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En momentos en que la sociedad vive una profunda crisis social, y en la que diversas ciencias
vienen siendo motivo de serios cuestionamientos debido al agotamiento de su función utilitarista
más que epistémica, se plantea la necesidad de revisar el aporte que la filosofía lograba dentro
de la educación.
Cada momento de la historia de la humanidad está marcada por las circunstancias y los
paradigmas sociales que generaron toda una teoría que trataba de explicar los asuntos que
rigen al mundo físico. Continuar fragmentando la esencia del desarrollo humano resulta poco
productivo. Si tomamos cada uno de los paradigmas cosmológicos en esencia, y lo analizamos
a la luz del momento histórico que representó, seguramente encontraremos que el soporte
social y educativo en el cual se amparaba, correspondía a una posición con soporte epistémico
que trataba de orientar en el camino del desarrollo humano.
El estancamiento que sufre la filosofía y que arrastra necesariamente a la educación nos lleva a
un asunto importante sobre el cual es necesario reflexionar: La seudociencia, punto intermedio
entre ciencia concretamente definida, y prácticas y creencias como elemento central de un
dogma o asunto concerniente a clase. La seudociencia es reconocida como tal, producto de la
falta de rigor científico en tanto que no cumple con elementos previsores y exploradores que
posee la ciencia. Establece su origen en antiguas tradiciones y en desproporcionadas
aseveraciones que la ciencia no da por ciertas; sin embargo, es necesario que se profundice en
asuntos que la filosofía de la ciencia desecha como basura. La seudociencia abunda porqué
produce resultados en corto tiempo y a bajo costo. En algunos países tiene una creciente
demanda debido a la falta de recursos y a la tradición investigativa que orienta sus esfuerzos a
los fenómenos sociales, y porqué en esencia los resultados son más fáciles de comprender y
asimilar que los producidos y entregados por la ciencia. Algunos científicos y filósofos tienden a
tratar a la seudociencia como si fuera basura inservible debido a la costumbre de dar poco valor
a los asuntos que no cuentan con el rigor científico que requiere la ciencia. El valor de la
seudociencia se centra en aspectos de índole cultural y social que bien valen la pena ser
investigados, ya que en ellos pueden emergen asuntos que la misma ciencia puede tomar como
elementos constituyentes que orienten el rigor científico que se requiere para la investigación.
La educación tiene la obligación de dar respuesta a las necesidades propias de la ciencia; sin
embargo, debe soportar la seudociencia como elemento cultural y tradicional de los pueblos. La
filosofía tiene en esencia la posibilidad de acompañar el desarrollo científico, cultural y social de
los pueblos. De igual manera, es la responsable de establecer puentes de unión para que
elementos valiosos de la seudociencia no pierdan la importancia en el camino a esclarecer
asuntos de la rigurosa ciencia.
El fondo de la crisis que vive la filosofía se origina en el agotamiento del discurso y en la pérdida
del entusiasmo. Se requiere de una filosofía que asuma la responsabilidad de los problemas
reales, y no se esconda bajo la retórica y el discurso agotado. La educación tiene la
responsabilidad de re-enfocar el carácter integrador que promueve la filosofía. Sin estos
elementos, los pueblos estaríamos confinados a la seudociencia.