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Todo se gasta con el tiempo, tu mirada, la mía.

La de la aurora, el brillo del tiempo, sorbida.

La esperanza que alcanza, en sueño dormía.

Un sueño mortal, la astucia entumida.

Las campanas de la iglesia, sórdida existía.

De los años de culpa, la época fría.

De las guerras se queja, pasada eximida.

El recuerdo fugaz, cumplido, extinguida.

Las mansas, praderas, el fuego lamía.

El vetusto edificio, bombas destruía.

La emblemática escuela, yo ya no salía.


De sus mansas manos, cuyos pies ardían.

Camino al convento, en donde diría.

Últimos responsos, final letanía.

Sor Juana de la Cruz, Sor Francisca rendida.

A los pies del cristo, postrada, reiría.

De sí misma dijo: «cómo, qué sería».

Sería de su vida.

Sin su niña, Frida.

Que habrá de pintar. Volaría.

A lo infinito, el éter mentía.

De los cielos grises, sobre ellos llovía.

Azufre bermejo, cuándo estallaría.


La explosión de risa, la aterra caricia.

El sol en la ventana, mañana estaría.

Sobre el Illimani, alto de Bolivia.

Tierras derretidas, el pico Bolívar.

Médanos de Coro, la Mérida encía.

Ya no puede más, le queda la vida.

Muriendo me muero, dijo entumecida.

Se ceca la angustia, del lago podría.

Decir muchas cosas, pero callaría.

Contar sus historias, me consumiría.

De estío y estupor, viento soplaría.

Pensando en mañanas, las tardes se irían.


Reposadas solas, no compartirían.

Los gratos recuerdos, las tiernas caricias.

Que un día fui; Rosa, Ifigenia, María.

Aún lo recuerdo, que yo olvidaría.

Los años de angustia, cuando pariría.

Pujándolo al viento, le obligaría.

Vivir de las cuestas, abajo y arriba.

Cumplir con las dudas ¡no! Soportaría.

Mentiras, gruñendo, me maldeciría.

Un día en la iglesia, un día en la esquina.

Cómo, cuándo, viene, de las tullirías.

Queseras del medio, fuerza sorprendida.


Carabobo eres, sangre, lanzas, y heroínas.

Cáceres Arismendi, mujer aguerrida.

Teresa de la Parra, en Paris nacería.

Gabriela Mistral, se asombraría.

Picón Salas, de ella diría: fue poco leída.

He incomprendida.

Como suele ser, cuando cambiaría.

La mente del necio, pensamiento, idea.

Los grados, retrógrados, nunca volvería.

Echar de la casa, ahora es mía.

Los años, la espuma, de las charcas pía.

Los llanos, horizonte, cuando viviría.


Recorrer tus cuencas ¡Oh! Me fascinaría.

Ver tu verde nácar, olor de mastranto, no me cansaría.

Los viejos recuerdos, enchumbados pondría.

Sobre un rocío eterno, la tierra baldía.

Los años se pasan, como sombra haría.

Sobre tu cabeza, yo no juraría.

Por nada del mundo te traicionaría.

Mintiendo a mí misma, jamás pensaría.

¿Echarme a correr? Cobarde sería.

Pues tú en tus manos, tienes este día.

Decide tú y no otro, quien plante regalías.

Semillas sembradas no germinaría.


El tiempo se acorta y jamás pondrías.

Las cosas en orden, tú, que pasaría.

Dormido en laureles, nunca más dirías.

Yo he vivido vidas, no como las mías.

El tiempo se gasta, el tiempo se olvida…

Llegarás muy lejos, llegará ese día.

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