona una postura que condenó a las áreas
andinas a la posición de zonas meramente- dependientes de las dinámicas impuestas por los
capitales laneros. La tesis de Jeannine Brisseau, mencionada en páginas anteriores, discute el
rol del Cusco en el medio regional.

En 1979, el Centro Las Casas inició una investigación colectiva que pretendía dar cuenta de los
problemas económicos y sociales de la región del Cusco entre 1950 y 1980. Otros trabajos
sobre la región publicados por el Centro Las Casas, que también forman parte de los
"Cuadernos para el debate regional", discuten problemas generales relativos a la evolución del
agro y la economía regional y temas más específicos como los de las vías de comunicación, el
turismo, etc.

Sin embargo, en realidad no se ha avanzado mucho en lo que se refiere a estudios históricos


sobre el proceso económico, la industrialización y la in-versión pública en el espacio regional.
Los trabajos del Centro Las Casas ya mencionados se centran sobre todo en los años más
recientes, en especial des-de la década de 1950.

Lo mismo se puede decir de los trabajos sobre la cuestión de las prioridades regionales de la
inversión pública. No hay, pues, estudios propia-mente históricos sobre la industrialización y el
manejo de la inversión pública regional en el caso del Sur andino. Con excepción de los
trabajos sobre la penetración minera en el Centro, lo mismo se puede decir de las demás
regiones del país. Una excepción, en el caso del Sur sería el tema del impacto del comercio y el
rol de los comerciantes en la economía y la sociedad cusqueñas entre la Independencia y las
primeras décadas de este siglo, que ha merecido la atención de Heraclio Bonilla y Magnus
Morner.

ALGUNOS COMENTARIOS INICIALES

Como respuesta a una visión del Sur signada por la dominación de los capitales comerciales
arequipeños, los estudios regionales realizados desde la perspectiva cusqueña han abierto una
línea de investigación alternativa. Los trabajos de Brisseau y Glave son los que mejor ilustran
las potencialidades de esta línea de análisis en relación al Cusco del siglo pasado e inicios del
presente; los restantes trabajos del Centro Las Casas, aunque dedicados algunos a análisis más
sectoriales, cumplen el mismo cometido para tiempos y fenómenos más contemporáneos.

Sin embargo, estos trabajos "desde el Cusco" comparten con la variante "arequipeña" al
menos una característica común que define un importante vacío metodológico en la
historiografía regional del Sur: la ausencia del campesinado como actor social fundamental de
las articulaciones regionales. En efecto, si en la visión arequipeña del Sur las zonas andinas
aparecían como articuladas a dinámicas que les venían impuestas desde afuera, la alternativa
de una visión regional desde el Cusco ha mantenido al campesinado en esa misma posición de
elemento de participación pasiva en las articulaciones regionales. Un reciente trabajo de
Florencia Mallon sobre el campesinado de la región Central, aunque no aborda como tal el
tema de la articulación regional, constituye un ejemplo de algo que podría realizarse para el
caso del Sur.

Pese a lo que se ha avanzado al respecto en relación a las élites arequipeñas y sus conflictos
con el Estado central, este tipo de trabajo es prácticamente inexistente para las áreas andinas.
Es cierto que existe una abundante literatura sobre la cuestión del indigenismo cusqueño y
también sobre las movilizaciones sindicales y campesinas de la región, pero carecemos de
estudios sistemáticos sobre la esfera de la política como tal para el Sur andino. Los trabajos de
Spalding y Jacobsen sobre el proceso formativo de la sociedad y las clases (específicamente el
gamonalismo) en la región adolecen, como gran parte de la discusión previa sobre la cuestión
de las alianzas de clases en el Estado a nivel nacional, de un carácter demasiado generalizante.
Por lo demás, la discusión entre Spalding y Jacobsen se construye alrededor de alternativas
que apuntan a una visión casi funcionalista de las relaciones entre las clases: las oligarquías
costeñas establecen la mediación entre el país y el exterior.

En el caso del campesinado como actor social de las articulaciones regionales, los temas del
proceso de formación de las clases y el Estado en el espacio regional y de la política como
elemento de análisis con autonomía relativa, reclaman la atención de los interesados en las
dinámicas regionales. Así como la región=unidad de análisis puede contribuir a resolver de
manera concreta la discusión sobre la articulación de los modos de producción, los análisis
regionales pueden constituirse en un terreno fértil para el relanzamiento de la discusión en
torno a las clases y el Estado en el Perú.

Superando la visión dualista que dominó muchos de los estudios poblacionales en las décadas
de 1950 y 1960, en los años más recientes se ha desarrollado una demografía que busca
entender el fenómeno poblacional como parte del proceso general de desarrollo socio-
económico del país. Más recientemente, sobre todo en el marco de las reuniones
especializadas promovidas por la Asociación Multidisciplinaria de Estudios en Docencia y
Población (AMIDEP), se ha presentado un conjunto de trabajos poblacionales a nivel de
regiones específicas. Desgraciadamente, al igual que en el caso de los trabajos anteriores,
estos esfuerzos más recientes no han podido superar una limitación fundamental: es la
organización de la información, basada en las unidades político-administrativas existentes, la
que impone las unidades de análisis: las regiones analizadas terminan siendo la adición de un
número de unidades departamentales existentes.
Los trabajos presentados a las tres reuniones organizadas por AMIDEP entre 1982 y 1983 para
discutir los fenómenos poblacionales del Norte, Centro y Sur del país (Cajamarca, 1982; Tarma,
1982 y Cusco, 1983), ilustran la permanencia de esta limitación fundamental y algunos
esfuerzos por superarla. Por su parte, en los trabajos de Martínez y Ortiz se aprecia el esfuerzo
por discernir patrones poblacionales específicamente regionales. Resulta que, por ejemplo, el
Sur como región presenta las tasas de emigración más bajas del país, pero, al mismo tiempo,
tiene las más altas tasas de crecimiento poblacional y de migración interna y los únicos centros
urbanos de importancia que presentan, en el último período intercensal, tasas crecientes de
incremento poblacional. Al respecto, resulta interesante llamar la atención sobre el precursor
trabajo demográfico de Rivera Palomino sobre la población de Ayacucho. Antes que se
planteara como tal la cuestión de las regiones y se observaran los problemas metodológicos
que aquí se discuten, Rivera Palomino estudió las dinámicas poblacionales ayacuchanas
evitando ceñirse a los límites impuestos por las unidades departamentales. Al estudiar las
migraciones, por ejemplo, notó que el departamento de Huancavelica y la provincia de
Andahuaylas (Apurímac) estaban en fuerte relación con Ayacucho pese a pertenecer a otras
unidades administrativas.

REGIONES, REGIONALIZACION Y MOVIMIENTOS REGIONALES

Este trabajo es particularmente relevante porque fue el primero en introducir una discusión
teórico-metodológica sobre la noción misma de "región" y es, además, especialmente
significativo para el caso del Sur andino. En la medida en que la región se definiría como un
espacio social en el que se da entero un proceso ampliado de reproducción de capital, el Sur
constituiría más bien un "espacio mercantil" y no una región. No me propongo discutir en esta
reseña la aproximación de Gonzales de Olarte a la cuestión regional, más allá de señalar que la
abundancia de estudios sobre la "región" del Sur y el hecho que ella albergue al mejor definido
movimiento regional señalan, al menos, la existencia de divergencias en la definición de un
sujeto social que podría sustentar aproximaciones diferentes. Es sorprendente que, pese a la
cantidad de oportunidades en que Gonzales de Olarte ha desarrollado sus hipótesis sobre el
Sur, no se haya suscitado tal debate. Salvo trabajos realizados desde el punto de vista de la
geografía y la propuesta metodológica general de Long y Roberts en el último capítulo de su
estudio sobre la Sierra Central del Perú, no ha habido otros esfuerzos por dar consistencia
teórica y metodológica al desarrollo de estos estudios regionales. Por ejemplo, Gonzales de
Olarte, al desarrollar sus tesis sobre las regiones y presentar sus implicancias para el Sur
andino, no discute las posiciones de autores que, como Flores Galindo, Glave y Brisseau, han
discutido el Sur en tanto región. Similarmente, al reclamar Long y Roberts el estudio de las
regiones desde la producción y no desde la esfera de la circulación, omiten toda mención a las
tesis de Flores Galindo sobre el Sur, candidatas obvias a la crítica desde tal perspectiva. La
ausencia de tal debate puede constituirse en una traba para el avance de la discusión sobre lo
regional y tiñe estos estudios de una suerte de empiricismo que probablemente explica la
ausencia de trabajos sobre temas que se prestan menos a un tratamiento empírico
(campesinado como sujeto social de la articulación regional, formación del Estado a nivel
regional).

Al igual que en el caso de los estudios sobre la política de las élites arequipeñas, Caravedo fue
el iniciador de esta corriente de análisis. Su trabajo más completo al respecto es "El problema
del centralismo", aunque en un conjunto de otros trabajos menores ha abordado tanto los de
bates alrededor de la descentralización desde principios de siglo como las discusiones en la
Asamblea Constituyente de 1978 en torno a la regionalización del país. La mayoría de los
demás autores que han abordado este tema lo han hecho para tiempos contemporáneos,
específicamente desde la Asamblea Constituyente en adelante, y centrándose en los intereses
e implicancias políticas alrededor de las diversas propuestas de regionalización sustentadas en
los últimos años.

Pese a que el origen de los movimientos regionales puede rastrearse en los años iniciales de la
década de 1970 con la conformación de los primeros Frentes de Defensa de los Intereses del
Pueblo (FEDIPs), es recién en la década de 1980 que se dan las primeras discusiones
sistemáticas al respecto. El tema expresaba una necesidad de coyuntura en la medida en que,
desde Loreto y el petróleo hasta Cusco y las minas, la cuestión de los cánones para las áreas
productoras de materias primas exportables parecía dominar la dinámica de los movimientos
regionales. Caravedo realizó un balance de la experiencia de las Corporaciones de Desarrollo
implementadas desde los tiempos de las reformas militares y Luis Bustamante discutió algunas
consideraciones político-administrativas relativas al debate sobre la regionalización. Otros
autores (Ocampo, D'Onadio, Pontoni, Malpica) se centraron en la cuestión de la explotación de
los recursos natura-les y la pobreza regional; un tercer grupo (Schuldt, Zúñiga, Gonzales de
Olarte, Paniagua) en el tema más específico de los cánones. Sólo estas ponencias, junto con las
de Ballón y Henríquez, atacaron de manera directa el tema de la conformación social de los
movimientos regionales: las alianzas de clase en la base de su conformación, las relaciones en
su interior entre los componentes del movimiento popular y entre éstos y las élites regionales,
el conflicto con el Estado central, etc. Resulta interesante anotar que mientras que los trabajos
de Ballón y Henríquez se centran en una discusión general sobre la cuestión de las clases en los
frentes regionales, la ponencia de Silva se centró más bien en un balance de las experiencias
cusqueñas en lo que a movimientos regionales se refiere. Un balance similar se puede
encontrar en las primeras páginas del primero de los trabajos de Glave anteriormente citados.

Al año siguiente, en un trabajo con Patricia Ruiz Bravo, comentamos sobre la "urbanización"
del movimiento regional cusqueño, notando la ausencia del campesinado como un factor
fundamental del sector popular de este movimiento. De hecho, para el caso del Cusco su
presencia había sido más nominal que real, lo que se traducía tanto en el contenido de sus
propuestas como en su dinámica social. En los años más recientes, este tema ha adquirido
mayor relevancia y en diversas publicaciones, y no sólo para el caso del Sur, se ha expresado
esta preocupación por el potencial rol del campesinado en los movimientos regionales. Tal es
el caso, por ejemplo, de los trabajos de Remy sobre el Cusco y Revesz sobre Piura.

Las ausencias señaladas para los estudios sobre los movimientos regionales como tales
presentan un paralelo fundamental con las observadas en la historiografía regional : ausencia
de una comprensión cabal del rol concreto del campesinado en las articulaciones regionales y,
por ende, de sus potencialidades como actor social de una articulación alternativa, y ausencia
de una comprensión cabal del problema de las clases, el Estado y el poder en los espacios
regionales. Es el caso, por ejemplo, del trabajo de Epifanio Baca sobre la permanencia de
articulaciones campesinas entre diversas áreas cusqueñas, el de Poole sobre los santuarios en
el medio campesino y el del CCAIJO sobre las ferias campesinas. Y habría también que releer
trabajos como los de Flores Ochoa sobre Paratía y Custred sobre Chumbivilcas, que dan cuenta
de articulaciones campesinas en el espacio.

CONCLUSION

A lo largo de la última década, el desarrollo de los estudios regionales ha venido a llenar un


importante vacío en el conocimiento de nuestro pasado histórico y en nuestro entendimiento
de las implicancias regionales de la necesaria democratización de la economía y el poder en el
Perú. Sabemos ahora del rol de lo popular - provincial en nuestro devenir histórico. Y
entendemos que la democratización ha de ser no sólo vertical, sino también. La respuesta a los
nuevos interrogantes que se abren en relación a las regiones ( rol del campesinado, naturaleza
de la política, el poder y el Estado ) reclama un debate más sustantivo sobre los temas en
cuestión. No basta ya escoger un área determinada, señalarla como espacio regional y
enumerar el conjunto de sus problemas inmediatos. Se trata, creo, de volver la cara a los
problemas de fondo: ¿ se puede hablar en el Perú de clases nacionales, de un Estado nacional
? Y si la alternativa es, precisamente, dotar al Perú de un Estado realmente nacional, ¿ qué rol
juega en este proyecto la " autonomía " de las regiones que se reclama desde el mismo campo
popular ? ¿Se ha producido ya, en la práctica política popular peruana, ese abandono del
jacobinismo centralista que caracterizó a las revoluciones burguesas ? Al hablar de una
necesaria ruralización de los movimientos regionales, ¿ nos limitamos a expresar nuestros
buenos deseos o es que existen las bases materiales para pensar al campesinado como
sustento social de articulaciones regionales alternativas ? Ha transcurrido tan sólo una década,
una docena de años a lo más, des - de que se iniciaran en el Perú los estudios propiamente
regionales. Espero, sí, haber logrado presentar de alguna manera las líneas generales que han
orientado el desarrollo de los estudios sobre el Sur y, sobre todo, introducir algunos temas
para el debate. A la larga, ésta puede resultar la mejor contribución del mundo académico a la
solidez y consistencia programática de los movimientos regionales populares en el Perú.

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