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El invierno es la mejor estación para mí.

Cuando pongo ese posesivo “mí” quiero marcar una


absoluta subjetividad. Con el invierno mis posibilidades aumentan, o mejor dicho la potencia de mi
cuerpo. Hay ciertas cosas que uno puede omitir por distintos motivos. Podemos omitir ciertas
causas de nuestra vida por vergüenza o por economía, pero lo importante es poder dar cuenta de
las cosas que nos atraviesan, a pesar de que los presentemos como efectos sin causa o jinetes sin
cabeza.

La soledad y el invierno son aliados de mi mente y mi cuerpo respectivamente. En el caso de la


soledad pudo ser causa de tensiones y sufrimientos en un momento, como la soledad kafkiana. Sin
embargo he renunciado con cierta alegría a la compañía. Supongo que es por el hecho de que no
soy de los que pueden estar “solos en sociedad”, no tengo el tipo de personalidad o mentalidad
que me permite ver pasar un desfile obsceno sin que me modifique. La indiferencia es un don que
me visita solo cuando me encuentro alejado del tumulto.

La ansiedad disminuye notablemente cuando me encuentro solo. Aunque también estar rodeado
de gente que me conoce muy bien, como por ejemplo familiares con los que convivo, confieso que
tampoco me altera mucho con la condición de manejar mis silencios y mis manifestaciones a gusto
y placer. Si me dejo llevar por ellos la situación es otra y cualquier contacto se vuelve un ligero
sufrimiento en momentos de mucha suerte.

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