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EL NÚMERO UNO

De Henry Zapata
SALE UN NIÑO CON ROPA DE LOS AÑOS 30. EN UNA DE SUS MANOS LLEVA VARIOS
PAPELES CON SU FOTO REPRODUCIDA Y EL NOMBRE “RENALDO OTTOLINA”. SE
MEZCLA CON EL PÚBLICO, PASA POR LAS DIVERSAS FILAS

NIÑO – Señor, señor, venga. Cómpreme esta foto (asumiendo que es ignorado). Usted, señora,
(suplicando) ande, cómpreme esta foto, por favorcito (pasa a otra persona). Usted sí me va a
comprar esta foto, ¿verdad? (suplicante) ¡Ande!, pero ¿qué es una mísera puya, ah? (resignado)
Bueno, no importa, van a ver. ¡No me compren un carrizo! Que yo, yo les aseguro, a toditos
ustedes, que me van a conocer. Apréndanse este nombre: ¡Renaldo Ottolina! (dirigiéndose a una
mujer) usted va a ver señora, que voy a ser famoso, ¡USTED VA A VER!

SILENCIO. SALE RENNY YA ADULTO Y APLAUDIENDO. SE ACOMODA SUS LENTES,


HACE UN BREVE PANEO, MIRA LA AUDIENCIA.

RENNY – ¡La palabra! ¡El poder que tienen las palabras! Lo confieso, yo hice eso como una
broma hace un montón de años (señalando el sitio por donde salió el niño). Me encantaba meterme
en problemas, llevar la contraria. Era lo más divertido del mundo. Bueno, lo sigue siendo. En aquel
entonces, si todos mis compañeros de clases decían amarillo, yo decía azul, u otro color. ¿Por qué?
Bueno, algunos lo llamarían Pensamiento Contradictorio. Otros lo llamarían Disenso. Yo diría
que, en mi caso, era sólo por divertirme. Mera diversión.

RENNY – Vamos a poner un poco de orden. (Haciendo un breve paneo en el público) Veo que
hay muchas caras jóvenes. A ustedes, los más jóvenes, les tengo una mala noticia: Ustedes no
tienen ni la más remota idea de quién soy yo. Y si lo saben es porque, por lo menos, se tomaron la
molestia de investigar. Hicieron la tarea. Aunque debo decir que lo más probable es que hayan
venido arrastrados por sus familiares, amigos, pareja, lo que sea, a ver a alguien que no conocen.
Alguien dijo, alguna vez, que conocer la historia de un país es conocerse a uno mismo. Aunque yo
prefiero ese dicho que dice “Aquellos que desconocen la historia están destinados a repetirla”.
Empecemos por lo básico, yo me llamo Renaldo. Mucho gusto. Sí, yo sé que no suena muy
encantador que digamos. Y menos si quieres dedicarte al “Show Business”, así que lo más fácil
era acortarlo, hacerlo más atractivo, bonito, más pronunciable, más sencillo. ¿No? Mi mamá me
decía Renny. Ya. Listo. Quedó Renny. Y como mi apellido es Ottolina, y ese no me lo iba a
cambiar, por aquello de la herencia y el orgullo familiar. Renny Ottolina.
Ahora bien. Debo confesarles algo. Yo estoy profunda, absoluta y definitivamente molesto. Bueno,
no molesto, lo que le sigue. Ya que están aquí, quiero preguntarles una cosa: ¿Cómo se hace para
fregar o, mejor dicho, joder a un país entero? ¿Ah? Muchos de ustedes ahora están pensando en
qué decir, porque tampoco lo saben, intentando decir cualquier cosa que busque medianamente
explicar qué sucedió, en qué punto del camino todo se torció. Este es el momento en que debería
decir un gran, un profundo y absoluto: “Se los dije”. Así, desde el alma. Sin que me quede nada
por dentro. Debería, pero no. Me gustaría que alguien me explicara, porque honestamente, no
entiendo.

RENNY – No entiendo, porque si alguien ha luchado por Venezuela, país que amo y quiero con
locura, soy yo. Y no hablo de un amor inocente, contenido y hasta adolescente incluso, no. Hablo
de un amor con ganas, enfermizo, de esos que uno no piensa ni razona. Yo he luchado tanto por
este país y no sé en qué momento todo se echó a perder. Bueno, sí lo sé, pero me refiero que cuesta
entender el por qué. Pareciese que en algún punto se rindieron. Por trabajo no es. Bueno, una cosa
es trabajar y otra pasar trabajo, hay que saber diferenciar ambas. Hay que reconocer que, si algo
tiene el venezolano es que trabaja durísimo, donde se pare, y se los dice alguien que trabaja desde
chamo. Desde antes de los dieciocho, cuando saqué el certificado de locución diciendo que tenía
más edad de la que en realidad tenía. Pero pareciera ser que el trabajo ha estado mal encaminado,
es como si alguien, un día se puso a excavar el piso con una pala, y siguió, y siguió, y siguió para
ver cuán bajo podía llegar. Y cuando pensó que había llegado lo suficientemente bajo, se dijo a sí
mismo: “No vale, pero si yo puedo llegar más bajo todavía”. Y siguió cavando. Claro, si en lugar
de una persona son varias personas, el asunto se convierte en algo más grave.

Y no hablo de que sea cuestión de riqueza, o de la distribución de esta. Qué va. Además, ¿quién
dijo que tener dinero es malo? Es tan malo que alguien apenas llega a un cargo, sea cual sea, lo
primero que hace es ver de dónde puede robar. Imagínense en otras esferas. Yo hablo de
mentalidad. Tener la educación y la conciencia de que hay ciertas conductas que, como sociedad,
como individuos, nos lastiman y nos hacen daño. Sí, tener dinero no es malo, lo que sí es malo es
cuando ese dinero no es producto del trabajo. Y no me salgan con que robar es un trabajo como
cualquier otro. Miren que detesto tener la razón. Bueno, en realidad me gusta, lo que detesto es
que lo que digo usualmente se cumple.
RENNY – Vamos por partes. Primer punto de las cosas que le hacen daño al país: la viveza criolla.
Si ustedes buscan ese término en alguna parte es poco probable que salga, pero yo puedo hacerles
el favor de conceptualizarlo para estar claros y saber de qué estamos hablando. “Viveza criolla:
Dícese de toda aquella conducta que busca obtener el beneficio de una actividad, bien o servicio,
en detrimento del otro”. Más o menos así. ¿Qué quiere decir esto? Básicamente, si yo estoy bien
y tengo lo que necesito, los demás no me importan. Señores, la viveza criolla no es bonita y mucho
menos hay que exaltarla como un baluarte y tampoco, jamás, nunca es un producto de exportación.
(Señalando al público) No robe, no se coma la luz, no se colee, si alguien se equivoca dándole el
vuelto, devuélvalo; y un sinfín de situaciones y escenarios que, con el pasar de los años, nos han
perjudicado terriblemente. Y no hablo sólo del ciudadano común, también hablo del que ocupa un
cargo gerencial, hasta gubernamental incluso. Si alguien en la calle lo hace, un transeúnte ¿qué le
impide a alguien que ocupe un alto cargo no hacerlo? Les voy a decir por qué: porque se tiene la
creencia de que, si usted pudiendo hacerse pasar por “vivo” no lo hace, usted es tonto, por llamarlo
más coloquialmente: un gafo, básicamente por eso.

Si empezamos a poner esto en una balanza, ya tenemos muchísimo en nuestra contra. Ahora
veamos el segundo punto: el paternalismo. Cosa que me parece atroz. Esto es algo que me gusta
llamar “papá estado”. Existe la creencia de que el estado, en su casi omnipotencia, casi
omnipresencia y casi todo poderío, tiene la obligación, el deber, cual padre, de mantener a todos
sus hijos, entiéndase todos los ciudadanos, hasta que sean capaces de sostenerse por ellos mismos.

RENNY – Ajá. Muy bonito. Y yo me pregunto, ¿y si alguien no puede sostenerse por sí mismo?
Porque hay que entender que no todas las personas se encuentran en capacidad de valerse por sí
mismas. Perfecto. Pues “papá estado” podría, en su casi infinita misericordia y benevolencia, crear
ayudas especiales que beneficien a los que no pueden sostenerse. ¿Y si el asunto va más allá? ¿Qué
sucede si alguien, simplemente, no quiere sostenerse por sí mismo? Es decir, hablando en cristiano,
quiere ponerse las que te conté al hombro. Entonces, mi estimado y querido amigo, lamento
informarle que usted es lo que en perfecto castellano se conoce como un parásito, un lastre. Y se
lo dice alguien a quien nadie, absolutamente nadie, le ha regalado nada en su vida. Todo lo que
tengo lo he trabajado. Un gobierno no tiene por qué regalarle nada y sepa que, si lo hace, tenga por
seguro que es a cambio de algo. Un voto tal vez, que pareciera no ser gran cosa, pero sí lo es. O
peor aún, dar algo a cambio de la dignidad. Y les digo algo, una vez que alguien acepta algo a
cambio de su dignidad, no debería ser capaz, ni siquiera, de levantar la frente.

Pero hasta ahora todo ha sonado a regaño y honestamente no es así. Debo confesarles que, si bien
estoy muy molesto, me alegra estar aquí con ustedes. Estoy seguro que tenemos muchas cosas en
común, y quiero creer que están aquí porque quieren a Venezuela tanto como yo. Aunque más que
yo, lo dudo mucho.

RENNY – No había visto el país en tanto desastre desde hace mucho, y miren yo viví la Segunda
Guerra Mundial. Bueno, por radio, pero la viví. Hablando en serio, este tipo de conflictos, las
guerras me refiero, te enseñan a pensar más allá del país y vernos como un todo, porque yo creo
fielmente que sin querer o queriendo todos estamos conectados de alguna manera. Todos sufrimos
de casi los mismos males, más o menos con algunas diferencias regionales, de pensamiento o de
gobierno incluso.

Vamos a hacer algo. (Pregunta a alguien del público) Señor, ¿usted recuerda de cuánto fue su
primer sueldo? (Esperar respuesta. Breve reacción a ella. Continuar) ¿Y usted señora? (Esperar
respuesta. Breve reacción. Continuar) Bueno, pues les digo que yo recuerdo de cuánto fue el mío.
Fueron ciento sesenta bolívares a la semana. Imagínense que en aquella época era un dineral, y
aparte el ser locutor te daba cierto prestigio. Mi papá iba a una panadería que quedaba cerca de la
casa sólo para decir que su hijo era locutor, se tomaba un café y se iba. Y sí, mentí sobre mi edad
para que me dieran el bendito certificado de locución. El tupé que tengo yo de venir molesto a
hablarles de civismo y decirles que la viveza criolla me parece nefasta, ¿y qué hago yo? Le caigo
a embustes a todo el mundo para que me den un certificado. Es horrible, lo sé, pero era mi sueño
desde pequeño hacer radio. ¿Ustedes creen en el destino? Yo sí. Desde que estaba en Valencia y
me pasaba horas escuchando las radio novelas con mi abuela (que me parecían horribles, por
cierto), me hipnotizaban las voces que narraban. Se podía sentir como si estuviesen dentro de la
casa, con sólo la voz, y eso me parecía fenomenal, mágico incluso. A medida que fui creciendo
me di cuenta de que lo que decía mi papá era cierto: “si uno quiere ser grande, tiene que pensar en
grande”. Así que nos vinimos a Caracas.

No es que Caracas y Valencia sean ciudades extremadamente distintas, es sólo que Caracas es
Caracas. Una capital siempre se siente diferente. Es diferente. Al llegar me maravilló lo grande
que eran los edificios y cómo parecían empotrados entre los árboles. Verde por todos lados. Y una
cosa que, años después, descubriría que sólo Caracas tiene: el sonido. En las noches, si uno presta
suficiente atención, ese sonido que hace Caracas de noche, es inconfundible. Ninguna ciudad suena
así.

El tener trabajo ya brinda cierta independencia. Claro, tanta independencia como se puede tener
en una dictadura. ¡Ay, es verdad! Se me olvidaba que por aquel entonces estábamos en dictadura.
Un momento. Sé que es una palabra que causa horror, sólo pronunciarla y uno se pone en estado
de alerta. Pero yo pienso que hay que diferenciar entre los tipos de dictaduras que existen. En
esencia, toda dictadura es mala. Pero, las dictaduras de derecha, no sé. Va a sonar una barbaridad,
pero personalmente creo que las de derecha no son tan malas. Es como las manos. Yo soy derecho.
Jamás he usado la izquierda. Si ahora alguien me pidiese que por favor escriba con la mano
izquierda, no sé qué hacer, y es totalmente seguro que voy a hacer un desastre. Funciona
relativamente igual con las ideologías. Con la derecha, no tan malo. Ahora, con la izquierda, la
cosa es terrible. Y aquí entre nos, por mucho que les duela a los que escriben con la izquierda, los
derechos somos más. Estadísticamente somos más.

Para mí las dictaduras son como el jabón. Al principio pareciera que hacen mucha espuma y todo
marcha muy bien, pero conforme pasa el tiempo, ya no lava tan bien. Hasta que un día, se acaba.
Y eso pasa y ha pasado con todas y cada una de las dictaduras sobre la faz de la tierra. No lo digo
yo, lo dice la historia.

Toda América Latina estaba cambiando. En realidad, el mundo estaba cambiando. A pasos
agigantados. Era imposible no sentirse afectado por aquella corriente. Todo era demasiado
efervescente. Y yo ahí, observando todo. Me convertí en un gran observador de todo lo que me
rodeaba. Me tocó hacerme a mí mismo. Leer mucho. Relacionar lo que veía con lo leído. Analizar,
pensar. Eso era lo que le hacía falta a este país: gente que pensara.

RENNY – Cuando se acaban las dictaduras, llega la felicidad. Venezuela en eso es un país muy
raro, porque todo el mundo se queja durante el proceso, hasta que el asunto termina y después lo
extraña. ¿En serio? ¿Extrañas el hambre, los muertos y la falta de libertad de expresión? ¡Por favor!

Pero entre toda esa vorágine de cambios, hubo algo que cambió no sólo a Venezuela, sino al mundo
entero. Algo que marcaría un antes y un después en la vida de todos. La radio parecía que era un
invento de otro mundo, capaz de crear un universo sólo con la voz. Eso cambió con la llegada de
otro invento, alucinante e igual de maravilloso: La Televisión.

Audiovisual. Segmento donde las chicas de Renny dan la bienvenida al programa. Renny
permanece a un lado del escenario observando lo que sucede.

Voces femeninas: Renny Ottolina presenta…

Renny: Nos gusta entretener, y nos encanta estar, en esta alegra cita semanal.

Voces femeninas: Venga, vengan ya, que va a comenzar, nuestro programa musical.

Renny: Amigas y amigos, encantado en saludarles, esperamos entretenerles durante los próximos
minutos. Ojalá les guste… ¡Y gracias!

Voces femeninas: Estamos listo ya. Que se diviertan, que se entretengan. ¡Con Renny!

Finaliza audiovisual. Renny retorna al centro del escenario.

Que la televisión llegara a Venezuela fue todo un suceso. Eso sí, Venezuela en aquel entonces era
un país de vanguardia. Nada sucedía en el mundo sin que en el país no se supiera. Y como era de
esperarse, siempre buscábamos no quedarnos atrás. Nunca nos ha gustado sentir que estamos en
desventaja con respecto al resto del mundo. Con la televisión no fue la excepción. Funcionaba
parecido a la radio. Compras el aparato. Ajá, ya lo tengo. Lo enciendo. Algo se tiene que escuchar.
En el caso de la televisión es escuchar y ver. Había que hacer contenido para transmitir. Eso en el
mundo televisivo tiene un término: producir. Así que había que ponerse a producir. Así de sencillo.

RENNY – Ya estaba casi todo listo para que saliera el primer canal de televisión nacional. Radio
Caracas Televisión. Se buscaron a los mejores animadores, técnicos y locutores. ¿Y adivinen quién
era uno de los mejores locutores del país? (Se señala a sí mismo). Claro, como era de esperarse el
estado también decidió lanzar su propio canal y como condición, para dar la concesión y poder
usar el espacio radioeléctrico puso una pequeña condición: que lo ayudaran a montar su canal y
que además fuese el primero en iniciar transmisiones. ¡Una pelusa! Claro, a los dueños del canal
privado les convenía, empresario tonto muere pequeño. Así nació Televisora Nacional. Poco
tiempo después salió al aire Radio Caracas Televisión. Esa fue mi casa durante muchísimos años.
Bueno, una de mis casas, porque durante una época le fui un poco infiel, me fui a otro canal que
estaba por salir, Televisa, fui uno de los que ayudó a sentar las bases del canal, pero cuando pedí
que en lugar de sueldo quería acciones, se horrorizaron. Así que me devolví a Radio Caracas.

No es que cambiara de opinión con mucha frecuencia, para nada, pero siempre pensaba en mi
bienestar. En especial en el económico. Sencillo. El dinero brinda estabilidad, la posibilidad de
hacer cosas. Me gustaban los carros, desde pequeño, así que lo que siendo niño fue un sueño,
siendo adulto se convirtió en una pasión.

Eso. Pasión. Les voy a decir una cosa. Si uno va a hacer algo en la vida, lo que sea, tiene que ser
algo que te apasione, de lo contrario se convierte en algo sin sabor, sin forma, sin propósito.
Siempre tuve como premisa que, si no educa, no sirve. Siempre. Todos mis programas de radio, y
lo que hacía a nivel general, buscaba no sólo informar, también educar. Los grandes países son lo
que son porque invierten en la educación de su gente. Son conscientes que no puede haber progreso
con una horda de analfabetos funcionales. Simplemente no es posible.

En especial, lo que más me preocupaba, era esa mirada constante hacia afuera. Todo lo que era de
afuera era mejor. Todo lo que sucedía afuera era mejor. ¿Y lo que sucedía aquí? ¿Y lo hecho aquí?
Eso había que remediarlo. Venezuela era, y sigue siendo, un país abierto a todo el que quisiese
venir. Las olas migratorias fueron excelentes y ayudaron a fortalecer el aparato productivo de la
nación. Todas las nacionalidades que ayudaron a construir los rascacielos en Estados Unidos,
también vinieron a Venezuela huyendo de las guerras. Venezuela les abrió los brazos y los recibió
como si fuesen un venezolano más. Ni más ni menos. Muchos sólo tenían algunos centavos en los
bolsillos y unas ganas desbordantes de trabajar. Nada más. Yo mismo soy hijo de extranjeros.
Ottolina no es un apellido criollo, qué va. Debe ser por eso que siempre ha existido esa fascinación
por lo que viene de afuera. Por mi parte, me dediqué a “hacer país”. Sí, el país ya estaba
conformado, pero había que hacerlo propiamente. ¿Y cómo se hace un país? Educando a la gente.
Se me ocurrió usar la televisión, el poder que brinda, la posibilidad de llegar a millones de personas
para concienciar a la gente. Mostrarle el país que teníamos y visualizar, vislumbrar el país que
podíamos llegar a ser. Yo empecé ese movimiento, y para mi fortuna muchos se dieron cuenta de
lo importante que era, y me siguieron. ¿Se volvió a hacer algo parecido? ¿Se continuó haciendo?
No lo sé. Creo que gran parte de la educación ciudadana también se inicia desde el hogar. Yo tuve
un gran hogar, pero lamento ver que no todos los hogares son como lo fue el mío y eso, con el
tiempo, sólo producirá ciudadanos acéfalos y estériles de pensamiento.
Clip. Comercial de las vacas y el tránsito. (Fuente: Youtube)

RENNY – El que no se arriesga, no gana. Eso ustedes seguramente lo han escuchado por ahí, y
también lo he tenido como uno de mis principios de vida. Siempre lo di todo. Siempre. Y aposté
para ganar. Nunca me guardé nada. Ya para esta época tenía muy buenos amigos, hasta amigos
poderosos. Lo malo es que con los amigos suelen aparecer también los enemigos. No entendían
cómo me iba tan bien. Les costaba entenderlo. “¿Por qué a él le va tan bien?”, se preguntaban.
Muy simple: el hombre próspero, llama la prosperidad, así de sencillo. Pero yo entiendo que si las
cosas te salen mal pierdes el entusiasmo, las ganas de seguir intentándolo, y es aquí cuando aparece
la envidia. ¡Qué palabra tan fea! Envidia. Qué terrible. No recuerdo haber envidiado a alguien,
pero sí recuerdo que muchas personas me envidiaban. ¿Cómo no hacerlo? Tenía no sólo uno de
los programas más vistos, era el programa más visto de toda Venezuela. Bueno, no sólo uno. Dos.
Hacía radio. En mis programas anunciaba los mejores productos. Como todo, al comienzo me
mataba buscando quién quisiera anunciar y casi me arrodillaba para que firmaran, pero después
ellos, los anunciantes, era los que tenían que hacer fila para anunciar conmigo. Y eso le molestaba
a muchísima gente. Los ponía furiosos. “Todos los anunciantes los tiene el calvo cuatro pepas”,
decían. Pero bueno, ¿y yo qué culpa tengo? Y de paso, ni siquiera soy calvo.

La televisión es mágica. Y con esa magia venían otras cosas también. La gente me paraba en la
calle para saludarme. Hablarme de lo bien que estuvo tal o cual programa. Yo me detenía, los
saludaba un momento y seguía. ¿Pero saben qué era lo mejor de todo eso? El mundo tenía puesto
los ojos en Venezuela. Y no sólo en el país, sino en lo que se estaba haciendo aquí. Venezuela
enseñó a muchos países a hacer televisión, hasta eso hicimos. Yo mismo los llevé por el canal para
que vieran cómo se hacían varios programas. A propósito, una vez le dije a unos técnicos que, si
desmontaban y montaban otro set en menos de dos minutos, les daba para una caja de cerveza. Y
esos técnicos volaron como alma que lleva el diablo a cambiar ese set. Claro, se tardaron tres
minutos. Pero era una igual de impresionante y dejaron a más de uno con la boca abierta. Eso y
muchas cosas más las hacíamos aquí. Los de otros países se maravillaban y querían imitarnos,
quería imitar nuestra manera de hacer las cosas, nuestra mística, nuestra pasión, nuestra entrega.

Lo criticones de oficio me decían que por qué traía tantos artistas extranjeros. Un momento. ¿Los
artistas salen de tu bolsillo? ¿Tú les pagas? No, verdad. Además, como fiel defensor de lo nacional,
no solamente presentaba artistas internacionales, los nacionales también tenían una casa en mi
programa, muchos artistas lanzaron su carrera en ese escenario. No voy a decir nombres, ellos
saben quiénes son. Llega cierto punto en que se convierte una responsabilidad preparar una
generación de relevo, enseñar a alguien más para perpetuar lo aprendido. Es la única manera de
alcanzar cierto grado de inmortalidad en esta vida. Hasta eso se ha perdido aquí.

Este país era tan genial que el que no había venido, quería venir porque alguien le había contado
que allá, comenzando el sur, con el Mar Caribe al frente, estaba un paraíso llamado Venezuela. Es
más, les echo un cuento. Cuando vino Tom Jones, se quedó loco por la energía de este país, en
especial el ambiente y las mujeres venezolanas, y miren que el tipo venía de Londres. Después de
grabar el programa, Tom me dice que quería salir. Yo estaba exhausto, pero le dije a uno de mis
productores que se lo llevara y lo sacara por ahí. Tom se devolvió a Inglaterra porque tenía varios
compromisos con su gira promocional, pero me enteré que durante una semana estuvo con una
sonrisa boba que no se la quitaba nadie, y cuando le preguntaban: “Tom qué tienes, ¿y esa sonrisa?”
Él sólo respondía: “Fui a Venezuela”.

RENNY – Y lo de Tom fue sólo un ejemplo. Así como él, muchísimas personas que venían
quedaban maravilladas con el país. Además, era seguro estar en la calle, y podías salir hasta la
hora que quisieras sin que te pasara nada. Ese es el deber ser. Seguridad para todos los ciudadanos,
en incluso, los no ciudadanos también. Y no es porque sea algo agradable y bonito solamente, no,
es porque además en la medida que existe un ambiente seguro, el aparato productivo se mantiene
activo, hay más trabajo, la gente consume más, hay más demanda, el comerciante invierte, y así,
es una sucesión progresiva que nos beneficia a todos, claro, si hay seguridad.

(Mira hacia el público) Ya va. Aquella señora tiene rato negando con la cabeza, como diciendo:
“No puedo con lo pedante de este tipo”. Señora, déjeme decirle una cosa: usted tiene toda la razón.
Soy culpable de ese crimen. Y me han acusado muchísimas veces precisamente de eso. Y
discúlpenme, pero cuando uno se construye a sí mismo, uno tiende a ser “yoista”, a poner el yo
primero, antes que todo. Eso pasa cuando te conviertes en una de las figuras más importantes de
todo un país. Es una consecuencia inevitable.

Pero uno no se convierte en una celebridad sin pagar un precio. Y lo peor que puede pasar es que
alguien, queriendo hacerte daño, decida que la mejor manera de hacerlo es dañando a tu familia.
Cualquier persona que ha vivido un secuestro sabe lo horrible que es cuando, levantas el teléfono
y te dan esa noticia, que la persona o las personas que quieres las tiene alguien más, y sus
intenciones no son buenas. Casi pierdo la razón. Hice todo lo que estuve a mi alcance para
recuperar a mis hijas, y gracias a Dios retornaron conmigo sanas y salvas. Pero basta, es suficiente.
Como hombre de familia y protector de su bienestar, y porque los quiero, no pienso hablar ni de
Rina, Rena, Rhona, Reneé y mucho menos de Ronny.

Ser pionero no es cosa sencilla. Muchos dicen que lo fui, y tal vez tengan razón. Para serlo hay
que estar pendiente de todo lo que sucede a tu alrededor. Y no sólo basta con llegar a ser el mejor,
sino que, para mantenerse en la palestra, y mantener los niveles de sintonía claro está, había que
darle a la audiencia lo mejor, y siempre había que darle ese extra, algo más, ese valor agregado y
hacerles sentir que importan, porque en verdad es así. Por eso viajé muchísimo. No sólo para ver
qué estaba sucediendo en el mundo, sino para traer lo mejor a esa audiencia. Todo buen
comunicador sabe que no se debe menospreciar a la audiencia. Hay que tratarla lo mejor posible y
brindarle lo mejor, y eso exactamente fue lo que hice siempre que pude.

RENNY - Pero cuando se llega a este punto algo sucede. Las extensas jornadas de trabajo,
reuniones con todo el equipo, la oficina se convierte en una extensión de tu casa y empiezas a
sentirte terriblemente solo. Empiezas a convertirte en una especie de ánima incomprendida. Se te
ocurren tantas cosas y por varios momentos al día te quedas absorto en tu propio mundo, pensando
si te dará tiempo hacer todo lo que quieres hacer, porque al parecer las veinticuatro horas de cada
día no bastan.

El asunto con la pasión, y cuando hablo de pasión me refiero a de verdad amar lo que uno hace, es
que siempre se termina sacrificando una buena parte de la vida personal. El tiempo que se le dedica
a la familia parece tiempo prestado. No sé, pareciese que hay una especie de misión que se debe
cumplir, y honestamente eso me preocupaba muchísimo. Tal vez veía varias cosas que nadie más
veía. Varios males que se avecinaban y que nadie parecía ver. Como el relato de Pedrito y el lobo.
Sólo que esta vez, Juanito nunca mintió para llamar la atención, y no era un lobo, sino eran varios
lobos invisibles. De igual manera, nadie parecía estar atento a los constantes llamados de atención.

Entre las cosas que más me preocupaban estaba la incompetencia. Veía muchas personas
incompetentes en mi entorno. Sí, me tocó despedir a más de uno precisamente por eso, por incapaz.
No lo tolero, no lo concibo. Si tu único trabajo es hacer algo, que ese algo lo hagas mal. No lo
entiendo. Y no sólo en mi ámbito cercano, el asunto iba más allá, se extendía al país. Parecía que
un conglomerado de incompetentes, de incapaces, nos gobernaba. Bueno, perdón, la costumbre de
hablar en tiempo pasado.

Es que, en ese ámbito, en ese espectro, lo que ha sucedido aquí ha sido atroz. Nos han hecho creer
que ser incapaz es la norma, es la regla, es el deber ser. Sí, hay delincuencia, y yo no tengo los
medios para erradicarla; sí, hay desabastecimiento, y no puedo hacer nada para abastecer; sí, no
puedo hacer mi trabajo bien, y yo no puedo nada para hacer mi trabajo mejor. ¿Entonces? Entrega.
Dimite. Deja que alguien más que lo haga por ti. Suelta las riendas y entrégalas a alguien más que
sí pueda, que sí sepa. Así que, humildemente, lo invito a usted (señala al público) a que haga
siempre lo mejor por este país, en su trabajo, en lo que le toque hacer en la vida, incluso hasta con
su vecino, en su vida en general, tenga como misión no ser incapaz.

En lo que sí ha habido un éxito tremendo, y eso sí tengo que reconocerlo, ha sido en hacerle creer
a la gente que prepararse, para lo que sea, no sirve de nada. Han sido exitosos en desmoralizar al
venezolano, desalentar, inclusive hasta en deshumanizar, nos han hecho creer que somos menos
seres humanos que el resto del mundo y eso no puede ser. No lo admito. Porque no hay que igualar
hacia abajo, la meta es, y creo firmemente, que todos debemos estar iguales hacia arriba.

RENNY – Perdón, porque a veces tengo la tendencia a cambiar un poco el tono y me dejo llevar.
Es que a veces me pregunto si todo lo que he hecho hasta ahora sirve de algo, servirá de algo.
Quiero creer que sí. Lo bueno que tiene esta tierra, Venezuela, es que casi cualquier cosa que
pongas en la tierra se da, rinde frutos. Lo perjudicial es que también la maleza también crece en
este suelo, y crece rápido. Pero prefiero creer que las semillas que planté alguna vez darán frutos.
Aunque cueste verlo, y pareciese que hay personas más interesadas en satisfacer sus intereses
personales que en favorecer a quienes más lo necesitan, yo sigo pensando que lo que he hecho
hasta sí ha servido y servirá. Soy un optimista empedernido.

Es verdad, Venezuela tiene problemas, los ha tenido siempre. Antes era el caudillismo, después
vinieron las dictaduras y luego pasamos a una democracia sin saber con qué se comía eso. Es
verdad. ¿Por qué mi insistencia en que la educación es sumamente importante? Porque un pueblo
educado, abandona la ignorancia, y un pueblo que deja de ser ignorante no puede ser manipulado
nunca. Es por eso que me pregunto: ¿En qué momento la ignorancia consumió a este país? ¿En
qué punto la ignorancia se convirtió en una moneda con la que todo el mundo paga?
Clip. Último programa de Renny (Fuente: Youtube).

RENNY – Todo lo bueno tiene que acabarse en algún momento. Claro, uno nunca se espera que
las cosas acaben, pero es el orden natural en que suceden las cosas. Ya tenía muchísimas cosas, y
por eso me considero afortunado. Una familia amorosa, el cariño de millones de personas, la
admiración de todo un país. Era difícil porque incluso llegó un punto en que me convertí, sin
proponérmelo, en un modelo a seguir, y esa es una presión muy grande.

Pero cierto día, en una reunión, al canal le pareció contraproducente que continuara produciendo
de manera independiente, ya que mis ingresos eran demasiados altos, demasiado para el gusto del
canal. Así que, básicamente, me pusieron dos opciones: o firmaba un contrato como empleado del
canal, o me negaba y rescindían de nuestro acuerdo inicial. Eso era algo que no podía permitir, era
básicamente un despido. Había luchado gran parte de mi vida para alcanzar una plena
independencia creativa y laboral, y cuando por fin había logrado lo que quería, debía someterme a
otra cosa, ¿porque a alguien le parecía que tenía muchos ingresos? Eso era inaceptable.

Así que me despedí. Me despedía no sólo del canal que me brindó una de las más oportunidades,
mejor dicho, la oportunidad más grande de toda mi vida. Crecimos juntos. Pero ahora yo debía
despedirme de la televisión nacional, al menos por un momento.

Mi plan era continuar con mi programa. Digo, los derechos eran míos y podía llevármelo a donde
quisiera, así que eso era lo de menos. Sin embargo, a tres personas que usualmente no se verían
las caras, decidieron que era tiempo de reunirse para tratar una agenda bastante delicada: yo. Tres
personas, tres apellidos de peso, aquello se conoció como “la reunión de los tres apóstoles” porque
ahí decidieron que ninguno de ellos, en sus respectivos canales de televisión, me daría un espacio
para producir no sólo el espacio que me había dado a conocer, sino cualquier otra cosa. Aquella
reunión marcó el fallecimiento de “El Show de Renny”.

Lejos de deprimirme o entristecerme, lo que sentí fue una inmensa rabia. Me pregunté mil veces
por qué, ¿por qué hacerme eso? Yo sólo quería hacer lo que he hecho toda la vida: trabajar en lo
que me gusta. ¿Era eso un pecado? ¿Era demasiado pedir que me dejaran hacer lo que sé hacer?
¿Tanto les molestaba mi éxito? Aparentemente sí. Y no sólo les molestaba, lo detestaban. Me tomé
un tiempo para reflexionar y replantear mi carrera. No me iba a detener por eso, y menos ahora.
Todo el país y parte del mundo, sabía que aquí en Venezuela existía alguien llamado Renny
Ottolina.

Una tarde, un amigo me dijo: “Renny, ¿y por qué no te lanzas a presidente? Por un minuto pareció
el delirio de alguien que no sabía lo que estaba diciendo, pero cuando el minuto pasó, aquello dejó
de ser un delirio y se convirtió en una idea que era totalmente posible. Por supuesto, cuando
anuncié mis intenciones, salieron varios con las antorchas y los palos, que cómo era posible que
un ciudadano común y corriente tuviese la osadía de lanzarse a presidente de este país. Un
momento, puedo ser muchas cosas, pero dos cosas que definitivamente no soy es común y mucho
menos corriente.

Aquello se convirtió en un circo. Varios intentaron que me plegara a un partido político de los que
ya estaban conformados, el que fuese, no les importaba. Y yo sólo pensaba: Un momento, ¿y dónde
queda mis ideales?”. Precisamente, creo que otra de las cosas que está mal en este país es el moho
que producen los partidos políticos, en especial los que tienen ideologías rancias y nocivas, que se
dedican a declamar, la demagogia, el blablaísmo y no producen una acción significativa, un cambio
real y beneficioso en país. Es simple: menos dogmatismo y más pragmatismo.

Lo que hay que hacer en este país es una planeación sistemática y sostenida. Nada de “el que venga
que haga lo que le parezca”, no. Un plan que se enfoque en el verdadero valor de esta tierra: el
venezolano, y no en la figura de este o aquel político. Porque les digo una cosa: ni todo el petróleo
nos va a ayudar si nos llega a falta la comida. El petróleo no es comestible señoras y señores. Este
país debe perfilar su esfuerzo en ser una nación agrícola, que produzca lo que come, al menos eso.
Y por favor, nada de planes de crecimiento implementados en otras naciones. ¡Por favor! Hay que
crear planes de aquí para aquí. De Venezuela para los venezolanos.

El mundo cambió y sigue cambiando a cada momento. En el momento en que no nos adaptemos
y sigamos con planes absurdos e ideales trasnochados, seremos obsoletos. Y nada me dolería más
que ver una Venezuela trasnochada y obsoleta.

Me pregunto, ¿dónde quedó ese bravo pueblo que el yugo lanzó? ¿Las cadenas volvieron? Ah, es
verdad. Los viles volvieron a triunfar. Déjenme decirles una cosa, a pesar de todo, a pesar de tanto,
yo sí creo que este país va a volver a ser grande. Los que se fueron van a regresar, los que se
quedaron luchando y están llenos de heridas van a sanar. Recuerden: “no hay mal que dure cien
años…”. Todo aquello que le haga daño a este país y mancille su nombre, tiene los días contados.

Permítanme hacer algo. Es que este es mi sueño. En este momento van a empezar a recibir un
recuadro con dos colores: El color azul es para indicar que a usted le gustaría, le parece, considera
que es buena idea que, este servidor, fuese presidente de este país. El color amarillo es para decir,
bueno, todo lo contrario, que no le parece buena idea, etcétera, etcétera. Es que verán, yo decidí
lanzarme a la presidencia de Venezuela no porque quisiese dinero, reconocimiento o sentarme en
una silla a hablar pistoladas. No, ya yo tenía y había hecho todo eso. Yo me lancé a la presidencia
porque algo había que hacer para recuperar el rumbo, alguien tenía que hacer algo. Pero bueno, no
llegué a cumplir eso. Así que me gustaría que ustedes me ayuden. Vamos a ver.

(Se observa a simple vista lo que diga la audiencia).

Aplica tanto si sale la opción azul como la amarilla:

RENNY – Un aplauso para ustedes por favor. Solamente me queda una cosa que decirles: Amigas
y amigos, fue un placer saludarles. Espero haberlos entretenido durante estos minutos. Ojalá les
haya gustado… ¡Y gracias!

FIN

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