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El Día de los Derechos Humanos (DDHH), se celebra todos los años el 10 de diciembre.

Se conmemora el día en que, en 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas


aprobó la Declaración Universal de los DDHH.

Este año, el Día de los DDHH, es una llamada a todos para defender los derechos del
otro. Es responsabilidad de todos defender los derechos humanos.

¿Pero realmente sabemos qué son los DDHH? ¿Para quiénes aplican los DDHH?
¿Quiénes violan los DDHH?

Luego de un suceso violento, es muy común encender la televisión, escuchar la radio,


entrar a las redes sociales y ver comentarios polarizados, contra el sentido de los DDHH
y sobre el quehacer de quienes los defienden.

Claro alimentados por el discurso de algunos personajes, quienes se aprovechan de


dichos sucesos para traer a colación la pena de muerte y otros vejámenes, contra la vida
y la dignidad humana. Aprovechando las descargas emocionales del momento.

Los DDHH son derechos inherentes a todos los seres humanos, sin distinción alguna de
nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen nacional o étnico, color, religión, lengua,
o cualquier otra condición.

La Declaración Universal de los DDHH, es la piedra angular de estos derechos.


Mediante esta Declaración, los Estados se comprometieron a asegurar que todos los
seres humanos deben ser tratados de manera igualitaria. Sin embargo, no tiene fuerza
obligatoria, tratándose de una Declaración y no de un Tratado, pero gracias a su
aceptación por países de todo el mundo ha adquirido un gran peso moral.

La ONU, ha aprobado muchos tratados que obligan jurídicamente a los Estados a


garantizar los derechos fundamentales de sus ciudadanos. Los más importantes son: el
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales y sus dos Protocolos Facultativos.

La Declaración, junto con esos dos Pactos y sus Protocolos, constituyen la Carta
Internacional de Derechos Humanos.

Desde el punto de vista del derecho internacional, los tratados internacionales son
pactos entre Estados y solo los Estados pueden suscribir compromisos y declaraciones
como la Declaración Universal de los DDHH. Así, al ser los Estados signatarios de estos
documentos, están obligados a cumplirlos a cabalidad. Este compromiso, no puede ser
asumido por personas particulares ni por organizaciones privadas. Se entiende entonces
que el Estado es el único sujeto activo del delito de violación de los derechos humanos.

Es claro que existe una diferencia fundamental, entre lo que es un delito (cometido por
una persona particular) y una violación de derechos humanos (cometida por el Estado).
Los DDHH no defienden criminales, defienden la dignidad de las personas por igual.

En sentido estricto, solo deben denominarse violaciones a los DDHH, aquellos actos
con los cuales el Estado, por acción o por omisión, incumple sus compromisos de
garantizar a todas las personas localizadas en su territorio y sujetas a su jurisdicción los
derechos reconocidos en la Carta Universal de los DDHH y en sus propias
Constituciones.

Lo cierto es que, todos estamos llamados a defender los DDHH de los demás pues son
garantías esenciales para que podamos vivir como seres humanos.Y propugnan para la
consecución de la forma más elevada de la convivencia humana: la paz.

La crisis que vive Venezuela hoy día no sólo se enmarca dentro de lo económico, sino
que engloba una serie de factores políticos, sociales y culturales. Contexto en el cual los
derechos humanos no se garantizan e incluso están siendo violados, dado el clima de
inestabilidad presente en el país que no permite asegurar la satisfacción de las
necesidades básicas como alimentación y salud, ni mucho menos garantizar un nivel de
vida adecuado a los venezolanos, que junto a la carencia de unas instituciones
económicas y políticas restringen a diario su fiel garantía y cumplimiento.

Cabe considerar, que los Derechos Humanos hacen referencia a un conjunto de


exigencias que deben ser respetadas de tal manera de asegurar una vida digna, en
igualdad, en libertad y en paz a las personas. Estando dentro de éstos los derechos
civiles y políticos, que están relacionados con la posibilidad de pensar y expresarse
libremente, así como la libertad de participar y hacer vida política, siendo el Estado de
Derecho el garante de éste conjunto de libertades.

Asimismo, se encuentran los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, vinculados


con el derecho a un nivel de vida adecuado, a una alimentación, vestido, vivienda,
educación, atención sanitaria, entre otros. Aunado a ello, el derecho a la paz y vivir una
vida tranquila se circunscriben dentro del conjunto de derechos humanos. En este
sentido, son los Estados los encargados de llevar adelante toda la regulación y
promoción de políticas necesarias para asegurar la plena realización, respeto y el fiel
cumplimiento de todas éstas premisas.

Dentro de estos argumentos, y tal como lo establece la constitución de la República


(Titulo III), es el Estado Venezolano representado por el conjunto de instituciones
públicas, el que tiene la obligación de promover el respeto de éstos derechos dentro del
país. Sin embargo, éste no está siendo garante de los mismos, dado que en la actual
crisis, existen un conjunto de derechos humanos que están siendo violados y no se están
implementado las políticas necesarias, ni los mecanismos que permitan asegurar el
respeto y garantía de los mismos. Tampoco se están llevando a cabo las políticas para
superar la crisis, dado que ésta es una de las variables que resta a la hora de garantizarle
a la población Venezolana las condiciones estables para un nivel de vida adecuado.

Dentro del conjunto de derechos humanos que son violados en el país resalta el
derecho a la alimentación, dado que no existe la oferta suficiente de alimentos para
cubrir la demanda de bienes alimenticios, producto de las políticas erráticas
implementadas en los últimos años, siendo la escasez la consecuencia evidente de tal
situación, lo que conllevando a una crisis alimentaria donde la dieta del venezolano se
ha reducido a niveles que no permiten cubrir los requerimientos nutricionales,
generándose así problemas de salud como lo es la desnutrición.
En cuanto al derecho a la salud la situación se agrava, dado que en el país existe una
hostil infraestructura de hospitales y centros asistenciales, lo cual aunado al déficit de
personal de salud y la escasez de medicamentos que ronda cerca del 80% ha agudizado
el panorama en el sector de salud, dejando a la población prácticamente sin éste vital
servicio. Por otro lado, la educación es otro de los ámbitos en el cual no se garantiza el
derecho a plenitud, ya que la calidad de la misma ha disminuido en los últimos años.

Ahora bien, al analizar el estado de los derechos civiles y políticos en el país, nos
encontramos con una polarización muy fuerte donde cada día la libertad de expresión, la
libertad política, los derechos de propiedad, de libre mercado, a ser juzgado con
imparcialidad, el derecho a la vida, a la integridad física juegan un papel menos
importante para los garantes de dichos derechos en Venezuela, siendo restringidos cada
día y sin derecho a réplica.

Bajo esta realidad así desdibujada, la crisis estructural del país es un aliciente que
restringe muchas de las libertades y derechos humanos de la población venezolana,
dado que no permite crear las condiciones estables dentro de la economía, que junto a la
falta de un Estado de derecho hacen difícil las garantías de los mismos en Venezuela.
No obstante, el llamado es hacia las autoridades públicas dado que éstas son las que
tienen la responsabilidad por un lado de llevar a cabo las políticas necesarias para
superar la crisis y, por el otro las responsables directamente de promover, y asegurar el
cumplimiento de los mismos. Finalmente, el llamado es hacia la reflexión de la
población sobre el tema ya que los derechos humanos son universales, prioritarios e
innegociables y ninguna sociedad puede negarlos ni restringirlos y, dado que somos
nosotros los íntimamente afectados, debemos de ser corresponsables a la hora de
promover y luchar por su realización dentro del país.

Esta cuestión fue el punto medular de la discusión de la semana, de la cual se


observó que la postura del Dr. Armando es que solo las autoridades o el Estado
es violador de derechos humanos, idea de la cual difiero, consideró que tanto
autoridades como particulares pueden incurrir en violación de derechos
humanos, lo anterior porque un elemento esencial de éstos es la dignidad
humana, entonces todo acto u omisión que atente contra la dignidad humana
es un acto violatorio de derechos humanos; sin embargo, cabe precisar que la
diferencia en este tema estriba en los medios de protección, ya que los actos
de particulares que violen derechos humanos se encuentran contenidos en
ordenamientos especiales como lo es el Código Penal (cuando la violación
constituya un delitos) o el Código Civil (como lo es la responsabilidad civil por
daño moral en términos del artículo 1916 de ese ordenamiento), los cuales a su
vez establecen los procedimientos para sancionar y reparar el daño ocasionado
las violaciones cometidas por los particulares. En tanto que tratándose de los
actos de autoridad que violen los derechos humanos, la vía por excelencia para
hacerlos valer ha sido el Juicio de Amparo.
Por otra parte, en relación al artículo 5, segundo párrafo de la Ley de Amparo
vigente que señala: “Para los efectos de esta Ley, los particulares tendrán la
calidad de autoridad responsable cuando realicen actos equivalentes a los de
autoridad, que afecten derechos en los términos de esta fracción, y cuyas
funciones estén determinadas por una norma general.”, dicha situación
únicamente constituye, desde mi punto de vista, una condicionante formal para
la procedencia del Juicio de Amparo contra actos de particulares, ya que sólo si
los particulares actúan realizan actos que se equiparen a los de las autoridades
será procedente el Juicio de Amparo en su contra.

Ahora bien, el ejemplo de que los actos de los grupos paramilitares pueden
considerarse como actos que violan derechos humanos porque sus acciones
constituyen actos de autoridad de facto como el uso de la fuerza armada que
es monopolio del Estado, tiene como contra argumento el ejemplo de los
grupos de delincuencia organizada, como los cárteles de narcotráfico, que
también usan la fuerza armada y cometen violaciones de derechos humanos
que atentan contra la dignidad humana.

En ese orden de ideas, mi conclusión sobre el tema es que los particulares


también incurren en violaciones de derechos humanos, sin embargo,
corresponde al Estado realizan acciones para prevenir, sancionar y reparar
esas violaciones.

EDUARDO ANDRADE SÁNCHEZ/JURISTA.- En la solución de conflictos entre


particulares cuando se alegan violaciones de derechos humanos resulta muy útil partir
de la revisión histórica de los que fueron originalmente proclamados como derechos del
hombre y del ciudadano, referidos en nuestros días como derechos humanos, para
precisar su extensión y asegurarnos de que su salvaguarda no se plantee de manera tan
amplia que resulte desprovista de contenido real o este pretenda abarcar tanto que
termine por carecer de utilidad o lo que es peor, se utilice para defender las más variadas
posiciones incluso contradictorias entre sí. Cuando esto último sucede la presunta
protección puede convertirse en un arma que daña los derechos humanos en vez de
preservarlos.

Sobre el tema, tuve oportunidad de asistir a una conferencia impartida por el ministro de
la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Jorge Mario Pardo Rebolledo [1], en la que
advirtió sobre el peligro de que el juzgador al preservar el derecho humano de una de las
partes, afecte los derechos de la parte contraria.

En los conflicto entre particulares está presente un derecho humano que ampara a
ambos contendientes: el de que la justicia del Estado se pronuncie de manera pronta,
completa e imparcial, como dispone el artículo 17 constitucional.

Las contradicciones que surgen de la preservación de derechos humanos en un juicio


entre particulares obligan a examinar el derecho humano a la igualdad. Las partes en
juicio deben encontrarse en condiciones de estricta igualdad para que la justicia sea
imparcial. Tal igualdad formal puede atemperarse, siempre que así lo disponga la ley,
por criterios de equidad que vienen a compensar desigualdades fácticas a fin de que se
actualice una auténtica igualdad entre las partes, así ocurre, por ejemplo en el Derecho
Laboral. Consecuentemente, la igualdad procesal configura un derecho humano esencial
cuando las partes son personas privadas. Por eso es fundamental recordar que los
derechos humanos se hacen valer, se reclaman, contra una autoridad que tiene la
obligación de respetarlos y protegerlos.

En los casos de litigios entre intereses privados es preciso analizar con enorme cuidado
las consecuencias de una inaplicación normativa por estimar que viola derechos
humanos. Ese examen es distinto al que se efectúa cuando se opone la pretensión de
una autoridad al interés de un gobernado. Así, cuando un juez encuentra que un tipo
penal resulta inconstitucional, al dejar de aplicar la norma correspondiente impide la
acción penal pública pero deja intacta la acción civil que tiene a su favor el afectado por
la conducta ilícita aunque esta no sea delito. En el Derecho Administrativo si una norma
señala una multa que resulte inconstitucional por excesiva, la inaplicación derivada de
su inconstitucionalidad, no genera afectación a ningún particular.

Ahora bien, la situación no es tan sencilla cuando se trata de la materia civil. No


debemos olvidar que la salvaguarda y el respeto a los derechos humanos corre siempre a
cargo del Estado quien es el sujeto pasivo de los mismos. No parece justificarse que un
juez, que es un agente del Estado, a fin de proteger un derecho humano correspondiente
a una parte, acabe por vulnerar el de acceso a la justicia que tiene el otro contendiente,
cuyos derechos subjetivos en el caso concreto provienen del orden jurídico en vigor.

La protección de un derecho humano constitucional o convencionalmente reconocido,


no debe hacerse a costa de otro derecho humano con el mismo reconocimiento. Este
principio no riñe con la facultad del juez de establecer cuál de los derechos materia del
litigio debe ser favorecido con base en la ley, pero la inaplicación de una norma
establecida para regir la situación jurídica en disputa, por razones ajenas a las estrictas
pretensiones de las partes, puede dar por resultado un trato violatorio de derechos
humanos.

Pensemos en la no aplicación de un precepto que se estima discriminatorio, la cual a su


vez priva a alguien de un derecho adquirido con base en la aplicación estricta de la ley.
Debe reconocerse que el perjudicado en ese caso también tiene derechos humanos de
igual rango que el de no discriminación, como es el de acceso a la justicia y a la
seguridad jurídica consagrados en los artículos 17 y 14 constitucionales. Es necesario
tener presente que todos los derechos humanos a los que alude el artículo primero de la
Constitución se consideran de igual jerarquía.

La seguridad jurídica es pilar fundamental del Estado de Derecho; sin ella se pierde
toda certeza sobre cualquier otro derecho. El artículo 14 dispone que las sentencias de
los juicios civiles deberán emitirse conforme a la letra de la ley o a su interpretación
jurídica. La Constitución garantiza así a los gobernados que la letra de la ley protegerá
sus derechos y que la justicia que se le imparta será pronta, completa e imparcial, con
base en su artículo 17.
Si con el objeto de proteger el derecho a la no discriminación, se favorece a una parte, el
afectado puede argumentar que se ha procedido contra él de manera parcial y por tanto
inconstitucional. El punto fino es que la medida protectora no se impone como un
límite a la acción del Estado, sino como fundamento de una determinación que
menoscaba los derechos subjetivos de quien se vio afectado por la inaplicación de la
norma, el cual podría aducir que la justicia obtenida no fue completa y, por lo mismo,
vio vulnerado su derecho humano a obtener la justicia como lo ordena la Constitución.

Vuelvo aquí a la premisa básica: los derechos humanos, salvo rarísimas excepciones, se
esgrimen siempre frente al Estado, este es el sujeto obligado en esa relación jurídica. Su
obligación correlativa consiste en algunos casos en una abstención frente al particular,
en otros se cumple mediante una acción específica que permita el disfrute de esos
derechos, cuando se trata de los de segunda o tercera generación. La consecuencia
lógico jurídica de tal premisa es que sólo el Estado, si falta a su deber, puede ser
identificado como responsable de la violación de tales derechos. No entraré en este
estudio a las excepciones derivadas de la actuación de un particular como autoridad en
cuya condición podría afectar derechos humanos reclamables por la vía del amparo.

Respecto a los derechos de la primera generación, el Estado puede violentarlos por el


despliegue de actos de distinta naturaleza, ya sea administrativos que atropellan
derechos de los gobernados, decisiones jurisdiccionales que impliquen una indebida
aplicación de la ley, o por leyes o reglamentos que contravengan los derechos
establecidos en la Constitución o en los tratados internacionales.

El juicio de amparo está diseñado para remediar estos posibles excesos de la autoridad;
constituye la más importante garantía del respeto a los derechos humanos de los
gobernados. Se plantea entonces la cuestión de si a través de ese juicio pueden
resolverse los casos en que un precepto jurídico vigente emitido por el Estado, al
aplicarse a una situación jurídica concreta, viola un derecho fundamental consagrado en
la Constitución o en un tratado, o si dicho juicio podría resultar insuficiente o no idóneo
para reparar la injusticia padecida por quien fue afectado por una resolución que dejó de
aplicar una ley que le favorecía pero que se estimó inconstitucional por la autoridad
judicial del fuero común o incluso por la del fuero federal.

Para encontrar la solución se necesita diferenciar entre el Derecho público y el privado.


Si la norma es de Derecho público y de su aplicación surge una afectación de derechos
humanos, resulta adecuado dejarla de aplicar.

Podemos fácilmente imaginar casos en que una ley permite ejercer facultades estatales
de modo desigual o discriminatorio, sea la exigencia desigual de un impuesto o una
disposición penal que sanciona a las personas con criterios injustificadamente
diferentes; en esos casos la inaplicación de la norma impide o remedia el tratamiento
desigual en beneficio del gobernado.

Por otro lado puede ocurrir que la norma presuntamente inconstitucional prevea
consecuencias jurídicas distintas para situaciones que deberían resolverse de modo
igualitario y que tal diferencia implica resultados que afectan a una de las partes en un
juicio entre particulares. Por ejemplo, la regulación de la herencia legítima en el
concubinato en determinadas condiciones trata al miembro supérstite de dicha relación
de forma diferente a la que corresponde al cónyuge supérstite. En el matrimonio, si este
último concurre con hijos de ambos cónyuges o de uno solo de ellos, la ley le otorga una
parte de la herencia igual a la de un hijo. En cambio, en el concubinato, si la
concurrencia se da con hijos que no son de ambos concubinos, el supérstite solo tiene
derecho a la mitad de lo que corresponde a tales hijos.

Salta a la vista que la ley contiene una discriminación por razón de estado civil puesto
que da un tratamiento diferente a la esposa o esposo por una parte y a la

concubina o concubinario por la otra. En este ámbito del Derecho Privado la


inaplicación de la norma no conduce a una resolución justa, pues si se corrige la
indebida desigualdad surgida de la ley, se produce un daño al derecho que la propia ley
concede a otras personas.

En este ejemplo, los hijos, por efecto de la norma, son titulares de la parte de la herencia
que les corresponde desde que ocurrió el fallecimiento del de cujus; su derecho ya
existe, no es una expectativa o una posibilidad. ¿Es justo que el juzgador les prive de la
parte de la herencia que la ley les confiere para compensar el trato discriminatorio a la
que está sujeta la concubina o el concubinario? Si deja de aplicar la ley en virtud de
considerarla discriminatoria, y da el mismo tratamiento previsto en las disposiciones
que regulan la herencia entre cónyuges, podría incurrir en la vulneración de derechos
humanos de los justiciables, cometida en ejercicio del poder jurisdiccional del Estado.

Este poder está obligado a preservar el derecho humano de acceso a la justicia en los
términos constitucionales y garantizar la seguridad jurídica, que es columna vertebral
del Estado de Derecho. Toda persona tiene derecho a que se le administre justicia. Las
bases de este derecho se encuentran según indicamos ya, en el artículo 17 de nuestra
Constitución y en el 14. De acuerdo con este, las resoluciones que aluden a cuestiones
civiles, deben emitirse con base en la letra de la ley o en la interpretación jurídica de la
misma y de faltar esta última, se recurre a los principios generales del derecho. Si existe
clara disposición de la ley que concede un derecho a los particulares, dejar de aplicarla
para favorecer a otro particular que participa del conflicto, supone una eventual
actuación injusta puesto que el otorgamiento de protección a un derecho humano
afectado por la ley, resulta en la desprotección del otro derecho humano surgido de la
misma ley. Es preciso también fijar un criterio nítido en cuanto a que la atribución de
“interpretar la ley” no debe, en sana lógica extenderse hasta el extremo de “no
aplicarla”.

El objeto supremo de la actividad jurisdiccional es impartir justicia y la jurisdicción


consiste en decir el derecho. El juzgador debe tratar de conciliar la búsqueda de la
justicia y la preservación del Estado de Derecho; ese delicado equilibrio debe
establecerse sobre un soporte razonable y consistente de seguridad jurídica. Quien juzga
no debe asumir funciones administrativas o legislativas en la persecución de la justicia.
La inaplicación de leyes en ejercicio del control difuso es un instrumento que debe
usarse con gran prudencia. No quiere esto decir que se abdique de esa posibilidad con la
que ahora cuenta la judicatura sino que se tengan bien presentes sus límites y se parta de
criterios que permitan una justa combinación del respeto y promoción de los derechos
humanos con la preservación del Estado de Derecho, en tanto este implica la
responsabilidad del Estado frente a actos violatorios de los derechos humanos.
La tesis aquí sostenida es que frente al conflicto derivado de la existencia de una ley
que violenta o parece violentar un derecho humano protegido por la Constitución o por
un tratado, de cuya inaplicación surja la afectación del derecho legítimo de un
particular, la solución se encuentra en la concepción central de que los derechos
humanos son exigibles siempre al Estado.

Si está vigente una norma discriminatoria o transgresora de derechos humanos, el autor


y responsable de la misma es el propio Estado. En el ejemplo ya explicado, los hijos de
la concubina o el concubinario no son responsables de la posible discriminación, ellos
no elaboraron la ley que les beneficia en supuesto detrimento del miembro supérstite del
concubinato. La parte que les toca se las da la ley y tienen derecho a que esta sea
estrictamente aplicada; si tal ley contiene elementos discriminatorios esa no es razón
para pararles un perjuicio.

Resulta, pues, improcedente desconocer un derecho basado en disposición expresa de la


ley, para corregir una inconstitucionalidad o inconvencionalidad, porque al proteger los
derechos humanos de una parte, lesiona los de la otra pues esta última resiente una
inexacta aplicación o una inaplicacion de la ley en afectación al derecho a la justicia.
En virtud de que el Estado es siempre el obligado en materia de derechos humanos,
debe responder por la existencia de una norma que viola la Constitución o un tratado
por ser discriminatoria o por alguna otra razón. Quien resulte perjudicado por la norma
tiene una acción contra el Estado, con independencia de que esté o no expresamente
prevista, pero no debe satisfacerse su derecho a costa del de otro.

En el ejemplo empleado, la concubina (o el concubinario) que pudiera resultar afectada


en la partición de la herencia, podría demandar al Estado el resarcimiento del perjuicio
que hubiese resentido, dado que la norma discriminatoria le produjo dicha afectación.

Por otro lado, si la decisión jurisdiccional consistente en la inaplicación de la norma


discriminatoria daña a los hijos que ya tenían derecho a una determinada porción de la
herencia, estos que resultaron privados de un derecho para favorecer a la contraparte
cuyos derechos humanos el juez estimó violados, podrían accionar contra el Estado para
que les resarza el perjuicio sufrido por la violación del derecho humano de acceso a la
justicia partiendo de la base de que ningún supuesto legal existente autoriza tal
privación, ni esta resulta del incumplimiento de alguna obligación jurídica que tales
hijos tuviesen.

Se trata por supuesto de un territorio novedoso que habría que explorar a partir de las
propias previsiones constitucionales señaladas en el artículo 109 sobre responsabilidad
objetiva del Estado, el cual dispone:

La responsabilidad del Estado por los daños que, con motivo de su actividad
administrativa irregular, cause en los bienes o derechos de los particulares, será
objetiva y directa. Los particulares tendrán derecho a una indemnización conforme a
las bases, límites y procedimientos que establezcan las leyes.

Es verdad que el texto reproducido alude a una actividad administrativa irregular, pero
cabe señalar que dentro de los mismos principios constitucionales se abre la posibilidad
de una interpretación que resulta más favorable a la persona en cuanto a que cualquier
actividad del Estado puede producir una afectación y la irregularidad derivar de una
violación constitucional o convencional.

Debe considerarse, igualmente, la posibilidad de que un rechazo de la autoridad


jurisdiccional de última instancia, a una petición de indemnización basada en las
posibles violaciones aquí analizadas, podría ser materia de la jurisdicción internacional
aplicable a los derechos humanos

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