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Revisión bibliográfica
Javiera Arancibia
0961155J
“Las redes son el medio más efectivo de lograr una estructura sólida, armónica, participativa,
democrática y verdaderamente orientada al bienestar común”
Junto con saludar al lector paso a esgrimir las principales líneas que desarrollará esta
revisión sobre técnicas de intervención en red. Primero, se describirán los fundamentos y
premisas conceptuales básicas en las que se basa la intervención en red. Esto es,
principalmente, la caracterización de qué es una red social, cuáles son sus características,
tipos, funciones y usos en psicología comunitaria. La finalidad de este apartado es mostrar
parte de los antecedentes teóricos sobre el concepto de red social para luego poder desarrollar
algunas técnicas de intervención en red desde una base de conocimiento común.
En la literatura se ha señalado que el concepto de red social puede remitir tanto a
“modos de funcionamiento de lo social” como a “propuestas de acción en lo social”. Esto quiere
decir que las técnicas asociadas a la intervención en red pueden estar vinculadas a establecer
un modelo de situación sobre una comunidad visibilizando su estructura de red pero también
pueden apuntar al cambio del funcionamiento de esta estructura (Saidón, 1995). Es así como la
presente revisión se centrará en dos técnicas de intervención en red que atienden a estos dos
modos de entender la red social. Por una parte, se describirá la técnica del sociograma o mapa
de red social como un modo de acceder a una aplicación de la noción de red social como
estructura y, por otra, se describirá la técnica del grupo de autoayuda para entender como la
intervención en una red puede propulsar el apoyo social. En ambos casos, se profundizará en
sus nociones de referencia básicas, su usos y características operacionales. Finalmente, se
discutirá acerca del valor y límite cada una de estas técnicas, considerando de manera
particular el contexto de intervención característico del país.
I. Redes sociales: Antecedentes
Las redes son la expresión más evidente de las relaciones sociales que construimos
cotidianamente, es decir, apuntan a las interacciones espontáneas que nutren nuestra vida
social. Responden a conexiones o articulaciones entre grupos y personas con un objetivo
común que sirve de hilo conductor de tales relaciones. Si bien el concepto es particularmente
complejo y multívoco, es importante señalar que lo central de éste es su énfasis en la relación
social. (Gonçalves de Freitas y Montero, 2003).
En general, en una red se encuentran personas diversas unidas por un interés o valor.
Suponen, entonces, una cierta comunidad de creencias o valores que actúa como elemento
aglutinador de sus partes. Las redes sociales desarrollan una consistencia interna y se basan
en la información y conocimiento compartido por sus miembros. Asimismo, pueden proporcionar
apoyo social cuando estas relaciones se basan en la solidaridad y cooperación (Gonçalves de
Freitas y Montero, 2003). Las redes se caracterizan por ser heterárquicas, es decir, por poseer
una distribución de poder más o menos homogénea en su interior. Además son dinámicas y
pueden ser muy flexibles en su comportamiento social, tal como lo vemos en las relaciones que
entablamos día a día (Dabas, 1993).
Según Dabas (1998) una red social se conforma por una dimensión vincular y una
dimensión nocional. La red vincular se conforma por las múltiples relaciones que se establecen,
relaciones atravesadas por la emocionalidad de sus participantes. Por otra parte, la red nocional
permite contar con un soporte de significados compartidos y propios de la red, que asegura que
lo que se comunica “quiere decir lo mismo para ambos”. La anterior expresión recuerda al
concepto “mundo de la vida” de Habermas (1987), en cuanto apela a la existencia de diferentes
planos comunicacionales, uno ligado a supuestos y saberes culturales comunes.
Por otra parte, Itriago e Itriago (2000) proponen ciertas condiciones esenciales de una
red social que, a mi parecer, se parece más a una red social ideal que a una real pero que, sin
embargo, puede servir como referente o aspiración para el análisis y la intervención social.
Entre estas condicionantes encontramos que las redes deben: 1) poseer una organización
horizontal (vinculada al carácter heterárquico de las redes), 2) ser independientes, 3) responder
a los intereses de la red (representatividad) y estar en sintonía con esta, 4) ser participativas, 5)
promover y proteger valores, pero no imponerlos, 6) ser activas e interactivas, 7) No ser
lucrativas, 8) Ser estables y 9) ser flexibles.
Red como organización comunitaria
La red como organización comunitaria se caracteriza por ser más formal qua una red
natural, pero menos formal que una red profesionalizada. En éste continuo informalidad-
formalidad existen dos peligros. Si la informalidad es constante la red puede transformarse en
un conjunto de relaciones desarticuladas, pero si se cristaliza en demasía puede romper con la
dinámica cotidiana de las relaciones.
Los términos de “red social” y “apoyo social” han aparecido juntos de modo sistemático
en la literatura, en títulos tales como el influyente libro de Gottlieb (1981) “redes sociales y
apoyo social”, donde estos dos conceptos se tratan de un modo bastante genérico y tienden a
sobrelaparse. No obstante, estos conceptos no son sinónimos. El estudio del apoyo social no se
encuentra circunscrito al estudio de las redes. El análisis de las redes sociales ha personificado
la aproximación estructural a la evaluación del apoyo social porque enfatiza la descripción de la
composición de una red y al patrón de conexiones entre miembros de la red. Sin embargo, el
concepto de apoyo social puede o no ser trabajado desde una perspectiva red social.
Los estudios epidemiológicos: estos estudios nacen como un modo de comprender las
nuevas relaciones laborales y condiciones de vida que se produjeron por la urbanización
masiva en contexto de revolución industrial. Estos cambios rompen y reformulan las relaciones
sociales, provocando desintegración social y un impacto en el bienestar de las personas y los
sistemas sociales. En consecuencia de esto, los estudios epidemiológicos comienzan a
cuestionar la forma puramente individual de concebir la salud y enfermedad y a vincularla con
los procesos sociales (Herrero, 2004).
Las investigaciones sobre el estrés: Abrieron camino para ligar el estado psicológico de
las personas a sus condiciones ambientales. El estrés se vincula a la respuesta que produce un
organismo ante una situación amenazante en la que sus recursos disponibles no logran hacer
frente a las exigencias del estímulo. Es decir, el estrés se esgrime como una respuesta de
alarma ante una situación de desadaptación del organismo a su entorno. Esta no adaptación a
condiciones ambientales amenazantes se vincularían con la aparición de enfermedad (Herrero,
2004). Dentro de esta rama de estudio es necesario dar cuenta de la enorme influencia que ha
tenido el modelo ecológico de Bonfrenbrener (1979), que aportó la idea de que existe una
constante interacción entre individuo y su ambiente, la cual propulsa un proceso de sistemática
modificación mutua. En otras palabras, entre estos dos sistemas complejos, se establecería una
constante relación de ajuste, de adaptación mutua, y de acomodación, a partir de la cual es
posible el desarrollo de ambos sistemas (Navarro 2004).
Los programas de salud mental comunitaria: Dando por cierta la existencia de elementos
en el entorno que evitan la enfermedad o promueven la salud, estos programas apelan al rol de
la comunidad- en tanto entorno- como contenedor de los recursos necesarios para apoyar
socialmente y así facilitar el éxito de la rehabilitación de pacientes. En concreto, estos recursos
apuntan a la existencia de redes naturales no profesionales de apoyo, las cuales jugarían un rol
fundamental de integración social (Herrero, 2004).
Si bien existe un cierto consenso acerca de la existencia y los beneficios del apoyo
social entre quienes se han dedicado a estudiar este fenómeno, existen diferencias sobre cuál
es el factor decisivo para establecer donde se juega realmente el apoyo social. Entre estas
diferencias se encuentran quienes ponen el énfasis del apoyo social en la información, en el
afecto y en los sistemas de ayuda. El primer énfasis, ligado al apoyo social como información,
considera que el apoyo social es información que el individuo obtiene de sus cercanos, quienes
actuarían como un decodificador de contenido que en ambientes sociales desorganizados suele
ser confuso o inexistente. Cuando el individuo no sabe interpretar las señales que proceden del
entorno o no tiene información suficiente sobre dichas señales, desarrolla un estado que
denominamos enfermedad. El segundo énfasis, si bien acepta la teoría del apoyo social como
información lo restringe solo a aquella información que trasmite afectos positivos, que llevan a la
persona a considerarse querida y le lleva a percibir que es miembro de una red de
comunicación y obligaciones mutuas. Por último el apoyo social como sistemas de ayuda otorga
Iuces sobre la importancia que tiene para la persona crear y mantener entornos sociales
estables que permitan el flujo de esta información. El papel de los sistemas de ayuda es
proporcionar a la persona indicadores e información coherente sobre el contexto más global en
que vive (Herrero, 2004)
II. Dos técnicas de Intervención en Redes: El Sociograma y el Grupo de Apoyo
Entre los aspectos positivos del sociograma encontramos que muestra la realidad social
de manera más compleja que a como la vemos en la vida cotidiana. Los análisis cotidianos
suelen ser simples y simplistas, cargados de estereotipos y sin mostrar la complejidad que los
acompaña, mientras que en un sociograma podremos apreciar diferentes niveles dependiendo
del punto de referencia. Los elementos que van a ser manejados en el análisis son tipos de
relaciones, agrupación (conjuntos) de relaciones entre sujetos, densidades o discontinuidades
en las relaciones y también diferencias en los contenidos de las relaciones. Como se ve las
categorías como los grupos de edad, género, territorio, etc. aquí no son considerados sino en
función de las relaciones que mantienen, de las redes que forman con otros grupos o
categorías sociales (Gutiérrez, 2001).
La intensidad de las relaciones: ver qué relaciones son dominantes en cada espacio, si
las débiles o las fuertes y esto en una doble dirección, tanto horizontal como verticalmente,
entre pares y entre estratos
La densidad de las relaciones: en un mapa suelen aparecer, como mínimo, un par de
zonas diferenciadas y densamente trabadas internamente. Estas zonas de alta densidad han de
ser objeto de especial atención, tanto en sus características internas como en la relación que
mantienen entre ellas
Observación de los elementos centrales: son los que mantienen relación con numerosos
actores y el contacto entre éstos se mantiene a través del elemento central; sirve como
aglutinador de un espacio densamente relacionado.
Observación de los elementos articuladores: es decir, aquellos que, sin ser
necesariamente centrales, ocupan una posición estratégica (por su actividad, prestigio, por la
coyuntura, etc.) como para unir varios conjuntos o articular la red. La centralidad tiene por lo
tanto dos dimensiones: una es sinónimo del número de contactos que establece un actor, la
otra está en función de la importancia de la posición relativa del actor. Este segundo aspecto
considera la importancia de la mediación a través del actor central, sus cualidades como puente
entre dos subgrupos que, de otra forma, estarían desconectados.
Los conflictos o rupturas en la red: fijándonos dónde se producen interferencias en la
relación entre grupos o entre éstos y la base social y el carácter de esto conflictos.
Los espacios sin relacionar: es decir, aquellos lugares que hipotéticamente habrían de
estar relacionados o en los que el establecimiento de relaciones facilitaría una posible actuación
del proyecto, y en los que sin embargo no se da ningún contacto entre actores.
Las relaciones indirectas: que en un momento determinado puedan aclararnos un flujo
de contactos entre actores no ligados directamente.
Observación de los puentes: esto tiene que ver con el análisis de las “relaciones
débiles”. A pesar de lo remoto de las relaciones entre dos actores, no por ello carecen de
significado a la hora de ser analizadas. Si estas relaciones débiles unen dos sectores que de
otra manera estarían desconectados, los elementos que mantienen este tipo de vínculo reciben
el nombre de puentes y son de gran importancia (Frances, 2013).
Redes como apoyo social: El Grupo de Autoayuda
Los grupos de apoyo surgen en Estados Unidos en 1935 a iniciativa de los fundadores
de Alcohólicos Anónimos, en respuesta a una carencia de información y de recursos en la
comunidad. Los sustenta la idea de que gracias a la fuerza que se da al interior de un grupo y
de cada individuo se pueden combatir retos y enfermedades (Orígenes, s/f). La eficacia de un
grupo de autoayuda es precisamente su existencia, la cual es en sí misma una estrategia de
intervención.
Con respecto a la operacionalización del grupo de autoayuda existe una libertad grande
de acción. Sin embargo, existen ciertas recomendaciones para fomentar que éste funcione de
la manera más óptima posible.
Es conveniente contar con folletos informativos para ser repartidos de manera gratuita,
artículos sobre el tema, así como libros básicos que los participantes pueden intercambiar o
comprar.
Después de cada participación es importante retroalimentar ésta, ya sea por parte del
facilitador(a) o por alguno de los participantes.
Hacer una lista de asistencia con algún contacto de los asistentes para poder ubicarlos en
posteriores convocatorias y reuniones.
La experiencia de algunos grupos dan cuenta de que ofrecer café, galletas o refrescos al
final de las reuniones facilita la apertura de sentimientos de los integrantes y que se conozcan
entre ellos. Esto implica una organización especial tal como contar con un fondo común para la
compra y también para la distribución y limpieza.
III. Discusión
Dabas, E. N. (1998) Redescubriendo las redes sociales en la escuela. En: E. Dabas Redes
Sociales, familia y escuela (pp. 41-62). Argentina: Paidós.
Frances, F. (2013). Tema 5: las técnicas dialécticas: IAP y técnicas de creatividad social.
Extraído del sitio Web de la Universidad de Alicante, Departamento de Sociología II.
http://personal.ua.es/es/francisco-
frances/materiales/tema5/algunos_elementos_a_tener_en_cuenta_en_el_anlisis_de_un_s
ociograma.html [03/06/2013]
Gonçalves de Freitas M. & Montero M. (2003) Las redes comunitarias. Teoría y Práctica de la
Psicología Comunitaria. La tensión entre comunidad y sociedad (pp. 173-203). Argentina:
Paidós.
Gottlieb, B. H. (1981). Social networks and social support in community mental health. En B. H.
Gottlieb (Ed.), Social networks and social support (pp. 11-42). Londres: Sage
Kahn, R.L. y Antonucci, T.C. (1981). Convoys of social support: a live course approach. En
Kiesler, S.B., et al. Aging: Social Change. Academic Press. New York.
Nan, L., Dean, A. & Ensel, W. M. (1986). Social Support, Life Events, and Depression. FL:
Academic Press.
Saidón, C). (1995): "Las redes: Pensar de otro modo", en E. Dabas y D. Najmanovich (comps.),
Redes. El lenguaje de los vínculos. Hacia la reconstrucción y el fortalecimiento de la
sociedad civil, Buenos Aires, Paidós, pp. 203-207