la subjetividad
Hacia una nueva razón utópica
indo-afro-latinoamericana
Isabel Rauber
en diálogo con Lidia Fagale
Descolonizar
la subjetividad
Hacia una nueva razón utópica
indo-afro-latinoamericana
Descolonizar
la subjetividad
Hacia una nueva razón utópica
indo-afro-latinoamericana
Isabel Rauber
en diálogo con Lidia Fagale
DESCOLONIZAR LA SUBJETIVIDAD
Hacia una nueva razón utópica indo-afro-latinoamericana
Isabel Rauber en diálogo con Lidia Fagale
Editorial filosofi@.cu
Instituto de Filosofía
Calzada Nº 251 esquina a J, Plaza de la Revolución
CP: 10400, La Habana, Cuba.
ISBN: 978-959-7197-35-5
Y la colaboración de:
Equipo:
Edición: Xiomara L. García
Transcripciones: Susana Durot
Artes finales: Pasado y Presente 21
Índice
PRESENTACIÓN ............................................................................................................... I
i
económicos que –supuestamente- se reflejarían ―automáticamente‖ en las
conciencias, y que serían el resultado de la eliminación de la propiedad privada de
los medios de producción que –por esa vía-, resultó ser ―un cambio de dueño‖.
El problema no se soluciona con salir del capitalismo, acota, sino que es
necesario “superar la civilización del capital” que promueve una alienación
integral de los seres humanos haciéndonos cada vez más ―objetos de consumo‖.
Cabe interrogarse entonces: ¿Es posible pensar en la emancipación bajo otras
lógicas y experiencias, realmente liberadoras? El desafío que propone el ―cambio
civilizatorio‖ ¿renuncia al cambio de sistema o busca un camino alternativo, más
abarcativo? ¿Es posible construir conciencia o autoconciencia revolucionaria,
liberándose simultáneamente de la opacidad en la que nos sumerge el sistema
cultural?
Las reflexiones que aquí se comparten no se explican a partir de los
paradigmas del pensamiento de izquierda predominante en el siglo XX. Si bien se
nutre de ellos, los conceptos, las propuestas y miradas de Isabel Rauber se
inscriben en una concepción que procura contribuir a una visión actualizada del
sistema mundo regido por el capital en tiempos de la globalización de su
hegemonía. Y esto tiene que ver tanto con la crítica analítica del mundo en el
presente, como con las ideas acerca de la posibilidad de superar el capitalismo en
favor de la vida. ―No habrá posibilidad alguna de superar la trampa cultural del
modo de vida generado por el capital si no se rompe de raíz con la lógica de su
funcionamiento, es decir, de su producción y reproducción en todos los ámbitos
de la vida social‖.
¿Cómo se construye esa otra lógica ―radicalmente diferente y superadora‖ del
capital? La pregunta adquiere una trascendente densidad desde el momento en
que, en la comunicación y en el campo de la cultura, se centra la pelea más difícil
para la disputa del sentido hegemónico que funde la conciencia con el mercado y
ahoga la felicidad en el consumo. Con la cuarta revolución tecnológica los cauces
de la dominación se han desarrollado a límites que han superado la ciencia
ficción. Tema que ha sido planteado en este diálogo con el compromiso de seguir
profundizándolo, dada su pertinencia a la hora de proponer y analizar otras lógicas
para pensar una alternativa de transformación.
Es en este momento histórico donde Rauber plantea la idea de un ―socialismo
descolonizado‖ como horizonte alternativo posible en un largo proceso histórico
hacia una nueva civilización. Esta opción está presente en las experiencias que ha
observado en su propio territorio en el marco de las luchas latinoamericanas por la
transformación social y que ella ―traduce‖, extracta y precisa en conceptos. Se
trata, para la filósofa, de reconocer las marcas del presente, de construir una nueva
sensibilidad que perciba aquellos fenómenos que, aunque embrionarios, crean
condiciones y vislumbran potencialidades; una suerte de hilo conductor para un
cambio civilizatorio.
Ella nos invita a reflexionar hacia adelante, por lo cual sus análisis toman en
cuenta –críticamente-, las experiencias socialistas del siglo XX. En primer lugar
porque la desorientación estratégica actual, sumada a la sospecha instalada de que
ii
no es posible otro mundo más allá del capitalismo, está anudada al fracaso del
socialismo real, cuyos errores han sido manipulados por los poderosos para dar
como verdadera su pretensión de haber arribado al fin de la historia.
Ante la pregunta: ¿Qué aporta la revisión crítica de las experiencias
pasadas? Rauber considera que es importante porque contribuye a identificar
nuevos perfiles de lo que será una nueva utopía liberadora y, también, a esclarecer
la perspectiva estratégica alternativa de la actualidad, replanteándose la transición,
enlazando las posibles diversas opciones de superación del capitalismo con la
búsqueda de la liberación de los seres humanos explotados, marginados y
oprimidos por el capital, esto es: con la posibilidad de crear y construir una nueva
civilización humana. Lo que implica ―crear y construir un nuevo modo de vida
desde dentro del propio sistema‖. Semejante reto, explica Rauber, requiere de un
proceso social histórico concreto de búsqueda y enseñanza-aprendizaje, que
reclama explorar y concebir ―caminos que abran procesos de empoderamiento
colectivo de los actores sociales y políticos en cada sector, zona, región del país,
promoviendo y fortaleciendo su apropiación protagónica consciente y creciente
del proceso liberador y de liberación‖. Esto requiere de la irrupción de un nuevo
sujeto político. ¿Es posible que un sujeto –incidido en y a través de estructuras
sociales-culturales simbólicas que manipulan su conciencia- sea capaz de articular
otras verdades y construir otras relaciones de poder?
Isabel Rauber profundiza a lo largo de nuestra conversación en las
características de esta alternativa ―como un entramado de procesos complejos,
simultáneos y multifacéticos, que combinan otros de articulación-auto
constitución de actores sociales en sujeto colectivo, de construcción de
propuestas, programa y proyecto alternativo, de poder, cultura, fuerza y
organización político-social desde abajo‖. Esta sería la base sociopolítica que
resume –condensadamente-, los fundamentos de una nueva estrategia de
transformación social, de poder, de liberación, que Rauber identifica como
―construcción de poder desde abajo‖. Estrategia que se diferencia de la que
apostaba todo al gradualismo reformista o lo reducía a la toma del poder como
camino ineludible y único para transformar la sociedad.
La expresión ―construir el poder desde abajo‖ no alude a una ubicación
espacial, indica la filósofa. Es ―una concepción y una lógica sobre la formación y
acumulación de contrapoder, aunque evidentemente implica un posicionamiento
político y social. Por lo tanto, no supone la negación a construir poder en ámbitos
que pueden ubicarse ―arriba‖. Pero es el ―abajo‖ quien imprime el camino y la
lógica sobre cómo hacerlo.‖
De sus planteamientos derivan lógicas de análisis, conceptualizaciones y
prácticas diferentes respecto de la política, el poder, la ciudadanía, la sociedad, los
sujetos protagonistas… dimensiones diversas que demandaron a lo largo de
nuestro diálogo la necesidad de diferenciar, por ejemplo, ―basismo‖ de
―construcción desde abajo‖, de profundizar en la idea de ―poder‖ que -desde la
perspectiva de la filósofa- no es un objeto a alcanzar, ni es un acto; de repensar los
sujetos del cambio (el sujeto revolucionario), comprendiendo que –según palabras
iii
de Rauber- ―no existen como tales a priori‖, no pueden predeterminarse al
margen de las realidades histórico sociales concretas y de las experiencias de los
actores y las actoras que en ella se desenvuelven.
En los conceptos e ideas que se fueron volcando en esta conversación,
atravesada por una coyuntura en la que se nos plantean urgencias prácticas y
también teóricas, se vislumbran tiempos conjugados en términos estratégicos, que
no descuidan experiencias contemporáneas ni dan la espalda a las grandes ideas
que iluminaron las luchas históricas de los trabajadores para transformar este
mundo. El hilo conductor, el núcleo de estos diálogos pone en evidencia la
aspiración epistémica y política de Isabel Rauber de no quedarse anquilosada en
viejas prácticas y paradigmas frente a una realidad que a todas luces ha cambiado.
Se observará que a lo largo de todo el recorrido conceptual existe una constante
invitación a ―desaprender‖.
Esto se orienta claramente –no a ―olvidar‖ el pasado, sino- al crecimiento, a la
apertura de las mentes, al enriquecimiento, el inconformismo, la creatividad.
Isabel nos invita a mirar la realidad de otra manera, incorporando sujetos,
subjetividades, sensibilidades, aspectos, fenómenos, aristas e intersticios que antes
no eran tenidos en cuenta o que responden a nuevas realidades. Lo que implica
afrontar los problemas, los desafíos, de una manera distinta a la lógica que
predominó durante el siglo pasado y que, aunque solapada a veces, aún persiste…
―Ya no se trata de disputar el saber al poder, sino que –al hacerlo- , disputa
también toda la herencia colonial que el poder nos legó.‖ Esta afirmación
atraviesa todo lo conversado desde una perspectiva dialéctica a la vez que intenta
proponer una forma liberadora, descolonizada, de pensar el mundo que vivimos,
analizamos y deseamos.
Frente a la importancia de llevar adelante semejante tarea, la interpelación de
cómo se construye un sujeto político capaz de ir avanzando hacia ese cambio
civilizatorio, está presente en todo este diálogo. Y Rauber deja en claro que no
hay esquemas preconcebidos ni normativos, que ―toda persona que asume una
actitud crítica ya está en el camino del cambio civilizatorio, sobre el cual –en
tanto es un proceso de años-, ¿quién puede decir en qué grado estamos?‖ La toma
de conciencia que se está produciendo en cuanto al respeto por la naturaleza es
parte de ese cambio, es una acumulación que de repente hace un estallido y la
humanidad evoluciona. En todo este proceso ocurren los gobiernos populares, las
revoluciones democráticas; todo es parte del camino, con sus errores y con sus
aciertos y logros.
Así llegamos a Karl Marx, cuyo pensamiento está presente medularmente en
la analítica crítica de Isabel. Lejos de la exégesis dogmática, ella sostiene que el
corpus teórico desarrollado por el alemán nos sigue aportando una plataforma de
lógicas abiertas y por ello útiles, para la identificación de los ejes vertebradores de
las sociedades actuales y sus dinámicas de reproducción social y de acción
política.
El marxismo es redefinido críticamente por Rauber, rescatado en su esencia y
a la vez interpelado bajo los distintos signos en que fue interpretado. Se trata de
iv
ese Marx que al referirse a su admirado novelista, dramaturgo y científico alemán,
Johann Wolfgang von Goethe le dedicó una frase: ―Gris es la Teoría, pero verde
es el árbol de la vida‖. Es en este sentido que Rauber, rescata, entre otros
aspectos, el pensamiento del filósofo alemán más grande la historia, al sostener
que –en tanto la realidad es abierta y cambiante-, es indispensable actuar al estilo
de Marx y actualizar o cambiar las categorías con las que la analizamos.
En nuestra conversación ella explica lo pertinente del análisis de la realidad
que interpela a la teoría y no al revés. A la vez que encuentra en los escritos y
documentos del filósofo alemán, elementos constitutivos de una propuesta política
que fueron tergiversados, disecados, y que ella desarrolla al contestar: ¿Dónde
están las claves de la propuesta política en el pensamiento de Marx?
No es exagerado decir que esta conversación tiene una buena dosis de
―irreverencias positivas‖, dado que desafía dialécticamente a los denominados
revolucionarios de manual, a los que no se cansa de invitar a pensar críticamente a
partir de las realidades y sus sujetos.
“El marxismo está en la vida” sostiene tenazmente Isabel, mientras avanza
nuestra conversación y nos invita a buscar la verdad en los hechos y en las
experiencias colectivas; la principal tarea que inexorablemente debemos encarar –
sostiene- para descolonizar la subjetividad, una invitación y acción-proceso que
bautiza este libro.
Las historias de lucha del Siglo XXI -todas portadoras de utopías
diversas- son pensadas en este dialogo como un camino múltiple, abarcativo y
complejo que impone un verdadero, profundo y necesario cambio civilizatorio.
Un cambio, que ―no es tarea de pocos ni de elegidos‖ sostiene Rauber. Una
definición y advertencia para aquellos intelectuales que aplican fórmulas
preconcebidas lejos de una realidad cambiante, multifacética, contradictoria y, no
pocas veces, imprevisible. Por eso ella va sistemáticamente al terreno, observa y
analiza experiencias, dialoga con los sujetos y sujetas y luego vuelve a interrogar
a los libros. Esto la lleva a sostener que los actuales procesos de luchas sociales y
las experiencias de los gobiernos populares transformadores ―constituyen
laboratorios del nuevo mundo‖, que pueden ayudarnos a crecer colectivamente en
saberes pero ―si somos capaces de dar seguimiento y apropiarnos críticamente de
las experiencias (…) buscar en ese sujeto colectivo, cambiante y creciente‖, el
protagonista de presentes y potenciales cambios, al portador de una revolución sin
nombre.‖
―No habrá posibilidad alguna de superar la trampa cultural del modo de vida
generado por el capital si no se rompe de raíz con la lógica de su funcionamiento‖.
En ese punto la conversación no se reduce a describir con indignación los rasgos
de los diversos rostros de las violencias del sistema. Rauber no se instala en esa
posición cómoda; colabora desde una visión estratégica que –a partir de
experiencias concretas-, analiza los cambios y las dimensiones que conforman la
realidad que deseamos transformar quienes luchamos por alcanzar, aún con
diferencias, un horizonte emancipador. ¿Cambio de sistema o Nueva civilización?
¿La principal contradicción es Vida o Muerte o Capitalismo o Socialismo? ¿Qué
v
socialismo? ¿Construcción de Poder?, ¿qué poder? ¿Revolución?, ¿qué
revolución? ¿Quiénes son sus protagonistas? ¿A quiénes abarca ese sujeto de y
para la transformación? ¿Se puede empezar a transformar la sociedad capitalista
desde dentro o es necesario comenzar por tomar el poder para luego
transformarla?
Reflexionando, precisamente, sobre las experiencias de la revoluciones
sociales del siglo XX, y siempre teniendo como brújula que el problema principal
de la revolución es la liberación humana, Rauber afirma que ―la transformación de
la sociedad nunca será posible si lo nuevo no comienza a impulsarse y construirse
desde el presente –aunque ello ocurra de modo fragmentado e inacabado-, en las
resistencias, las luchas y las construcciones cotidianas en todos los ámbitos de la
vida social, familiar e individual‖. En esta perspectiva, ―la supuesta
contraposición entre tomar el poder o transformar la sociedad resulta falsa,
sostiene Rauber, pues la transformación de la sociedad supone el empoderamiento
de los pueblos, quienes –por esa vía- van ‗tomando el poder‘ en la medida en que
lo construyen y sostienen.‖ La ―toma del poder‖ la concibe entonces como un
proceso de empoderamiento colectivo que se inicia en la sociedad capitalista que
se busca transformar. Es decir, no la reduce a un acto como tampoco reduce el
poder al poder político ni al aparato estatal, superestructura de sostén del modo
capitalista de producción.
Isabel Rauber coincide con el ideario y el empeño de István Mészáros de ir
―Más allá del capital‖. Ambos nos hablan de una alternativa hegemónica
diferente, que no se vea atrapada por las restricciones del orden existente al
mantenerse en dependencia del objeto de su negación, como ocurrió en el pasado.
A la vez, nos advierten que las negaciones no son suficientes por sí solas.
Entonces, ¿no se trata de construir una contra hegemonía al capital? ¿Es
contraproducente? ¿Qué significa esta idea de superar la trampa cultural del
capital? ¿Por qué la factibilidad del éxito guarda una relación de dependencia vital
con el objetivo elegido de la acción transformadora, si lo definimos como ―ir
positivamente más allá del capital‖, y no simplemente como el derrocamiento del
capitalismo?
El sentido primer y último de la transformación social es la liberación, la
superación de la enajenación y no la competencia con el capitalismo. Esto implica
deconstruir la dominación y construir nuevos saberes, cultura propia, capacidad
organizativa y gobierno de lo propio en el campo popular, descolonizarse, según
palabras de Rauber. Y esto también atañe a una nueva concepción de organización
de la sociedad, de las relaciones entre las clases y los sectores sociales y también a
la vida familiar articulada sobre las relaciones sociales entre hombres y mujeres.
Descolonización y despatriarcalización se unen entonces en un camino de
democratización raizal de las sociedades hacia lo que ella anuncia como una
nueva civilización.
Estos procesos articulados moldean la ―batalla cultural‖, un campo de
confrontación perpetua, en tanto es el terreno privilegiado del poder para
afianzarse ideológicamente por diversos medios. Por eso resulta central discutir
vi
palmo a palmo la lógica del capital en un sentido integral. Se trata, en síntesis,
sostiene Rauber, de ―un debate de poder, para salirse del círculo de muerte de la
hegemonía de dominación del capital.‖
De ahí que, por ejemplo, la mirada de género, es planteada en esta
conversación como una perspectiva que contribuye a visibilizar la cultura de
dominación, rompiendo las barreras del pensamiento tradicional que separa la
cotidianidad y lo reivindicativo social de la política y lo político. Las recientes
experiencias llevadas adelante por mujeres movilizadas por el reclamo de distintos
derechos, entre ellos, la despenalización del aborto, resultan profundamente
cuestionadoras de las relaciones de poder, de la cultura del poder dominante,
desde lo público hasta lo privado. En palabras de Rauber ―desnuda sin
miramientos el carácter político de las relaciones que se desarrollan en el mundo
privado y supuestamente no político (…) De ahí que su consideración, haya
estado presente en nuestra conversación a la hora de abordar la proyección
política encaminado a una transformación del poder (desde abajo).‖
Desde este posicionamiento político-cultural, el diálogo es atravesado por
nuevas preguntas que ayudan a explicar los aportes que han hecho los sujetos
populares que lideraron (y lideran) las resistencias y luchas sociales enfrentando
los embates neoliberales a fines del siglo XX e inicios del siglo XXI. ¿Por qué en
estas experiencias se ve germinar otra concepción integral del poder que recupera
las miradas de Marx y de Gramsci, por ejemplo?, es otra pregunta que atraviesa
nuestra conversación.
Son tiempos, en que para unos sobra y para otros no alcanza el tiempo. Toda
vez que analizar la realidad para su transformación exige entender los procesos en
sus contextos históricos, repasarlos, avanzar en los análisis frente a una realidad
cambiante y avasalladora que no debería reducirse únicamente a modos de
intervención coyunturales producto de la urgencia, aunque muchas veces la
realidad nos demande estar en la calle.
Pensar estratégicamente lleva tiempo, pero más tiempo se lleva, y sin destino
estratégico, la impronta evanescente que a las acciones políticas le impone la
urgencia frente a la brutalidad del sistema imperialista-capitalista.
Este texto es una invitación a sentarse en esta mesa de análisis, reflexiones,
experiencias y propuestas posiblemente inacabadas, sencillamente porque ese
horizonte emancipador que buscamos necesita de todos y todas. Porque la
experiencia de romper la lógica impuesta del sistema en todos los órdenes,
requiere primero romper la propia, en el reconocimiento de que el mundo ha
cambiado y está cambiando, y también los sujetos y sus formas de pensar la
transformación.
El pensamiento crítico de Isabel Rauber -que ha sido plasmado en varios
ensayos, artículos y libros-, es la base para este fructífero diálogo que busca
ampliar el marco conceptual profundizando en las respuestas y proponiendo
nuevas interrogantes. A nuestros lectores, los invitamos fraternalmente a sumarse
a nuestra conversación y a que se apropien de cada una de estas páginas desde una
posición activa.
vii
Finalmente quiero decir que las definiciones y conceptos que aquí se plantean,
fueron ordenados con el propósito de facilitar su lectura. Al no concebir esta
conversación como un acto rígido y acabado, no intentamos agotar ninguno de los
temas aquí tratados: Más bien, Isabel Rauber los transita con la idea de promover
y sumar nuevos diálogos y conversaciones que colaboren en la comprensión de
pasadas, presentes y futuras experiencias de transformación, toda vez que el
anhelo es recuperar nuestras capacidades para pensar y actuar en una realidad
cambiante y avasallante, guiados por la búsqueda de liberación.
Palabras sin final y necesarias
Durante el lapso en que se desarrollaron nuestros encuentros y, en
coincidencia con el aniversario 100 del nacimiento de Karl Marx, se han
despedido de este mundo grandes pensadores, todos ellos citados aquí,
inspiradores y constructores de ideas que son retomadas por Isabel Rauber con su
impronta política, ideológica y filosófica. Vaya, entonces este humilde homenaje
por la constante musa inspiradora que siguen y seguirán aportando a la lucha de
los pueblos por alcanzar un horizonte liberador ―más allá del capital‖. Ellos son:
El teólogo belga, radicado en Ecuador François Houtart, vinculado a la Teología
de la Liberación; El economista, geopolítico, científico y politólogo marxista,
Samir Amin nacido en Egipto y radicado en París y Dakar; el húngaro István
Mészáros, filósofo marxista indispensable para pensar los nuevos horizontes
civilizatorios. Y en estas palabras sin final que le siguen dando la bienvenida a
los grandes inspiradores de las luchas de la humanidad por su emancipación, está
presente también el recuerdo del gran líder cubano, Fidel Castro Ruz, quien
encabeza la lista de todos aquellos que nos han dejado un legado para el presente
y el futuro de un mundo que sigue nutriéndose de sus ideas que, al día de hoy,
siguen estando presentes en las batallas.
Les invito a leer las reflexiones de Isabel Rauber aquí vertidas, convencida
que inspirarán debates insoslayables en cada realidad. No he pretendido resumir
sus ideas, sino provocar a la diversidad de sujetos y sujetas para que se apropien
de esta conversación y la continúen, en tanto es parte de las herramientas político-
culturales para la transformación.
Lidia Fagale
viii
DESCOLONIZAR LA SUBJETIVIDAD
Es el fin de todo derecho. Se inicia una época muy complicada porque ese
giro estratégico resulta, de hecho, una carta blanca que puede ser empleada contra
cualquier país (gobierno, gobernante o actor político-social), que resulte o pueda
resultar un obstáculo para los planes del imperio. Es una vuelta de rosca a la
doctrina de seguridad nacional.
Nos dicen que no hay que mirar al pasado. Y ciertamente no hay que mirar
hacia atrás, sino al presente, para comprender que el fin de la ―guerra fría‖ trajo
aparejado la construcción de nuevos ―enemigos‖ de la humanidad por parte del
poder del gran capital, cuyo desarrollo fue incentivado por la locura de la
decadencia. Hoy, las organizaciones terroristas internacionales y las mafias de
narcotráfico se han convertido en terribles flagelos que amenazan a la vida en el
planeta y hay que enfrentarlos.
-Está claro que uno de los motores del capitalismo es la violencia. Pero esta
fuerza destructiva tiene variados rostros y se ejerce desde distintas dimensiones.
¿Podrías caracterizar los modos que tiene el sistema de “sostenerse” generando
“violencias” en todas las dimensiones de la vida de los seres humanos?
–La realidad lo evidencia a diario; las migraciones forzadas por las injusticias
extremas, por ejemplo, hablan a las claras de una civilización que no se puede
sostener si no es mediante la violencia. Una violencia que por momentos se ejerce
en forma directa, como guerra, para apropiarse de territorios que son estratégicos
en recursos naturales o para plantaciones… que destruye los medios y modos de
vida de las poblaciones del lugar, además de la naturaleza, forzando su
desplazamiento, sembrando desolación, hambrunas, enfermedades contagiosas…
multiplicando a los niños y niñas huérfanos, deambulantes sin destino que quedan
expuestos al abuso y comercio sexual para poder sobrevivir; esto además de la
propagación de la ignorancia, la destrucción de identidades y la generalización de
la desesperación.
¿Es esta la cara triunfal del capitalismo? Al parecer es ―lo mejor‖ que tiene
para mostrar; es la prueba más fehaciente de su degradación y decadencia que
resultan de la irracionalidad creciente que libera el capital en su afán de alcanzar
su autoridad total.
Dominio geoestratégico: geopolítico, geoeconómico, geocultural
-El dominio geoestratégico del capital implica que sus principales
personificaciones institucionales del planeta se aboquen a ―plantar‖ bases
militares y de inteligencia, a apoyar y promover gobiernos –y gobernantes- que
respondan a ellos en todo el mundo. Porque simultáneamente con la ocupación –
directa o indirecta-, buscan impedir que ese esquema de dominio mundial, pueda
llegar a ser subvertido algún día. Por eso no se contentarán solamente con
apropiarse de los pozos de petróleo o las fuentes de agua… Necesitan destruir a la
población del lugar, anularla como contrincante posible, someterla; tienen que
destruir al país, tribalizarlo, ponerlo en situación de guerra interna interminable,
tal como son las guerras en esta nueva etapa de dominación y acumulación global
del capital.
Hoy hay siempre un grupo que está en guerra con otro grupo, incentivando las
políticas de odio que alimentan los enfrentamientos entre sectores locales y
regionales. Y esto fortalece la hegemonía del poder, cuyas fuerzas se presentan
entonces como un actor ―necesario‖ en esos lugares.
Fuera de ese esquema resultaría difícil entender, por ejemplo, el caso de
Rusia. No es enemiga de Europa, no está en ningún plan de guerra fría, ni de
guerra sucia, ni de guerra caliente con el mundo; tenía –y tiene- toda la intención
y voluntad de insertarse en el mundo del capitalismo luego del 91. Tal vez con
una mirada ingenua y crédula de los artificios del poder global del capital,
creyeron inicialmente que si se ―llevaban bien‖ y repetían el mismo libreto
desideologizado que les ofertaban sus nuevos ―socios‖, serían ―todos amiguitos‖.
Cuando Putin habló después de los sucesos de Ucrania, reconoció que fueron
engañados. Y hay que decir que Putin era y es defensor de una vía capitalista…
Hoy sigue defendiendo el capitalismo, pero tiene claro que el ―ser ruso‖ está en
primer lugar. Comprendió tal vez que, en las relaciones globales de fuerza, Rusia
no existiría si no se daba a respetar… Así fue como ajustaron su política,
ubicándose siempre dentro del capitalismo, pero teniendo en claro que sus
―amiguitos‖ de occidente le pusieron la OTAN en la puerta de su casa.
¿Por qué le pusieron a la OTAN en la puerta si Rusia no es un país agresor?
Ah... porque el poder global del capital quiere tenerlo todo controlado; no soporta
la autonomía rusa, no tolera a los BRICS… y además, porque están locos por
hacerse con el control de Rusia. Y este no es su objetivo final, sino un paso que
consideran importante para llegar hasta China y destruirla. Esperan así lograr el
sueño de Napoleón: construir un imperio ―donde nunca se ponga el sol‖….
Piensan que ahora, al tener armas de destrucción masiva muy poderosas -entre
ellas el dominio de la prensa mundial y el control de las comunicaciones-, podrán
lograrlo. Entonces, de conjunto, resulta que la geopolítica, la geoeconomía, el
blindaje de los estados, las guerras de saqueos… todo eso ha ido generando un
estado de locura mundial. Y esa locura tiene nombre: se llama muerte.
-Muerte física real y concreta de millones de seres humanos y muerte o
agonía mental con el aporte de los medios de comunicación y todos sus
dispositivos culturales a escala planetaria, asociado a un complejo proceso de
subjetivación social–cultural de mayor alcance en relación con otras etapas del
capitalismo.
-Efectivamente. Esto ocurre en combinación con la acción directa de los
grandes medios de comunicación masiva y su poder avasallador con capacidad de
instalar a nivel global la mentira que el poder quiere acuñar como ―verdad‖. Es la
ahora llamada ―pos verdad‖, es decir, el instrumento político-cultural para la
manipulación de la ciudadanía que emplean los poderosos buscando imponer
intencionados mensajes (y también imágenes, reales o ficticias) en aras de
justificar sus políticas. Cuentan para ello con sus tentáculos mediáticos,
articulados mundial y localmente.
Estos medios son capaces de repetir una mentira o una media verdad,
modificándola paulatinamente hasta instalar una matriz de opinión en la que
encajen después sus acciones violentas contra cualquier persona, grupo humano o
país del mundo. Constituyen el soporte para el desarrollo de las llamadas ―guerras
híbridas‖: Dan por superadas las guerras asimétricas (ejércitos convencionales vs.
fuerzas insurgentes). Conjugan acciones de fuerzas militares regulares e
irregulares, con desinformación y desestabilización, con un gran despliegue
militar para una ofensiva limitada.
Los ejemplos abundan haciendo cada vez más evidente el manejo
manipulador de la información y de la propia realidad. Ya no solo se inventan
falsas verdades (fake news), sino que estas se conjugan con realidades que el
poder se ―inventa‖ para justificar determinadas acciones. Los hechos ya no
responden al ―curso natural de los acontecimientos‖, sino a una especie de ―puesta
en escena‖ de situaciones artificialmente reales (fake reality o false reality). El
objetivo es preparar el terreno mental (la subjetividad) de la población para
justificar leyes represivas o acciones de represión, de invasión de territorios, de
saqueo y guerras, anticipando mediáticamente la necesidad de tales actos.
Después –una vez logrados los objetivos-, lo que mediáticamente se hace es
presentar ―pruebas‖ -generalmente inventadas o distorsionadas-, que ―muestren‖
que lo anunciado era ―verdadero‖.
Son muchos los periodistas honestos que han participado de las campañas
invasivas y que luego descubrieron que lo que se decía no era así; no son pocos
los que terminaron enfermos de los nervios, no se sabe si enloquecieron de verdad
o si los enloquecen con medicamentos… Peor aún es lo que ocurre con los
soldados. Muchos de ellos van a perseguir enemigos y luego, en el terreno, se
encuentran matando mujeres, ancianos y niños… que no tienen nada que ver. Van
con una venda y la venda se cae cuando tienen que disparar a una casa donde solo
hay ancianos y niños. Es una realidad terrible para todos.
Un sistema mundo en contra de la humanidad
-Las agendas del poder siguen pergeñando políticas para la liberalización de
la economía y más rentabilidad para los inversores de capital. Por un lado
impulsan reformas estructurales que modifiquen el régimen laboral y
previsional, por el otro, demandan mejores condiciones para la extracción de las
riquezas naturales, descuidando el efecto climático, la Naturaleza y las
consecuencias mortales para la humanidad. Esto demanda, según tu perspectiva,
una visión mucho más abarcadora de la ecología…
-Todo lo que ocurre está relacionado con la situación ecológica del planeta.
La ecología es toda la vida que nos rodea y lo que hace posible nuestra vida; es
decir, no es un ámbito separado de nosotros. Pero se han elaborado falsas
alternativas, como la mal llamada ―economía verde‖, que en realidad destruye
cultivos locales en grandes extensiones del planeta para plantar, por ejemplo,
palma africana u otros productos, para generar el llamado ―biocombustible‖ y así
obtener ganancias a menor costo.
La siembra de palma africana destruye poblaciones enteras. ¿Qué quiere decir
esto?, que la población que antes vivía de su trabajo agrícola es expulsada de sus
tierras y obligada a sobrevivir en un pedacito; nanofundios le llaman algunos.
Hoy los tentáculos del poder imperial buscan eliminar-anular los estados
nacionales soberanos, sus prerrogativas; necesitan estados subordinados a sus
intereses hegemónicos, regenteados por el poder financiero, militar-industrial de
Estados Unidos.
Este es el mundo que estamos viviendo. Es el mundo de la globalización,
disfrazada ahora de pos globalización… Porque la cúpula del poder imperial
estimula la competencia entre los bloques del poder mundial con la intención de
constituirse en el gran hegemón: EEUU modifica, desnuda su discurso y plantea:
―Nosotros primero‖; en virtud de ello no reconoce acuerdos ni organismos
internacionales a los cuales someter sus propuestas injerencistas en el planeta, ni
reconoce al Consejo de Seguridad de la ONU; si no le aprueban sus planes, pues
los llevan a cabo sin consultar, de modo unilateral.
Para algunos, esto es un indicativo del fin de la globalización, pero en realidad
no es así. Lo que evidencia es el agotamiento de la fase ―rosada‖ de la
globalización, donde parecía que todos estaban en igualdad de condiciones. Luego
sobrevino un tiempo en que la globalización se basaba en el acuerdo entre los
poderosos (los 5 bloques de poder, según Samir Amín). Y así fue durante algún
tiempo, pero como ese entramado limitaba la ambición de hegemonía total
(planetaria) de EEUU, sus representantes actuales ya no se declaran a favor de los
acuerdos globales con los bloques del poder, sino que quieren someter también a
esos aliados poderosos a sus designios, en búsqueda de hegemonía absoluta a
nivel global. Es decir, los ejes de la globalización siguen estando ahí, vigentes y
actuantes. Aunque empeorados con modificaciones realizadas por los personeros
de su realización; la nueva acumulación del capital a escala global se está
produciendo aceleradamente. Y, a su vez, en la misma medida produce el despojo,
exclusión y miseria de millones de seres humanos.
Es el circuito de muerte de la reproducción ampliada del capital a escala
global. La civilización que ha construido este mundo ya no puede brindar
soluciones a los problemas que ha creado; se ha agotado y se cae a pedazos. Por
eso, la superación de este estado de cosas, de este tipo de sociedad implica un
debate civilizatorio y una solución civilizatoria que se proponga la superación de
esta civilización regida por la lógica del funcionamiento del capital.
El capitalismo significó una racionalización –por unificación productiva y
multiplicación de esa unificación-, respecto de la irracionalidad del feudalismo.
Ciertamente, en su fase inicial el mercado racionaliza, ordena, sistematiza.
Pero el mercado es racional solamente en función de sus intereses y objetivos,
por ello, en sentido estricto, no pienso que pueda considerársele positivo ni
siquiera en sus inicios. Su racionalidad necesariamente ordena ―naturalmente‖ lo
que está desordenado para las necesidades del funcionamiento metabólico social
del capital. En su despliegue ampliado, el mercado del capital ha consumido su
etapa racionalizadora, unificadora de modos de producción y ha dado paso a al
predominio de su componente irracional: la especulación en pos de las ganancias.
No toma en cuenta la reproducción social del circuito del capital. Y aquello que
Porque la necesitó para obligar a los sin tierra, sin herramientas y sin trabajo a
dejarse explotar por el capital emergente. Y los obligaron a trabajar 16 horas, 18
horas por día… Son modalidades de polarización, saqueo y apropiación de
riquezas que resurgen con fuerza nuevamente en el presente. Pero hoy, la
amplitud, la escala y la profundidad del despojo y apropiación de riquezas y
fuentes de vida, resultan alarmantes.
Esto recupera lo que Marx definió como acumulación originaria para la
formación del capital y la acumulación capitalista. Y lo recuerdo ahora, para
tenerlo claro:
―La llamada acumulación originaria no es, pues, más que el proceso histórico de
disociación entre el productor y los medios de producción. Se llama ―originaria‖
porque forma parte de la prehistoria del capital y del régimen capitalista de
producción.‖ [Marx, 1973: 655 Cursivas del autor]
―Todo este proceso parece moverse dentro un círculo vicioso, del que solo
podemos salir dando por supuesta una acumulación ―originaria‖ anterior a la
acumulación capitalista (―previus accumulation‖, la denomina Adam Smith); una
acumulación que no es resultado, sino punto de partida del régimen capitalista de
producción.‖ [Marx, 1973: 654 Cursivas del autor]
Actualmente, el proceso de acumulación capitalista –que es permanente-, se
reconfigura a sí mismo dada la saturación de la capacidad productiva del capital y
se manifiesta abiertamente a través de la especulación anclada en el saqueo y
despojo, como en los orígenes del capital. Este se halla hoy enfrascado
irracionalmente e una nueva escalada de acumulación a escala global en todos los
órdenes (económico, político, territorial, cultural…), proceso que -en virtud de
ello-, puede definirse a la vez como de globocolonización. Y en ese proceso los
personeros del capital no reconocen amigos ni socios; es una competencia de
todos contra todos, apostando al predominio victorioso del sector más fuerte. Es lo
que se muestra hoy ante el mundo en las disputas entre EEUU, Inglaterra y la
Unión Europea, Japón, Rusia, China… El poderío militar es un claro engranaje
económico para el saqueo y la apropiación. Lo fue ayer y lo es nuevamente hoy,
con fuerza creciente, articulando el accionar militar con las grandes empresas de
medios de comunicación-manipulación masivas, con el capital financiero
transnacional y sus personificaciones de injerencia global.
―El Estado nacional se ve oprimido por estos cambios: con el pago de los
intereses de la deuda externa en la década de 1980, se crea una inmensa deuda
interna, con altísimos intereses y alta rotación. En la década de 1990, cuando la tasa
de interés internacional cae, los países dependientes se ven estimulados y hasta
forzados a emprender políticas económicas de valorización de sus monedas
nacionales. Estas políticas los llevan a generar importantes déficits come es, los
cuales procuran cubrir atrayendo capital especulativo de corto plazo, pagándoles
altos intereses internamente.
―Es así que, al escaparnos de los intereses internacionales altos (hoy
extremadamente bajos), caímos en la trampa de intereses internos altos. El Estado se
convierte en prisionero del capital financiero, ahogado por una deuda pública en
crecimiento exponencial, cuyo servicio no deja ya ningún espacio para la inversión
estatal, y también cada vez menos para las políticas sociales y aun para el
mantenimiento del modesto funcionalismo público de la región.
―El contenido de clase del Estado, se hace, pues, más evidente todavía. Se pone
completamente al servicio del gran capital financiero, subordinando cada vez más a
los otros sectores de la burguesía. Se ve obligado a abandonar el clientelismo y el
patrimonialismo de las antiguas oligarquías, por lo cual el Estado atendía a sus
familias y a una vasta población de clase media. Suprime la apertura llevada a cabo
por el populismo a los dirigentes sindicales y otras entidades corporativas. No hay
dinero para nadie más: el hambre del capital financiero es insaciable.
―Las políticas de bienestar volcadas hacia los sectores de baja renta y hacia la
previsión social también se ven definitivamente amenazadas. La onda neoliberal
estimula medidas que giran alrededor de una recuperación del dinamismo del
mercado, que no funcionó en ninguna parte del mundo.‖ [Dos Santos, Theotonio,
2002: 10-11]
-Me surge otra pregunta: ¿Cómo se relaciona esto con el planteo de la lucha
de clases como motor de la historia…?
-Voy a comenzar por recuperar lo que –al respecto- escribí en mi libro
Revoluciones desde abajo: En la actualidad, la contradicción vida-
muerte -marcada por la estructura actual de las complejas interrelaciones
capital-trabajo-, contiene, sintetiza y expresa a la de clase (burguesía-proletariado)
de un modo muy específico y articula además, nuevas contradicciones sociales.
Estas encuentran ahora nuevas dimensiones y aristas de existencia y
expresión, remodelando la compleja urdimbre de las relaciones sociales. Y esto,
por un lado, hace que lo defensivo –que ha estado presente siempre- en las
resistencias y las luchas sociales (re)adquiera un carácter predominante. Por otro,
replantea, condiciona y moldea (¿orienta?) la posibilidad, la necesidad, los
contenidos y las vías para la recuperación de la necesaria ofensiva de la clase
trabajadora. Llama a esta a dar cuenta de la fragmentación y ampliación de la
subordinación real y formal del trabajo al capital, para desarrollar, en
consecuencia, concepciones y modalidades de organización y propuestas
diferentes de aquellas correspondientes a la época del capitalismo predominante
en los siglos XIX y XX.
Esto se vincula directamente con la solución histórico-concreta que se dé hoy
a la relación sujeto-clase y, en Indo-afro-latinoamérica particularmente, a la
relación sujeto-clase-pueblo/s.
Autoritarismo
-Esta caracterización que haces aporta elementos -en línea con tu
pensamiento-, no sólo para analizar el pasado, sino para encarar, en el marco de
las tareas actuales, cómo profundizar los derechos de los ciudadanos. Antes de
pasar a otro tema, quiero recordar a continuación una selección de reflexiones
que le dedicas al proceso soviético y que, según señalas, clausuró el desarrollo de
cualquier aporte que naciera de las bases.
―…Con mecanismos político autoritarios, centralistas y verticalistas, en las
experiencias socialistas, de un modo u otro, se abrieron paso posiciones
conservadoras con argumentos supuestamente revolucionarios que no toleraban la
más mínima crítica u opinión diferente, que clausuraban cualquier aporte procedente
de las bases. Poco a poco la arbitrariedad fue ganando terreno como forma de
―gobierno‖ (en realidad debería hablarse de administración estatal), y se fue
ensanchando la brecha inicial entre el partido (la vanguardia) y el resto de la
ciudadanía la clase obrera y todo el pueblo socialista–, hasta hacerse insalvable.
―Esto se tradujo en una retrotracción –de hecho de los derechos ciudadanos
conquistados a través de la historia y, por tanto, en la imposibilidad no solo de su
desarrollo a un plano superior, sino de su ejercicio real en el terreno individual o
colectivo.
―Por un lado, le fueron arrebatadas al pueblo de sus manos y de su conciencia las
decisiones sobre el contenido de las transformaciones, sobre los pasos a seguir, los
esfuerzos a entregar, y las decisiones sobre el curso del proceso revolucionario
mismo.
―Por otro y anudado a lo anterior se abrió paso la imposibilidad de ejercer los
derechos civiles ciudadanos individuales, por ejemplo, las limitaciones a las
iniciativas individuales y grupales en la economía, las limitaciones o arbitrariedades
respecto a la propiedad personal, la escasa disponibilidad y acceso a equipamiento
electrodoméstico capaz de aligerar la carga familiar, particularmente de las mujeres,
la propagación del falso igualitarismo, etc. Por ese camino se produjo un creciente
alejamiento y un ajenamiento de lo que debió haber sido apropiación. La alienación
política heredada lejos de disminuir tendió a incrementarse, llegando a provocar en
algunas experiencias del socialismo real un quiebre total entre el régimen político, la
vida de los dirigentes y la del conjunto del pueblo, sus aspiraciones, anhelos y
necesidades.
―Se instaló en las sociedades la convicción de la imposibilidad de movilidad
social y la falta de perspectivas y esto, de conjunto, contribuyó a la formación de
sentimientos crecientes de insatisfacción, instalando de modo generalizado la
sensación de inferioridad, frustración y de opresión. El capitalismo se apropió
lentamente de la fantasía de las personas y de sus sueños con un modo de vida mejor.
A ello se dedicaron grandes esfuerzos y recursos desde los centros del poder mundial
del capital, eso está claro, pero ello no invalida el hecho de que –desde dentro de las
experiencias socialistas acontecieron deformaciones y arbitrariedades como las
mencionadas. Es necesario reflexionar sobre ello crítica y superadoramente, con
visión de futuro, de un futuro de felicidad que está todavía por construir
colectivamente. Porque eso representa el socialismo: la posibilidad de la felicidad.
―Prácticas como aquellas no deben repetirse, pero para ello, además de
reflexionar sobre lo ocurrido, tenemos que estar atentos y actuar consecuentemente.
Un paso imprescindible en tal sentido, consiste en incorporar plenamente a la gesta
emancipadora la lucha por la democracia, por el derecho a las diferencias y a lo
diferente o, lo que es lo mismo, por el respeto a los derechos individuales,
-Cuando planteas que la alternativa es crear una nueva civilización, ¿en qué
aspectos rescatas las ideas y definiciones de Rosa Luxemburgo y de Karl Marx?
-El diagnóstico del sistema mundo actual –aunque sintético- no deja lugar a
dudas. La disyuntiva es, como señaló Rosa Luxemburgo: Civilización o barbarie.
Este modo de vida, esta civilización propagadora de muerte tiene que ser
cambiada, superada, en favor de la vida, la sana convivencia y la recuperación de
nuestra armonía con la naturaleza.
Marx también apostaba por un cambio civilizatorio. Para él, el comunismo
significaría el ingreso de la humanidad a la historia; salir de la prehistoria. No lo
llamó ―cambio civilizatorio‖, pero es lo que buscaba. El comunismo sería una
nueva civilización, anclada en la autodeterminación de ciudadanos libremente
asociados organizados en comunidades o comunas. Ciudadanos que,
transformando de raíz el sistema del capital, aprenderían -en la transición
socialista-, a tomar las riendas de su historia, empoderándose de sus destinos, de
su vida. Esa es –en síntesis- la liberación para Marx.
En esa perspectiva el socialismo resultaba un inevitable camino de tránsito
hacia ella. Sus características y tareas eran múltiples y no se restringían a lo
económico-político; su eje central estaba definido y protagonizado por los sujetos
revolucionarios (obrero-popular) quienes, entre sus tareas tenían las de crecer en
su protagonismo y participación, empoderándose cada vez más a partir de
desarrollar el (auto)gobierno de sus vidas, hasta que esto hiciera realidad la
extinción del Estado. Esto es: desarrollando y asumiendo los pueblos, cada vez
más, sus capacidades de poder autogobernarse prescindiendo simultáneamente de
parcelas del Estado como aparato intermediario superestructural, asumiendo
territorialmente, desde las comunidades, los barrios y las comunas -orgánicamente
articuladas-, el autocontrol de sus vidas.
Se ha investigado bastante buscando esclarecer cómo lograrlo, pero será
difícil –cuando no imposible-, develar a priori el curso de los acontecimientos. La
experiencia socialista del Siglo XX arroja muchas enseñanzas que habremos de
tomar en cuenta para redefinir las alternativas, pero yendo más allá, articulando
esos saberes con los saberes de los pueblos de Indo-afro-latinoamérica y sus
creaciones alternativas de vida, que cotidianamente construyen desde abajo.
Además de los saberes está la voluntad. No solo hay que saber sino también
hay que querer vivir de una forma diferente. Pretender que el capitalismo es el
único modo de vida posible, es uno de los ejes principales de la gran pelea cultural
que se desarrolla hoy a escala universal capitaneada por el capital. Y para querer
vivir de una forma diferente hay que aprender a vivir de otro modo.
Es en la cotidianidad donde comienza la revolución cultural que puede
superar el orden criminal del capital. Por eso, reitero, que el cambio de mundo va
a llevar bastante tiempo, pero es un camino en el que los pueblos concentrarán
cada vez mayor poder real e irán imponiendo su huella en la historia.
-Si se acepta que saber es poder. Entonces hay que reconocer que existen
espacios en el denominado ―campo popular‖ que están surcados transversalmente
por disputas de poderes, particularmente cuando se trata de espacios compartidos;
en ellos la disputa de poderes se expresa y adquiere forma en la pugnas de
saberes. Porque quien domina e impone su saber es quien tiene el timón del poder
(y viceversa).
A veces uno tiene la ilusión de que dentro del llamado campo popular ―somos
todos amiguitos‖ y ―hermanitos‖, pero no es así. En su seno se desenvuelve una
disputa de poderes muy fuerte y se expresa sobre todo en la definición del saber
hacer, querer escuchar, tener la razón… Esto lo he aprendido en Bolivia y me ha
ayudado a no alimentar la ilusión de que la interculturalidad radica en que: ―si hay
cinco, habla cada uno de los cinco y así ya hablaron todos‖. La pregunta es:
¿Quién propone el tema? ¿Quién hace el resumen? Generalmente el que más
habla es el que conoce los códigos de la conversación y, además, quien suele
transcribirlo al papel. Y ¿quién es?: pues, en general, el intelectual blanco, de
clase media porque los indígenas cuentan todavía con pocos intelectuales, algunos
no hablan bien el castellano y, en general, no tienen el (mal) hábito de hablar
tanto, tienen otra cultura, más colectiva. Estas diferencias culturales se trasladan a
las prácticas políticas y configuran una peculiar disputa de poderes al interior del
campo popular, disputa que está implícita en la propuesta intercultural crítica (que
no reniega de estas contradicciones), como camino de creación y construcción de
nuevas interrelaciones (de equidad y complementariedad) entre los sujetos
populares como base para una sociedad horizontal.
los sujetos on-line o sujetos digitales y sus territorios de existencia y acción: las
redes sociales; los movimientos por justicia y derechos; los movimientos de las y
los desplazados por guerras, despojo de tierras, uso de pesticidas; sequías; los
movimientos por la paz; los movimientos ecologistas; el movimiento de los
LGTBI… A ello hay que sumar la existencia de sujetos sociales propios de la
modernidad o tradicionales: el movimiento obrero con empleo (y todavía en gran
medida sindicalizado); los movimientos del campesinado pobre; los movimientos
estudiantiles; las clases medias y la intelectualidad progresista.
Como ves Lidia, se trata de un mosaico heterogéneo de sujetos con sus
identidades, culturas, subjetividades, pertenencias, historias, aspiraciones,
creencias, búsquedas, horizontes diversos. Y no existe ningún sector ni actor
social que, en solitario, los pueda representar. La clase obrera ya no es lo que fue
o, mejor dicho, lo que se suponía que era. Porque en estas tierras, desde antes de
la llegada del capitalismo, en su fase originaria, o sea, desde tiempos pre-
modernos o no modernos, existían pueblos, naciones, y civilizaciones que habría
que haber no solo reconocido sino también articulado desde el primer momento,
para la construcción de un frente o bloque social capaz de enfrentar con éxito el
saqueo y sometimiento colonial y poner fin a la dependencia colonial que nos
domina, saquea y degrada como seres humanos. Pero no se hizo así. Mariátegui y
su convocatoria fueron sepultados por las lápidas del dogma y sus representantes
políticos y culturales. No insistiré en ello porque considero que lo he aclarado
bastante, en varios artículos y libros.
–Ciertamente Isabel. Sin embargo, considero que este es un tema de suma
importancia y no está muy claro para la mayoría de sectores sociales y políticos.
Por eso, me voy a permitir recordar aquí un fragmento de tu libro “Sujetos
políticos”, que recupera –sintéticamente- tus reflexiones respecto a este tema, que
habías abordado profusamente ya en tu libro: “Movimientos sociales y
representación política. Articulaciones”.
―En América latina el debate acerca del sujeto o los sujetos del cambio, busca
superar precisamente las conceptualizaciones abstractas acerca de la clase obrera
entendida como el sujeto ―en general‖, importadas de un pensamiento dogmático y
eurocentrista que no da cuenta de las realidades histórico sociales concretas en las
que el capitalismo existe y se desarrolla hoy en el continente y en el mundo. El tema
es –en nuestro caso identificar al sujeto histórico concreto de la transformación social
en la época actual.
Este debate ha sido planteado, en primer lugar, por los actores sociales concretos
que, fragmentados sectorial y socialmente, buscan hoy una orientación respecto de su
condición sociopolítica y las posibilidades de su acción socio-transformadora, para ir
más allá de las resistencias, de las luchas reivindicativas y de las cíclicas explosiones
sociales. Y todo ello guarda una relación estrecha con la identificación y definición
del sujeto social e históricamente concreto del cambio, de su misión histórica, los
objetivos estratégicos, el proyecto alternativo, y los instrumentos organizativos
necesarios para concretarlos.
La hipótesis general sobre este punto, sería: En la realidad histórico-social de
Latinoamérica, hoy como ayer, no existe una correspondencia plena entre clase
obrera y sujeto revolucionario (histórico).
a) En primer lugar, está la discusión - que tiene ya larga data acerca de la
Estos pueden encarar luchas reivindicativas, pero sin reducir a ellas toda su
existencia y accionar. Puede agotarse la temporalidad de la demanda, pero no el
carácter reivindicativo de la misma. Ese actor social se puede desarrollar hasta
convertirse en movimiento o en un partido político.
En el caso de los movimientos sociales, el componente reivindicativo de sus
luchas se profundiza al punto tal que los movimientos llegan a descubrir las raíces
sociales de su problemática reivindicativa sectorial (o intersectorial). Cuando
descubren los nexos entre su problema sectorial y la de otros sectores/actores,
descubren las raíces sociales de su problemática sectorial. Es entonces que –en las
dinámicas propias de las luchas sociales-, los diversos actores sociales van
tomando conciencia del contenido político (social) de su problema
―reivindicativo‖.
Se pone al descubierto que las luchas reivindicativas –aunque diversas-,
enfrentan simultáneamente una misma problemática social y política y no dos:
una reivindicativa y otra política. Y que articulan –junto con las problemáticas-, a
los sujetos. Por ello defino a estos movimientos como sociopolíticos. Obviamente,
esta característica no se descubre ni se alcanza espontáneamente, pero las
experiencias evidencian que cuando los movimientos maduran acerca de las
características y las raíces sociales de sus luchas sectoriales, comprenden que sus
diversas luchas requieren articularse para conformar procesos convergentes hacia
la construcción de plataformas políticas que se propongan la solución inmediata
de sus problemas o incluso, en algunos casos, la transformación raizal de la
sociedad.
Un movimiento vecinal que lucha para que las autoridades coloquen un
semáforo para cruzar una avenida, ¿es un movimiento social? No. Es un actor
social: se organiza para luchar por un tema puntual –como es la colocación de un
semáforo- y, si consigue su objetivo, generalmente finaliza la lucha y la
organización. Ese colectivo organizado no profundiza su lucha más allá de la
concreción de su objetivo y, por tanto, su organización y presencia como actor
social no tiene permanencia en el tiempo, no llegará a desarrollarse y constituirse
en movimiento social. Cuando un actor social se enfrenta con problemas o
demandas cuya solución no es tan acotada como la colocación de un semáforo,
por ejemplo, aunque los contenidos de sus demandas tengan un perfil
reivindicativo, en el proceso de lucha se abren otras aristas que fortalecen su
organización, le dan permanencia y lo proyectan hacia lo sociopolítico.
Por ejemplo, no hay nada más reivindicativo que buscar trabajo, que el
reclamo por hacer efectivo el derecho al trabajo y no hay nada más político que
exigir el derecho al trabajo. ¿Por qué? Porque trabajar es discutir el derecho a la
vida. Y ¿quién decide si se trabaja o no?, el capital, el poder… Entonces, se
desprende, de hecho, que no hay nada más político, que ponga más en evidencia y
cuestión al poder, que la discusión del derecho al trabajo, a una vida digna. Pero
esta articulación aún no se ha comprendido, no se ha saldado.
El debate sindical actual resulta obsoleto, parcializado y –en general-,
-Lo que decís abre las compuertas a un punto ampliamente debatido, aunque
no superado, por las fuerzas organizadas de la sociedad que aspiran a un
cambio; me refiero a la cuestión de la dirección política, sus características, su
conformación, su desarrollo. Podemos coincidir, Isabel, en que es un tema
controvertido. Alláname este espinoso camino… Te escucho.
-La construcción de un sujeto político colectivo no es un dogma ni una receta,
responde a la realidad de Indo-afro-latinoamérica e implica encontrar canales de
comunicación, expresión y organización comunes entre lógicas disímiles, propias
de la diversidad de actores-sujetos existentes. Yo sintetizo esto en el concepto
articulación. Porque la coordinación y conducción política de la diversidad de
actores heterogéneos dispersos o fragmentados, no nace de la suma de las partes.
Cuando se ha pensado y hecho así, lo que se había re-unido terminó
desembocando en nuevas fracturas. Tal es lo que ocurre, por ejemplo, con las
alianzas o frentes electorales: un grupo de actores se ponen de acuerdo para
presentarse unidos a las elecciones y luego, si las ganan, cada uno quiere ―su
pedacito‖ de poder, emerge lo corporativo, lo sectorial y vuelve a producirse la
fragmentación. Y si no ganan, se inculpan mutuamente del fracaso y se disuelven
como grupo.
El camino de construcción de una conducción política colectiva de la
diversidad de actores-sujetos es parte de un proceso de maduración. Y
supone -para ellos-, encontrar los canales de comunicación que contribuyan a
articular sus distintas cosmovisiones, identidades, reivindicaciones, propuestas,
expectativas y deseos. Se trata de una interrelación que requiere descubrir
(aprender) cómo coexistir en un mismo espacio, pese a procedencias y
pertenencias diferentes. Ello supone también, construir códigos de convivencia en
común, rompiendo con la segregación sociocultural inculcada por el poder y, a la
vez, reconocer espacios propios (de oxígeno) para cada sector. En síntesis, en este
sentido, se trataría de asumir a escala local y nacional lo que propusieron los
zapatistas: construir un mundo donde quepan todos los mundos.
¿Qué quiere decir esto?, ¿de qué mundos se trata? Son los espacios culturales
vitales de modos de vida diversos, que tienen que aprender a -encontrar
cómo- coexistir articulados en función de la vida. Para ello, todos y cada uno de
los actores sociopolíticos existentes en cada proceso, necesitan construir las
convergencias que se expresarán orgánicamente en ese actor colectivo, cuya
actividad política central se orienta a la creación-construcción de un horizonte de
vida para la humanidad. Por eso, su actividad emancipatoria no se limita a la lucha
contra la explotación (directa) de los seres humanos por el capital, sino que la
comprende y enfrenta de modo integral. Estos sujetos inter-articulados,
constituyen el germen de lo que será, ya se avisora, una nueva izquierda en busca
de un nuevo mundo.
tiempo político. Y puede resultar que todo lo que hasta ayer fue colectivo, en el
nuevo tiempo deje de serlo.
Esto no se debe a errores ni cuestiones negativas, sino a la dinámica ―natural‖
de los procesos sociales. Esta hace que -como advirtió Zavaleta Mercado:
―…incluso lo que se ha hecho general, tarde o temprano tiende a convertirse en el
símbolo conservador de lo particular. La intersubjetivación debe, por tanto
reproducirse de un modo constante.‖ [Zavaleta Mercado, 1986:27] Es decir, que
entre las tareas políticas es importante tener en cuenta, en primer lugar, la
necesidad de reconocer los cambios ocurridos en la realidad constitutiva y
conductual de todos y cada uno de los actores sociales y políticos, para -en
segundo lugar y a partir de lo anterior-, tomar (colectivamente) entre las tareas
políticas claves del proceso revolucionario, la reconstrucción –constante- del
―campo popular‖ como totalidad. Y esta labor es un desafío común al accionar
político de todos los sujetos porque resume el corazón de la hegemonía (para
sostenerla, afianzarla o modificarla).
¿Por qué una subjetividad en común puede desarticularse, deshacerse,
cambiar, acabarse? Porque una vez que se resuelve el problema colectivo, lo
sectorial retorna con fuerza si no hay acciones específicas sostenidas por parte de
la conducción política colectiva, en el entendido que esta también tiene que
reconstruirse como conducción política en cada momento, pues serlo no es una
condición permanente. Para ello sus integrantes tienen que ir descubriendo y
poniendo en común los nuevos ejes vertebradores de la subjetividad colectiva en
el nuevo tiempo social y político que han constituido.
El obstáculo para ver, comprender y asumir esta realidad radica en lo cultural,
en las miradas y lecturas lineales de los procesos históricos. En vez de reconocer
sus marchas y contramarchas, los herederos de la vieja cultura suponen que los
logros políticos escalan por una escalera: se suben peldaños, se ―superan‖
momentos y contradicciones, y se ―pasa a otra etapa‖. En tal caso, la emergencia
de contradicciones -por ejemplo, sectoriales-, en la considerada ―nueva etapa‖,
suele ser rechazada, considerada un ―defecto‖ y no parte del proceso colectivo de
cambios que implica, necesariamente, rever-ampliar-modificar lo existente en
materia organizativa y político-programática. Y como se trata de un proceso
permanente, es importante pensar en formas flexibles, abiertas naturalmente a las
dinámicas sociales, a sus actores con sus problemáticas.
Ser parte del sujeto político colectivo en un momento dado no es un diploma
que se recibe y se tiene para siempre; los actores que maduran y construyen con
sus luchas y propuestas una subjetividad política común en un momento dado,
posteriormente pueden no compartirla. Así, lo que hasta el día anterior estaba
articulado, al día siguiente puede desarticularse. Tal vez se mantenga formalmente
articulado en lo organizativo, como ocurre frecuentemente, pero si no se
descubren los fundamentos para nuevas inter-articulaciones propias del nuevo
tiempo, las diferencias entre sus actores resurgen con fuerza y lo corporativo
sectorial vuelve a cobrar fuerza.
poniendo de relieve –como base para las articulaciones entre los diversos actores-,
qué es lo que tienen como objetivo común a alcanzar en cada momento, qué es lo
que hace necesario que sigan articulados y lo que va configurando en cada
momento un horizonte común capaz de cohesionar hacia él –en ese tiempo
histórico-, a la diversidad de identidades, intereses, deseos, anhelos, etcétera.
El tema de la organización política está anudado raizalmente con esto, es
decir, con los sujetos, sus realidades, sus modalidades de articulación y
organización, con sus tareas revolucionarias y con las condiciones en que han de
desarrollarse en cada momento; no puede abordarse separadamente.
Una organización política, cuyo sentido es disputar la correlación de fuerzas
con el poder dominante, construir otra hegemonía, conducir el cambio social…
emerge –organizativa y políticamente- de la articulación de la diversidad de
sujetos (concretos) protagonistas del cambio social en cada país, conteniendo sus
diversas identidades, propuestas, cosmovisiones, etcétera. En este sentido, abre las
puertas a la construcción de una conducción política colectiva.
Al ser una resultante de la articulación de los diversos actores sociales y
políticos, expresaría a una gran fuerza sociopolítica de liberación con presencia en
los ámbitos parlamentario y extraparlamentario, capaz de definir (traccionar) con
su participación política -en los territorios (comunidades, comunas, barrios) y en
las calles-, el proceso revolucionario en cada país hacia su profundización
(anclada en una articulación para la integración regional-continental desde abajo).
-Permitime introducir una reflexión sobre lo que venimos conversando.
Quiero compartir unas líneas del texto “El Izquierdismo enfermedad infantil del
comunismo”, donde Lenin sostiene que “…con la vanguardia sola es imposible
triunfar. Lanzar sola a la vanguardia a la batalla decisiva, cuando toda la clase,
cuando las grandes masas no han adoptado aún una posición de apoyo directo a
esta vanguardia o, al menos, de neutralidad benévola con respecto a ella, de
modo que resulten incapaces por completo de apoyar al adversario, sería no solo
una estupidez, sino, además, un crimen. Y para que realmente toda la clase, para
que realmente las grandes masas de los trabajadores y de los oprimidos por el
capital lleguen a ocupar esa posición, la propaganda y la agitación, por sí solas,
son insuficientes. Para ello se precisa la propia experiencia política de las
masas.”
-Ciertamente, así lo pensaba Lenin y así ocurrió en la gesta de la Revolución
de Octubre del 17. Pero hacer efectiva en la cotidianidad del funcionamiento
político, la dinámica dialéctica que esa contradicción vanguardia-masa
conllevaba, resultó inviable en la práctica política histórica y, poco a poco, el
componente democrático participativo resultó negado y superado por el
disciplinamiento y la subordinación de ―las masas‖ al partido. El concepto
―masas‖ no se aviene con los sujetos del presente; lo empleo en este caso porque
es el que se manejaba entonces, como se evidencia en el párrafo citado.
parte al todo”, ni tampoco una “obediencia ciega” [Lenin, 1986: 39] Esto quiere
decir que el partido de vanguardia de la clase debe salir de la clase. No es su
reemplazo; es la prolongación de la clase.
-La propuesta del ―partido de cuadros‖ de Lenin, toma en cuenta -además de
la realidad del zarismo-, la existencia de un proletariado débil, atrasado, con
escaso desarrollo de su conciencia de clase, lo cual –en su criterio- era un
obstáculo que le impediría encabezar la revolución social en ese momento.
Entonces –en síntesis-, propuso que los cuadros del partido ―complementen‖ esa
falencia y encabecen la tarea revolucionaria. No tiene caso hoy discutir si ello fue
acertado o no, pero lo cierto es que aquella experiencia –que supuestamente era
excepcional-, abrió las puertas a la sustitución permanente (y creciente) del
protagonismo político de la clase obrera por el partido de cuadros (vanguardia de
la clase). Convergen en ello dos procesos: el sujeto proletariado reemplazado en
gran medida y crecientemente por el partido y, dentro de este, por los llamados
―cuadros‖ que, en aquel entonces, provenían mayoritariamente de la pequeña
burguesía intelectual. Ubiquémonos al final del siglo XIX y a principios del XX.
Tales definiciones concitaron polémicas y, en algunos puntos, como en este,
por ejemplo, en los debates internos del partido se transformaron en objeciones a
determinadas resoluciones políticas. No todo fue armónico.
Este debate, concretamente, emerge notoriamente en 1905, cuando se difunde
el ―¿Qué Hacer?‖ de Lenin. Enfrentando los razonamientos expuestos por Rosa
Luxemburgo en este punto, Lenin le concedió la razón a Kautsky en lo relativo al
papel revolucionario de la pequeña burguesía. Kautsky afirmaba que el
movimiento obrero adquiría la conciencia a través de los cuadros políticos, por la
formación política, por el periódico, por las arengas… Ciertamente, la acción de
propaganda política para Lenin era fundamental.
Rosa Luxemburgo sostenía que, aunque el desarrollo el proletariado fuera
incipiente, este tenía que vivir su experiencia de clase, de lucha y organización,
para crecer políticamente y que madurara su conciencia de clase. Para Rosa no se
podían saltar etapas, es decir, la conciencia de clase no se podía insuflar desde el
exterior. Lenin se enfrenta a ella en ese momento porque tal postura significaba
esperar, retrasar la revolución que él consideraba cercana. ¿Y qué ocurre
generalmente con debates así polarizados? Que parece que hay una persona que es
revolucionaria y la otra no.
No digo que tendría que haberse levantado todo el congreso y haber dicho:
¡Rosa tiene razón! Pero habría que haber tomado sus planteamientos por lo menos
como hipótesis a analizar, reflexionar y debatir con los trabajadores para luego
volver a reunirse en el partido… Son definiciones trascendentes como lo demostró
la historia; no fue solo para una coyuntura. Esto influyó en todo el quehacer
político del siglo XX hasta hoy.
Lenin quería hacer la revolución en ese tiempo, y empujó y apoyó a Kautsky,
en ese momento, instrumentalmente; aceptó la idea de que la conciencia le viene
dada ―de afuera‖ (de sus experiencias) al proletariado. Y así fue –en muy apretada
síntesis-, como el partido de vanguardia de ―nuevo tipo‖ terminó desplazando –
porque desconocería que hoy se vive una coyuntura global diferente, marcada por
una creciente y peligrosa ofensiva de los poderes globales –y regionales- del
capital.
Entre las mayores limitaciones político-culturales de los gobiernos populares
y sus principales fuerzas políticas, está la de haber subestimado al poder; haber
pensado que ese repliegue (temporal) que se observaba a inicios del siglo XXI, era
permanente, que los gobiernos populares habían llegado para quedarse. Basta
recordar cuántas veces se escuchó afirmar a los analistas políticos de la situación
internacional que el gobierno de EEUU estaba ―muy ocupado‖ -como
entretenido-, con la guerra de Medio Oriente y por eso ―se había olvidado‖ de
América latina; estaba como ―distraído‖ respecto de lo que ocurría en este
continente, su tradicional ―patio trasero‖. Según tales analistas, esta era la
característica de la coyuntura regional hasta hace poco tiempo.
Con esto quiero marcar lo que podría considerarse una segunda ingenuidad:
no se vio venir –o no se dimensionó adecuadamente-, la fuerte acción de los
grandes medios de comunicación masiva, de las redes sociales ni del accionar de
la justicia; se desestimó la lucha ideológica, la formación política, la articulación y
organización del sujeto popular. En vez de promover la maduración de un sujeto
político colectivo, los gobiernos populares convirtieron –mayoritariamente- a las
organizaciones sociales en sus ―agentes‖ territoriales, a sus integrantes en
―clientes‖ receptores de beneficios económicos o culturales y, en general, a todos
en espectadores de procesos de cambios de los que debieron haberse constituido
en protagonistas activos, decidiendo –con información y formación política- la
trascendencia política de cada una de las acciones de gobierno y, con ello, el curso
de sus destinos. Fuera de esto, hablar de empoderamiento popular resulta
palabrería hueca.
La condición de espectadores abrió las puertas a la manipulación de amplios
sectores de la población, abriendo las puertas a la instalación de un nuevo período
neoliberal ahora reforzado, fortalecido, por un disfraz ―popular‖ y el quiebre de la
confianza hacia los antiguos referentes políticos. Los poderosos no estaban ni
están preocupados por el ―qué dirán‖, sino por definir ―a quién votará‖ el
electorado. Se abocaron y se abocan sin pudor a construir una mayoría favorable;
no importa el cómo, ni el después; lo único que cuenta es lograr el objetivo:
imponerse mediante elecciones, ocupar los gobiernos y ponerlos a disposición del
gran capital financiero internacional y sus requerimientos hegemónicos.
La manipulación masiva de las conciencias no es un ―simple dato‖ a
incorporar en listados de caracterización de las acciones del poder; es parte del
corazón de su accionar, antes y durante sus ―nuevos‖ gobiernos. En ello confluyen
múltiples factores entrelazados: medios de comunicación, justicia, redes sociales,
acciones políticas y religiosas.
El poder trabajó incansablemente para destruir moralmente a sus adversarios.
Buscando terminar ―para siempre‖ con los derechos de los pueblos, igualó a los
gobiernos populares con el ―populismo‖ y la mentira, a raíz de lo cual acuñó la
idea de que los derechos ciudadanos no eran en realidad derechos, sino una suerte
de ―avivada‖ de los pobres para obtener o acceder a determinadas cosas, sin
correspondencia con su relación trabajo-salario. Plantaron así -por consiguiente-,
una semilla de inmoralidad en la base de los derechos, según la cual, estos ya no
son tales, sino privilegios. Esto se anudó con las campañas sucias desarrolladas
alrededor de los gobernantes y sus principales referentes construidas en base a
acusaciones –fundadas o no-, de deshonestidad, corrupción, engaños,
escándalos… Las fake news pasaron a ser contenido cotidiano de los medios de
comunicación masiva y las redes sociales. En corto plazo estas prácticas se
desarrollaron y se conjugaron con la creación de situaciones o hechos ficticios,
que podrían definirse con fake reality o false reality. El objetivo es generar
―climas‖ de opinión pública como soporte para determinadas decisiones políticas
de los poderosos que justifiquen el cercenamiento de derechos sociales y civiles
adquiridos.
Podría seguir enumerando factores, pero lo mencionado permite concluir lo
siguiente: antes de triunfar en las urnas, los representantes del poder construyeron-
obtuvieron su triunfo moral en la cabeza de los votantes. Destruyeron y destruyen
moralmente a sus adversarios y convierten a sus referentes y a sus seguidores
(militantes, pueblo simpatizante), en cómplices del delito de corrupción y disfrute
de privilegios. Es decir, descalifican, deslegitiman y criminalizan -no ya la
protesta social, sino- a toda oposición política que reclame derechos sociales o
proponga una alternativa popular. La otrora edulcorada democracia desnuda aquí,
su rostro clasista, autoritario, uniformador y excluyente. Un nuevo tipo de
pensamiento único se instala. Lo ocurrido con Lula (y el PT) resulta tal vez el más
emblemático ejemplo porque conjuga a todos los factores mencionados de
fortaleza y debilidad de unos y otros.
-Y entonces Isabel, ¿qué hacer?
-Ante todo, rediscutir la democracia, la política, sus fundamentos, alcances y
protagonistas. Recuperar la autoestima de los pueblos. Recuperar el sentido justo
de los derechos sociales y civiles conquistados por los pueblos en años de luchas.
Esto constituye parte central de un conjunto mayor de tareas políticas que
demanda este tiempo. Lo subrayo aquí expresamente porque son aristas que no
suelen ser tomadas en cuenta como parte del quehacer político por las
organizaciones políticas de izquierda, en su diversa existencia.
No se trata solo de hacer un programa; no se trata solo de construir
organización política o frentes y coaliciones… Es clave reconstruir el sujeto
popular colectivo como articulación política plural orientada a recuperar la
condición de protagonistas hacedores de sus destinos de los sujetos sociales
populares, fragmentados constantemente por el neoliberalismo en su quehacer
cotidiano. Y ello requiere de una intensa y sostenida labor de formación y
transformación política; en primer lugar, tal vez, de los partidos políticos de
izquierda y progresistas, de los liderazgos, de la intelectualidad y también de los
movimientos sociales.
definida desde abajo por cada uno de los actores protagonistas, sobre la base de
nuevas modalidades plurales (cada vez más) horizontales, en las articulaciones que
van conformándose en la convergencia de actores sociopolíticos y sus problemáticas
particulares, interdefiniéndolos y proyectándolos mutuamente hacía ámbitos del
movimiento político-social, actor colectivo del cambio.‖ [Rauber, 2013]
de todas las ponencias, que se las había leído -porque todas estaban puestas en la
web del encuentro-, y por eso decidió ir a ese panel y no a otro. Además, a él le
gustaban las polémicas, los líos, por eso los armaba siempre. Digo que le gustaban
los líos en el sentido de no acomodarse, no atenerse al ―deber ser‖ ni a los
dogmas, sino buscar siempre un punto de apoyo en la realidad para promover la
justicia, los derechos… Porque al igual que el Papa Francisco cuando invitó a los
jóvenes a que ―hagan lio‖, Fidel sabía que en el lio está la vida. Pero bueno, el
asunto es que yo aproveché ese momento para dialogar con él, luego de exponer
mi ponencia. Cuando me tocó el turno en la ronda de respuestas a las preguntas
que me formularon los presentes, respondí una sola, insoslayable, y luego me
dirigí a él y le dije: Comandante, en vez de contestar yo quisiera aprovechar mi
turno -teníamos como 20 minutos-, para hablar con usted.
“Pregúntame lo que quieras‖, me dijo. Y como yo dudaba, él insistió. Para
darme ánimos comenzó a dialogar conmigo de temas varios. Recuerdo que me
preguntó si yo miraba el programa ―mesa redonda‖ que se emitía diariamente por
la televisión cubana; él solía ir allí asiduamente y cuando intervenía, la mesa
duraba horas… hasta la madrugada algunas veces; siempre educando Fidel. Y yo
le respondí: Las veo siempre. Se echó un poco para atrás y me dijo: ―A ti hay que
darte una medalla, chica.‖ Arrancó risas de toda la sala; tenía un gran sentido del
humor.
Poco a poco fui entrando en confianza y le dije que ya le podía formular la
pregunta. Claro, luego Fidel duró horas respondiéndome y recorrió varios temas.
No solo lo referido a mi pregunta sino también a mi ponencia. Él evocó un
recuerdo de su experiencia en la Sierra Maestra. Fidel no era del Partido
Comunista en aquel momento, que en Cuba se llamaba Partido Socialista Popular;
él había fundado el Ejército Rebelde.
Nos relató esa mañana que, cuando ya era inminente el triunfo revolucionario,
varios enviados del partido se reunieron con él en la Sierra Maestra. Y recordó
que, en esa ocasión, le propusieron lo siguiente: Bueno, ustedes son la pequeña
burguesía, ya ganaron la guerra, ahora nos toca a nosotros dirigir pues somos
los representantes de los obreros. Fue más o menos así, no recuerdo las palabras
exactas. Fidel sonreía al evocar aquello después de 50 años de dirigir la
revolución.
A un compañero de aquel partido que compartía con nosotros el panel, Fidel
le dijo: ¿Te acuerdas, te acuerdas? Yo me reí mucho internamente mirando las
caras de los que tenían el pánico de que yo fuera a hacer -delante de Fidel-, la
crítica al vanguardismo que le da la espalda a la realidad.
No le pregunté nada acerca de ese tema, pero él -que había escuchado mi
ponencia y seguramente la había leído-, tenía ganas de poner lo suyo en el tema y
así lo hizo.
Te confieso que no fue poca mi alegría al escuchar ese relato de Fidel; fue
muy aleccionador. Lo que él explicó acerca de su relación con el Partido
Socialista Popular, lo relacioné con lo que ocurrió en América latina entre los
-En varias encuentros te he escuchado afirmar que Marx propuso una forma
y un modo de pensar la realidad y transformarla “y no la canonización de sus
ideas”. ¿En qué sentido recuperás su propuesta a la hora de definir hoy qué es
una revolución social?, ¿podrías profundizar más en este concepto?
-La historia ha dado una gran enseñanza respecto de la revolución social,
recuperando la propuesta de Marx en el sentido de la integralidad raizal del
cambio social. Porque para Marx la revolución social se desarrolla desde abajo, en
tanto son los sujetos los que transforman –en su accionar revolucionario- la raíz
productiva-reproductiva social; y lo hacen desde la raíz, no por encima ni desde
afuera.
El poder del capital
1
En el capitalismo el poder es una suerte de macro interrelación social (interrelación de
interrelaciones) que sintetiza política y socialmente a favor de los intereses del capital las
relaciones sociales erigidas a partir de la oposición estructural capital-trabajo. Esta oposición
instaura -desde los cimientos- el carácter de clase de las interrelaciones entre los polos que
conforman dicha contradicción, de las luchas por la hegemonía y la dominación, y de las luchas de
resistencia y oposición a ello. En este antagonismo concreto se desarrollan dinámicas que
configuran y definen en cada momento una determinada correlación de fuerzas (de clase) a favor
de uno u otro polo, correlación que actúa (se hace sentir) en toda la sociedad.
-De acuerdo. Pero quiero decir, primero, que no hay analista que pueda
predecir ni el rumbo ni el desenlace de los acontecimientos históricos, tampoco
referente al proceso de la Revolución Cubana. Sin pretender entonces, adelantar
desenlaces que dependen no solo de factores internos, sino también de la pulseada
geopolítica regional y global, tomaré tu pregunta como base para destacar algunos
aportes que considero muy importantes en la conformación de la línea de
pensamiento que sostengo.
Refiriéndome a la creación y búsqueda de una nueva civilización en el
continente he resaltado los aportes de la propuesta de las comunas, en Venezuela,
enmarcadas en la definición estratégica de encaminarse hacia la construcción de
lo que un día será un Estado comunal, según lo definiera Hugo Chávez; he
rescatado los aportes del proceso boliviano con la creación de lo que es el primer
Estado Plurinacional del continente y su consiguiente apelo a la descolonización e
interculturalidad como camino para la creación y construcción de un nuevo modo
de vida social basado –sintéticamente dicho- en la convivencia solidaria y no en la
competencia individualista destructiva. ¿Y la Revolución cubana?
Considero que es la última revolución del siglo XX y un importante
antecedente para las revoluciones del siglo XXI. Se trata de una Revolución
―bisagra‖ entre dos tiempos. Su formato es propio del siglo XX, en el contexto de
la correlación mundial de fuerzas en la que se inscribe en ese momento. Sin
embargo, no se atiene a los cánones establecidos; tiene claro que el protagonismo
pertenece al pueblo, que es quien hará posible la revolución, quien la sostendrá.
Esto configura una modalidad particular de ―Estado de todo el pueblo‖, que
considero su aporte fundamental a los procesos de liberación. Si bien se asienta en
la ―toma del poder‖, está claro para quienes idearon y conducen la revolución que
solo el pueblo puede llevarla adelante, sostenerla y desarrollarla. Y eso implicó
conjugar su empoderamiento cotidiano con educación, participación y
transformación de las condiciones de vida.
Hay mucho para analizar; este no es el lugar para ello por la extensión que
implicaría. Pero al menos mencionaré lo siguiente:
Fidel siempre tuvo claro que la única posibilidad para la independencia de
Cuba radicaba en la unidad del pueblo, su escudo y lanza. Esto porque el
adversario es un gigante poseedor de enormes poderes económicos, militares,
ideológicos… al cual se podría enfrentar con la voluntad y la conciencia.
Siguiendo el principio martiano, Fidel hizo de las ideas de igualdad, solidaridad y
justicia el eje fundamental del soporte de la revolución anclada en la construcción
del Estado de todo el pueblo, donde la única condición para tener y ejercer
derechos era ser ciudadano cubano, sin distinción de pertenencia partidaria,
identidad religiosa, etc. Ciertamente, en el caso de las religiones, hubo momentos
de tensión, lograr esto fue un proceso, pero la cohesión del pueblo fue la tendencia
que logró ser dominante y consolidarse.
La igualdad en todos los aspectos de la vida del pueblo ha sido un articulador
indispensable de hermandad y solidaridad. En tiempos difíciles –que los hubo y
muchos-, se podía dormir con la tranquilidad de que todas las familias habían
comido ese día y tenían para el otro, que todo el mundo enfrentaba las mismas
escaseces y dificultades y que todo el mundo disfrutaba también de los mismos
beneficios: en salud, en educación, en oportunidades para el desarrollo. Esto
puede parecer hoy, para los más jóvenes, una obviedad, pero no lo es. No hay otro
país en el continente donde se puedan gozar los derechos como en Cuba, no hay
otro país donde si usted se enferma y necesita un estudio complejo o una cirugía,
lo atienden y nadie le pregunta si es miembro del partido (PCC), ni le pide un
pago por el servicio. La educación está garantizada, desde que nace hasta estudios
de grado y posgrados, sin pagar un centavo. Todo lo sostiene el pueblo cubano
con su trabajo y su empeño. Y eso da identidad; pertenencia, seguridad y fuerza
colectiva. No es un grupo el que hace; es un pueblo que construye y sostiene y
desarrolla y con ello, los hombres y las mujeres se desarrollan así mismos como
sujetos.
Anudado a esto está la participación política. Es un pueblo articulado en todos
sus dimensiones; lo imagino a veces como un entretejido cuadricular o triangular,
o hexagonal… de lado a lado. Organizaciones comunitarias, barriales, sindicales,
de mujeres, de niños, de jóvenes, de tercera edad, de centros de trabajo…
posibilitan pensar y actuar al unísono. En primer lugar, estar informado; no hay
manera de que no le llegue la información a alguien; salvo que esté muy enfermo
y aislado, dado que los canales de información son esas organizaciones que en
Cuba se definen como ―de masas‖. Luego, está la organización territorial del
Poder Popular, cuadra por cuadra, donde se discuten los problemas inherentes a la
vida local. Luego está lo que podría llamarse la ―gran participación‖ política del
pueblo en las decisiones estratégicas del proceso: reforma constitucional; medidas
nacionales que hacen a la vida cotidiana, por ejemplo, en lo referente a la cuota
alimenticia, a la solidaridad internacionalista… el ejemplo de la microbrigada que
te compartí antes es una muestra de esto. La participación en la guerra de Angola
fue una decisión que devino de todo el pueblo; fueron años de entrega y apoyo.
Mucha educación política de base lo hizo posible; no fue mágico ni por tener los
cubanos y las cubanas ―un gen‖ especial. En todo caso, ese ―gen‖ se define por la
educación y la participación políticas en condiciones de igualdad de todos/as y
cada uno/a.
Lo mismo se ha manifestado muchas veces también ante coyunturas difíciles,
aspecto que no deja de ser estratégico, pues no hay nada estratégico que no sea
coyuntural y viceversa. Pienso por ejemplo, cuando las amenazas de bloqueo
naval y bombardeo de EEUU a Cuba; se discutió persona por persona, se resolvió
resistir y casa por casa se prepararon los planes ante una posible agresión. Era
todo el pueblo activado, pensando, decidiendo, haciéndose cargo de su historia.
Esas actitudes no se logran forzando a la gente; no se puede forzar a nadie a
resistir; el pueblo cubano lo asumió porque tenía conciencia de su situación y optó
por defender su soberanía y su felicidad. Ejemplos de ello hay muchos: la lucha
contra plagas y enfermedades, como el dengue, por ejemplo. ¿Por qué Cuba lo
puede enfrentar con éxito? Porque toda la población asume esa lucha; se informa
y educa para ello y luego se organiza para lograrlo. Igualmente, las modalidades
de organización y respuesta ante desastres naturales; no es un ―sálvense quien
pueda‖ sino una articulación vecinal social para hacer frente a lo que pudiera
ocurrir. Los auto-evacuados, por ejemplo, lo hacen en casa de vecinos que se las
ofrecen voluntariamente. Es un modo de vivir ―todos juntos‖, que ha hecho
posible la epopeya heroica de la Revolución cubana y con ella ha hecho historia.
Todo esto que puede sonar tal vez, un poco rosado al leerlo de corrido, se da
en medio de las contradicciones propias de toda sociedad. Lo grandioso no es que
no haya contradicciones ni dificultades, sino que, pese a ello, se encuentren lo
caminos superadores, poniendo siempre por delante de lo individual las metas
colectivas, de pueblo, de ciudadanía, de nación, de Patria.
De todo esto Cuba es ejemplo; lo hizo y la historia ha dado irrevocables
pruebas de ello. Es una enseñanza insoslayable para los procesos de
transformación en aras de la libertad, la justicia social y el buen vivir en América
latina. No se trata de copia, sino de aprender y saber que si un ser humano lo
hizo, los otros también pueden. Hay que prepararse para ello. La división, la
desinformación, el analfabetismo y la desunión, son terreno fértil para que nazcan
y se reproduzca la mala hierba del poder antipopular. ¿Se puede cambiar el
mundo?, entre todos y todas es posible; es la mayor enseñanza de Cuba; sus
logros hablan por sí mismos, Yo intenté resumirlos muy apretadamente.
¿Los retos? Todos los de la humanidad. Resistir el bloqueo en estas duras
condiciones regionales donde se incrementa la hostilidad y el aislamiento; luchar
por mantener la voluntad de Cuba de reinsertarse en el mundo salvaguardando los
derechos conquistados por el pueblo. Esto trae enormes desafíos; considero que la
opción es asumirlos y enfrentar el difícil camino de transitar por ellos. Tal vez el
más controversial es el de la presencia y apertura de la sociedad cubana al
mercado. Porque el mercado existente es el capitalista; proponerse conjugar
mercado y sociedad es como jugar con fuego, pero ¿acaso el mundo de hoy no
está en la misma disyuntiva aunque con situaciones diferentes? Cuba enfrenta esas
realidades abriendo aún más las puertas a la participación popular que tiene hoy
en el debate de la nueva constitución su más reciente prueba. Las últimas cifras,
que aún no eran las definitivas, hablan de más de 7 millones de participaciones
personales en los debates y más de un millón y medio de intervenciones entre
propuestas de modificación, adición o supresión, dudas y criterios generales.
No se puede frenar la historia; no se puede tener miedo a los cambios;
atreverse fue siempre la palabra de orden Y habrán de desarrollar un mayor
trabajo político para que las diferencias sociales, las oportunidades individuales
tan propias del mercado, no devoren el espíritu cooperativo, colectivo y
comunitario, la solidaridad y la igualdad de derechos conquistados y construidos
en décadas. ¿Se logrará la victoria? Nadie puede garantizar eso, ni para Cuba ni
para ningún proceso. Creo que no queda otra que atravesar la pulseada de la
historia. Este el punto en el que –muy sintéticamente, reitero-, veo al proceso de la
Revolución Cubana hoy.
-Ha quedado claro que los modelos neoliberales no son sólo modelos
económicos también están asociados a modelos culturales que crean
subjetividades colonizadas muy enraizadas en las sociedades actuales. Esa la
estratégica de crear conciencia, ¿no ha sido un poco subestimada por las fuerzas
progresistas del continente latinoamericano?
–La realidad actual del continente evidencia que sí. El ser humano consciente
debe (auto)construirse, tomar conciencia del carácter profundamente destructivo
del capitalismo hoy. Pero ello no ocurrirá automática ni espontáneamente. Es
importante contribuir a ello, por ejemplo, explicitando los mecanismos ocultos de
muerte que produce y estimula el capital al generar falsas necesidades; al
promover medicamentos que en realidad son venenos o generan dependencia
crónica; al generalizar el apego a comidas procesadas; al justificar las guerras, la
reducción de la democracia y el incremento de la represión… Desde cosas
sencillas que nos matan a largo plazo, hasta las más letales e inmediatas. Si no se
develan estas ―formas de la muerte‖ que asedian la ―vida‖ de los seres humanos
en este mundo hoy, ¿cómo pretender que los pueblos estén en plena capacidad
para decidir qué hacer o para discernir acerca de lo que se hace?
La libertad y la voluntad de decidir no se imponen; nacen del
empoderamiento colectivo y de cada uno para decidir qué va a hacer con su vida y
cómo relacionarse con los demás y viceversa; y la clave está en la conciencia, el
conocimiento, la información, la educación, y las alternativas concretas. Es
importante correr el velo del capital, que es el velo de la mentira, evidenciar la
falacia de su propuesta de libertad que supone que hace libre a las personas
cuando en realidad lo que promueve y produce es la sujeción al mercado a través
de la economía, del crédito, del consumo...
Esto es parte del debate civilizatorio, anunciar el tipo de sociedad que
queremos y mostrar vías concretas para orientarnos hacia ella; enriquecer las ideas
con ejemplos de experiencias concretas que existen y abonan esta dirección. La
revolución social arranca por ahí, articulando las críticas con la identificación de
los cambios a realizar en el modo de producción, recuperando en las experiencias
populares los gérmenes de lo nuevo articulándolas en la construcción de un
camino alternativo superador de la civilización del capital. Identificando también,
simultáneamente, en ese proceso, a los sujetos sociales y políticos: los
movimientos sociales, los movimientos de trabajadores, los movimientos
indígenas, los movimientos de mujeres… el pueblo que va construyendo
alternativas y las va implementando, aunque de forma parcial, fragmentada,
incompleta.
-La propuesta revolucionaria del Siglo XXI se asienta sobre nuevos conceptos
y categorías. Si las nuevas experiencias sociales, sus propuestas y planteamientos
son interpretadas y valoradas según los formatos de las viejas cajoneras político-
culturales del Siglo XX, la conclusión será que lo nuevo es incorrecto. Pero es que
lo nuevo nace y se desarrolla respondiendo a la realidad actual, en interacción con
ella, es decir, se desenvuelve con otra lógica, con otras bases conceptuales.
Recupera la propuesta integral acerca de la revolución social, pero lo hace
redefiniéndola acorde con las realidades, los sujetos y sus demandas propias del
mundo en el Siglo XXI.
Cuando se camina con las anteojeras del capital, es muy difícil ir más allá,
trascenderlo. Es vital quitarse las anteojeras, desaprender las mentiras que se nos
han impuesto como verdades: que este es el único mundo posible, aseveración que
va de la mano con el pensamiento único, afincado en la promoción del
guerrerismo y la cultura del odio…
Hay que cambiar el chip, abrir las entendederas al mundo en el que estamos, a
sus realidades, sus problemáticas y soluciones latentes; escuchar a los y las
jóvenes, contribuir a fortalecer y potenciar su protagonismo social y político.
Es importante también dejar de hacer lecturas y análisis de la realidad con
categorías transhistóricas. Estas no solamente tienen problemas por su definición
abstracta, sino que –por ello- se ubican por fuera de las dinámicas sociales, es
decir, no son dialécticas. Resultan categorías empobrecidas por enfoques
newtonianos o kantianos, pretendiendo explicar estáticamente una realidad que
está en movimiento constante. Su conocimiento –dialéctico-materialista- ha sido
fundamentado por Carlos Marx, quien aportó así saberes claves a la humanidad.
Sobre esa base, enriquecida por ejemplo, con la llamada ―teoría de la
complejidad‖ y los pensamientos de los pueblos, hoy se abren pistas también para
una nueva epistemología indo-afro-latinoamericana, intercultural y descolonizada,
construida por y desde los pueblos.
La conciencia no es reflejo de la economía
determinismo vulgar-, entiende basta con modificar las bases materiales del ser
social, para modificar su conciencia.
Si se acepta que ―el ser social determina la conciencia‖, y se considera que la
conciencia es un reflejo (directo) de ese ―ser social‖, se concluye pensando que la
eliminación-supresión de la explotación capitalista genera –
automáticamente- ―hombres libres‖. La realidad demostró, por si hiciera falta, que
no es así. Marx ya lo había expuesto con claridad, pero como el concepto
―determinismo de última instancia‖ requiere comprensión dialéctica, resultó más
sencillo simplificarlo y reducirlo al mecanicismo y economicismo vulgar apegado
a la lógica causa-efecto. Por eso Federico Engels, años más tarde, consideró
necesario aclarárselo a su amigo José Bloch:
―...Según la concepción materialista de la historia, el factor que en última
instancia determina la historia es la producción y la reproducción de la vida real. Ni
Marx ni yo hemos afirmado nunca más que esto. Si alguien lo tergiversa diciendo
que el factor económico es el único determinante, convertirá aquella tesis en una
frase vacua, abstracta, absurda. La situación económica es la base, pero los diversos
factores de la superestructura que sobre ella se levanta --las formas políticas de la
lucha de clases y sus resultados, las Constituciones que, después de ganada una
batalla, redacta la clase triunfante, etc., las formas jurídicas, e incluso los reflejos de
todas estas luchas reales en el cerebro de los participantes, las teorías políticas,
jurídicas, filosóficas, las ideas religiosas y el desarrollo ulterior de éstas hasta
convertirlas en un sistema de dogmas-- ejercen también su influencia sobre el curso
de las luchas históricas y determinan, predominantemente en muchos casos, su
forma. Es un juego mutuo de acciones y reacciones entre todos estos factores, en el
que, a través de toda la muchedumbre infinita de casualidades (es decir, de cosas y
acaecimientos cuya trabazón interna es tan remota o tan difícil de probar, que
podemos considerarla como inexistente, no hacer caso de ella), acaba siempre
imponiéndose como necesidad el movimiento económico. De otro modo, aplicar la
teoría a una época histórica cualquiera sería más fácil que resolver una simple
ecuación de primer grado.‖ [Engels, 1890]
-Permitime sumar a esto, tus reiteradas consideraciones en este sentido. Por
ejemplo, cuando sostienes que:
―…La lucha contra la enajenación de la clase (y de la humanidad oprimida) no
se libra solo en lo económico, ni se resuelve tampoco mecánicamente como
consecuencia de transformar la base económico-material de la explotación
capitalista, comprende integralmente el modo de vida de la clase obrera (y los seres
humanos oprimidos) en las sociedades en que viven. La problemática a enfrentar es
integral, multidimensional, multifacética. Es por ello que todo debate acerca de un
posible mañana diferente y superior de la humanidad, debe definir qué tipo de
civilización humana y qué tipo de ser humano nuevo desea construir. En función de
esos parámetros, y considerando siempre como centro del proceso transformador a
los protagonistas-responsables de su construcción y desarrollo, éstos irán buscando y
construyendo colectivamente las respuestas económicas y políticas necesarias (y
posibles en cada momento) y no a la inversa. El otro camino ya ha sido
experimentado -por derechas e izquierdas- y los resultados están a la vista (…).‖
[Rauber, 2004]
La importancia de Gramsci
-Con el predominio de los enfoques mecanicistas, la batalla cultural, la
construcción de la hegemonía popular, quedaron fuera del quehacer político y,
correlativamente, también sus pensadores, como por ejemplo, Gramsci, quien fue
enviado a la diáspora por el ―marxismo‖ dogmático. Él estaba entre los autores
vetados, acusado o sospechado de muchas tonterías, pero que hicieron mucho
daño. Los ortodoxos consideraban que Gramsci pretendía enmendarle la plana a
Marx en lo referente al carácter de clase del Estado y el papel determinante de lo
económico en la vida social, cuando -en realidad- él retoma y profundiza los
planteamientos de Marx poniendo al descubierto cómo se producen y reproducen
los mecanismos de dominación. Ello se evidencia, por ejemplo, cuando formula la
pregunta clave respecto de la hegemonía y la correlación de fuerzas políticas: ¿Por
qué los dominados apoyan a los dominadores? Una pregunta básica de Gramsci,
que –por lo general-, quedó sin respuestas por parte de la mayoría de las
organizaciones políticas de las izquierdas. Muchas de las cuales ni siquiera
incorporaron este tema a su quehacer político, tal como lo evidencia la realidad
sociopolítica actual del continente.
-O sea, Gramsci aporta una explicación más amplia que no arrincona la
conciencia como resultado de la economía, ¿es eso?
–Podría decirse que sí, pero haciendo la salvedad necesaria que Marx no
arrinconó la conciencia reduciéndola a ser reflejo de la economía, aunque
lamentablemente así lo hicieron muchos ―marxistas‖ en el siglo XX. Gramsci
partió de la base –situada por Marx-, de que la conciencia no es el reflejo directo
de la realidad, o sea, la refleja sí, pero mediada por categorías cultural, histórica y
socialmente construidas con las herramientas que el ser humano cuenta en cada
momento, con las que ha sido dotado… ¿Cuáles son esas herramientas? Dice
Gramsci: la educación, la herencia social, los medios de comunicación,
específicamente los medios de prensa... Cuando el ser humano valora la realidad
interviene ese tan famoso sentido común formador de la opinión pública (y
viceversa). Y, ¿quién construye todo eso?, el poder; ¿quién está en el poder?, la
clase dominante.
Gramsci articula los conceptos: gobierno, Estado, economía, explotación,
enajenación, conciencia política, cultura política, correlación de fuerzas,
dominación… en el concepto hegemonía. Con ello se ubica claramente fuera del
determinismo economicista y aporta un concepto político vital para el derrotero de
las luchas sociales y políticas que buscan construir un horizonte de liberación. Ha
sido y es uno de los más grandes intelectuales orgánicos de izquierda y un gran
militante de nuestro tiempo, uno de los más grandes ―marxistas‖, digamos, pero
teniendo claro que ser ―marxista‖ no consiste en recitar a Marx.
-Hay muchos marxistas que nunca leyeron a Marx y también muchos
gramscianos que no leyeron a Gramsci y con sus prácticas parecen ser más fieles
a los núcleos más esenciales de ambos pensamientos…
-Y sí. Porque ser gramsciano no es citar a Gramsci, del mismo modo que ser
marxista no pasa por citar a Marx… Gramsciano y marxista son, ante todo,
Este resumen tal vez pueda parecerle a algunos un tanto abrumador, pero es
apenas un tenue bosquejo de la gigantesca manipulación desarrollada por las
grandes empresas de comunicación masiva del capital, para apuntalar-justificar
sus guerras contra la humanidad pretendiendo disfrazar-disimular su nueva etapa
genocida de acumulación. Buscan no solo evitar, aislar o suavizar las resistencias
de los pueblos, sino también -y centralmente-, contar con la aceptación tácita o la
indiferencia (quemeimportismo) de los perjudicados.
Estos elementos son parte de los pilares de la construcción de la hegemonía
del poder a escala global del capital. Y es importante tenerlos presente para
identificar tanto las herramientas como los contenidos centrales que pueden
vertebrar la construcción de otra hegemonía, popular, alternativa… para llevar
adelante lo que generalmente se denomina batalla cultural o de ideas.
-Latinoamérica cuenta con una trascendente e importante genealogía de la
comunicación-como teoría y como praxis- asociada, en distintas etapas
históricas, a proyectos emancipadores. Si bien, es un tema que no
desarrollaremos en esta conversación, lo menciono porque más allá de este rico
legado, y siguiendo lo que planteas, se observa cierto retraso por parte de los
sectores de izquierda a la hora de generar nuevas teorías y prácticas, en torno a
un campo tan estratégico como es el de la comunicación y su soporte logístico, la
tecnología. Hay mucha descripción del escenario adverso, hay otro tanto en
materia de producción de agenda defensiva o contestataria, pero muy poco de
producción propia.
–Estoy convencida de ello. Hay que tener en cuenta también, además de lo
expuesto, la aceleración que la concatenación de los descubrimientos
científico-técnicos insuflan en toda la vida social y, de modo muy especial, en las
comunicaciones e interacciones sociales.
En este sentido, no sería muy osado pensar, por ejemplo, que hoy la ciencia y
la tecnología ayudarían a recuperar –en una nueva dimensión-, la propuesta
autogestionaria comunitaria de Marx y proyectarla globalmente anclada, por
ejemplo, en el trabajo colaborativo en redes (digitales, virtuales…).
Las cyber comunidades ya existen, precisamente, entiendo Lidia, que es una
dimensión que tomas particularmente como eje de tus reflexiones en la plataforma
digital Proyecto Sapiens 21, que has abierto para abordar específicamente estos
temas. La pregunta es: ¿cómo incorporar esto a las reflexiones, propuestas y
prácticas del quehacer político popular? Es un desafío que se articula con la
reinvención de la política, con la apertura al protagonismo de los jóvenes y sus
nuevas formas y medios de comunicación, gestión de las acciones y del
pensamiento. Considero que son todos temas muy importantes a tener en cuenta.
Los avances y las transformaciones son agigantados y ya encontrarán las
actuales y las próximas generaciones cómo y con qué articularse, sin necesitar del
auxilio de los aparatos estatales y sus burocracias; sin quedar atrapados en las
paredes culturales de partidos políticos atados a viejas estructuras… Es muy
bueno activar desde el presente en este sentido, zambullirse en el cyber mundo y
desde allí dialogar también con los sujetos (virtuales) que lo animan.
-En relación con lo que venís planteando acerca de la importancia de que las
izquierdas se quiten las anteojeras culturales, que superen la mentalidad del Siglo
XX, que amplíen sus horizontes epistemológicos y políticos acerca de su
percepción e interacción con las realidades sociales, culturales y políticas del
continente, mi primera pregunta se dirige a los aportes que hizo Marx en ese
sentido. ¿Cómo relacionas todo esto con su pensamiento?, ¿acaso no tiene nada
que decir, o sí?, ¿en qué aspectos? Me parece muy interesante que comiences tus
reflexiones acerca de un nuevo pensamiento crítico, abordando esto.
-De acuerdo.
-En relación con la vigencia que para tu visión porta aún el marxismo para la
construcción de un nuevo pensamiento de izquierda, siendo esta perspectiva un
modo particular de actualizar su corpus teórico cuando rescatas “el espíritu
abierto” de la propuesta teórico-práctica de Marx: ¿debiera interpretarse en la
idea de que es la realidad la que interpela a la teoría para su actualización y no
al revés?
-Absolutamente; es así. Es la clave de la revolución epistemológica (y
filosófica, y política) realizada por Marx. Pero yo no hablo de ―vigencia del
marxismo‖, sino de los principios de esa revolución que él realizó.
-Con el objetivo de orientar y afianzar mejor algunos conceptos, quiero
rescatar aquí algunas de tus reflexiones patentizadas en tu libro “Claves para
una Nueva Estrategia”, editado en junio de 2000, en Santo Domingo.
En el primer ensayo das cuenta de: “…los logros y momentos
revolucionarios en el plano teórico-práctico del pensamiento social en la historia
del pensamiento marxista en Latinoamérica-, tanto en relación con la concepción
de la dialéctica materialista y su empleo, como en el pensamiento social
contemporáneo”. Señalas también, en el segundo ensayo, que es el
“…predominio de un pensamiento dicotómico de estilo kantiano que sigue vigente
y que acarrea dificultades en el pensamiento y las prácticas de transformación y
a los sujetos que las protagonizan”. Y por último, para completar este recorrido,
quiero sumar el análisis crítico que haces en el tercer ensayo, en torno a la
estrategia revolucionaria de fines del siglo XX, de cara a lo que defines como el
surgimiento de una nueva estrategia. Allí señalas que el marxismo -tal como era
entendido entonces y lo es aún hoy-, presenta visibles baches en el orden
conceptual y práctico para explicar acabadamente el mundo actual, pero que,
aún con tales dificultades, brinda un instrumental teórico que posibilita -al
menos- comenzar a acercarse a la realidad de un modo certero.
La propuesta teórico-práctica que representa el marxismo no puede
comenzar y acabar con Marx ni con Lenin ni con ningún otro. Tienen cabida en
su seno, por un lado, los diversos aportes de pensadores e investigadores
sociales, en el terreno económico, político, cultural, humanístico, etc., y –como lo
evidencias con tu labor de años-, el pensamiento que emana de la decodificación
conceptual de las experiencias de resistencia, luchas y construcción
-En los Manuscritos del 44, Marx planteó ya la necesidad de que el sujeto
enajenado trascienda su enajenación hacia su liberación. Años más tarde, en El
Capital -que es un libro profundamente filosófico-, demostró el sustrato material
dinámicos dialécticos de los conceptos que reseñaban, hubieran abierto las puertas
a la dialéctica y no al mecanicismo. Lo peor, en este sentido, fue afianzar la
separación del materialismo y la dialéctica. Esa división fue funesta.
Se construyó, por un lado, un ―materialismo histórico‖, economicista, sin
vida, ajeno a las dinámicas dialécticas de la vida social. Y, a la par, por otro lado,
un ―materialismo dialéctico‖, donde se movían todos los conceptos pero sin
materialidad, sin terrenalidad; una suerte de abstracción pura. Entonces, dentro de
la corriente dogmática marxista estaban los ―teóricos‖ del ―materialismo
dialéctico‖, y los ―cientistas sociales‖ del ―materialismo histórico‖.
Esa división no ha sido responsabilidad de los manuales, pero en tanto sus
autores se hicieron eco de ella y divulgaron separadamente manuales de
materialismo histórico y manuales de materialismo dialéctico, dieron la espalda a
la revolución epistemológica realizada por Marx para el análisis de la sociedad
que, precisamente, pudo ser tal revolución porque él fusionó el materialismo y la
dialéctica en una única concepción dialéctico-materialista.
¿Está vigente el pensamiento de Marx?
-Me parece que es conveniente una clarificación. ¿La crítica que hacés está
referida al marxismo en general o a algunas interpretaciones del marxismo?
–Eso me recuerda a aquello de ―¿crisis del marxismo o de los marxistas?‖ (los
que hacen las interpretaciones). Cuando se derrumbó el socialismo este-europeo
se generó una gran confusión. En ese contexto la diferenciación entre las
interpretaciones del marxismo y un marxismo original parecía ser clarificadora;
distinguía entre los marxistas ortodoxos, fieles al pensamiento de Marx,
supuestamente al margen de la crisis y la variedad de seguidores del marxismo
dogmático, portadores de la crisis, dada su identificación con las cúpulas políticas
de los países que protagonizaron el descalabro sociopolítico, sobre todo, de la
Unión Soviética.
En realidad esa fue una diferenciación de escasa trascendencia teórica. No
existe una clasificación de ―marxismos‖ originarios y de ―marxismos‖
dogmáticos. En sentido estricto, la denominación ―marxismo‖ es un invento del
dogma para identificar a quienes mostraban ―fidelidad ideológica‖ con el poder
soviético, diferenciándolos de aquellos que sostenían un pensamiento crítico,
revolucionario, abierto. Obviamente, esto no significa que no hubiera entre estos
algunos con intenciones de distorsión y tergiversación –por derecha- del
pensamiento de Marx. Pero ciertamente, ello no fue patrimonio exclusivo de los
no-dogmáticos, más bien ha sido al revés.
No hay un “marxismo original” incólume
-Llegado a este punto es recomendable estar alerta para evitar asumir
posiciones fundamentalistas.
No hay un ―marxismo original‖ que está incólume. Aceptar esto sería
promover un nuevo tipo de dogmatismo, en este caso, fundamentalista. Esta
corriente ―marxista‖ propone leer a Marx e ir de sus textos a la realidad, en el
El desembarco de Lenin…
-Sería bueno, comenzar por recordar las premisas que Marx definió como
preámbulo para las revoluciones socialistas.
–A ver. Marx –que no vivió el tiempo de la polarización global del capital-,
consideraba que –en su desarrollo- el capitalismo generaría las condiciones para el
socialismo, las que supuso premisas para la revolución socialista:
Condiciones materiales de abundancia (que habilitan la redistribución de
las riquezas mediante la revolución social). El gran desarrollo de la
producción, implicaría, además,
Un gran crecimiento del proletariado (organizado y con conciencia de
clase adquirida en sus luchas), que generaría las condiciones para la
constitución del sujeto revolucionario (sujeto histórico). (Articulación de
las luchas reivindicativas y las luchas políticas, sus protagonistas y sus
expresiones orgánicas).
El choque entre un gran desarrollo de las fuerzas productivas y unas
relaciones de producción que las contenían, era un tercer factor importante
a considerar para valorar –según Marx-, la proximidad de un período
revolucionario.
La revolución social socialista constituiría el período de transición hacia
el comunismo.
Sería un proceso combinado y simultáneo con procesos revolucionarios en
los países centrales de Europa.
La profundización ininterrumpida de la revolución, daría lugar a lo que
Marx definió como revolución permanente.
La revolución socialista, sería entonces, según Marx, el resultado de un
proceso histórico-natural.
En cuanto a los países de las periferias, Marx consideraba que las
revoluciones sociales serían allí una consecuencia de la revolución en los países
desarrollados (estos los atraerían –cual imanes- hacia el socialismo).
Del “socialismo como transición” a la “transición al socialismo”
-¿Considerás que Lenin ignoró esas premisas identificadas por Marx?
-En los albores del Siglo XX, analizando la configuración imperialista del
capital y su actuación en los ámbitos locales e internacionales, Lenin introdujo
cambios significativos en lo referente a las previsiones de Marx respecto de la
revolución social, sus premisas, los sujetos, la transición y los lugares posibles
donde ocurriría.
Sostuvo que, en ese tiempo, las revoluciones ocurrirían en países
―atrasados‖, con escaso desarrollo del capitalismo, a los que definió como
el ―eslabón más débil‖ de la cadena de dominación del capital; el que
podría ―desprenderse‖.
En tales condiciones no se podía contar con un proletariado mayoritario ni
políticamente muy avanzado. El sujeto histórico estaría ―incompleto‖ e
inmaduro; la constitución del sujeto revolucionario dependía entonces de
la intelectualidad revolucionaria y del partido de cuadros. (Postulado que
―Lo dicho habla de una fuerte presencia ética como componente genealógico de
la posibilidad (y realidad) de la construcción de estos procesos, saberes, identidades e
interrelaciones colectivas interarticuladas y, por tanto, de la posibilidad de
transformar las realidades de exclusión y discriminación de los oprimidos y las
oprimidas, de los trabajadores y las trabajadoras, pobres urbanos y campesinos,
indios e indias, negros, negras y mestizos, a través de la modesta ―parcela cultural‖
que, en ese gran proceso colectivo, desempeña la construcción de los intersticios
interculturales para el empeño estratégico que supone transformar la sociedad actual
y construir una nueva civilización, fundamentada en la equidad de etnias, géneros y
clases hasta su equiparación en el único calificativo universalmente pleno de ‗género
humano‘.‖ [Rauber, 2012: 248-249]
-Es tiempo de superar la estéril dicotomía entre teoría y práctica; las
experiencias populares alternativas no son solamente puntos de referencia para los
estudios teóricos, tienen contenidos muchas veces aun no identificados por las
ciencias sociales y políticas. Es vital conocerlas, estudiarlas críticamente,
difundirlas, estimular su multiplicación y contribuir a su inter-articulación
favoreciendo la construcción de un horizonte civilizatorio común. Por ahora hay
balbuceos acerca de las características de este horizonte, gérmenes que nacen de
las experiencias diversas de sobrevivencia de los pueblos. El aprendizaje está
interconectado con las nuevas prácticas colectivas horizontales: para convocar,
para debatir… Tener paciencia, dialogar, se aprende haciendo. ¿Qué es lo que se
aprende?, que nadie es mejor que nadie, que el saber colectivo es siempre superior
y más fuerte que el saber individual; que es mucho más sencillo y provechoso
trabajar en colectivo, reconstruir el todo social fragmentado, desde abajo.
Todo esto –reitero-, coloca en el centro del quehacer sociotransformador a los
movimientos indígenas, a los movimientos de afrodescendientes, a los diversos
movimientos y actores sociales y a sus creaciones alternativas. Es impostergable
sistematizarlas críticamente, intercambiar, debatir, proponer, decidir y construir
juntos, pero desde y con la diversidad, respetando las identidades, abriendo las
compuertas hacia un mundo donde quepan –realmente- todos los mundos. En ello
late la vida, el futuro hacia la plenitud y felicidad humanas.
El buen vivir como brújula
-Otro aprendizaje importante fue comprender que la cosmovisión basada en el
buen vivir, la descolonización, la interculturalidad… no buscan instalar un nuevo
tipo de fundamentalismo. ¿Por qué? Porque no proponen ―volver atrás‖.
El desafío civilizatorio pasa por tomar los principios del buen vivir y convivir
entre nosotros y con la naturaleza, para desarrollarlos acorde con los tiempos
propios de cada generación. Las generaciones venideras los irán reinterpretando,
en su significado y contenidos acorde con las realidades en las que vivirán y
también con lo que quieran hacer, cómo quieran y puedan vivir en base a tales
principios, perfeccionándolos, desarrollando las capacidades de la humanidad en
busca de su plenitud y felicidad. Porque de eso se trata, ¿no? Si esto no se piensa
y proyecta así, de modo abierto, con todo lo que ello significa, es entonces porque
se piensa que el futuro de la humanidad consiste en ―volver a atrás‖. Y ese ―volver
atrás‖ es fundamentalismo.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
SÍNTESIS BIOGRÁFICAS
ISABEL RAUBER
LIDIA FAGALE