Asì que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y
mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor. Hebreos 12:28-29. Como pueblo de Dios, redimidos con la sangre de Cristo; somos muy afortunados por cuanto siempre estamos recibiendo de nuestro Padre Celestial, grandes bendiciones que han transformado nuestras vidas de una manera maravillosa. Entre las bendiciones recibidas están: El perdón de nuestros pecados, la salvación eterna, el sello y llenura del Espìritu Santo que nos guía a toda verdad, su gloriosa Palabra que nos sustenta cada dìa de nuestra vida y la diversidad de dones que se nos ha otorgado para vivir una vida abundante dentro del reino de Dios. Como si todo esto fuera poco, también hemos recibido “un reino inconmovible”, que nos asienta como un pueblo bien establecido sobre bases sòlidas y bien definidas. El reino inconmovible de Dios, manifiesta el carácter estable que prevalece en todos cuantos hemos sido adoptados como hijos de Dios y revestidos de las vestiduras que nos distinguen como reyes y sacerdotes, destinados para adorar y servir al único Dios verdadero que reina por los siglos de los siglos. Tambièn debemos considerar que el tèrmino “inconmovible”, nos permite conocer que en este mundo, existen cosas que tienen que ser removidas. Son removidas por su carácter de temporalidad, para dar lugar a las cosas permanentes. En esta misma carta dirigida a los Hebreos, se registra còmo tuvo que ser “removido” el sacerdocio Levìtico, para dar lugar al nuevo orden sacerdotal revelado desde la antigüedad, en el personaje reconocido como Melquisedec. Este nuevo sacerdocio es parte del “reino inconmovible”, por cuando està fundado en un juramento santo, dado por el mismo Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien funge desde ahora y por la eternidad, como nuestro Sumo Sacerdote y no en el Templo hecho por manos humanas, aunque figura del celestial; sino en el mismo Lugar Santìsimo ubicado en el tercer cielo. Tambièn debemos notar que los sacrificios ordenados en el Antiguo Pacto, que eran sombra y figura del verdadero y único sacrificio del Cordero de Dios, fueron removidos en el cumplimiento de los tiempos, para dar lugar al propósito eterno en el cual estamos fundados como iglesia de Cristo. Por otro lado, encontramos en el concepto “un reino inconmovible”, el desarrollo de la personalidad de cada cristiano, que se funda sobre conceptos sòlidos y muy estables del reino de Dios. Los creyentes en Cristo Jesùs, somos llamados a un reino eterno, en donde se contrasta con la temporalidad del presente siglo y la inseguridad de todas sus instituciones, aunada a la inestabilidad que ofrecen sus sistemas y demás estamentos que gobiernan a las naciones de todo el mundo. En Cristo Jesùs, encontramos al Rey de reyes, al Señor de Señores, al Salvador eterno, al Principe de paz, Fiel consejero y Padre eterno; realidades que nos bendicen con una profunda estabilidad no solo emocional, sino espiritual y hasta material. Nuestra respuesta por supuesto, debe ser inteligente, con una profunda gratitud que nos permita honrar, adorar y servir con especial temor reverente al verdadero Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Quien realmente ha realizado en su corazón el verdadero significado de “un reino inconmovible”, no podrá escatimar ningún esfuerzo para darse a si mismo al Dios invisible y tener de esa manera la gloriosa oportunidad de permitir que en su vida brille la luz de la misma gloria del reino de Dios. Empero existen aùn, cosas que no han sido removidas; que están esperando el cumplimiento de otros grandes acontecimientos profetizados con anterioridad, mismos que están por fenecer, para ceder espacio a las cosas finales que nuestro Dios ha decretado para todo el universo. Està escrito: Aùn una vez, y conmoverè no solamente la tierra, sino también el cielo. (Heb. 12:26).