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Blancaflor y Filomena
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Las señas del esposo Romance de Delgadina
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deme un poquito de agua aquel que llegue el primero
que el corazón tengo seco la corona le plantara
y a Dios entrego mi alma!” y aquel que llegue el postrero,
-“¡Quita de ahí, Delgadina, la cabeza le cortara.
quítate de ahí, malvada, Todos llegaron a un tiempo:
que ya va para siete años Delgadina ya expiraba.
que tú me haces malcasada!”
Delgadina, con gran sed, En Morillo Caballero, Manuel Romancero viejo, Madrid:
se asomaba a otra ventana Ediciones Isla del Gallo, 2005.
y vio entrar a su padre,
con los otros en compaña:
-“¡Por Dios le pido, buen rey,
por Dios un poco de agua,
que el corazón me la pide
y la vida se me acaba!”
-“¡Alto, alto, caballeros,
a Delgadina traed agua!”
unos con jarros de oro,
otros con jarros de plata,
En Morillo Caballero, Manuel Romancero viejo, Madrid: Ediciones Isla del Gallo, 2005.
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Infanta preñada
4
CANTIGAS MEDIEVALES
Cantiga de amigo
de Pero Meogo
-Dime, hija, hija mía hermosa,
-Digades, filha, mía filha velida: ¿por qué tardaste en la fuente fría?
porque tardastes na fontana fría? - Amores tengo.
-Os amores el. -Dime, hija, hija mía lozana,
-Digades, filha, minha filha louçana: ¿por qué tardaste en la fría fuente?
porque tardaste na fría fontana? -Amores tengo.
-Os amores ei. -Tarde, madre, en la fría fuente:
-Tardei, mia madre, na fontana fría, los ciervos del monte revolvían el agua.
cervos do monte a augua volvían. - Amores tengo.
-Os amores ei. -Mientes, hija mía, mientes por el amigo;
-Tardei, mia madre, na fría fontana: nunca vi que un ciervo revolviese el río.
cervos do monte volvían a augua. -Amores tengo.
-Os amores ei. -Mientes, hija mía, mientes por el amado:
-Mentir, mia filha, mentir por amigo: nunca vi que un ciervo revolviese el río.
Nunca vi cervo que volvess´ o rio. -Amores tengo.
-Os amores ei.
-Mentir, mina filha, mentir por amado:
En Alfonso el Sabio y otros Poesía medieval
Nunca vi cervo que volvess´o alto.
galaicoportuguesa, Buenos Aires: CEAL, 1983.
-Os amores ei.
Cantiga de amigo
Muitos me dizen que servi dõado
de Nuno Porco
de Alfonso Sanchez
Iré a la mar por verlo a mi amigo,
Muitos me dizen que servi dõado
le preguntaré si querrá vivir conmigo:
ũa donzela que ei por senhor.
y me voy enamorada.
Dizê- lo poden, mais ¡a Deus loado!
poss'eu fazerquen quiser sabedor
Iré a la mar por verlo a mi amado,
que non e'ssi; ca ¡se me venha ben!
le preguntaré si hará lo por mí mandado:
non é dõado, pois me deu por én
y me voy enamorada.
mui grand'afan e desej'e cuidado.
Le preguntaré por qué no vive conmigo,
Y le diré la cuita en que por él yo vivo:
Muchos me dicen que serví de balde
y me voy enamorada.
a una doncella que tengo por señora.
Pueden decirlo, pero ¡Dios sea loado!
Le preguntaré por qué me ha mal pagado,
puedo informar a quien quiera saberlo
Y con saña y sin razón me ha torturado:
que no es así; porque, ¡así me vaya bien!
y me voy enamorada.
no es de balde,
pues me dio por ello / muy gran afán y deseo y
cuidado. En Alfonso el Sabio y otros Poesía medieval
galaicoportuguesa, Buenos Aires: CEAL, 1983.
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Cantiga de escarnio
Cantiga de escarnio
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Cantiga de amor
Xoán de Lobeira
En Alfonso el Sabio y otros Poesía medieval galaicoportuguesa, Buenos Aires: CEAL, 1983.
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Garcilaso de la Vega
(1501/3-1536)
SONETO XXIII
En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;
Vega, Garcilaso de la Obras, ed. de Tomás Navarro Tomás, Madrid: Espasa-Calpe, 1973, 10.ª ed.
SONETO XIII
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SONETO V
Vega, Garcilaso de la Poesías castellanas completas, ed. de Elías L. Rivers, Madrid: Castalia, 1972, 2.ª ed.
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Francisco de Quevedo y Villegas
(1580- 1645)
¡Que sin poder saber cómo ni adónde, mas no, desotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
la salud y la edad se hayan huído!
nadar sabe mi llama el agua fría,
Falta la vida, asiste lo vivido, y perder el respeto a ley severa.
y no hay calamidad que no me ronde.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
Ayer se fue; mañana no ha llegado; venas que humor a tanto fuego han dado,
hoy se está yendo sin parar un punto; médulas que han gloriosamente ardido,
soy un fue, y un será y un es cansado.
su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, más tendrán sentido,
En el hoy y mañana y ayer, junto polvo serán, más polvo enamorado.
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.
Quevedo, Francisco de Poesía varia, Ed. James O.Crosby. Ediciones Cátedra - Letras Hispánicas, nº 134. Undécima edición, 1997.
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Sor Juana Inés de la Cruz
(1651 – 1695)
Quéjase de la suerte: insinúa su aversión a los vicios y justifica su divertimento a las musas
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Johann Wolfgang Von Goethe (1749 -1832)
Amor sin Descanso
En un álbum
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Gustavo Adolfo Bécquer (1836 – 1870)
Rima III
Sacudimiento extraño
que agita las ideas, brillante rienda de oro
como el huracán empuja que poderosa enfrena
las olas en tropel; de la exaltada mente
el volador corcel;
murmullo que en el alma
se eleva y va creciendo, hilo de luz que en haces
como volcán que sordo los pensamientos ata;
anuncia que va a arder; sol que las nubes rompe
y toca en el cenit;
deformes siluetas
de seres imposibles; inteligente mano
paisajes que aparecen que en un collar de perlas
como a través de un tul; consigue las indóciles
palabras reunir;
colores, que fundiéndose
remedan en el aire armonioso ritmo
los átomos del iris, que con cadencia y número
que nadan en la luz; las fugitivas notas
encierra en el compás;
ideas sin palabras,
palabras sin sentido; cincel que el bloque muerde
cadencias que no tienen la estatua modelando,
ni ritmo ni compás; y la belleza plástica
añade a la ideal;
memorias y deseo
de cosas que no existen; atmósfera en que giran
accesos de alegría, con orden las ideas,
impulsos de llorar; cual átomos que agrupa
recóndita atracción
actividad nerviosa
que no halla en qué emplearse; raudal en cuyas ondas
sin rienda que lo guíe su sed la fiebre apaga;
caballo volador; oasis que al espíritu
devuelve su vigor...
locura que el espíritu
exalta y enardece; ¡Tal es nuestra razón!
embriaguez divina Con ambas siempre lucha
del genio creador... y de ambas vencedor,
¡Tal es la inspiración! tan sólo el genio puede
a un yugo atar las dos.
Gigante voz que el caos
ordena en el cerebro, en Rimas y leyendas de amor. Buenos
y entre las sombras hace Aires: Plantea, 1999.
la luz aparecer;
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Arthur Rimbaud (1854 – 1891)
Vocales
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Charles Baudelaire (1821- 1867)
Correspondencias
La Natura es un templo donde vívidos pilares
Dejan, a veces, brotar confusas palabras;
El hombre pasa a través de bosques de símbolos
que lo observan con miradas familiares.
El albatros
Baudelaire, Charles Las flores del mal, Buenos Aires: Losada, 1989. Trad. Lydia Lamarque.
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La sopa y las nubes
Mi pequeña y bien amada locuela me invitaba a cenar, y por la ventana abierta del comedor
contemplaba las móviles arquitecturas que Dios hace con los vapores, las maravillosas
construcciones de lo impalpable. Y en mi contemplación, me decía: “Todas estas fantasmagorías son
casi tan bellas como los ojos de mi bien amada, la pequeña y monstruosa locuela de ojos verdes”.
Y de repente sentí un violento golpe en la espalda y oí una voz ronca y encantadora, una voz
histérica y como enronquecida por el aguardiente, la voz de mi pequeña y querida bien amada, que
me decía: -“¿Cuándo c… vas a terminarte la sopa, especie de mercader de nubes?”.
Baudelaire, Charles Pequeños Poemas en Prosa [1862], Cátedra, 1998. Trad. José A. Millán Alba.
De profundis clamavi
Los ciegos
La belleza
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El juguete del pobre
Quiero dar la idea de una diversión inocente. ¡Hay tan pocas distracciones que no sean culpables!
Cuando salga usted por la mañana, con la intención de pasear por los grandes caminos, llene sus
bolsillos de pequeñas invenciones baratas, tales como los polichinelas movidos por un hilo no más,
los herreros que golpean sobre el yunque y el caballero y su caballo, cuya cola es un silbato. Y a lo
largo de las tabernas, al pie de los árboles, rinda un homenaje a los niños pobres y desconocidos que
encontrará. Verá cómo se agrandan sus ojos desmesuradamente. Al principio, no osarán tomar su
regalo: dudarán de su dicha. Después, sus manos se aferrarán vivamente a su presente y finalmente
escaparán como lo hacen los gatos, que se van a comer, lejos de uno, el bocado que se les dio, pues
han aprendido a desconfiar del hombre.
Sobre el camino, detrás de la reja de un vasto jardín a cuyo fondo aparecía la blancura de un bonito
palacete recortado por el sol, estaba un niño hermoso, flameante, vestido con esos atavíos
campestres tan llenos de coquetería.
El lujo, la despreocupación y el espectáculo habitual de la riqueza hacen a sus niños tan bonitos, que
se les creería hechos de otra pasta que los hijos de la mediocridad o de la pobreza.
A lado de aquel niño yacía, sobre la hierba, un juguete espléndido, tan flamante como su dueño,
barnizado, dorado, vestido con un traje púrpura y cubierto de penachos y abalorios. Pero el niño no
se ocupaba de su juguete preferido y he aquí lo que miraba:
Del lado de allá de la reja, sobre el camino, entre los cardos y las ortigas, estaba otro niño, sucio,
raquítico, fuliginoso, uno de esos pequeños parias, en los que un ojo imparcial descubriría la belleza,
como el ojo conocedor que adivinan una pintura ideal bajo un barniz de carrocero y la limpia de la
repugnante pátina de la miseria.
A través de aquellos barrotes simbólicos que separaban dos mundos, el camino y el palacete, el niño
pobre mostraba al niño rico su propio juguete, que el rico examinaba ávidamente como un objeto
raro y desconocido. Ahora bien, ese juguete que el pequeño mugroso agitaba y sacudía en una caja
agujereada era una rata viva. Los padres, por economía sin duda, habían sacado aquel juguete de la
vida misma. Y los dos chiquillos se reían entre ellos fraternalmente con unos dientes de la misma
blancura.
¡Ah! Quieres saber por qué te odio hoy. Te será sin duda menos fácil os entenderlo que a mí
explicártrlo. Porque tú eres, creo, el mejor ejemplo de impermeabilidad femenina que se pueda
encontrar.
Habíamos pasado juntos una larga jornada que a mí me pareció corta. Nos habíamos prometido que
nuestros pensamientos serían comunes entre los dos, que, en lo sucesivo nuestras almas no serían
más que una, un sueño que, después de todo, nada tiene de original, si no es que, soñado por todos
los hombres, no ha sido realizado por ninguno.
Por la tarde, un tanto fatigada, quisiste sentarte en un café nuevo, que hacía esquina con un nuevo
bulevar, todavía lleno de cascajo, que mostraba ya gloriosamente sus esplendores inconclusos. El
café centelleaba. El gas mismo desplegaba todo el ardor de un debut e iluminaba con todas sus
fuerzas los muros cegadores de blancura, las láminas deslumbrantes de los espejos, el oro de las
varillas y las cornisas, los pajes de mejillas regordetas arrastrados por unos perros encadenados, las
damas que sonreían al halcón prendido en su puño, las ninfas y las diosas que portaban frutos,
pasteles y caza en la testa, las Hebes y los Ganímedes que ofrecían, en los brazos tendidos, la
pequeña ánfora de las bavaresas o el obelisco bicolor de los helados empenachados: toda historia y
toda la mitología puestas al servicio de la glotonería.
Delante de nosotros, sobre la calzada, se hallaba plantado un buen pobre hombre de unos cuarenta
años, con el rostro cansado y la barba grisácea, y tenía de la mano a un muchachito mientras
cargaba a un ser diminuto, demasiado débil para caminar. El hombre desempeñada quehaceres de
niñera. Todos estaban en harapos. Y aquellos tres rostros eran extraordinariamente serios, aquellos
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seis ojos contemplaban fijamente el nuevo café, con igual admiración, aunque diversamente
matizada por la edad.
Los ojos del padre decían: “¡Qué bello, qué bello! Se diría que todo el oro del pobre ha ido a dar a
esas paredes”. Los ojos del muchachito: “¡Qué bello, qué bello! Pero es una casa en la que sólo
pueden entrar las personas que no son como nosotros”. En cuanto a los ojos del más pequeño,
estaban demasiado fascinados para experimentar otra cosa
que una alegría estúpida y profunda.
Los cancionistas dicen que el placer hace el alma buena y que ablanda el corazón. La canción era
verdad en lo que me concernía. No sólo estaba yo enternecido con aquella familia de ojos, sino que
me sentía un poco avergonzado de nuestros vasos y nuestras garrafas, más grandes que nuestra sed.
Volví mi mirada a la tuya, querido amor, para leer allí mi pensamiento; me sumergí en tus ojos tan
hermosos y tan extrañamente dulces, en tus ojos verdes, habitados por el Capricho e inspirados por
la Luna, cuando me dijiste: “No soporto a esa gente con los ojos como platos. ¿No podrías pedir al
patrón que los alejara de aquí?”.
¡Así es de difícil entenderse, ángel querido, así de incomunicable el pensamiento, aun entre quienes
se aman!
Tristeza de verano
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Guillaume Apollinaire (1880- 1918)
En 1918.
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Paul Eluard (1895 – 1952)
La costumbre
El espejo de un momento
Disipa el día,
Muestra a los hombres las imágenes desligadas de la apariencia,
Quita a los hombres la posibilidad de distraerse,
Es duro como la piedra,
La piedra informe,
La piedra del movimiento y de la vista,
Y Tiene tal resplandor que todas las armaduras y todas las máscaras quedan falseadas.
Lo que la mano ha tomado ni siquiera se digna tomar la forma de la mano,
Lo que ha sido comprendido ya no existe,
El pájaro se ha confundido con el viento,
El cielo con su verdad,
El hombre con su realidad.
Al alba te amo…
Al alba te amo tengo toda la noche en las venas
Toda la noche te he contemplado
Tengo que adivinarlo todo me siento seguro en las tinieblas
Ellas me conceden el poder
De envolverte
De sacudirte deseo de vivir
En el seno de mi inmovilidad
El poder de revelarte
De liberarte de perderte
Llama invisible de día.
Si te vas la puerta se abre hacia el día
Si te vas la puerta se abre hacia mí mismo.
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La necesidad
Poeta negro
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Robert Desnos (1900- 1945)
Es de noche
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César Vallejo (1892 – 1938)
L
EL CANCERBERO CUATRO veces
al día maneja su candado, abriéndonos
cerrándonos los esternones, en guiños
que entendemos perfectamente.
en Trilce, 1922.
LIX
LA ESFERA TERRESTRE del amor
que rezagóse abajo, da vuelta
y vuelta sin parar segundo,
y nosotros estamos condenados a sufrir
como un centro su girar.
Al Sur Catedral
Desde uno de tus patios haber mirado Las olas de rodillas
las antiguas estrellas, los músculos del viento
desde el banco de sombra haber mirado las torres verticales como goitos
esas luces dispersas la catedral colgada de un lucero
que mi ignorancia no ha aprendido a la catedral que es una inmensa parva
nombrar con espinas de rezos
ni a ordenar en constelaciones, Lejos.
haber sentido el círculo del agua Lejos
en el secreto aljibe, los mástiles hilvanaban horizontes
el olor del jazmín y la madreselva, y en las playas ingenuas
el silencio del pájaro dormido, las olas nuevas cantan a maitines
el arco del zaguán, la humedad La catedral es un avión de piedra
esas cosas, acaso, son el poema. que puja por romper las mil amarras
que lo encarcelan
En Fervor de Buenos Aires, 1923. la catedral sonora como un aplauso
o como un beso.
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Oliverio Girondo (1891 – 1967)
PEDESTRE
Las sombras se quiebran el espinazo en los umbrales, se acuestan para fornicar en la vereda.
Con un brazo prendido a la pared, un farol apagado tiene la visión convexa de la gente que pasa en
automóvil.
Las miradas de los transeúntes ensucian las cosas que se exhiben en los escaparates, adelgazan las
piernas que cuelgan bajo las capotas de las victorias.
Pasa: una inglesa idéntica a un farol. Un tranvía que es un colegio sobre ruedas. Un perro fracasado,
con ojos de prostituta que nos da vergüenza mirarlo y dejarlo pasar*.
*Los perros fracasados han perdido a su dueño por levantar la pata como una mandolina, el pellejo
les ha quedado demasiado grande, tienen una voz afónica, de alcoholista, y son capaces de estirarse
en un umbral, para que los barran junto con la basura.
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Octavio Paz (1914 – 1998)
Viento
Cantan las hojas,
bailan las peras en el peral;
gira la rosa,
rosa del viento, no del rosal.
Nubes y nubes
flotan dormidas, algas del aire;
todo el espacio
gira con ellas, fuerza de nadie.
Todo es espacio;
vibra la vara de la amapola
y una desnuda
vuela en el viento lomo de ola.
CAMBIOS DE NOMBRE
A los amantes de las bellas letras
Hago llegar mis mejores deseos
Voy a cambiar de nombre a algunas cosas.
Mi posición es ésta:
El poeta no cumple su palabra
Si no cambia los nombres de las cosas.
¿Con qué razón el sol
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Ha de seguir llamándose sol?
¡Pido que se le llame Micifuz
El de las botas de cuarenta leguas!
FRONTERAS INÚTILES
un lugar
no digo un espacio
hablo de
qué
hablo de lo que no es
hablo de lo que conozco
no el tiempo
sólo todos los instantes
no el amor
no
sí
no
En Los trabajos y las noches, Buenos Aires: Sudamericana,
un lugar de ausencia 1965.
un hilo de miserable unión
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