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Reporte

LOS PROYECTOS ESPECIALES EN EL DESARROLLO DE SAN MARTIN

Palabras clave: Desarrollo, desarrollismo, gestión, estrategia, proyecto, organización.

0.- Introducción: San Martín, el desastre ecológico anunciado

I.- Cómo el desarrollo llegó a ser una ideología en Estados sub-desarrollados

I.1.- Histórico: los años 60 y el nacimiento del desarrollo “mimético”.


I.2.- Una ideología polémica: el desarrollismo
I.3.- El Banco Mundial: Una financiera muy controvertida
I.4.- En el Perú, de la “Alianza para el progreso” al INADE.

II.- Balance: Proyectos Especiales o el desarrollismo contra el desarrollo

II.1.- Proyectos Especiales: mucho dinero, pocos resultados.


II.2.- Organizaciones burocráticas con fines de lucro
II.3.- La planificación concebida desde Lima
II.4.- La utilización política de los Proyectos Especiales
II.5.- El valor de lo perdido: oro verde a precio de chatarra

III.- Propuestas: El PESM, forjar un Proyecto Especial a partir del Desarrollo Durable

III.1.- El Desarrollo Durable, útil de gestión pública


III.2.- Gestionar los Proyectos Especiales realmente como Proyectos
III.3.- La gestión racional de los recursos naturales
III.4.- Modernizar la Gestión Pública, imperativo de la LODGR

IV.- Conclusión: Hacia un Proyecto Especial ecologista para San Martín

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0.- Introducción: San Martín, el desastre ecológico anunciado

Las estadísticas sobre medioambiente, pocas pero terribles y, sobretodo, aquello que la gente puede
ver en las montañas, son la demostración palpable del desastre ecológico que se había anunciado para
San Martín. Sólo unos pocos años después de la finalización de la carretera Marginal -hoy llamada
Fernando Belaúnde Terry- saltaron las alarmas: la proliferación insólita de las chacras a lo largo de los
caminos y el desfile inacabable de camiones cargados de madera hacia la costa, hacían presagiar lo
peor.

Las estadísticas no dejan lugar a dudas. En la estimación más optimista, divulgada por el Gobierno
Regional de San Martín (Ordenanza Regional N° 021-2005-GRSM-CR) el 27% de la superficie
regional se encuentra deforestada. De las 5 millones de hectáreas con que cuenta la región, 1’300,000
hectáreas ya se habrían hecho humo. Y al ritmo deforestador con que avanza la tecnología regional,
unas 40 hectáreas cada día (15,000 hectáreas por año), el consumo total de los bosques regionales
tardaría unos 250 años, todavía. Las cifras del INEI de 1997 son más pesimistas. Para ese año la
deforestación había alcanzado los XX millones de hectáreas, con un ritmo de destrucción de 55,000
hectáreas anuales (a 150 cada día), se podría haber despejado completamente la región dentro de unos
67 años!. Pero las consecuencias no parecen querer esperar tanto.

Deforestación, sequía de los ríos, recalentamiento climático local, inundaciones, corrimiento de


tierras, masacre de la fauna, polución de las aguas, empobrecimiento del suelo, alteración del régimen
de lluvias, son algunos de los efectos de esta manera perversa de ocupar el medioambiente que
habitamos. Además de la amenaza concreta que esto significa para la vida cotidiana de la población,
la sequía y el empobrecimiento del suelo son factores directos de pobreza, así como las inundaciones
repentinas producen damnificados y miseria, tal como ha ocurrido este año en el Huallaga Central.

Está también la amenaza contra los recursos naturales y su biodiversidad, que es el verdadero capital
con que cuenta nuestra región. En bosques similares al nuestro (Tambopata), se ha determinado que
unas 550 hectáreas pueden albergar unas 90 especies de mamíferos, 570 de aves, 170 de reptiles y
anfibios, 94 de peces y más de un millar de especies de mariposas. En riqueza biológica, con la
deforestación salvaje estamos perdiendo una verdadera fortuna. El profesor Robert Costanza y su
equipo, llegaron a establecer que cada hectárea de bosque tropical tiene un valor superior al millón de
dólares, considerando los servicios que rinde como ecosistema.

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Pero cómo apareció esa forma de mal-tratar el bosque regional, cómo fue enraizándose ese hábito de
buscar el progreso a costa de destruir aquello que nos sustenta. Es necesario saber cómo fue posible
financiar a esas oleadas de migrantes que encontraron crédito financiero para montar sus micro-
proyectos deforestadores, que utilizaron la infraestructura vial distrital como ruta de acceso a nuevos
espacios de destrucción y cuál fue esa asesoría técnica que los impulsó a seguir desbrozando la
floresta para implementar cultivos supuestamente más productivos.

En pocas palabras, cómo pudo implementarse en nuestra región un modelo de desarrollo tan poco
complaciente con un medio natural pleno de ecosistemas especializados y frágiles. Es necesario
responder a estas interrogantes para entender el problema y para corregirlo. Es el momento de asumir
la responsabilidad frente a esa generación a la que le estamos dejando por herencia un medioambiente
saqueado, un sistema agrícola ineficiente y unas condiciones socio-económicas bien poco auspiciosas
para enfrentar el futuro con optimismo.

Este reporte plantea un cuestionamiento directo al papel jugado por los tres Proyectos Especiales que
se implementaron en San Martín desde principios de los años 80: P.E. Alto Mayo, P.E. Huallaga
Central y Bajo Mayo y parte del P.E. Alto Huallaga, compartido con la Región Huánuco. Percibidos
por la opinión pública como organizaciones técnicas encargadas de gestionar un dinero producto de
lejanas donaciones internacionales, los Proyectos Especiales lograron disimular a lo largo de su
historia el papel de promotores siniestros de una de las formas más retorcidas que se le ha dado al
término desarrollo: el desarrollismo.

¿Cuánto dinero recibieron los Proyectos Especiales en San Martín en estos 25 años de destrucción
ambiental?; ¿cómo se emplearon esos millones de dólares en este ecosistema tan poco apto para ese
tipo de agricultura basada en monocultivos?; ¿en qué fuentes ideológicas se basaron los planes de
desarrollo que los técnicos agrícolas locales promovieron con tanta convicción?; ¿qué instituciones
internacionales financiaron semejante obra de ruina ambiental y por qué razones?; ¿cuánto de culpa
tienen estos Proyectos Especiales en el desastre ambiental en que hoy está sumida la Región San
Martín?.

Tales interrogantes no buscan culpabilizar personas, ni encontrar chivos expiatorios. Sencillamente,


en un momento en que se da la posibilidad de crear un Gran Proyecto Especial para San Martín, es
necesario examinar las causas profundas de los errores cometidos y encaminar a las buenas
voluntades hacia escenarios planificadores menos perniciosos. Como región forestal, todo proyecto
para San Martín debe tener como meta fundamental conservar el bosque tropical, en el sentido más
moderno del término: a la vez preservándolo y haciéndolo productivo. Puede servir esta frase, el
futuro de San Martín o es ecológico… o no será.

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I.- Cómo el desarrollo llegó a ser una ideología en Estados sub-desarrollados

I.1.- Histórico: los años 60 y el nacimiento del desarrollo “mimético”.

Tras la Segunda Guerra Mundial, Europa quedó sumida en la ruina. Los Estados Unidos, frente al
incremento de poder de la Unión Soviética, decidieron ayudar al Viejo Continente y restablecer un
orden internacional más favorable. Se creó un nuevo Sistema económico internacional basado en los
acuerdos de Bretton Woods, con dos instituciones faro para dirigir la economía mundial: el Banco
Mundial y el FMI. El primero se encargaría de transferir fondos masivos a los países arruinados por la
guerra y el segundo de hacer el seguimiento a la buena utilización de los mismos. El primer país
beneficiado sería Francia, que recibió más de 250 millones de dólares para iniciar su recuperación. El
conjunto de la ayuda para Europa pasará a la historia con el nombre de Plan Marshall.

Una década después el “milagro económico” se había consolidado. Europa marchaba hacia la
abundancia y la imagen de países desarrollados exitosos empezaba a llenar la retina de los otros países
a partir de ese entonces llamados “sub-desarrollados”. La búsqueda de más progreso económico
obligó a los países europeos a desembarazarse de sus colonias en Asia y África, lo que originó una
última ola de descolonización que fue dejando tras de sí decenas de nuevos países ansiosos por lograr
enseguida su independencia económica.

A principios de los años 60, el tema del desarrollo empezó a preocupar a la comunidad internacional.
La ONU inauguró sus denominadas “décadas del desarrollo”, estimulando a los países ricos a una
“cooperación al desarrollo” de los países pobres, promoviendo iniciativas multilaterales. Hace su
aparición la CNUCED (Oficina de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo) que se hará
una de las principales promotoras del desarrollo del Tercer Mundo imitando el modelo seguido por los
países ricos, conocido como el “desarrollo mimético”. En América Latina aparece la CEPAL
(Comisión Económica para América Latina), dedicada a la planificación del desarrollo de los países
miembros a través de su confianza en el efecto “trickle down” (teoría del rebalse) que postulaba que
bastaba que haya crecimiento económico para que se produjera el progreso social.

Para detener el avance del comunismo en América Latina, los Estados Unidos de J. F. Kennedy,
lanzan su programa de ayuda económica “Alianza para el Progreso”, con el fin de estimular la
confianza en el capitalismo. En el Perú, entre otras obras financiadas por la AID, está la construcción
de la Carretera Marginal, el más importante eje de penetración al territorio amazónico y paradigma de
destrucción del medioambiente.

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La crisis petrolera a principios de los 70 vino a dar con el traste a toda esa confianza en el desarrollo
económico imitando a los países ricos. La ayuda voluntarista al desarrollo que otorgaban estos países
al Tercer Mundo dejó de funcionar. La reunión de la CNUCED realizada en Lima en 1975 relanzó la
confianza en la producción industrial para crear desarrollo, mientras que la OIT (Organización
Internacional del Trabajo) consagra la idea de provocar el desarrollo solucionando las “necesidades
básicas”. La abundancia de petro-dólares incita a los países del Tercer Mundo a embarcarse en
créditos públicos para financiar el desarrollo.

A principios de los 80 la desilusión por el crecimiento se torna en pesadilla para los países pobres. La
llegada de Ronald Reagan y de Margaret Tatcher al poder provocará el inicio de la ola ultraliberal que
empezará por cobrar las deudas del Tercer Mundo a intereses más altos. Los países pobres quedan
sumidos en una crisis severa y el Banco Mundial lanza sus primeros programas de lucha contra la
pobreza. El FMI empieza a controlar las economías nacionales a través de sus “planes de ajuste
estructural” y a alabar a las economías emergentes del Sud-este asiático (Corea, Taiwán, Hong Kong)
a quines llamará sus “buenos alumnos”.

En el Perú, el Banco Mundial, a través de la AID y otras sucursales de ayuda, emplazan sus
programas de inversión en infraestructura pública de gran envergadura. Para gestionar esos créditos y
fomentar la Planificación se crea el INADE (Instituto Nacional de Desarrollo), volcado a adaptar el
mito del desarrollo a las regiones rurales supuestamente llamadas a convertirse en nuevos polos de
crecimiento.

En los años 90, llamados la década financiera, priman los criterios de rentabilidad y competitividad
internacional, lo que va a ejercer una presión sobre la forma de utilización de los capitales prestados.
En Brasil se celebra en 1992 la “Cumbre de Rio” o Cumbre de la Tierra, momento clave de inicio de
la toma de conciencia masiva sobre los desgastes originados por el desarrollo sobre los ecosistemas
del planeta. La mayoría de agencias gubernamentales, incluido el INADE, se ven obligadas a
maquillar sus esquemas de desarrollo con “programas de manejo ambiental”, tímidos ensayos de
control de impacto ambiental que sólo logran adaptar algunas palabras de moda: desarrollo
alternativo, desarrollo integral, desarrollo sostenible.

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